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•6•

2 meses más tarde

Sentía que el tiempo pasaba rápido, solo dos meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos, llevaban el trato muy bien, Kagome veía a Hatsume los jueves y domingos, la niña al ver el cachorro que tenia la ojiazul se emocionó y siempre que lo veía lo tomaba en sus brazos para llenarlo de mimos.

Al canino parecía encantarle, pues siempre movía su corta cola emocionado, el pequeño corgi galés de color canela lamia el rostro de Hatsume sacando risas en ella.

Kagome había creado un rincón exclusivo para cuando ella iba a verla, tenía alfombra, almohadas, peluches y algunas muñecas que compró para la pequeña, aun que lo que más les gustaba era crearle ropa a su conejito de felpa.

–¿No te gustaría tener un perro de mascota?– Sesshomaru se mantenía en el sillón de la azabache escuchando todo, también llevaba su laptod para realizar trabajo desde allí– serían una excelente ama.

–Mamá es alérgica– mintió, Kagome lo notó por que no la miraba y siempre que nombraba a esa mujer parecía triste y cambiaba el tema– además me gusta más Pakun.

La ojiazul sonrió mirando a su perro, quien dormía al lado de la pequeña muy cómodo, su vista viajó a las muñecas de Hatsume, donde habían zonas rojas, clara evidencia de forcejeo, pero la niña simplemente decía que se golpeaba con los muebles de su hogar por correr.

Sesshomaru trató de igual manera que le dijera si alguien en casa le hacía daño, pero Sarah había estado escuchando y esperó paciente a que ella respondiera, la niña como si una máquina fuera solo respondía lo mismo "me golpee con los muebles", luego cuando quedó sola su madre salió y le advirtió que debía seguir diciendo aquella mentira, pues su padre jamás le creería a ella y le hacía recordar el tormentoso momento que le hizo pasar a la otra sirvienta.

–¿Tienes hambre?– cuestionó Kagome al escuchar el rugir del estomago de Hatsume– Iré a preparar una merienda.

Sesshomaru había aprendido que, además de ser una excelente modelo y amante de los niños, era una buena cocinera, el primer día los había esperado con comida, pensó que era comprada o que sabría mal, pero al comer solo un poco su paladar quedó fascinado, tenía una sazón única, en aquel momento había preparado curry y verduras salteadas, algo simple pero que le había dado un gran sabor y que lo había dejado con ganas de más.

Hatsume también había quedado fascinada, en casa solo Nao y Yuun cocinaban, era comida rica, pero la de Kagome comenzó a gustarle aún más.

•••

No todo en esta vida podía ser perfecto, ¿o si? Los siguientes días comenzaron a tornarse agrios para Sesshomaru, pues la noticia que alguno de sus inversionistas habían sido asesinados lo estaban dejando por detrás de las otras bandas, ahora mismo se encontraba con la última persona que había visto con vida al hombre que usaba para tener acceso por medio de los barcos, sin él le era imposible enviar o recibir cargamentos de otros países.

–¡Habla!– lo golpeó en el estómago, el sujeto aguantó las ganas de llorar, tenía todo su abdomen dolorido y con moretones– ¿lo mataste?

–¡No!– respondió recibiendo un garrotazo en la espalda y piernas– le juro señor...esa noche lo deje en casa y después vi la noticia.

–Las cámaras no te muestran saliendo– lo tomó de las mejillas y con una señal de manos le fue entregada una tijera– si no me dices la verdad, perderás tu lengua.

–Lo juro...– habló suplicante– yo no...no fui.

Sesshomaru cegado por la ira le ordenó abrir la boca, al ver que se negaba dos de sus hombres le ayudaron y sacaron su lengua, se acercó y sin remordimiento la cortó, el grito de agonía le hizo doler los oídos, se alejó diciendo que limpiaran ese desastre y que enviaran más seguridad a los que quedaban con vida.

Se subió a una camioneta 4x4 y lo llevaron a su cuartel para darse un baño y cambiar su ropa, mientras se secaba el cuerpo recibió el mensaje de Noritoshi, un socio que lo había acompañado desde sus inicios, aquel hombre había estado incluso con su padre y cuando este se retiró no tuvo problemas en seguirlo a él, mostrandole las mejores opciones y aconsejando cuando no sabía que demonios hacer.

Tomó asiento en la cama y leyó la invitación a cenar para mañana, solo ellos dos, aceptó inmediatamente, pues mañana no tenía mucho que hacer y como no tocaba visita con Kagome podía escusarse con una cena entre amigos.

Esa noche durmió allí, en la mañana comió algo rápido y fue a casa para ver como estaba su hija, la pequeña estaba en sus clases así que no interrumpió, subió a su habitación y buscó ropa para aquella noche, Sarah había aparecido preguntando donde había estado, la perseverancia de esa mujer al creer que realmente llegarían a tener algo era admirable, pero detestable al mismo tiempo.

–Dormí en la oficina, había mucho trabajo– dijo quitando su chaqueta y yendo a la cama– hoy tampoco volveré, cenaré con un amigo.

–¿Nos llevaras?– preguntó acercándose a la cama y subiéndose tratando de tocarlo– ¿por qué solo sales con Hatsu?

–Sabes que entre tu y yo no hay nada– respondió apartando sus manos– no insistas.

Prefirió salir de allí, fue a su despacho y se encerró el resto del día, solo cuando faltaba una hora para la cena subió a cambiar su atuendo y se despidió de Hatsume con un beso en la frente.

Subió en la parte trasera del auto, Bankotsu es quien manejaba esta vez y se fueron en dirección a la villa de Noritoshi, la noche era acompañada de una luna llena, se veía tan majestuosa y solo pudo imaginar a Kagome con una sonrisa plasmada.

Cuando estaban cruzando las grandes puertas de hierro, dos guardias les pidieron identificación, Bankotsu sacó sus documentos y mientras hacían todo lo necesario para dejarlo entrar, un auto salió, Sesshomaru notó que era el del guardaespaldas personal de su amigo, miró hacia la cabina y en las pantallas no se lograban ver los autos allí estacionados.

Algo estaba mal, se supone que las cámaras mostraban en tiempo real lo que sucedía, pero él estaba allí y el guardaespaldas acababa de salir, ¿por qué no aparecía aquello en las pantallas?

–Pueden seguir– dijo el hombre y se quedó allí parado hasta que adelantaron, Sesshomaru miró hacia atrás viendo como cerraba las puertas y se quedaba allí, sin entrar y notar el error de las cámaras.

–¿Señor?– el llamado de Bankotsu lo hizo mirar al frente– ¿Está bien?

–Deten el auto y baja con tu arma cargada– dijo mientras buscaba su propia pistola– hay algo extraño en el lugar.

Bankotsu acató la orden, apagó el auto y salieron sigilosos, las luces de la mansión estaban encendidas, el silencio era demasiado y molestaba sus oídos, se acercaron por el césped para no hacer ruido con la gravilla, buscaron alguna manera de entrar, ahora odiaba las casas enormes y su tiempo en recorrerla buscando una puerta o ventana abierta.

–Por aquí– habló Bankotsu y apuntó lo que parecía ser una puerta hacia la cocina– ¿que buscamos?

–Algún infiltrado– respondió entrando lento y sin hacer ruido, hizo que su acompañante se detuviera al escuchar como movían una silla– sigue con cuidado.

El lugar de donde venía el ruido era el comedor, mientras se acercaba podía oír cosas caer y dos voces.

–¿Que deseas?– reconoció la voz de su amigo, parecía dolorido, como si estuviera aguantando el gritar– ¿dinero?

Quiero que mueras–  una voz femenina que conocía muy bien, o quizá era su mente jugando le una broma, no podía ser ella, ¿o si?– ¿Que más podrías darme? ¡solo muere y deja de atormentar mis días!

Salió de su escondite cuando escuchó como recargaba un arma, y allí estaba, con un sencillo vestido verde pantano, cabello tomado en una coleta y botas largas, la vio girar su rostro y aquellos ojos azules que miraban con amor a Hartume, solo mostraban soledad y ansias de matar.

–¿Kagome?– dijo sin creerlo realmente, bajó su arma, no sabía que demonios pensar o hacer.

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