Capítulo 19: Los Maine
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LAS ESTRELLAS
CAPÍTULO 19: LOS MAINE
—¿A quién ves cuando lo miras a los ojos? —Pregunté de golpe a Chase.
Él me dirigió una mirada confundida.
A partir de la cita improvisada que logramos organizarles James y yo, él y Mareritt comenzaron a salir cada dos o tres días para conocer juntos la ciudad. Eso nació por cuenta propia del patinador, quien pareció genuinamente interesado en él desde aquella media mañana y no perdió la oportunidad de acercarse poco a poco a nuestro incrédulo artista; sin duda, un hecho que se nos hizo muy divertido, hasta que descubrí las chispitas amarillas indecisas y grises escépticas en su aura.
No se lo conté a nadie porque no creí que fuese algo importante. Al no conocernos y vivir en donde lo hacíamos nos puso muy fácil en su mira, sin contar que éramos familiares conocidos de los dueños anteriores de la residencia que, a puertas abiertas, vivieron con una de las mujeres con las que estuvo su prima.
Era normal que desconfiara hasta cierto grado de nosotros, yo mismo lo habría hecho, estando en su lugar.
Todos decidimos mantener el margen, incluso sin yo haberles dicho semejante detalle, de la relación que comenzaron a construir ese par de tórtolos. Evolucionó demasiado rápido, como si un imán tirara de ellos hasta unirlos una y otra vez, hasta que acabaran con las mejillas rosadas por un comentario tonto o por tanto reír. No formalizaron al instante, por supuesto; no obstante, decidieron no ocultar la química que derrochaban.
Nunca vi a Chase tan entusiasmado por arreglarse de cierta manera para salir con alguien o verlo contar las horas con tantas ansias, hasta que Aren llegó a su vida. Tal vez, lo más cercano a esa euforia era cuando hacía sus giras por todo Abaddón junto a Matthew y Demian.
Fue eso mismo lo que me inquietó un poco. Él se estaba relacionando de manera pública con Mareritt Maine, el patinador que sufrió por todo lo que sabíamos; no me gustó la idea de que, en vez de verlo a él, viera el reflejo de Dalila. No habría sido justo para ninguno, ni siquiera para la memoria de la difunta.
—Espero que comprendas que ambos son personas muy diferentes —le aclaré. Ambos nos encontrábamos en el jardín, echándole agua a las flores que Víctor plantó tiempo atrás—. Mar merece que lo veas a él, ¿sabes? —Eso le hizo producir un sonido parecido a un gemido al adivinar mi punto—. No a su antigua vida. Ahora, si no es que tuvo vidas antes y no pudo contactar contigo o conmigo, es mucho más que eso.
—Si lo viera como Dalila, no creo que me estuviera dando el tiempo de conocerlo —me respondió, inclinándose a levantar una enorme maceta. En esos días, apenas salía unas horas el Sol—. Si bien habría sido más fácil suponer cosas o incluso buscarlas en Internet, como dice YoungSoo, no lo hago porque no sería una conexión genuina.
—No quiero que esperes verlo actuar como ella lo hubiese hecho —confesé. Él sonrió con un mechón de cabello cubriéndole un poco su visión—. Es, en sí, enamorarse de alguien nuevo. ¿Te estás dando la oportunidad de hacerlo de verdad?
—Scorpius, repito lo que dije hace semanas: era broma lo de llamarle papi a James —bromeó para aligerar el ambiente. Yo me crucé de brazos sobre mi pecho, con una pala en mi mano derecha—. No me veas así, tú fuiste quien sacó el tema. Ustedes no son mis papás, como para que te preocupes de sobremanera por lo que hago o lo que no.
—Eres mi familia, Chase.
—Y tú la mía —agregó al instante—. Aun así, te pido que no te quemes esa cabecita tuya con este tema —pellizcó mi nariz con suavidad entre sus dedos índice y pulgar—. Créeme que sé muy bien la posición en la que me encuentro: Mareritt es Mareritt, no Dalila. Ustedes me ayudaron a procesarlo mucho mejor, después de la muerte de Hayden y Aylan.
Ese tonto sabía muy bien cómo calmar mis dudas, incluso sin cantar.
Lo vi dudar antes de extender los brazos hacia a mí, invitándome a un pequeño abrazo. No dudé en acercarme porque eran pocas las veces en las que me dejaba hacer algo así sin que la situación lo pidiera a gritos.
Apoyé mi mejilla en su pecho e inhalé su aroma a mora y limón.
—Concéntrate en si hay ataques de quimeras por aquí, es a lo que hemos venido, ¿no? —Pidió muy bajito. Su pecho vibró y me hizo cosquillas—. Confía en mí. Tienes mi palabra en eso y en intentar hacer todo bien, ¡hasta se lo prometí a Aira! —Eso fue suficiente para mí. Si habló con ella, la prima del muchacho, eso quería decir que me relajara.
—Bien. Si no debo de preocuparme por nada, ¿qué te parece si lo invitas a salir junto a su familia para que nos conozcamos todos? —Mi pregunta le hizo reír, creyendo que no lo dije en serio—. Podemos ir a "los Encinos", como hicieron los Ainsworth con los Lynx... ¡Y luego podríamos pasar a la casa para seguir con la velada! Puedes hacerles tus aperitivos de queso de cabra, uvas y pistachos.
Nos presentaríamos, conoceríamos sus formas de ser y, de paso, los Maine descubrirían que no hay nada extraño en lo que a nosotros respectaba. Haría cualquier cosa para evitar que todo se pusiera patas arriba y tuviéramos que pelear con humanos.
No pareció estar del todo convencido, considerándolo, quizá, demasiado pronto para relación sin etiquetas y apuros que estuvo manteniendo hasta el momento con el Maine; sin embargo, mi prima conoció a la familia de Hayden en menos tiempo del que nosotros y, si no lo hacíamos, no haríamos más que alargar el encuentro.
—De acuerdo —tardó en acceder, apartándose del abrazo—, ¡con la condición de no ridiculizarme, por favor! —Fue mi turno de partirme de risa—. Él es tan... No sé. Parece un príncipe —no era para menos. Era un hombre bellísimo—. No me juzga o algo por el estilo, pero la sonrisita que me da cuando me pasa algo patético es indescifrable. Lo hace tan natural, tan amable, que ni siquiera parece estar ocultando una risa.
—¿A lo mejor no quiere reírse de ti...? —Intenté adivinar, suponiendo que era alguien decente.
Chase asintió.
—Exacto. Por eso mismo, no quiero quedar como estúpido —tardé en descifrar a lo que se refería—. Es como James se sentía al tenerte enfrente. Es tan... —se interrumpió al no hallar la palabra correcta y me sorprendí al grado en que le afectó el aspecto de su alma gemela—. Casi me parece intocable.
—¡Oh, no! Tampoco quiero que te minimices —dije con rapidez—. Eres muy guapo y tienes a medio Abaddón enamorado de ti y de tu faceta de "famoso rompecorazones", como dijo Dean.
—No es eso —contestó y me agradeció por mi preocupación—. Me refiero a que parecemos de mundos opuestos, más allá de nuestras razas. Si yo viera que alguien comete el mismo error estúpido que yo, como la vez en la que quise comer sopa con un tenedor, me reiría —le di la razón, sin detenerme a preguntar quién diablos comía sopa con tenedor. Tuvo que haber estado muy nervioso—; él, en cambio, solo hizo eso. Esa maldita sonrisa.
Imaginarme la escena me provocó gracia.
—Como "la Dama y el Vagabundo", ¿eh? —No lo pensó dos veces y me respondió que sí.
—Y es tan engreído a su manera —chasqueó la lengua y movió otra maceta—. Eso me gusta, de cualquier forma. Sus gestos son muy versátiles. No sabes si está siendo comprensivo o si en su cabeza se burla de ti, como yo lo habría hecho en voz alta... Y eso, Scorps, lo hace aún más irresistible.
—Sí, sí. No pienses en esas cosas. No quiero ver tu aura roja, de nuevo —me quejé y le propicié un empujoncito que lo hizo tambalear—. La he visto muchas veces estos días. Nos pediste no hacer "perversidades" en casa estando con otros y tú andas por ahí, con ese rojo intenso.
Fingió ofenderse.
—En primer lugar, ¿quién dice "perversidades"? Es sexo, se-xo —sentí haber tenido esa conversación muchas veces antes—; en segundo y último, los demás no ven eso. Tú eres el pervertido por ser un chismoso.
—¡No soy un chismoso! Se da y ya, ni más, ni menos.
Chefcito significa estar en campo de guerra. Caótico como de costumbre, nos sacaba carcajadas por sus ocurrencias.
Esa misma tarde, nos confirmó que la familia Maine aceptó nuestra invitación para el primer viernes de febrero. A decir verdad, no tardó mucho en llegar, al ser el más próximo; por fortuna, no batallamos demasiado para los preparativos.
James llamó al restaurante para hacer una reservación, dadas las fechas próximas de San Valentín y la Candelaria, una festividad mexicana muy típica en los inicios del mes en cuestión. Como los Ainsworth no tuvieron tiempo de vivirla tal cual por lo que ocurrió con Crystal, nosotros tampoco estuvimos enterados hasta esos días.
Al llamar a Víctor para descubrir de qué se trataba nos dijo que, según Wikipedia y su experiencia, era una fecha celebrada por los católicos para festejar la Presentación de Jesús en el Templo, la Purificación de la Virgen después del parto y la Virgen de la Candelaria; no obstante, gran parte de la población se centraba en una sola cosa: comer los tamales que le tocaba hacer al ganador del muñeco en la Rosca de Reyes y beber delicioso atole o champurrado.
Ante esa información, Chase decidió cambiar el plan que hice de los aperitivos para las visitas y preparó, en cambio, tamales dulces de piña y coco, chocolate mexicano y de avena sin azúcar. Su apodo de "chef" no era en vano. Yo le ayudé preparando atole de amaranto con chocolate amargo, guiándome con una receta.
El resto de nosotros se encargó de limpiar muy bien toda la casa, hasta nuestras habitaciones, para dar la mejor impresión. Incluso usamos los difusores de aceites aromáticos que compraron Iris e Ethan y limpiamos la tierra de casa para la más agradable estadía de los próximos invitados.
—¡Deben estar listos antes de las siete, tenemos menos de dos horas! —Nos recordó YoungSoo, apurándonos al vernos terminar poco después de las cinco. Él compró galletas con chispas en una panadería cercana por mera precaución, en caso de no llenar con lo preparado por nosotros.
Nos repartimos los baños y, mientras unos planchaban la ropa de los demás, los otros nos duchamos lo más rápido posible para intercambiar tareas después. Con toallas y batas de baño, acabamos por ayudarnos entre todos para alistarnos (pese a algunos no necesitarlo, como YoungSoo y yo); Dean y TaeYang nos dieron una manita de gato a la hora de maquillarnos, Hikaru con la combinación de colores y telas y James con los peinados.
—Cuatro, cinco, seis... ¿¡Quién es el siete!? —Grité al estar todos presentes en la puerta de entrada. Los conté para asegurarme de no olvidar a nadie entre todo el ajetreo.
—¿Te contaste a ti, Bambi? —Señalé a mi esposo como respuesta y le agradecí con una sonrisa al encontrarlo divertido por mi presión, como la que tuve en nuestro primer Día Mágico.
Preparar los tamales y limpiar nos llevó muchísimo más tiempo del que pensamos. Aun con todo eso, estuvimos listos dos minutos antes de la hora que mencionó Hwang, por suerte. No tardaríamos más de cinco minutos en llegar a "los Encinos". Las estrellas se pusieron de nuestro lado.
—Cuatro y tres en cada auto —avisé nuestra división y nos fuimos con quienes comúnmente lo hacíamos: TaeYang y Dean con Chase, el resto con James.
Cerré la puerta detrás de nosotros y me apuré a llegar a mi vehículo correspondiente, tranquilo de haber cumplido con nuestra organización y de descubrir que el clima no estuvo en nuestra contra, estando menos helado que los demás días.
