Capítulo 17: La hora azul
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LAS ESTRELLAS
CAPÍTULO 17: LA HORA AZUL
Sin duda, Colombres resultó más aburrido de lo que pensamos, a comparación de las otras ciudades en las que llegamos a ir de vacaciones o para reclutar a un integrante. Tal y como Hayden y Donovan nos contaron durante una charla en Navidad, no pasaba casi nada; sin embargo, a palabras de Ryuu y Víctor, era perfectísimo para aclarar las ideas y encontrarse a uno mismo por su característica calma.
La calle Monterreal, la de nuestra casa, no era reconocida por sus tiendas o seguridad, sino por ser la más unida al "bosque de Colombres" (más bien, una arbolada extensísima) y, según nuestros conocidos, por sus enormes baches.
La antigua residencia de los Lynx estaba a cinco minutos de la nuestra. Ya nadie vivía ahí. Lo último que supimos de ellos fue gracias a un mensaje que Donovan le mandó a Víc, confirmándole que regresarían a Montemayor y que "Claveles Rojos" fue dejado a cargo de otro profesor.
Para la semana, nos acostumbramos al horario, terminamos de desempacar y, gracias a las indicaciones y recomendaciones de los Ainsworth, descubrimos "los Encinos", el cine y otros lugares ocultos.
—¿Sabes, Chase? —YoungSoo habló desde el comedor una mañana, con la vista fija en su celular.
Él la estaba pasando peor que el resto debido a que estaba acostumbrado a los tratos especiales de la gente en Abaddón; en nuestro nuevo hogar, si bien no eran groseros, no tenían ni idea que hablaban con el hijo del gobernante de Meridión.
—No soy de admitir en voz alta que alguien es guapo, aparte de Scorps y de mí —reí. Yo me encontraba con James, lavando los platos sucios del desayuno—, pero, si Mareritt es tu alma gemela, te tendré la misma envidia que le tengo a Crystal por tener a Aira en su clan. ¡Es bellísimo!
Chase masculló algo tan bajo que ninguno lo oyó, acostado en el sofá de la sala.
—Supongo —se atrevió a alzar la voz.
Mi esposo y yo nos unimos a mi amigo para ver desde cerca las fotos del mencionado.
—¡No me digas que no lo has visto! Si tú has sido quien nos mostró la noticia, ¡es imposible! —Lo más típico de los Hwang es dramatizar.
A esa hora, Hikaru seguía durmiendo, mientras que Dean y TaeYang salían a trotar juntos.
YoungSoo nos dio su celular para que echáramos un vistazo a lo que se refería (la página oficial del antiguo centro de patinaje del muchacho) y se puso de pie para ir a molestar al pobre Spinster.
James y yo, ignorando lo que pudieran discutir esos dos, nos sorprendimos al confirmar que Aren, como lo solía llamar su exentrenador según Aira, sí era "bellísimo". Ojos azules como el hielo, piel de porcelana, una altura de casi metro ochenta, cabello rubio platinado natural un poco largo y labios finos.
—Ahora comprendo a lo que se refirió Aira con "hada del hielo" —pensé en voz alta, deslizándome hasta el área de fotografías del perfil. Ahí, había un álbum de los mejores momentos de sus competencias.
Era muy delgado, con pequeña cintura, cuello largo, cabeza pequeña, pómulos no tan pronunciados y piernas y brazos estéticos.
—¡Estudió ballet y contemporáneo! —Me emocioné. Su prima nunca nos especificó el estilo de danza que aprendieron para llegar tan lejos—. Si en verdad será un Sallow, espero que decida participar en algún evento en "Arca de Noé". ¡Ve cómo cuida hasta la posición de sus dedos para lograr esa pose, Tambor!
Me miró con una sonrisita y, pese a no comprender a profundidad de los absurdos estándares de belleza de la danza y el patinaje, me dio la razón. Algo en mí me dijo que sintió alivio de encontrar a un posible muchacho que ocupara su lugar en los espectáculos.
—No exageraron al decir que siempre gana el oro —comentó, centrándose en todos los premios de primer lugar desde que cumplió los trece años—. Debe de tener tu edad humana, ¿no? —Me preguntó, así que volví a subir para averiguar ese dato en la biografía—. Del 98... Sí, en mayo —igual que Dalila.
