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Capítulo 1: Roto

HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE UN SUEÑO

CAPÍTULO 1: ROTO

Estaba oscuro, no podía moverme y el frío era azotador, casi asfixiante.

Mis lazos no lograban conectar con el resto de los Sallow y sentía picazón en la palma de mis manos. Hacía mucho no tenía una pesadilla, si es que así podía llamársele a eso; la última había sido durante los primeros meses de la década, al menos la que yo recordaba. Había olvidado por completo cómo despertar de ellas, o si alguna vez lo logré con facilidad.

Todo estaba en silencio, pero no podía escuchar más allá de los latidos de mi corazón y la incesante voz en mi cabeza que me pedía intentar articular una palabra o flexionar mis extremidades.

Una vez fui capaz de mover los dedos de mis manos, pude ver una nube de vaho nacer de mi aliento. Un suspiro instantáneo se me escapó a la par que todo mi cuerpo se estabilizó.

Sentía que pesaba y que todos los pasos que intentara dar acabarían hundiéndome en el suelo desconocido que decidí recorrer a tientas.

La situación me recordó acómo me sentía durante las curiosas expediciones a las que me vi en lanecesidad de asistir durante mi época escolar, gracias a la materia de Exploraciónde Territorios. La diferencia era que, en mi cabeza, no corría con el riesgo de salir herido por alguna de las criaturas que habitaban en nuestros diversos ecosistemas... O eso era lo que deseaba.

Al poco tiempo de haber descubierto que el dolor en mi estómago y las ganas de ir al baño eran reflejo de mi miedo y no la naturaleza llamándome, me di cuenta de que me encontraba en medio de una habitación. No sabía cómo estaba tan seguro de eso, si no podía ver ni tocar nada, al aparentar estar vacía y ser de gran tamaño. A veces, nada tenía sentido dentro del mundo de los sueños.

Justo cuando intenté tomar el valor para correr por las tinieblas para despertar o pasar al siguiente escenario mental, escuché una segunda respiración. Era pausada, aunque estaba casi seguro de percibir el aroma a pánico proveniente de ese alguien (o algo) que me acompañaba.

El segundo corazón aceleró sus latidos y un sollozo se escuchó con eco en medio del lugar.

"Esto debe de ser resultado de mi cansancio por la última presentación. Se lo contaré a Ethan para saber su interpretación", pensé con la esperanza de acabar con eso pronto. Luego, consideré que podía contárselo a Demian, Lizzy y a Matthew y decidí que era la mejor opción porque no había ninguna persona que me conociera mejor que ellos tres.

Yo era conocido por ser un poco inconsciente a la hora de hacer o decir algo, razón por la cual me metí en muchos problemas de niño (y en la actualidad). Por eso me sorprendí cuando una parte dentro de mí me dijo que no me moviera, por mucho que quisiera atravesar la recámara y descubrir la fuente del otro latido. Mi instinto de supervivencia no solía ser tan activo, a diferencia del de otros.

"Mis sentidos y mi consciencia siempre requieren estar en paz para funcionar como debo, como mi poder debe hacerlo", era lo que solía decirme cada que me preguntaban cómo lograba ser tan despreocupado en algunas cosas (ignorando que, en otras que deberían ser menos complicadas, mi ansiedad me abrumaba).

Cuando el llanto comenzó a ser más presente y claro, el sabor salado de las lágrimas ajenas recorrió mi interior, como si compartiera mínimamente aquel dolor que acomplejaba al otro individuo. Así fue cómo logré convencerme de avanzar, pese a lo que mi instinto me indicaba, porque alguien estaba sufriendo y algo me pedía a gritos que me acercara a él a ayudarlo, a calmarlo.

El sonido de mis pasos rebotó en medio de la oscuridad a la par que el pánico ajeno incrementó y se disparó en el instante en que sintió mi respiración chocar con lo que, imaginé yo, era su rostro. Sentí la tensión en su cuerpo, oí sus pulsaciones y olí su dulce perfume que escondía su aroma natural.

