Capítulo 6
Sorina:
La tenue iluminación, el débil tintineo de las copas y la música del piano ayudan a relajarme. Es pasada las diez, y el Piano Bar apenas si está ocupado por veinte personas. Todas por encima de los treinta años. Esto es lo que más me gusta de este sitio, solo lo frecuentan humanos adultos..., y no tengo que soportar zoqueterias de adolescentes como con los que convivo a diario en el instituto. Me relajo, aun cuando el local es climatizado, me permito dejar fluir mi magia, sentir su influjo en mi sangre, revitalizándome, lo disfruto. Sobre todo ahora que mis horas de libertad están tan restringidas, con el barullo de los faes de verano y el ópalo, mi tiempo para la magia se ha reducido a las noches, en casa, cuando no hay moros –hadas verano–, en la costa. Dejo ir la magia y me concentro en el pianista. Es un hombre guapo, debe estar en la mitad de la treintena, cabellos negros, tez clara, hombros anchos. Luce un elegante esmokin que solo realza más al piano de cola. Sus dedos largos se deslizan con pericia sobre las teclas y la melodía surge con fluidez envolviendo a todos los oyentes. Mantiene los ojos cerrados, suma concentración, minúsculas gotas de sudor descienden por su rostro. Es casi mágico, de hecho lo es. Este hombre es un soñador. Algo raro entre los humanos de su edad. La mayoría de los soñadores que aun existen, son adolescentes, cuando alcanzan cierta edad, tienden a olvidar sus talentos artísticos. Expando mis sentidos, el hombre es muy poderoso, y lo peor del caso es que no es conciente de ello, su música se envuelve alrededor de los oyentes, aunque la mayoría no es capaz de apreciarlo en su totalidad, no tanto como lo hago yo. También, ellos no lo necesitan, como yo lo hago. El pianista continúa tocando, su música es hermosa, pero tiene un trasfondo de oscuridad, hay una tristeza y una perturbación en el fondo, algo que viene de si mismo, levanta la mirada de las teclas y la fija en mí. Jugueteo un poco con mi bebida, pero no aparto mi mirada. Sus ojos son verdes, e inmediatamente me siento decepcionada de que no sean de la misma tonalidad bosque que los de cierto fae de verano.
Un momento, ¿dije decepcionada? ¿Qué está mal conmigo? Escondo mi irritación bebiendo un sorbo de mi copa. Es algún tipo de licor afrutado y con un bonito color azul. Me recuerda a los vinos del palacio de hielo, una de las pocas cosas que disfrutaba de mi tierra, aunque por supuesto, su sabor está bastante más lejos, y mucho más su efecto. Lo cierto es que las bebidas alcohólicas humanas no tienen efecto ninguno en los faes, algo que ver con las diferencias en nuestro metabolismo, curiosamente las bebidas gaseosas si que podían ponernos en un aprieto. El músico y yo continuamos mirándonos, aunque él cierra los ojos por momentos para dedicarse a su trabajo, se que cuando termine, vendrá conmigo, bien, hace falta que sea pronto. Estoy hambrienta. Entre las exigencias de mi cuerpo, y el disfrute de la música, casi, casi, paso desapercibido el cambio en el aire.
— Hombre –murmuro yo–. No puedo tener tan mala suerte.
Aun a pesar de las consolas que mantienen el local en unos agradables 20 grados, percibo la calidez en el aire, y el aroma a frutas. ¡Joder, no! La puerta del local se abre, y mis tres pesadillas personales caminan dentro generando murmullos y cabezas volteadas. Los tres lucen impresionantes con sus trajes Armani, Kai va de verde, Lexen de gris y Linder..., Linder lleva pantalones y frac en azul marino, curiosamente coincidente con el azul marino de mi vestido. Sus ojos verde bosque encuentran los míos nada más cruzar el umbral. Sorpresa, molestia, enojo, luego su mirada recorre mi cuerpo y simplemente se queda en blanco, me observa, me estudia, hay un brillo casi apreciativo en su expresión, la iluminación opaca, realza más las líneas duras de su rostro, los hombros anchos. Realmente se ve bien con ese esmoquin. Calor recorre mi pecho y sube por mi cuello hasta mis mejillas.
— ¡Pero mira nada más, si es Blanca Nieves! ¡Hola preciosa!
En mi estupidez, había perdido de vista a los otros dos, y hasta ahora tenía al pelirrojo cretino justo a mi lado. Kai se dejó caer a mi lado y pasó un brazo sobre mis hombros. Los ojos verdes de Linder se llenaron de altivez y desprecio, y eso es justo lo que necesitaba para recordarme que no es más que un egocéntrico fae de verano. Me olvido de él, y aparto el brazo de Kai con molestia. Por unos instantes contemplo la idea de ir a toda magia contra ellos, pero me contengo. No estoy en mi mejor momento, de hecho estoy bastante débil. Necesito magia, normalmente visito la tierra de invierno y me recargo, pero ahora no puedo, no mientras estos chico estén cerca, resulta que cada vez que cruzo, la magia de la otra dimensión deja un rastro en mí, una estela visible para otros seres mágicos, y no, no puedo arriesgarme a que estos chicos lo vean, y si además le sumamos el uso continuo del ópalo, concluimos que estoy jodida. Así que mejor me comporto.
— ¿No eres demasiado joven para estar aquí? –me interroga Kai.
Cierto, aparentemente solo tengo diecisiete años, y esa no es la edad humana para estos sitios, por lo menos no sin un tutor, pero no pude evitar una mueca divertida, me pregunto que dirían estos chicos si supieran que en realidad tengo doscientos cincuenta años.
— Tengo lo que se necesita –contesto yo con sequedad–. Además, podría decir lo mismo de ustedes.
En realidad necesito que estos chicos se marchen. Tengo mi noche cronometrada, arriesgo una mirada de soslayo a mi objetivo, aun tocando el piano, pero veo que observa mi pequeño concilio de hito en hito. Mierda.
Kai hace una mueca de diversión se acerca en lo que quiere parecer un gesto confidente:
— Guárdanos el secreto, pero resulta que aquí nuestro amigo Allen tiene diecinueve y Alex y yo dieciocho.
Si claro. No le he preguntado a Abby, pero por la cantidad de poder que expele, el chico debe rondar mi edad más o menos. Una sombra se proyecta sobre mí, alzo la mirada y me encuentro con Linder, que me da una mirada amenazante. Como si tuviera tiempo para soportar sus numeritos de macho. Se que la diferencia entre nuestras posiciones, –el está de pie, y yo sentada– le da la sensación de dominancia, sin embargo, yo no estoy interesada en dominarlo en este momento, sino en demostrarle que no me puede dominar a mí, así que simplemente agarro mi copa y bebo de ella sin apartar mi mirada de él ni un minuto.
— ¿Quieres algo? –le pregunté molesta.
Sus labios se fruncieron en un rictus de desagrado.
— Quiero que dejes de tontear con mis amigos, te comportes como niña buena y te regreses a casa. No tengo tiempo para hacer de niñera, de hecho, creo que por consideración a Abby, Alex puede acompañarte.
Si. Vale, realmente me dolió no congelarle su estúpido engreimiento. Deposité mi copa con cuidado sobre la mesa y lo miré enojada. Mi autocontrol y mansedumbre tenían un límite:
— Primero que todo, ¿quién demonios te crees que eres para darme órdenes? Segundo, ¿qué crees que soy? ¿Una niña?
Los ojos color bosque me miraron como quien mira a una mosca. Kai y Lexen se mantenían apartados. Linder chasqueó la lengua y murmuró:
— No tengo tiempo para esto.
Al mismo tiempo se inclinó sobre mí y me agarró por un brazo. El toque de su piel, más cálida en comparación a la mía, me sobresaltó. El chico estaba tirando de mí en dirección a la puerta y murmurando algo sobre ataques de histeria de niñas mimadas. Oh, hombre, tenía la delicadeza de un neandertal, y por supuesto buena parte de los otros visitantes ya nos observaban. El enojo pudo más que yo. No, no congelé su cara, y no, no le clave un carámbano en el trasero, hice algo mucho, mucho mejor.
Linder:
Hace casi dos meses que estamos aquí. La misión se ha alargado mucho más de lo que esperaba. El anillo de la reina continúa señalando el instituto, pero no es capaz de mostrar nada más, lo que me hace pensar que nuestro soñador se está escondiendo, y quiero decir escondiéndose de la magia. Me paseo inquieto de un lado a otro. No quiero estar demasiado tiempo en el mundo mortal, extraño mi verdadera forma, pero sobre todo extraño extender mis alas, elevarme en el cielo y sentir el viento en mi cara. Tanto tiempo atado solo a mis pies me hace sentir claustrofóbico. Se que los otros chicos tampoco deben sentirse muy bien, pero lo disimulan de maravillas. Escucho a Kai canturrear bajo el agua de la ducha y Lexen se entretiene con algo en la tv. Hemos reservado la suite del hotel cinco estrellas de la ciudad, y es bastante amplia y ventilada, lo que me recuerda un poco a mi hogar, me acerco a la pared de cristal y descorro las cortinas, el sol se está ocultado y las cosas adquieren un brillo dorado. La sensación de ahogo crece dentro de mi pecho. No puedo seguir encerrado. Me aparto del ventanal y camino hacia mi habitación, encuentro una muda de ropa decente y me visto. Al salir me encuentro con Kai abandonando el baño, todavía con una toalla amarrada a la cintura, me da una mirada interrogante.
— Arréglense los dos –ordeno–. Vamos a caminar.
Aunque pude ver la duda en su mirada, ninguno se atrevió a comentar nada, así que media hora más tarde estábamos recorriendo la ciudad. Podía sentir la magia por doquier, cosquilleaba mi piel, sabía que esta zona pertenecía a mestizos y faes renegados, de hecho percibí alguna que otra mirada torva en mi dirección, sin embargo nadie se atrevió a acercarse a nosotros, creo que expelíamos el poder suficiente como para que comprendieran que lo mejor era dejarnos en paz. No se cuanto caminamos, lo suficiente como para que la sensación de claustrofobia quedara en un lejano rincón de mi mente, y para que casi me aprendiera las calles de memoria. Y pensar que esta mañana rechacé el ofrecimiento de Kim. La chica había estado empecinada en que saliéramos esta tarde, a dar un paseo, como era persistente de una manera bastante molesta, tuve que ser un poco crudo a la hora de decirle que no estaba interesado de hecho creo que usé en una misma oración las palabras "malcriada, niñata y molestia" Kim perdió los estribos y acabó insultándome. Media hora más tarde llamó pidiendo perdón y diciendo que estaba alterada por algo que ver con los días de la luna y ciclos femeninos o que se yo que estupideces. Lo cierto es que no pude dejar de compararla con Rina. Fue algo inconsciente, pero acabé preguntándome como habría reaccionado la chica de haber estado en la situación de Kim. Lo más probable es que me hubiera leído alto y claro por dónde podía meterme mis opiniones, eh, de hecho estoy seguro que habría tratado de meterlas ella misma por algún lugar. Me encontré sonriendo divertido. A pesar de su aparente calma, la chica tenía un temperamento con la potencia de un volcán.
— Mmmm, Linder, ¿qué buscamos exactamente?
Como de costumbre, era Kai quien se atrevía a interrumpir mis divagaciones. ¿Qué buscamos? ¿Qué estaba buscando? Como respuesta, unos ojos azul hielo destellaron en mi memoria. Perdí el paso cuando fui consciente de a quien representaba la imagen. ¿Qué iba mal conmigo? La chica era una total engreída. No es que estuviera pensando en ella. No. Seguro tenía que ver con las majaderías de Kim durante la mañana. Si, eso. Mi mente hizo una asociación, todas las adolescentes humanas son insufribles, y Sorina en particular parecía dispuesta a machacar mi paciencia. Sacudí mi cabeza en un intento de ordenar mi mente, habíamos acabado en el bulevar, concretamente frente a un Piano bar. Podía sentir la música que se tocaba dentro, observé el anillo de la reina y vi que brillaba con fuerza, con mucha fuerza.
— Entremos –dije mostrándoles la joya.
Por desdicha el portero con compartía nuestros deseo. Resulta que este era el tipo de lugar al que solo se entraba vestido de etiqueta. Cierto. No es que pareciéramos pordioseros ni nada. De hecho nuestra ropa estaba confeccionada con los mejores tejidos que pudieras encontrar entre los humanos, pero ciertamente eso no cambiaba el hecho de que andábamos en vaqueros y jerséis, un poco de manipulación habría bastado para convencer al hombre, pero su comentario me fastidió tanto, que decidí salir a comprarme un traje, solo para hacerle ver que yo podía permitírmelo. Lo admito, en ese sentido puedo ser tan vanidoso como una chica. Una hora y media después, los tres salimos de la cadena de tiendas más cercanas, cada uno con un traje especial, volvimos a acercarnos al piano bar, y pasamos junto al portero sin siquiera darle una segunda mirada.
El salón no estaba concurrido, y resultaba agradable el ambiente, luces tenues, música de piano. Al instante supe que el músico era un soñador, las notas que arrancaba al instrumento se filtraban en mis venas y mi propio poder reverberaba. El hombre era un soñador, uno poderoso, pero no era el que yo estaba buscando, no obstante, mi presa debía estar oculta por algún lado, escaneé el local con la mirada, e inmediatamente fui a encontrarme con unos –sorprendidos y molestos–, ojos azul hielo. ¡Tenía que ser una broma! ¿Qué estaba haciendo ella aquí? ¿No se supone que es menor de edad? Entonces mis ojos la estudian al detalle... y vaya si no estuve a punto de colapsar. Contrario a los jeans y camisas ajustadas que siempre usaba, la chica traía puesto un corto y ceñido vestido en azul marino de brillantes, y quiero decir corto, apenas le cubría hasta la mitad del muslo, encima de eso, las delicadas sandalias de tiras plateadas con tacones de aguja de quince centímetros hacían sus piernas interminables. ¿Cómo alguien tan pequeño termina teniendo piernas tan largas? Mi mirada vuelve a subir, el escote en la espalda deja a la vista toda la espalda, con la tez nívea, que se adivina suave y fresca, la cortina de seda negra de sus cabellos cae a un lado del cuello y justo sobre la curva de los pechos, que se acentúa aun más gracias al escote delantero en uve. Oh, chico. Lleva los brazos desnudos, apenas un delicado chal transparente sobre ellos. Tragué seco. ¿De verdad esta es la amiga de mi hermana? ¿Cómo nunca antes me había fijado? Vuelvo mi mirada a su rostro, necesito estar seguro que es ella y no otra, sus pequeño y generoso labio inferior tiene casi imperceptible temblor y noto que se ha enrojecido aun más bajo la brillante capa de labial, al mismo tiempo, un poderoso rubor le ha subido desde el cuello hasta las mejillas. Me remuevo incómodo en mis pantalones, me quedan repentinamente pequeños, a pesar de que se sentían muy bien en el probador de la tienda. ¡Oh... Soy hombre muerto, eh..., un fae muerto!
— ¡Pero mira nada más, si es Blanca Nieves! ¡Hola preciosa!
En lo que duraba mi escrutinio, Kai se había sentado a su lado pasándole una mano por el cuello. ¡Hombre, un poco más y ya le estaría comiendo la boca! La boca, porque el cuerpo ya se lo devoraba con los ojos. Caliente y ácida, la ira explotó en el centro de mi estómago y sentí la bilis juguetear con mi garganta. Esta mocosa no era más que una manipuladora. Una seductora nata que quería apartarme de mis amigos. Nada más hay que ver cómo se viste, la atención que me da, para luego volcarse en atenciones a Kai.
— ¿No eres demasiado joven para estar aquí? –le interroga Kai.
La voz de mi compañero consigue frenar un poco mis instintos asesinos, y recuerdo entonces que tiene razón. Que yo sepa la chica tiene diecisiete años, y este sitio no es para menores, por lo menos no si no vienen acompañados por sus padres o tutores, y por otro lado... ¿qué hace una adolescente aquí? Lo normal sería que estuviese en una disco o por lo menos en un área de fiesta.
— Tengo lo que se necesita –contesta ella–. Además, podría decir lo mismo de ustedes.
Touché. La chica no es muy buena dando respuestas directas, pero seguro que si lo es dirigiendo el tema a asuntos escabrosos. Me voy acercando curioso por ver que respuesta dará Kai y molesto por la chica. Necesito que se marche. Necesito encontrar al soñador y no podré hacerlo con una molesta humana cerca. Kai le sonríe con esa misma sonrisa que tiene para conquistar chicas y se acerca más en gesto confidente, aprieto los puños sorprendido de las crecientes ganas que tengo de golpear a mi amigo.
— Guárdanos el secreto, pero resulta que aquí nuestro amigo Allen tiene diecinueve y Alex y yo dieciocho.
Necesito que esta chica se largue. No es más que una trepadora que quiere enredar a Kai, y a mi si le fuera posible, y yo necesito que estos chicos estén concentrados. Yo mismo necesito estar concentrado. Camino hasta donde está y adoptando mi expresión más amenazadora la observo con los brazos cruzados. Tengo que hacerla retroceder. Tiene que darse cuenta de quien manda. Los faes somos depredadores, y los humanos suelen reaccionar al peligro que representamos. Por supuesto, no planeo agredir a esta chica, pero necesito tenerla fuera del camino, así que me vale con intimidarla un poco. La chica me mira aburrida, y a pesar de que me estoy alzando sobre ella, que claramente muestro más dominancia que ella, que se mantiene sentada, se limita a beber de su copa, luego la pone con cuidado sobre la mesa y me dispara una mirada de fastidio:
— ¿Quieres algo? –me pregunta molesta.
El recuerdo del suave tacto de su piel, y su aroma, fresco y embriagante empezaban a nublar mi mente. De repente no podía apartar mucho la mirada de sus labios y tuve que repetirme su pregunta para comprenderlas. ¿Quería algo? Querer, quería muchas cosas. Quería sacarla de su siempre fría y perfecta imagen. Quería ver si en verdad tenía sangre en las venas, había un fuego consumiendo mi sangre y quería que ella lo sintiera. Un violento impulso de tomarla por los brazos y besarla hasta el cansancio ocupó toda mi mente y tuve que hacer verdaderas proezas para contenerlo, y bastante molesto, tengo que reconocer que no dejé de preguntarme cómo reaccionaría. ¡No puede ser! ¡Esta chica no puede confundirme más! Transformé el violento deseo en ira.
— Quiero que dejes de tontear con mis amigos, te comportes como niña buena y te regreses a casa. No tengo tiempo para hacer de niñera, de hecho, creo que por consideración a Abby, Alex puede acompañarte.
Totalmente empleé mi tono más condescendiente. Y en verdad no la dejaría regresar sola. No señor. Las calles son demasiado peligrosas y ella es solo una frágil humana, y cualquiera podría..., quiero decir, que Abby me mataría seguramente cuando se enterara de que la había visto y la dejé regresar sola. Si. Solo es eso. Consideración a mi hermanita, para que luego no diga que no la comprendo. Claro. No hay ningún otro interés.
Rina por supuesto no se lo tomó muy bien. Es increíble como esos fríos ojos azules pueden despedir tanto fuego, sin embargo ella logra manejar su ira y mantiene un tono de voz calmado, a pesar del enojo que destilan sus palabras.
— Primero que todo, ¿quién demonios te crees que eres para darme órdenes? Segundo, ¿qué crees que soy? ¿Una niña?
Inevitablemente mis ojos volvieron a recorrer su cuerpo. NOP. Definitivamente no pensaba que fuera una niña, aunque realmente lo era, apenas una polluela, según la edad de los estándares faes. ¡Maldita sea, concéntrate, Linder! Esta chica me estaba distrayendo demasiado. Esto nunca me había pasado, supongo que es el efecto de estar tanto tiempo sin tocar a una mujer. Si. Eso debe ser. Lo mejor será terminar con esto de una vez.
— ¡No tengo tiempo para esto! –le gruñí.
Invadí su espacio personal, la agarré por los hombros con la intención de arrastrarla a la salida. Tuve que luchar contra el efecto seductor de su aroma. ¿A qué olía? Seguro no era un perfume. Como sea. La quería fuera, y la llevaría fuera. Después tendría toda la calma y el tiempo del mundo para enfocarme en mi trabajo y... Helado líquido chorreó desde mis cabellos, mi cara y se pegó a mi traje. Los olores de frutas y alcohol se mezclaban en mi cuerpo ahora. ¿Qué demo...? Por un instante no fui capaz de reaccionar. En la sala se hizo silencio absoluto, y percibía las miradas incrédulas de mis dos acompañantes. Frente mío, Sorina, despidiendo heladas chispas por sus ojos, sostenía su copa vacía frente a mi cuerpo. Poco a poco fui entendiendo, ¿ella había...? Si. Mi ropa, mi cabello y mi cara había sido perfectamente bañados con su vino. El enojo subió tanto que pensé podría haberla calcinado con un solo pensamiento. Miré a mis dos acompañantes, Lexen..., Lexen lucía horrorizado y totalmente perdido. Es obvio que en este punto habría preferido enfrentarse a un dragón a estar aquí. Si un gigante vestido de hierro hubiese venido a por mí, el chico no habría tardado un segundo en enfrentarlo y habría encontrado la mejor manera de derrotarle, pero Sorina era una chica, y Lexen era un completo caballero, así que, aun cuando su juramento a la familia real, le indica que debe defender el honor y el orgullo de su príncipe, sus principios le prohíben siquiera pensar mal de una mujer.
— ¿Qué te crees...? –mi voz surgió baja y amenazante.
Una estridente carcajada resuena en la sala. Inmediatamente mi mirada va a parar a Kai. El chico se está riendo tanto que tiene que sobarse el estómago. Bueno, está claro que él si que no ha tenido problemas para elegir bando. Lexen y yo lo miramos con el ceño fruncido. Bueno, está claro que le gusta ver que la chica me mantiene a distancia.
La risa de Kai aumentó aun más al ver las expresiones que poníamos Lex y yo.
— Lo siento amigo, pero te han jodido –respondió él entre risas.
— Y yo lo siento pero tendré que pedirles que abandonen el local –dijo una tercera voz.
Los cuatro nos giramos para ver uno de los gorilas de seguridad. Genial, con el morrollón que habíamos montado ahora perdía mi oportunidad de investigar. Mi nivel de odio por la Blanca Nieves rompió la medida del termómetro, y puedo decir, por la expresión de su mirada que ella también habría pagado por asesinarme, por un instante creí que se olvidaría de la compostura y se lanzaría sobre mí como una gata enojada, sin embargo y aun mirándome con odio, tomó el chal y la cartera que descansaban a un lado en su mesa y se encaminó a la salida:
— No, está bien Roy. Me encantaría escoltar a la señorita yo mismo, en vista de que los caballeros parecen haberla importunado.
Es el pianista. El hombre está justo frente a nuestro pequeño concilio. Nos da una dura mirada a los tres chicos, y aunque la mira de pies a cabeza, su expresión refleja más curiosidad que lujuria. Le toma la mano y deposita un beso sobre ella.
— Soy Rafael Lenovo –le dice –llevo todo el rato observando. Por favor, permítame demostrarle que la caballerosidad no ha muerto. Me encantaría escoltarla a su casa.
¡Oh, no! ¡Este tipo es mi presa esta noche! ¡Tengo que interrogarlo! Además, ella no pensará... Veo como la frente de la chica vuelve a despejarse y le da un pequeño asentimiento. Se que debería mantener la boca cerrada, pero no puedo contener mi lengua:
— Oye, espera... ¿no estarás pensando aceptar su oferta?
Toda la amabilidad que llenara su expresión ante el músico, se volvió fría indiferencia al mirarme a mí.
— Ciertamente corro menos peligro que con tus estrambóticos modales. Probablemente me hayas dejado moretones en los brazos.
Rafael le ofreció el brazo y ella se aferró delicadamente a su codo. ¡Maldita sea! ¡Esta chica conseguiría matarme! ¡Bueno, conseguiría que Abby me matara! Ya había visto como mi hermanita la protegía, y como se enterara que por un enojo conmigo se había marchado con un total desconocido... Antes de poder detenerme, mi mano se aferró a su muñeca. Ella miró mi agarre, y luego me dio la misma mortífera mirada de siempre:
— Suél-ta-me –hielo puro en su expresión.
Si. Como que me tragué un poco el orgullo, aun cuando pude haberle dado cuatro comentarios, respiré profundamente y dejé que la verdadera preocupación saliera a flote:
— Rina..., es un total desconocido. No...
Ella me dio una seca risa y añadió:
— La preocupación no te pega, principito.
Después de eso, arrancó su muñeca de mi mano y se marchó sin darnos una segunda mirada. Una extraña sensación de vacío ocupó mi estómago. Las personas habían dejado de mirarnos para concentrarse en una orquesta de guitarras que tocaba al frente. Supongo que Kai o Lexen se habían echo cargo del gorila de seguridad porque el hombre no insistió en que nos marcháramos. Simplemente enfoqué todas mis fuerzas en contener el loco impulso de correr detrás de Rina. ¡Vamos! Tenía trabajo que hacer. No podía desconcentrarme solo por una chica. Tenía que...
— ¿Sientes eso? –pregunta Kai de pronto.
Lexen y yo lo miramos. Kai luce concentrado en algo. Pruebo a expandir mis sentidos, nada...
— Kai, qué...
— Concéntrate Linder. Siéntelo.
Cierro los ojos y dejo fluir mi magia. La transformo en mis sentidos, tacto, olfato, gusto..., y entonces lo siento, una suave y fría reminiscencia. Un toque de escarcha, una fría ondulación.
— ¡Magia de invierno! –respondo yo.
— Ya se ha ido –dice Kai–. Ha estado aquí hace poco. Probablemente mantuvo su poder al mínimo, y como estuvimos concentrados en lo que sucedía con Rina no lo notamos.
— ¿Puedes rastrearlo?
Al final terminamos abandonando el centro, Kai camina de un lado a otro, y acabamos justo en la zona del aparcamiento. Kai se detiene sobre un sitio vacío.
— El rastro termina aquí –dice entonces.
Me agacho y palpo el suelo, hay un pequeño rastro de aceite y todavía está caliente.
— Se han marchado hace poco –concluyo.
Uno de los celadores se pasea cerca y Lexen llama su atención.
— Oye, amigo. ¿A quién pertenece este sitio?
El hombre mira la ubicación y con un simple encogimiento de hombros declara:
— Ahí estaba la limusina del señor Lenovo.
¡Mierda! Juro que pude sentir mi luz de verano ser consumida por el frío, el aire se atascó en mis pulmones, y todo lo que pude contemplar fue el cuerpo de Rina masacrado por un fae de invierno. Nunca antes me había pasado, así que tardé un poco en comprender, que lo que estaba sintiendo era pánico. Puro y violento terror. Yo la había cabreado tanto que la chica había caminado de cabeza a una trampa. Sin decirle una sola palabra a mis amigos me desprendí de mi forma humana y volé en busca del vehículo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro