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Dos.

Bra despertó a las diez de la mañana. Extraño, pero cierto. La cita con Vados la había traumado o algo.

Terminó de cepillarse los dientes y notó que no había ruido en la casa, lo que enrareció aún más la situación. A esas horas debería escucharse la televisión en el cuarto de Vegeta. Fue ahí y no lo encontró.

Empezó a caminar por toda la sala de estar llamándolo de diversas formas, a ver si respondía.

—¡Papá! ¡Papi! ¡Pá! ¡Jefe!—aún así, la casa seguía en silencio—. ¡Padre de Bra! ¡Ex-esposo de Bulma Brief! ¡Amante del tío Gok..! Bueno, suficiente.—se interrumpió a sí misma. Luego se dirigió a la cocina a buscar algo de comer—. Tal vez me abandonó, y yo aquí tan tranquila.

Sus pensamientos cesaron cuando posó su mirada en el refrigerador. Había una nota adhesiva.

"Tuve una reunión en el trabajo. Llegaré a las diez y media. Las tostadas que están en la mesa son tuyas. Claro, si te despiertas al mediodía todo esto es inútil."

—Ya verás que sí me levanté temprano... Fue suerte, pero no importa.

Ambos habían hecho una apuesta hace unos días. Si Bra lograba despertarse antes del mediodía el sábado, Vegeta tendría que dormir en el cuarto de su hija por una semana y ella en el de él. La razón era simple: el colchón era mucho más cómodo.

Desechó el papelito color azul y se sirvió un vaso de leche. Fue al comedor, encendió la televisión y se sentó a desayunar.

Las tostadas tenían mermelada de arándanos; justo como le gustaba. Su padre lo había pensado bien.

El teléfono de la casa sonó una vez terminó de comer y lavar los platos. Corrió hacia el aparato y contestó.

—¿Hola?

—Hola, enana.—sonrió. No le hizo falta preguntar quién era.

—Ah. ¿Qué pasa, calzoncillos?

—¿Vendrán en la noche?

—Papá dijo que sí. Por cierto, ¿por qué llamas a la casa y no a mi celular?

—Lo hice.

—Rayos, creo que lo silencié otra vez.

—También llamé a papá, pero tiene el celular apagado.

—Está en una reunión del trabajo. Debe de venir en...—la puerta se abrió, dejando ver que era él.—Olvídalo, ya está aquí. Como sea, te veo en la noche.

—Claro. Adiós, brasier.

—Nos vemos, lilita.

Cortó la llamada y puso el teléfono en su lugar. Luego se dirigió a su padre.

—Vaya, hola. Creí que me habías abandonado.

—No inventes.—se quitó su abrigo y lo colgó en el respaldo de la silla del comedor.—Y yo creí que no despertarías temprano.

—Bueno, aquí estoy. Gané la apuesta.

Soltó un quejido—. Pensé que lo ibas a olvidar.

—No importa, porque ya está hecho. Tendré tu habitación por una semana.—sonrió satisfecha.

Vegeta bufó—. ¿No aceptas un colchón nuevo?

—Patrañas.

—Qué insecta.

—Lo sé.—lo dijo tan divamente que su padre se asustó.—Soy fabulosa, ¿verdad? Bueno, en realidad no... Pero sí, pero no al mismo tiempo. Rayos. Debería dejar de fracasar, pero me da flojera.

—En fin.—le restó importancia. Bra siempre era algo indecisa—. Tengo que aceptarlo. El cuarto es tuyo.

—¡Sí!

—Pero no ensucies nada.

—Ay, tranquilo. ¿Qué puede pasar? ¿Que encuentre cosas indecentes?

—No puedo creer que pienses eso.

—Créelo.

—Aunque tampoco me sorprende. Siempre eres así.

—¿Te suena familiar?

Vegeta puso los ojos en blanco—. ¿Y quién llamó?

—Era Trunks. Me preguntó si es que iríamos a verlo en la noche. Le dije que sí y ya. Por cierto, también te marcó a ti.

—Me hicieron apagar el teléfono en la reunión.

—Lo supuse, así que se lo dije. Como sea, voy a ducharme, hacer los deberes y esas cosas, ya sabes.—se fue alejando.

—Eh, Bra.—la detuvo. Ella volteó.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué no eres así con Bulma?

—¿"Así"?

—Sabes de lo que hablo.

Se quedó pensativa un momento, hasta que reaccionó.

—Oh.—suspiró—. Bueno, papá... Tú sabes que la quiero y aprecio mucho, pero...

—¿Pero...?

—La confianza.

Vegeta solo la miró sin expresión alguna. No se sorprendía. De hecho, veía venir esa respuesta, así que no entendía bien por qué le había preguntado eso.

Tal vez solo quería escucharlo de ella y sentirse orgulloso de sí mismo sabiendo que estaba haciendo las cosas bien.

—Supongo que tienes razón.—respondió finalmente.

—Bueno, insecto.—imitó ella, luego rió—. Iré a hacer lo que te dije.

Cuando ya había desaparecido por el pasadizo, Vegeta no pudo evitar sonreír.

Esa mocosa de catorce años era una de las mejores cosas que le pasaron.

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