Capítulo 27: Obsesión
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LAS ESTRELLAS
CAPÍTULO 27: OBSESIÓN
—Encenderé el GPS para saber qué rumbo tomar para evitar lo más posible el tráfico —me explicó Donovan. Subimos a la camioneta y la puso en marcha al instante—. A estas horas, las avenidas están llenas porque es cuando la mayoría de los niños salen de la escuela o es la hora de la comida.
Asentí.
Estaba tan alterado por la molestia, tan acelerado, que muy apenas fui capaz de abrocharme en cinturón de seguridad. Un montón de preguntas sin respuestas me taladraban en la cabeza.
¿Por qué decidimos darle el beneficio de la duda a Cepheus y trabajamos con él, si a la mayoría no nos inspiraba confianza? ¿Lo que buscaba era manchar nuestra imagen como incompetentes y quedarse con el crédito? ¿Por qué buscamos lo bueno en personas que, sin más, no tienen ni una pizca de bondad?
Inclusive si no tenía la culpa de nada y fue un acto causado por el terror y la preocupación del momento, ¿cómo fuimos incapaces de ver que los perfiles en el grupo eran falsos...?
Por supuesto que él sabía lo que hacía, no fue un simple error.
El Gran Consejo, el rey y nuestros seres queridos eran los únicos que estaban al tanto de la aparición de quimeras para no alterar el orden público en Abaddón. Nuestros clanes jamás jugarían en nuestra contra, lo habríamos sabido por nuestra unión en un santiamén... No obstante, él no tenía ningún lazo.
Fuimos tontos y crédulos al no comprobar algo tan básico como la veracidad del foro.
—Llámalos —dijo Donovan, ganándose mi mirada afligida—. A los Sallow y a los Ainsworth —aclaró—. Deben de tener muchas preguntas. Las responderé yo, en caso de no sentirte preparado.
Eso hice.
Llamé por el chat grupal que hicimos las dos familias años atrás y, casi al instante, James e Iris respondieron. Mi prima tuvo que haberse enterado por mi esposo o, en cualquier caso, por la inquietud repentina de mi parte en nuestro fino (y casi invisible) hilo dorado.
Puse el celular en el soporte del vehículo y fui capaz de ver con claridad a ambos.
Lilium echó un corto vistazo al perfil de Don a un lado mío. Sus ojos azules reflejaron su agradecimiento y arrepentimiento por haberlo metido en todo eso.
Volvió a fijarse en mí a los instantes en búsqueda de respuestas por mi alteración, decidida a dejar de lado los sentimentalismos en esa ocasión. Había pasado los últimos meses lamentándose por sus errores y tuvo que recibir ayuda profesional, como para repetir ese círculo en un momento clave.
Les conté sobre lo que sucedió en el cerro, ahorrándome algunos detalles para no perder más el tiempo.
—Ese imbécil —maldijo Iris y, en parte, también se reprochó a sí misma por no haber estado para ayudarnos desde un comienzo—. Sabía que no debíamos de confiarle misiones tan importantes, como esta.
El motor de la camioneta rugía y ni siquiera los topes peatonales o los baches pudieron detenernos.
—Es fácil detectar un perfil falso —Donovan tomó la palabra—. La mayoría solo tiene una fotografía de perfil y, en algunas ocasiones, ni siquiera es de una persona o es sacada de Internet. Gran parte de los perfiles que revisé cumplían con eso.
» Las cuentas tenían poca interacción, casi ningún post y con escaza información personal. Además, al menos las del grupo, fueron creadas hace, como máximo, un mes y se seguían la uno al otra.
Oí a James chasquear la lengua, molesto.
—Iris —le habló a la única mujer—, dile a Karlav y al resto de fundadores lo que está pasando para que estén al tanto.
Ella asintió y se despidió de nosotros, antes de colgar.
Vi a Donovan observar de reojo la desconexión con un poco de lástima y con ganas de volver a escuchar esa voz.
¿Cuánto más debía de esperar su alma para unirse a esa familia? ¿Por qué, con todo lo que habían pasado juntos, las estrellas tardaban tanto en enviarles una señal? Era justo y necesario.
—Scorpius —su tono no era romántico y pacífico, era diplomático y serio. El príncipe habló—, ¿cuánto te falta para llegar...?
Algo nos sacudió.
Un cristal rompiéndose en nuestra mente.
Fruncí el ceño, adolorido y confundido.
James se inclinó en su silla al mismo tiempo que yo, quejándose.
