Capítulo 12: Canto de las constelaciones
HIJOS DE LA NOCHE
HIJO DE LAS ESTRELLAS
CAPÍTULO 12: CANTO DE LAS CONSTELACIONES
—Siempre que se estresa, Mareritt comienza a tararear la melodía de "Luz de mi vida" —Aira comenzó, dejando su teléfono sobre el sofá y ocupando sus manos con una taza de té verde. Se refería a la canción que Chase escribió para Dalila.
Desde el momento en que se mudó a Abaddón, tuvo que abandonar sus antiguas redes sociales y cambiar su número telefónico para evitar conflictos con su familia humana. Todos atribuyeron su repentina desaparición a la muerte de las personas que aparecieron en sus últimas fotos de Instagram: Dania y Gerardo, antiguos miembros del clan Lawson. Unos decían que murió con ellos, que lo ocultaron para no hacer más revuelo en la vida de los Maine; otros, que huyó y se escondió para afrontar sola su dolor, como hizo de pequeñita, cuando falleció su papá.
—La música es tanto parte de nuestras vidas, como lo es el patinaje y la danza —prosiguió. Su cabello negro estaba recogido en una coleta mal hecha y tenía una pequeña sonrisa somnolienta—. Meses antes de cada evento, era una aventura escoger la canción de nuestros números. La música siempre ha estado ahí. Más en él que en mí.
» Nunca le importó el idioma, el género, los efectos o los rumores de los artistas. De pequeño, por ejemplo, siempre odió las letras sencillas de las canciones infantiles. En verdad, las aborrecía.
Nadie pareció darse cuenta de la vibración que hubo en el lazo de Chase, una risa silenciosa.
Todos la oíamos con atención, menos Iris, quien pareció divagar en sus pensamientos durante unos cuantos minutos. Me imaginé que estuvo pensando en sus antiguos miembros y en Crystal, era imposible no ver reflejada su rebeldía en los ojos de Aira.
—Su grupo favorito es uno coreano. Se llama TXT —recordó, antes de girarse para ver a Chase—. Hablando de eso, debo educarte estos meses para que conozcas más música del mundo humano... En especial de la coreana, hace tiempo que tuvo su boom en todo América. Podrías tomar algunas influencias de sus canciones, si quieres impresionarlo.
» No me lo tomes a mal, me gusta el rock alternativo y todos los géneros que manejas, pero el K-pop tiene esa onda... Ya sabes, la complejidad y el baile.
—Eres muy... Extremista —susurró mi integrante, enderezándose correctamente—. Y no cambiaré mi estilo de música, al menos no de la nada. Nosotros no bailamos, eso lo hacen los que nos oyen.
—Es una simple recomendación —se encogió de hombros y prosiguió—. Todos piensan que nuestra rivalidad dentro del mundo de competencias no era sana, que siempre estuve celosa de él.
» Hasta cierto punto, tenían un poco de razón. Hubo años en los que me sentí incapaz de alcanzarlo... Que no importaba cuánto me esforzara, él seguiría siendo el "hada del hielo" y yo la simple acompañante. Es mayor, con gracia, belleza...
Por un instante, me transporté a aquellos días en los que me sentí opacado por Iris, su encanto y su inteligencia, y me fue imposible no soltar un pequeño suspiro. James me apretó contra su pecho y rozó la punta de su nariz con mi oreja izquierda para hacerme sonreír.
—Un día descubrí que podía ver eso como una oportunidad de superarme y se convirtió en mi modelo a seguir. Me puse como meta ir superando sus puntuaciones anteriores y hacerlas mías. Creo que mi círculo de fanáticos fueron los únicos atentos a eso —se calló por unos instantes y pareció lamentarse. Para un artista y un deportista, la gente que los sigue es muy importante, en especial si crecieron juntos—. Nuestro antiguo entrenador, Mason Davis, fue uno de los mejores en su trabajo. Lo llegué a ver como un padre.
—Oí que fue un excelente patinador en su época... —YoungSoo murmuró. Ella produjo un sonido afirmativo sin despegar los labios de su taza.
—Él fue fabuloso. Lástima que se casó —nos le quedamos mirando con incredulidad al notar la decepción en su tono. Ella tardó en darse cuenta y una carcajada burbujeó—. No lo digo en ese sentido, no sean tontos. Su esposa es agradable y se merecía a alguien que lo quisiera... Su hijastro, en cambio, se aprovechó de su posición para destacar en el ojo público. Antes de ser un Davis, Lucas no era más que un aficionado para los medios.
