Capítulo 24
Sorina:
Incluso antes que se presentara, ya sabía quien era. El fae era una versión adulta de Linder, y por si eso no fuera poco, tenía los mismos ojos verde bosque, con la diferencia de que donde los de Linder reflejaban diversión este tipo pareciera como si pudiera adivinar todos los secretos. Me sentía amenazada, mucho más de lo que alguna vez percibiera con el principito. Mantuve mi paso calmado mientras aun estuve en el patio, una vez a salvo de la mirada de cualquiera de ellos, me permití echar a correr en dirección a los baños, enjuagué mi rostro con abundante agua y me permití el singular lujo de hiperventilar un par de veces, antes de golpear mi rostro y llamarme a mi misma al orden. Cuando recuperé la compostura y el sentido común, abandoné los baños, aun me frotaba las sienes cuando distinguí a los hermanos Grimm, si, no me pasa desapercibida la ironía, que venían por el lado contrario del pasillo. Mis ojos se cruzaron con los de Linder, distinguí cierta pena en ellos, pero no iba a hacer ningún movimiento, al menos no mientras su hermano mayor estuviera entre ellos. Da igual, tampoco es como que yo lo esperara ¿cierto? ¡A la mierda con el resto de las clases! Giré sobre mis talones y me encaminé a la pista de hielo, necesitaba quemar energías, a medio camino vislumbré una familiar cabeza oscura. Lyn. Con un gesto le indiqué que me siguiera, había cierto reparo en su expresión, sin embargo no iba a negarse, el conjuro que había marcado su brazo no le dejaba hacer otra cosa. Como casi siempre, la pista estaba desierta a estas horas, las bajas temperaturas del lugar, y su soledad, actúan como calmante. Inspiro profundo un par de veces, algunos momentos después, escucho los pasos de Lyn.
— Tienes directamente este segundo para contarme de tu soñador –le digo
Alarma y desesperanza en su expresión. Abre y cierra los labios un par de veces, probablemente buscando alguna excusa, o algún argumento que me conmueva. No pienso dejarla hablar. Acorto los tres pasos que nos separan y luego digo:
— Hoy mismo acaba de llegar el hermano mayor de Abby –sus ojos se abren desmesuradamente–, viene en busca de nuestro anónimo amigo, y puedes estar segura de que no será ni de cerca tan paciente como yo.
Lyn se muerde el labio inferior, y escucho los gemidos que pujan por abandonar su garganta. Me da una mirada suplicante, me mantengo impasible:
— Sorina, mi abuela dedicó su vida a protegerle, a las dos, de hecho –empieza a moverse de un lado a otro–. Después de la muerte de mi mamá, mi abuela fue todo para mí, lo menos que puedo es respetar sus deseos, yo..., no pue...
Mi mano abierta golpea su mejilla con la fuerza suficiente para obligarla a voltear el rostro. El enojo saca lo mejor de mí, obviamente.
— ¡Me importa una mierda! Ahora deja de ser tan estúpida y escucha. No estoy interesada en tu soñador de la misma manera en que esos dos.
Con eso me gano su mirada de vuelta. Inspiro un par de veces tratando de calmar mi furia. Me revuelvo los cabellos antes de continuar:
— La reina de Verano la está buscando y también mi madre, ¿con qué propósitos? No tengo idea, pero nada bueno debe ser. Yo no pienso entregarla a la reina de Invierno, mucho menos a la de Verano, pero necesito su ayuda –Lyn me da una mirada interrogante y desconfiada, decido sincerarme–. He estado teniendo visiones, donde soy asesinada por Allen, tu amiga, dibujó un enfrentamiento entre él y yo, así que es probable que si trabajamos juntas seamos capaces encontrar una manera de evitar la pelea y por consiguiente, que yo muera.
