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Capítulo 18

Linder:

Me sentía estúpido. Le había permitido a una mocosa humana jugar con mis sentimientos y fastidiar las cosas entre mis amigos y yo, no solo eso, me estaba apartando de mi hermana y yo ni siquiera lo había visto venir. Estuve en secretaría y revisé su expediente académico. La chica era una maldita estrella deportiva, una patinadora campeona que había arrasado en los campeonatos regionales por cuatro años consecutivos. Sin embargo estaba inscrita como huérfana emancipada, aparentemente los últimos padres con los que se cruzó tenían una veta agresiva. Revisando su trayectoria como deportista, me llamó la atención que a pesar de su brillante desempeño en los regionales, nunca aceptaba ir a las competiciones nacionales, siempre se retiraba antes, además de eso había recogido un episodio particularmente violento con un chico dos años atrás. En un sobre de manila encontré una imagen de Sorina con la mejilla amoratada, una copia del reporte policial y además, una foto de su agresor. Claro, ahora entendía el incidente de la noche anterior, el bastardo había regresado pidiendo venganza.

Salí de la secretaría más confundido que antes. Sorina era un ácido repelente, pero la vida la había tratado como mierda, así que en parte podía entenderla, sin embargo continuaba enojado por su actitud hacia Kai. Decido saltarme el resto de las clases y me escondo entre las gradas de la cancha de baloncesto. Necesito analizar esta información, y determinar la mejor solución posible. Sobre todo, encontrar la mejor manera de convencer a Lay para que retorne conmigo a casa. No se cuanto tiempo estuve ahí, solo meditando, cuando escuché pasos en mi dirección. Como si la hubiese invocado con mis pensamientos, Sorina se aproximaba tambaleante. Abro la boca dispuesto a darle uno de mis más desagradables comentarios, sin embargo la cierro abruptamente al observarla con detalle. Está más pálida de lo usual, los cabellos húmedos se le pegan a la frente, las pupilas están dilatadas con absoluto terror y camina tambaleante, sin embargo, no parece ver lo que está delante. Me levanto en silencio y camino hasta estar casi sobre ella.

— Sorina, ¿estás bien?

A pesar de tenerme justo en frente, ella se sobresalta y mira a todos lados, buscando el sonido de mi voz. ¿Qué mierda? Rina tiene las pupilas dilatadas y mira frenéticamente a la nada. Muevo mi mano frente a sus ojos, y no se da por enterada. Asustada por el sonido de mi voz, se enreda con sus propios pies y pierde el equilibrio, mis manos vuelan por si solas hasta su cintura y la estabilizan. Continúa con la mirada perdida. No me ve. No ve nada.

— Rina, ¿qué te pasa? –inquiero preocupado–. Llamaré a un médico.

Una de sus manos tantea hasta encontrar mi antebrazo y me aferra con fuerza. Con voz entre cortada, pero bien decidida responde:

— ¡No! –hay una férrea determinación en sus palabras–. ¡No médicos, no nadie! ¡Ni siquiera Abby! Esto se pasará dentro...

Lo que sea que fuera a decir queda a medias cuando sus rodillas dejan de sostenerla y cae al suelo. Inmediatamente la sostengo entre mis brazos. ¿Deja vu? Mi primer instinto es correr con ella hasta la enfermería, pero su mano todavía se aferra a mi antebrazo, y el recuerdo de su voz, cuando, encarecidamente me pedía mantener a todos lejos, simplemente puede más que yo. Aun medio aterrado, me siento con ella entre las gradas y me digo a mi mismo que le daré veinte minutos, si en veinte minutos no se ha recuperado movilizaré a todo un contingente médico.

La observo con cuidado, sus ojos permanecen abiertos, pero carentes de expresión, mirando a la nada. Momentos después, sus uñas se entierran en mi brazo, y un ceño arruga sus bonitas facciones. Durante quince minutos veo su rostro contorsionar de dolor. Es increíble como su cuerpo no realiza movimiento alguno, todo está en su rostro, sus ojos mirando a la nada me producen escalofríos y el crudo dolor que desfigura su expresión hace que pierda los estribos.

Muy bien, suficiente. Me pongo de pie, todavía sosteniéndola en brazos, decidido a llegar a la enfermería, apenas he encaminado mis pies a la salida, cuando Laynda y Kai aparecen en dirección contraria. Los tres nos quedamos quietos, observándonos. Un músculo palpita en la mandíbula de Kai y por reflejo, acuno más a Sorina entre mis brazos. Nos retamos mutuamente. Justo entonces, escucho un pequeño suspiro y desvío mi atención a la chica entre mis brazos. Rina parpadea un par de veces hasta que sus ojos logran enfocar, su mirada recorre primero mi rostro hasta quedarse enganchada con la mía, dos manchas rosadas aparecen en sus mejillas.

— ¿Está todo bien? –pregunto

Hace un pequeño sonido con la garganta y asiente débilmente. Justo entonces, mi hermana llega corriendo hasta nosotros:

— ¡Rina! ¿Qué ha pasado?

El cuerpo de Sorina se envara entre mis brazos, y secretamente, maldigo a mi hermana. Obedeciendo a su súplica silenciosa, la deposito en el suelo, aun un poco aturdida, se aferra a mi, a través de su tacto, puedo sentir los temblores que sacuden su cuerpo, y yo desafío a Kai con la mirada. Abby abraza a Sorina, desesperada, y la mano de Rina se suelta de la mía para cerrarse en torno al cuerpo de mi hermana.

— Está bien –comenta despacio, aun así, soy perfectamente capaz de escuchar la mentira en su voz–. Estoy bien. No pasó nada.

Ella y Kai intercambian una mirada. Abby aleja a Sorina de mí y empiezan a caminar en dirección a la salida, entonces, Rina voltea la cabeza para mirarme. Algo raro cruza su expresión.

— Gracias de nuevo, Allen.

Le doy la espalda mientras digo:

— Lo que sea, tengo cosas que hacer.

No obstante, cuando decido dar una última mirada al grupo, me encuentro con Sorina inclinada sobre Kai, comentándole algo. El chico levanta la cabeza y me observa, les doy la espalda mientras aprieto las manos en puños.

Sorina:

¿Qué mierda le pasa? Con el humor tan mercurial que se está cargando en estos días, parece más una adolescente embarazada que el tan famoso "Beso del Verano". De todas formas, más me vale irme olvidando del chico con trastornos hormonales, porque mis problemas son un poco más graves que eso ahora. No se como, pero Kurapika y la reina se las han arreglado para atravesar las barreras defensivas que había levantado a nuestro alrededor, y eso era un problema. Le doy una mirada de soslayo a Abby, está preocupada, puedo deducirlo por como se muerde el labio. Una vez que los tres nos hemos alejado de su Linder le digo:

— No te preocupes, Abs –me obligo a sonreírle–. Es solo que Kurapika encontró otra manera para fastidiarme a distancia, pero descuida, ya pronto vuelvo las cosas a su lugar y lo mantendré lejos.

De ninguna manera mencionaré a la intervención de la reina en esto. Primero, puede que Kai no me halla vendido hasta ahora, pero con todas las cosas que se contaron sobre "La heredera de Arella" en la Corte de Verano, no creo que reaccione igual cuando sepa mi linaje, y segundo, bueno, este es mi paquete. Abby se merece descansar, además, hasta ahora, mi madre parece más interesada en mí que en Abs. Ella abre la boca, poco convencida y dispuesta a llevarme la contraria, sin embargo se interrumpe cuando aparece Lexen. El chico se detiene observando nuestro grupo, me da una larga mirada y le frunce el ceño a Kai. ¿Qué se está cocinando aquí? Da igual, Lexen fija su atención en Abby, se acerca a ella y le da un pequeño beso en la frente:

— Te estaba buscando –le dice–. Quería hablar contigo sobre algo.