Lucas Davis fue el último entrenador que tuvieron ambos primos, el mismo que recibió la demanda por parte de Mareritt tiempo atrás.
—Entre los patinadores lo conocemos como Ceratias. Asher, ex mejor amigo de Mar, le puso ese nombre porque los machos son pequeños y se pegan a la hembra —nadie debatió porque no éramos conocedores de peces—. Se aferró al señor Davis y no lo soltó hasta que logró que dejara el mundo competitivo y se jubilara, dejándole su lugar. Yo duré con él un año; Mareritt, dos.
—¿Por lo menos era bueno en su trabajo? —Hikaru tenía la cabeza de TaeYang sobre su regazo, ya que éste se había despertado para acomodarse porque le comenzó a doler el cuello. Dean acabó con la cabeza en un brazo del sofá y YoungSoo, al haber sido movido de su antiguo lugar, se sentó en el otro brazo.
—Ese imbécil solo quiere fama, quiere todo para él. Es peor que una sanguijuela —nos alertó con el ceño fruncido, a punto de tirar el contenido de su taza—. Consiguió el puesto del señor Davis, tuvo una relación falsa conmigo, me guio a la medalla de oro en mi última competencia, hizo lo mismo con Mareritt y, detrás de las cámaras, se metía con él.
—¿Qué? —Ethan preguntó lo que a todos se nos pasó por la cabeza.
¿Por qué los medios no hablaban de lo obvio?
Cuando llegó a nuestras vidas, creímos que Lucas era peor que un cazafortunas. Para ese entonces, yo tenía diecinueve y nunca me había enamorado de verdad, hasta que lo conocí. No sé qué fue lo que le vi, tal vez su acento chileno o sonrisa socarrona. En un comienzo, fue muy superficial.
—Él es mi hijo —Mason nos lo presentó con mucho orgullo, poco menos de un año antes de abandonar su puesto—. También practica patinaje, hace shows, ¡obras musicales sobre el hielo! Quizá lo llegaron a ver en la última gira que hizo con su antiguo grupo.
Mareritt y yo nos miramos entre nosotros, sin reconocerlo. Su equipo era irrelevante.
—No me da buena espina —me murmuró mientras calentábamos.
Sentíamos su mirada sobre nosotros, haciéndonos sentir asqueados. Siempre nos pareció fácil juzgar a las personas de forma profesional desde nuestra posición y él, a nuestro parecer, era patético.
Para ese punto, habíamos cumplido 19 y 20 años.
—Te está viendo el trasero —señalé en el segundo en que me giré por mis patines.
Mi primo carcajeó, sin creérselo. Nadie se atrevía a tocarlo, ni a verlo de esa forma; más bien, nadie soportaba el intenso azul hielo de sus ojos, cuando los descubría haciendo algo así.
Mareritt Aren Maine Adamsen era, sin duda, el prodigio intocable dentro y fuera de la pista. Para los medios, era "el rey del hielo"; para los espectadores, el "hada del hielo"; para los patinadores, la "pesadilla del hielo".
—Le diré al entrenador que nos está incomodando, no te preocupes —detuvo sus estiramientos para sonreírme y no dudó en ir hacia el señor Davis. Mientras tanto, Lucas guio su vista hacia mí y oculté una mueca en el instante en que lo vi guiñarme un ojo.
Mareritt y yo comenzamos a compartir todo desde mis diez años, cuando mamá y yo nos mudamos con su familia para no estar solas en nuestra antigua casa, tras el fallecimiento de papá. Murió en un altercado en un centro comercial, una tragedia en la que quince personas perdieron la vida y cuatro resultaron heridas.
Estuvimos juntos cuando comenzamos a tener éxito en el patinaje, durante nuestra pubertad, en las dietas complicadas, las clases en casa para pasar más tiempo en la pista; nos aconsejábamos durante nuestros entrenamientos, íbamos juntos de compras, posteábamos en redes sociales juntos y, nuestros mejores recuerdos compartidos, siempre han sido las veces en las que patinábamos rutinas de pareja, siendo yo el hombre y teniendo que alzarlo y hacerlo girar la mayor parte del tiempo.
Yo era la fuerza y el apoyo; él, la elegancia y delicadeza.
Sí, compartimos todo juntos. Incluso nuestro primer romance.
Aun si Lucas nunca fue de nuestro agrado, se hizo un hueco en nuestras monótonas vidas. Comenzó con horas extras de entrenamiento, luego con clases básicas de español para que diéramos algo nuevo que escribir a la prensa y para que nuestra base de fanáticos creciera de manera considerable.
—No comenzaré mi carrera como entrenador con un segundo lugar ni mucho menos —nos dijo. El maldito era guapo cundo nos exigía y lo sabía. Era veneno y nos intoxicó, nos paralizó cada que sentíamos sus manos sobrepasarse sobre la tela de nuestros uniformes—. "El segundo lugar es el primero en perder", ya deben de conocer esa frase, ¿no?
» Ustedes están tan acostumbrados a ganar, a mí no me gusta perder, estamos en la misma sintonía...
¿En qué momento nos permitimos sufrir por un hombre como él? ¿Cuándo caímos en sus juegos? ¿Por qué, siendo tan seguros de nosotros mismos, acabamos con un estúpido, a pesar de las advertencias de nuestros padres? No hizo más que buscar a dos patinadores bien formados por alguien más para robarse el crédito.
Nos atrajo la sensación de hacer algo malo, acostumbrados a estar atados a una rutina impuestos por nosotros mismos. El trato diferente al que recibíamos desde ser nombrados "la realeza intocable del hielo", su arrogancia, su altanería por ser mayor que nosotros y su forma lasciva de mirarnos acabaron hundiéndonos.
Fueron las hormonas, fue la idiotez del momento, fue la falta de contacto con personas de nuestra edad. Fue la experiencia del primer amor, tonto e inexperto, guiado por el cliché de historias del blanco y el negro, del bien y mal.
Inició con él, el pez gordo. Le convenía tenerlo comiendo de su mano, tenerlo de su lado en caso de problemas. Comenzaron una relación oculta de las cámaras.
—Dijo que no puede manchar su imagen saliendo conmigo en público —me contó el Mareritt de casi 21, pese a haber perdido un poco de comunicación por obra de ese tipejo—. Le dije que me parece una tontería —me ganó las palabras— porque yo salí del clóset en... ¿Qué? ¿2016?
No estaba celosa de él; decaída, más bien, al ver que mi primo se llevó, de nuevo, el trofeo.
—Estamos a nada de cambiar de década. La gente te premia por ser gay hoy en día —interrumpí. Él dudó en darme la razón, disgustado—. Supongo que también juega la edad, ¿no? Tiene treinta. De seguro le dio crisis de identidad y orientación sexual o algo así, ¿qué se yo?
—¿Me estás diciendo que me está usando para ver si le gustan los hombres o no?
—No —me apuré a decir, evitando una pelea—. Fue un mal chiste, lo siento.
...
En definitiva, lo de la edad nunca fue algo importante para él.
Después de varios meses de relación con Mareritt, nos contó su gran plan para mantenerla oculta del ojo público: decir que él y yo éramos novios. A ninguno de nosotros dos nos gustó la idea y, de hecho, le dijimos que era un imbécil.
—Eso asegurará mantener la imagen recatada de Aren para la prensa. Les encanta esa vibra de chico inalcanzable que tiene —nunca lo llamó por su primer nombre, alegando que el segundo transmitía más poder—. Por otro lado, a Aira le vendrá bien dejar esa idea de ser la sombra de su primo en las competencias. Me tendrás a mí para eso.
Por supuesto, ni siquiera así dejé de serlo.
La sensación de estar siendo vigilada por ese par de ojos tristes y decepcionados en cada entrevista y sesión de fotografías era demasiado; Mar nunca quiso dejar el estúpido plan, aun si yo se lo ofrecí muchas veces.
A mí tampoco me sentó nada bien, era doloroso fingir una relación frente a las cámaras con la persona que me gustaba y, peor aún, ser yo quien tuvo que recibir la oleada de odio por "haberme metido con mi entrenador para conseguir mejores piezas".
Mareritt y yo comenzamos a desarrollar estrés y ansiedad, más de la que llegamos a manejar en el pasado. Mantenerse en el puesto número uno, tras tanto, daba un peso extra a nuestros hombros. Los espectadores querían más de nosotros, querían exprimirnos y hacernos sus marionetas.
