Capítulo 9.
ARIADNA.
—¿De verdad quieres volver a ese lugar?
Suspiro, término de aplicarme la máscara para pestañas, las cuales muevo en unos ligeros pestañeos para cerciorarme que no haya quedado alguna suelta que vaya a meterse en mi ojo.
—Sí —frunzo el ceño —. Ni loca paso otra semana aquí, y sobre todo, ni muerta pienso demostrarle miedo a esa maldita estúpida. Créeme si no fuera porque papá se empecinó en que me tomara esta semana al día siguiente hubiera vuelto.
Alisson suspira a mis espaldas, al instante se acerca a mi lado. Ladeo mi cuerpo dejando mi mirada en ella, sus ojos verdes me observan con cierta intensidad que me toma un poco por sorpresa.
—Ten cuidado, porque no creo vaya a quedarse de brazos cruzados —dice y se encoge de hombros ante mi expresión confundida—. Si algo he aprendido es no subestimar nunca a las personas. Y tú no deberías de subestimar a esa tal Analy, porque la humillación más el hecho de que no se salió con la suya; es suficiente motivo para querer desquitarse.
—Sí, sé lo que tratas de decir —muy a regañadientes, tomo en consideración las palabras de Alisson.
La verdad miedo no le tengo a esa estúpida. Sí, es verdad que en el enfrentamiento que hubo en la dirección de la rectora Lewis no pude hacer más que quedarme callada, pero es porque no sabía con las personas que me estaba metiendo. Ahora que sé la clase de persona que es Analy, más que al parecer su familia tuvo problemas con la mía, de alguna forma la resolución de abrirme paso en la élite de New York se intensifica. De hecho, ¿que tan divertido sería quitarle ese reinado del que parece tan confiada de poseer? Escondo una sonrisa y pienso con calma mis planes. Por el momento no me conviene enemistar con ese grupito porque aunque no quiera aceptarlo, son los que mejor económica y socialmente están en toda esa Universidad. Una vez esté segura que mi influencia dentro de la élite júnior de New York es por muy encima que la de los McChrystal, pasaré a la élite neoyorquina.
Le demostraré a mi madre que no tengo la necesidad de ser una mafiosa o tener algún vínculo con la mafia para tener influencia, poder y prestigio. Yo no pertenezco a ese mundo de crimiales y nunca perteneceré.
—Cuando pones ese tipo de expresión, es cuando más te pareces a la tía Dakota —la voz de Alisson me saca de mis pensamientos, le regalo una mirada confundida. Me señala el espejo—. Como si ambas pensaran en hacer arder el mundo, por el mero deleite de hacerlo.
—¿Parecerme a mi madre? —me burlo, pero corro la mirada rápidamente cuando mi mirada se topó consigo misma a través del reflejo del espejo—. No digas tonterías Alisson, sí puede ser que ambas físicamente nos parecemos, pero fuera de eso somos muy opuestas. Lo que para ella está bien, para mí no lo es.
—Si tú lo dices —responde Alisson levantando las manos, pero de alguna forma consigo ver la sonrisa y la expresión divertida de su rostro. Pongo los ojos en blanco.
Suspirando con irritación, me levanto de la mullida y cómoda silla que hay en frente de mi tocador, camino por mi habitación hasta llegar a mi vestidor, de donde tomo mi abrigo y unas converse blancas de suela fina. Esta vez decidí dejar mis hermosos tacones. A veces me apetece vestir sencilla, jeans de mezclilla, rotos en las rodillas, con un suéter color crema y mis converse. Salvo por mi maquillaje que es más elaborado, todo es sumamente sencillo. Sentándome nuevamente en la silla que está frente al tocador, me pongo las converse.
Y una vez lista me pongo un poco de perfume, tomo mi bolso y salgo de mi habitación, con Alisson caminando tranquilamente a mi lado. Pasamos el umbral del pasillo que lleva a la sala de estar, donde me encuentro a mi padre cómodamente sentado viendo un partido de fútbol. Enarco una ceja extrañada por no decir confundida. El ver a uno de los informáticos más importantes del país con ropas que nada tienen que ver con sus caros y elegantes trajes de etiqueta, viendo un partido de fútbol. Eso, si no menciono el hecho de que rara vez está en casa. Incluso mi madre pasa más tiempo en casa que él, y eso es mucho a decir la verdad.
—¿Tío Drey? —pregunta Alisson también sorprendida de ver a mi padre de esa manera.
Al percatarse de nuestra presencia enfoca la mirada en nosotras, sonríe de lado mientras se pone de pie. Parpadeo al creer ver a Wyatt y no a mi padre. Unos zapatos masculinos marrones, muy parecidos a los timberland, un jeans oscuros que extrañamente no es tan flojo como pensé que sería y que por muy bizarro que se escuche decirlo; se moldea perfectamente a sus largas piernas. Y no hablemos de la camisa manga larga gris de algodón que se moldea a cada uno de sus músculos, recogida hasta los codos, dejando a relucir un reloj negro carísimo que mi madre le regalo para uno de sus aniversarios. Y si a todo eso le sumamos su cabello rubio peinado hacia atrás que tiene una que otra cana que lo hace ver cien veces más atractivo y la barba rubia perfectamente cortada que le da el toque final.
Si no fuera porque sé que tiene más de veinte años de casado, pensaría que va en busca de alguna novia o algo por el estilo. En serio, ¿es legal que un papá sea así de atractivo? ¿No se supone que a su edad visten más conservadores? ¿Con suéteres y el asunto? ¿O será que está entrando en la bien conocida andropausia? Digo, he escuchado que los hombres entran en algún estado de alucinación y creen tener veinte años menos.
—¿Estás lista, cariño? —su voz me saca completamente de mis pensamientos, al instante siento la masculina y deliciosa colonia de mi padre llegar a mis sentidos.
—¿Para qué? —pregunto embobada. Algo que siempre pasa cuando huelo colonia de hombre tan deliciosa.
—Para la universidad —responde mientras me observa como si fuese obvio. Frunzo el ceño, lo observo por largos segundos en silencio.
—¿¡Qué!? —pregunto casi que un grito al comprender, abro los ojos como platos—. ¿Piensas ir así?
Él frunce el ceño y baja la mirada a su vestimenta, buscando algo que definitivamente no encontrará. Vuelve a levantar la mirada, su ceño se frunce y sus ojos verdes azulados me observan fijamente.
—Sí. ¿Qué tiene de malo?
Paso ambas manos por mi cabello desordenando uno que otro rizo. No, si no tiene nada de malo, ¡si media Universidad no mira a mi padre como si fuese otro universitario! No quiero ser melodramática, y tampoco es como si se viese mal, pero ahí está en asunto; ¡que se ve jodidamente atractivo! Por todos los santos. ¿Mi padre quiere que me golpee a la mitad de estudiantes femeninas de mi universidad? En serio. Suficiente con las miradas atrevidas e indiscretas que recibe cuando anda con sus trajes, ahora no me quiero imaginar que lo vean así.
—¿Ariadna? ¿Todavía no te has ido a la universidad? Tu padre dijo que... —mi madre se detiene bruscamente a la mitad de una de las escaleras de mármol que llevan al segundo piso. Sus ojos negros escudriñan desde la punta de los zapatos, hasta la última hebra rubia del cabello de mi padre. Abre la boca para decir algo pero me temo que es tanta la impresión que sólo puede observarlo fijamente.
—¿Qué? —gruñe papá mientras frunce el ceño y nos da una mirada a las tres que no dejamos de observarlo. Cruza los brazos, que lo único que provoca es que la camisa se tense mucho más en torno a sus brazos—. ¿Acaso tengo una mancha o algo en el rostro? ¿Por qué me miran así?
—Drey... —mi madre todavía atónita termina de bajar los escalones. Se acerca sin apartar sus ojos negros de mi padre—. ¿Acaso tomaste la marihuana de reserva que tengo en mi despacho?
Papá levanta ambas cejas pero al instante las frunce, observa a mi madre como si de pronto se hubiese vuelto loca.
—¿Acaso te volviste loca? Espera... ¿¡Tienes marihuana en reserva!?
—¡Eso no es importante en este momento! ¿Volverme loca yo? —pregunta mamá con el ceño fruncido, tensa la mandíbula y lo señala—. El que se volvió loco fue otro, ¿te vistes ya en un espejo?
La mueca confusa de mi padre se acentúa, tanto Alisson y yo observamos entretenidas a ambos. Claramente mi padre no entiende lo que nosotras tratamos de señalarle, como dije; mi padre no es que no tenga derecho de vestir de dicha forma, pero que salga vistiendo donde muchas personas pueden verlo —sobre todo mujeres— es motivo suficiente para hacernos perder la cabeza.
—¡¿Acaso quieres serme infiel?!
Mi padre suelta una risa entre divertida e incrédula. Observa a mi madre como si ésta de pronto hubiese perdido la cabeza.
—Dakota, mi amor. ¿De qué rayos estas hablando? —pregunta cansino mi padre tratando de entender, pero me temo que no lo consigue.
Al final inician una discusión de lo más estúpida que sin poderlo evitar nos saca una que otra risa. Es raro verlos comportarse de manera tan rara, por no decir infantil. Quién iba a pensar que papá fuese tan despistado, por no mencionar lo celosa y posesiva que podía ser mi madre. Un suspiro se escapa de mis labios cuando mi padre trata de tranquilizar a mi madre, la cual no deja de verlo con sospecha y de amenazarlo con que matará a cualquier zorra que se atreva a mirarlo.
Sí, una dulzura mi madre.
Suspiro y con Alisson comparto una mirada, la cual se encuentra increíblemente divertida.
En serio, ¿por qué no puedo tener una familia normal?
—¿Estás segura que quieres volver? Puedes tomarte otra semana, un mes o incluso puedes no volver.
Mordisqueo mi labio inferior inquieta mientras observo el auto salir por los grandes portones de la mansión. Le doy una rápida mirada de reojo a mi padre.
—Papá... —suspiro—, no puedo permitirme perder más clases. Además voy tarde, con suerte llegaré a la segunda clase.
Mi padre se mantiene en silencio, frunce el ceño y su agarre contra el volante se tensa.
—No te preocupes papá, nada malo va a pasar.
—¿Qué no me preocupe? —gruñe mientras me da una rápida pero furiosa mirada. Me aguanto el poner los ojos en blanco—. Me voy de viaje por unos cuantos días y lo primero que me encuentro al llegar a mi casa es a mi hija prácticamente con el rostro destrozado, y a mi otro hijo muriendo de la resaca. Y ni menciono a tu madre, que era su obligación avisarme sobre lo ocurrido.
Reprimo una sonrisa así como un comentario que lo haga enfurecer mucho más. El mismo día que encontré a Wyatt tirado en las escaleras, ahogado en alcohol, casi cinco o seis horas después; llegó papá a la mansión. Lastima que llegó en el peor de los momentos. Como dije: mi madre es una mujer muy cruel. Ya que no le bastó con casi congelar a mi hermano en la ducha, lo levantó a las ocho de la mañana —cuando recién unas horas atrás finalmente había caído dormido— a punta de detonadores. Creo que su plan era hacerlo con la pistola, pero dado que vivimos en un barrio residencial tal vez podrían escuchar los disparos, así que se consiguió unos detonadores que son pequeños paquetes de pólvora. Según ella, y estas fueron sus palabras: "ningún hijo suyo iba hacerse alcohólico y vagabundo, aunque ella le permitiera ciertas atribuciones, no iba a tolerarlo ni muerta". Y bueno, yo como la buena hermana que soy, defendí a mi hermano. Lástima que esa simple "discusión" pasaron a los gritos y reproches que nada tenían que ver con el tema. Mi padre se encontró con aquella maravillosa bienvenida. Estoy segura que él ni Wyatt nunca olvidarán ese día.
Los gruñidos de mi padre me sacan de mis pensamientos. Sigue mascullando un sin fin de cosas que la mayoría ni entiendo, algo sobre; traidores, ladrones, esposas desobedientes y no-sé-qué... Drey Kirchner es el padre más dramático que existe en el mundo. Pero qué puedo hacer, así lo amo, todo gruñón y sobre protector.
—Oye papá... —interrumpo su retahíla de maldiciones. Me da una rápida mirada y enarca una rubia ceja en mi dirección—. ¿Por qué nunca nos mencionaste que habías creado un programa tan importante como el...
—¿SS-DK software? —responde al notar que me he olvidado el nombre. Asiento sin apartar mi mirada de él, el cual mantiene una expresión pensativa y seria—. Supongo que nunca consideré importante mencionarlo. Fue el primer programa importante que hice. Aunque supongo que la verdadera razón por la cual no lo mencioné es por los recuerdos no muy gratos que tengo.
—¿Sobre la traición de tus amigos?
Papá baja la velocidad poco a poco cuando frente a nosotros empieza a formarse un embotellamiento, no muy largo pero sí el suficiente como para saber que estaremos unos cuantos minutos en el tráfico.
—Esos y entre otros.
Lo observo pasarse una mano por su cabello rubio, peinandolo hacia atrás. Tamborilea distraídamente con los dedos de su mano derecha sobre el volante, mientras mira con cierto fastidio los autos que están en nuestra misma posición. Al final ni mi madre ni yo conseguimos que se quedara en la mansión, y dado que papá sigue enojado con mi madre por enconderle mi estado utilizó eso como excusa para salirse con la suya, algo que definitivamente consiguió. Suspiro, le subo volumen al reproductor cuando empieza a sonar Shape Of You de Ed Sheeran, y busco una postura más cómoda. De fondo escucho los bocinazos e insultos que aumentan a cada minuto. Al comprender que pasaremos un buen rato en este lugar no me queda de otra que resignarme a llegar a tiempo, cuando mucho lo más probable es que llegue en la segunda hora de la segunda clase.
Otro suspiro se escapa de mis labios.
Magnífico inicio de semana, simplemente magnífico.
—Cariño, por favor cuídate.
La barba de mi padre me provoca cosquillas cuando prácticamente me ahoga en un incómodo —ya que estamos dentro del auto todavía— y fuerte abrazo. Su exquisita colonia queda impregnada en mi ropa.
—Te quiero papá —sonrío y beso la mejilla de mi padre.
Su mirada sigue siendo de una notable preocupación. Cualquiera pensaría que me estoy yendo a la guerra. Me aguanto el poner los ojos en blanco, supongo que no puedo culparlo. Desde el estrés de su trabajo, que definitivamente es bastante, por no mencionar que ahora la familia está bajo amenaza por una mafiosa medio lunática que odia a mi madre. A todo eso le sumamos mi pelea con la hija de los McChrystal, que aunque odie decirlo, me dejó el rostro horrible, y no olvidemos el plan "depresivo-descorazonado" en el que se encuentra mi hermano. Sí, suficiente drama para hacer morirse a cualquiera de la preocupación.
—Nos vemos —me despido mientras tomo mi bolso.
Abro la puerta y me deslizo fuera de la Range Rover, dejando que la suela de mis converse toquen el asfalto del estacionamiento. Acomodo mi bolso sobre mi hombro, la fila de autos que provocan los guardaespaldas de mi padre más su camioneta llaman demasiado la atención, pero ignorando esas miradas indiscretas empiezo a caminar hacia la entrada. Saludo con simple asentimiento al guarda y sin ninguna prisa camino por los pasillos. De igual forma no pude llegar a la primera clase, y la segunda hace una hora empezó. Y aunque de igual forma puedo entrar, no me apetece que el profesor me observe con reproche, ni estar tan perdida por no saber de qué va la clase. No gracias.
Así que no lo pienso mucho y empiezo a caminar hacia la pequeña sala de descanso con la que cuenta la universidad. No es la gran cosa, sillones cómodos, dos o tres televisiones pantalla plana y unas cuantas mesas... un lugar relajante que es anexo a la enorme biblioteca. Que esa definitivamente cuenta con enormes estantes llenos de libros que ni en dos vidas podría terminar de leer, además de que cuenta con cubículos y salas que ayudan al estudiante en su momento de estudio. No me quejo, el lugar tiene lo suyo.
Utilizo mi carnet estudiantil para poder tomar uno de los cubículos, donde definitivamente haré de todo menos estudiar. Poniendo mi bolso sobre el escritorio, tomo mis audífonos y conectándolos a mi celular, cruzo los brazos encima de mi bolso y apoyo mi cabeza en ellos. Tomando la mejor postura para poder darme un pequeña siesta mientras espero terminen las clases. Un bostezo escapa de mis labios. Cierro mis ojos y escuchando XO de EDEN me relajo, al punto de casi al instante quedar dormida sobre aquel cubículo.
—¡Ariadna!
Volteo de inmediato al escuchar mi nombre en un chillido que llama no solo mi atención si no que la cuarta parte de toda la cafetería. Siento mis mejillas enrojecer, pero aún así sonrío al ver a Melanie venir casi que corriendo en mi dirección, trayendo a rastras a Jade.
—¡Al fin! —exhala Mel con la respiración entrecortada. Sus ojos azules me escudriñan el rostro, algo que he notado hacen casi todos al verme—. Vaya... realmente no se te notan.
—Lo sé, ni siquiera me preguntes cómo. Porque ni yo sé cómo mi madre consiguió hacer que no quedara ni un solo rasguño en el rostro.
Tanto Mel como Jade me observan fijamente —casi que detalladamente— mi rostro, cerciorándose de lo que digo. Aunque bueno, el maquillaje también hace su parte.
—¿Y bien? ¿Piensan pasarse toda la hora ahí de pie? —levanto una ceja y señalo las otras sillas que están al lado de la mesa—. Siéntense y cuénteme qué ha pasado esta semana que no pude venir.
Melanie no pierde el tiempo y empieza a relatarme algunos chismes que corren sobre la pelea, de que mi familia iba a hundir la Universidad si esta decidía expulsarme, así como otros sobre Analy y como su familia iban a demandarme. Un chisme más absurdo que el otro. Suspiro de puro cansancio, de verdad que mi intento por llevar una vida normal y pacífica no está resultando.
—¿Jade, te sucede algo? —pregunto extraña al verla tan callada, bueno, más de lo normal. Además de un poco incómoda.
—L-La verdad es que... —balbucea mientras retuerce sus manos fuertemente sobre la mesa—. ¡Perdóname Ariadna!
Frunzo el ceño de inmediato. Abro la boca para preguntar a qué se refiere pero ella se me adelanta.
—De verdad perdóname, por mi culpa Analy te lastimó así como también por mi culpa te metiste en problemas con tus padres —a duras penas contiene un sollozo. Sus ojos verdes esmeraldas brillan aún más por las lágrimas retenidas y me mira con tanta pena que me toma por sorpresa—. De verdad perdóname Ariadna.
Parpadeo un tanto estupefacta todavía, muerdo mis labios y observo fijamente a Jade. Vuelve a bajar la mirada a sus manos. Comparto una mirada con Melanie quien tiene una mueca de los más divertida, se encoge de hombros.
—Jade...
—¡Lo sé! —me interrumpe—. Entiendo si ya no quieren hablar conmigo. Digo soy una becada, y sólo problemas ocasiono. Lo siento.
Toma su bolso y hace el ademán de levantarse pero rápidamente la tomo del brazo, sus ojos verdes de inmediato se clavan en los míos. Rio sin poderlo evitar.
—No seas tonta —la riño frunciendo un poco el ceño pero sin borrar el matiz burlón de mi voz—. No hace falta que te disculpes. Además créeme que volvería hacerlo... aunque definitivamente la golpearía con más fuerza.
Mel ríe a mi lado, jalo de Jade hasta que vuelve a tomar asiento. Parpadea sin dejar de verme con una expresión sorprendida.
—¿De verdad? —pregunta—. ¿No les molesta que sea becada?
Enarco una ceja, cruzo mis brazos a la altura de mi pecho y me acerco un poco.
—¿Acaso por ser becada mereces el infierno? No seas tonta, que lo seas o no, me importa muy poco.
—¡Exacto! —corrobora Mel a mi lado, le regala una amplia sonrisa a Jade—. De hecho el que seas becada es un honor, eso significa que eres el doble de inteligente que nosotras y cualquier idiota de esta Universidad.
Al final las tres terminamos riendo, relajadas y tranquilas de que el asunto haya quedado zanjado. Nos levantamos para ir en busca de nuestro almuerzo, de inmediato me percato de algunos susurros —unos menos indiscretos que otros— cuando paso cerca de algunas mesas. Frunzo el ceño fastidiada. Ha pasado una semana, es increíble que todavía hablen sobre ello. Mentalmente pongo los ojos en blanco.
Montón de estúpidos.
Las tres hacemos fila y esperamos a que seamos atendidas. Escuchando a Melanie y a Jade de fondo, reviso mi celular, esperando encontrar alguna invitación a El Infierno. Digo, soñar no hace daño.
—Oye, Kirchner... —un toque en mi hombro llama mi atención. Al levantar la mirada me percato que la conversación de Melanie y Jade ha menguado y miran con el entrecejo fruncido hacia mis espaldas. Levanto una ceja extrañada por tan repentino silencio y miro por encima de mi hombro. Encontrándome con una muy desagradable sorpresa.
—Ah, Analy —sonrío lo más falsa que puedo—. ¡Qué grata sorpresa!
Levanta una ceja sorprendida por mi tono amable —falso, cabe mencionar—, la observo compartir una mirada con sus amigas las cuales entrecierran los ojos sospechosas. Me aguanto el poner los ojos en blanco y continuo con mi actuación.
—De hecho, me alegra verte.
—¿Ah sí? —sus ojos grises siguen viéndome con sospecha, cruza ambos brazos a la altura de su pecho—. ¿Puedo preguntar por qué?
—Claro —sonrío mucho más falsa—. Quería decirte que lamento lo sucedido la semana pasada en la oficina de la directora Lewis.
Analy de inmediato se incorpora tensa y me da una mirada de advertencia. Parece ser que recuerda muy bien la humillación a la que la sometió mi madre.
—Y aunque no lo creas, deseo que ambas podamos ser muy buenas amigas, como lo fueron nuestros padres —relajo mi mandíbula que no sabía que había tensado y vuelvo a formar una sonrisa. Analy me observa con una expresión completamente desencajada, casi la misma expresión que tienen sus amigas, por no mencionar la expresión horrorizada de Jade y Melanie.
—¿Entonces qué me dices? —la saco de su ensueño, frunce el ceño al ver mi la mano, esperando que la estreche—. ¿Amigas?
Toda la cafetería está en silencio, pendiente de nuestra conversación o tal vez esperando que ambas volvamos a empezar una pelea. Y aunque me gustaría, no me conviene.
—Seguro, porqué no —responde con una sonrisa tensa, estrecha mi mano por unos segundos que a ambas nos parece de lo más desagradable el contacto de la otra—. Nos vemos, Kirchner.
Y así como vino, se fue, con su séquito detrás, dejando olvidado el motivo que la llevó a hablar conmigo. Todos de inmediato vuelven a lo suyo, el ruido de las conversaciones y los cubiertos rápidamente sustituyen al silencio enternecedor en el que estábamos sumergidos. Dejo salir el aire que no sabía estaba conteniendo. Tomo mi bandeja con mi almuerzo y me doy media vuelta, encontrándome con los rostros pálidos y todavía sorprendidos de Melanie y Jade.
—¿Qué pasa? —pregunto inocente, escondiendo una sonrisa burlona—. Parece como si hubieran visto algún fantasma.
Empiezo a caminar hacia nuestra mesa, lo que las hace salir de su ensoñación. Toman sus bandejas rápidamente y empiezan a seguirme. Empiezo a tararear por lo bajo Love Is A Bitch que por alguna razón empezó a rondar en mi mente. Encogiéndome de hombros tomo asiento, sintiendo las intensas miradas de ambas.
—¡¿Acaso te volviste loca?! —masculla en un susurro Melanie, mientras sus ojos azules me observan como si hubiera perdido la razón—. ¿Quieres decirnos qué fue esa mierda de "deseo que ambas podamos ser muy buenas amigas, como lo fueron nuestros padres"? ¿Acaso has empezado a consumir drogas? ¡Qué demonios te sucede!
Suelto una estruendosa carcajada sin poderlo evitar. Melanie y Jade siguen viéndome como si hubiese perdido la razón.
—Melanie Allen diciendo impropios. Demonios Alisson amaría estar aquí para escucharlo —me burlo sin poderlo evitar, ganándome una mirada fulminante. Sonrío, haciendo que su entrecejo se frunza mucho más.
—No se preocupen. Tengo todo perfectamente arreglado —suspiro y pongo los ojos en blanco.
—Sí, pero Ari... —dice Jade bastante preocupada—. Analy es muy mala y no me extraña que haga algo en tu contra.
—Lo sé —respondo provocando que ambas me observen confusas. Tomo mi botella de agua, la destapo y le doy un buen trago, estaba sedienta—. Miren, para mí Analy es una basura y una insufrible. Créanme que sé que ella está acostumbrada hacer lo que le venga en gana, incluso cree poder humillar a quien sea porque sus padres se lo permiten y se lo aplauden.
—¿Entonces por qué quieres ser su amiga? —pregunta Mel con el ceño fruncido cada vez más confundida. Sonrío ampliamente, casi con malicia, enarco una ceja; topando una postura casi arrogante.
—Eso mi querida Mel porque como bien dijo mi madre: "a los amigos hay que tenerlos cerca y a los enemigos mucho más" —tomo otro trago de agua—. En otras palabras, me permitirá no sólo vigilarla, sino que además aprovecharme de ella sin que se percate de ello.
Ambas asienten aunque siguen observándome con sospecha. Dudo mucho que lo entiendan, tampoco espero que lo hagan, porque ninguna comprendería mis razones. Como bien dije, odio el mundo en el que se desenvuelve mi madre, pero tengo que aceptar y aplaudir su manera de manipular todo a su favor. Analy es conocida por toda la élite estudiantil, y si consigo que todos me acepten, conseguiré más de lo pensado. Porque este mundo es así, triunfa el de las conexiones y ser hija de una mafiosa o una Kirchner no es suficiente.
Para mí no es suficiente.
Además, me encantará quitarle la corona a la princesita McChrystal. Yo seré quien maneje a la élite neoyorquina, no ella y mucho menos su familia. Es sólo cuestión de tiempo.
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