—¡Luce tan géminis! ¿Y saben qué signo va de maravilla con ese? Exacto, ¡aries! —YoungSoo rio, habiendo logrado que Chase se parara del sofá. El obsesionado con los signos zodiacales les dio su bendición, no había nada mejor—. ¿Pueden creer que el señorito no ha querido buscar fotos de su posible alma gemela porque quiere verlo primero en sus sueños para confirmarlo? En su interior se esconde un ser muy cursi. ¿Quién lo diría?
El implicado se sonrojó y no nos dirigió la mirada por la pena.
No apoyé la burla de Young porque, a decir verdad, yo tampoco habría investigado demasiado de él por miedo a descubrir después que no era mi destinado... Y para evitar hacerme ideas de su persona sin conocerlo frente a frente, claro. Era muy válida la posición que tomó Chase.
Sonreí y apagué el celular de mi amigo.
—¿Se lo pedirás, en ese caso? —Preguntó Tambor y juntó sus manos en un único aplauso al verlo asentir—. ¡Eso me hace muy feliz por ti, chefcito! Ojalá puedas verlo esta noche.
—Yo no habría soportado la incertidumbre —confesó Hwang. La noche anterior, su esposo le tiñó el cabello de azul eléctrico—. Me habría puesto a buscar imágenes, vídeos... ¡Puedes oír su voz, Chase! Por Orión. ¿Sabes lo que habríamos dado James y yo por algo así en nuestra época? Tienes la suerte de salir con una figura pública.
—Por si lo olvidas, puedo oírlo —le recordó con una sonrisita—. Puede que tengas razón. Tengo información suya al alcance de mi mano y puedo estar listo para cuando lo conozca en persona, sí. El problema es que no sería genuino —a veces, un hombre sentimental y maduro salía de él—. Siento que, si hago algo así, me enamoraré de la idea de ser su pareja y no de su persona... Y que él se sentirá acosado.
—Parecerás más un fan con suerte, como los que escriben historias con su artista favorito —mencioné para suavizar la realidad de sus palabras. Él me dio la razón sin pensarlo dos veces, al igual que mi esposo—. No lo molestes, YoungSoo, por favor —no quería que se malhumorara—. Cambiando de tema, ¿lograste hablar con Aira sobre lo de las noticias?
Chefcito asintió y nos sacó la vuelta para ir a la cocina y servirse algo de tomar.
—Se lo dije hace unas noches, mientras ustedes dormían —el segundo más productivo en la noche— y Hikaru acomodaba lo de su estudio de costura en el que era de Iris —dormir gran parte del día, trabajar por la noche: la vida de nuestro solecito—. No se lo tomó muy bien. ¡Por un momento creí que escribiría un comentario o algo así!
—Si lo piensas a profundidad —James habló—, ¿qué tendría de malo que su familia sepa de nosotros? Lo he estado meditando desde hace meses porque siento mucho azul y gris a su alrededor por ese tema —le di la razón. Yo vi su aura incontables veces—. Los echa de menos. Solo eran ellos cinco.
—¿Estás loco? —YoungSoo preguntó, viendo al restante regresar con nosotros—. No podemos decirles esas cosas a los humanos... Es decir, no así. Una cosa fue la situación de Iris con Aylan y, después, con Hayden. Esto va más allá.
—¿Qué tan mal podrían reaccionar? —Se encogió de hombros, interrumpiendo lo que Chase estuvo a punto de decir—. Los padres la mayoría del tiempo se mueren antes que los hijos. Mareritt y ella vivirán un poco más de lo normal, no le veo lo malo.
—"¡Poco más!" —Repitió mi amigo—. Mejor quédate con asuntos de la realeza.
—Los señores Maine son cazadores —nos dijo el Spinster, apurándose para no ser callado de nuevo. Nosotros nos le quedamos viendo con algo de incredulidad—. De animales —aclaró.
—¡Ah! —Exclamamos al mismo tiempo y reímos.
Los cazadores de criaturas no eran más que cuentos para separar el "bien" y el "mal" en películas, series, videojuegos y novelas la mayor parte del tiempo. En todos nuestros años, nos encontramos con personas así. Es decir, tal vez algún loco para los humanos (y alguien un poco cuerdo para nosotros) sí llegó a existir en el pasado; ahora, no.
—Yo creo que para ellos Aira está viva y están más que listos y armados para atacar al que la "capturó" —hizo comillas en la última palabra y nos dejó pensando unos instantes—. Si se enteran de la existencia de vampiros y demonios, nos querrán atacar y, a menos que se tomen bien la noticia, tendremos que defendernos.
—Aira... —Susurré y fruncí el ceño—. Ella dijo que la última vez que vio a su primo estaba bien y, como ella se encontraba con Crystal, tuvo que haber sido por videollamada.
—¿Qué quieres decir? —Preguntó el Hwang.
Di un par de golpecitos a mis labios con un dedo índice y visualicé el escenario mental que quise explicar. ¿Sería posible que hubieran visto algo en esa llamada que no tuvieron que haber visto? En ese entonces, estaba con Gerardo y Dania, un vampiro un poco descontrolado y una de ojos anaranjados que apenas aprendía de sus poderes.
—¿Scorps?
Imposible. Crystal no era tonta.
Meneé de lado a lado la cabeza y minimicé mi comentario para que no se preocuparan. Me di media vuelta y regresé a la cocina para acabar de limpiar.
—Olvídenlo —dije, de hecho—. Les aviso que este viernes iremos a una convención de bandas coreanas, comida asiática y anime, así que separen la noche después de las seis. Será nuestra primera salida todos juntos como ciudadanos de Colombres.
Chase se quejó.
—¿Por qué iremos ahí, habiendo otros lugares? De seguro seremos los únicos veinteañeros... Y treintañeros —agregó al, imagino yo, toparse con la mirada avergonzada de James—. ¿Y cómo supiste de eso, si no te gusta?
—En primer lugar, Hayden me recomendó algunos animes y me gustaron, así que quiero comprarme tazas o cosas así —ellos fueron a mi encuentro al oírme algo ofendido por la acusación—; en segundo lugar, vi un anuncio afuera del supermercado y me pareció divertido porque habrá competencias de baile y "random dance".
—¡Es cuando ponen una parte de las canciones K-Pop y la gente que se sepa las coreografías pasa al frente! —YoungSoo me interrumpió al recordar lo que Aylan nos dijo un día en la academia de danza, cuando le preguntamos qué era—. A veces, se junta un montón de personas y se ve de locos.
—Y, en tercer lugar —proseguí, al terminar con los poquitos platos restantes y la barra—, no debería importarte la edad. Iremos para pasar un buen rato, conocer gente y todas esas cosas. Mientras no le hagamos ningún mal a nadie, todo bien.
Nadie peleó con mis argumentos porque tuve razón y, muy en el interior, les emocionaba salir todos juntos.
De esa forma, lo único que nos quedó por hacer fue aguardar por el esperado día.
—¡Abríguense bien! —Les recordé media hora antes de salir, puesto que estaba lloviendo desde la madrugada del jueves y, a pesar de no contagiarnos de enfermedades tan mundanas (como un resfriado), no quería correr riesgos.
La exposición se llevaría a cabo fuera del edificio favorito de Víctor, la "Casa de Ladrillo", patrimonio cultural de Colombres.
Según el sitio web que revisé para confirmar la dirección, el inmueble fue construido a finales del siglo XIX con el fin de convertirla en una hacienda; no obstante, con el estallamiento de la Revolución Mexicana, en el año de 1910, el proyecto quedó trunco. En la actualidad, usaban el parquecito a su alrededor para actividades de recreación y su interior quedó como un museo y oficinas.
—Me recuerda a mi antigua casa —nos confesó Víc, cuando aún vivían sus amigos—. Un día, fui a un recorrido con los muchachos de "las Lechuzas" y me llevaron hasta el sótano. No voy a mentir, nos estábamos cagando del susto porque contaron la leyenda de una niña que perdió la vida ahí.
Recuerdo la carcajada que pegó Hayden ese día. A su grupo de primaria les dijeron lo mismo, años atrás, y un compañero suyo se perdió en la oscuridad por casi diez minutos.
—¿Llevan dinero? —Pregunté.
—¿Nos obligas a ir y esperas que nosotros paguemos nuestras cosas? —Chase reprochó y palmeó el bolsillo de su abrigo. No nos confesó si pudo ver el rostro del muchacho de sus sueños, si es que pudo hacerlo en la noche que quiso.
—¡Algo me dice que será un buen día, no seas amargado! —Le rogué, antes de salir en compañía de todos.
—Pido irme con cabeza de mandarina y arcoíris con patas —avisó, apurándose a llegar al automóvil de la pareja mencionada, Dean y TaeYang. Ellos entornaron los ojos y se acomodaron el uno al otro sus gorros combinados.
Los demás nos fuimos en el otro auto.
Fue un camino corto, como de siete minutos, y conseguimos lugar justo cruzando la calle, por suerte.
Sin importar el frío y la suave llovizna, nos topamos con mucha gente, la mayoría menores que nosotros, y una gran cantidad de puestecitos de personas disfrazadas o con los uniformes de sus negocios. La música y el presentador se oían más fuertes que las risas y pláticas.
—Tae y yo iremos a comprar cosas de comer porque no tuvimos tiempo de merendar muy bien —Dean nos avisó con una sonrisa al bajarnos todos de nuestros vehículos. Extendió su paraguas y se giró a vernos al tomar el brazo de su marido—. ¡Recen para que no nos enfermemos y vomitemos!
Hikaru apenas pudo responderles antes de verse maravillado por una mesa cubierta por una carpa. En ella, los trabajadores ofrecían camisetas, camisas, pantalones, telas bonitas y gorras horribles.
YoungSoo no tuvo que preguntarle para saber por dónde quería comenzar y, tras hacernos una seña, se cubrió con el gorro de su chaqueta. De la mano, se fue con su esposo con cuidado de no pisar los feos charcos.
—Déjame adivinar —se apuró chefcito, sabiendo que se quedaría con nosotros de "mal tercio"—. Quieres ir justo a donde está el gentío para ver cuándo comienza lo del baile, ¿no es así?
Reí, apenado por ser tan predecible, y James se puso entre nosotros para ser quien sostuviera nuestro enorme paraguas, siendo el más alto.
La puerta de una camioneta ajena se oyó abrir y cerrar de golpe cerca nuestro y una presencia ajena a nosotros bajó de ella. La ignoramos.
—Si me compras unas calcamonías para decorar mi celular, dejo de estar tan amargado —accedí a la petición sin dudarlo al considerar que no serían caras.
Los tres comenzamos a cruzar la calle con la misma precaución que Hikaru y mi amigo, pero nos detuvimos a la par al sentir a la otra persona casi volar para acortar el camino, ignorando lo mojado del pavimento. La ráfaga de viento que provocó nos dio un escalofrío y dejó detrás de sí una agradable fragancia frutal.
Frutas silvestres.
Congelados por el repentino movimiento, cuando la figura aterrizó con gracia en la banqueta y extendió su sombrilla con orgullo, no hicimos más que parpadear.
Si bien decidimos minimizar eso a los segundos debido a que nos quedamos a media calle, sé que no fui el único que no dejó de mirarlo hasta que desapareció entre la muchedumbre que rodeaba al presentador, ya que los tres terminamos siguiéndolo al haber intercambiado una mirada.
Mi mano izquierda buscó la diestra de Tambor y, aun con el frío, sentí cómo ambas sudaban.
Fue como un trance, un hechizo que nos hizo movernos involuntariamente hasta aquel lugar que, aun siendo nuestro destino, no resultó algo propio de nosotros. Me sentí como un niño haciendo algo malo y con un curioso dolorcito en el estómago por los nervios.
Fuimos perros siguiendo el aroma de carne asada, sin duda.
—Ya estamos aquí —Chase habló primero, obligándonos a cortar contacto visual con la pista—. ¿A qué hora comienza todo eso, Scorps? Y, en sí, ¿qué quieres ver? ¿Los grupos, el random dance o al presentador diciendo estupideces?
—Eh, sí... ¡Sí, tienes razón! —Junté mis manos, separándome de mi esposo y me relajé, ignorando el picor en la parte posterior del cuello—. Según vi en el grupo de Facebook, a esta hora comienza el random dance, aunque no sé si se haga por la lluvia. No creo que quieran caerse...
Al contrario de mis sospechas, el hombre con micrófono, quien se refugió en un pequeño techado, habló con un notorio temblor por el frío en su voz.
—Llevamos casi dos horas y creo que gran parte de ustedes están tan ansiosos como yo por lo que se viene —no sé cuánto le tuvieron que pagar para soportar tremendo clima. Se le veía del tipo friolento—. Es oficial, ¡la hora K-Pop comienza en compañía de este bello atardecer! —Hubo gritos de, en su mayoría, muchachas de secundaria y preparatoria. Y míos, festejando por llegar a tiempo—. No olviden guardar parte de toda esta emoción para los grupos de baile que vienen después y, por supuesto, de comprar bebidas calentitas y artículos de todos sus animes favoritos en la mesa de "An-Otaku".
Algo me dijo que TaeYang y Dean se encontraban ahí, tomándose un chocolate. James me anunció, de hecho, que iría a conseguirnos algo.
La reproducción de canciones inició y el gran movimiento de las personas para correr a la pista nos hizo tambalear.
—No te resbales —bromeé. Para mi mala fortuna, yo fui el que recibió un empujón accidental de alguien desconocido y me choqué con Chase.
—Tú eres el que se la vive en el suelo, Bambi —James me regresó la jugada y besó mi frente, antes de dejarnos el paraguas e irse al puesto mencionado.
Al girarme, me sorprendí al encontrarme con más de cinco jovencitas viendo con ojos brillantes en mi dirección. Les sonreí, esperando a que llegara la bomba.
—¡Eres muy guapo! ¿Eres alguien de los grupos de baile o haces cosplay?
—¿Es tu novio?
—¿Tu amigo está soltero?
—¿Puedo tomarte una foto con tu novio? ¿O yo tomarme una contigo?
—¡Yo ya le tomé foto!
Chase se rio de mí, mientras yo intentaba responder cada pregunta y, por supuesto, pedir que borraran esa imagen que tomaron sin mi permiso. Sin duda, no fue el primer contacto que esperé tener en una convención. Si volvía a ver a Donovan, le preguntaría si era normal que me trataran así.
—¡Ah! ¡Nuestra canción! —Chilló una del grupito, antes de llevarse a todas las niñas hacia la pista.
Era la cuarta o quinta pista desde que comenzó. Cada una duraba treinta segundos y entre ellas había una cuenta regresiva de otros cinco segundos.
—Ay, las hormonas —le di un golpecito al demonio y ambos reímos—. ¿Te parece si nos acercamos más? Quiero ver si algún niño se cae o algo. Debe ser divertido.
Lo regañé y, aun así, lo acompañé hasta el frente entre empujones y pisotones.
Me sostuve de la manga de su abrigo y me apegué a él para no caerme, como Tambor se burló.
Reconocí algunas de las canciones gracias a Hayden y Aylan, quienes pusieron sus favoritas durante la Navidad que pasamos James y yo con ellos, y llegué a lanzarme al centro con cuidado para repetir los pasos que recordé haberles visto imitar varias veces. Chase tuvo que hacerse cargo de la sombrilla y, obvio, de grabarme para enseñárselos al resto y avergonzarme un poco.
Nos refugiamos bajo un árbol pequeño a los pocos minutos, cuando acabé empapado.
Las niñas de antes volvieron a chillar al vernos y me dijeron que me parecía a su artista favorito, así que volvieron a pedirme fotos, esa vez de forma más civilizada al darse cuenta de que me incomodaron antes.
Ese día, el Sol decidió salir, a diferencia del resto, pese a la lluvia, así que la famosa "hora dorada" no tardó en llegar y en sernos de ayuda para nuestra sesión fotográfica. Los rayos se reflejaron en los charcos y pintaron reflejos arcoíris en nuestros rostros.
Cuando James volvió, se vio obligado a participar y, aprovechando, también usé mi celular para fotografiarnos y así acordarme de ese día. Las muchachas bromearon con que yo vivía su sueño frustrado de casarse con alguien mayor que las mantuviera y amara demasiado, dramatizando tanto como YoungSoo habría hecho.
—No soy tan viejo —ellas volvieron a emocionarse al ver apenado a Tambor.
—¡Eres todo un príncipe!
Al haberse ido todas con una sonrisa, nos giramos hacia donde dejé a Chase con los tres vasos con chocolate. Nos llevamos la sorpresa de solo haber encontrado el paraguas debajo del arbolito en el que estuvo recargado antes.
Lo buscamos con la mirada, hallándolo justo enfrente de todo el público, donde estuve antes con él, así que lo llamamos para seguir nuestro camino a otra parte de la explanada y para darle su vaso. No se giró.
James le gritó otra vez. Nada.
Con algo de preocupación, nos apuramos a llegar a su lado, a pesar del gentío que se hizo de un segundo a otro o, tal vez, nosotros notándolo por primera vez.
—¡Chase, vamos a buscar tus calcamonías! —Nada.
Las farolas se encendieron justo cuando el Sol descendió y la Luna se alzó con elegancia. Los rayos dorados desaparecieron y el cielo se pintó de un mágico manto azul y algo de rosado en el instante en que la cuenta regresiva dio comienzo a otra canción.
James y yo tardamos en llegar hacia él por quienes entraron y salieron del "escenario". Nuevos gritos entusiasmados se oyeron por quienes se animaron a bailar.
El sonido de las suelas de los zapatos chocar con los charcos se oyó al unísono, como si todos en ese lugar hubieran aprendido la coreografía.
Un, dos, tres.
Un, dos, tres.
Acorde fuimos acercándonos más y más, nos percatamos de la presencia de otra persona, justo en medio de todos los bailarines aficionados. Le pregunté a James que quién era, si la veía. Dijo que no.
—¡Chase! —Grité al tenerlo casi unos pasos. Ni siquiera oyó a James.
Tiré de nuestros lazos con fuerza, queriendo que reaccionara y se girara cuando el corazón se me aceleró y una inexplicable sensación me invadió. Me adormeció los sentidos e hizo que soltara un pequeño chillido por el segundo escalofrío del día.
Mi esposo me acercó a su pecho al ver un nuevo grupo de gente apurarse en acercarse a ver el espectáculo y nos quedamos estancados.
¿La persona de antes?
Chase, Chase, Chase.
Él dijo:
No. No. No.
La traducción de la canción en mi cabeza no fue precisa al no manejar un buen nivel de coreano, como el de TaeYang y los Hwang, aun así, con todo y los empujones desconcentrándome, logré captar el significado de algunas partes. Bailar al atardecer, deslizarse a un lado y luego al otro. Ver feliz a una persona especial y bailar una y otra vez durante la hora azul.
Es más. ¡Es más, Scorpius!
Es él. Es él.
Sucedió muy rápido.
En el instante en que Chase fue jalado por la misteriosa figura y sus manos se unieron en un paso de dos que aquel chico buscó replicar en su (torpe) compañía, sentí una violenta sacudida en mi interior que me provocó cerrar los ojos y apretarme a mi pareja.
Era galletas de avena y mora azul, frambuesas y zarzamoras, delicadeza y extravagancia.
Al abrir mis ojos, casi quedé cegado ante todo el dorado y el delgado hilo negro envolviendo a ese par.
Chase era rosa amoroso y amarillo optimista.
Él era rojo enérgico y verde en proceso de sanación.
—¿Scorpius? —Me llamó James al verme sin palabras.
—Es él —James no notó a lo que me referí, ajeno a la conexión con Chase y a los colores que pronto inundaron mi alrededor—. ¡Tambor, es él! —Grité en el instante en que retomamos el intento de llegar al frente.
Llegamos. Maldición, llegamos.
Llegamos justo para preguntarnos en qué momento nuestro querido malhumorado se aprendió semejante coreografía tan bien, como para imitarla con la sonrisa más brillante que jamás vimos en él, antes de ese día.
—¡Mareritt! —Oímos un par de gritos.
A un lado de nuestro muchacho, un joven un poco más bajo que él se lucía al son de "Blue Hour" y de los gritos de un par de fanáticos emocionados por haberse topado con el ex patinador de los Maine.
Dalila de los Senderos pasó a ser Mareritt Maine, oficialmente.
Sin evitarlo, me lancé a los brazos de James y exclamamos de alegría al saber que aquel muchacho, más allá de encajar con los Sallow y ser la causante de los extraños sueños de Chase, era su alma gemela.
—¡Encantando de conocerte! —A diferencia de como la imaginé, su voz era grave y áspera, como si acabara de despertarse; sin embargo, su sonrisa fue igual a la de las fotografías de su perfil, reluciente y masculina.
Chase no hizo más que balbucear.
Aren no lo soltó hasta que la siguiente canción comenzó y, con eso, el patinador acabó siendo arrastrado para sacarse un par de fotos. Nosotros salvamos a nuestro amigo y lo sacamos del cúmulo de personas a tirones.
—¡Es él! —Exclamó en el momento en que los demás miembros hicieron acto de presencia.
Todos comprendieron apenas nos vieron a James y a mí sonrientes y a su compañero al borde de un ataque de nervios.
El hilo negro de Chase se redujo a un simple trazo casi invisible y el dorado relució en todo su esplendor, combinando con la alegre aura que cargaba consigo.
Uno más.
Mareritt Sallow.
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