Ella luce contrariada y se muerde el labio, indecisa, me da una mirada pero yo la corto empujándola hacia el muchacho que me mira agradecido:

— Está bien, Abs –le sonrío–. Disfruta tu tarde. Ya nos veremos luego.

La pareja de tortolitos se aleja caminando, aunque noto cierta tensión entre Lexen y Kai. Una vez que estamos solos, caminamos un par de pasos más, en silencio, cada uno metido en sus propios pensamientos hasta que lo escucho comenzar:

— Sorina –me llama

Su voz ha perdido todo rastro de chanza, y me obliga a mirarlo, me encuentro con una vista de su perfil. Kai se mantiene observando el firmamento, con las manos metidas en los bolsillos. Hay algo en su postura que me hace permanecer callada, esperando. Luego de unos instantes en silencio, clava sus ojos castaños en los míos:

— Yo... ¡no puedo más con esto! -estalla

Inconscientemente, retrocedo dos pasos, pero él los recupera y toma mis manos entre las suyas, previendo un nuevo escape:

— Lo veo acercarse a ti, y veo que lo dejas..., estás cometiendo un error. ¡Él no te protegerá! ¡Él no te conoce!

Suelto mis manos y retrocedo otro par de pasos:

— ¡Kai! ¿Qué tonterías estás hablando?

Se mesa los cabellos y da un par de vueltas en el mismo lugar, luego se acerca más a mí y me sostiene por los hombros:

— ¡Maldita sea, Rina! –grita enfebrecido– ¡Nunca he dejado que una chica se me meta bajo la piel pero tú lo has conseguido! ¡Y todo lo que puedo ver es como te alejas de mí por seguirle la corriente a Linder! –sus ojos castaños están casi desesperados cuando busca los míos y me sacude un poco, como si esperara inyectarme un poco de su razonamiento–. Sé que crees que puedes domarlo, Sorina, pero no. ¡Es y será siempre ante todo el Campeón del Verano! ¡Nunca te verá como tú lo ves a él!

— ¡Basta, Kai!

Me alejo un par de pasos, enojada. Ya tengo suficiente en mi plato como para tener que lidiar además, con las inseguridades y las paranoias de este chico. Lo enfrento, la tirria saliendo a oleadas de mi, y una pequeña parte de mi conciencia, me avisa, que en realidad, estoy dolida porque reconozco parte de la verdad en las palabras del pelirrojo:

— ¡Nunca hubo nada como eso! –declaro

Vuelve a aprisionar una de mis manos, hay dolor en su mirada castaña cuando, con voz más calmada dice:

— Rina, elígeme a mí. No soy un príncipe, pero...

Suelto mi mano y niego repetidamente, me presiono el puente de la nariz, y suspiro un par de veces, lo cierto es que mi experiencia en lides amorosas es nula. Kurapika no es precisamente una criatura galante, así que ni idea de cómo se sentía ser cortejada, o la mejor manera de responder, sin embargo, no quería lastimar más a Kai, así que procuré ser lo más paciente posible:

— Kai, no –mi voz salió suave, pero firme–. No se trata de eso. Nunca quise –me detuve unos segundos y observé su expresión torturada–, que te sintieras así, pero precisamente tú lo dijiste, eres un verano, yo soy invierno. No hay forma, ni la menor oportunidad de que algo bueno salga de todo esto. De verdad lo siento.

Me alejo un par de pasos, sus siguientes palabras, aunque bajas, son perfectamente claras:

— Sorina, él puede seducirte, y lo hará, pero ve con cuidado. No dudará un segundo en matarte si averigua lo que eres. Tú misma lo dijiste, eres invierno.

