Capítulo 23
Sorina:
— ¿Leíste los diarios? –pregunta Lyn
Estamos en clase de gimnasia, pero he conseguido darle esquinazo al profesor, y mientras el resto de las chicas está haciendo ejercicios, yo estoy sentada en una esquina. Ya sudé suficiente por hoy. Le doy una mirada a Lyn que se ha dejado caer justo a mi lado. Ya no luce más esa expresión hosca de siempre, parece más una niñita asustadiza.
— Si, Lyn –contesto en un murmullo hastiado.
Se que acabo de sonar como una perra despreocupada, es justo lo que quiero. La lectura fue perturbadora a más niveles de los que alguien se pueda imaginar, y obviamente, me fue imposible no identificarme con Camilla. Sus memorias no eran las de una adolescente gótica y deprimida, tenía bastante madurez a pesar de ser tan joven, pero había el dolor y el miedo suficientes, el mismo rastro de vergüenza que yo misma oculté por tanto tiempo. Aun así, esa chica había muerto hacía bastante tiempo, yo seguía vivita y coleando, quería mantenerme así, y para eso, la única manera era encontrar a ese soñador, por lo tanto, no podía darme el lujo de mostrarle a Lyn cuánto me había afectado en realidad su lectura.
— ¿Y? –inquiere esperanzada.
— Y que mañana se te vence el plazo para hablarme de tu soñador –respondo como si nada.
La veo acariciarse la frente y suspirar con exasperación, cuando vuelve a mirarme, hay una expresión casi desesperada en ella:
— ¡¿Por qué?! Se que pasaste por cosas, como Camilla –mis ojos se abren con incredulidad y ella continúa un poco más calmada–. Puedo decirlo por tu expresión ese día, cuando te comenté.
Endurezco mi expresión y cierro las manos en puños. Nadie nunca me manipulará. No estoy dispuesta a permitirlo. ¡Jamás!
— ¿Intentas provocarme a compasión? –inquiero con ironía, hago una pausa y respondo con una media sonrisa sarcástica– Noticia de última hora, los faes, y en especial los de invierno, somos incapaces de tal sentimiento.
Acerco mi rostro al suyo, fijando nuestros ojos, transmitiéndole toda mi resolución, la veo pasar saliva con dificultad:
— Pasé una buena cantidad de porquerías en la corte de Invierno, y precisamente por eso, estoy dispuesta a hacer lo que sea para encontrar a tu soñador. Es la única manera que tengo de evitar que más desastres sucedan, así que sí, obviamente si se trata de elegir entre él y yo –finjo meditarlo por un momento y me acaricio el mentón antes de añadir–, o sí, claro, ¡yo gano!
Con eso me separo de ella. Bien pensado, creo que prefiero seguir gastando energías, así que me integro a las chicas que corretea por la pista, dejando a una muy deprimida Lyn. Corrí como nunca antes lo había echo, lastimando mi cuerpo, para desconectar a mi cerebro con sus constantes interrogantes sobre que sería el destino de esa chica, una vez que cayera en manos de la Corte de Verano, para cuando escuché el timbre que anunciaba el final de la clase, mis músculos ardían y sentía temblar las masas de mis pantorrillas. Necesito una buena dosis de azúcar. Caminé hasta los baños y evité a Lyn todo el resto del camino. Es toda una suerte que este sea mi último turno. Estoy deseando ir a casa. Duchada y presentable, sostengo mi bolso en bandolera y dirijo mis pasos a la salida. Una mano se cierra en torno a mis labios y soy jalada hasta una esquina. Mis instintos patean en modo supervivencia, me debato furiosa, mi primer impulso es lanzarme a por mi magia, cuando escucho un susurro contra mis labios:
— Soy, yo. No hagas nada tonto.
Soy liberada y doy un traspié. El miedo, prontamente se torna enojo, me giro como una peonza y mi puño impacta contra la mejilla de Kai. Se sacude y hace una mueca, me observa con seriedad antes de añadir:
— Supongo que si llega a ser Linder lo hubieras premiado con un beso.
Ignoré su comentario, y luché por recuperar la compostura:
— ¡Estás demente! –le grité– ¿Cómo se te ocurre...?
Me corta poniendo una mano sobre mis labios. Estoy a segundos de patearlo en una zona muy sensible de su cuerpo cuando, dice:
— Esta noche. A las once en el muelle abandonado. Hay algo que tienes que ver. No faltes.
Me libera y se marcha sin esperar respuesta. ¿Qué está mal con él? A la salida, veo a Abby abrazada de Lexen, Linder y Kai también están allí. El primero me da una sonrisa torcida en cuanto me ve, mientras que el pelirrojo me ignora por completo, como si la escena de hace unos minutos nunca hubiese sucedido. Los chicos nos acompañan hasta el apartamento, y se quedan un rato a charlar. Falta poco para la hora de la cena cuando se marchan a pesar de la insistencia de Abby para que se queden a comer. No puedo menos que agradecerles por ello. No creo que pudiera tolerar otra de sus aventuras culinarias.
Paso el resto de la tarde y la noche debatiéndome sobre si ir o no a la cita con Kai. Sospecho que el chico solo quiere darme otro discurso de porqué debo alejarme de Linder, sin embargo, el recuerdo de su expresión me hace saber que es importante, o por lo menos él así lo cree. No puedo faltar. Miro el reloj, diez con treinta, me asomo fuera de mi habitación, Abby está encerrada en su habitación y no veo luz por debajo de la puerta. Debe estar dormida. Con cuidado me escabullo fuera.
Aire frío golpea mi rostro y yo me siento agradecida. Dirijo mis pasos al punto de reunión. El muelle está en bastante mal estado. La madera casi podrida, y faltan algunos pedazos. La arena es gris y el agua es bastante turbia. Casi nadie viene por aquí, solo los lugareños más desfavorecidos, que lo usan como zona de pesca, aunque realmente no que haya mucho que pescar por aquí. Me detengo sobre el muelle y observo el reflejo de la luna sobre el agua.
— ¿Nolune?
Volteo la cabeza buscando el origen de la voz. La fae de la otra noche me observa sorprendida, su compañero no luce menos inquieto.
— ¿Qué haces aquí? –pregunta él con desconfianza
El chico se cubre a la muchacha con su cuerpo. Su altivez ha sido sustituida por completo por la precaución. También yo comienzo a sentirme incómoda.
— ¿Qué hacen ustedes aquí? –pregunto de vuelta–. ¿Han estado siguiéndome?
— ¡No! –responde la muchacha con vehemencia–. Nos ocultamos aquí, hasta que terminemos nuestros asuntos de este lado –quiebra en una pequeña sonrisa antes de decir–. Estamos reclutando faes desterrados.
Esta chica y sus ideas de rebeldía. Sacudo la cabeza antes de preguntar con ironía:
— ¿Y dónde vas a meterlos? ¿Directo en tierra de Invierno? ¿O vas a aliarte con los verano?
— ¡No! ¡Era algo que quería comentarte la otra noche! ¡Hemos encontrado un lugar! Es una especie de isla mágica o bolsa, si quieres llamarlo así. Forma parte de la dimensión mágica, pero está completamente aislada de los dos reinos. La única manera de llegar a él es usando los portales del mundo humano al Intermundos, y luego localizando el portal del Intermundos a ella. Es totalmente seguro, y se ha adaptado tanto a nuestra magia que nos alimenta igual que la Tierra de Invierno. Por favor, por favor, ven con nosotros.
Bueno, esto es completamente nuevo. Una tierra mágica, libre de la influencia de Arella y de la reina de Verano. Es, increíble, y muy tentadora. De inmediato el recuerdo de los ojos verdes de Linder destella en mi memoria, y la idea de alejarme de él, me sienta como una puñalada. ¡Estúpido vínculo! ¡Conseguirá que me maten! Mis sentidos se ponen en alerta y reconozco la familiar nube de cálido poder. ¡Oh, mierda! Maerwen lanza un quejido y se lleva las manos al estómago. Elaydan cambia a su forma mágica y saca una espada, al mismo tiempo que me mira con odio:
— ¡Nos tendiste una trampa! –grita–. ¡¿Cómo has podido rebajarte tanto?!