No éramos cantantes, no éramos actores; no obstante, las críticas se volvieron parte de nuestro día a día en cuestión de meses. Él llegó a adelgazar demasiado por eso y yo, por mi parte, me hería un pulgar para descargar los ataques de angustia por las que comencé a atravesar semanas antes de mi última competencia.
Ya no podía más.
No podía "amar de manera libre" a Lucas, mientras Mareritt sufría en silencio.
Ninguno lo tenía por completo. Los dos teníamos migajas, un amor a medias e injusto.
—Dejaré el patinaje —le avisé a mi familia—. Ya no puedo con esto. Es demasiado para mí. Quiero descansar... Tal vez, luego regrese. Me tomaré un descanso.
Fue una mentira, por supuesto. Todos sabíamos que no lo haría: si me marchaba, alguien más tomaría mi lugar y se volvería la nueva "princesa".
—Me dejarás —la voz de Mareritt, más que molesta, se oyó quebrada por el dolor.
Sí, lo estaba dejando. Lo dejaba sin nadie que lo entendiera como yo, en ese imperio que nos acompañó por tanto tiempo y que se comenzó a caer a pedazos por haber permitido que fuese gobernado por alguien más.
Intoxicó el recuerdo de todo lo que fue nuestro.
—No puedo seguir —le dije al subir a su habitación. Era grande, bien ordenada y con aroma frutal—. Tal vez soportaría un año más, máximo dos, ¿pero a qué costo? No me siento yo, Mareritt. No desde que llegó Lucas a nuestras vidas.
» ¡Aceptamos ser su pareja los dos! ¡Y lo sabemos! Te pone los cuernos conmigo y, si alguien sabe lo de ustedes, ¡entonces pensarán que ustedes me los ponen a mí!
» Tú no entiendes lo que es recibir los mensajes de odio que me llegan desde haber aceptado su plan. Incluso si los sigo ignorando, ya estoy harta.
Él siempre me defendió del odio que comencé a recibir. Los aficionados del patinaje aplaudieron su madurez y lo mantuvieron en su pedestal, mientras que a mí me bajaron del mío y crearon rumores sobre mi rivalidad "insana" contra él, como si me conocieran. Como si nos conocieran.
—Estoy tan rota como tú —eso hizo que me mirara, por fin, con sus ojos cristalizados y sus labios temblorosos—. Ven conmigo —le pedí, tirando de su brazo para abrazarlo—. Siempre hemos sido nosotros dos. Mis tíos y mamá lo entenderán. Mudémonos a Texas, siempre te ha gustado la asquerosa gastronomía Tex-Mex.
—No tengo nada más que esto —me susurró en el momento en que ejercí un poco más de presión en nuestra unión—. El patinaje es lo que me define, Aira. Es lo que ha estado en mi vida todo este tiempo. Sin él, no soy nada. La gente espera cosas grandes de mí, no quiero que piensen que soy un cobarde.
» No estoy satisfecho con lo que he logrado, quiero más. Necesito más.
—Hemos mantenido los mejores puntajes desde los trece, ¿qué más necesitas? —Le pregunté con miedo a que se detuviera hasta que fuera demasiado tarde—. ¡Mírate! Tienes tanto dinero que puedes administrarlo hasta que pienses en lo que quieres estudiar. Siempre te gustó la medicina deportiva...
Todavía no entiendo su constante necesidad de aprobación pública.
—¡Necesito más! —Se apartó de mí y guardó una distancia considerable. Me pregunté cuándo dejó de sonreír y por qué ninguno de sus supuestos fanáticos lo habían notado—. ¿Te quieres ir? ¿Quieres darte por vencida y marcharte? ¡Hazlo, Aira! Solo sabes hacer eso, huir.
Me tragué las ganas de golpearlo (debía de mantener su cara bonita, si planeaba seguir con toda esa mentira) y alcé las manos en son de paz, dándome por vencida. Dejé caer mis brazos y me dirigí hacia la puerta, agotada de esa pelea y de las inmensas ganas de llorar que no me percaté que tenía ocultas en medio de esa desesperación. Hoy en día, sé que debí insistir más.
Me sentí herida, maltratada por la persona que más he querido.
Separarme de él era perder una parte de mí.
—Mareritt —produjo un berreo como respuesta—, sabes que hago lo mejor. Lo único que sabe hacer es mover los hilos a su conveniencia y no soportaré verte como su títere. ¿Hasta cuándo le pondrás un alto? ¿Hasta cuándo dirás "nunca más"?
—Aira...
—No permitas más que entre en tu cabeza, no permitas que nadie lo haga.
No tuvo el valor de responderme, así que salí para concluir con mi trabajo de forma oficial.
Hice un comunicado, a través de mis redes sociales, en las que informé de mi salida del patinaje competitivo y de mi repentina ruptura con Lucas. Recibí un par de mensajes molestos por parte del entrenador y comentarios pasivo-agresivos en todas mis publicaciones, mientras me informaba de departamentos amueblados en alguna ciudad de Texas.
Lejos, muy lejos de todos.
Sí, tal vez estaba huyendo, tal vez siempre lo hacía. Después de todo, hasta mis propios seguidores supusieron que hice eso, tras la muerte de Gerardo y Dania. Ni siquiera parecieron sorprenderse.
...
En mi nuevo hogar, a pesar de haber mejorado todo para mí, aún había angustia en mi día a día. Cada mañana, cuando terminaba mi rutina de ejercicio, mi primo y yo hablábamos por llamada o por mensajes y fui consciente de cómo su chispa se fue apagando, hasta quedar como un simple muñeco al poder de Davis.
Mareritt tardó poco más del año en salir de todo eso.
—Me estoy volviendo loco —me contó por teléfono, al haber acabado su rutina—. Lo vi, Aira. Lo vi cerca de Asher —la segunda persona más cercana a él—. Los vi tan cerca... Seguro que respiró su horrible aliento de brócoli —estaba traumado con el recuerdo de un beso que tuvo con Lucas y que supo a la asquerosa crema de brócoli que hacía la señora Davis—. ¡Y Asher, mierda!
—Termínalo —mi respuesta fue tan rápida que nos hizo reír. Era más fácil decirlo que hacerlo.
Éramos los primos Maine, nuestras ganas de conseguir lo que queríamos eran grandes. Si yo hubiera estado en su posición, no lo habría soltado.
Lucas era nuestro trofeo. Nuestro maldito trofeo estropeado.
—No lo quiero soltar. Ya viví demasiado por su culpa, lo mínimo que debe de ofrecerme es fidelidad —ni siquiera se la dio cuando comenzaron su relación y él tenía la esperanza de recibir algo bueno de él—. Me ha robado tanto, me siento tan vacío... Por eso me niego a darle el gusto de dejarme. Si me hundió en esto, lo hundiré conmigo.
—No puedes tener todo siempre, primo —ni yo me creí—. Habla con él antes de que todo esto escale a peor... ¡Podrías buscar un nuevo entrenador!
—Me acostumbré tanto a esta mierda que no sé cómo salir —la naturalidad en sus palabras me hirió—. Estoy tan cansado y dolido. ¡Ni siquiera sabe qué es un "no"! No sabes las veces en las que ha intentado llevarme a la cama y ya le he dicho que no estoy listo. Todo eso... No me interesa —se quedó callado unos instantes y luego soltó un quejido—. Bueno, no con él. Es decir, sabes que ni yo me entiendo.
—Cuando conozcas a tu persona ideal, cogerán como conejos... —recordar eso, sabiendo que Chase podría ser su alma gemela, me incomoda ahora—. Y si no, también está bien. Tal vez eres... Eh... ¿Demisexual?
Nuestra plática se vio interrumpida con el grito de mamá para que le pasara el teléfono y pudiera hablar conmigo. Se despidió de mí, no del todo contento. Desde nuestra pelea, y en especial desde que me mudé, se le notaba con más necesidad de buscar una forma de conectarse a mí. Yo hacía lo mismo.
Lo necesitaba tanto como ahora lo hago.
Mareritt me hizo caso e intentó hablar con él sobre el rumbo que comenzó a tomar su relación los últimos meses y que, si seguía de esa forma, terminarían. No hubo gritos, ni golpes, únicamente una sonora carcajada por parte de Davis. Él sabía que ninguno le daría fin a su relación. Uno por orgullo, otro por estabilidad.
Las cosas empeoraron en su última competencia, días después de aquel encuentro. Tenía tantas cosas en la cabeza y había estado comiendo tan mal que, en medio de un salto, acabó por caer mal sobre sus pies.
El hielo lo hizo patinar e irse de espaldas, recibiendo un fuerte golpe en la nuca que lo dejó inconsciente por un par de minutos. Según mamá y los tíos, no fue nada grave; sin embargo, tuvieron que llevarlo al hospital y abandonaron la competencia.
Mareritt me habló de una voz que llegó a escuchar durante el camino a la sala de emergencias.
—Si te digo que no estoy pensando en ti, ¿vendrás a salvarme? —Me cantó cuando llegó a casa y pudo procesar lo que pasó durante las últimas horas—. Tan increíble, quédate conmigo. Eres mi canción para dormir.
—No hay duda —dije—. Oíste a Dios con tremendo golpe —lo oí reír y, luego, quejarse—. ¿Estás seguro de estar bien? Puedo tomar un avión para verte...
—Ya tengo suficiente de esto, Aira —me soltó, interrumpiéndome—. A la mierda mi coraje de no recibir nada bueno a cambio de todo lo que di. Si me quedo con él, me irá peor. Este golpe me hizo darme cuenta de las cosas que he estado dejando pasar —no le dije que me pareció sorprendente cómo eso fue lo que le ajustó las ideas. Se lo merecía, hasta cierto punto—. Dejaré de patinar y me centraré en mí.
—Espera, ¿qué? ¿Estás seguro? Es decir... ¿Esta fue tu última competencia? —Me dijo que sí y yo me sorprendí. La mayoría de los deportistas solían irse después de un gran triunfo, como yo—. ¿Y lo dejarás para siempre?
—No lo sé.
Incluso hoy me pregunto si seremos capaces de dejarlo algún día. Aun si tomamos todos los descansos del mundo, el patinaje forma una parte importante de nosotros, tanto como el baile lo hizo para Hayden, Aylan, Scorpius y YoungSoo.
—Cuando fue a su departamento para contarle sobre su decisión y terminarlo, sucedió el intento de violación —Aira detuvo el relato unos instantes y la vi apretar los labios—. Logró escapar porque mis tíos lo estaban esperando en el lobby y les dijo que, en caso de no regresar en diez minutos, subieran por él. Mi tío subió y lo encontró encima suyo en el sofá de la sala, así que le dio un puñetazo y... —Tomó aire, negándose a recordar semejante momento—. Claro, eso no ayudó a que Mareritt se sintiera mejor consigo mismo. Estaba enojado por haber actuado tan tarde.
» Quizá, hubiera podido ahorrarse el mal recuerdo, si no se hubiera encaprichado en arrastrar con él a Lucas. Quería recuperar su corona, su dignidad.
—Nadie le creyó —Iris murmuró.
Aira negó.
—El idiota de Davis tuvo suficientes años para ganarse la confianza de los medios y la demanda falló en contra de Mar por falta de pruebas. Según el juez, las marcas que le dejó pudieron haber sido hechas por cualquiera... Y que tuvieron suerte por no haber recibido una denuncia por parte de Lucas por el golpe. Mason y su esposa se disculparon por su hijo, como si eso fuese suficiente.
Un proceso, sin duda, angustiante. Aylan y yo no volvimos a ver a nuestros atacantes; Aren, aún tenía la mala suerte de verlo en televisión, redes y círculo social.
—Me imagino que, por esas fechas en que sucedió la demanda, también conociste a Crystal, ¿no? Por lo que nos contaste cuando llegaste —quise saber.
Asintió a la par que todos intentábamos asimilar la información.
—Cuando lo vi en televisión, actuando con tanta normalidad, no pude detener las ganas de llorar por el enojo —confesó sin pelos en la lengua, como hizo en todo el relato—. Lo aborrezco tanto que pensar su nombre me da ganas de vomitar.
» Por eso me hace feliz que Chase puede ser su alma gemela, porque he podido conocerlo antes para saber que no le hará algo así. Incluso si no son destinados, si está presente en sus sueños, deben tener algo especial.
Al descubrir en esa anécdota, Chase se avergonzó al aceptar que estaba exagerando y que, a lo mejor, no era tan malo tener un poco de fe en que Mar fuese la reencarnación de Dalila.
—Supongo —murmuró, inquieto por tener los grandes ojos de Aira mirándolo de manera atenta. La muchacha volvió a asentir—. No soy un psicólogo, si es lo que necesita... Es decir, puedo brindarle apoyo y compañía, claro. Todo lo que quiera, sí.
—La última vez que hablé con ellos, lucía mucho mejor —se puso de pie para dejar su taza, ahora vacía, en la cocina—. Quiero decir, desde su "ajuste de ideas", comprendió que no era su culpa. Fue a terapia para tratarse y recibir consejos de profesionales.
» Aparte, no necesito verlo a los ojos para confirmar que el descanso del patinaje le está sentando muy bien. Es muy fuerte y esto le ayudará a volver a ser el hombre que era antes, o a ser mucho mejor.
» Lo que debe de estarlo molestando es que Lucas y Asher no han tenido su merecido. Espero que no haga nada estúpido... Ni tú, en caso de ser ciertas nuestras sospechas.
—¿Por qué siempre esperan lo peor de mí? —Se quejó.
"Porque eres un león muy astuto e impulsivo", quise decir.
—No me quiero hacer ideas, ni que ustedes se las hagan, pero siento que congeniarían a la perfección... O, a lo mejor, quiero servir como hada madrina —pensó en voz alta y la oímos tararear la canción que su primo le contó que oyó tras su accidente. Una vez más, era una de Chase—. Todos los Sallow son parejas disparejas que se complementan, son el Sol y la Luna; aun así, Mareritt y chefcito sería un canto de las constelaciones, un sueño. La Luna y las estrellas.
—¿No quieres escribirle una canción a Midnight Pleasure? —YoungSoo la hizo carcajear. Regresó con nosotros a los segundos, con las manos semihúmedas—. Oyendo su historia, ustedes no son tan diferentes a Iris y Scorpius, incluso a Finn y a mí... Es sorprendente cómo el destino nos une.
—¿Lo dices por nuestra relación y porque veíamos a Lucas como un trofeo? —No pareció dudarlo ni un segundo, pues asintió con una sonrisa un poco desanimada—. La diferencia es que Finn y tú se fijaron en personas que aportaban en sus vidas; nosotros, no.
» Lo único que aprendimos fue que los hombres pueden ser una gran mierda... Sin ofender, es la costumbre. Ustedes son gente finísima.
La mayoría éramos hombres.
James pareció haberse quedado en medio de un mar de ideas, puesto que no pareció atento a nuestros comentarios y aportaciones. Me volví a recargar en su pecho y apoyé la cabeza en su hombro para estar cerca de su oreja y soplarle. Se removió con una risita.
—¿Todo bien, Tambor?
—Claro, Bambi —mi curiosidad no se vio saciada y se encogió de hombros—. Me preguntaba la razón por la cual todavía no sientes el lazo del aroma que percibes. No es como Donovan e Iris, ¿sabes? No hubo tantas señales con ellos, como las hay ahora. ¿Será porque es una reencarnación de un demonio?
Hasta ese momento, nadie se presentó como un demonio en su vida pasada, aparte de Karlav.
—Ya pensaremos en esas cosas cuando acabemos nuestros pendientes —tranquilicé, habiendo ya procesado que, si fuera de vida o muerte, el lazo dorado ya habría hecho de las suyas—. Estos días tenemos mucho por hacer. Hay tiempo, amor.
Era trabajo de Chase y su alma gemela encontrarse.
—Estando aquí —Ethan habló con cuidado de no usar las palabras incorrectas—, ¿aún te sientes como la sombra o la segunda de alguien?
—Seré la segunda de Crystal —le recordó con una sonrisa— y tú también lo eres, igual que James y Finn. Comprendí que no es malo ser el segundo en algo.
» Mar es otro caso. Como dije, se volvió mi ejemplo a seguir. Toda luz necesita de una sombra. Es trabajo en equipo.
Su forma de ver la situación me hizo sonreír. Podía afirmar que Mareritt buscó ser algo así para ella, a su manera. La vida era dar y recibir, después de todo.
—Antes de escuchar tus quejas, acerca de tu dolor de culo y no sé qué —al notar que Chase se puso de pie para estirar las piernas, me apuré en hablar—, falta un relato.
—Con todo esto, ahora sí quiero dormir. Tengo muchas preguntas.
No dudé en que descubriría mucho del muchacho de sus sueños apenas pusiera la cabeza contra la almohada.
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