Paso el nudo que se ha formado en mi garganta y le doy la espalda. Cuando se que he desaparecido de su vista, dejo de aparentar calma, y echo a correr en dirección a la azotea de la escuela. Cuando llego a lo alto, me pego al muro de contención y respiro a grandes bocanadas. El llanto puja en mi pecho, pero me niego rotundamente a dejarlo salir. No puedo. Me digo a mi misma que no lloraré. Kai no tiene idea de cómo me han lastimado sus palabras. Soy invierno, soy mucho más que invierno, su gente pagaría por mi cabeza, y mi corte, mi reina, también me persiguen por el mismo motivo. Entonces, ¿qué me queda? ¿Quién me queda? Las palabras de Kai vuelven a martillar mi conciencia, recuerdo a Abby, está tan feliz con Lexen, otra realidad choca contra mí, yo nunca podré tener lo que ellos dos tienen.

— Si vas a saltar no demores, no voy a detenerte.

Me doy la vuelta sorprendida. El hermano de Abby está recostado contra una de las paredes de la azotea. No se como no lo vi antes. Me da una mirada indiferente.

— ¿No? ¿No hay espectáculo? –inquiere como si nada.

¿Qué le pasa? Hace un rato estuvo todo preocupado, y ahora me miraba como si no fuera más que basura. Las palabras de Kai repiquetean en mi cabeza.

— ¿Qué quieres, Allen?

Se separa de la pared, camina hasta quedar a escasos centímetros de mí y comienza a rodearme. Cinismo puro en su expresión, sin embargo, en lugar de enojarme, todo lo que experimento es cansancio.

— Entonces, ya obtuviste lo que querías...

La voz de Linder, acerada y fría no hace sino reavivar el violento fuego que me consume. Cierro con fuerza los ojos, me obligo a escupir las siguientes palabras:

— Ahora, no tengo ánimos para acertijos, Allen.

No se en qué momento, se acercó tanto a mí, lo siguiente claro, es que una de sus manazas se apodera de mi mentón y lo eleva con brusquedad, obligándome a mirarlo.

— He visto toda la escena desde lejos. No necesité escuchar nada. Anoche hiciste un estupendo buen trabajo seduciéndome, jodiendo las cosas entre Kim y yo, y un vez que tu vanidad estuvo satisfecha corriste a los brazos del otro. ¡Serás, zorra!

Mi palma abierta sale directa contra su rostro, pero una de sus mano se cierra en torno a mi muñeca deteniendo el golpe, me aparta con brusquedad, y con la otra me muestra con furia un sobre amarillo. Lo deja caer y el contenido se desparrama, las fotos que sobre salen y los escritos hacen que mi corazón pierda el paso. Ese era mi expediente.

— ¿Qué haces con...?

— ¡Huérfana! –comienza con voz dura– Con un historial de violencia. Patinadora excelente pero que vuela bajo el radar para no ser descubierta ¿por quién? ¿A quién le temes?

Me aparto con brusquedad.

— ¡Ya basta! ¡No quiero oír nada más! ¡No tienes derechos!

Vuelve a sujetarme con violencia y me obliga a mirarlo:

— ¡Tengo todo el derecho! –exclama– ¡Intentaste interponerte entre mis amigos y yo, y ahora estás arrastrando a mi hermana! ¡Tú no eres más que una patética y desamparada huérfana, y Abby se ve obligada a cuidarte! Pero ella tiene familia, tiene un lugar donde volver, sin embargo se queda atascada a esa pocilga que llamas casa, solo por su buen corazón para hacerte compañía a ti. ¡Deja de joderle la existencia! –la miro y sonrío con procacidad–. Además, no te engañes, ¿lo de Kai? Todo es pasajero. Ninguno de los dos será capaz de mirarte como algo serio.

Me quedo quieta. Asimilando todo cuanto ha dicho. Seguro que no tiene ni idea de cuan certeras y mortíferas son sus palabras. Han dado justo sobre todas y cada una de mis inseguridades. Abby tiene un hogar, una familia. Abby es amada y ama de vuelta. Puedo verlo en sus ojos, en las miradas que se dan ella y Lexen, pero también en como se miran ella y Linder. El príncipe acaso sea un idiota con el resto del mundo, pero su cariño con Abs es sincero. Más de una vez me dije que estaba reteniendo a la chica, tal vez al principio no fuera cierto, ella necesitaba sanar de las heridas y los traumas vividos durante su cautiverio, pero sabía de cierto, que ya lo había echo. Abby era libre, y solo se quedaba atrás por mí.

Ahora que la reina me ha encontrado, que ha superado mis defensas, ninguna de las dos estará a salvo, y yo no tengo ningún derecho a arrastrarla conmigo. La humedad en mis mejillas me sorprende, me seco las lágrimas con el puño de la camisa, me atrevo a enfrentar a Lider y lo hago bajo una nueva luz, me permito apreciar al feroz protector que hay en él, lo admiro, y siento envidia por Abby, y por la chica que se convierta en su compañera. Seguro que me encantaría ser protegida por alguien así. Le doy una sonrisa y permito que mi tristeza se filtre:

— Tienes razón, principito –le doy un toque suave en el brazo y paso por su lado–. Ella ya no me necesita, no es justo que la retenga a mi lado. Ahora les toca a ustedes cuidarla.

Me alejo caminando y no le doy tiempo a contestar, no necesito mirarlo para saber que está sorprendido.

Abby:

Lexen y yo hemos pasado una tarde maravillosa. Nos escapamos de la escuela en los últimos turnos, paseamos por el parque. Hicimos las mil tonterías que hacía años, no compartíamos juntos. Cierto, desde la noche del baile, nos habíamos vuelto más unidos. Yo simplemente no tenía ni fuerzas ni deseos de luchar contra el vínculo que había entre nosotros. Todavía estaba el pequeño problema de cómo arreglar la situación de Sorina, pero suponía que ir un paso a la vez era la mejor opción. Estaba decidida a quedarme aquí, y ya me imaginaba que Linder podría liberar a Lexen de su compromiso, estaba segura de poder convencer a mi hermano de ello. Al final será un cretino y todo, pero es un buen amigo y un hermano genial. Si hay algo que nunca he puesto en dudas, es su afecto hacia mí, y la amistad sincera que lo une a Lexen y a Kai, aunque, últimamente parece demasiado arisco con este último.

— Será mejor que nos regresemos –dice Lex tirando de mí–. Se han puesto unas nubes muy cargadas.

Elevo la mirada al cielo y noto que en efecto, así es. Espesos nubarrones ocultan el sol más temprano de lo habitual. Un extraño presentimiento turba la sensación de creciente felicidad que me había embargado hasta ahora. No respondo nada, en su lugar, acelero mis pasos, deseando llegar a casa. Cuando llego al complejo de edificios, prácticamente subo corriendo las escaleras y abro la puerta con más violencia de la necesaria.

Silencio absoluto. Oscuridad. El apartamento está solo. Eso no es normal, es casi las siete de la noche, Sorina debía estar en casa.

— Lylay, ¿qué te pasa?

Ignoro la pregunta de Lexen y recorro la casa de un lado a otro. No hay signos de forcejeo, ni rastro de magia. Si la han capturado no ha sido en casa. Estoy a segundos de perder la compostura y echar a correr en dirección a Barien, él tiene que poder encontrarla. No puedo permitir que esos bastardos la atrapen nuevamente. Mi mirada es atraída a la puerta entreabierta de la habitación de Rina, y entro como una tromba. Todo está en su lugar, aparentemente nada ha sido tocado, hasta que veo abierta una de las puertas del closet, me acerco y lo inspecciono, está todo, bueno, casi todo. Sorina siempre guardaba al fondo lo que ella llamaba "bolsa imprescindible" Básicamente una mochila, en la que dejaba un par de mudas de ropas, documentación falsa y mucho dinero. Yo tenía una igual en mi armario. Solo por si las moscas, si éramos descubiertas, agarraríamos las mochilas y comenzaríamos una nueva vida en otro lugar, total, con el dinero podíamos reemplazar la ropa y el dinero. Solo habría un motivo por el que su bolsa no estaba aquí. Corrí hasta mi habitación, mi closet había sido revuelto y mi mochila vaciada del dinero que tenía. Encima de mi cómoda, una pequeña nota blanca llamó mi atención:

"Lo siento, Abby. Hemos recorrido mucho hasta aquí, y pese a los contratiempos, te aseguro que disfruté cada segundo. Eres la hermana que se me negó, y precisamente por eso, tengo que protegerte. Tu hermano tiene razón, yo soy lo único que te retiene en este lugar, y no es correcto. Te mereces tu felicidad, tu hogar. Disfruta de tu familia, y hazlo por las dos. He tomado el dinero de tu bolsa, espero no te moleste, ya no vas a necesitarlo, solo puedo pedirte que seas feliz con Lexen y que regresen rápido a Verano. No es solo Kurapika, la reina me ha encontrado también, y no puedo permitir que se te acerque de nuevo, ni voy a dejarla atraparme. La mejor de las suertes para ti, hermanita."

Quemo la nota, pone en demasiado peligro a Rina. Juro que voy a matar a Linder. Salgo de mi habitación echa una furia, Lexen me ve y abre los ojos asustado.

— Lay ¿qué te pasa? ¿Qué pasó?

— ¡Voy a cargarme a mi hermano! –respondo molesta.

Aunque no tengo alas, no me toma más de diez minutos llegar al hotel donde se están alojando. No le he dirigido la palabra a Lex en todo el camino y él se ha limitado a respetar mi silencio. A pesar del hierro, uso el elevador, no tengo la paciencia para tomar las escaleras justo ahora.

Cuando las puertas del penthouse se abren, me encuentro a Linder, en paños menores comiendo algo y mirando a través de las ventanas, me mira y no oculta su sorpresa. Marcho hasta donde está y antes que alguno pueda decir nada, mi puño cerrado golpea contra su mandíbula.

— ¡Maldito pedazo de idiota! –le grito.

Linder:

¡Mi hermanita aprendió a pegar! Fue lo primero que me vino a la cabeza, lo segundo fue otro puñetazo de Lay acompañado de otra furiosa maldición que para nada parecía salir de los labios de una dulce princesa de verano. Logro reponerme de la sorpresa, y le sostengo los puños mientras observo a Lexen que se ha quedado anonadado:

— ¿Qué te pasa? –le pregunto a la chica.

Laynda, está roja de furia y sus ojos parecen lanzar dagas de enojo:

— Tú, cretino. ¿Qué mierda le dijiste a Rina?

Retrocedo un paso. ¿Rina? ¿Qué tiene que ver la peste Sorina con esto? Una rara sensación de malestar comienza a embargarme.

— ¿Qué tiene el repelente de tu amiga? –inquiero tratando de parecer indiferente.

— ¡Que se ha largado! –me grita de vuelta–. Se ha largado dejándome una estúpida nota donde dice que tienes razón, que lleva demasiado equipaje a cuestas, así que, ¿qué mierda le dijiste?

Un montón de cosas raras pasan por mi mente en esos instantes. Sorina se fue. Soy libre de la peste Sorina. Entonces... ¿por qué no siento placer alguno? ¿Por qué lo único que puedo recordar es la tristeza y las lágrimas que rodaban por sus mejillas cuando la abordé en la azotea? Me niego a sentir remordimiento alguno, me limito a encogerme de hombros y pongo mi máscara de indolencia:

— Solo le dije la verdad.

Kai aparece en ese instante, cabizbajo, hasta que percibe el clima de ambivalencia que reina en la sala. Enfrento mirada con la suya:

— Le dije que tú si que tenías una familia que se preocupaba por ti, y que te estaba alejando de ella, y le abrí los ojos sobre Kai, le advertí ninguno sería capaz de mirarla como algo más que un buen rato.

Las miradas de horror que me gano son épicas. Abby está muda, Kai no parece decidirse si pegarme un puñetazo o lanzarse directamente a por la espada, curiosamente es la voz de Lexen la que surge en la sala:

— ¿Le dijiste eso a tu compañera?

— ¡No es mi compañera! –respondo con rapidez

Una pelota de concreto se ha asentado en mi estómago. Las palabras de Lexen saben amargas, y representan una posibilidad demasiado irreal para mí.

— ¡Eres tan tonto como para no reconocerte a ti mismo! –añade mi amigo

Lex camina hasta ocupar mi campo de visión. Y los pensamientos se vuelven más insistentes. He estado sobre el borde desde el día que conocí a Sorina. Nunca había actuado así, jamás. Si una chica no me daba bola, solo la dejaba ir y luego me lucía frente a ella con una mucho más despampanante, pero con Rina no había podido. Los recuerdos de las viejas leyendas vuelven con fuerzas, se dice que cuando un fae encuentra a su compañera ella se vuelve lo más importante en su vida, se establece un vínculo entre ellos, pero también, es de parte y parte. Se vinculaban el uno al otro hasta que no eran más que uno. Se decía que esa unión creaba los descendientes más poderosos, y la magia más poderosa también.

— Linder, ha estado saltando en la cuerda floja de las emociones desde que conociste a Sorina –añade Lexen–. Te he estado observando, nunca habías sentido celos, hasta ahora. He visto como mirabas a Kai, y eso es la primera vez que pasa. Y se que eres capaz de percibir a Sorina.

¿Cómo se había enterado de eso? Ni idea, pero los recuerdos de la noche que ella fue asaltada volvieron a mi.

— Ella eligió a Kai –respondo, Lexen guarda silencio y yo me río en su cara–. Esa a la que llamas mi compañera, incluso si obviamos el hecho de que es humana, eligió a Kai. Los vi juntos y tomados de la mano.

El prometido de mi hermana queda en silencio. ¿Sorprendido? ¿Contrariado? No sé. Supongo que ver su teoría echada por tierra es de todo menos halagüeño, entonces me interrumpe una nueva voz:

— No lo hizo –me volteo a ver a Kai, crudo dolor en su expresión–. Me rechazó. Te eligió a ti.

Paso saliva con dificultad. ¡Mierda! Incluso si Lexen no tiene razón, y buena parte de mí, sabe que la tiene, la he cagado. No hay otra palabra. He defraudado a mi compañera. Peor aun, la herí, y lo hice con toda intención. Todas las palabras que le dije vuelven a mi memoria y me golpean con la fuerza de un tornado. Ahora me doy cuenta que no fueron más que mis celos y mis inseguridades hablando por mí. Cuando la vi con Kai, solo perdí los estribos. Total y completamente. Abandoné el penthouse a toda velocidad y salí a la calle. Afuera, el cielo abierto dejaba caer un diluvio de gruesas y frías gotas de lluvia. Estuve empapado en cuestiones de instantes, pero eso no me detuvo. Ahora por fin comprendía, las molestias, la irritación, los deseos de violencia, estaba celoso. Todas y cada una de esas veces había visto a Kai cerca de Sorina, y como el perfecto idiota que era, en lugar de marcarle las distancias al pelirrojo había lanzado mi cólera en contra de la chica. ¡Alguien debería patearme!

¡Tenía una compañera! ¡Había encontrado a mi compañera! Y la necesitaba a mi lado. Me detuve en medio del camino. Si era cierto, no importa donde ella se hubiera metido, sería capaz de encontrarla. Cerré los ojos y luché contra la euforia que me dominaba en esos momentos, ya la había desatendido demasiado, ahora tenía que darle el primer lugar. Poco a poco desde un rincón de mi mente, fueron apareciendo otros sentimientos. Miedo, inseguridad, tristeza. Eso es. Esa era ella. Me concentré más y más, allí estaba, en un pequeño rincón de mi mente, ahora solo tenía que abrirme paso en su cabeza, tratar de encontrar alguna pista que me dijera dónde estaba. Recree en mi mente todas y cada una de sus características, sus cabellos negros, sus ojos azules, la estatura pequeña, y justo ahí, la imagen apareció ante mis ojos. Está de espaldas, cubierta la cabeza por la capucha de una sudadera gris, ella recostada a un cristal y trazando el patrón que las gotas de lluvia dibujaban sobre este, aferraba unos papeles contra su pecho. ¡Te tengo!

Sorina:

La salida del autobús se ha retrasado esperando por un reporte acerca del estado de las vías, sin embargo, no deben tardar más de veinte minutos. Me levanto de mi asiento y camino hasta la ventana de cristal, me entretengo trazando el patrón de las gotas de lluvia al tiempo que lucho por ignorar el vacío en mi estómago. Se que la decisión de marcharme es la correcta. Para Abby, y para mi misma. Tengo que reconocer que lo que estaba sintiendo por Linder, era insano. ¡Estamos destinados como enemigos! ¡Sentirme segura a su lado era una barrabasada! Quien sabe si alejarme no será lo que evite nuestro desenlace fatal. Sin embargo, cada vez que pienso en alejarme, mis pies parecen clavarse al suelo, y hay una reacción visceral por parte de mi cuerpo que amenaza con enfermarme, lo más preocupante de todo, es que no es la imagen de Abby la que viene a mi cabeza. Es Linder. Me enfermo cuando pienso en alejarme de él. Pego la cabeza contra el cristal. ¡Vamos Sorina! ¡No sufriste un Síndrome de Estocolmo cuando huiste de Kurapika! ¡No puedes sufrirlo ahora! ¡Tienes que alejarte! ¡Es lo correcto!

Un melódico timbre interrumpe mis pensamientos, seguidamente, escucho la voz de la operadora llamando a abordar mi viaje. Me acomodo la mochila en bandolera y camino despacio hacia la zona de embarque. Este era otro truco, nunca viajar con demasiado equipaje, usa siempre ropas sencillas, y lleva lo mínimo e imprescindible para comenzar de cero. No podía permitirme atraer la atención de nadie. Mientras más me acerco a la puerta del autobús, más tensas siento las piernas, es como si caminara con botas de acero. Arriesgo una última mirada a la vieja estación de Nueva Catalina.

— ¡Sorina!

La voz masculina me hace brincar, al mismo tiempo, mi muy traicionero cuerpo se calienta de la cabeza a los pies. Linder está detrás de la valla de seguridad, algunos agentes le impiden el paso. El recuerdo de sus palabras y la mirada tan despectiva que me dio, golpetean en mi memoria y mi cerebro me recuerda que debo darle el control de mi cuerpo a él y no a mi absurdo corazón. Vuelvo mi atención a la fila, ya solo tengo dos personas delante.

— ¡Sorina Neige, no te atrevas a subir a ese autobús! –me grita

Las personas comienzan a mirarse unas a otras y a murmurar, me limito a mantener la cabeza baja y continuar mis pequeños pasos. Quizá no haya sido capaz de reconocerme. Alcanzo la puerta del autobús, el conductor extiende su mano pidiendo mi boleto. El agua que cala mi piel y mi corazón en guerra total con mi cerebro, me paralizan unos preciosos segundos.

— Señorita –el conductor me llama con la mano extendida

Respiro un par de veces y saco mi mano, acalambrada y rígida, de debajo del suéter y extiendo el billete medio arrugado. Justo entonces, una mano de hombre me lo arrebata antes de que sea capaz de dárselo al conductor. Levanto los ojos y me encuentro unos brillantes ojos verdes que me observan con diversión y deseo. 

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