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Cinco.

—¿Estarás callada todo el día?

No le respondió a su padre. Solo siguió desayunando. Él estaba sentado frente a ella, comiendo también.

—Yo soy el que debería estar enojado. Me apaleaste con una almohada.—la menor siguió con el mismo comportamiento—. Oye, te estoy hablando.

Bueno, se estaba poniendo serio.

—Qué.—tenía el ceño levemente fruncido y miel en sus labios, proveniente de los panqueques que comía. Vegeta no se la podía tomar en serio viéndola de esa forma y no quería burlarse en su cara, así que le extendió una servilleta.

—Toma.

Se cruzó de brazos y no la recibió. Caprichosa.

Su padre gruñó y la limpió él mismo.

—Habla ya.—dejó el papel a un lado—. Le puse miel y mermelada de arándanos a tus panqueques, así que deja de andar de sabandija. Ya te pareces a Kakarotto.

—Me regresaste a mi cama en la madrugada. Me traicionaste.

—Tu cama es horrible—y pensar que él la había comprado—, no iba a aguantar toda la noche ahí.

—Tú no quisiste comprar un colchón nuevo.

—¡Estaban muy caros ese día!

—Cara esta.—hizo un gesto en su entrepierna que simulaba ser un miembro masculino.

Puso los ojos en blanco—. Como sea, lo pensé ayer, y decidí comprar uno hoy. Creí que en la mañana sería bueno, pero había olvidado que iríamos al gimnasio con Kakarotto, así que lo compraremos en la tarde.

—Bueno, si es así entonces ya no estoy enojada.—regresó su expresión a la normalidad y se levantó de la mesa.—Gracias por el desayuno... Y por ponerle mermelada a mis panqueques.

—Ah, claro. En fin, ve a cambiarte. Nos vamos en... Bah, no importa. Kakarotto siempre llega tarde. Demórate si quieres.

—Me veré tan genial que les dolerán los ojos. Soy fabulosa.

—Como digas.

Al final salió vistiendo como siempre. Le dio pereza verse maravillosa. Era un gimnasio, y no había nadie a quien realmente quisiera impresionar.

Vegeta se sintió estafado. De verdad creyó que se esforzaría y se tardaría mucho.

—Pero... Te ves igual.—le alegraba tener la libertad de ser sincero con su hija acerca de su ropa. Ella siempre le pedía que le dé una honesta opinión de cómo se veía, así que no había problema.

—No lo entiendes. Guardaré mis mejores prendas para la ocasión adecuada. Así los demás se sorprenderán y dirán "¿desde cuando Bra se viste tan bien?". Allí es donde entro yo, respondiendo que siempre fue así, pero que solo me estaba reservando.

—Lo pensaste mucho, ¿cierto?

—Por supuesto.

—En fin, vamos.—cargó su maleta deportiva y salieron.

Cuando ya se encontraban dentro del auto y en medio de la carretera, Bra le subió repentinamente el volumen a la radio, provocándole un susto a su padre, quién no estuvo atento a eso ya que miraba el tiempo que faltaba para que el semáforo cambiara a verde.

—Mierda.—reaccionó y regresó el volumen a la normalidad—. Al menos avisa.

—Bah, no es para tanto.

—Sé que te gusta el metal agresivo y...—ella lo miró incrédula—. Bien, nos gusta.—corrigió—. Pero no quiero una multa por hacer tanto ruido. En algunos distritos está prohibido.

—¿Entonces qué? ¿Pongo canciones cristianas?

—Bueno, tampoco te excedas.

—En fin. Con el dolor de mi corazón, cambiaré de estación... O mejor aún, conectaré tu celular a la radio.

—Como quieras.—volvió a poner en marcha el auto.

Después de conectarlo se dispuso a desbloquear el teléfono.

—¿Cambiaste la contraseña?—preguntó antes de escribirla.

—No. Es...

—Ah, entonces bien.—ella la puso, y para sorpresa de su padre, logró desbloquearlo.

—¿Qué? ¿Cómo te la sabes?

—Es mi cumpleaños combinado con el de Trunks, duh.

Se sonrojó—. Bueno, entonces exijo saber la tuya.

—Jamás.

—Igual me enteraré.

—Ya veremos.—entró a la aplicación de música y fue bajando en la lista—. Bien... Normalmente no reconozco la música por los nombres, así que pondré una de la que esté segura.

—Adivino: es Californication.

—Ajá.—la seleccionó—. Es buena y ambos sabemos la letra.

—Ah, mi padre la ponía cuando era niño. Me siento viejo.

Siempre habían tenido una obsesión con elegir bien la música que escuchaban en el auto. En realidad no tenían un gusto fijo, ya que siempre buscaban nuevas canciones o les empezaba a gustar un nuevo género. Tanto era así que tal vez la próxima semana estarían escuchando la banda sonora de Jorge el curioso o algo parecido. Variar era su especialidad.

—¿Recuerdas la cumbia del marcianito?—le preguntó Vegeta.

—Psh, quién no.

—Bueno, en la universidad tenía un compañero llamado Jiren... Y la canción me hace recordar a él.

—Aw, ¿se llevaban bien?

—No, lo odio. Ojalá nunca haya encontrado trabajo y se muera.

—Ay, papá.

—Lo mismo con sus amigos Toppo y Dyspo. Espero que se metan su obsesión por la justicia por el culo y se maten.

—Pobres hombres.

—Eran tan insoportables que hasta Kakarotto los odió, así que no es solo cosa mía.—se excusó Vegeta.

—Como sea, ya no los volverán a ver.

—Espero.—si se reencontraban, llamaría a Goku y los asesinarían juntos. Bueno, no, pero no les molestaría hacerles un poco de daño. Al menos algo que los tuviera hospitalizados por un año.

—Por cierto, apenas me doy cuenta de que estás usando mi sudadera.—dijo Bra. Era una color verde oscuro.

—¿Tu sudadera? Es mía.—reclamó su padre—. Aunque la uses para dormir sigue siendo mía. Lo mismo pasa con mis camisetas. Debería comprarte una pijama.

—¡Pero tu ropa es más cómoda! Es ancha y no ajustada.

—Son tallas normales, solo que tú lo sientes así porque eres más pequeña. En fin—se estacionó—, baja.

Ambos salieron del auto, y al entrar al local se percataron de que Goku y Pan ya estaban ahí. Vegeta iba a preguntar por qué es que llegó antes, hasta que la nieta de su amigo habló.

—No llegamos temprano, apenas venimos. Así que no se sorprendan.—dijo mientras estaba apoyada en la pared. Su abuelo estaba al lado de ella sosteniendo su maleta deportiva.

—Rayos, Pan. Lo arruinaste.—hizo un puchero.

—Tú eres el que pide diez minutos más para dormir y al final despierta media hora después.

—En fin.—dijo el mayor de todos—. Vamos, Kakarotto. Mueve el trasero.

Subieron al segundo piso—. ¿Tienes algún problema con mi trasero?—bromeó.

—No quisiera.

Las dos menores dejaron de lado lo que escucharon. Ellos siempre se trataban así.

—Eh—llamó la peliazul—. Ayer descubrí cosas interesantes.—dijo en voz baja.

—¿En serio? ¿Cómo qué?—preguntó la pelinegra.

—Te digo luego.—señaló a sus dos acompañantes. Pan comprendió.

Se dirigieron a una banca. Goku y Vegeta se quitaron sus abrigos y dejaron sus cosas en el mismo lugar que ellas.

—Siempre que venimos nos tratan de perchero. Me duelen.—dijo Pan.

—Es que no queremos que nos roben.—respondió su abuelo—. Nos vemos.—sonrió.

—Eh, Kakarotto. Después del calentamiento veremos quién puede usar la caminadora más rápido.—dijo desafiante.

—Claro. Ya quiero verte caer.—rió.

—¿Qué dijiste, sabandija?—habló con enojo. Goku se largó—. ¡Vuelve aquí, idiota!—cuestionable, porque fue detrás de él.

—Se esforzarán mucho hoy.—Bra los vio entrar a un cuarto lleno de máquinas de ejercicio y objetos relacionados. Se podía ver el interior ya que las paredes eran de vidrio. Qué bien, podrían burlarse de ambos si hacían alguna tontería o empezaban a pelear.

—La última vez que pasó esto mi abuelito terminó con dolores musculares... Pobres.

—Mi papá también. Yo tuve que ayudarlo a hacer varias cosas porque él no podía moverse. Los odio.

—Lo mismo me pasó, aunque mi abuelita me ayudó. En fin, ¿qué encontraste ayer?

—Para empezar, tuve un sueño donde mis padres daban indicios de volver, pero bueno.

—¿Le contaste a Vegeta?

—Tuve que hacerlo. Estábamos en el auto y me levanté gritando.

—¿Trauma?

—Un poco. Supongo que fue por eso que hablamos del tema en el auto y también en casa. Jugamos a hacernos preguntas y le hice una sobre eso.

—Y... ¿la respuesta? ¿La misma de siempre?

—Exacto.

—Entonces creo que de verdad no lo sabe. Lleva mil años confundido, y lo mismo va para Bulma.

—Si lo que pasó en el sueño hubiera sido verdad, yo pensaría que sí. Pero ese no es el caso. Lo único que es cierto es que...

—¿Coger y asesinarse?—interrumpió.

—Sí.

—Creíble. Todos saben eso, al parecer.

—Cierto, papá me preguntó si es que tú y yo éramos lesbianas.—rieron—. Le dije que solo bromeábamos.

—¿"Bromeábamos"? Me indignas. ¡Creí que teníamos algo serio!

—Obviamente era una mentira. ¿Aún te casarás conmigo?

—Por supuesto.

Bra rió—. Qué gays.

—Trunks y Goten son peores.

—Ah, sí. Papá también me preguntó sobre ellos. Le respondí lo mismo.

—Mentiras. ¿Has visto sus fondos de pantalla?

—Siempre son fotos donde salen juntos. Hasta su foto de perfil de WhatsApp es así.—ahora que Bra lo pensaba con claridad, muy pocas veces había visto un fondo de pantalla de Trunks donde no saliera Goten o viceversa—. Regresando al tema, ¿recuerdas la apuesta que tenía con mi papá?

—Ajá. Me dijiste que la ganaste. ¿La cumplieron?

—No realmente, luego te explico. El punto es que mientras estaba en su habitación me puse a husmear entre sus cosas.

—Encontraste condones, ¿verdad?—supuso.

—Eso pensaba yo, pero no. De todas formas no me sorprende mucho... En su lugar vi el papel higiénico al lado de su computadora.

—Entonces se paje...

—Todos, creo.—interrumpió—. Más aún si no tiene a nadie con quien hacerlo, qué triste. Pero bueno, vi en unos cajones y encontré fotos. La mayoría viejas. Habían tres donde salía Gohan, por si te interesa. En una cargaba a Trunks y en la otra a mí. La última fue cuando nos tomamos una foto grupal.

—Pásame las fotos. Quiero ver a papá cuando era un feto.

—Si puedo infiltrarme otra vez te las mandaré.

—¿Le tomarás una foto a la foto?

—Lo hice ayer porque la foto me encantó.—rió levemente y sacó su teléfono—. Mira.

La observó—. Vaya. Tu papá y mi abuelito abrazados y sonriendo después de graduarse de la universidad... Ay, qué hermoso sentimiento. Mándamela.

—Seguro.—hizo algunos toques en la pantalla y lo logró—. Listo.

—¿Viste algo más?

—Las mismas fotos de Gohan pero con otras personas cargándonos a mí y a Trunks. Ah, y una de mamá y papá dándose un beso en un restaurante caro, creo.

—¿Por qué lo dices?

—El fondo y su ropa. Eran sus años dorados, supongo. Claro, si es que alguna vez existieron. A lo mejor meses.

—¿Alguna vez terminaron y luego volvieron?

—Sí. Varias veces.

—¿Subidas y decadencias?

—Siempre. Una vez, mi papá me dijo que ellos nunca tuvieron un punto medio. Cuando las cosas les iban bien, les iban excelente. Pero cuando iban mal, eran pésimas. Si te soy sincera, lo llamaría un fracaso a medias.

—Bueno, Bra... Al menos esto no es algo que te afecte tanto a ti y a Trunks.

—Nuestros padres se esforzaron mucho al explicarnos todo, tal vez sea por eso.

—En fin, parece que ninguna de nosotras ha tenido mucha suerte con su familia. Yo fui un error.—rió un poco al final, pero con algo de pena.

—No lo fuiste, estúpida.—sobó su cabello.

—Bueno, tal vez no un error, pero mis padres no me planearon. Es casi lo mismo.

—Gohan y Videl tenían diecisiete, supongo que es normal que no pensaran en tener un hijo. Aún así, no te tomaron como algo indeseado.

—Sé que ellos lo tomaron como algo normal debido a que mi mamá tiene mucho dinero y eso, incluso me dijeron que no fue un obstáculo en sus vidas. Más bien, todo marchó con normalidad y las cosas fueron casi a la perfección. Pero aún así se siente un poco raro que se hayan vuelto padres a esa edad. Es más, creo que ni siquiera entraron en pánico o algo.

—Supongo que se lo tomaron así porque tenían los recursos necesarios y no había algún problema que los afectara. Mira, ya sé que eran muy jóvenes, pero al menos les fue bien. Mucho, la verdad. Normalmente hay muchas dificultades en casos así, pero afortunadamente eso no pasó. Ellos te quieren mucho.

—Bra.

—¿Sí?

—Eres tan sentimental.

Ambas rieron—. Tú empezaste, tonta.—volvieron a la normalidad—. Por cierto, ¿cómo está Raditz? Él también estaba en mis fotos y las de Trunks. Lo recordé cuando lo vi.—continuó Bra.

—Está bien. Sigue viviendo con Nappa y eso... Algún día se conseguirá una novia y tendrán hijos, lo presiento. Su cabello está igual.

—¿Sedoso?

—Siempre.

—Perfecto.

Prestaron atención a sus dos acompañantes, quienes ya habían empezado a usar la caminadora. Al parecer hace un buen rato, ya que estaban bastante sudorosos. Su camiseta se traslucía un poco.

—Oye... ¿Alguna vez has visto a Vegeta desnudo?—soltó de pronto.

—Qué carajo, Pan.—rió.

—Es que se me vino a la mente al verlos así.

—Pues sí. Sí lo he hecho. Con ropa interior y sin ella... O bueno, a medias.

—¿Por?

—A veces le da pereza cambiarse luego de bañarse, y entonces anda en bóxer por toda la casa hasta que le dé frío o algo. A veces solo usa pantalones.

—¿Y sin ropa?

—Bueno, ¿te gusta mi padre o qué?

—¡Claro que no! Solo es curiosidad. Yo también he visto al mío así, por si te ayuda a dejar de pensar locuras. Siempre por accidente o alguna otra estupidez.

—En fin. Han sido pocas veces, y todas por lo mismo.

—¿Qué cosa?

—Se olvidaba la toalla al irse a bañar.

—Ah.

Goku y Vegeta empezaron a mirarse con desprecio. El mayor había aumentado la velocidad de la máquina solo para provocarlo.

—Tramposo.—dijo el de cabellos alborotados. No pudo hablar muy bien debido a su agitada respiración. Aún viéndolo, presionó el botón que modificaba la rapidez.

Vegeta hizo lo mismo, luego Goku, y así sucesivamente. Sus miradas de odio incrementaban.

Llegó un punto en el que les fue imposible seguir el ritmo de la máquina.
Se cayeron.

La cinta movediza arrastró sus cuerpos hasta que llegaran al suelo. Pobres.

—M-mierda... Aterricé en mi espalda...—se quejó Vegeta.

—Mi cadera... Ay...

—K-Kakarotto... Eres un insecto...—se fue poniendo de pie con dificultad.

—Tú empezaste...—hizo lo mismo—. Eh, mira... Pan y Bra se están burlando de nosotros.

—Esas mocosas... Agh.—se sobó la parte golpeada—. Larguémonos.

Ignoraron las risas de ambas, tomaron sus pertenencias y se fueron a los vestidores.

—Eres un imbécil.—soltó Vegeta de repente.

—Al menos no soy tramposo.

—Cállate, Kakarotto.

—¿Ves? Por eso no me gusta venir contigo.—reclamó Goku.

—¿Y quién dijo que a mí sí?—respondió Vegeta con desprecio.

—¡¿Entonces qué haces aquí?!

—¡Cierra la boca!

—¡Te odio!

—¡Yo más!

Se quitaron las prendas con rudeza, las metieron en una bolsa—que era para ropa asquerosamente sudorosa—y se fueron a las duchas.

No era sorpresa. Por alguna razón siempre terminaban discutiendo en los vestidores. De todas formas, era en vano: seguirían yendo juntos al gimnasio los fines de semana. Lo mismo les pasaba en la universidad; pudieron cambiar de compañero de cuarto, pero nunca lo hicieron.

Cuando salieron y se secaron, Vegeta empezó a hablarle. Tenía cierta vergüenza, pero en fin.

—Oye... Eh...—ambos se vestían—. En la tarde iré a comprar un colchón nuevo para Bra y...

—¿Preguntas que si puedo ir contigo?—tenía una mueca burlesca, ¿no se supone que hace un rato se detestaban?

Vegeta guardó silencio un momento, y habló con nerviosismo.

—Ajá.

—Claro. También llevaré a Pan.

—Bien. 

Al terminar, abandonaron el lugar. Fueron hacia las menores y les contaron lo que harían en la tarde. Ellas sonrieron, ya que se volverían a ver. Ya lo hacían en la escuela, pero aún así les gustaba estar juntas.

Vegeta y Bra abordaron su auto. Bien, era momento de preguntas incómodas. La conversación con Pan formó nuevas interrogantes en su cabeza.

—Haré preguntas incómodas.—avisó.

—Aquí vamos otra vez... Niña loca.

—La que adoras.—rió.

Vegeta se sonrojó. Era verdad.

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