La irrupción en nuestro interior fue como el de una muchedumbre enfurecida golpeando la entrada de un palacio en búsqueda de venganza.
—¿Qué mierda? —Preguntó Donovan—. ¿Están bien? ¿Qué les pasó?
Mis ojos ardieron apenas alcé la mirada y me topé con la de un adolorido James.
Ambas eran rojas escarlatas.
Una ola de rojo furioso y peligroso nos quemó.
—Las barreras —gruñí y por instinto tomé el celular entre mis manos—. ¡James, las barreras!
La videollamada se cortó cuando él se puso de pie e invocó a sus espíritus protectores, al igual que llamó al resto de la familia para contar con apoyo en el peor de los casos.
Colombres.
Colombres corría riesgo por nuestra culpa, por nuestro descuido.
—Perderás el tiempo y James te necesita para reforzar las barreras —había insistido Dean.
—No pasará nada si no estoy un día —había afirmado.
Él tenía razón.
¿Lo supo todo ese tiempo? ¿Su preocupación provenía del corazón o porque se enteró de algo que nosotros no?
Donovan me dejó en la entrada de VARYD, angustiado por no podernos ayudar en nada más. Todo él era verde compasivo y azul comprensivo cuando me acerqué a darle un fuerte abrazo para animarlo, para tranquilizarlo, aun si nosotros no lo estuviéramos ni un poco.
—Habríamos estado perdiendo más el tiempo sin ti —susurré y lo obligué a verme a los ojos—. No sé cómo ni cuándo, pero si no es mi prima la que te encuentra, lo haré yo. Te hallaré y te traeré de vuelta con nosotros, con tu hermano.
Corrí rumbo al estanque apenas me despedí y puse en uso mis poderes para ahorrarme la grabación de cámaras y la interrupción de trabajadores o guardias dispuestos a llamarme la atención por no formar parte de los empleados o para seguirme el rastro para pedir más que un simple número de nuevo.
Cuidado.
La voz de aquel joven no me perturbó en lo absoluto al sentirla tan cerca, como si nunca lo hubiera dejado atrás con el corazón en una mano y la respiración entrecortada por el desasosiego.
Las estrellas se lo agradecerían.
...
Al acabar con la revisión del campo de protección, el clan me recibió reunido del otro lado del lago y se apuró en acercarse apenas me vieron a travesar el portal. Las auras de los muchachos me chocaron, encandilándome por su intenso brillo.
No vi a Aira por ningún lado, por ello supuse que estaría con los Maine para protegerlos.
—¿Qué encontraron? —Pregunté al llegar al lado de mi esposo.
Él me rodeó con un brazo y me dio un beso en mi frente.
Vi los espíritus protectores de todos acompañándolos, incluido a un precioso samoyedo con suave y blanquísimo pelaje que trotó hacia a Mareritt y Chase después de olisquearme las manos.
Sentí como si me hubiera ido años y no horas al ver ese par de pie, uno junto al otro. Me recordó a la manera en la que me describían siempre con Tambor: presencia elegante, seguridad y, sobre todo, conexión.
Escondieron al instante sus manos entrelazadas detrás de ellos con algo de pena al darse cuenta de mi mirada. Pensé que eran muy lindos, incluso en esa situación tan desastrosa.
—Sin duda, algo entró desde la carretera nacional. Cuatro criaturas, para ser exactos —James me puso al tanto—. No hemos hallado pistas de qué pudo ser. Aira mandó a su golondrina a vigilar los alrededores para intentar encontrar algo.
Mi visión se enfocó en Dean, el cual palideció.
—Díganle que Mar —el ave— se mantenga sobrevolando el ejido Palo Blanco para tenga mejor resguardo. Y tú —señalé a mi integrante— enviarás a tus cuervos a cubrir los límites de la ciudad.
—¡Son demasiados! —Protestó.
Su rebeldía en este instante no me gustó, no cuando sospechaba de él.
Me le aproximé a paso lento y entrecerré mis ojos a TaeYang para que se apartara cuando puso su brazo entre nosotros.
El resto se quedó callado.
—Mandarás a tus cuervos —insistí—. Son cuatro, uno en cada punto cardinal. No debe de ser tan difícil como ocultarnos cosas. Amarillo y verde.
Su expresión se entristeció y dio un paso hacia atrás.
Su esposo alzó las cejas con incredulidad y preguntó a qué me refería.
Fácil manipulación y falta de honestidad.
No iba a mentir.