Mi corazón dio un vuelco inexplicable y las palabras quedaron frenadas en mi garganta. Desde siempre, el encontrarme con una persona en una situación así me impulsaba a cantar para intentar calmarlo, como un padre sobreprotector con su criatura; no obstante, esa primera noche de octubre no fue la ocasión.

No encontré mi voz.

—No me hagas daño.

Era un hombre que murmuraba piedad. Estaba quebrado y su tono escurría dolor.

—No me sigas aquí también. No entres en mi cabeza. Ya no. Por favor.

Dame un lugar para mí.

Dame un respiro.

Sal de aquí.

Déjame.

Aléjate.

Nunca había escuchado una voz que me transmitiera tanta serenidad y pesadez a la vez. Nunca había escuchado en mi cabeza la voz de alguien que no fuera de los muchachos del clan, de mis amigos o mi familia... Y hacía mucho que no escuchaba una voz que sonara como una canción de cuna.

No soy esa persona.

No soy quien crees.

¿A quién le temes?

Estás a salvo.

¿Me oyes?

Te tengo.

Mis manos se sometieron a la aventura de tocar las mejillas de aquel joven, de hacerme imaginar sus facciones y de explorar la inexplicable calidez de su cuerpo. Era tan real, tan palpable, que olvidé por completo que era producto de un sueño.

Era unos centímetros más bajo que yo, con nariz fina, cejas delgadas y su labio inferior era más relleno que el superior. Logré apreciar sus hombros trabajados por debajo de una cantidad excesiva de ropa que parecía muy ajustada.

Cuando mi toque descendió a sus brazos, recibí un manotazo que me hizo apartarme y recordar que tenía muchas dudas.

—No me toques —el desprecio me llevó a ocultar mis manos detrás de mi espalda en forma de disculpa, aun si él no lo notase. No supe qué me había pasado—. No otra vez. No trates de hacer que mi subconsciente te perdone. No más.

—Soy Chase Spinster —tuve la necesidad de presentarme al sentirme acusado por algo que no hice—. ¿Quién eres?

El hombre no respondió, no al instante.

—Chase Spinster —fue lo que repitió y nuestro alrededor tembló, o yo lo hice.

Fue su turno de explorar mi rostro y me tranquilicé al asegurarme de no estar en mi transformación demoniaca. No quería hacerlo sentir amenazado ni asustado, no más de lo que parecía ya estar.

Mis dedos seguían húmedos por sus lágrimas; los suyos me recorrieron hasta mi cuello, donde se detuvo cerca de la cicatriz que fue hecha por la mordida de Scorpius. La frotó, lento y suave; yo quise apartarlo por la repentina vergüenza que me invadió.

Decidí no hacer nada para estar a mano por el mal momento que le hice pasar al tocarlo sin su consentimiento.

Una vez volvió a subir sus manos a mi cara para tocar la comisura de mis labios y encontrarse con indicios de vello facial, una risita burbujeó desde su interior y, en medio de la corta distancia que nos separaba, sentí su pecho vibrar.

—Chase —dijo otra vez.

Chase.

Chase.

Chase.

Sentí a mi espíritu protector reírse desde lo más profundo de mi ser al encontrarme maravillado por la simple pronunciación de mi nombre.

Sí. Sí. Sí.

¿Quién eres?

Déjame conocerte.

¿Por qué estás aquí?

¿Por qué tu tacto se desvanece?

¿Por qué te estás apartando de mí?

¿A dónde vas?

NO. NO. NO.

...

Recuerdo haber despertado sudado y pidiéndole tan fuerte que no se fuera que alarmé a Matthew, con quien compartía cama después de nuestra última presentación, y a Lizzy y a Demian, que estaban en la habitación vecina.

Agradecí que estuviera en los brazos de mi hermano y no en los de Scorpius porque él habría hecho el doble de preguntas de las que hizo cuando me llamó, media hora después, para ver si todo estaba bien por la inquietante tención en mis hilos.

—Estás conmigo —susurró Matty apenas nuestros amigos decidieron que era mejor volver a dormir. Me tenía contra su pecho y sentía el débil latido de su corazón arrullándome—. Estoy aquí.

No les conté mi sueño hasta la mañana siguiente.

Lo que nunca les dije fue la urgencia que sentí de buscar a ese hombre cuando desperté, ni de las ganas de preguntarle si estaba bien y avisarle que yo sí lo estaba, que no se preocupara.

Ahora que podía ver todos los días a aquel joven que me solía visitar en mis sueños, mentiría al decir que no disfrutaba de saber que dormía a metros de mi habitación, que adoraba oírlo hablar por horas con nuestras familias y que podía guardar en mi memoria todas esas tímidas miradas que me regalaba después de descubrirme viéndolo.

Aun así, después del secuestro y salvación de Scorpius, nuestro líder, todo cambió.

Cuando regresamos a Abaddón y nos mudamos de manera temporal al castillo para que los Maine, los Ainsworth, los Sallow y los Calligaris estuviéramos juntos en este proceso, jamás imaginamos que nuestro plan de división de unidades para buscar a las quimeras nos jugaría tan en contra, mucho menos que un arma que rozaba con lo mundano acabara dañando al integrante más importante de nuestro clan.

Sí, tenía a Mareritt a unos metros durante gran parte del día y podría esperar todo el tiempo que él requiriera para que me perdonara en su totalidad.

Sí, tenía a mi hermano en el mismo edificio después de no haber vivido con él los últimos siglos.

Sí, cancelamos nuestras actividades como Midnight Pleasure para concentrarnos en esta misión... Y, de todas formas, no era capaz de disfrutar ninguna.

No solo era yo, todos nos considerábamos indignos de sentir algo de felicidad en esos días tan grises. Ni siquiera nos quejamos cuando los poderes de Mar comenzaron a afectar al clima de los alrededores del castillo, volviéndolo frío y sin color.

Scorpius tenía cicatrices en el abdomen que tardaban en sanar, una mirada que ocultaba el pánico que sintió aquel día y la carga de conciencia de comprender que Cepheus moriría a escasos pasos de su ubicación.

Todos nos dimos cuenta de la ausencia del brillo que solía caracterizarlo.

Inclusive nos dejó de deleitar con su vocecita. Había gritado tanto de dolor y miedo que no encontró su voz hasta una semana después de haber llegado a casa. Si no fuera porque James no se separó de su lado tras haberlo salvado, sospechamos que hubiera dejado de hablar en su totalidad por más tiempo.

Nuestro ángel estaba roto, vacío.

Y nuestro segundo no se encontraba lejos de estar mejor.

Nunca lo habíamos visto tan desesperado como el día en que fuimos a su ayuda y lo encontramos sin nadie más, en medio de un ataque de nervios e incapaz de moverse o de sentir a su destinado por el estado paralizado en que lo dejó su arma. Jamás lo vi tan aterrorizado como esa vez.

—Dales tiempo —el señor Colom me pidió con calma durante la última cena que compartimos todos juntos, mientras la pareja en cuestión estaba hecha ovillo en una misma silla—. Más allá del dolor y temor por el que pasó Scorpius y el pánico de James por perderlo, se encuentra la culpa de haber podido evitar todo esto... De la muerte inminente de Cepheus.

Ellos no eran culpables.

Fuimos Mareritt y yo quienes acudimos al espíritu de Amadahy para que se hiciera cargo de su alma pecadora y hacerlo pagar por sus delitos. Seguimos las indicaciones que Iris y el rey nos dieron, repasamos juntos el ritual e ignoramos la incomodidad que sentíamos por mi estupidez y el dolor de haber perdido a su padre hacía unos meses, a la par que el resto se concentraba en rastrear a Scorps con base a los informes que nos brindó en medio de sus pocos estados de lucidez.

Scorpius acabó roto por la culpa de no saber controlar aquel don que las estrellas le dieron, quedó vacío al comprender el pesar que le provocó al actual líder de las quimeras al robarle el amor de su destinado y estaba avergonzado por cómo la falta de comunicación que hubo con aquel demonio provocó tanto dolor durante su venganza.

—Él fue una víctima de las enseñanzas de nuestros padres y el resto de nuestros antepasados —James nos recordó la misma noche en la que Karlav habló conmigo—. Si bien no estoy seguro de haber podido encontrar un punto medio en el que nosotros dos y todos en el reino hubiésemos sido felices, es mi culpa no haberlo intentado.

Los errores del pasado nos trajeron más pesares de lo que imaginamos. El luto de los Maine ante el fallecimiento de Aldo, la integración de un nuevo árbol en Amadahy y la nueva pena por la que se encontraba ahora Clyde y las gemelas; la culpa de Scorpius que impactaba en todos (en especial a su alma gemela), la preocupación de James por su esposo, el arrepentimiento de YoungSoo por haberle dado esa arma a su mejor amigo (y haber sido el causante indirecto de su tortura) y las presiones laborales a las que se tuvo que someter el rey para intentar calmar al resto de ciudadanos. Todo era demasiado.

El único problema ajeno a todo esto era el mío con Mareritt, que se pudo haber evitado si hubiera tenido cuidado con mi gran boca y mi cero tacto ante las situaciones que me molestan o frustran. Aun así, por lo menos reconocíamos que el clan se encontraba pasando por una situación crítica y que no era momento para dejarnos llevar por nuestros sentimientos... O eso intentábamos.

—No podemos quedarnos aquí sin hacer nada —me dijo mi destinado esa mañana, como si no lo supiera. El ambiente entre ambos seguía tenso y generaba cierta inquietud en mi pecho, un tipo de cosquilleo molesto—. No sabemos qué están planeando, ni en dónde están. Todo esto... Es desalentador.

Nos encontrábamos en la biblioteca del palacio, con la única compañía del otro y nuestros espíritus protectores. Éramos los sucesores, así que no podíamos permitirnos bajar la guardia ahora que nuestros líderes estaban indispuestos.

—Debemos de sanar las heridas del clan, antes de hacer algo —ya habíamos tenido esa conversación antes. Yo siempre decía lo mismo—. Incluso si intentamos hacer algo, ¿qué nos asegura ganar en este estado? Estamos vulnerables.

El resto de los clanes vampíricos se repartieron entre los cinco territorios de Abaddón para proteger al resto de la gente, quedando bajo las órdenes del Gran Consejo (mejor dicho, de Iris, quien tuvo que tomar el mando, a pesar de tampoco estar en su mejor momento).

—¿Y tienes alguna idea de cómo hacerlo? —Esa pregunta fue nueva en la charla. Siempre nos quedábamos en silencio, viéndonos el uno al otro, hasta que nos llamaran para alguna u otra cosa—. Porque dudo mucho que funcionen las ideas que tuvimos durante el encierro en Colombres. Esta situación es mucho más complicada.

» "Tiempo" es lo que menos tenemos.

A decir verdad, no había pensado en nada. La mayoría del tiempo, ocultábamos nuestros pesares ocupándonos con cosas de la vida cotidiana, como el trabajo o algún pasatiempo, hasta que acabáramos por soltar todo. Para ese punto, no estaba seguro de qué tan buena idea sería hacer algo así.

—Los poderes de Midnight Pleasure podrían ayudar a corto plazo —recordé. Con mi trabajo con el polvo de estrellas, el manejo de las emociones de mi hermano y la manipulación del sonido de Demian no resolveríamos nada—. Inclusive la habilidad de Dean, hasta cierto punto... Aun así, son alcances muy pobres.

Mareritt giró en la silla de ruedas en la que tomó asiento desde hacía más de una hora y lo oí suspirar. El pobre ni siquiera había tenido un recibimiento digno en Abaddón, con nuestras típicas fiestas, por la situación que nos absorbió.

El olor a libro viejo de la biblioteca me gustaba casi tanto como el de limpio que producían los diferentes productos de limpieza que usaba en mi estudio.

—Quiero ser de ayuda —confesó y no oculté la calidez que me invadió, dejando fácil la interpretación a través de nuestro lazo rojo—. Scorpius es mi amigo y mi líder, confío en él. Quiero volver a ser digno de su confianza.

—Sabes bien que él no te culpa por el incidente que pasó en Colombres —susurré y quise apretar su mano con la mía; sin embargo, me quedé en el lugar donde me senté desde que llegué: una esquinita del escritorio—. Te perdonó apenas abrió los ojos y no desea nada más que hacerte sentir cómodo de nuevo.

—Lo hace porque soy alguien de su clan, no porque quiere en realidad —decidí no darle la contraria porque había descubierto que era muy complicado quitarle una idea de la cabeza—. Piensas demasiado fuerte —agregó, de todos modos.

Reí, encantado por cómo ahora no necesitaba ni siquiera de nuestros hilos para comprenderme. Sin duda, era una persona maravillosa.

—¿Qué quieres que te diga, en ese caso? —Pregunté—. Soy un hombre simple en estos temas. O estoy de acuerdo, o estoy en contra.

Como respuesta a mi cuestionamiento, Mareritt se arrastró con todo y silla hacia mí. Las ruedas rasparon el suelo y el sonido me dio un poco de escalofríos. Fue así como sus piernas y los reposabrazos del mueble acabaron por atraparme, imposibilitándome moverme con facilidad.

Y, oh, Orión. Perdóname por disfrutar de ese tipo de cosas durante un momento clave.

—Por favor, trabaja conmigo para idear algo con qué ayudarlos... —Me pidió con un tono tranquilo atípico en él. No era serenidad, era casi una súplica. Una súplica que me hundió en el mar de su mirada ante el breve silencio que hizo entre sus palabras—. Para ayudarnos.

Él sabía que yo era incapaz de negarme a esos ojos azules hielo, al simple roce de nuestras rodillas, a su sonrojo apenado en sus pálidas mejillas y a la (ahora usual) sonrisita tímida que me regalaba por no sentirse capaz de pedirme demasiado, al creerse exagerado por el tema de nuestra mordida.

—Juegas tan sucio —murmuré. No me parecía justo que supiera cuán fácil caía ante sus esfuerzos casi nulos. Podía hacer lo mínimo y yo estaría dispuesto a obedecerlo—. Haré lo que sea necesario para que recuperes tu confianza en mí, para que vuelvas a estar cómodo a mi lado y dejes de culparte por cosas que se te salen de las manos.

Escuché el cambio de ritmo en su corazón, el rápido bombeo combinado con el aroma que Scorpius describiría con el color rosado combinado con el rojo y le sonreí, justo después de su agradecimiento.

—Creo que, para ayudarlos, debemos de trabajar en nosotros antes —eso tenía sentido para mí—. Somos los candidatos a sucesores del clan Sallow, debemos de demostrar que somos capaces de superar esto y más.

Agradecí a las estrellas haberme dado a semejante hombre como futura mano derecha, como destinado. Con él, estaba seguro de que lograría cualquier cosa que nos propusiéramos como familia.

—¿Puedo intentar conquistarte otra vez?

La risa que me regaló después de eso fue una luz en el túnel oscuro en el que nos encontrábamos, y vaya que me permití disfrutar ser bañado en ese rayo de esperanza acompañado de su caricia que despeinó mi cabello.

—No necesitas hacer nada para lograrlo.

Lo sabía por nuestro hilo rojo, porque vibraba en:

¿Puedes perdonarme por mi reacción?

No puedo evitar sentirme así.

Pero... Pero... Pero...

Yo te amo.

Te amo. Te amo. Te amo.

Le recordé de la misma forma que no me gustaba que minimizara cómo se sentía y que, sobre todo, era imposible que me lo ocultara porque lo conocía y comprendía el pesar de su hilo negro ahora mejor que el mismísimo Scorpius.

Entendía que su confianza en mí se haya visto afectada por cómo me expresé meses atrás.

Esa mañana, decidimos comenzar desde cero juntos para ser capaces de ayudar y motivar a los demás. 

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