Permanecemos en silencio unos instantes, ella no deja de observarme, supongo que midiendo la veracidad de mis palabras. Tomo aire un par de veces más antes de añadir:
— Hay un sitio donde podemos ocultarnos de ellos, y tan pronto como sepa lo que quiero saber, las dos serán libres para seguir con sus vidas. Sin embargo será mejor que te decidas pronto, o puede que te deje en manos de ellos, y ten por seguro que tan pronto te atrapen estaré a millas de distancias, y buena suerte entonces, porque sí sabes a lo que te enfrentas.
La vi pasar saliva con dificultad. Ante su silencio, me encogí de hombros y le di la espalda dispuesta a marcharme. Amo mi libertad, pero dadas las opciones que tenía, esta misma noche estaría atravesando el portal al intermundos y de ahí a la tierra segura de la que me había hablado Maerwen, probablemente pasarían años antes que pudiera volver a la superficie, pero era la mejor alternativa.
— Espera...
Vuelvo la mirada a Lyn y enarco una ceja, tratando de lucir aburrida, cuando la verdad es que los nervios me están comiendo viva. La chica vuelve a morderse el labio antes de susurrar:
— ¿Me prometes que nos darás tú protección?
Es un poco difícil. Cuando un fae se empeña en una promesa, más si lo haces con un humano, era imposible faltar a tu juramento, sin embargo valía la pena. Caminé de vuelta a ella, que se encogió unos segundos ante mi presencia hasta que vio mi mano extendida:
— Te doy mi palabra –contesto.
Sorprendida, estrecha mi mano y la veo más relajada:
— Nos veremos esta noche, a las diez en el muelle abandonado –le digo.
Me dedica un asentimiento y se aleja, mientras yo me sumerjo en la calmante rutina del patinaje. Correr, saltar, girar. Con el frío rodeándome y mi cuerpo empeñado en realizar la compleja secuencia de movimientos, puedo mantener todo fuera. La amenaza de la reina, mi posible vínculo con Linder, las visiones que no han desaparecido, todo queda en un segundo plano. Mi cerebro completamente enfocado en los complicados movimientos que necesitaba realizar. Mi cabello empezó a escaparse de la cola, la blusa se pegó a la humedad de mi cuerpo, pequeñas gotas de sudor perlaron mi frente. El silencio en mi cabeza era tan gratificante que ni siquiera registré el final de la música, solo cuando los músculos de mis pantorrillas empezaron a temblar de forma incontrolable, y el resto de las masas musculares de mi cuerpo ardían por el agotamiento, fue que me detuve, y justo entonces, constaté que tenía público.
Un par de ojos verde bosque me miraban desde la banca. Pasé saliva con dificultad y traté por todos los medios de restarle importancia, me deslicé hasta el sitio donde había dejado colgando la toalla y empecé a secarme el rostro.
— Una presentación brillante, sin duda alguna.
Coloco la toalla alrededor de mi cuello y le doy un encogimiento de hombros tratando de parecer casual. No puedo negar que el hermano mayor de Linder y Abby me pone de los nervios. Además, hay algo peligroso en su mirada:
— ¿No contestas nada?
Evito torcer los ojos, en su lugar, vuelvo a darle el mismo gesto vago mientras respondo la misma historia, parte mentira, parte realidad que he dado a todos los que han preguntado alguna vez:
— Bailo desde que era niña. Soy campeona regional de patinaje sobre hielo. Tengo que ser buena en lo que hago.
Se que esto último ha salido con prepotencia y vanidad, un poco de las raíces del fae de invierno, pero es también lo que se espera de la imagen de frívola ganadora. Decido ignorar mi buen juicio y la creciente aprehensión en mi interior, así que patiné hasta la banca donde había dejado mis cosas y empecé a cambiarme los zapatos. Todos mis nervios estaban en tensión, más que eso, el poder del fae, me hacía sentir como si estuviera envuelta en gelatina, todo espeso a mi alrededor, mi propia magia crepitaba en respuesta y pulsaba bajo mi piel, pidiendo ser liberada. Necesitaba alejarme de aquí, y pronto. Arreglé mi cabello en una coleta medio pasable, y me colgué la bolsa al hombro, sin embargo cuando traté de alejarme, él se colocó justo en medio. Aferré la bolsa con fuerzas y me mordí la parte interna de la mejilla. Necesitaba permanecer en calma, pero hombre, estaba tomando todo de mi, contener los impulsos que me pedían lanzarme a toda magia contra este tipo. Era básicamente un reflejo condicionado por la genética, y yo lo estaba suprimiendo.