—Te ves muy guapo —halagó Tambor, yo me contraje en el asiento de copiloto con algo de vergüenza.
Después de haber visto el estilo ajustado y clásico de Mareritt en las últimas semanas, esa noche decidí usar algo a lo que no estaba acostumbrado para intentar renovar mi guardarropa: un atuendo negro por completo, pantalones de talle alto de imitación de cuero, un crop top que dejaba a la vista mi abdomen, una chaqueta larga del mismo material que los pantalones y unos accesorios dorados para no perder mi toque brillante y colorido.
Por instinto, cubrí mi vientre y me sonrojé. Mis collares tintinaron.
James se inclinó para besar mi mejilla para animarme y encendió el auto. El motor rugió a la par que escuché a la pareja de atrás reírse por algo que se dijeron.
—También te ves guapo —respondí al haberme acomodado de nuevo. Él sonrió.
No era de intentar cambiar su estilo masculino, formal y cómodo. Esa noche, también usó un conjunto negro, con la diferencia de llevar un abrigo en vez de chaqueta y un suéter verde musgo de cuello alto. Su "riesgo" fue usar zapatos de vestir con un tacón algo alto para estilizar sus piernas.
—¡Andando! —YoungSoo vistió todo con diferentes tonos de rosa; su esposo hizo algo similar con la diferencia de usar azul—. No quiero que lleguemos después que los Maine. Daremos mala imagen porque fuimos quienes los invitaron.
—Fue Scorps quien lo hizo, cariño —le recordó Hikaru, una vez comenzamos a movernos para guiar al otro vehículo de la familia.
—Sería muy grosero decir que no tuvimos la delicadeza los demás —protestó. A mí no me interesó si tomaban parte del crédito de la idea.
—Entonces, ¿ayudarás a pagar? —La pregunta lo hizo callar y a nosotros reír. Young era un interesado, sin duda alguna.
—Si lo necesitan, sí —susurró, molesto por la reacción que recibió.
James y TaeYang condujeron con cuidado hasta el centro de la ciudad (donde yacía el restaurante) y aparcaron los automóviles en los lugares disponibles del estacionamiento, justo debajo de un par de árboles que nos habrían brindado sombra, si la hora fuese otra.
Al bajarnos, el lazo dorado de Mareritt no tardó en aparecer, tan reluciente como la primera vez que lo hizo y no tan lejos de nosotros. A un par de espacios nuestro, la gran camioneta de los Maine apagó su motor casi al instante de habernos acomodado las ropas para dar una buena imagen.
De ahí, se apeó una pareja muy alta que identifiqué como los papás de Mar, él castaño y ella rubia de ojos azules, la imagen femenina de su hijo; también se bajó otra mujer un poco más baja que yo, de cabello oscuro y mirada ausente, la mamá de Aira.
Aren no tardó en acercarse para abrazar a Chase, el cual atinó a regresarle el gesto con un poco de torpeza. Toda su genialidad desaparecía estando con su destinado, típico.
—¡Fue verdad que te esforzaste por vestirte bien! —Rio sin ánimos de ofenderlo y separándose lo mínimo para echarle un vistazo.
Eligió, al igual que mi esposo y yo, el seguro color negro: pantalones cómodos, una playera de cuello de tortuga, un abrigo mucho más ligero y, para romper su intento formal, unas botas estilo militar. Su característico verde estaba esa vez en un pequeño adorno en las cintas de su calzado.
En lo que el nuevo par de tortolitos intercambiaban palabras, nosotros nos presentamos con los mayores.
Emma Adamsen de Maine, la progenitora de Mar, nos regaló una bella sonrisa y una cajita de brownies que, a palabras suyas, fueron comprados en una pequeña pastelería de la ciudad vecina que descubrieron pocos días antes; Aldo Maine, su esposo, nos dio la mano a todos (era gigante, con grandes hombros y manos) y nos saludó con palabras reconfortantes; Shirley Blake de Maine, la mamá de Aira, nada más nos regaló una inclinación con su cabeza y no lució muy encantada de conocernos, a pesar de decir lo contrario. No la juzgamos.
Todos rondaban por los cincuenta.
—¿Todos ustedes son familia? —Preguntó el señor, lo cual nos hizo reír con suavidad.
Los Sallow no nos pudimos excusar como tíos y sobrinos, similar a los Ainsworth frente a los Lynx, al notarse que todas las parejas tenían una diferencia de edad con la que se dejaba en claro que no había un dúo mayor del que partiera el resto... Sin mencionar todas nuestras nacionalidades.
—Para nada —respondí, al ver que Mareritt y Chase se acercaron para saludar también—. Todos somos amigos muy cercanos. James y yo somos esposos, Hikaru y YoungSoo también, Dean y TaeYang igual y Chase... Es el amigo soltero. Todo grupo necesita uno en la actualidad, sí.
El mencionado no reprochó al oír la exhalación burlona de su acompañante.
—¿Y viven todos juntos? ¿No es extraño? —La viuda quiso averiguar con un tono algo despectivo. Me guardé mis comentarios y le dirigí una simple mirada que le hizo desviar la suya al percatarse de mi desagrado.
—Viajamos juntos por diferentes partes del mundo porque fue esa curiosidad la que nos unió —James tomó la palabra, metiendo mi mano en el bolsillo de su abrigo junto a la suya—. Es muy divertido, a diferencia de lo que cree.
—¡Muy parecido a lo que hacíamos mi hermano y yo, en todo caso! —Aldo recordó en voz alta con una sonrisa nostálgica y abrazando a su esposa por los hombros.
Mareritt chocó los cinco con Chase cuando se percataron de que dimos en el clavo para ganarnos la confianza de los mayores.
Él combinó un magnífico suéter rosado de cuello alto y tan corto como mi top, un abrigo beige abierto y unos pantalones ajustados.
—¡Me encanta cómo te ves, Scorps! —Mar llamó mi atención. Mi corazón se aceleró por el cumplido. Su mirada se fijó en mi conjunto y dio cortos aplausos para demostrar su emoción—. ¿Puedo llamarte así? Cheese siempre lo hace, cuando habla de ti. Se me ha hecho costumbre.
—Por supuesto que sí. Yo me refiero a ti como "Mar" por lo mismo —respondí, con la excepción de yo hacerlo por Aira—. A mí también me gusta mucho cómo te ves.
—Era lo más lindo que tenía en mi clóset, a decir verdad —confesó—. Desde que te vi afuera de su casa, quise vestir algo colorido, como tú... Aunque creo que la personalidad y el porte afecta. Siento que esto se te vería mucho mejor a ti que a mí. Tendré que investigar más de combinaciones así.
Se esforzó mucho en comprar mi aprobación y lo hizo.
—Yo hice lo mismo —ambos reímos y nuestro hilo vibró de felicidad—. Mi esposo es el que usa colores oscuros la mayoría del tiempo, ¡pero esto no está nada mal! Creo que comenzaré a usarlo más seguido.
Su aura brilló de rosa amistoso con los mismos reflejos grises y amarillos, con la excepción de ser más pequeños y menos claros.
—Supongo que Mareritt ya se los comentó —YoungSoo habló—. Por favor, dejen un poco de espacio para más tarde. Nuestro chefcito se esforzó mucho haciendo tamales dulces por el Día de la Candelaria, que fue ayer... ¡Ah! Y Scorpius hizo atole —deseé que no se hiciera feo por las horas. Tendría que recalentarlo al llegar.
—¿Saben cosas de la gastronomía y las tradiciones mexicanas? —Preguntó, interesada, la señora Maine mientras todos nos encaminábamos al interior del restaurante.
—Tenemos un amigo mexicano que sabe de casi todo —Dean respondió—. Por cierto, ¡qué lindo acento tienen!
Mar y chefcito se quedaron afuera unos minutos más, con las mejillas rosas y hablando de sabrá Orión qué.
Rogué a las estrellas para que la noche se desenvolviera a la perfección porque ¿qué podía salir mal?
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