Capítulo 4: Lavanda y madarina
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LAS ESTRELLAS
CAPÍTULO 4: LAVANDA Y MANDARINA
Cuando el aguacero disminuyó, todos fuimos a dejar nuestras mantas al interior de la casa. El viento seguía algo frío, nada grave para nosotros, mucho menos para mí que adoraba la sensación helada y húmeda del aire chocar con mi piel.
A mi parecer, la mejor época del año en Abaddón era el otoño, pues el invierno tenía temperaturas insoportables, incluso para el amante número uno de las temperaturas bajas; en el mundo humano, era mucho más tolerable.
Para ese entonces, Iris y el resto de los Ainsworth parecieron haberse tranquilizado un poco, a comparación de horas atrás. Los cuatro seguían cabizbajos y yo era consciente de los colores de sus auras, tanto que quise no hacerlo para no preocuparme tanto por ellos. Por suerte, mejoraron y volvieron a recuperar un poco de su chispa.
Todo se arreglaba (o al menos mejoraba un poquito) junto a seres queridos y buena comida, sin duda.
YoungSoo se me acercó cuando terminé de secar una de nuestras sillas para jardín y tocó mi hombro para llamar mi atención, como si no hubiera sentido su presencia a mis espaldas desde hacía unos segundos. Cuando me giré, se me quedó mirando unos instantes antes de dibujar una pequeña sonrisa.
Su aura, a diferencia del resto de los Sallow, era casi tan triste como la de los Ainsworth.
—Era mi mejor amiga —comenzó. Yo sonreí un poco y asentí una vez dejé el trapo húmedo sobre una jardinera—, y tú eres mi mejor amigo —las palabras salían de forma golpeada, como si le costara decirlo. El verlo tan sensible no era algo diario—. No sé cuál sea la noticia que darás con James, desde hace semanas siento mucho movimiento en sus lazos... No veo tu aura para saber si mientes respecto a si estás bien y yo...
—YoungSoo, estamos bien. Él y yo, ustedes... Nosotros —me corregí al instante, tomándolo por los hombros. A un lado de Hikaru y James, quienes eran los más fuertes de nuestro clan, él se veía casi tan escuálido, como yo—. Sé que no ves mi aura, por eso te pido que confíes en lo que te digo.
Se mordió el labio, ansioso, y paseó su mirada por diferentes partes del jardín. Nuestra familia no estaba tan lejos, subían el resto de las sillas a la zona techada para estar más cómodos o fueron a preparar algo más para comer durante la siguiente parte del relato.
—Quiero saber si es una noticia buena o mala —confesó. Yo reí, indispuesto a decirle algo sobre ella porque James y yo nos encargamos de que nadie supiera, ni siquiera Karlav—. Necesitamos que algo bueno suceda, Scorps. Ha pasado tragedia tras tragedia desde el año pasado. Las criaturas, el saber que uno de los nuestros se reveló contra el rey, la muerte de Crystal, la de Aylan y Hayden... Necesitamos un poco de suerte... De paz.
—Es algo bueno —lo calmé apenas comprendí a dónde iba con todo eso. Acaricié sus mejillas bronceadas y lo noté menos tenso—. Creo que serás el más emocionado, aparte de nosotros, claro.
—¿Me lo prometes? —Preguntó con sus ojos brillantes.
Hikaru le llamó para que fuera a sentarse con él y compartir la taza con chocolate caliente que preparó para los dos. Mi mejor amigo se giró a verlo unos segundos y asintió, comenzando a caminar junto a mí, pues James también me esperaba para ayudarle con unas bandejas con papas fritas, queso gratinado y pepperoni.
—Te lo prometo. Ahora ve con tu perro, está moviendo la cola por ti —bromeé lo suficiente fuerte para que su esposo pudiera oírme. Ambos carcajearon y pude ir a auxiliar a mi pareja, el cual estaba a punto de quemarse por cargar con más cosas de las que podía—. Déjame adivinar, ¿Chase quiso comer esto?
Solíamos bromear con que Chase era el estereotipo de estrella de rock: cabello oscuro y recogido en una pequeña coleta, piel pálida, brazos cubiertos de tatuajes, ropa oscura y holgada y un montón de piercings en las orejas y uno en el labio. A veces, tenía un carácter tan insoportable como un grano en el culo; en otras ocasiones, hacía chistes innecesarios y muy malos, y en otras nos apoyaba en silencio (casi nunca con palabras). Iba a todas partes con su cuaderno de canciones y, rara vez, cargaba con alguna de sus costosas guitarras.
—¿Tan notorio es? —Rio y me entregó parte de las bandejas. Yo siempre amé su risa, tan refrescante y masculina—. Creo que es el único que puede sobrevivir comiendo tanta comida grasienta.
—¡Oí eso! —Él se encontraba hablando con Ryuunosuke y Víctor sobre la nueva canción que compuso tres noches atrás con su hermano, Matthew, y Demian, el otro muchacho de la banda.
—¡De eso se trataba! —Respondió James, quien se acercó primero al resto para dejar la comida en una mesita—. ¿Continuarás ya?
Yo me tomé mi tiempo para llegar, acomodar todo y sentarme donde antes, dejando un lugar junto a mí que pronto fue llenado por la presencia de mi pareja.
—De hecho —comencé, ganándome la atención de la mayoría. Me miraron con curiosidad, sorprendidos porque no inicié al instante, como lo hice las veces anteriores—, como les dije, otros podrían narrar... Y quiero que lo hagas tú.
—¿Yo?
La incredulidad de "Jim" nos hizo carcajear, en especial a Karlav, quien acostumbraba a verlo con su típico semblante serio o siendo cariñoso conmigo. A James le apenaba que, muy dentro de nuestro gobernante, su madre viera sus demás facetas.
—No sé qué parte sigue... Es decir, no sé qué quieres contar con exactitud, ¿entiendes?
—Creo que sabes muy bien qué contaría yo, tomando en cuenta lo que he dicho antes —él se me quedó viendo unos segundos y su confusión pasó a una repentina vergüenza, como de costumbre. Apartó la mirada y asintió, sin lucir tan seguro—. ¡Ánimo, Tambor! —Palmeé su espalda con una risita.
Desde hacía unos años atrás, cuando la película animada de "Bambi" fue lanzada y nosotros pudimos hacer tiempo para verla en una velada juntos, comencé a llamarle de esa manera porque tenía los incisivos un poco grandes, haciéndole lucir como un conejito cada que sonreía. James, por su parte, me llamaba por el nombre del protagonista debido a mis espíritus protectores y porque, según él, siempre parecí ser el "príncipe del bosque".
—Sí, Tambor —Chase alentó. Entre YoungSoo y él, las burlas a mi pobre prometido nunca terminaban—, comienza para que acabemos pronto con esto. No siento el culo, ¿sabes? No es una sensación muy grata.
Cuando Lesath se nos unió, faltaban un par de semanas para el Día Mágico (Navidad para los humanos, hasta donde comprendí en ese entonces gracias a las pláticas con los Ainsworth), por lo que, apenas acabó la fiesta, tuvimos que ponernos a organizar la gran cena a la que asistirían todos los virreyes con sus familias y, por supuesto, nosotros.
—¿Por qué se le llama así? —Quiso saber Scorpius durante el desayuno.
Desde que tomó más confianza en sí mismo para acercarse a hablarme y que yo también dudara tanto en dirigirme a él, se volvió muy preguntón, incluso más que su prima. En verdad, nunca se callaba. Y a mí me encantaba. Su voz siempre me pareció agradable y muy cantarina.
Ese día en el que nos tocó ir juntos a hablar con los Tamez, los hermanos encargados del banquete.
—¿Por qué tendría que llamarse "Navidad"? —Él arrugó su nariz. Le hacía ver muy tierno y divertido, así que no pude evitar reírme un poco—. Le llamamos así porque es el día en el que las estrellas brillan más. Por otro lado, en Año Nuevo —esa festividad sí compartía nombre con la de los humanos—, se cree que brilla más la luna. Incluso si está nublado, se puede ver su silueta.
—¿Entonces veré mi constelación en Navidad...? —Alcé una ceja para molestarlo. Él me acusó con la mirada, queriendo lucir más rebelde de lo que en realidad era—. Quiero decir, en el Día Mágico —se corrigió.
Asentí. Contra cualquier pronóstico y estudio, todas las constelaciones resplandecían en esa fecha y Escorpio no era la excepción, mucho menos cuando tenía a una de sus estrellas justo con nosotros.
Cuando formalizamos y tuvimos la confianza de contarnos los sentimientos que tuvimos por el otro en el pasado, Scorpius me habló acerca de su comparación de entre las joyas y yo, de lo atractivo que le parecí y de cuánto las estrellas (o sus hormonas) le hicieron perder la cabeza por mí. Yo también le conté de la primera impresión que tuve cuando lo vi, la cual no fue tan intensa como la suya (no porque fuese feo o aburrido, sino porque mi cabeza tenía un montón de cosas por las cuales preocuparse en ese momento y estábamos en etapas diferentes).
Si yo fui la joya más preciosa que había visto, entonces él fue el estallido de magia pura y energía que necesité para animarme en esos días de incertidumbre. Fue como ver a una estrella en persona, brillante y magnífica, que trajo consigo la esperanza que todo el reino necesitaba tras la muerte de la reina Mun SeongJi.
Era muy joven para comprenderlo en ese entonces, cuando ella murió.
—En cada territorio de Abaddón existe personas con poderes extraordinarios —le conté a Scorpius cuando salimos del castillo—. Algunos de los habitantes de Septentrión tienen la habilidad de ver la vida de la persona a la que muerden, la vida actual, como si fuera una película breve y dolorosa para el herido.
Me vi en la necesidad de aclarar que no se confundiera con la mordida entre parejas unidas por el lazo rojo, esa que hacía que el otro implicado pudiera ver las vidas pasadas de su contraparte y comprobar si pudieron haber estado juntos en el pasado.
—¿Son agresores?
Negué, llevándolo del brazo por el sendero principal. Sabía que le gustaba que camináramos de esa forma y yo nunca pude negarme después de haberlo descubierto, volviéndose un hábito instantáneo.
—Trabajan de eso, se les llama historiadores. Sus poderes no son malos, ¡son dones poco comunes! La diferencia con el resto es que los portadores nacen en un respectivo territorio... —Eché un vistazo para ver si no venía nadie y murmuré—. Son como plantas exóticas, si lo quieres ver así.
» Los de Levante hacen salir el Sol de Abaddón y pueden hacer aparecer cosas desaparecidas.
—¡Eso sería muy útil para mí! —Sonreí. Scorpius solía perder de vista los pequeños diamantes que examinaba en su estudio.
—Los de Ocassus, por el contrario, hacen que se esconda el Sol para que salga la Luna y hacen desaparecer las cosas.
Dimos vuelta en una callejuela y, con mi pulso acelerado, vi cómo mi acompañante se detenía justo frente a mí para que prosiguiera con mi explicación. Yo creí que solo quería prestarme más atención y fue hasta tiempo después que comprendí que fue nuestro lazo invisible el que le hizo saber lo que se avecinaba.
—La gente "especial" de Meridión puede manifestarse en el mundo humano sin necesidad de un cuerpo de agua y a base de una invocación desde allá, como lo hice con Johan.
—Creí que naciste en Anemoi —sus ojos azulados llenos de confusión me hicieron menear la cabeza de lado a lado, indeciso, por no saber cómo contarle todo.
—Mi madre era de Meridión. Nací ahí y crecí que Anemoi —respondí—. Dirk —después de su muerte, nunca le llamé "padre"— y ella no eran almas gemelas. Fue un matrimonio arreglado porque mi mamá era de esas "personas poco comunes".
—¿Lo heredaste de ella?
—No se heredan. Tuve suerte —mucha, tomando en cuenta que fue gracias a esa habilidad con la cual pude crear el plan contra el antiguo rey—. A pesar de haber sido prohibido el paso al mundo humano —como lo hizo mi progenitor en su periodo de reinado–, los poderes no se pueden cancelar o algo por el estilo, así que creyó que sería más factible tener de su lado a una de las más poderosas de Meridión.
Un pensamiento tonto, pues nunca fue así.
Mamá siempre se mostró en contra de sus ideales, de él. La única razón por la cual soportó estar a su lado fue porque la casa de los Mun se encontraba cerca y podía escaparse del castillo tantas horas como ella quisiera. Con los años, comenzó a pasar más tiempo en el palacio por mi nacimiento y su deber como madre de acompañarme en cada paso que daba, a diferencia del chimpancé que teníamos por rey.
Irónicamente, lo que Dirk quiso lograr al estar aliado a ella, fue lo que hizo que todo se fuera al caño cuando yo tenía catorce.
La reina fue invocada por un humano que buscaba con urgencia la cura de una enfermedad que atormentaba a su padre, pues la "vía moral y ética" era muy complicada y costosa para alguien de bajos recursos, como lo era él.
Su nombre era Jean Durand y resultó ser el destinado de mamá. Lo supo apenas lo vio, casi tan rápido como Scorpius, sin darse cuenta, lo descubrió cuando nos vimos por primera vez.
Una vez se aseguraron del bienestar del señor Durand, Jean siguió contactándola con el pretexto de necesitar ayuda en diversas tareas. Ella le ayudó siempre, pues era su trabajo. Gracias a esas visitas, su amor comenzó. Un romance mágico y especial que fue descubierto cuando el segundo embarazo de la reina se hizo más que obvio: mi media hermana estaba en camino.
Dirk se enteró y no tuvo piedad a la hora de mandar a matar a Jean frente a una sensible SeongJi, quien tuvo que ver morir a su pareja mandada por las estrellas. Ella siguió el mismo destino que Jean después del nacimiento de Alyssum y mi padre se encargó de hacerme saber que se suicidó porque prefirió a ese hombre, antes que a nosotros dos.
Con el tiempo, la población con apellido Mun disminuyó a dos, Alyssum y yo.
—¿Y qué te hizo armar todo este plan? —Scorpius prosiguió.
Me sentí patético porque él no estaba cerca de ser mi consejero y, de todos modos, ahí estaba, escuchándome y preguntándome sobre cosas que necesitaba decir en voz alta para que su rompecabezas mental pudiera completarse.
—El asesinato del alma gemela de un conocido —del mayor de los hermanos Spinster—. Encaré a Dirk por eso y me soltó que mamá no fue en verdad una cobarde, sino que buscaba la felicidad fuera de Abaddón, lejos de él. Para ese entonces, tenía diecisiete y era más consciente de lo que ocurría, de lo que estaba mal.
—Eras muy joven —pensó en voz alta.
Le sonreí y reanudé el paso.
En ese momento, no le conté sobre la vez en la que Karlav subió al poder y tuvo que someterse a un periodo de prueba frente a uno de los habitantes de Septentrión más respetados (el señor Park) para que la gente pudiera confirmar que no había nada de qué temer.
Contra todo pronóstico y siendo el único caso registrado, el historiador pudo ver más allá de su vida actual, llegando a reconocerlo como la reencarnación de la reina Mun de Miracle.
La noticia fue recibida con gozo por todos y, en especial, por mí.
—La gente del reino debe de estar muy orgullosa de ti... De ti y de Karlav, por supuesto.
Su sonrisita me hizo entender que podríamos acelerar el paso. Se nos haría tarde si nos quedábamos ahí más tiempo, después de todo.
La organización de la cena estuvo en manos de nosotros dos, ya que fue Iris la encargada de mostrarle gran parte de Abaddón a Lesath, y Karlav tuvo que redactar demasiadas invitaciones. Ese periodo fue suficiente para que Scorpius y yo pudiéramos acercarnos más, y si bien fue pronto para decir que estaba tan enamorado como él, no le mentí a Lilium cuando le confesé que me atraía un poco su primo.
Es decir, ¿cómo no hacerlo? Hasta los animales lo amaban y era como si transmitiera buena suerte a la gente de su alrededor, por lo menos la mayoría del tiempo.
Nunca me sentí tan afortunado hasta el día en el que lo conocí. Los nervios a flor de piel que me provocaba eran incluso mayores a los que tuve después de haber descubierto que el alma de mamá llegó en forma de Karlav.
—Fue en esa Navidad en la que Scorpius besó a James, ¿no? —Iris carcajeó con aire de nostalgia—. Recuerdo cómo llegó todo espantado esa noche al gran salón para contarme lo que sucedió.
—No me interrumpas —James se quejó, haciéndola pedir disculpas—. Ahora Aira sabe lo que pasó por tu culpa.
Para ese punto de la noche, Chase se fue al interior de la casa cuando oyó la mención de su pasado. No salió y tampoco pareció importarle mucho que su amiga le rogara, así que continuamos sin él, sabiendo que nos oiría de alguna u otra forma. Era mejor darle el tiempo a solas que quería.
Cuando el Día Mágico llegó, las avenidas principales y las calles de todo Abaddón estuvieron cubiertas de adornos coloridos acordes a la época. Ese año, todos cantaríamos en honor a los mil niños nacidos en 1699.
El proceso de organización en el castillo fue extenuante y, a la vez, divertido, lo cual no me lo esperé.
No era mi fecha favorita, como para que me entusiasmara demasiado y, debido a ello, me sorprendí. Tal vez fue porque tenía a Scorpius arrastrándome por todo el palacio, a Iris acompañándome a comprar todos los regalos, a Karlav canturreando por cualquier tontería o a Alyssum visitándonos cada que podía para que Lesath y yo jugáramos con ella, aun si YoungSoo fuera mejor con los niños que nosotros.
Fue esa misma noche en la que nuestro gran hogar se vio lleno de música en vivo, baile, comida por montones y risas. El hermano mayor de YoungSoo, Finn, encontró compañía con el nuevo candidato, Iris se divirtió paseándose y jugando con Alyssum, mientras que el resto de nosotros nos entretuvimos bailando o comiendo. Scorpius y yo duramos un par de horas, antes de ser víctimas del agotamiento de haber organizado todo.
—El próximo año tendremos que pedir más ayuda —le di la razón con un pequeño sonido lastimero.
Ambos nos encontrábamos en una de las habitaciones de la planta superior, lejos del ruido y el caos, sentados en un sofá del que colgaba un muérdago pequeñito.
—Aún cansado, te ves muy lindo hoy —prosiguió, ganándose mi atención—. ¿Madame Periwinkle te hizo ese traje? El color vino va muy bien con el tono de tu piel.
En esos años, Scorpius era así cuando me decía cumplidos; me halagaba y cambiaba el tema. Era lindo y chistoso. Estaba seguro de que él opinaba lo mismo de mí cada que tartamudeaba por alguna u otra cosa.
—También te ves bonito hoy.
Sus mejillas se sonrojaron y quiso ocultarlo con un "desapercibido" frote a su nariz. Tal vez pudo engañar a Albert y casi a su mismísima prima, pero conmigo nunca fue capaz de fingir. Eso o yo era muy bueno adivinando, una de dos.
Cerré los ojos y apoyé mi cabeza en su hombro, acortando la distancia entre los dos y permitiendo que su pequeña y nerviosa mano acariciara mi cabello.
Todo en él era relajante y hechizante, lo cual cobró sentido hasta que se volvió un vampiro de ojos anaranjados y pudimos descubrir su poder. En mí, en su alma gemela, su simple presencia era muy, muy diferente. Mucho más intensa.
Scorpius era muchas cosas.
Era una canción de cuna que se repetía una y otra vez, suave y lenta.
Era las estrellas centellando en el cielo nocturno del Día Mágico, o Navidad.
Era los dos lapislázulis más preciosos que pude haber imaginado.
Era lavanda y mandarina, calmante y dulce.
Cuando nuestros ojos se encontraron, cuando fui capaz de notar las pequeñas pecas en el puente de su nariz y el lunar en forma de corazón debajo de su mentón, pude ver el indicio de una pequeña sonrisa en sus labios rechonchos. Si antes no había caído a sus pies, esa noche confirmé que lo haría tarde o temprano.
Dio una caricia más, luego otra y otra, disfrutando cómo mi expresión abandonaba cualquier rastro de tensión hasta que caí dormido. Jamás pensé que el llegar a hacer eso, mostrarme indefenso frente a él, un muchacho mucho más pequeño y delgado que yo, se convertiría en el martirio que me acompañaría hasta la fiesta de Año Nuevo, una semana después.
Me besó bajo aquel muérdago.
Más bien, rozó mis labios.
Fue inexperto, inocente y torpe, mas no podía criticar demasiado. También fue mi primer beso, o intento de uno.
Minutos después, desperté sin él junto a mí, con el rastro de su presencia esparcido tan cerca que no tuve que pensarlo demasiado para comprender lo que ocurrió.
Sí, Scorpius era muchas cosas.
Era té de menta y limón, lavanda y mandarina, calmante y dulce.
—Scorpius no estaba contigo porque fue a gritarme justo cuando iba por mi cuarta copa de vino —YoungSoo habló una vez se aseguró que el relato terminó por ese momento—. Recuerdo haber estado hablando con Karlav sobre algo de Finn, quizá me estaba quejando de él porque es tonto, y llegó todo nervioso y tembloroso, diciendo que no sabía qué hizo, que echó todo a perder y que lo odiarías.
—Soy testigo de eso —el rey le dio la razón—. Tuve que irme para no sentirme mal tercio estando con ellos y sus problemas juveniles y, justo cuando me acerqué a hablar con Iris, James llegó con ella igual de acelerado que Scorps y diciendo casi lo mismo.
—Y tuviste que irte, de nuevo —mi prima se rio por el recuerdo—. James llegó todo apenado diciendo algo como: "¡Me besó! ¿O lo soñé? No. Espera... Y si lo soñé, ¿por qué tengo todo tan claro? ¿Le debo de preguntar? ¿Y si sí lo soñé y quedo en ridículo?" Y yo, para aligerar el ambiente, le dije que se calmara porque siempre hacía el ridículo.
Crystal habría soltado una sonora carcajada por la imagen mental, si hubiera estado con nosotros. En su lugar, fue Aira la que lo hizo, divertida por la imagen mental que creó de unos inexpertos y tontos Scorpius y James que apenas descubrían lo que era sentirse en verdad atraído por alguien.
—A todo esto, ¿por qué el primer beso del tío James fue casi a los veinticinco? ¡En edad demoniaca son demasiados años! Me parece algo imposible —Víctor señaló.
Mi esposo se encogió de hombros y me abrazó por la cintura. Las estrellas lo decidieron así y nosotros éramos felices con eso. Mucho.
—Antes no tenía tiempo para enamorarse, ¿no entendiste el contexto que nos dio antes? —Ryuu lo regañó. Ella era la única que comprendía cada mínimo detalle—. Cuando tenía catorce, falleció la reina Mun; luego, comenzó a crecer y a darse cuenta de las cosas malas que hacía la escoria de Dirk y...
—Modales —Ethan la regañó para hacerle molestar.
Ella le mostró la lengua, muy infantil para alguien de su edad, y después se cruzó de brazos.
Yo giré mi cabeza para mirar a James, descubriéndolo aún con una sonrisita, esa dedicada para mí.
—Así que, ¿soy un estallido de magia pura? —Pregunté para tomarle un poco el pelo.
—Es mi intento de ser un poeta romántico —ambos reímos—. ¿Funcionó?
Meneé de lado a lado la cabeza y aguanté las ganas de seguirle la broma, pues Chase salió de nuevo, ahora con la mente fría y más relajado. Nos pidió disculpas, en especial a Aira, y luego se sirvió el resto de las papas fritas.
—Funcionó lo suficiente para que te ganes un beso —susurré y se lo di. Fue un roce tan ligero y efímero como el primero que lo hice quejarse un poco.
Él era mi granada y limón, manzana verde y pera, paz y confort.
Nuestra unión formó hogar.
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