Capítulo 5: Almas gemelas
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LAS ESTRELLAS
CAPÍTULO 5: ALMAS GEMELAS
Cuando volví de una pequeña pausa en la que fui al baño, descubrí a Ethan dormido con Víctor y Ryuunosuke entre sus brazos. Iris tenía la mirada fija en ellos, ni siquiera me sintió cuando me acerqué.
—¿Quieres que continúe con la historia mañana? —Pregunté al acercarme y rodearla con mis brazos. Siempre fue más alta que la mayoría de las mujeres de su edad, incluso más que yo—. La noticia puede esperar. Es más importante su bienestar.
Ella sonrió, gentil, y apoyó su cabeza en mi hombro tras soltar un larguísimo suspiro. Parecía tan cansada y frágil que me fue imposible no recordar la primera noche que pasamos fuera de casa en Inglaterra, hacía más de tres siglos.
Sentí pena por ella, por los Ainsworth... Por nosotros. YoungSoo tenía razón: necesitábamos un poco de esperanza, un rayo de suerte que iluminara nuestro oscuro caminar.
—Estoy bien —me aseguró tras unos segundos. No mintió—. Todavía tengo el sabor de culpa en la boca —según Iris, fue en parte su culpa lo que sucedió con Crystal.
—En ese caso, yo también soy culpable por no haber deducido que Hayden corría semejante riesgo —señalé.
Yo vi con mis propios ojos cómo su aura reflejaba muchísimo negro y no hice nada para tratarlo por no saber cómo interpretar ese mensaje. No éramos perfectos.
—Ella, tú, yo... Nos equivocamos —los años no nos impedían cometer errores—. De eso se trata crecer.
No por nada Karlav decidió no interferir, a pesar de haber podido hacerlo. Quería que aprendiéramos a vivir por nuestra cuenta y si nuestros errores nos llevaban a la muerte, entonces así serían las cosas.
—Debería de ir a un psicólogo —bromeó y yo le di la razón—. Lo platicaré con los demás más adelante, cuando las cosas se tranquilicen un poco... O después de tu noticia.
Al verme más satisfecho con su promesa, se relajó al instante en el que la solté de mi abrazo y me volví a acercar a James. Él estaba muy lejos de quedarse dormido, siendo alguien un poco nocturno, así que me recibió con una sonrisa relajada y una taza con té de manzanilla para bajar la inflamación estomacal que me provocaron las papas con queso y pepperoni.
Todos se giraron hacia mí apenas tragué un poco de mi bebida.
—Si alguno quiere contarnos un recuerdo que tuvo lugar en los años de las siguientes partes, no dude en decirlo —los invité a participar.
Después de todo, mi esposo ya lo había hecho y demostró que no era tan complicado, mucho menos siendo una historia que nos sabíamos al derecho y al revés por ser parte de nuestro pasado.
—Cuando acabe todo esto dormiré como un oso —Chase advirtió para romper el silencio—. El que entre a mi habitación sin tocar acabará tres metros bajo el piso.
Ese fue su método de defensa al comprender que tendría que recordar momentos desastrosos en su vida.
—Como si pudieras dormir —TaeYang carcajeó—. Tus sueños con el tipo desconocido apenas te dejan descansar, ¿no? Dices que es muy difícil que se calle.
—Siempre está hablando —se quejó, de hecho—. Ni me ha dicho su nombre y debo soportar todos sus problemas de mierda. ¿A mí qué me importa su vida cargada de mala suerte? Estoy cansado de ser quien lo oye casi todos los días... ¡Si no es que todos! Lo sueño tan seguido que ya no me sorprendería que sea a diario, ahora que lo pienso.
—Tal vez sea un reflejo de tus problemas —Dean supuso.
Los sueños (o pesadillas, sabrán las estrellas qué eran) de Chase se volvieron un suceso recurrente desde hacía más de un año y era un martirio tanto para él, como para nosotros, pues debíamos de tolerar su malhumor.
—Yo no me exijo de más cada mañana, no he perdido a ningún familiar, tampoco he estado en una relación tóxica en la que mi pareja se avergüence de mí, ni me han tocado sin mi consentimiento... —Enumeró algunas de las malas experiencias del misterioso joven.
Aira se removió y se apretujó la chaqueta. Me pareció verla un poco ausente y desanimada, como si hubiera recordado algo que no le gustó del todo. Karlav también estaba pensativo.
—No entiendo del todo la relación entre almas gemelas —habló tras haberse enderezado en su silla. Él aún no encontraba a la reencarnación de Jean—; sin embargo, puede que esto sea alguna jugada extraña de las estrellas... Ya sabes, como lo que puede haber pasado con Dania, Crystal y Aira.
La mencionada tragó saliva.
Se apenaba con facilidad ante la idea de haberse conectado de esa manera con una mujer tan guapa, como lo fue la antigua fundadora del pequeño clan Lawson. Nunca se había fijado en una mujer, así que nos explicó con pelos y señales cómo se sintió a un lado de ella y cómo era diferente la calidez en su pecho, a comparación de cuando estaba con Iris, con el rey o conmigo.
Siempre fuimos testigos de cómo su corazón se aceleraba al recordarla.
—No diga ridiculeces —era extraño que Chase le hablara de esa forma—. Yo no tengo, ni necesito, una pareja... Y mucho menos una con tan mala suerte. Soy heterosexual, aparte.
Los demonios no manejaban etiquetas, ni la mayoría de los vampiros.
—Si bien no ha habido casos registrados donde suceda lo que Karlav propone —James tomó la palabra, ganándose nuestra atención—, también hay que pensar un poco. Fuiste el segundo en unirte al clan, Dalila falleció hace...
—Fue asesinada —corrigió. Su tono fue tan frío y duro que nos hizo enmudecer a todos, menos a mi pareja, quien siguió hablando con fluidez. Era el único que podía plantarle cara.
—Han pasado siglos desde el asesinato de Dalila, ¿en verdad piensas que su alma no volvió del Paraíso Perdido? ¿Y si no lo hizo como una mujer? —No siempre reencarnábamos en el cuerpo del mismo sexo—. Tal vez esté allá, en el mundo humano, tratando de contactar contigo.
—James —intervine cuando la situación se comenzó a tensar más de lo esperado—, no lo presiones. Si así fuera, si en realidad el alma de Dalila volvió, yo lo habría sentido, ¿no? Es la dinámica que hemos mantenido desde hace años.
—Gracias...
—No, Chase —me apuré a continuar—. Sea o no tu alma gemela, sea o no una mujer, ten cuidado con tu forma de expresarte.
» Ese muchacho acude a ti por alguna u otra razón, las estrellas los están conectando y él te está confiando sus problemas. ¿No has pensado en lo difícil que debe de ser su vida, como para que le confíe estas cosas a alguien que se le aparece en sueños?
» Hablas de él como si fuera una carga. ¿Qué tal si no tiene con quien hablar?
—¿Y yo por qué tengo que hacerme cargo de los problemas de alguien que no conozco? —Preguntó, incrédulo—. Suficiente tengo con los míos, con los del clan. Tenemos a un grupo de quimeras dirigidas por quién sabe quién en el mundo humano, han muerto seres queridos, tenemos a una vampira sin clan y a medio desarrollar, ¿y yo tengo que oírlo a él?
—Oh, con una chingada —la voz de Víctor nos hizo detenernos. Aún tenía los ojos cerrados—, entonces también cuéntale de ti, deja que te conozca. No pierdes nada. Él hablará de sí mismo, si tú no tomas la palabra.
—Es una pérdida de tiempo hablar de esto —su tono fue incrédulo y un aroma parecido a traición llegó a mi nariz—. ¿Por qué están de su lado? ¡Ni siquiera lo conocen! Ustedes no tienen que oírlo casi todos los días, ustedes no tienen que soportarlo.
Frambuesas y zarzamoras.
—Vamos a relajarnos —Iris tomó la palabra apenas vio a Víctor acomodarse para volver a dormirse, esa vez de mala gana—. Ustedes tienen poderes que influyen en las conductas o sentimientos de los demás, ¿podrían poner el ejemplo siendo personas decentes que no se exaltan tan fácil? Estamos aquí para recordar buenos y malos momentos, no para pelear.
» ¿En qué momento se hizo esto una discusión, a todo esto?
El rey pidió disculpas al sentirse culpable por haber mencionado ese tema. No fue su intención, fuimos Chase, James y yo quienes nos exasperamos.
Mi integrante también se disculpó.
—Por ahora hay que dejarlo así —Hikaru habló, tras haberse mantenido callado—. Chase tiene razón. Debemos de descubrir quién es el que lo "atormenta" la mayoría de las noches —como alguien a quien le encantaba dormir, el japonés comprendió su inquietud— y ayudarlo, como dijo Scorpius.
Nos miramos entre nosotros unos segundos, Chase y yo, y solté un largo suspiro cuando noté azul y gris alrededor de él, tanto que no pude evitar sentirme un poco culpable por la falta de tacto que tuve. No podía mantenerme callado, no cuando alguien en alguna parte del mundo humano o demoniaco sufría a tal magnitud y que ni el Spinster, ni yo, ni nadie, podía ayudarlo.
Palmeé el lugar libre a mi lado y lo invité a sentarse cerca de mí. Lo hizo, a pesar de haberlo dudado un poco, y lo envolví con mis brazos antes de comenzar con la siguiente parte del relato.
Iris Lilium Ainsworth, Scorpius Lythrum Sallow, Lesath Ymir Calligaris, Crystal Lawson, Marco Alayón, Aimée Richards, Louis Philip Harrison, Scarlett Taylor Jones, Isabella Troconis y Yetzel Temich fuimos los diez elegidos por Karlav como los fundadores de los diez clanes vampíricos que tendrían sus primeros indicios en 1700.
A comienzos de 1699, conocimos a Crystal, a la cual hicimos entrar en calor entre los brazos del resto de la familia. Fue en su fiesta de bienvenida cuando James y yo, por fin, pudimos bailar hasta que nos dolieran los pies del cansancio. Por primera vez, me dijo que me veía lindo al verme nervioso.
Ninguno tocó el tema del beso, pensando en que el otro lo olvidaría con el paso de los meses.
Las estrellas se rieron de nosotros y, como resultado, nos hicieron tener una gran necesidad de más del otro. Más intimidad, más privacidad. Por eso, comenzamos a pasar más tiempo juntos en comidas, salidas por la capital o durante viajes.
Recuerdo muy bien todas las veces en las que arrancaba rosas para mí y cómo el rey siempre le mandaba llamar para regañarlo por estropear sus preciados rosales, también el cómo me alentó a inscribirme a la primera academia de baile que se creó en Meridión y cómo me llevaba a tomar mis clases durante mis primeros dos semestres.
—De haber sabido que eras tan bueno bailando, te habría traído desde tu primer día en Anemoi —me confesó una noche en la que esperábamos al demonio que nos transportaría al castillo. Su brazo me sujetaba de la cintura para no caerme del cansancio—. Debí suponerlo, nadie brilla más que tú en la pista cada que hay fiestas.
Claro, eso lo decía porque era el único a quien miraba.
James solo tenía ojos para mí, y yo solo tenía ojos para él.
Mi mejor amigo también era un increíble bailarín, con más experiencia y flexibilidad de lo que era yo en ese entonces. Juntos, salimos adelante en el bello arte de la danza, abriendo incluso nuestra propia escuela de baile años después.
Acorde fue pasando el último año del siglo XVII, el resto de los candidatos fueron surgiendo de diferentes partes del mundo, uniéndose al plan del rey y el antiguo príncipe. Inglaterra, Francia, México, España, Colombia... Formamos una bellísima familia multicultural.
Si bien cada uno tenía un círculo social muy distinto y algunos nos llevábamos mejor con unos que con otros, la paz nunca se vio en peligro. En cada familia es normal que alguien se lleve mejor con un primo antes que con otro, por ejemplo.
...
Cuando la noche de Año Nuevo llegó, pude confirmar que James tenía razón: la Luna parecía brillar más en esa fecha. Era un espectáculo fabuloso, en especial porque podía verlo a él contemplando por horas el firmamento con instrumentos de todo tipo.
—Deberías bajar a la fiesta, aquí te aburrirás. No estuvimos toda la semana preparándola, como para que vayas a estar aquí arriba.
Ambos nos encontrábamos en el balcón de la habitación más alta del castillo, la cual antes se usaba para visitas no esperadas como castigo por no haber avisado de su llegada con tiempo.
Me acuerdo a la perfección de su traje color vino con toques dorados porque yo mismo se lo mandé hacer con Madame Periwinkle
Tras haber salido por primera vez con YoungSoo, confirmé cuánto la gente de Abaddón parecía interesada en mí. Estaban encantados con mi simple presencia, incluso cuando aún no era un vampiro y no conocía mis habilidades. Para su desgracia, yo no estaba interesado en nadie más que no fuera James Miracle.
Oh, James.
La joya más preciosa que creí haber visto.
Para ese punto del año, creo que ni siquiera me esforzaba en tratar de ocultar mis sentimientos, pues suspiré de forma tan ensoñadora cuando se dirigió a mí que provoqué que se girara a verme con una ceja alzada, uno de sus gestos más varoniles y atractivos que me cautivaron al instante. Me sonrojé y aparté la vista, jalando un poco de las mangas de mi saco verde musgo.
—Prefiero quedarme contigo —confesé. Era más agradable estar a su lado—. ¿No quieres que esté aquí?
Dudó, pensando en si sería buena idea decirme otra vez que volviera abajo o invitarme a pasar el rato con él para que me relajara, pues esa noche Karlav nos mordería y yo era un notorio manojo de miedo.
—Un rato —accedió.
Sin importar el fuerte frío, su sonrisa se encargó de calentarme lo suficiente para caminar hacia él y sentarme a su lado. Me cubrí con una manta que me tendió y apoyé mi cabeza en su hombro. El invierno en Abaddón era horripilante.
—Lindo —le oí murmurar, a lo cual sonreí como pude.
No dijo nada más después de eso y yo tampoco.
No era necesario, nuestro silencio lo decía todo.
Fue hasta casi una hora después.
Él escuchó el tintineo de una pequeña campanita y se levantó, como un perro en asecho, antes de tomar mi mano con cuidado para conducirme hasta la fuente del sonido. Era Karlav, quien daría comienzo a la pequeña ceremonia en el salón del trono, lejos del ruido de la fiesta.
Cuando llegamos, me apuré a tomar mi lugar en la fila, entre Iris y Lesath, al ver que era el último en llegar.
El rey me sonrió.
James se paró junto al gran hombre y, al igual que en otras pocas ocasiones, optó por un semblante serio y sereno, aunque podía sentir su mirada recorrernos a mi prima y a mí cada cierta cantidad de segundos, preocupado.
YoungSoo y Finn acudieron a nosotros a los pocos minutos, pues prometieron ayudar al rey a cuidarnos en caso de tener algún "efecto secundario". Los hermanos Spinster también quisieron echarnos una mano, al menos los menores; no obstante, se les rechazó la oferta para que no hubiese tantos involucrados, sin mencionar que los señores Hwang eran muchísimo más allegados a Colom que los Spinster.
Finn, antes llamado YoungJin, era el mayor de los hijos de los Hwang. Desde siempre se llevó mal con su hermano menor, ni siquiera ellos sabían la razón. Funcionaban mejor separados.
Él era más alto que YoungSoo, mas no que James. Tenía el cabello color pan, tez morena como la de su hermano, un lunarcito en la nariz, unas grandes manos y una sonrisa conquistadora, según todos sus amoríos y, en especial, Lesath.
—Estamos a un par de minutos de comenzar esta aventura —el rey habló—. Quiero agradecerles por haber confiado en mí y en todo Abaddón, cuando ni siquiera sabían qué futuro les esperaba.
» Pasaron tristezas, abandonos, enojos y accidentes de todo tipo antes de que pudiera hallarlos. Espero que, entre todos, podamos ir sanando esas heridas para ofrecerles a sus clanes un hogar digno en el que los valores sean la base de todo su sustento.
Él usaba un clásico traje europeo de la época, combinado con una larga y cálida capa y, por supuesto, su corona. Yo ya la había mirado de cerca en muchas ocasiones por haber querido descifrar qué piedras preciosas tenía incrustadas.
No supe cuáles eran hasta años después. No eran diamantes, esmeraldas, rubíes, cuarzos o cualquier otra joya ordinaria, sino unas que se daban en Abaddón, las cuales reflejaban las intenciones y mentalidad del rey que las portaba.
Las de él eran blancas. Equilibrio perfecto.
—Anemoi siempre tendrá un lugar para ustedes; aun así, entenderé muy bien si cada uno quiere tomar su propio camino en diferentes locaciones de Abaddón... O el mundo humano, siempre y cuando tengan cuidado.
» Les recuerdo, de todas maneras, que no podrán abandonar el castillo hasta que evolucionen a la siguiente fase: los ojos anaranjados, cuando sean estables y cuenten con sus poderes y espíritus protectores. No podrán reunir a su clan hasta que tengan ojos rojos.
Con esas últimas palabras, pasamos de uno en uno. Iris fue la primera y, pese a que nosotros dimos un paso hacia atrás apenas oímos el sonido de los colmillos de Karlav perforarle la piel cerca de la arteria aorta, ella no se movió ni un centímetro, ni se quejó.
La dejó tan pálida y con la respiración tan pausada que me atemoricé con que moriría a sus cortos veinticinco años. La simple idea me congeló, impidiéndome avanzar hacia donde el señor Colom me esperaba con los ojos encendidos en un rojo casi tan bello como el del traje de James.
Mis ojos viajaron al príncipe. Él me regaló una corta sonrisa para asegurarme que todo estaría bien, que acabaría pronto el dolor y que todo mejoraría apenas sucediera. Tuve que pensar en que, de esa forma, podría estar más tiempo con él y con Iris sin miedo a envejecer más rápido que ellos, podría disfrutar el tiempo a su lado y podríamos hacer un montón de cosas juntos.
Di un paso, y luego otro.
Té de menta y limón, lavanda y mandarina, calmante y dulce.
Karlav se puso a mi altura y apoyó mis pequeñas manos en sus hombros, tal y como mi prima hizo sin dudarlo. Confié en que James me cuidaría en caso de necesitar ayuda, que hallarían mi alma muy pronto en el peor de los casos y que sería un buen líder para mi futuro clan.
Granada y limón, manzana verde y pera, paz y confort.
A diferencia de Iris, yo sí me quejé. Fue un lloriqueo ahogado y cargado de dolor, ardor y pesadez, como si me hubiera encajado la punta de dos cuchillos tan filosos que me hicieron ver al cielo estrellado en pleno día.
Succionó una, dos e incluso tres veces. No sentía mis piernas, ni mis brazos, mi corazón optó por pulsaciones erráticas para llenar rápido la falta de sangre en mi organismo y mi respiración no contribuyó. Mi cabeza daba vueltas y apenas podía mantener los ojos un poco abiertos.
Golpeé el hombro del vampiro con las pocas fuerzas que tenía, pidiendo que se apartara; ni siquiera sintió mi tacto. Fue hasta que James alzó la voz cuando la intromisión se detuvo y el dolor disminuyó un poco.
Nuestra unión formó hogar.
Antes de sentir cómo unos brazos me elevaron y sujetaron con cuidado de no lastimarme, lo último que vi fue cómo mi prima era llevada por YoungSoo a su habitación, en lo que Lesath esperaba su turno muy tranquilo. El pobre de Finn tendría que cargarlo por todas las escaleras.
Incluso si Karlav no quiso hacerme daño, no pudo evitarlo porque se trataba de mi sangre. Mi poder, el poder del encanto, estaba ahí, muy dentro de mí, desde un comienzo.
La puerta de mi habitación se abrió y se cerró de forma lenta y cuidadosa, ni siquiera los trabajadores fueron a nuestra ayuda esa vez, pues sabían que estorbarían más de lo que auxiliarían.
La fiesta siguió cuando las campanadas de la medianoche comenzaron. Los pasos rápidos de YoungSoo regresando a toda prisa a la sala del trono fue lo único ajeno a esas cuatro paredes a lo que presté atención.
—Tienes que volver —murmuré cuando sentí cómo James me dejó en la suavidad de mi cama. Él se sentó muy cerca, pude sentir cómo el colchón se mullía a mi lado y a su cuerpo intentando transmitirme algo de calor—. No creo que los Hwang puedan con todos.
—Necesito quedarme contigo —su tono tan quedito y tranquilo me arrulló—. ¿Puedes abrir los ojos? —Negué y oí su risa, bajita y áspera—. Mañana tendremos que hablar.
Hice un puchero, o eso creí que hice.
—¿He hecho algo mal?
Él me dijo que no y me sujetó con tanta dulzura que hasta pensé que era un sueño.
—Entonces es algo bueno... —asintió y yo sonreí—. De acuerdo. Feliz Año Nuevo, James.
—Feliz Año Nuevo, Scorpius.
No tenía cabeza para pensar esa noche, por lo que me llevé una sorpresa a la mañana siguiente al verlo dormitar a centímetros de mí.
A causa de mi estado moribundo, no procesé que mis poderes se activaron y, con ello, me salté la primera fase de la transformación; tampoco fui capaz de ver el hilo rojo que colgaba de los meñiques de James y mío.
Recuerdo que eso fue una noticia muy grata para el Scorpius de diecinueve años, incluso para el actual de veinticinco. La felicidad y el amor eran los mismos, o tal vez más, pues la vida nos hizo enfrentarnos a una serie de obstáculos incluso después de haber descubierto aquel bello dato, por lo que nuestro cariño se fortaleció y dio lugar al bello matrimonio que teníamos.
Chase se quedó dormido en mi pecho.
Mi esposo sonrió con los labios cerrados al vernos y apoyó su cabeza contra la mía.
—¿Entonces el tío Scorpius pasó directo a los ojos anaranjados? —Aira preguntó. Yo asentí—. En ese caso, tus dones tampoco tardaron en aparecer
—Con o sin poderes —Karlav respondió por mí—, él siempre cautivó a todos. El que tenga esa habilidad debe de hacerlo uno de los vampiros más poderosos y respetados —gracias a mi pronta evolución, me convertí en el segundo miembro del Gran Consejo. El primero, por obvias razones, fue James—; la lectura de auras es, en cambio, algo que contrarresta su poderío, volviéndolo alguien de fiar.
—El que me estés halagando no significa que tomaré tu puesto como rey algún día —le advertí, ya que solía bromear con que James y yo deberíamos de tomar su lugar cuando llegara la hora; nosotros no queríamos ver esa posible realidad.
Él se encogió de hombros y caminó hasta donde Dean y TaeYang dejaron más tazas con chocolate y café.
Cuando me giré para ver a James, descubrí una chispa de picardía en su mirada, la cual se encontraba fija en mi cuello. Por instinto, me tapé con una mano las marcas que tanto la conversión como la unión con él me dejaron y desvié la mirada, apenado.
—Ese día —se refería al de la conversión— te veías más lindo de lo usual. Pensé en que, quien fuese tu destinado, sería el más feliz —soltó una risita—. Y lo soy.
Era un presumido.
Eso me gustaba, me encantaba cada pequeña parte de su ser.
—Yo también lo soy contigo —confesé.
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