— ¡Yo podría decir lo mismo, idiota! –le grito–, pero estoy tan interesada como tú en mantenerme lejos de ellos, así que necesitamos hacer algo para evitar la confrontación.
Recupero mi forma mágica y libero mi poder, forzando un pasaje dimensional, los dos faes me miran con asombro. Otra oleada de poder es lanzada contra nosotros, y el pasaje amenaza con cerrarse, a penas si consigo estabilizarlo lo suficiente para que pase una persona a la vez. Están atacando mi magia. Es un conjuro para bloquear los pasajes dimensionales.
— ¡Tienen que darse prisa! –les grito–. Va directo al Intermundos. No seré capaz de mantenerlo abierto por mucho tiempo.
Elaydan no se lo hace repetir, agarra a la chica de la cintura, le da un furioso beso y la lanza al pasaje. Mis fuerzas se debilitan, mi frente comienza a perlarse de sudor, le hago un gesto indicándole que salte, me mira y veo orgullo en su expresión:
— Verdaderamente, eres lo que necesitamos, Nolune –me da una sonrisa triste–. Espero que veas que no todos somos iguales. Por favor, cuida de Maerwen por mí.
Con eso me empuja dentro del portal y este se cierra detrás de mí.
Linder:
Me despedí de Sorina y Abby aunque me habría encantado quedarme un poco más. Kai había obtenido un rastro de magia. Según él, pertenecía al mismo fae que había convocado la ventisca, lo había estado siguiendo en los últimos días y sabía donde localizarlo esta noche, así que teníamos trabajo que hacer.
Estábamos bastante cerca del lugar, y podía sentir el rastro de magia, y verdaderamente era el mismo toque de la noche de la ventisca.
— ¡Tenías razón! –le digo a Kai– Es la misma magia.
No se por qué, pero el pelirrojo luce algo preocupado. Entonces me doy cuenta, está tratando de escapar. Puedo sentir su magia trabajando en un portal. ¡Ah, no! ¡No te irás! Lanzo otro conjuro y siento como mi magia empieza a sofocar la del oscuro, aunque me ofrece una resistencia notable. Llegamos al muelle y no hay nadie, aunque el rastro de magia, persiste.
— Ha conseguido escapar –susurra Lexen
— ¡No! –declaro yo–. Está justo ahí.
Lanzo un pulso de luz, a la oscuridad, se escucha un quejido, y al poco, las sombras se condensan. Un hombre aparece ante nosotros. Su apariencia me provoca asco, estas criaturas parecen sacadas de las peores pesadillas, tan solo su presencia parece contaminar el suelo que pisa. Se sostiene un costado herido, aun así se las arregla para darnos una mirada de odio. Hace un saludo burlón con su espada.
— Haditas –saluda con ironía.
Y ese es el peor insulto que puedes decirle a un verano. Con un gesto de la mano, contengo a Lexen y Kai. Este chico, es mío. Desenvaino mi propia espada y voy a por él. Todo lo que puedo pensar, es que su conjuro pudo ocasionar la muerte de Sorina. Él pudo arrebatarme a mi compañera. Cruzamos espadas un par de veces, pero desde el comienzo, es obvio que no es la mitad de bueno que yo. No es capaz de pasar a la ofensiva, se mantiene retrocediendo y a duras penas es capaz de contener mis golpes.
— No estás muy hablador ahora, ¿no?
Nuestras espadas vuelven a cruzarse, y esta vez me las arreglo para desarmarlo, la hoja plateada de mi enemigo sale despedida y se pierde en las aguas del mar con un chapoteo. El sujeto cierra los ojos y pronuncia un conjuro su cuerpo se deshace en sombras. Logra atravesarme en un costado, provocando una dolorosa sensación ardiente. Lexen y Kai dan un paso al frente, dispuestos a meterse en la refriega, pero los contengo. Abrazo mi magia por completo, y siento el poder hirviendo bajo la superficie, se que ahora tengo la marca del Beso del Verano en la frente, localizo el punto y envío un pulso de poder. El fae cae al suelo materializándose con un quejido. Una quemadura gigante inhabilita sus piernas.
— El truco pierde su gracia cuando lo usas más de una vez –digo–. ¡Deberías saber escoger a tus enemigos, oscuro! ¡Soy el Beso del Verano! ¡El campeón!
El fae mira mi rostro, y se las arregla para lanzarme un escupitajo:
— Noche Encarnada se encargará de ti. –Gruñe, después su mirada se aísla y grita–. ¡Doy mi vida por Nolune!
Noche Encarnada. Claro, debe ser esa mala imitación mía que tienen en invierno. Mi odio por estos tipos saca lo peor de mí, concentro mi poder en mi palma y lo lanzo contra su pecho. Escucho sus gritos, se que se está quemando vivo, pero no me detengo hasta que veo su ropa tornarse un amasijo que se mezcla con piel derretida. Acerco mi rostro al suyo, sus ojos están vidriosos, por la muerte próxima, aun así, quiero que muera con el conocimiento:
— Tú Noche Encarnada, encontrará su fin en la punta de mi espada –le digo–. Es solo cuestión de tiempo.
Con eso, le doy la espalda, y enfrento a mis amigos. Sus expresiones inescrutables. Esto es algo de todos los días.
— Nos vamos –digo.
Al fin podré dormir tranquilo. Al fin se que Sorina está a salvo. Me detengo en seco cuando percibo el nuevo rastro de poder. Al mismo tiempo, escucho unos aplausos secos y burlones:
— Tu orgullo saca lo mejor de ti, hermanito.
La tirria sale a oleadas de mi.
— ¡Aier! ¿Qué mierda estás haciendo aquí?
Mi hermano mayor me alcanza caminando por el muelle. Detrás de mi, siento como Kai y Lexen se ponen en guardia. Los ojos verdes de Kai, idénticos a los míos, me observan con despreocupación.
— Madre estaba preocupada por la tardanza de su hijito querido. Me envió a supervisarte. Pensó que una reunión familiar aceleraría el proceso.
Muerdo el interior de mi mejilla hasta que saboreo la sangre. Aprieto las manos en puños:
— Regresa y dile a madre que no necesito una niñera. El trabajo va bien.
— ¿En serio? –pregunta con sorna–. Yo diría que te entretienes demasiado. Está bien cazar a estas sabandijas, pero no creo que la reina te enviara aquí por ello. ¿Cierto?
— El porqué estoy aquí no es de tu incumbencia, Aier. Si la reina no te lo dijo no seré yo quien lo haga, y se perfectamente lo que estoy haciendo. ¡Ahora lárgate!
Me da una sonrisita y mira al cuerpo caído:
— Aun vive.
— No hay necesidad de ser misericordioso –respondo yo–. Déjalo que agonice solo, después de todo se lo que le hice, y nadie será capaz de salvarlo.
Le doy la espalda y me alejo caminando. Segundos después escucho sus pasos detrás de nosotros.
— Lo siento, pequeñín, pero madre ha insistido que me quede contigo.
¡Genial! ¡Simplemente genial! Contengo los deseos de golpear una pared, consigo mantener mi paso normal y acompasado. Da igual, ya convenceré a la reina de que no lo necesito conmigo. Unos pasos más adelante, noto que Aier se ha quedado rezagado, está mirando un punto fijo en el muelle:
— ¿Vienes o no? –le pregunto.
Me da una sonrisa maliciosa, no responde nada, pero se limita a seguirme.
Sorina:
Me toma más de un par de intentos reabrir el portal de regreso al plano humano. La chica a mi lado es poco más que un manojo de nervios y llantos, se abraza a si misma y luce desconsolada. No digo nada, pero cuando logro abrir el portal, se que no vamos a encontrar nada agradable. Ya no hay un conjuro oponiéndose a mi magia, y eso solo deja dos alternativas, o los Verano murieron, o se marcharon. Con el vínculo que me une a Linder, se que está perfectamente sano y salvo, y ellos solo se marcharían de una pelea, cuando su enemigo no fuera un problema. Maerwen y yo saltamos de regreso, y acabamos en la playa, a unos cuantos metros del muelle. La chica comienza a chapotear nerviosa, amenazando con ahogarse, nado hasta donde está, y la acomodo sobre mi espalda, una vez asegurada, braceo con ella hasta el muelle. Es la primera en subir, y su grito horrorizado me dice todo lo que necesito. Subo por los pilotes laterales, y aun chorreando agua, corro hasta donde está el cuerpo caído de Elaydan. El chico tiene todo el rostro desfigurado, y la carne de su pecho está ennegrecida, piel y tela se han fundido en un amasijo sangrante y apestoso. Aun respira, aunque sus penosos estertores me indican que no lo hará por mucho tiempo más. Sus ojos se clavan en la sollozante chica que tiene al lado, y creo ver una chispa de dulzura y felicidad en ellos. Eso es imposible. Nosotros no podemos amar, nosotros somos muerte, nada altruista y puro puede salir de nuestros corazones.
— ¡Están a salvo! –murmura con voz enronqucida.
— Pero tú no –señala ella entre hipidos.
La mano de él, se levanta medio tambaleante, ella la sostiene entre las suyas y las guía hasta su destino, el chico apoya la palma abierta contra el estómago de la fae. Mis ojos se abren con incredulidad y comprensión:
— Valió la pena –contesta–. Déjame... hablar... con ella.
Cada una de sus palabras es interrumpida por un ataque de tos. Maerwen me da una mirada pidiéndome que me acerque, y lo hago sin chistar. La mirada del moribundo se clava en la mía, y no puedo evitar sentirme incómoda. Tose un poco más antes de decir con voz tensa:
— Se que fuiste traicionada, pero necesitas ver, tienes que saber...
Levanta su otra mano y me la ofrece. Dudo unos instantes. Se lo que quiere. Está muriendo, y no tendrá fuerzas ni tiempo para contarme con palabras toda la información que quiere, en su lugar, me ofrece sus recuerdos. Es un honor, y una responsabilidad también. Me armo de valor y estrecho su palma entre las mías.
La titilante magia del fae, invade mi cuerpo, y mi mente es saturada con sus propios recuerdos. No era un cortesano, era un simple campesino. La guerra le quitó a su padre y a sus hermanos mayores. La reina Arella obligaba a casi todos los hombres a engrosar las filas de su ejército. Había dolor y hambre en el pequeño pueblo. Apenas si dejaba un hombre por familia, solo para que cada familia tuviera un sustento. No que fuera suficiente, era un trabajo de esclavos para poder alimentar a la familia y pagar los tributos a la corona. Todos odiaban a Arella, todos clamaban en silencio porque la Noche Encarnada la destronara. Un recuerdo brilló con más fuerzas que los demás, era Maerwen, el muchacho la veía como un sol radiante. Había tanto amor, tanta devoción, allí. Luego estuvo su inquietud cuando desarrolló las alas, sabía que la reina no lo dejaría pasar por alto. La paz y la alegría que sintió cuando la chica huyó conmigo. Su agradecimiento eterno. Más que eso, percibí el dolor de mi pueblo. Las lágrimas que derramaban por los maltratos, la esperanza que renació cuando escucharon de mi escape. Vi cuando encontraron la tierra oculta, con cuanto empeño la prepararon y cuanta dedicación tiene el propio ejército, y hay una constante en todos los labios "Nolune" "Por Nolune" Poco a poco los recuerdos fueron haciéndose más débiles, había alegría por su hijo nonato, un cúmulo de sentimientos cálidos y brillantes que no parecían provenir de un oscuro, y que con sorpresa identifiqué como amor y devoción. Finalmente, las memorias cambiaron y se situaron en esta noche. Vi toda la pelea y la amenaza de Linder. En sus ojos encontré el mismo odio de la visión que por tanto tiempo me ha martirizado. Los recuerdos se terminan y me encuentro con la agonizante expresión de Elaydan.
— Ponte... a... salvo –respira un par de veces y añade–. Por favor..., termínalo... piedad.
Se lo que quiere. Se lo que está pidiendo y lo entiendo. El recuerdo de su valor y de su entrega me hacen respetarlo como nunca he respetado a nadie. Supo desde el comienzo a quien se enfrentaba, supo cuál sería el final, y aun así, se entregó por mí. Por la esperanza que yo representaba. Mi cuerpo parece moverse solo cuando le doy una sonrisa suave y me inclino a besar su frente, le doy más de lo que he dado a cualquiera de mi raza:
— Gracias, mi campeón.
Mi mano va a su pecho, siento el poder cosquillear dentro de mí, la runa sobre mi pecho izquierdo se ilumina y poco a poco, la poca vida que sostenía a Elaydan se evapora. Cuando su pecho queda inmóvil por el cese de la respiración, y su rostro refleja la paz, es que noto las lágrimas que corren libremente por mis mejillas.
Linder:
La llegada de mi hermano lo pone todo patas arriba. Resulta que madre le ha contado del soñador. Lo sondeo con cuidado, no le ha dicho de su enfermedad, y mucho menos la importancia real que reviste este soñador para ella, aun así, es obvio que tendré que cargar con él. Me despierto temprano, percibo una inquietud en el fondo de mi mente, tristeza y dolor, y se que vienen de Sorina. Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, he llegado al balcón y estoy a segundos de cambiar de forma y volar a su lado para ver que le sucede.
— ¿Vas a algún lado?
La voz de Aier me detiene en seco. Contengo un taco. Juro que uno de estos días voy a arrancarle la cabeza. Inspiro con fuerzas un par de veces
— Me gusta empezar la mañana sin idiotas alrededor, pero es obvio que contigo aquí es imposible –contesto sin mirarlo
— Mi hermano siempre tan cariñoso –me dice
Camina hasta donde estoy yo y me echa uno de sus brazos al hombro. Me mira divertido.
— Estás tan arisco. Cualquiera diría que ocultas algo.
— Los deseos de sacarte los Aier –contesto en el mismo tono.
Me desprendo de su agarre y vuelvo al interior del apartamento.
— Investiga tú por tu lado si quieres –le digo–, pero no me fastidies en mi territorio. Yo trabajo solo.
Kai y Lexen ya se han levantado y nos observan en silencio. Aprecio a mi familia, verdad que lo hago. Mi madre, y todos mis hermanos contribuyeron a mi educación, y reconozco que no sería la mitad de lo buen guerrero que soy, si ellos no hubieran estado allí, pero me he ganado mi respeto y no quiero una niñera. Más que eso, si Aier ve a Sorina, si tan siquiera llegara a sospechar algo de lo que pasa entre nosotros dos, esto no terminará bien. Eso por no hablar de lo que pasaría si descubre a Lay. Si, quiero que ella regrese a casa, pero no quiero que lo haga a punta de espada. Debe tomar la decisión por si misma. Debe quererlo. En lo que dura el trayecto hasta la escuela, ninguno dice nada. Supongo que la llegada de mi hermano no supone un problema nada más que a mí. Necesito ver a Sorina, todavía puedo sentir su incomodidad, y quiero saber que le pasa. Lo malo de todo esto, es que hoy no compartimos ninguna clase juntos. El vínculo fluctúa y me doy cuenta de que está cerca, miro a los lados y alcanzo a verla en el pasillo a pocos metros de mí. La alcanzo en unos pasos y antes que pueda decir nada, la abrazo con fuerzas y deposito un beso en sus labios. No me responde, y siento como sus manos se cierran en puños en mi camisa y ejercen una leve presión, como si quisiera apartarme.
— ¿Qué pasa?
Sus ojos tienen un brillo extraño, hay angustia pero también resolución. Me da una sonrisa que no llega a sus ojos, la veo tragar en seco, espero por su respuesta, entonces se escucha el timbre llamando a clases.
— Tengo que entrar a mi salón –dice.
Me da la espalda y se funde entre la marea de cuerpos que pujan por entrar a clases. ¿Qué rayos? Paso toda la mañana ausente. Mi preocupación por Rina sigue ahí, latente, mezclándose con los mismos oscuros sentimientos que parecen envolverla en el día de hoy. Tengo la certeza que intentará evitarme, y normalmente, sería posible, ella y Abby salen al almuerzo unos veinte minutos antes que yo, así que decido escapar de clases media hora antes. Cuando llego a la cafetería, no me sorprende verla pagando su almuerzo. Me apresuro a su lado llenando mi bandeja prácticamente sin mirar.
— ¿Vas a algún lado? –pregunto
Todo su cuerpo se pone rígido y no dejo de notar algo bastante semejante al miedo en su expresión.
— ¿Qué te ocurre?
Niega un par de veces.
— Nada. Estaba distraída y me asustaste –responde–. No esperaba que salieras tan temprano.
— Entonces almorcemos.
Nos acomodamos en nuestra mesa habitual. Ella clava los ojos en su bandeja y empieza a comer en silencio. Trato de imitarla, pero la comida sabe a papel. Tengo que darle espacio, quiero abordarla, saber que le ocurre, por otro lado, mi inquietud por mi hermano permanece ahí y también me saca del paso. Un rato después se nos une Abby y un poco más tarde, Lexen y Kai. Mi hermana nota el incómodo silencio y trata de llenarlo parloteando sobre cualquier tontería, nadie le hace mucho caso. De vez en cuando, percibo ciertas miradas de Kai a Sorina. Lo único que me contiene de saltar sobre él y golpearlo, es que ella lo esquiva todo el tiempo, concentrada en sus alimentos. Lay empieza a contar algunos chistes, y muy a mi pesar, reconozco que son divertidos y termino riéndome, me alivia comprobar que también está divertida. Nuestras miradas se encuentran por breves instantes, y algo cambia en ella, como una triste aceptación, me sonríe y algo del peso que llevaba desaparece.
Siento el pulso de poder invadiendo la escuela y me pongo rígido. A mi lado, veo que Kai y Lexen también se envaran, mientras mi hermana me da una mirada horrorizada. Una sombra se proyecta sobre nuestra mesa.
— Interesante reunión familiar. ¿Por qué no me habías invitado?
Toda la diversión se esfuma. Aier se cierne sobre nuestra mesa, sus ojos alternan entre Abby y Sorina. Mi primer instinto es ponerme de pie y esconderla detrás de mi espalda. Como la mesa está entre los dos hago lo siguiente que puedo para distraer la atención de mi hermano:
— ¿Qué mierda estás haciendo aquí? Creí ser lo bastante claro contigo.
Aier quiebra en una sonrisa y susurra con divertida ironía:
— ¡Qué hermanito tan gruñón, y además maleducado!
Sorina está muy quieta en su asiento. Con el vínculo entre los dos, no me extrañaría que mis sentimientos de inquietud se reflejaran en ella. Aier se acerca a donde ella está, le toma la mano y deposita un beso sobre ella:
— Soy Aiden Grimm, el hermano de este muchacho consentido. ¿Y tú eres...?
Todo mi cuerpo se tensa, estoy a segundos de lanzarme sobre él y molerlo a palos. La inquietud de Sorina, y mi propio enojo al verlo sostener su mano me envían sobre el borde, sin embargo, la mano de Lexen sobre mi hombro, prácticamente me siembra en el asiento. Lo miro y me hace un gesto negativo con la cabeza. Vuelvo mi atención a Sorina, ella me mira por unos segundos, como si esperara que yo hiciera algo, esquivo la mirada y me siento como un puto cobarde. Ella se repone enseguida y le contesta con una sonrisa tensa mientras dice:
— Sorina Neige –luego mira a mi hermana que está tan pálida como un fantasma–. Abs, no mencionaste que tuvieras visitas.
— Eso es porque no lo sabía –responde Aier sin quitarle el ojo de encima–. Es más bien una visita sorpresa, y acabo de llegar.
— Está bien, entonces..., los dejo para que se pongan al día, y así aprovecho a terminar unos deberes. Nos vemos luego Abby.
Toma sus cosas a la velocidadde un cohete y desaparece entre el tumulto de chicos. �"7+
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro