Capítulo 11: Carta de amor
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE UN SUEÑO
CAPÍTULO 11: CARTA DE AMOR
La noche en la que nos enfrentamos a las quimeras, estuvo llena de emociones. El clan no pudo soportar tanto y, a causa de los acontecimientos ocurridos, cada miembro terminó afectado de una u otra manera.
Los Maine, aun sin ser todos integrantes oficiales de los Sallow, perdieron al hombre que se encargó de protegerlos y amarlos al doble, después del fallecimiento de su hermano; nosotros estábamos preocupados por el bienestar de nuestro líder, que parecía una hoja blanca de lo pálido que estaba.
Éramos una rebelión de sentimientos en la que tirábamos de los lazos de todos, tratando de buscar un poco de confort. Unos por tener que lidiar con la muerte, otros con la inquietud y, aunado a lo anterior, dos más soportaban la carga de un corazón herido y de un corazón culpable y arrepentido.
Para mi desgracia, Mareritt y yo éramos esos últimos por mi culpa.
Intenté hablar con él cuando llegamos a la casa, más que nada acercarme a intentar darle un poco de apoyo después de lo ocurrido con su padre.
Lo único que aceptó de mi parte fue un abrazo que duró largos minutos, indispuesto a hablar o a verme más de la cuenta. No insistí porque sabía que no estaba en posición de reprocharle nada. Eso era suficiente en ese momento.
Su hilo negro era un desastre, peor que el de cualquiera de mis amigos y el tenue que me unió a Aira meses atrás. Durante los primeros días, era muy liviano, lo suficiente para enredarse más en mí que en cualquier otra persona. Era una cuerda que ató mis extremidades y hacía cosquillas en mi garganta, tentando con robarme mi último suspiro.
Eso o era la culpa que yo sentía la que se acabó uniendo en cierto punto.
Herí su ego, ignoré lo difícil que fue para él haberme contado lo más profundo de sus dilemas después de saber todo lo que vivió y le hice sentir como una carga. Lo único que me permitió tener un poco de fe en que todo se resolvería era ver nuestra unión dorada y la confianza que todavía tenía en mí para llorar en silencio sobre mi pecho.
Estaba roto y seguía de pie, sujeto a sus ideales.
Yo era consciente que su pesar esos días iba mucho más allá que nuestra falta de comunicación (la mía, en realidad). Se sentía triste y enojado por la muerte de su padre, estaba ofendido por cómo el líder de las quimeras le habló de la venganza y moría de culpa y miedo por haber herido a Scorpius.
La primera mañana que pasamos después de eso, me desperté antes que todos con un cansancio casi irreal para los demonios. El cuerpo me pesaba y sentía como si hubiera llorado por horas, pese a no ser el caso; lo fue para los Maine, lo fue para Él.
Esa noche (y las últimas en las que estuvimos en Colombres), Mareritt había descansado con su madre, en la habitación de TaeYang y Dean, los cuales lo hicieron en el colchón que usaron la última vez en que la otra familia se había quedado con nosotros; por esa razón, salí en silencio de la casa.
Al saber que mis líderes estarían un poco destanteados al despertar por el azote de emociones que recibirían, fui yo quien volvió a llamar al rey y al resto de fundadores y familiares para dar aviso del estado de todos los vampiros y demonios.
Evité los detalles que nos envolvían a Mar y a mí, excepto para mi familia y para Ethan, quien se quedó más tiempo en la videoconferencia que hice para los Ainsworth al haber sido dejado por Iris, que se fue con sus sucesores a visitar al señor Colom.
—¿Te sientes bien? —Preguntó. Estaba sentado en la silla que solía usar su esposa en juntas virtuales—. Ajeno a la misión del Gran Consejo, dices que Scorps está bien, ¿no? ¿Es tu hilo con tu alma gemela?
Asentí, ya que no era del todo mentira.
Ethan Sayre y yo no éramos los amigos más cercanos, aunque apreciaba su amistad y nuestra relación laboral, al ser uno de los músicos que solía ayudarnos en Midnight Pleasure cuando necesitábamos manos extras durante las grabaciones.
Tal y como lo describió Hikaru tiempo atrás, era el zen que todos buscaban, la tregua a la que se abrazan los bandos durante una guerra.
—Debe ser muy difícil con un vampiro recién convertido —pensó en voz alta.
—Bueno... —Me callé. No se había hecho pública la evolución a ojos bermellón, ni siquiera a ellos—. Digamos que parte de su dolor es culpa mía.
—Eso cambia la cosa —meditó un poco y agregó—: Las flores son un buen lenguaje para transmitir lo que sientes. ¿Por qué no intentas acercarte a él de esa forma? Nada verbal, nada físico. Así respetas su espacio y tiempo de sanación sin saturarlo de tu presencia.
—Eso último se oyó un poco ofensivo —reproché.
—Para que me estés confesando que eres una de las razones por las cuales tu destinado está así, cuando sueles minimizar muchas cosas, no puedes quejarte —me regañó.
Mordí mi labio inferior y no dije nada, avergonzado.
—Cómprale un ramo de camelias rojas y tulipanes amarillos para comenzar —prosiguió al confirmar que estaba dispuesto a oírlo—. Le sentará bien tenerte cerca y sin presiones.
Así fue cómo terminé yendo desde muy temprano a la florería que me pareció más linda para buscar las flores que Ethan me recomendó. A palabras suyas, los tulipanes de ese color funcionaban para pedir disculpas; por otro lado, esas camelias representaban el amor y la esperanza, según algunas leyendas.
Le dejé el regalo afuera de su habitación, tras haber tocado la puerta y me escabullí al siguiente pasillo a esperar que saliera para recibirlo. No supe que Scorpius me había visto y tuvo que contener una risita.
Mareritt salió a los segundos, curioso, y relajó su expresión apenas descubrió el obsequio a sus pies. Parecía haberle gustado, pues las abrazó contra su pecho antes de regresar adentro con el ramo.
Con esa imagen, bajé a la cocina para hacerme cargo del desayuno, sin saber que se volvería mi tarea esos últimos días. La de James fue hacer el almuerzo; la de TaeYang, la cena.
—No puedo verlo —lo oí hablar con su madre la mañana de las flores—. Le hice daño.
Se refería a Scorps.
—Cariño —dijo ella con amor—, él debe de comprender tu situación. No entiendo todavía el funcionamiento de los lazos y cómo puede llegar a afectar a otra persona, pero seguro que no me equivoco. Se ve como un muchacho muy bueno y comprensivo.
—No creo que todos opinen así... —Susurró.
Su confesión me estrujó el corazón.
Era cierto que el resto de los integrantes se sintieron un poco incómodos al tenerlo cerca, algo que no se pudo evitar por mucho que uno estuviera consciente de lo complicado que era controlar un poder como el suyo. Muchos lo habían visto con Crystal, cuando recién aprendía a controlarlo, o con Iris, que hacía poco había aprendido en su totalidad.
—Si tú mismo te sientes mal, ¿cómo crees que estarán ellos, al ver a su amigo, pareja y líder desvanecerse frente a ellos? —Preguntó, dando en el clavo—. Dales tiempo y todo se resolverá. Créeme, es la mejor cura para los corazones heridos.
Estaba siendo fuerte para su hijo, incluso cuando ella también sufría.
Fue cuando me di cuenta de los sentimientos de la señora Emma que comencé a dormir en el pasillo afuera de su habitación, con una cobija y una manta. No podía permitirme verlos tratando de suprimir sus sentimientos para "ayudarse", no cuando esas acciones acabarían provocando un efecto rebote y los heriría más a la larga.
Me volví un perro guardián, una imitación barata en la que contaba más la intención que el aspecto.
Al menos eso pareció divertirles un poco a Aira y a la señora Shirley.
...
La última tarde en que estuvimos en Colombres, mientras acabábamos de recoger todo, los Maine Adamsen se fueron a recoger las cenizas del señor Aldo para llevarlas consigo. TaeYang y Hikaru me explicaron que, para algunos humanos, era normal tenerlas en sus casas.
Cuando cruzamos el portal, los rayos de sol siendo reflejados por las superficies de agua de Amadahy acabaron dándonos en la cara y, mientras que a nosotros nos hizo fruncir el rostro en una mueca acostumbrada al brillo, las humanas y Mareritt acabaron soltando una exclamación por la sorpresa.
Mis papás, mis hermanos y HyunSeok se acercaron a abrazarme y a preguntarme si estaba bien, si las cosas habían mejorado y si quería quedarme un tiempo en Septentrión para descansar un poco.
—Puedes quedarte en tu habitación, limpiamos todo el castillo —ofreció mi papá.
No se habían dado cuenta del repentino interés que sintió mi destinado con ese tema, quedándose lo suficiente lejos para que yo pudiera presentarlo más adelante y lo suficiente cerca para escuchar mi respuesta. Era la primera vez que lo vi actuar como un niño nervioso.
—Prefiero quedarme con el clan —aclaré tras agradecerles—. Me necesitan. Debemos de planear muchas cosas y rastrear a las quimeras. No puedo darme el lujo de descansar ahora.
—Eres todo un hombre que sentó cabeza —HyunSeok dijo, burlándose de mí con falsas lágrimas y provocando la risa de mis hermanos. Estaba en su faceta amarilla—. ¿Y bien? ¿Dónde está él? Tienes que presentármelo.
Echó un vistazo por encima de mi hombro para ver más allá de la mata de cabello rubio platinado que se asomaba por encima de mi hombro y sonrió al toparse con la mirada apenada de Mar, con su mamá a un lado.
—Qué envidia me das a veces —oí a Anne, quien también se acercó a ver.
Así fue cómo terminé por presentarlos a todos. Ahora éramos familia.
—La vida se encargará de reunirlos otra vez —prometió mi madre, al enterarse del pesar de Emma y la razón de la urna. La tenía abrazada con fuerza—. Su amor trascenderá y no importará la época, el sexo, la raza o la nacionalidad. Sus almas se encontrarán y se amarán tal y como lo hicieron el último de sus días juntos.
—Aun si no está, lo amo —susurró como respuesta la otra mujer.
—Por supuesto que sí —le calmó y dejó que llorara en su hombro.
Anne hizo lo mismo con Mareritt, mientras que mi padre iba en búsqueda de pañuelos al carruaje que se encargó de llevarlos desde Meridión hasta el lago principal de Amadahy.
Matty me dio una palmada en la espalda, animándome.
—Los hará fuertes —me dijo HyunSeok, quedándose con mi hermano y conmigo—. Los caminos del destino muchas veces son rocosos y dolorosos; sin embargo, lo que importa es encontrar a la persona correcta con la cual recorrerlos y que te ayudará a ponerte de pie para seguir adelante.
—Lo esencial es encontrar con quién puedas afrontar las diferentes facetas de tu vida y amarlas a todas por igual, sin importar el color o la textura —Matthew agregó, al recordar los votos de su marido durante su boda.
Sonreí al descubrirlos mirándose con cariño.
Quería darle eso a Mar.
Claro que sabía que no podía cambiar el pasado y que lo único que me quedaba era esperar y trabajar por merecerme una segunda oportunidad o, por lo menos, una plática en la que pudiéramos aclarar lo máximo posible y llegar a un acuerdo frente a las estrellas.
Esa chance se presentó durante la segunda noche que estuvimos en el castillo, cuando me lo encontré recostado en el césped del jardín trasero, al comienzo de la arboleada que tanto cuidaba el rey.
Se me quedó viendo en el instante en que me paré junto a él, sin decir nada. Traía puesto un anillo de oro y un topacio igual al de Hyun, regalo por parte de mis papás para las almas gemelas de mis hermanos y la mía.
—¿Puedo acostarme a tu lado? —Quise saber.
Él no respondió y volvió a dirigir su atención al cielo estrellado.
Me recosté junto a él.
El zacate me hizo cosquillas y sentí la tierra húmeda debajo de nosotros.
Su corazón se escuchaba tranquilo y sincero, no parecía incómodo por mi presencia. Extrañaba oírlo y sentirlo cerca de mí.
—Me gustaron mucho las flores que me diste —dijo. Su voz generó una explosión en mi interior—. Nunca nadie me había regalado unas tan bonitas. Siempre eran rosas rojas.
—Son muy básicas —pensé en voz alta.
Soltó un sonido parecido a una risa.
Dijo que las odiaba por esa razón.
—Luego pensé en que, si hubieran sido rosas rojas —continuó, ya más calmado—, las habría amado por venir de ti. Tendrían un significado diferente al de costumbre y serían de una persona especial para mí.
Él merecía más que rosas comunes.
—Ethan fue el que tuvo la idea —admití, al no querer robarme el crédito.
—Y tú decidiste seguir el consejo —agregó con un leve asentimiento—, así que gracias por haberlo hecho. Entre todo lo que pasó, me dieron un poco de paz y confort.
Por un instante, creí que tocaría mi mano y la entrelazaría con la suya.
No lo hizo, por supuesto.
—Ya no estoy enojado contigo —volvió a hablar, robándose por completo mi atención—. Sé que no sabía que eras real y pensaba que eras creado por mi mente; no obstante, pude haber insistido y preguntar más por ti, por tu vida.
—No podía contarte mucho, de todas formas —no mentía.
—Ahora sé que eres más de esperar a que pregunten por ti y no de hablar a rienda suelta, como hice yo —nunca lo había visto así—. Dices mucho o no dices nada. Es gracioso.
Nos quedamos en silencio por unos segundos.
Nuestros dedos se rozaban y podía oír su leve respirar cerca de mi oreja. No quería que se acabara, quería seguir teniéndolo cerca.
—La razón por la cual todavía no me acerco a ti es porque me siento incómodo —confesó, por fin—. Es como si algo tirara de mí cada que lo intento y no logro tocarte o hablarte. Estoy ofendido por tu reacción y, al mismo tiempo, entiendo tu punto. Es confuso.
—No te quiero presionar a nada...
—Yo solito me presiono —reprochó. Me dio un poco de pena—. ¿Podemos ir con calma y dejar que el tiempo solucione las cosas?
Sí. Sí. Sí.
—Perdón por ser tan orgulloso y no comprender lo que siento —se disculpó.
—No te limites a sentir —se volvió nuestra frase—. Estaré esperando el día en que puedas explicar tus sentimientos con palabras. Tenemos toda una eternidad para estar juntos, en esta y otras vidas.
Descubrí que amaba ver a Mareritt bailar cuando lo vi de la mano de su prima en la pista de baile, entretenido con diferentes giros, saltos y movimientos de caderas.
Supuse que no era tan bueno improvisando en esa situación, pues Demian y Matthew no tardaron en reír cuando olvidé seguir la letra de una canción por unos instantes. Sonreí como disculpa a los presentes y a la cámara.
Pasamos desde nuestros mayores éxitos en español e inglés, hasta los japoneses y coreanos; de los franceses e italianos, hasta los chinos y los de la antiquísima lengua muerta de los demonios.
Extrañaba la sensación de los latidos de mi corazón en mis oídos y el sabor metálico en mi garganta, el cansancio de mis cuerdas vocales después de una gran noche y el vibrar de mi pecho al compás de la batería. No importaba cuántas veces estuviera en el escenario, siempre era lo mismo.
Y esa era la primera vez que cantaba de forma profesional frente a la familia Maine, así que era una noche muy importante desde esa perspectiva también.
Canté sobre la luz de mi vida, de cómo era soñar con alguien que todavía no conocía, de cómo algún día volvería a encontrarme con mi otra mitad y de cómo no amaría a nadie más hasta hallarla.
Alzamos la voz contra aquellos que criticaban sin saber ni hacer nada productivo con sus vidas, contra las fuerzas superiores a nosotros que muchas veces no nos permitían decidir por nuestra cuenta, contra la presión de saber si lo que hacíamos era suficiente y contra la desesperación por encontrar nuestro propio camino.
Una vez llegamos al final de nuestra programación musical, los muchachos y yo nos despedimos de todos los Sotsuya con la promesa de regresar pronto con nueva música y conceptos interesantes.
Era el punto de la noche en que todo se volvía serio, entre los invitados y nosotros.
—Es ahora cuando nuestro vocalista está a punto de quedarse sin voz —HyunSeok bromeó a través del micrófono, frente al escenario— que habrá un pequeño cambio en el programa habitual que maneja Midnight Pleasure y la razón principal por la cual se pensó organizar este show en la Fiesta de Sanación.
» Esta noche, la banda brinda un espacio al rey, el señor Karlav Colom, para que suba a dar un mensaje especial dedicado a los fundadores de clanes y al príncipe de Abaddón... Compañeros vampiros y demonios, este mensaje es para ustedes.
A excepción de la poca gente enterada, todos cuchichearon desde sus diferentes lugares.
El señor Colom se encaminó hacia donde nos encontrábamos.
—Le cedo el micrófono —fue lo último que agregó e hizo una pequeña inclinación antes de retirarse.
Él agradeció con una sonrisa, antes de hablar frente a todos.
—"Cada uno se hace cargo de sus errores" —comenzó. Su voz serena relajó a los oyentes—, eso es lo que les he dicho desde que los conozco a cada uno de ustedes. Soy partidario de la idea de que no hay mejor forma de crecer que aprendiendo de nuestros errores.
» Recuerdo el día en que los lazos del destino me llevaron a cada uno de ustedes, el día en que los tuve frente a frente, el día en que los encaminé por Amadahy mientras les contaba la historia de cómo terminé en Abaddón y cómo quería que me ayudaran con una tarea muy delicada.
» ¿Ustedes recuerdan su juventud o son lo suficiente adultos, como para hacerlo? ¿Recuerdan las decisiones que los llevaron a ser lo que son ahora? Porque yo estoy agradecido de haber sido una de esas decisiones, que me permitieran estar a su lado y aceptaran compartir conmigo esta gran responsabilidad.
Era una noche para agradecer y, entre todo lo que quería decir, eso era lo que haría.
—Saben que no soy alguien que suele intervenir más de la cuenta en sus elecciones y en sus formas de actuar frente a la vida —prosiguió, al haber dejado en claro hacia dónde quería llegar—; a pesar de ello, tampoco considero necesario minimizar los efectos de los errores que han cometido en este tiempo.
» Perdimos a Crystal Lawson el año pasado, a nuestra cuarta fundadora que durmió sus habilidades hasta que llegó a una pequeña ciudad humana y decidieron reactivarse. Ahora tenemos a Aira Maine con nosotros, acompañándonos en su honor y esperando, igual que todos, a su reencarnación.
Shirley miró con una sonrisa a su hija y le acarició el dorso de su mano. Llevaban vestidos parecidos y collares a juego, regalos por parte de los Ainsworth.
—Han sucedido cosas que también sobrepasan nuestro alcance —las quimeras— y ahora tenemos un nuevo árbol en Amadahy. Confiamos a medias en personas que terminaron heridas por nuestros medios intereses en ellos, por nuestra falta de comunicación. Las cosas pudieron haber cambiado, como puede que no.
Hubiera.
Unos no podían dejar de pensar en él.
—Dicen que soy un padre, un tío o un hermano mayor para ustedes —continuó y algo se tensó a nuestro alrededor—. ¿Es eso cierto? ¿Me ven como un padre, un tío o un hermano mayor? Porque, si lo hacen, necesito saber en qué me equivoqué para mejorar. Necesito saber en qué me equivoqué para saber por qué no soy merecedor de su confianza y vulnerabilidad.
» ¿Acaso piensan que soy anticuado o que soy un estorbo? ¿Por qué van por ahí presumiendo todos nuestros días felices y no son capaces de acercarse a mí para compartir juntos uno malo? ¿En qué punto de mi vida les di a entender que no podía hacerme un espacio para escucharlos?
» Hacen su vida como si yo no existiera, como si no pudieran recurrir a mí. Los veo crecer como un narrador omnisciente y creo que, así como todos ustedes merecieron algo mejor en el pasado, yo también lo merezco.
Hubo un silencio incómodo en el que muchos vampiros no fueron capaces de levantar la mirada frente al reproche y otros que, sin saber cómo reaccionar, acabaron mordiendo sus labios para no llorar. Iris fue una de ellas, abrazada por un apenado Lesath.
Emma y Shirley fueron las primeras en comprender la crisis en la que se encontraba: era un padre alejado de sus hijos que pensaban haber crecido lo suficiente para no recurrir a él, que no querían interferir en sus deberes o que pedían ayuda cuando era demasiado tarde.
—Esto va para demonios, vampiros... Y humanos —echó un vistazo a las señoras y sonrió con suavidad—. Siempre que estén yendo a un lugar oscuro, cuando la mecha de su vela se apagó, no olviden que pueden regresar y pedirme cerillas extras... Y en caso de no tenerlas, tomar mi mano para recorrer el camino juntos.
Los problemas muchas veces no tenían escapatoria y era mejor enfrentarlos.
—Es por eso por lo que me acerqué a los muchachos —señaló a todo el equipo detrás del plan con un pequeño ademán— en busca de una forma en la cual poderles expresar esto y más. Así fue como llegamos a esto, un regalo de nuestra parte para sanar más allá de los últimos meses.
Hikaru se separó del abrazo con YoungSoo y se acercó al escenario, donde nosotros ya nos habíamos puesto en nuestras posiciones.
En medio del discurso, Lizzy se llevó el bajo y la guitarra y subió un violín que usaría Demian.
—Esta es una colaboración entre Midnight Pleasure y Kaneko Hikaru, en honor a los sentimientos de Karlav Colom —fue mi turno de hablar. Un reflector apuntó en la dirección de un piano del otro lado del escenario, al lugar al que me dirigí—. "Para mis hijos, de papá".
La iluminación cambió a una más tenue cuando Hikaru llegó y se sentó en una de las sillas preparadas para él y mi hermano, quien lo recibió con una sonrisa. Bajo los distintos reflectores, comenzamos.
Decidimos hacer una versión mucho más tranquila que la balada original de la que nos habló el señor Colom, una que parecía más una canción de cuna que se encargara de abrazar y arrullar al espectador. Queríamos que sonara cantada por él, como una carta de amor a sus once seres más preciados.
Matthew y Hikaru cantaron a dueto en todo momento, con el acompañamiento instrumental de Demian y mío, sobre cómo el tiempo pasaba y cómo a algunos nos tocaba pasar por días difíciles, pero que eso no importaba. No cuando estabas con esa persona a tu lado, a quien apoyaste y te apoya con todo y los días grises, esa que es un abrazo primaveral en medio del invierno.
Durante los ensayos, acordamos no usar los poderes hasta la noche de la presentación.
Fue brillos y estrellas, llantos y sollozos, miradas apenadas y muestras de afecto, pedidas de disculpa y consejos para sobrellevar un peso.
Las emociones fluyeron con la voz de Matty, influidas por la habilidad de Hikaru que se le unió para curar bajo mis polvos estelares, que formaron y deshicieron lazos.
Cuando un copo de nieve hecho de estrellas pasó frente a los ojos de Mareritt, me sonrió en medio del abrazo grupal que tuvo su familia.
Lo amaba.
Fue sanación y el inicio de una nueva etapa.
Los lazos se elevaron y se desvanecieron, cargas menos en los hombros de los integrantes como muestra del respiro que todos fuimos capaces de vivir.
Todos, menos uno.
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