Capítulo 2.
ARIADNA.
—Ariadna —la voz de mi padre llama mi atención segundos después de haber salido de la Range Rover. Acomodando la correa del pequeño bolso contra mi hombro, me detengo a la mitad de los escalones del porche y volteo en su dirección. Con lentitud llega hasta mi lado y no puedo evitar observarlo curiosa, ya que su rostro tiene tal seriedad que por un momento creo que está enfadado, de nuevo, conmigo.
—¿Qué pasa?
—Cariño, por nada del mundo le digas a tu madre que conoces o tienes alguna amistad con alguien de la familia Harris —dice dejándome con tal expresión confundida. Abro mi boca para preguntar pero mi padre se adelanta—. No preguntes. Simplemente trata que tu madre no se entere.
Y es lo último que dice porque uno de sus guardaespaldas —Rodrigo— nos interrumpe para tomar las llaves de la camioneta que usó mi padre, el cual con una sonrisa y un apretón de manos se las entrega. Frunzo el ceño ligeramente, cuando Rodrigo se lleva la Range Rover y los otros guardaespaldas se van detrás.
—Oye papá, ¿por qué Rodrigo se llevó tu auto? —no puedo evitar mi curiosidad. Él como si supiera que de alguna u otra forma lo iba hacer, me sonríe con cierta diversión.
—Porque siempre que usamos alguno de nuestros autos ellos se encargan de que no tenga ningún dispositivo que amenace a nuestra familia —se detiene pensativo—, de hecho, los revisan antes y después que los usemos.
—¿Por qué? —enarco ambas cejas desconcertada. Ya que es la primera vez que escucho sobre esto.
—Para empezar, somos dueños de grandes empresas multimillonarias. Lo que significa que estamos al ojo de muchas personas, y no todas son buenas —explica y pasa uno de sus brazos por encima de mis hombros. Acomodo mi bolso mientras empezamos a caminar lentamente hacia el interior de la mansión—. Por no mencionar, que está el hecho de que tu madre es la líder de una mafia. La influencia que tiene ella en ése mundo es tal, que muchas otras mafias u organizaciones la desean; por lo que emplean métodos no muy pacíficos.
No puedo evitar hacer una mueca cuando menciona el maravilloso mundo de la mafia. Pongo mentalmente los ojos en blanco. De verdad que no entiendo a mi madre. Teniendo esposo, hijos, y una empresa que le genera una gran cantidad de dinero; se empeña en seguir siendo líder de ese grupo de criminales. Es ilógico. Y por mucho que trate de comprenderla, lo único que consigo es reafirmar lo egoísta que es. Al parecer, lo único que le interesa son sus propios asuntos y no la seguridad de papá o de Wyatt. No me hago la idea de que piense o le interese mi seguridad, por eso no me incluyo. Pero a esos dos, se supone que es quienes más ama. ¡¿Entonces porqué demonios sigue siendo la líder de una mafia?!
—¡Ah! Y antes de que se te olvide —la voz de mi padre me saca bruscamente de mis pensamientos. Levanto la mirada y lo encuentro a medio camino de la larga escalera del extremo derecho—. Debes de disculparte con tu madre. Y sí señorita, es una orden.
Frunzo el ceño y mascullo algo entre dientes que mi padre no alcanza a escuchar ya que sigue su trayecto a la segunda planta. En verdad por un instante creí que podría librarme de disculparme con ella, pero ya veo que no. ¡Maldición! Un suspiro cargado de toda la frustración y cansancio que sentía, escapa de mis labios. Con desgana camino hasta mi habitación y cierro de un portazo. Tiro mi bolso en el sillón blanco de dos personas que forma una mini sala, que además tiene dos sillones muy cómodos individuales rojo vino y una mesita ratona de vidrio en el centro. Arrastro mi pies hasta llegar a mi cama, se escucha un ligero "puff" cuando me tiro sobre mis almohadas.
Joder con este día.
Vuelvo a suspirar, me estiro mientras me giro sobre el edredón blanco de plumas y observo fijamente el techo. Una serie de trazos, de colores fosforescente, decoran todo mi techo que alguna vez fue de un monótono blanco. Y aunque no me gusta mucho el hecho de que mi madre fue la encargada personal de decorar mi habitación, debo aceptar que es perfecta. Sin embargo, como me gusta llevar la contraria a todo, una parte tenía que llevar mi sello. Y Wyatt fue mi cómplice. Como es obvio que ninguno de los dos somos unos profesionales del arte, digamos que las líneas y figuras distorsionadas no tienen el mínimo de sentido. Pero cada vez que las veo, es como si fuera el toque que necesitaba. Además según Wyatt: "Es una obra de arte de los hermanos Kirchner".
—¿Se puede?
Salgo de mis pensamientos al escuchar un voz ronca, varonil. Y no puedo evitar reír al ver de quién se trata.
—Acabo de llamar al hijo del diablo con la mente.
Wyatt pone los ojos en blanco, entra a mi habitación con toda su arrogancia y su atractivo. Y no puedo evitar que una sonrisa maliciosa se forme en mis labios al ver el reproche y la seriedad en sus ojos verdes azulados. Sé que no le gusta que diga que mi madre es el diablo, pero claro, él es el consentido de Dakota. Nunca entenderá que a él lo ama y a mí me odia.
—Eres una malcriada, ¿lo sabías?
—Y tú un idiota —respondo mientras sonrío falsamente. Borro mi sonrisa y levanto una ceja en su dirección—. ¿Qué quieres Wyatt?
Mi hermano camina por toda mi habitación, con pasos lentos y silenciosos, manteniendo todo el tiempo sus manos escondidas en los bolsillos delanteros de su pantalón. Sin embargo, se detiene y me observa por largos segundos. Levanto una de mis cejas mientras lo observo pasarse una mano por su cabello blanco, que está un poco más largo arriba que a los lados. Todavía no entiendo porqué se lo tiñó de ese color, aunque tengo que aceptar que se le ve bien. A quién mierdas engaño, así Wyatt decida raparse igual se vería guapo. Si ya de por sí tiene un muy buen cuerpo, porque pasa horas en el gimnasio de la mansión, tiene mucho parecido físico a mi padre. Y él tampoco es que sea el hombre más atractivo del mundo, pero hay que aceptar que tanto Wyatt como mi padre, son muy de buen ver. Hasta el tono de sus ojos son muy parecidos, salvo que Wyatt tiene cierta dureza —y un halo misterioso, así como intimidante— que heredó de mi madre.
—¿Podrías dejar de caminar de un lado a otro? Me estás mareando —gruño sin moverme de mi cama. Wyatt se detiene nuevamente, clava sus ojos en los míos, y un escalofrío me recorre al verlo tan serio.
—No quiero verte hoy en El Infierno —dice con un tono de voz que no permite un "no" por respuesta. Me levanto abruptamente.
—¡¿Qué?! —chillo sin poderlo evitar. Rechino los dientes molesta—. ¿Estás loco? Tú, ni nadie, me va a echar a perder la celebración, ¿lo entendiste hermanito?
Wyatt suspira y me regala una mirada aburrida. Cruza los brazos por encima del pecho, provocando que los tendones de sus brazos se noten ligeramente y la camisa azul oscuro de algodón, se tense entorno a su fornido cuerpo.
—Son órdenes de mi madre, Ariadna. Ni siquiera yo puedo ir —dice provocando que la sonrisa llena de suficiencia de mi rostro, se borre. Levanta una de sus pobladas cejas en mi dirección—. Así es. Y esa orden también aplica para Alisson. Kenya no la quiere hoy cerca del Infierno, ni en el bar de Helen.
—¿Por qué? —mi tono indignado no pasa desapercibido. Wyatt vuelve a suspirar y suaviza su expresión.
—No lo sé —responde. Frunzo mi ceño. Eso es raro, nunca mi madre le ha negado a Wyatt de ir, todavía a mí no me ha dejado ir en muchas ocasiones pero no a su querido hijo. Algo raro está pasando.
—Ariadna, de verdad no quiero verte ahí —la voz de mi hermano me saca de mis pensamientos. Cruzo los brazos a la altura de mi pecho.
—¿Por qué crees que no quiere que vayamos? —pregunto ignorando lo que dijo. Wyatt suspira exasperado, se mantiene serio sin apartar sus ojos de los míos. Ambos nos mantenemos en silencio, viéndonos mutuamente, al final corro la mirada. Rara vez le puedo mantener la mirada, lo mismo pasa con mi madre. Ambos tienen la mirada muy pesada, como si escondieran todos los secretos y misterios del universo en sus iris—. Dakota nunca le niega nada a su hijo preferido.
—¿Cuándo lo entenderás? —gruñe exasperado. Frunzo el ceño sin comprender. Wyatt niega con cierta tristeza que aumenta mi confusión, vuelve a clavar sus ojos verde azulados en los míos, se acerca y con uno de sus dedos golpea ligeramente mi entrecejo—. No quiero verte ahí, Ariadna.
Empuja mi frente con su dedo, trato de golpearlo pero lo esquiva, lo que le provoca risa, una que no comparto. Al ver que voy a levantarme, sale de mi habitación, no sin soltar una de sus burlonas carcajadas. Fulmino la puerta y reprimo las ganas de soltar una palabrota. Tomo una profunda bocanada de aire, giro sobre mi mismo eje y busco con la mirada mi bolso, una vez lo encuentro saco mi celular, lo desbloqueo y busco entre mis contactos el nombre de Alisson.
—Iremos.
El suspiro de Alisson no se hizo esperar.
—No es que no quiera, pero definitivamente no quiero tener problemas con mi madre, mucho menos con la tía Dakota —responde Alisson bastante seria. Pongo los ojos en blanco. Creo que Alisson le tiene miedo a mi madre—. Además estoy segura que ambas dejaron bien dicho que nuestra entrada al El Infierno está prohibida, por lo que te imaginas la vergüenza que pasaríamos si nos echan.
—No seas exagerada. Estoy segura que es puro invento de mi madre —Alisson masculla algo entre dientes que no alcanzo a escuchar—. ¿De verdad serías capaz de abandonarme? ¿A mí, que soy tu mejor amiga, la persona con la que creciste como si fuéramos hermanas?
—¡Eres una maldita manipuladora!
—¡Ja! Pero bien que sabes que funciona —sonrío ampliamente al escuchar un gruñido de su parte—. ¡Ponte jodidamente guapa, que hoy vamos a celebrar que a partir de hoy soy universitaria!
—¡Qué bien! —exclama con falso entusiasmo. Pongo los ojos en blanco—. Por cierto rubia falsa, mi madre me dijo que mañana volvía Grant.
Todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensan. Un calor asfixiante que empezó en mi pecho, pero se expandió por cada rincón; me sorprende, tanto por el hecho de lo acelerado que estaba mi corazón.
—¿Ariadna? —la voz seria, pero llena de compresión de la pelirroja que tengo por mejor amiga, me saca de todo ese torbellino de emociones y pensamientos en los que me estaba sumergiendo.
—No te preocupes, sabes que Grant es un tema pasado —respondo con una indiferencia que realmente no sentía, y antes de que ella siga hablando me adelanto—, ahora lo importante es que las dos tenemos que ir hoy sí o sí a El Infierno. Ahí pensaré en la manera con la que podamos ir y entrar sin que nos echen, así que no te preocupes.
—¿Estás segura?
—Sí por supuesto —ignoro deliberadamente la verdadera respuesta a su pregunta—. Tengo que dejarte, hoy tenemos una cena con los Allen. ¡Pero ya sabes, a la misma hora como quedamos!
Y cuelgo sin esperar su respuesta. Alisson me conoce demasiado bien, por lo que estoy segura que no la convencí del todo. Cierro los ojos con fuerza y un profundo suspiro escapa de mis labios.
¿Acaso lo estoy yo?
Abro los ojos de nuevo, por un momento —todavía con el pulso acelerado— observo fijamente la pantalla de mi celular. Sin poder evitarlo, por mucho que traté, esos recuerdos que había conseguido esconder en el rincón más oscuro y apartado de mi subconsciente; hacen acto de presencia. Sus miradas que variaban desde la adoración, ternura, diversión y... amor. Algunas enojadas, pero no llenas de odio o resentimiento. Caricias y abrazos llenos de posesividad. Él... es el único que por un momento me hizo olvidar la aberración que sentía hacia el mundo de la mafia.
Y por eso, esa relación era demasiado peligrosa.
Con renovada indiferencia, aparto todos esos recuerdos y pensamientos. Una vez me cercioro de que mi celular está conectado al cargador y me quito la ropa que llevaba en la mañana, quedando en ropa interior me acerco a mi vestidor y busco los dos conjuntos que necesito, uno para una cena semi formal y otro para El Infierno. El primero es un vestido cuello alto, de falda acampanada, con una coqueta apertura en la espalda y de un bonito verde menta. En cambio el segundo conjunto: unos pantalones de cuero talle alto rasgados en las rodillas, un croptop corsé, con busto corazón de color negro. Lo único que le agregaba color a ese atuendo eran los altos tacones plateados y uno que otro accesorio.
Sonrío satisfecha. Término por desvestirme dentro del cuarto de baño, el vapor de la bañera no tardó en empeñarlo todo y con un gemido de placer escapando de mis labios, entro en ese paraíso cálido con aroma a vainilla.
—¿¡Entrarás a la universidad!? —pregunta una muy sorprendida Melanie, en un bajo murmullo a mi lado.
Escondiendo una sonrisa, asiento y tomo un sorbo de aquella burbujeante, pero deliciosa champagne con un ligero sabor a naranja con la que acompañamos la cena. Una que tengo aceptar estuvo riquísima, el chef personal de la mansión se lució en esta noche.
—¿En cuál? —pregunta curiosa.
Bajo la copa, la dejo al lado de mi plato, todos están concentrados en diferentes conversaciones. Mi madre habla con Dorian Allen y mi padre con Skyler Allen. Mi hermano de alguna maldita forma consiguió salir airado de asistir a la cena.
—A la Élite New York University —respondo seguido de un suspiro.
Melanie abre la boca sorprendida, pero casi al instante su expresión cambia por una emocionada. Sé que ella también está en esa universidad, salvo que ella estudia algo relacionado con finanzas y no se qué más.
—¡Es grandioso!
Le doy una rápida mirada a la hija menor de los Allen. Melanie Allen, es definitivamente un caso especial, demasiado tímida para su gusto y el mío, porque aunque me llevo muy bien con ella, siento que si digo alguna grosería en su presencia le dé algún ataque u algo parecido. No me quiero imaginar la expresión que pondría si la llevara a las fiestas que suelo frecuentar con Alisson.
¡Eso es! ¿Cómo no se me ocurrió antes?
—¿Por qué sonríes de esa forma?
Trato de relajar mi expresión, pero esa sonrisa en mi rostro me delata. Siento mi corazón acelerarse, la adrenalina empieza a recorrer por mi cuerpo. Ya encontré ese "algo" para poder asistir a la fiesta.
—Necesito un favor tuyo, Mel —susurro en su dirección. Les doy una mirada discreta a mis padres pero parecen ajenos, de inmediato pongo mi mirada en los ojos verdes de Melanie—. Necesito que les digas a tus padres que te dejen ir a una fiesta, ellos no pueden negarse ya que como bien sabes tu madre insiste cada vez que puede para que salgas.
Melanie abre los ojos a más no poder, menea la cabeza, negando horrorizada. Tomo sus manos y pongo en mi rostro la expresión que utilizo en Wyatt y en mi padre.
—Mira te explico, lo que sucede es que le pedí a mi madre que me dejara salir para celebrar que había entrado a la universidad, pero ya sabes cómo es ella, se negó rotundamente. Incluso unas amistades se encargaron de organizar una pequeña fiesta, nada ostentoso, para mí —con la mirada más triste que poseo, empiezo a decir una pequeña mentira piadosa, que de alguna forma consigue que la expresión de Melanie se suavice. Trago saliva sintiéndome culpable, pero una vez que empecé no puedo detenerme—. Y estoy segura que si tú me acompañas, la tía Sky convencería a mi madre.
Melanie parpadea todavía sorprendida. Traga saliva nerviosa, mantengo mi mirada fija en ella. Ser hija de Dakota me enseñó unos cuantos trucos de manipulación, pero de nuevo siento un ligero sentido de culpabilidad. ¿No me habré pasado, verdad?
—¿No ayudarías a tu mejor amiga? Por favor, Mel.
Un suspiro resignado es su respuesta, asiente derrotada y me aguanto un grito de euforia. Bien, es hora de poner en marcha el plan.
—¿Tía Sky? —mi voz interrumpe la conversión que mantenían los adultos, los cuatro ponen su atención en mi persona.
—¿Sí, cariño? —responde mientras me regala una cálida sonrisa. Sonrío apenada, suavizo mi mirada para que la expresión afligida de mi rostro se note.
—Le estaba diciendo a Mel que sería grandioso que fuera conmigo y Alisson a una fiesta a la que nos invitaron —digo con la voz más suave que soy capaz de poseer. De inmediato los ojos negros de mi madre —ya que está sin lentillas— se clavan en mi persona. Ignoro el estremecimiento que me recorrió, así como la culpabilidad que aumentaba a cada segundo—. Pero ella me dijo que tú y el tío Dorian no la dejarían ir. ¿Y por eso quería saber si dejarías que Mel nos acompañara?
—Ariadna... —el murmullo de mi madre provoca que los pelillos de mi nuca se ericen.
—¡¿Pero qué dices?! ¡Por supuesto que la dejamos ir! —dice eufórica la tía Skyler—. Es hora de que mi pequeña conozca un poco, y disfrute. Cariño, tienes que empezar a salir y tener amistades.
Esto último se lo dice a Melanie. La cual se encuentra tan pálida y sino fuera porque bajo la mesa entierra sus uñas con nerviosismo en mi brazo, una sonrisa victoriosa se formaría en mis labios.
—Ariadna, tú no tienes permiso de salir hoy.
Aparto mi mirada de la hija de los Allen y clavo mis ojos en los negros de mi madre. Que no dejan de verme con una furia reprimida que me pone de los nervios, aún así consigo mantenerme inexpresiva.
—¡Oh vamos, Dakota! Déjalas que se diviertan —interviene Skyler. Es una, por no decir la única, que es de la alta sociedad que sabe la verdad identidad de la gran Amira Kirchner. Según tengo entendido son "viejas amigas".
—Dije que no —gruñe mi madre. Siento el enojo recorrer mi cuerpo—. Ella tiene prohibido salir hoy.
Tenso la mandíbula, me muerdo la lengua para no soltar la corriente de maldiciones que deseo sacar bajo mi indignación. Ella nunca me dejaba asistir a lugares donde pudiera divertirme, sólo a su querido y amado hijo, si no fuera por Wyatt todavía seguiría confinada en esta mansión siendo "la hija perfecta". Hasta hace unos tres años fue que finalmente se resignó.
—Dakota —dice en un tono pausado nuevamente la tía Sky, casi como si le estuviera hablando a un niño—. No seas melodramática, déjalas divertirse. ¿Sabes cuánto he esperado para que Melanie tome la decisión de salir a divertirse?
Y así empezó Skyler Allen a hablar y hablar, tratando de convencer a mi madre. Una tarea difícil. Pero he notado que Skyler Allen puede ser muy insistente, como exasperante. Y mi madre no es muy amiga de la exasperación.
—¡Bien! ¡Que insoportable eres! —exclama enfadada mi madre.
Clava sus ojos negros en los míos, ni siquiera tuvo que decir algo porque su mirada me lo dijo todo. Reprimo una sonrisa victoriosa, así como también el ligero temblor de mis manos, sabía que haberla desobedecido iba a traer sus consecuencias. Sin embargo, en este momento trataba de no pensar mucho en eso.
Por el momento.
—Desnúdate.
Melanie frunce el ceño para luego retroceder asustada. Pongo los ojos en blanco.
—No le voy a ese lado querida Mel —respondo divertida. Cruzo los brazos a la altura de mi pecho, con la mirada la repaso desde sus anticuados tacones negros, a su largo vestido azul. Demasiado largo, elegante y... aburrido—. No vas a ir a la fiesta vestida así.
—¿Qué tiene de malo? —pregunta mientras le da una rápida mirada a su atuendo.
Suspirando por lo bajo, camino hasta su lado, paso uno de mis brazos por encima de sus hombros y la llevo hasta uno de los espejos de cuerpo completo que decora una de las paredes de mi vestidor. Observamos nuestro reflejo, una expresión confundida surca su bonito rostro.
—No es que te veas mal, si deseas vender biblias. Pero como vamos a una fiesta y no a un convento definitivamente no puedes ir vestida así.
Melanie frunce el ceño, empieza a mordisquearse el labio inferior un tanto ansiosa.
—Así que busquemos algo que te haga lucir esas bellas piernas que heredaste de la tía Skyler —respondo con una amplia sonrisa, abro todos los estantes y armarios de mi amplio vestidor.
Melanie observa impresionada toda la ropa y demás. Mientras ella está en eso empiezo a buscar lo que llevará esta noche, muerdo mi labio inferior y empiezo una muy intensa búsqueda.
—¿E-Estás segura de esto? —la voz insegura de Melanie llama mi atención. Frunzo ligeramente el ceño, tomo entre mis manos un short de cuero, talle alto, con dos zippers que simulan bolsillos en la parte trasera.
—¿Qué? —pregunto mientras busco una blusa no demasiado vulgar que luzca con este short.
—El de que yo vaya a la fiesta... —murmura con un hilo de voz. Enarco las cejas desconcertada, giro sobre mi mismo eje y fijo la mirada en ella.
—Por supuesto —respondo sin pensarlo dos veces. Sonrío comprensiva—. Sé que no estás acostumbrada, pero la pasaremos bien, ya verás.
Melanie me regala una mirada no muy convencida. Por lo que sonrío, tratando de hacerle ver con mi expresión que debería de confiar en mí, aún cuando la metí en este lío, no significa que no vaya a cuidar de ella o peor aún; que la haga verse mal. Para empezar por sus venas corre sangre latina, gran parte de su físico viene de la herencia de su madre, es sólo cuestión de saber aprovechar esos rasgos. Por lo que una vez encuentro la blusa perfecta que sé la favorecerá muchísimo, así como unos botines rojos de gamuza con suela negra que llegan hasta un poco más arriba del talón, pongo todo encima de un sillón individual que hay dentro del mismo vestidor.
Pero me devuelvo hacia uno de los cajones y al abrirlo no puedo evitar que una sonrisa maliciosa se forme en mi rostro.
—Ponte esto.
Melanie jadea, su rostro y parte de su cuello se pone de un intenso rojo. Sus ojos no se apartan de la ropa interior —nueva, obviamente— que sostengo entre mis manos. Un sujetador de encaje negro straples, con un poco de push up, y sus bragas a juego.
—¡No pienso ponerme eso! —chilla sin despegar su mirada de la reveladora ropa interior que le ofrezco. Sonrío perversamente en su dirección.
—Sí lo harás, mi inocente Mel —me encojo de hombros—. Nunca sabes lo que puede llegar a suceder. Y definitivamente tu conjunto de ropa interior aburrida de puntos de colores, no te favorece en nada.
Melanie se pone mucho más roja de ser posible. Aparta la mirada avergonzada, dándome la señal de que he acertado. Río sin poderlo evitar. Realmente Melanie no es consciente de lo guapa que es, eso sino mencionamos los buenos genes que heredó de su madre, unos que otras envidiarían.
—Ponte todo lo que escogí para ti. En unos minutos vuelvo para maquillarte y arreglarte el cabello —digo antes de ponerle la reveladora ropa interior en sus manos, pellizco ligeramente su mejilla—. Te verás aún más hermosa, Mel.
Ella asiente no muy convencida, le regalo un guiño antes de girar y empezar a caminar hasta mi habitación nuevamente. Cierro las puertas de mi vestidor, en el proceso hasta llegar a mi cama, me quito las sandalias de plataforma y el vestido. Como ya había dejado todo preparado de antemano no tengo que preocuparme mucho por decidir qué ponerme. Empiezo a desnudarme, me quito mi ropa interior y me pongo otras bragas que no marcan en lo absoluto. Quedo desnuda de arriba ya que el corsé pasa por sujetador. Tomándome mi tiempo es lo primero que me coloco para luego pasar al pantalón de cuero, el cual se moldea a mi cuerpo y realza aún más mis ligeras curvas.
—¿Ari?
Estaba terminando de ponerme los botines negros, tacón aguja, con detalles en dorado que decidí cambiar por los tacones plateados de ultimo momento. Los cuales cabe mencionar, en un santiamén saque de mi armario para que Melanie no me viera, cuando la voz de la susodicha llama mi atención. Al levantar la mirada me fijo en los botines rojos de gamuza, al seguir me topo con unas estilizadas y hermosas piernas. El short llega al límite de sus nalgas, pero aún así le luce y la camisa cuello alto de un falso cuero —ya que por dentro es de un suave material— de busto corazón, que la parte del cuello y el inicio de los pechos es de una tela transparente; levanta de una manera tan exquisita sus pechos que estoy segura más de uno se quedará babeando.
—Sabía que tenías unos buenos pechos —señalo la parte trasparente. Melanie se sonroja mucho más. Suelto un pequeño silbido—. Mi inocente amiga, dejarás a más de uno alucinando.
—E-Esto es muy revelador —balbucea mientras trata de hacer un poco más largo el short, algo inútil. Río entre dientes.
—Tú no sabes lo que es revelador todavía.
Melanie me mira sin entender, decido ahorrarme detalles, porque sé que le dará un ataque si le llego a decir al lugar que iremos. La tomo de la mano y la acerco a una cómoda silla afelpada de color blanco giratoria, la cual muevo para que no sea capaz de verse en el espejo de mi tocador. Tomo la pinza y empiezo en el proceso de hacerle ondulaciones desde la punta a la mitad de su largo cabello castaño. Lo cual me toma su tiempo, pero eso es lo de menos. Melanie retuerce las manos nerviosa, sus ojos verdes no se apartan de mi rostro, en algunas ocasiones le sonrío para que pueda relajar esa expresión tensa.
—¿Qué decidiste estudiar? —pregunta tratando de distraerse.
—Derecho —respondo mientras empiezo con el maquillaje. Le aplico base, polvos, con algunas sombras marco sus facciones, y no aplico mucho en sus parpados ya que decidí hacerle el eyeline.
—¿Tú madre lo sabe? —pregunta mientras abre sus ojos. Levanto una ceja y busco el pintalabios rojo escarlata que recién compré.
—No —frunzo ligeramente el ceño—. Por los momentos.
—Ariadna... —murmura preocupada—. ¿Estás segura de querer estudiar derecho?
Suspiro, término de aplicarle el pintalabios a Melanie, lo tapo y lo vuelvo a poner junto a los demás. Sonrío al verla. Sus ojos verdes se ven... felinos, seductores. Definitivamente conseguí lo que quería, hacerla ver deseable y a la misma vez hermosa.
—Lista.
Melanie frunce ligeramente el ceño, giro su silla y ella abre los ojos como plato cuando ve su reflejo.
—¡Oh, mierda!
Suelto una estruendosa carcajada, mientras ella sigue viéndose decido empezar arreglarme yo. Hago tres trenzas que consiguen conectarse entre ellas en la parte derecha de mi cabello, dando una imagen como si me hubiese rapado. Con una gota de aceite que huele riquísimo, lo paso por mi demás cabello; el cual acomodo en mi hombro izquierdo. Me aplico el mismo estilo de maquillaje que Melanie, sólo que en deber de pintarme los labios de rojo carmesí, prefiero el rojo vino.
—Sabes, si lo lo tuyo no son las leyes deberías estudiar algo relacionado con la moda. ¡Eres increíble!
Río entre dientes.
—Es divertido —es lo único que atino a decir y me encojo de hombros.
Busco mi celular al igual que dinero, el cual escondo entre el estuche del mismo celular. Dado que no soy muy fan de esconder cosas entre mis pechos porque es jodidamente incómodo, tampoco me gusta andar bolso, por la incomodidad de bailar. De hecho, casi siempre le doy todas mis cosas a Wyatt para que me las guarde entre sus bolsillos o chaqueta.
—¿Nos vamos?
Tomo la mano de Melanie, rezo para no toparme con mi madre o con mi padre cuando salimos de la habitación, pero tanto el pasillo así como la sala de estar está libre. Suspiro de alivio y salimos al porche, encontrándonos con Alisson apoyada contra un BMW i8 de color azul eléctrico. Que si bien es cierto el auto es de dos puertas, en su interior fue alterado para hacer un asiento extra atrás donde alguien no muy alto pueda alcanzar perfectamente, por supuesto el diseño sigue tan lujoso y exquisito como el original.
—Vaya, el ángel quiere ser un demonio esta noche.
Melanie pone los ojos en blanco, saluda a Alisson y las tres nos subimos al auto. Alisson de piloto, yo de copiloto y Melanie en el asiento extra.
—El infierno llama a sus demonios... —murmura Alisson antes de arrancar a toda velocidad, haciendo chillar las llantas. Sonrío de medio lado.
¿Para algo bueno o para algo malo?
****
Nota de A:
♥El auto que lleva Alisson:
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