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•10•

Era su tercera noche en París, aún no se acostumbra del todo al cambio de hora así que a media noche se levanta para ir a beber algo de agua o jugo, sale con cuidado de la cama, no desea despertar a Hatsume, su pequeña está muy feliz y tranquila durmiendo allí, eso le agrada, sabe que desde ahora nunca más deberá estar alerta desde temprano para que ese monstruo no le haga daño.

Escucha ruido en la cocina, las luces están apagadas, se acerca cauteloso en caso que sea algún ladrón, al asomarse queda estático allí mismo, su vista divisa la figura de Kagome, que viste un simple camisón casi transparente, puede ver las bragas de encaje, y para su condenada suerte no lleva corpiño.

Piensa irse, debe hacerlo, no debe dejarse llevar por sus bajos instintos, aún no resuelven del todo su situación, su cuerpo se niega a moverse, su respirar se vuelve rápido, verla ponerse en cuatro buscando algo solo aumenta su imaginación, lentamente entra, dejándose guiar por su deseo.

–¡Ay!– el quejido de dolor le hace volver en si, se aproxima para levantarla examinando el golpe– ¿Sesshomaru, que haces aquí?

–Vine por agua– enciende la luz antes de subirla a la mesa, buscó algo para limpiar la poca sangre qué había salido– entré justo cuando te golpeaste, debes tener cuidado.

Kagome permaneció tranquila, esperando que terminara de limpiarla, olvidando por completo la clase de ropa que vestía y mucho menos pudo notar lo deseoso que traía al ojidorado.

–Si lo hacen en la mesa, la limpian bien después– los dos individuos se giraron a la entrada de la cocina, donde un Jakotsu con cabello tomado y mascarilla facial hacia acto de presencia– y por favor, no hagan ruido que estoy aquí junto.

–¡No estamos haciendo nada!– debatió Kagome empujando a Sesshomaru y bajándose, ocasionando que la pequeña tira que unía la parte del pecho se aflojara-.

–Esa vestimenta y la pose no dicen lo mismo cariño– el pelinegro guiño un ojo, los colores subieron rápidamente al rostro de Kagome, quien salió corriendo mientras cubría su semidesnudes– lamento haber interrumpido su momento.

–No se de que hablas– Sesshomaru también se fue, olvidando su objetivo principal, el vaso de agua-.

–Kami, por que tuve que llegar– se mordió el labio queriendo chillar por la emoción– deseaban darse, ¡y no consejos!

•••

La mañana se anunció para un cansado Sesshomaru y una muy alegre Hatsume, quien despertaba feliz saludando a su padre, en la habitación continua, una avergonzada ojiazul no deseaba salir, solo al llegar a su habitación había caído en cuenta de como se presentó ante el peliplata, vistiendo así de provocativa, ¿que pensaría de ella?

Dio muchas vueltas antes de decidir levantarse, hoy Jakotsu no estaría así que debía encargarse de la comida, aseo y demás, además tenia visitas, no podía dejarlas solas.

Se metió en la ducha, tardó solo diez minutos, decidió ponerse un jeans verde, sudadera ancha y zapatillas, no debía seguir mostrando su cuerpo, al menos no a Sesshomaru, no deseaba que hubiera malos entendidos.

–¡Señorita Kagome!– la pequeña peliplata se lanzó a abrazarla, era muy feliz de tenerla cerca nuevamente– ¿le ayudo con el desayuno?

–Gracias, pero que te parece si mejor llevas a tu padre a pasear– sugiere acariciando sus adorables mejillas– se le ve un poco estresado, le puedes dar flores de las que están en el jardín trasero.

Hatsume estuvo de acuerdo, corrió para llevarse a su padre, la ojiazul soltó el aire retenido, aun no podía mirarlo a los ojos, prefirió tener ese pequeño lapso de tiempo para ella misma, hizo todo con calma, cuando estuvo listo los llamó.

•••

Sesshomaru prácticamente tiraba de Hatsume para hacer que subiera al avión, debían regresar, pero la pequeña permanecía abrazada a las piernas de Kagome, quien trataba de no reírse.

–Pequeña, debes ir con tu padre– levantó el rostro de la ojidorada para regalarle una sonrisa– yo iré después, prometo visitarte.

Hatsume dudó unos minutos antes de ceder, Kagome los vio partir esperando realmente verla pronto, pero aún debía resolver algunos asuntos allí, que había dejado inconclusos antes de partir a Kagoshima.

Salió del aeropuerto directo a casa, donde al llegar se preparó un té y fue a su estudio para trabajar en algunas cosas.

Recibió un mensaje, un viejo amigo le dijo que el trabajo estaba hecho, Noritoshi había muerto, pero también le pedía juntarse apenas llegara a Kagoshima, tenía un asunto de suma importancia que tratar.

•••

Sesshomaru cargaba a Hatsume, quien dormía muy cómoda apoyada en el pecho de su padre, Nao al verlos llegar sintió felicidad y lloró un poco, luego le ayudó a acomodarla en su cama antes de bajar y hacerle algo de comer.

–Escucha bien, dos de mis hombres se quedarán aquí– le hablaba el ojidorado al momento de cambiar su atuendo– nadie debe entrar o salir, a menos que sea yo.

–Está bien señor– se inclinó un poco en forma de reverencia– cuidaré muy bien de Hatsume y prometo no separarme de ella.

Sesshomaru no dijo nada más, se fue junto a Bankotsu, a medida que avanzaba su expresión se volvía más dura, el pelinegro que sabía lo que significa no habló en ningún momento.

Llegaron a las afueras de la ciudad, muy apartados de todos, salieron del auto para caminar, cualquiera pensaría que era caminata por el bosque, pero no era así, casi al borde de la zona se escondía una casa, como por fuera se veía vieja y desgastada nadie entraba, y de hacerlo no encontraban nada, pues ellos usaban solo el sótano, que permanecía cerrado siempre, la única manera de abrir era con su huella.

Los pasos resuenan en el pasillo, los hombres que ya estaban en el sótano esperan firmes cerca de la entrada, Sesshomaru abre la puerta siendo recibido por un saludo en perfecta sincronía.

–¿Donde está?– le abrieron paso, una silueta se veía al fondo, avanzó lentamente haciendo que la castaña lo mirara, vio el miedo reflejado en sus ojos– si...esa mirada que me das ahora ha sido lo único que me gusta de ti– se agachó tomándola con fuerza de las mejillas– ¿y sabes por que?

Sarah no responde, no puede, su garganta está seca, se le ha privado de agua desde hace tres días, quizá mañana o cuando esté muriendo de deshidratación le den un poco, el ojidorado enojado alza su mano, le acercan una navaja, ella al verla niega con miedo.

–Podría quitarte la maldita lengua, tal cual hiciste con la sirvienta que quiso avisarme primero– pasó el filo cerca de su boca, Sarah traga la poca saliva que tiene comenzando a llorar– ¿que pasa? Hiciste esa misma amenaza a mi hija, a una niña de solo siete años.

–Por...favor– su voz, su asquerosa voz lo cabrea, la suelta para alejarse, como no había alejado la navaja le queda un corte en su mejilla, sus lagrimas pasan por allí y arde– Sessh...perdóname.

–¡¿Perdonarte, después de todo lo que le hiciste?!– gritó tirando una silla demasiado cerca de ella y se rompió, algunas partes la golpearon pero eso no le importaba a él– ¡por tu maldita culpa mi hija no tenía confianza en mi!

–Debías preocuparte solo por mi– dice ella mirándolo con una sonrisa, siente náuseas al ver como no le importa en lo más mínimo el daño que causó– ella se interpuso entre nosotros.

–Déjenla pasar– Sarah se percató como una tercera persona entraba, escuchó tacones aproximarse– insistió tanto en venir, que no pude negarme.

Irazue Taisho permanecía de brazos cruzados, sus hermosos ojos dorados la fulminaron, si Sesshomaru era cruel, fue por que lo aprendió de ella, tembló completamente.

–Tu y yo vamos a pasarla muy bien– habló con una sonrisa mientras se agacha y deja una bolsa frente a ella, al abrirla ve instrumentos para su tortura, desde un pequeño martillo hasta unas pinzas para descargas eléctricas– te sugiero respirar hondo y aguantar, por que no me detendré hasta que pierdas la maldita voz de tanto llorar.

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