22. Confesiones
La última luna la vio sólo un recién nacido, con ojos negros, profundos, redondos y no lloraba, con grandes alas tomó la luna entre sus manos 🎶
* * *
La tercer semana iba avanzando. Magnus y Alec felices, ansiosos, nerviosos, temerosos... Faltaba menos de una semana para Luna llena y entonces se encontrarían.
Sin sueños. Sin lagunas. Sin olvidos.
Se encontrarían de verdad. Frente a frente. Despiertos. No sólo a voces. Se verían. Podrían tocarse si querían. Verse a los ojos mientras hablaban...
...hablar del futuro tal vez.
De su hijo.
De las posibilidades.
Para Alec sería la primera vez que lo viera. A Él.
Para Magnus...sería la primera vez que podría disfrutar de verdad del tiempo con su Alexander. Que no tendría que preocuparse por contar los segundos a su lado. Que podría pasar la noche con él, él despierto, y no sólo a su lado mientras dormía.
* * *
Por alguna razón, Alec se guardó sus pláticas como un secreto. No supo realmente por qué, pero no le contó a Esperanza de ello.
Las noches eran sólo de ellos dos. Sólo Él y Alec.
Aunque ella lo notó. Alec irradiaba felicidad, casi tanto como cuando hablaba de ser padre.
Catarina prefirió dejar el tema, por el momento. Magnus se veía tan feliz y positivo.
Y, después de todo, tal vez hubiera una posibilidad...
* * *
-Hola -Alec seguía saliendo al balcón. Sentía la luz de la Luna en su piel, el cosquilleo en su vientre, la felicidad de su hijo, y sonreía con timidez levantando su mirada.
Ya se había acostumbrado al parpadeo de oro y plata. Y al tintineo de la voz de Magnus: -Hola, mi Alexander -nunca corrigió ese posesivo, si el supiera su nombre también lo llamaría suyo-, ¿cómo estuvo tu día?
-Bien. Como siempre...
-Nunca te he preguntado. ¿Estás solo? ¿Hay alguien contigo? ¿Que te cuide? -Magnus ignoró la punzada en su pecho. Los dioses no sentían celos.
No.
-Eh...sí... Algo así... Esperanza, ella está aquí durante el día, conmigo...
Alec podría jugar que su voz cambió con la siguiente pregunta: -¿Y qué hay de las noches?
Las mejillas pálidas de Alec enrojecieron, pero no apartó la vista de la Luna que iba llenándose poco a poco: -En las noches te tengo a ti.
-... -Magnus no supo qué contestar a eso. Era hermoso saber que Alexander contaba con él.
-¿Y tú? -Alec, en cambio, no ignoró los celos burbujeando en su interior-. ¿Tú tienes...eh...los dioses tienen a alguien?
-Algunos -aceptó Magnus-, algunas veces toman a alguien por un tiempo. Otros tienen a alguien para siempre...
-¿Y tú? ¿Tú tienes...?
Magnus le regresó sus palabras: -A ti. Te tengo, Alexander. No ha habido nadie antes de ti.
CONTINUARÁ...
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