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Capítulo 2

Linder:

Desperté gruñendo todas las palabrotas que sabía, la cabeza me duele a horrores, me molesta la luz. Cuando logro abrir los ojos veo las altas columnas doradas recubiertas con hiedra y enrededaderas de flores de colores. Las cortinas de seda se mueven por efecto de una brisa suave. Estoy en mi casa, en el centro de la corte de Verano. Trato de incorporarme, pero un molesto dolor en mi espalda me lo impide. Los últimos recuerdos de la batalla vuelven a mi mente. No vi llegar al fae, solo sentí el dolor de la espada cruzando mi carne.

__ Como encuentre a ese rastrero fae de invierno, lamentará el momento que me sacó de la batalla -gruñí

__ ¿En serio? Recién despiertas y ¿Ese es tú primer pensamiento -se queja una dulce voz femenina-. Y yo que había pensado alegrarte el día

Enseguida entra en mi campo de visión. Largos y lacios cabellos castaños, grandes ojos de color topacio, boca exuberante y curvas que deberían ser ilegales. A penas cubierta con una túnica de lino verde que se abría en los lugares precisos, y un refulgente par de alas color turquesa. Amarantha era todo un regalo para la vista, y si, no dudé ni un segundo en pasar revista, no es que ella se pudiera quejar, porque su divertida mueca me dijo que estaba completamente a bordo, y además, ella hacía lo mismo conmigo. Le doy una mueca torcida mientras continuó repasando su cuerpo.

__ Bueno -murmuro yo-. Bien podría cambiar los planes.

Ella me dio una sonrisa sabedora y se acercó un par de pasos a la cama. Sus pasos lentos contonearon las curvas de su cuerpo. Las ganas de sangre y desmembramiento perdieron interés, mientras mi atención se volvía a asuntos más interesantes y apetitosos. Lancé un brazo agarrando su cintura y tiré de ella sobre la cama. Amarantha soltó una risita mientras rodábamos en la cama. Me tomó medio minuto dejarla de espaldas y colarme entre sus piernas.

__ Me gustan tus cambios de planes, príncipe -jadeó.

A mi también. Cerré mi boca sobre la suya, mis manos encontraron el camino entre los pliegues de lino verde de su túnica. Ella tampoco perdió tiempo, deshaciéndose de mi camisa y acariciando mi pecho, mi espalda, el inicio de mis alas. Si. Justo lo que recetó el doctor. Me reí entre dientes.

__ ¿Qué es tan divertido? -inquirió entre besos.

__ Me gustan tus métodos terapéuticos, Amarantha.

La miré con una sonrisa mientras mis dedos encontraban un muy interesante punto de su cuerpo. Ella respondió arqueando la espalda y abriendo sujestivamente los labios en un ahogado jadeo.

__ Eres un caso..., muy especial -gimió.

Reclamó mis labios, sus uñas enterrándose en mi espalda y abriéndose más para mi. Así era siempre entre los dos, un fuego violento que ardía a la menor provocación. Hace casi una década que éramos amantes. Sobre todo porque a diferencia de las otras con las que había estado, Amarantha conocía su lugar, ambos obteníamos nuestros beneficios, pero sin ningún tipo de compromiso. La chica entendía cuándo venir, y cuándo alejarse. Pasar tres meses en el campo de batalla ciertamente hacía que fuera tiempo de refrescarse. Las cosas se estaban poniendo realmente interesantes sobre mi cama cuando una aguda voz de trompeta irrumpió en la quietud de mi recámara.

__ Buenos días, alteza.

¡Mierda! Me separé de Amarantha con rapidez. La frustración creciendo a pasos agigantados. A mi lado, la chica respiraba furiosamente. La ira pintando de carmín sus mejillas.

__ ¡Maldito, pixie! -gritó-. ¿Te gusta importunar?

Sobrevolando la cama estaba una pequeña criatura alada. Cuerpo humanoide, cabellos verde limo, ojos violetas, y alas de libélula del mismo color. Reis, un macho de la especie y... lastimosamente, un buen amigo para mí. Eso fue lo que me recordé para frenar las crecientes ganas de asesinarlo. Aparentemente, Amarantha no lo tenía en la misma estima, agarró una de las almohadas y luchó por aporrearlo igual que si se tratara de una mosca. Sin embargo el movimiento terminó de abrir la túnica y dejó al descubierto cosas muy interesantes. Reis, pegó un chillido mientras esquivaba los ataques de Amarantha.