Deseé que su semblante no cambiara ni un poco y siguiera igual de salvaje que siempre o, en el peor de los casos, entristecido todavía por la noticia de los señores Craig; sin embargo, verlo reaccionar de esa manera no hizo más que confirmar la teoría de que estuvo mintiendo o, al menos, sabía algo que nosotros no.
—Scorps...
No hice caso a la voz de YoungSoo a mis espaldas.
Yo también retrocedí un paso y aguardé por una explicación convincente.
—Él...
Dean se atragantó y se encogió de hombros, como si fuera un niño atemorizado con la posibilidad de ser atormentado por el golpe de su padre y quisiera protegerse, hacerse pequeñito y desaparecer.
Esperé a que se calmara.
Él sabía que yo jamás haría eso.
Oíamos sus latidos apurados, olimos su miedo y la dificultad en su habla.
El labrador de su marido se apoyó en su espalda para animarlo.
—Él dijo que mandaría a mis padres al Bosque del Perdón si no lo ayudaba —susurró.
Su tono bajito y tembloroso me destrozó el alma y golpeó con fuerza mi corazón.
—Me lo topé el día en que fui a Ocassus, cuando fui por Aira —dos semanas atrás—. No soy tan fuerte como el resto de los demonios o como ustedes —"soy un ciudadano normal y corriente, a comparación de todos tus miembros", había dicho hacía mucho—, así que no pude escapar.
Corté nuestra conexión para protegerlos porque el azote de información y de mi intranquilidad habría sido demasiado para la posición en la que nos encontrábamos.
—¿Quién fue?
La furia de TaeYang nos incineró con él a través de los hilos y todo se volvió a teñir de un mar rojo.
Tuvo que ser Él. ¿Quién más, si no?
Dilo.
¡Dilo!
¡DILO!
Al escuchar las voces del clan, mordió nervioso sus labios y lo vi arrancar pedacitos de sus uñas con sus propias manos. Su pareja fue más rápida que yo y las sostuvo, poniéndose entre nosotros dos y obligándolo a hablar.
—Cepheus Miracle.
El retumbar de la traición nos zarandeó y la rabia nos cegó al ratificar la única sospecha.
—¿Qué te hizo? ¿Te tocó? —TaeYang preguntó y movió sus manos hasta sus mejillas para acunar su rostro, preocupado. Yo regresé a mi lugar con James—. ¿Por qué no me lo dijiste ni siquiera a mí? Me siento como la peor alma gemela del mundo.
—Eso quiere decir que soy buen actor —sonrieron con tristeza y dudó en negar ante sus preguntas iniciales—. Solo me jaloneó.
—"Solo" —repitió Hikaru con el ceño fruncido.
Todos nos encontrábamos igual.
Atacó al más débil de nosotros al verlo sin nadie más en Abaddón.
—¿En qué lo ayudaste estos días? —Mareritt quiso saber, ganándose nuestra atención.
El Craig apretó los labios y rascó su cuello.
—¿Honestamente? —Asentimos—. En mantenerlo informado de todo lo que estuvimos haciendo... Desde lo de chefcito y Mar, hasta lo del enfrentamiento con los Maine y lo que fuiste a hacer hoy con Donovan.
James inhaló y exhaló un poco de aire.
Fue cuestión de segundos antes de ver, por segunda vez en la tarde, sus ojos encendidos.
No dijo nada y comenzó a caminar rumbo a la casa, así que no dudamos en seguirlo entre los árboles y arbustos. Tiré mi lazo para asegurarme de su estabilidad y él no tardó en responder, confirmándome lo consciente que estaba y su irritación.
—Ya es suficiente —dijo—. ¿Quiere llamar la atención? ¿Tiene envidia por lo que no puede tener? ¿Le hace daño a un amigo, lo amenaza, nos miente y piensa que lo dejaremos pasar como si nada?
Una vez dentro, se dirigió a nuestro estudio, giró la computadora y no nos permitió ver lo que hacía hasta que el conocido sonido de "llamando" nos tensó unos segundos. Tomó mi mano y me acercó a él.
En la pantalla, nuestra ventana, en donde se veía toda la familia a un paso atrás de nosotros, se hizo más pequeña y se posicionó en una esquina, cargando la imagen del Miracle restante.
Sus rizos rojizos estaban peinados hacia atrás y sus ojos centellaron con un naranja atardecer al vernos con supuesto gusto y visible hipocresía.
Como si hubiera estado esperando nuestra llamada con ansias, se encontraba sentado en una silla acolchonada con tres figuras de pie rodeándolo: dos mujeres, un hombre; ellas morenas, él con vitíligo.
No podíamos ver sus rostros.
—¿Llegaste tan pronto, corderito? —Preguntó. Su cinismo picó mi piel—. Lamento haberte hecho ir hasta allá cuando las quimeras se encuentran aquí, en Colombres—James frunció el ceño y apretó mi mano—. Supongo que me equivoqué. Una disculpa por haberlos hecho perder el tiempo.
—Fueron ustedes —Tambor ni siquiera preguntó lo obvio—. Sabían que no estaba Scorpius para reforzar las barreras y aprovecharon para entrar.
—Primo, no es necesario ser tan... Seco.
—¿Dónde se encuentran?
—¿En verdad piensas que se los diremos así de fácil? —Rio y negó—. Dejaré que se quemen la cabeza un poco y, en caso de verlos tan perdidos como lo estuvieron estos meses, yo mismo iré a hacerles una visita.
—¿Por qué haces todo esto? —Soltó—. ¿Tan celoso estás por no tener a Scorpius contigo?
La mención de ese tema me congeló.
Nunca lo mencionábamos en voz alta, al menos no con él presente.
—Es una parte —confesó sin pelos en la lengua—. No logro comprender cómo es que su destinado es alguien tan ridículo... Y pensar que pudimos serlo nosotros.
—Ni con la fuerza de todas las estrellas me fijaría en ti —me defendí, asqueado con la idea de estar con Cepheus.
—En cambio, es la única razón para justificar que Jim ha conseguido que te fijes en él —minimizó—. Eres demasiado, como para estar con él... En cualquier caso —no me dio tiempo de hablar—, eres una pequeña parte de la razón por la cual hago esto. Tampoco eres tan importante, cariño.
Se inclinó hacia el frente y entrecerró los ojos antes de sonreír un poco.
—¿Ese es el famoso patinador, Dean?
TaeYang y Hikaru cubrieron al nombrado sin dudarlo.
Asintió para sí mismo y volvió a enderezarse.
—Me enteré de tu poder. Digno de un príncipe del hielo, si me dejas opinar —en sus manos vi uno de los anillos de su difunto tío.
—Y el tuyo, digno de una bestia —respondió Mareritt, ya al tanto de ese detalle.
La habilidad original de Cepheus estaba lejos de ser considerado peligroso en la persona correcta, ya que era la comunicación con animales. Ellos confiaban en él con los ojos cerrados, inclusive cuando nosotros no lo hacíamos.
No importaba si era salvaje o no, iban a sus manos para recibir mimos.
No importaba si formaba parte del mundo humano o de Abaddón, nunca le temieron.
Eso hasta que los manejaba a su antojo, puesto que los hacía seguir sus órdenes sin la capacidad de procesar si querían hacerlo o no. Como moscas a una planta carnívora, volaban y caían directo en su trampa.
Deduciendo lo que le hizo a esa mamba negra, ese cuervo y esa araña para que su "clan" tuviera semejantes habilidades, no diferí ante el apodo que le puso Aren.
Era una bestia.
Siseó.
—Alguien tiene una lengua afilada —comentó—. No me gusta ese sobrenombre, en cualquier caso. Quiero decir, no me considero una bestia —a nadie le importaba lo que le gustaba o no en ese punto—. Creo que soy más un justiciero, sí. Recuperaré lo que me han quitado y todo seguirá su ciclo, su orden.
YoungSoo bufó.
—¿Qué te hace pensar que te hemos quitado algo que es tuyo? —Habló—. Peor aún, tu nombre y la palabra "orden" jamás irán en una misma oración.
—Tal vez ustedes no, pero él sí —no fue necesario deducir a quién apuntaba. Era James—. Creyéndose el defensor de Abaddón al traer un desconocido para que nos reine, huyendo de sus responsabilidades, temiéndole a sus responsabilidades. Todos veneran el piso por el que camina y besan sus pies sabiendo que es un cobarde y un hipócrita.
Como alma gemela de James, me enfurecí y, pese a que di un paso al frente, dispuesto a responderle como se lo merecía, mi esposo me detuvo.
Me giré a él para quejarme y vi la furia mezclada con un poco de pesar y repentina impotencia en su mirar.
Eran verdades que todos siempre evitamos.
—Un maldito príncipe que renunció a la corona, que ni siquiera tuvo el coraje necesario de matar a su padre y envió a alguien más para que lo hiciera —continuó, como si no fuese suficiente—. ¡Yo era el sucesor en la línea, en caso de que algo te pasara! Sabes cuánto me esforcé para seguir los estándares y tú, en cambio, ¡me dejaste sin nada! Si no lo querías, ¿por qué no me lo dejaste?
Nunca lo vi tan alterado hasta esa tarde.
—¡Miserias! Eso es lo que me toca mendigar gracias a ti —protestó—. Como príncipe, en el amor, en la familia, en el poder, en la historia del reino...
—Cepheus... —Intentó hablar.
—¡Cállate! —Su grito me dio un escalofrío—. ¡Deja de parecer alguien perfecto que no pierde la cabeza nunca! Porque algún día, te juro que algún día, lo harás.
Tensó la mandíbula y luego se fijó en mí. Intenté que el miedo no me invadiera.
—Y tú —pronunció con lentitud y desprecio. El tono descarado y juguetón desapareció.
Jaló el cuello de la camiseta del muchacho a su lado y nos hizo verlo. Era delgado, de labios carnosos, expresión perdida y cabello, tal como mencionó, teñido de morado. Tan guapo como modelo de Internet, aunque con la tristeza de un corazón roto escurriéndole por el cuerpo.
—¿Sabes lo que significa él para mí? ¿Comprendes lo que es tener un alma gemela y estarte torturando por tener a alguien más en la mente? —No, por supuesto que no. No en carne propia—. Eres peor que una enfermedad. Te oigo en todas partes, te veo en todas partes. Estás en cada rincón de mí. Tú me estás volviendo loco.
¿Don o maldición?
No era amor, sino obsesión.
—Hacer lo que sea que estés planeando no te dará lo que buscas. No recuperarás el poder del reino —Chase, como representante de Septentrión, agregó por nosotros—. La gente no se arrodillará ante ti.
—Yo creo todo lo contrario —soltó el cuello del joven—. Sin tus líderes, incluso sin ti y tu preciado hombre de nieve, podría enfrentarme a Karlav. La gente no tendría opción, se arrodillará ante mí. Todo este desprecio que me han lanzado estos siglos... Se arrepentirán.
—¿Es una amenaza? —Mareritt imitó su lentitud al hablar y dio un par de pasos al frente.
Nunca hizo algo para ganarse nuestra confianza y, cuando decidimos dársela, nos lo agradeció de esa manera. ¿Cómo planeaba que los habitantes de Abaddón lo aceptaran?
—Velo como quieras, Maine —suspiró y sonrió—. De cualquier forma, ¿qué tanto confiarán esas personas en ustedes cuando sepan todo lo que han hecho en tan poco tiempo en una ciudad humana?
» No haber informado de la transformación de un humano y su pronta evolución, mucho menos haber registrado el poder destructivo de éste; el disturbio que armaron con una familia de cazadores, haberles dicho a tres humanos la existencia de los vampiros y demonios y, claro, ¿cómo olvidarlo? Que Aira Lawson ha salido en noticieros, programas de variedades y periódicos después de su conversión.
» Sus seguidores comenzarán a preguntarse de su paradero y no podrá regresar hasta dentro de casi cincuenta años para que no creen teorías conspirativas al verla igual que décadas atrás.
No eran acusaciones graves. El pueblo confiaba en nosotros y comprenderían todo porque eran nuestros conocidos, amigos y familia; aun así, viniendo de él, se oía muy mal y más sabiendo su propósito.
Pasó sus dedos por su cabello y pude notar su satisfacción al tenernos callados.
—Sin contar que los Ainsworth también hicieron lo suyo, contándole al tal Donovan Lynx sobre nuestra existencia y también le confiaron el importante trabajo de ayudar en la exclusiva y secreta misión de las quimeras —alzó las manos—. ¿Qué se le va a hacer?
—Eres ridículo —Dean susurró.
—"Ojo por ojo, diente por diente" —citó y nos dedicó una reverencia—. Espero verlos pronto, familia Sallow.
Pasó en un milisegundo.
Mareritt lanzó un carámbano directo a la cámara, indispuesto a darle el gusto de acabar con la videollamada.
Ignorando nuestra tensión, nos giramos a verlo.
Le cobraríamos una computadora nueva.
—Díganme que acabaremos con él o voy yo a congelarle el trasero.
Su seguridad me robó una risa, entre nervioso y aliviado de confiar con su apoyo.
Si Cepheus quería una guerra para quedarse con el trono, entonces eso tendría.
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