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•5•

Su vida no podía considerarse mala, ¿verdad? Era modelo, tenía fama y dinero, un amigo que además era su estilista y un precioso cachorro que la recibía en su penthouse, entonces ¿por qué cuando miraba a Hatsume se sentía vacía? ¿Por qué deseaba aquello que otra tenía?

Anhelaba una familia, extrañaba a sus padres y hermanos, pero ellos no deseaban saber de ella, tocó inconscientemente su estómago, allí habría crecido su bebé, si tan solo no hubiera pensado que ese hombre era amable.

Tomó una botella de Whisky, la abrió y dio un sorbo, solo así podía olvidar, ¿pero que debía olvidar exactamente? No todo lo ocurrido había sido su culpa, solo no lo hizo de la forma adecuada y odiaba que sus padres fueran de mente cerrada, solo ella tenía la culpa, por ser mujer, aun recordaba las palabras de su padre y dolían, como mil dagas en su corazón, ¿realmente una violacion era su culpa? Jamás pidió eso, nunca quiso pensar que aquel sujeto era una buena persona, pero su sonrisa, su carisma y su buen comportamiento le impidieron ver el monstruo que había dentro.

Kagome sollozo al recordar que su preciada primera vez había sido arrebatada a la fuerza, con solo catorce años y de aquella monstruosidad salió embarazada, trató de hablar con sus padres, explicarles lo que pasó y decirles que ese hombre había abusado, pero lo único que obtuvo fue repudio, la hicieron abortar y la sacaron de la familia, sus hermanos fueron informados solo con lo que sus padres deseaban que supieran, ella era una mala mujer, quien se metió en la cama de un hombre casado y creó vida para luego arrebatarla.

Tiró la botella contra la pared, comenzó a tirar todas las cosas que tenía enfrente y cuando levantó un cuadro donde salía su abuelo, la única persona que creyó en ella y pagó sus estudios en el extranjero se detuvo, lo extrañaba, maldito sea el cáncer que se lo llevó, maldita la hora en que se lo arrebataron y la dejaron sola contra el mundo.

Jakotsu había aparecido como su ángel de la guarda, vio en ella una niña desesperada por consuelo y se lo dio, le dio la oportunidad de sacar su dolor, pasaron horas hablando entre llantos y enojo, cuando se dio cuenta que estaba contando todo a un perfecto extraño se disculpó, él simplemente le sonrió diciendo que fuesen juntos a París, allí tenía su estudio de confección de ropa y le ayudaría a relucir en su mundo de mierda, y así lo hizo, la llevó a varias agencias donde le enseñaron como comportarse ante la gente, como caminar en una pasarela, como levantar la mirada ante quienes deseaban verla caer, se sintió viva, estaba saliendo adelante y comenzaba a ser apreciada, le daban cariño, unos extraños demostraron más sentimientos por ella que su familia, y los olvidó, logró sacarlos de su cabeza hasta que le dieron la noticia que volverían a Kagoshima.

Deseaba renunciar y decir que no iría a ese lugar, pero Jakotsu le tomó la mano diciendo "tu puedes, eres otra mujer ahora y eso les dolerá", y así fue, aquí estaba, importandole muy poco si se encontraba a su familia, no necesita una, o así lo había visto hasta la llegada de Hatsume, esa niña despertaba su instinto maternal y ahora deseaba vivir aquello.

El sonido del timbre la sacó de sus pensamientos, miró su cuerpo y vio salpicaduras de sangre, corrió por una bata y se miró al espejo para asegurarse que no tenía nada en la cara, tocaron por tercera vez y ella abrió, un hombre alto la miraba sin expresión.

–El señor Taisho desea verla– habló entregando una tarjeta– ahora mismo.

–¿Si ve que estoy en bata?– respondió sarcástica– deje vestirme y lo seguiré, pero se quedara afuera.

Cerró la puerta y miró la tarjeta, solo decía "Hatsume" así  que entendió deseaba hablar de la niña, corrió a su cuarto para darse el baño más rápido de su vida, se puso lo primero que encontró en el armario, un vestido de espalda descubierta, una chaqueta encima y tacones bajos, salió después de tomar sus llaves y tarjeta de acceso al penthouse, después siguió al hombre y estando en el ascensor se sintió pequeña a su lado, era enorme, casi del porte de Sesshomaru, metro noventa quizá y ella solo llegaba al metro sesenta.

Al salir del edificio el portero la saludo como cada día y ella le regaló la mejor de sus sonrisas.

•••

En las empresas Taisho, Sesshomaru aún miraba el expediente de Kagome, no se fijó que Inuyasha había entrado hasta que habló.

–¿Tu interesado en una mujer?– se burló con una carcajada, desde donde estaba miró la foto y silbó– y vaya gustos hermano.

–¿La conoces?– preguntó mirándolo.

–Estuvimos juntos en mis años en Estados Unidos– respondió dejando las carpetas que requerían sus firmas y unas más de color negro, Sesshomaru entendió que este mes tocaba mercancía nueva– mujer difícil, de carácter fuerte y lengua afilada– habló alzando los hombros– pero en el fondo es de buen corazón, solo no cometas mi error.

–¿Y que sería aquello?– guardó la carpeta para comenzar a firmar las otras.

–No creas conocerla, jamás– dijo yendo a la puerta– y no la engañes o lo lamentarás.

Apuntó su mejilla donde una cicatriz se asomaba, Sesshomaru le hizo señas para que se largara de allí, lo estaba distrayendo y haciendo que deseara conocer aún más de ella.

Cuando estaba comenzando a abrir las carpetas negras su guardaespaldas entró con Kagome, verla con el cabello húmedo y aquel vestido le parecía erotico, sensual y por un momento pensó que se había vestido así para él.

–¿Que desea hablar conmigo?– pero su manera de hablar le hizo descartar la idea, no hablaba melosa como otras mujeres para llamar su atención y lo agradecía– estaba ocupada.

–Deseo saber que días tiene libre en su trabajo– Kagome lo miró mal– mi hija quiere pasar más tiempo con usted y le dije que podía solo por dos días a la semana– explicó dejando de lado su pluma– ¿Entonces?

–Jueves y domingo puedo– respondió con una inconfundible alegría– supongo que podre verla siempre y cuando usted esté presente, ¿verdad?

–Está en lo correcto señorita Higurashi– aquella manera de hablarle causaba nervios en Kagome– haremos un trato, donde usted estará con mi hija, pero si llego a ver algo que no me agrade, haré que mis hombres la alejen para siempre de mi hija.

La mirada tan fría que recibió de su parte no causó nada en ella, solo la vio acercarse lentamente para tomar asiento frente a él.

–Si usted estará vigilando, ¿que podría hacer?– cuestionó sonriente– jamás haría enojar al jefe de la mafia, mucho menos hacerle daño a su hija, estaría firmando mi sentencia de muerte y aún tengo mucho por que vivir.

–Me alegra que lo tenga claro– respondió levantándose y sirviendo dos vasos con vodka– tome, celebremos nuestro acuerdo.

–Antes que nada, quiero seguridad de que la madre de la niña no querrá hacer algo en mi contra– dijo tomando el vaso y viendo la mirada de desconcierto en Sesshomaru– si usted tiene hija, supongo que ella tiene una madre, a menos que haya sido creada in vitro o con vientre de alquiler.

–La madre no será problema– respondió volviendo a su asiento– ahora, debe verse con ella en un lugar tranquilo, puede que no lo note, pero a Hatsume le gustan los lugares pacíficos.

–¿Que le parece mi apartamento?– bebió un sorbo y paso la lengua por sus labios logrando descontrolar el interior de Sesshomaru– después de todo, ya parece conocer la dirección y pocas personas residen allí.

–Bien– tomó todo su trago– eso es todo, mi hombre la llevará de regreso.

–No es necesario, debo ir a comprar algunas cosas– se levantó dejando el vaso allí y haciendo una reverencia– un placer hacer negocios con usted.

Se fue dejando alborotado el pantalón del peliplata, ¿como es que ella irradiaba sensualidad incluso con una sonrisa? Se levantó presuroso al baño, jamás había recurrido a esto, no lo necesitaba, ninguna mujer lo había prendido a esta magnitud, se bajó los pantalones y bóxer al mismo tiempo liberando su ereccion, maldijo por lo bajo a Kagome mientras cerraba los ojos y las imágenes de ella con aquel vestido o el escote pronunciado del día anterior acompañaban los movimientos de su mano.

Jadeo desesperado, su mente le hacía malas jugadas, haciendo que imaginara como sería tenerla desnuda, viajar por su cuerpo y perderse entre sus piernas, como se escucharian sus gemidos, su nombre saliendo de sus labios en medio de sollozos y jadeos, la imaginó en tantas posiciones que su pene dolió mientras se corría.

Se quedó allí unos minutos limpiando el desastre que había dejado, salió nuevamente y despejo su mente con trabajo, mucho trabajo.

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