__ ¡Iugh! ¡Zorra! Ya se que tus amantes disfrutan de tus ataques de histeria, pero yo aprecio mi cordura. ¡Cúbrete!

El uso del plural, en "amantes" escandalizó más a la chica que a mí. Era bien consciente que Amarantha no carecía de acompañantes en mis ausencias, a mi me daba igual, yo tampoco era un exclusivista. Con un chillido se cerró el vestido y luego volvió a la caza mientras decía:

__ ¡Maldita mosca molesta! ¡No lo escuches, cielo! -gritó indigada

Yo me bajé de la cama mientras los observaba jugar al gato y al ratón y empecé a vestirme. Si, Amarantha detestaba a Reis, pero el pixie tampoco sentía aprecio por la chica. Bueno, si ya el ánimo estaba muerto, que más daba. Terminé de vestirme y me estrujé los ojos. A veces me cuestionaba mi cordura. Amarantha y Reís eran mayores que yo por al menos tres décadas, sin embargo, a su alrededor muchas veces me sentía como el adulto. Conté hasta veinte.

__ ¡Suficiente! -ordené tratando de mantener la cordura-. Amarantha, vístete. Reis, imagino que tienes un motivo mejor que fastidiar a Amarantha.

Porque si no era así iba a destriparlo. Reis detuvo su carrera en el aire, aleteando suavemente en el mismo lugar, me miró sonriendo divertido. Mi compañera fae no se lo tomó tan bien. Notando que ya me había vestido, me abrazó por la espalda.

__ Amor, no le hagas caso a este pequeño mentiroso.

Molesto me solté de sus brazos y me giré para mirarla de frente. No me gustaban los embusteros.

__ Está bien, Amarantha -respondí con rudeza-. Nunca te he pedido exclusividad, sobre todo porque yo mismo no estoy dispuesto a serlo -ella abrió la boca indignada-. Pero no me gustan las falsedades -la corté con violencia-. Si te vas a volver toda pesada al respecto tendremos que dejarlo.

Reis soltó una risita, pero yo salí volando por una ventana, no me quedaría a cuidarlo. Si no venía conmigo que se las arreglara para escapar de la ira de Amarantha. Segundos después, escuché el zumbido de sus alas. Su voz de pito en mis oídos.

__ ¡Ey, no vueles sin rumbo!

Yo me deleitaba sobrevolando Nair Man Dles, la capital del reino de Verano. Hacía tres meses que estaba ausente de casa. Las fronteras con la tierra de Invierno eran un punto intermedio de ambas estaciones. Sin nieve, pero nunca tan cálido, muchos arbustos, pero ningún árbol que no estuviera seco o enfermo. Aquí todo rebosaba vida, desde el sol, hasta los grandes robles donde estaban nuestras casas. Aun estaba molesto con Reís, puede que Amarantha se estuviera volviendo una complicación, pero aun así hubiera sido un buen rato.

__ Lo dije en serio, Reis. Espero que hayas tenido un buen motivo, porque comienza a hartarme que tú y ella no sean capaces de llevar la fiesta en paz.

Reis hizo un saludo militar, mientras decía con voz marcial:

__ ¡Su Real Majestad, la reina Cardania reclama la presencia del príncipe Linder, tercero de su linaje!

¡Genial! Mi madre siempre tan oportuna. Con una mueca dirigí mi vuelo al palacio de Verano. Varios de mis súbditos me reconocieron y detenían sus caminos para saludarme con una reverencia, yo me limitaba a responderles con una inclinación de cabeza. Alcancé el palacio. La estructura era una verdadera obra de arte, las columnas de oro se enredaban con robles centenarios e imitaban las delicadas enredaderas mezclándose unos y otros con trozos de marfil, piedras preciosas, y cristales de colores. Atravesé las puertas y fui directo a la sala del trono.

La habitación era amplia, los ventanales eran altos con elegantes y curvados soportes, las cortinas de seda de araña, las flores y el recamado de oro de las paredes daba la sensación de estar al aire libre. En el centro, mi madre se alzaba majestuosa. Inusualmente alta para una fae, era una criatura hermosa que refulgía con la luz del sol. La reina Cardania era una de las criaturas más antiguas de la tierra mágica, se rumoraba que su nacimiento había acompañado al de la tierra de Verano, tenía largos cabellos, en los que, al igual que los ojos, se mezclaban el verde de los árboles y la luz dorada del sol. En medio de la frente, pálida y suave llevaba la corona real, finas hebras de oro blanco entretejidas con luminiscentes estrellas. Mariposas y flores rodeaban su rostro y cabello. Al verme entrar sonrió extendiéndome la mano.

__ Bienvenido a casa querido. Me alega ver que ya estás recuperado.

Tomé su mano y la besé mientras le hacía una reverencia.

__ Mi reina.

Miré a los lados, fruncí los labios dándome cuenta por primera vez que nos hallábamos solos. Cierto, soy un buen guerrero, y no es como si la reina de Verano fuera una simple dama indefensa, pero aun así no me gustaba que estuviera sin protección. Ella descubrió mi mirada y sonrió adivinando mis pensamientos.

__ Los he despedido hace tan solo unos minutos, cuando he sentido tu presencia -me explicó-. Quería unos momentos a solas con el menor de mis príncipes.

Al instante me olvido de todo. La reina no me citaría así solo para tener un momento de madre e hijo. Instintivamente acaricio el puño de mi espada. Tengo dos hermanos, y una hermana mayor, pero de los varones, soy el que goza de la mayor confianza de la Dama Dorada.

__ ¿Qué ocurre? -pregunto.

Mi madre entrelaza uno de sus brazos con los míos y me lleva hasta uno de los ventanales.

__ Estamos perdiendo poder -me confesó-. Hace unas noches atrás un grupo de fae de Invierno logró colarse en palacio. Tu hermano Aier, y tu hermana Namina los detuvieron a tiempo, pero nuestras protecciones habían fallado.

Hielo corrió a través de mi sangre. En mis trescientos años nunca había escuchado nada semejante. Las protecciones nunca fallaban. El poder de la reina las mantenía, las alimentaba, y ella nunca caería en un descuido cuando de renovar la magia se trataba. La observé con más detenimiento, y notando pequeños rastros de tristeza en su mirada y alguna que otra arruga medio escondida.

__ ¿Está enferma?

A penas si podía creerlo. Mi madre se estiró en toda su estatura.

__ Los síntomas a penas han comenzado -me dijo-. Mi poder está lejos de verse afectado en verdad, pero debemos actuar antes de que suceda, o que el rumor se esparza por la corte.

Cierto, porque cualquiera, incluso alguno de mis hermanos podía sentirse tentado a usurpar el trono. Sep. La lealtad era un concepto extraño para los fae, incluso dentro de la misma familia. El hecho de que la reina me confiara tanto no tenía nada que ver con algún cariño especial, sino más bien que conocía mi espíritu. Soy demasiado salvaje, demasiado independiente como para querer atarme a la corona, así que soy el único de sus hijos al que no ve como una amenaza para su trono.

__ ¿Qué necesita que haga? -pregunto sin temor.

__ Tienes que ir al mundo mortal. Hay humanos especiales, nosotros los llamamos "soñadores". Nuestro poder se incrementa a su alrededor.

La reina se quitó entonces uno de sus anillos, un aro de jade con una brillante estrella multicolor, para entregármelo.

__ Hay uno muy especial. Este anillo te guiará, y cuando lo encuentres, debes traerlo ante mí.

Le di una inclinación de cabeza y me alejé volando. Puede que necesitara mantener detalles la misión en secreto, pero eso no quería decir que tuviera que hacerlo solo. Tenía un par de amigos de confianza que con seguridad estaban deseando un par de buenas aventuras.

Sorina:

El reloj de mi velador me despertó con aquel horroroso pitido que yo sólo podía comparar con un cantante de ópera agonizando. Oh, chico. Abrí un ojo para ver la hora, ¡hombre, no! A penas si eran las seis de la mañana. ¿Qué clase de sádico programaba esta clase de alarmas? Le di un manotazo y apagué el horrible timbre antes de voltearme en la cama y cubrirme la cabeza con la almohada. Cálidas y mullidas bolas se presionan contra mi cuerpo. ¡Un momento! Retiro las sábanas al mismo tiempo que se abre la puerta de mi cuarto. Los grandes ojos de Abby registran la escena al mismo tiempo que yo. La diversión brilla en sus orbes de color lapislázuli. Esto ya se estaba poniendo viejo. Ha pasado una semana desde que traje a los pichones de Arpías, todas las noches les armo un lío de ropas en el suelo y los acomodo ahí, y sin excepción todas las mañanas ellos amanecían enrollados en la cama conmigo, durmiendo cómodamente, lo peor del caso eran los chillidos que hacían cuando yo me levantaba del colchón. Los miro escondidos en el hueco de mi cintura. Frunzo los labios.

__ Esto tiene que acabar, ya -gimo yo.

Abby me mira y continúa riendo, con el cuidado de cubrir sus labios, casi como si tuviera miedo de despertar a los plumíferos invitados. La fulmino con la mirada. Ella toda divertida y yo aquí, con uno de los polluelos enrollado en mi cabello, otro enroscado bajo mi axila, y otro más con la cabeza enterrada entre mis pechos.

__ Son una ternura -me dice divertida.

__ Una ternura apestosa que cuando crezca podrá arrancarte los ojos -gruño.

__ No si creen que eres su madre.

Oh. Otra vez con eso. Solo porque tuve la mala suerte de estar en el nido cuando los huevos eclosionaron, y fui la primer cosa que los polluelos vieron. Claro que Abby nunca me dejaría olvidarlo. Le doy la que considero mi más amenazante mirada, no hace mucho efecto, por el contrario, la chica empieza a reír a carcajadas y yo me quedo embobada mirándola.

Abs, no ríe mucho, es una chica dulce y divertida, pero ser prisionera de la reina de Invierno es algo que marcaría a cualquiera y Abby sufrió un poco más que la mayoría. Verla reír es algo extraño, pero más aun ver los efectos que genera cuando está en su verdadera forma, justo como ahora. Sus largos cabellos dorados revolotean por todo su rostro, y su risa llena de luz el cuarto, al mismo tiempo el aire se perfuma con un inconfundible aroma de jazmines y se escucha el murmullo de algunas aves. Es el inconfundible poder de un hada de verano. Jo. Si hasta siento un poco de envidia, mi magia de invierno nunca ha transmitido vida. A la vez, pienso que es bueno, poco a poco y a ráfagas, Abby está recuperando el control de su magia, y eso es mucho más de lo que otros en su situación han conseguido. Luego recuerdo otra cosa...

__ Abby, ¿porqué activaste mi alarma para esta hora?

La chica me da una mirada, esa que ya conocía como la precursora de problemas. __ Cielo, hoy es primero de septiembre. Es tiempo de volver a clases.

__ ¿Qué? ¡Nooo! ¿Por qué?-gimoteo yo.

Odio la escuela. Quiero decir, cuál es el punto. Estar rodeada de todo ese hierro, y de adolescentes humanos con enloquecidas hormonas. Vuelvo a enterrarme en la cama, gimiendo mi desdicha. Nada puede ser peor que esto. Abby no parece compartir mis tristezas porque se acerca a mi cama y me arranca el edredón.

__ Vamos. Hay que mantener las apariencias y además piensa que obtendrás comida sin necesidad de ir a los antros, ah, y para que veas mi buena voluntad, nos he echo un desayuno especial.

¡La madre! Sólo eso puede ser peor que comenzar el curso. Una loca fae de verano tratando de cocinar. Me guardo un quejido. La última vez tuvimos que llamar a los bomberos. Salgo disparada de la cama. Como no siento ningún olor sospechoso decido que si llegara a tener que llamar a emergencias será mejor que no me atrapen en bragas y camiseta así que voy de cabeza al baño. Me ducho en tiempo récord, me visto con un par de vaqueros, y una ajustada camisa gris de mangas largas. Me recogí el cabello en una trenza que me llegaba hasta la mitad de la espalda. El conjunto me daba cierto aire de elegancia, aunque lo que realmente me importaba era dejar la menor cantidad posible de piel expuesta. Los roces accidentales con el hierro se lloverían hoy. Tomo el set de maquillaje y me propongo darme algunos retoques, con los pinceles, me miro en el espejo. Un mareo me sacude, y todo se vuelve oscuro. Mi reflejo se borra en el cristal, en su lugar veo el oscuro cielo nocturno, una hermosa luna llena acapara el espacio, casi enseguida es cubierta por el sol. Me encuentro en un páramo helado, no reconozco el lugar, pero se que es parte de la tierra de invierno. El sol sale y mi piel sangra, manchando de brillante carmesí la nieve blanca que se empieza a derretir, brotes verdes surgen por doquier enredándose en mis piernas y amenazando con asfixiarme. La visión termina tan rápido como comenzó.

Cuando llego a la cocina me encuentro conque Abby ha arrastrado a los tres pichones de Arpía, puede que los tres pajarracos me vean como su mami, pero ciertamente Abby es su tía favorita. Los bichejos están acomodados en una cesta sobre la mesa de la cocina mientras la chica les embute trozos de carne molida. Veo que ha conseguido hacer zumo de naranjas, en uno de los platos veo unos restos carbonizados que supongo, son su intento de tostadas, y en el otro una mezcla untuosa medio blanquecina, medio amarilla, que no se si será engrudo o el vómito de uno de los pichones, una mirada a la hornilla y sus alrededores, completamente embadurnados del mismo mejunje blanco me convencen que se supone es parte del desayuno.

__ Eh, Abby -comienzo con cautela, la chica puede ser muy sensible-. ¿Qué se ha derramado junto al fogón?

Lo que quiero saber es que diantres es esa cosa, porque en realidad la cocina me importa bien poco. La comida humana es insípida, y salvo las frutas y algunos dulces, ni siquiera aporta energía real. La tengo porque ya venía con el apartamento, y porque bueno, hay que cuidar las apariencias. Abby me mira apenada.

__ Oh, lo siento. Se me ha resbalado el guantelete y me he quemado con el hierro del sartén. Yo lo limpio luego, de todas formas he logrado salvar la mayor parte de los huevos.

Oh...., así que se supone que son huevos. Me sirvo un vaso de jugo y me siento a beberlo despacio. Definitivamente no tocaré nada más. Mi acompañante frunce el ceño al ver mi desayuno, pero la corto antes que pueda decir algo.

__ He tenido una premonición -le cuento.

Abby deja de alimentar a los pichones y me mira preocupada. Ella es una fae de Verano y no carece de poder propio, pero desde los comienzos de nuestra amistad cuando ambas éramos prisioneras en la Corte de Invierno yo ya era consultada por la misma reina como una de las mayores videntes. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, no tengo la menor idea de que significa esta visión. Me encojo de hombros:

__ No fue nada claro -explico-. El cielo nocturno y una luna solitaria que luego fue cubierta por el sol radiante. El sol me lastimaba y la nieve moría por mi sangre. Las plantas trataban de matarme.

Su ceño se vuelve más preocupado. Luego vuelve su atención a su desayuno y a los tres polluelos que tiene en frente. Al final a penas conseguimos salir con el tiempo suficiente por lo que en lugar de la habitual caminata tranquila tenemos que apretarnos en un autobús. Genial. El comienzo del primer día y ya apesta. Hacemos lo posible por relajarnos, sin embargo ninguna puede evitar los roces ocasionales con la pared del cacharro, de manera que cuando llegamos a la escuela corremos disparadas al baño, las manos enrojecidas por el choque contra el hierro.

__ Odio el puñetero autobús, odio el instituto, odio el mundo humano en general -me quejo mientras meto mis manos bajo el chorro de agua fría.

A mi lado, Abby se limita a asentir adolorida. De la nada mis sentidos se ponen en alerta, una nube de cálido poder invade el ambiente, el aire se perfuma y siento mis hormonas cosquillear nerviosas. Mi acompañante se pone tensa. Magia de fae de Verano. Un maldito fae de verano está invadiendo mi territorio. Mi propio poder se desborda chocando violentamente con el del desconocido, estoy a segundos de abrir la puerta del servicio y salir a cazar a mi enemigo, cuando, con una fuerza inusual y una mirada de horror en el semblante Abby tira de mi, me empuja con violencia dentro de uno de los cubículos para retretes, se arranca una pulsera de ópalo y la amarra en mi muñeca, mi magia se desvanece en segundos.

__ ¡Haznos un favor, quédate quieta, no digas ni una palabra!

No tengo tiempo de protestar. Vuelvo a sentir el pulso de magia en el aire, esta vez reconozco un hechizo de tiempo. Casi al instante las puertas se abren y escucho pasos decididos adentrarse en lo baños.

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