— Eres un poco escurridiza, ¿no? –inquiere con sorna–. ¿O es que te pongo nerviosa?
Mis uñas se clavan en las asas de mi bolsa de deporte cuando levanto la mirada y se que lo estoy desafiando, mi voz sale fuerte cuando respondo:
— Para nada, pero estoy cansada y necesito comer algo.
Nuestras miradas se encuentran el desafío baila entre los dos, a la mierda. Voy a ir a toda magia aquí y ahora. Este tipo no me dejará otra opción. Estoy a segundos de soltar mi bolsa y golpearlo con un pulso de poder cuando las puertas de la pista se abren. Lexen, Kai y Linder caminan hasta donde estamos. Percibo alarma e inquietud en sus expresiones.
— Aiden, ¿qué estás haciendo aquí?
El hombre ni siquiera le da una mirada a su hermano. Sus ojos me recorren completa, su sonrisa me pone los pelos de punta y responde:
— Halagando a este talento escondido. Abby y tú se lo tenían muy callado, hermanito. ¿Por algún interés especial?
Mis ojos van a Linder. Lo desafío a que diga algo. No se por qué, pero siento la necesidad de que lo haga. Que me represente frente a su hermano. Es estúpido, y lo se. Somos el agua y el aceite, y aun si yo no fuera lo que soy, una relación entre un fae y un humano está destinada al fracaso, aun así, no se porque mi corazón espera que él salte, envuelva sus dedos con los míos, y me defienda de la mirada de águila de su hermano. Si de verdad hubiera un vínculo entre los dos, si él sintiera lo mismo que yo estoy sintiendo, se vería obligado a hacerlo. El lazo obliga a velar por el bienestar del otro. Linder capta mi expresión, lo veo apretar los dientes y un músculo palpita en su mejilla, esquiva mi mirada y escupe entre dientes:
— Deja de decir idioteces y regresa a tu trabajo.
Supongo que esa era toda la respuesta que necesitaba. No hay ningún estúpido vínculo entre los dos. Yo solo sufro de un enamoramiento infantil y estúpido, probablemente secundario a traumas de la infancia. Ya sabes, eso del clásico "querer lo que no puedes tener". Ese tipo de cosas. Sacudo la cabeza y esquivo al cuarteto reunido entre los sillones. Echo garra a mi perfeccionado sarcasmo y sangre fría, paso justo a su lado mientras digo:
— Pasen buen día, caballeros.
Voy directa a la cafetería, no presto mucha atención a las ofertas, solo me aseguro de consumir la mayor cantidad de azúcar posible, o si, y mantenerme lejos de las bebidas gaseosas. Observando el reloj que colgaba en una de las paredes, descubrí que en realidad si que había empleado mucho tiempo en la pista. Apenas faltaba una hora para que cesaran las clases, supongo que adelantar mi salida no estaría mal. Sobre todo si tenemos en cuenta la presencia de cierto fae recién llegado al vecindario. Deseché en el contenedor de basura el envoltorio de mi merienda y sacudiéndome las manos emprendí el viaje de regreso a casa. Procuré observarlo todo con atención, esta noche iba a desaparecer, y con seguridad pasaría bastante tiempo antes que pudiera regresar a este mundo. Demasiado tiempo para los términos humanos.
Alguien tira de mi cuerpo a un callejón. Esto, se está volviendo una muy mala costumbre. Pataleo furiosa y logro golpear a mi agresor en la tibia, lo escucho maldecir y me suelta. En lugar de emprender una carrera, me giro a enfrentarlo. Sorprendentemente, o quizá no tan sorprendente, es Kai. El chico se frota la pierna mientras me observa:
— Siento haberte asustado –me dice–. Tenía que verte. Entiendo que estás molesta por lo de Linder, pero te advertí que...
Mi puño se incrusta contra su mandíbula. Mando la precaución al viento, tomo mi verdadera forma, y lanzo un pulso de magia que lo inmoviliza. Lo alcanzo en un par de zancadas.
— ¡Anoche me mandaste a una maldita encerrona!
Mis manos van directas a su garganta y veo que pasa saliva con dificultad, aun así, no esquiva mi mirada:
— Tenía que mostrarte cómo era él en realidad –me dice con voz entrecortada–. ¿Crees que no te tratará como a un fae de invierno? ¿Qué si sale la verdad te perdonará? ¡Él no te ama!
Mis uñas presionan su carne hasta que sale sangre. Sus palabras han golpeado en zonas sensibles. Directas a mis peores temores, pero no estoy dispuesta a dejarle ver cuanto me ha afectado.
— Tus patéticos celos costaron la vida a un inocente, Kai. Y ahora mismo, créeme, te desprecio tanto como a mi madre. ¡Aléjate de mí!
Lo suelto y me alejo pisando fuerte. Tengo que desaparecer de este mundo, por mi bien y por el de todos.
Abby:
La llegada de Aier acaba de terminar mis días de libertad. Puede que Linder estuviera convencido, y que no me delatara delante de madre, Aier no será tan comprensivo. Estaré obligada a regresar a Verano. Cuando terminamos las clases, me reúno con Lexen y Linder, no hay rastro de Kai. Los tres permanecemos en silencio, esperando que aparezca Aier. Linder me da una mirada de disculpa, y no puedo menos que sensibilizarme con él. Comúnmente, el Beso del Verano, no esperaría por nadie, no se sometería ante nadie, en otro tiempo, habría mandado a volar a nuestro hermano, y aun en contra de mi propia terquedad, tengo que reconocer que se queda por el mismo motivo que yo: Sorina. Aunque por distintos motivos, los dos queremos mantener a la chica lejos del radar de nuestro hermano mayor. Cosa de veinte minutos más tarde, aparece haciendo gala de una superficial imagen de despreocupación. No me lo trago ni por un segundo. El verdadero juego comienza ahora.
Tres horas y media en el penthouse de Linder, es lo que toma poner al día a Aier. Aunque no nos pusimos de acuerdo acerca de la historia que íbamos a contar, Lexen, Linder, incluso Kai que reapareció justo a tiempo, y yo estuvimos bastante coordinados. Supongo que era porque todos supimos esperar nuestro turno para hablar, y prestamos particular atención a los demás, cuidando de no meter la pata. Puedo decir que mi hermano presentía que algo más se estaba cocinando, pero no tenía manera de probarlo, así que cuando terminó el interrogatorio, y rogando porque Linder fuera capaz de mantenerlo alejado de mí, regresé a casa.
La cabeza me palpitaba cuando atravesé la puerta de mi apartamento. Las luces y la televisión encendidas. Sorina sentada en un sillón, la mirada ausente y su bolsa de viajes al costado. En la mesita del centro, dos vasos y la vieja botella de Valevir, con el poco que dejamos la última vez que bebimos juntas. Cierro la puerta detrás de mí y me siento frente a ella. Tengo la certeza que será una de esas conversaciones. Rina sirve el vino en los vasos, bebe un trago antes de decir:
— Me marcho.
No estoy sorprendida. No realmente. Lo vi venir desde el comienzo. Tomo mi vaso y bebo también.
— Lo sé –con eso me gano su atención, seguro que esperaba que yo presentara batalla–. Entiendo que es lo mejor en estos momento, con Aier rondando cerca.
Esto se siente tan incorrecto. Es mi mejor amiga, mi hermana. Hemos andado juntas por tanto tiempo, cuidándonos la espalda la una a la otra, sin embargo es su vida la que está en juego. Corre más peligro conmigo alrededor que aventurándose sola por ahí.
— ¿Dónde irás?
— Hay una laguna de magia –me explica–. Se han reunido algunos renegados. Probablemente querrán que los dirija en algún loco plan contra Arella, así que calculo que podré ocultarme con ellos unas tres décadas, después tendré que desaparecer a algún otro lado. No voy a ser la mártir de nadie.
Nos observamos en silencio, y noto que he comenzado a llorar, porque esta vez, es definitivo. Sorina esperó para tener una despedida adecuada, para asegurarse de que no lo echaría a perder. Afuera está oscuro, miro el reloj de pared, casi las ocho. Rina se pone de pie y se cuelga la mochila al hombro. Me observa renuente, yo acorto la distancia y la estrecho con fuerzas. Hago lo que puedo para contener mi llanto, pero los sollozos se escapan de todas formas. Le doy un par de besos en la mejilla:
— Voy a extrañarte. Prométeme que te cuidarás.
Sorina no es exactamente dada a las muestras físicas de afecto, por lo que se envara, pero luego de unos segundos, me devuelve el abrazo con igual intensidad. No tiene sentido decir que estaremos en contacto, es peligroso cuando menos por no decir imposible. Ella en algún lugar del Intermundos, que no es exactamente un sitio feliz, y yo de vuelta a la tierra de Verano, pero da igual, el recuerdo de nuestra amistad, y el cariño que sentimos la una por la otra si que permanecerá hasta el final de nuestros tiempos. Sorina camina hasta la puerta, se detiene unos segundos y dice sin mirarme:
— Más vale que tú y Lexen me hagan tía de al menos cinco mocosos.
— La primera niña llevará tu nombre –prometo sonriendo a través de mis lágrimas.
Con eso, la observo desaparecer en la noche.
Linder:
Todavía recuerdo la mirada que me dio Sorina esta mañana. Se lo que quería, esperaba que yo le diera el frente ante mi hermano, y sí. Moría de ganas por hacerlo, pero eso solo habría empeorado la situación. Demostrarle a mi hermano que me preocupaba por la chica, solo habría servido para darle más munición, y para atraer su atención sobre ella. Tenía que protegerla, aunque ella me odiara como resultado. Eso no quiere decir que no intentaré enmendar las cosas. Percibo su tristeza y malestar en el fondo de mi mente, así que tan pronto consigo deshacerme de mi hermano me dirijo a casa de Abby. Necesito hablar con Rina. Cuando llego al complejo de edificios que le sirve de hogar no tengo que subir las escaleras, se que no está allí. Veo las luces encendidas, y puedo sentir a Lay, pero Sorina no está por ninguna parte. ¿Qué mierda...? Extiendo mis sentidos, intentando localizar su presencia, me resulta un poco difícil, y constato con sorpresa, que ha estado bloqueándome, sin embargo tengo una idea de por donde anda. Doy un rodeo y corro un poco hasta que consigo adelantarme a ella. Me escondo en un callejón y espero. Algunos momentos después la veo aparecer. Camina metida en sus pensamientos, ajena a todo lo que ocurre a su alrededor. Enseguida reparo en sus ropas, jeans descoloridos, suéter de franelilla de mangas largas, el largo cabello negro embutido en un gorro oscuro y una mochila de viajes al hombro. Está... ¿escapando? Antes de poder detenerme, salgo de mi escondite cortándole el paso.
— ¿Qué estás haciendo? –la interpelo con brusquedad
Sorina se sobresalta y me observa con los ojos muy abiertos de la impresión. Durante algunos segundos no parece capaz de responder nada, sin embargo, tan pronto se repone, la sorpresa e incertidumbre desaparecen sustituidas por el enojo y la molestia. Levanta la barbilla, arquea una ceja y me da la misma mirada de indiferente que el día en que nos conocimos:
— ¿Qué estás haciendo tú? –me lanza de vuelta.
Me cruzo de brazos y la desafío. No se que está pasando aquí, pero no me gusta.
— Resulta que voy a ver a mí novia, no está en casa y ahora la encuentro escabulléndose de la ciudad como un ladrón en plena noche –respondo sin dejar de mirarla.
— ¿Tú novia?
Pregunta con incredulidad. Luego rompe a reír. No es una risa divertida, es fría, metálica y sarcástica. No es algo que le halla visto antes, y me molesta. Cuando su ataque cesa, me imita cruzándose de brazos, me mira y sonríe con socarronería.
— Una lástima que no pensaras eso para defenderme del acosador de tu hermano. ¿No?
¡Mierda! ¡Maldito Aier! Por supuesto que tenía que ver con eso. El enojo de Sorina no hace sino ocultar su dolor. Lo peor del caso, tiene toda la razón del mundo. Independientemente de mis motivos, yo debía defenderla, al menos transmitirle alguna seguridad, pero en lugar de buscarla por la escuela, encontrar algún agujero para intentar explicarle las cosas, simplemente la dejé sola, en un rincón, hasta esta noche. Alguien debería patearme.
— Rina escucha, mi hermano es...
Hace un gesto con la mano y me interrumpe. Sus labios se curvan en una mueca de desprecio:
— Da igual, Allen –resopla con esa misma risa cínica de antes–. No me heriste ni nada. No te creas tan importante. Fuiste ave de paso, y ya perdiste tu encanto. Sigue tu camino que yo seguiré el mío.
Trata de pasar por mi lado quitándole yerro al asunto, pero mis manos se cierran en torno a sus brazos y la giro para que me enfrente.
— ¿Qué estupideces estás hablando? –escupo entre dientes.
Menea la cabeza como si nada y me da la misma fría mirada de odio que me dedicó el primer día que nos vimos.
— ¿Es qué estás sordo, principito? Fue divertido traerte a mis pies. Bajarte los humos, ahora ya no. Discúlpame pero necesito ampliar mis horizontes. Ahora eres noticia vieja, me aburres.
Me apartó con un gesto de la mano y volvió a caminar, intentado alejarse. Si quería jugar con mi orgullo, y tocarme las pelotas, lo había conseguido. Nadie, y quiero decir nadie, se burla de mi. Volví a atraparla por el brazo, y tiré de ella, esta vez la arrinconé contra una pared y usé mi peso para mantenerla allí. En el fondo de mi mente percibía cierta oscuridad, algo como tristeza y miedo, pero decidí ignorarlos. Tan pronto como nuestros cuerpos estuvieron juntos, percibí el estremecimiento que la recorrió. Una de mis manos capturó sus muñecas y las llevé por encima de su cabeza.
— ¿Noticia vieja? –mis ojos recorrieron su cuerpo, su pecho se elevó con la respiración–. ¿Aburrida?
Antes que pueda decir nada, mi boca captura la suya. No hay nada gentil como las otras ocasiones. No pido permiso, tomo todo de ella, y aun en contra de mi mejor juicio, le doy todo de mí. La estoy marcando. Asegurándome que su cuerpo me conozca, me añore. Mi lengua entra con violencia y obligo a la suya a responder. Nuestros cuerpos se encienden, puede que yo haya comenzado el beso, pero con toda seguridad, a Rina no le molesta responderme. Mi mano libre va a sus costados, acaricio sus contornos, y la escucho gemir sobre mis labios. Su lengua se hace más violenta contra la mía. Sus piernas se separan acunándome entre ellas. Hay violencia, deseo reprimido, anhelo. Libero sus manos que van a mis cabellos, y se aferran allí con fuerza. Mis labios descienden a su cuello, mordisqueando un rastro húmedo, ella se arquea para mí. Sus manos van a mis mejillas, toma mi rostro y me tira de mí a sus labios nuevamente. Mis dedos suben a sus senos, cerrándose en copa sobre ellos.. Entonces una de sus manos golpea mi rostro con fuerza suficiente para hacerme voltear la mejilla. Vuelvo a mirarla. Tiene las mejillas encendidas, sus ojos brillan con ira, y los labios entre abiertos, hinchados y enrojecidos. Probablemente de los dos soy el más afectado, pero no pienso dejárselo ver. Le sonrío con procacidad.
— Aburrida, ¿eh? Ya vez, eso fue solo una muestra de lo bien que pudimos pasarla. Ahora soy yo el que está hastiado. De hecho, ahora que lo pienso. Ni siquiera superas la media.
Creo que pude ver un destello de dolor en el fondo de sus ojos, pero seguro que fueron imaginaciones mías. Sorina me aparta y se compone la ropa. Después se sacude como si hubiera tocado polvo antes de decir con voz aburrida:
— Por favor..., no seas melodramático. Se puede conseguir y bajar el calentón con cualquiera –echó a reír–, ciertamente tú sabes mucho de eso, no.
— Por supuesto, tanto es así que ahora mismo voy a encontrarme con tú sustituta, y no, no se trata de Kim. No repito platos, si me entiendes.
Esta vez, no la detuve cuando intentó alejarse. Tenía bastante con intentar detener los impulsos que me pedían lanzarme contra una pared. ¿Qué estupidez me llevaría a pensar que pude estar emparejándome? ¿Cómo diantre se me ocurrió pensar que una humana podría ser mi compañera? Es de todo punto imposible. Las palabras de Sorina, fueron directas a mi autoestima, y ese, es el peor tipo de golpe que puedes darle a un hombre. No hay modo en que pueda ser mi compañera. Los compañeros no pueden herirse el uno al otro. Por lo menos no a sabiendas, así como ella lo hizo. La sensación de vacío crece en mi pecho y me hace sentir incómodo. Me digo a mi mismo que es solo mi orgullo herido, nah, ni siquiera eso. Es solo que empleé mucho tiempo con Rina y no pude llevarla a la cama, eso, tiempo perdido y sin frutos. Sin embargo, a mi mente vuelve una y otra vez la imagen de los ojos de Sorina, llenos de lágrimas.
Sorina:
Es de lejos la cosa más difícil que he hecho en mi vida. Mi corazón parece renuente a continuar su trabajo, cada latido se siente pesado y doloroso, y todos y cada uno de mis impulsos me gritan que vuelva a por Linder y me arroje entre sus brazos. Es como si todo mi ser se estuviera desgarrando, y en cierta forma así es. El vínculo entre los dos ya se había comenzado, pero de ambos, yo era la que más había sentido sus efectos, así que es natural que fuera yo, la que más sufriera por la separación. Me recuerdo una y otra vez que esto no es saludable. Si no me defendió de su hermano esta mañana, mucho menos lo hará si llegara a enterarse de lo que soy. Él mismo empuñará la espada para acabar con mi vida. Me aferro a las imágenes de la visión, y eso parece calmar mis nervios momentáneamente.
Cuando llego al muelle al menos ya no estoy llorando. Todo está en completo silencio.
— Maerwen –llamo en un susurro
La magia fluctúa, y la chica aparece ante mí. Me hace una pequeña reverencia, y a pesar de las ojeras y la tristeza que marca su rostro se las arregla para darme una pequeña sonrisa al ver mi bolsa de viajes:
— Vienes conmigo.
La esperanza que ilumina sus rasgos me hace sentir mal por algunos segundos. Ella cree que he aceptado mi papel como su líder, cuando en realidad solo pretendo esconderme entre ellos. Me muerdo la lengua. No es momento para aclarar estos puntos. La última vez que nos vimos, la chica me dijo que estaría aquí, hasta esta media noche, cuando el portal natural al Intermundos se abriría y ella podría regresar.
— Si. Pero no nos iremos solas.
Su mirada pasa de la alarma a la curiosidad. Algunos minutos después, escuchamos pasos. Lyn camina despacio en nuestra dirección, tan solo lleva consigo una ligera bolsa de viajes, bastante similar a la mía. No es eso lo que me quita el aliento, es su compañera.
— En serio Lyn, no camino ni un minuto más. Me da igual tus amenazas, puedes ir y contarle a mi padre lo que quieras, es la primera y última vez que me convences de algo.
Para entonces los ojos color miel de Lyn se han encontrado con los míos. Mi mandíbula se tensa en un gesto de desprecio.
— ¿Ella? ¿En serio Lyn? ¿Todos estos problemas, por ella?
La interpelada bufa con molestia y me dice:
— Los sé. Me agrada tanto como a ti, pero mi abuela...
Entonces Kim registra la escena. Sus ojos van a los míos y a Maerwen que por cierto, está en su forma mágica. Kimberly abre los ojos con sorpresa y trata de escapar, pero Lyn la sostiene con fuerzas, y yo las alcanzo en dos pasos. Mi mano se aferra a su brazo, lanzo una orden y elimino el hechizo restrictivo de memoria que le puse unas semanas antes. Permanece quieta unos segundos, asimilando los recuerdos, después chilla con horror y se encoge ante mí.
— Recuerdas todo, bien. Eso nos ahorrará tiempo –digo, percibo la mirada interrogante de Lyn pero no dice nada–. Ahora escucha, hay muchos más como yo, y peces realmente gordos que van tras de ti, y si no quieres acabar como su mascota, te portarás bien y cooperarás, para que un día dentro de poco, puedas volver a tu vida como abeja reina del colegio.
O mis promesas o el miedo a lo que yo pudiera hacerle, lo que sea, la mantuvo quieta y asintió solo como respuesta. Bien. Un problema menos. Me giré a enfrentar a Maerwen.
— Se que no es lo que tenías en mente...
— Siempre habrá lugar para las amigas de Noche Encarnada –responde.
Iba a decirle que no éramos amigas, cuando el violento pulso de magia opresiva inundó el lugar. La calidez y el aroma a frutas era similar y diferente a la vez. Magia de fae de Verano, pero no se trataba de ninguno de mis amigos. Estaba segura, era Aier, el hermano de Abby. Maerwen parecía pronta a echarse a llorar, y Lyn estaba bastante descompuesta. Miré a la fae a mi lado.
— Tienes una deuda de vida conmigo –ella me mira con solemnidad–. Te llevarás a estas chicas, y pase lo que pase, nadie les hará daño.
— ¡Lo prometo!
Disipo el poder a mi alrededor, y logro abrir un portal al Intermundos. Esto va a agotarme, pero no hay tiempo a esperar a que se abra la puerta natural. Aunque Lyn y Kimberly se ven un poco reacias, Maerwen no les da oportunidad, las toma de la mano y salta con ellas dentro. Mantengo el portal abierto y voy a cruzar yo, cuando un pulso de luz atraviesa mi hombro. Lanzo un quejido y me alejo. No soy capaz de sostener la magia, y el portal se cierra. Me doy la vuelta, Aier me mira sonriendo con superioridad:
— Sabía que solo tenía que darte cordel para que te expusieras, bruja. Será divertido llevarle tu cuerpo a mi madre como prueba de la profunda traición de sus dos queridos hijos menores.
Sobre mi cadáver. Mi corazón recupera sus pulsaciones rítmicas. Clamo a mi magia, y recupero mi forma natural.
— No soy una "bruja" cualquiera –respondo enseñándole mi espada–, y no pienses ni por un segundo, que te permitiré exponer a Abby, o incluso a Linder.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro