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Capítulo 6: Nada mejor / Padre

HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE UN RECUERDO

CAPÍTULO 6: NADA MEJOR / PADRE

Avisé que tenía mi respuesta final, una semana después de la primera visita. Alex y yo habíamos puesto fin a los pendientes, presentamos cartas de renuncia en nuestros trabajos, nos despedimos de los amigos que hicimos en la facultad y viajamos una última vez para visitar a Vanesa, bajo el pretexto de decidir irnos de viaje tras la muerte de papá.

—Saben que tienen mi apoyo para lo que sea que decidan —fueron sus últimas palabras desde el porche de su casa, antes de ver cómo nos alejábamos en nuestro auto.

Cuando íbamos en carretera y escuchábamos un viejo álbum de Jósean Log, confesé que tenía el presentimiento de que no sería la última vez que la veríamos, no cuando fue la primera que nunca dudó en ver un futuro para nosotros.

—El destino tiene cosas grandes y misteriosas aguardando para todos —respondió mi compañero. Mi alma gemela, mi destinado—. Es cuestión nuestra seguir los caminos que nos impone o escoger diferentes.

Me reí.

—Ahora hablas como uno de ellos —señalé y cambié de carril.

Teníamos mucho sueño. Habíamos madrugado para llegar temprano a la ciudad de Vane, alcanzar a almorzar con ella, poder regresarnos ese mismo día y llegar a la panadería favorita de mamá para comprar algo de merendar. Sería una tarde igual de larga que la mañana, pues le contaríamos la verdad con lujo de detalles.

—Pronto seremos uno de ellos —recordó, como si fuera necesario—. Además, es una forma mágica y romántica de seguir adelante, incluso cuando la vida es difícil. Lo que no sé si seré capaz de cambiar son mis "¡no mames!" a "¡por Orión!".

Esta vez, mi risa fue acompañada por la suya y pensé que nunca conocería un lugar mejor que el de a su lado.

Incluso antes de graduarnos, sabíamos que el hogar de uno estaba en los brazos del otro. Estaba seguro de no haber amado a nadie más como lo hacía con él cuando, después de decidir pasar juntos nuestra futura eternidad, tomó pluma y papel para escribir una carta de despedida a sus padres.

—Era cuestión de tiempo —aseguró desde mi escritorio—. Llamarlos papá y mamá no es nada más que simple costumbre o, peor aún, obligación. No puedo decir que son mi familia cuando no puedo ser yo mismo con ellos, no si ya encontré a mi verdadera familia con ustedes.

Nunca se esforzaron por entenderlo y respetarlo. No lo hicieron con su arte y, años más adelante y tras haberlo encontrado besándose con su ex (si es que se le podía llamar así, pues nunca concretaron su relación), tampoco con su sexualidad.

Así que ahí estaba él ahora, entrelazando nuestras manos sobre mi regazo y cambiando de canción desde el asiento de copiloto. Usábamos lentes de sol a juego y no había nada que pudiera superar la realización que sentía en cada pequeña parte de mí.

No había nada mejor que estar con Alex.

...

Nos encontramos a Iris y al señor Colom saliendo de su auto, apenas llegamos al edificio. Llevaban panqué marmoleado, pastelitos y una bolsa de café chiapaneco para no llegar con las manos vacías.

—Pensé que se trasladaban con portales —fue lo primero que dije.

El sol se estaba escondiendo detrás de la Sierra Madre Oriental y los cientos de construcciones que rodeaban el complejo. El cielo dejaba de lado la hora dorada y pronto tomó tonos rosados y violáceos, anunciando su próximo oscurecer.

—Estamos aquí por otras cosas, aparte de ti —respondió Iris, acercándose a saludar—. Se podría decir que tenemos cuatro misiones, contándote. Dos los Ainsworth, dos los Colom.

Me acordé de Crystal, de cómo explicaron que volvió. Decidí dejar al fondo de mi mente la última vez que la vi a ella y a sus muchachos, tal y como había hecho durante esos últimos años.

Mientras subíamos al elevador para que nos llevara a nuestro piso, escuché a Alex preguntar si eso quería decir que su clan encontró a dos personas compatibles con él.

—Conozco bien la pesadez de estos lazos —confirmó, encargándose pronto de robarse mi aliento—. Hay cierta familiaridad en ellos. Una sensación de calidez se apodera de mi pecho, cada que los siento tirar de él. Si bien sé que es por esta ubicación, todavía no logro dar con el paradero de esas almas.

No quería emocionarme sin tener nada confirmado, pero oír algo así, viniendo de ella, lo único que podía significar era una cosa: los que se fueron, volvieron.

Su clan no había experimentado más pérdidas desde Hayden y Aylan, me hubiera enterado. Sabía que no me ocultarían algo tan importante.

La idea de reencontrarme con mi hermano, aún si no era nada más que un fragmento perdido en los recuerdos de su espíritu, me hizo apretar la mano de mi pareja. Él pareció tener la misma revelación, ya que me sonrió sin decir nada.

—Las conoces —logré formular—. Conoces a esas almas.

—Tan bien como tú —sonrió.

Ambos invitados nos siguieron al interior, justo en el instante en que oí a mamá moverse en la oficina, al final del pasillo.

—No son la misma persona —comentó el señor Colom, esperando que no me hiciera falsas ilusiones—. Iris todavía no logra descifrar ni siquiera su sexo, así que no puedes esperar mucho. Las familiaridades, el amor, la amistad, la confianza... Son cosas que se construirán desde cero, ¿entiendes?

—Es más que suficiente para mí —dije sin dudar.

Porque lo era.

Sabía que no sería importante si era mujer u hombre, si amaba las mismas cosas que antes amó, si reía a carcajadas por mis patéticos chistes o si se limitaba a verme con una sonrisita confundida, si me pedía abrazos cada que se sintiera mal o prefiriera que lo acompañara en silencio, si entendía o no el gran paso que dimos Alexandro y yo.

Volver a ver sus ojos, y sentir su presencia, sería más que suficiente para encender ese lado de mí que se apagó cuando se fue.

—Iré a preparar café y a acercar platos —avisó Alex, tomando la bolsa que nos trajeron—. ¿Por qué no se sientan? Tía Dianthus debe estar por salir del despacho, así que...

Iris pareció encantada con la simple idea de volver a ver a su amiga, pues no se esforzó en contener las dos vueltecitas que pegó en su lugar por el placer. Fue un acto natural y tierno, muy poco común en la imagen que solía darnos a los Lynx.

Su bello vestido primaveral se elevó un poco y su joyería tintineó como respuesta, al indicarle que podía pasar a darle la sorpresa, a hablar con ella antes.

Se marchó tan pronto que no pude evitar reírme.

Escuché la exclamación de mamá justo cuando se abrió la puerta.

—El lado positivo para ti es que ella hablará de todo lo necesario con Red —me tranquilizó Karlav —. Planeaban contarle todo, ¿no? Seguro que logrará convencerla y le hará ver que no es nada malo.

Descubrí que, para mi desgracia, a partir de esa noche dejaría de tener privacidad. Ya le pediría a Víctor y a Ryuunosuke algunas ideas, quería evitar que todos los vampiros y demonios deduzcan con tanta facilidad lo que pasaba por mi cabeza.

—La iba a invitar a venir conmigo —confesé, en caso de ser necesario.

—Eso quiere decir que aceptas —se detuvo y se giró rumbo al ruido de la cocina y el aroma a café. Alex sacaba cinco tazas—. Que aceptan, más bien. Puedo sentirlo, también lo siento a él. Es leve, casi tenue e invisible. Abaddón me permite ver más allá.

Retuve mis ganas de hacer un mal chiste respecto a si veía o no.

—Estuve considerando lo que dijo —cambié de tema, sintiéndome incapaz de no reírme, si pensaba en eso—. Y, aunque estemos accediendo a actuar bajo sus términos, quiero hacerle un comentario al respecto... Más aún si ella acepta.

—Aceptará —lo dijo con tanta seguridad que me planteé la pregunta de si no se habían conocido tiempo atrás. Lo dudaba, claro está, recordaría a un hombre tan alto, imponente y con un cabello como el suyo—. ¿Y bien? —Insistió.

No me di cuenta de cuándo me quedé callado, ni cuándo Alexandro fue a dejar café y pan a las mujeres de la oficina. Ya estaba terminando de hacerlo con nosotros también y no tardó en sentarse junto a mí.

—Has dicho que ves a tus muchachos como tus hijos, al igual que a los hijos de la reina Mun —recordé y él asintió—. Y, pese a que los demás fundadores tuvieran padres biológicos, supongo que todos hablan de ti como Iris y Crystal, así que la relación de papá e hijos es recíproca.

Sonrió.

Fue un gesto sincero y apacible, lo hizo ver más viejo de lo que en realidad debía de ser. Era un hombre que había visto y vivido muchas cosas en esos últimos años.

—Eso es lo que me han dicho, sí —confirmó, amable—. ¿Cuál es el problema?

Busqué las palabras correctas para expresarme. Ahora que lo tenía de frente, no quería escucharme malagradecido y herir sus sentimientos.

—No quiero... Eso —intenté con lo primero que se me ocurrió—. No me niego a entablar una buena relación contigo y los demás líderes, claro. Lo que sucede es que... Bueno... —Alzó una ceja, invitándome a continuar—. Yo ya tengo un padre. Es Jackson Lynx.

Mis palabras parecieron sorprenderlo un poco, pues su expresión se tensó.

No creí que me sentiría tan nervioso, después de pensarlo tanto en mi habitación, con o sin la compañía de Alex. No éramos cercanos todavía y dudaba mucho querer verlo de la misma forma en que los demás lo hacían, por muy agradecido que estuviera de la oportunidad que me brindaba.

Sequé el sudor de mis manos con mi pantalón. Me daba vergüenza saber que debía de estar escuchando los latidos apurados de mi preocupado corazón.

Suspiró, estirándose para alcanzar su taza y tomar una de las rebanadas del panqué.

—Sabes, Donovan —inició. Quise pensar que nadie se dio cuenta del escalofrío que sentí al oír mi nombre—, escucharte decir eso me hace comprender por qué el destino me trajo a ti. Tu forma desinteresada de ayudarnos, incluso después del dolor que te causó la marcha de tus amigos y la muerte de tu hermano, fue la primera pista.

» Hoy en día, después de dos simples conversaciones que hemos entablado, puedo decir que veo el cariño y los valores con los que fuiste educado... Más importante aún, con los que decidiste construir esta personalidad que nos ofreces. La simpleza con la que ves la vida, sin olvidarte nunca de los demás, me hace saber que serás un buen fundador.

Y, después de beber de su taza, agregó:

—Fue una expresión, por supuesto —más allá de sus elogios, eso me hizo calmarme—. No planeo adjudicarme un trabajo que no me corresponde, mucho menos forzarte a llamarme de una manera en la que no te sientes cómodo. Puedo ser el señor Colom, Karlav, tío Karlav... Los lazos van más allá que simples apodos.

—Tío Karlav no se oye mal —susurré, atropellado.

Alex rio un poquito por mi respuesta. Sabía que lo decía por cómo llamaba él a mi madre y por cómo Hayden llamó a Iris.

—Trabajaré para demostrar ser merecedor de ese apodo, en ese caso —hizo un leve asentimiento el gran hombre y sonrió—. Eso va también para ti también, Alexandro Leyton. Ahora que pertenecerás a nuestra familia y aceptas trabajar bajo la protección de Donovan, espero que encuentres un hogar en nosotros.

Ni siquiera su nombre le interesó tanto como la palabra "hogar" saliendo de sus labios, con ese tono de voz melodioso y los reflejos rojo escarlata en sus ojos.

Era una promesa. 

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