•9•
Kagome preparó el desayuno, waffles con chocolate y fresas para Hatsume, un poco de leche caliente y dejó omelette por si deseaba, para ella y Jakotsu hizo tostadas, huevo revuelto con tocino, café con leche y crema, preparo la mesa y fue a despertar a la pequeña, a quien por cierto Haru le había llevado ropa y una crema para los moretones.
–Vamos Hatsu, no has comido mucho desde ayer– habló suave despertando a la pequeña, quien sonrió al ser despertada con cosquillas, amaría despertar así siempre– te preparé el desayuno, esta servido así que no lo hagas esperar.
Le quitó la ropa que llevaba y vio el horrible moretón en su espalda, deseaba matar a la madre de la niña con sus propias manos, tomó la crema y con cuidado la esparció en cada moretón que tenia, procuró no hacer mucha presión para no lastimarla más, dejó la crema allí unos dos minutos y comenzó a vestirla.
Le puso una playera blanca con un unicornio en medio, una jardinera de mezclilla y unas zapatillas, su cabello lo peinó en dos chongos y bajaron, Jakotsu ya las esperaba en la mesa, tomaron asiento y compartieron una agradable comida, donde rieron un poco y al terminar el pelinegro ofreció a llevar a Hatsume a pasear, pues ya les habían avisado que Sesshomaru iba en camino.
–Recuerda, Haru esta al pendiente, solo da la señal si quieres que entre a sacarte– dijo antes de abrazarla y subir al mini cooper color beige– Te adoro.
–También te adoro– se despidió de Hatsu y entró en la casa, se quedó haciendo un poco de aseo hasta que sintió como abrían la puerta de un empujón– llegó rápido.
Fue a la entrada, donde Sesshomaru la miraba sin emoción alguna, su interior ardió, ella había soñado mucho tiempo con ser madre, desde que perdió a su bebé, aún siendo producto de un acto tan inhumano, ella hubiera dado su vida por tenerlo, esa pequeña criatura no tenía culpa alguna, conocer a Hatsume le había llenado el corazón de una alegría que jamás podría describir, y saber todo el tormento que esa adorable y tierna niña vivía frente a sus ojos, le dio la valentía suficiente para acercarse a él y darle una cachetada qué resonó en todo el lugar.
–Que demonios...– no terminó de hablar pues esta vez le golpeó el pecho, el peliplata detuvo su mano enojado– detente.
–Jamás, no hasta que sufras el mismo tormento qué el de ella– respondió agitada, las lágrimas amenazan con salir– ¿como puedes llamarte un padre y dejarla sufrir así?
–Yo no sabía– Kagome se soltó de su agarre molesta, comenzó a caminar de aquí para allá tratando de calmarse– no se por que te doy explicaciones a ti.
–Que, ¿Crees que por ser asesina no tengo sentimientos?– cuestiona sarcástica– los tengo y muchos más sinceros que los tuyos.
–Dame a mi hija, me la llevaré– insistió ya más enojado que antes, nadie jamás le había puesto una mano encima– no quiero que estés cerca de ella.
–Jamás podría hacerle daño, no a ella– dijo triste, inconscientemente tocó su estómago– así que no, no irá a casa donde esta esa maldita mujer.
–Su madre no está más en casa– informó masajeando el puente de su nariz– dámela y quédate aquí, no iré tras de ti, a menos que vuelvas.
Kagome sonrió, eso lo irritaba más que nunca, iba a mover ambos brazos pero el que estaba herido dolió, fue a la cocina por pastillas para el dolor, Sesshomaru fue tras ella para asegurarse que no haría nada.
–Cuando tenia catorce me fui a américa, con mi abuelo– habló mirando por la ventana de la cocina– fui abusada, mi familia me dio la espalda, borraron todo de mi, como si jamás existiera– allí comprendió por que no estaba registrada en la familia Higurashi– pasé años entrenando, esperando cuando pudiera tomar venganza ¿y todo para que? Para que tu protejas a mi abusador.
–¿De que hablas?– fue hasta ella para hacer que lo viera a los ojos, las lágrimas estaban acumuladas en esos preciosos ojos color azul– Noritoshi...
–¡Ese desgraciado abusó de mi!– gritó golpeando su mano– ¡y no fui la primera o última! ¡podría haber evitado qué alguien más sufriera pero me detuviste!– la mente de Sesshomaru era un caos, no conocía nada de esa faceta de su amigo, había pasado tantos años con él y jamás supo de sus asquerosos gustos– Dime Sesshomaru, ¿que harás si un día él se acerca a Hatsume?
El corazón del peliplata se aceleró, sus oídos se taparon ante el golpeteo en su pecho y solo pudo formar puños con sus manos, desde que la niña había nacido él la presentó a Noritoshi, ¿y si ese maldito había mirado demás a su hija? ¿Como demonios nunca se enteró de esto?
Kagome limpió sus lágrimas al escuchar la puerta, seguramente eran Jakotsu y Hatsume, fue a recibirlos pero solo era Haru,
–Mi pequeña flor, ven– abrió sus brazos con una sonrisa, Kagome lloró amargamente y se refugio en ellos, Sesshomaru salió de la cocina y aún con la situación en la que estaban sintió celos, ¿quién era ese desgraciado y por que la abrazaba? Haru lo miró mal, apretó más a Kagome y beso su frente– no quiero que recuerdes ese momento, eres alguien diferente ahora.
–¿Pueden entregarme a mi hija?– su voz salió grave, mucho más molesta de lo que planeó– necesito volver.
–Oye, cállate ¿si?– digo Haru apuntando su pecho, Kagome conocía a su amigo, debía calmarlo o terminaría en una pelea y es lo que menos necesitaba ahora– hiciste llorar a mi flor, déjame calmarla y te atiendo.
–Haru cariño...– trató de hablar pero fue ignorada-.
–¿Estás dándome órdenes?– se acercó amenazador, Kagome puso su mano en el pecho para que no siguiera avanzando, Sesshomaru aprovechó de tirar de ella– tendrás que irte, estábamos resolviendo algo.
–No la toques maldito– Haru tiró nuevamente de ella, estuvieron peleando con una dolorida Kagome hasta que Jakotsu entró enojado y gritando– cielo...
–¡Es que no ven su estado delicado!– dando dos pasos largos llegó a Kagome, la tomó con cuidado de sus hombros y la puso tras él– ¡Tu!– apuntó a Sesshomaru– ¡es por tu culpa que esta así, ten consideración al arrastrarla, pueden hablar pero te calmas! ¡y tu!– se giró a Haru, quien se quedó rígido en su lugar, siendo de los mejores miembros de la mafia Italiana, tenía miedo a un Jakotsu enojado– ¡sal ya mismo de aquí, dijimos que entrarías solo si Kagome daba la señal!
Haru iba a refutar, pero la mirada asesina en su novio lo hizo callar, se fue de allí para volver a su posición inicial, donde sus hombres evitaron mirarlos y hablarle.
Jakotsu se calmó, contó hasta diez en los tres idiomas que hablaba para después llevar a Kagome al sillón, le ofreció café a Sesshomaru y prácticamente lo arrastró hasta quedar frente a la azabache.
–Ahora, hablen lo que tengan que hablar y después te daremos a Hatsu– vio que iba a responder pero lo hizo callar– ¡no me interrumpas niño bonito!– gritó con el ceño fruncido– ella está bien, solo esta asustada de que puedas estar enojado, quiero que te calmes y no le grites o regañes, ya bastante a sufrido con su arpi-madre.
Kagome permanecía de piernas cruzadas, su mano cubriendo su rostro a la espera que su amigo se fuera, al oír como se alejaba miró al peliplata a través de sus dedos.
–Lamento el comportamiento de ambos– suspiró antes de tomar su taza de café– son muy sobreprotectores.
–¿Como terminó Hatsume aquí con ustedes?– evade la disculpa, no es bueno manejando aquellas situaciones– puse aún más guardias en casa.
–Pues de nada sirvieron si ella llegó toda lastimada– susurra enojada, el ojidorado chasquea la lengua en clara señal de descontento– no se como salió de tu casa, pero en nuestro avión aún faltaba una persona por subir, seguro aprovechó ese descuido– dejó con elegancia la taza sobre el platillo para después mirarlo– para cuando notamos su presencia el avión ya había partido.
–Quiero verla, asegurarme que ella no hizo nada más– Kagome no podía prohibirle el verla, no era su hija después de todo, la vio levantarse y salir, a los pocos minutos Hatsume ingresó tomando su mano, podía ver el miedo y tristeza en sus preciosos ojos– Hatsu.
Se levantó para ir a ella, la pequeña no esperó para ir a sus brazos pidiendo perdón, con cuidado Sesshomaru la levantó para mirar si tenía lesiones, encontró moretones antiguos y los nuevos, su sangre hirvió de ira, ya deseaba regresar y hacerla pagar.
–¡Realmente lo siento!– lloró Hatsume, sorprendiendo a los mayores– ¡Mamá siempre me amenazó con hacerte daño si decía algo!
–Ella ya no podrá hacerte nada– le limpió sus redondas mejillas– solo seremos tu y yo.
–¿Y la señorita Kagome?– cuestiona mirando a la ojiazul– ella no es mala, me cuidó mucho.
–Veremos eso otro día-.
Se quedaron ahí un par de días para que Sesshomaru pudiera descansar, necesitaba dormir, así que Kagome aprovechó de pasar esos días mimando a Hatsume, le compró ropa, juguetes y un lindo collar donde pusieron una fotografía de ambos.
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