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Capítulo 15

Capítulo 15

Abby:

Me muerdo el labio con preocupación.

— Si sigues así –dice Kai–, te sacarás sangre.

El chico se mantiene sentado tranquilo, bebiendo a sorbos su vaso de ponche. No puedo menos que envidiar su serenidad.

— ¡No puedo quedarme quieta! Estoy preocupada. Creo que Linder se pasó de la raya esta vez, y el que no lo vea ni a él ni a Sorina no hace nada para aliviar mi cabeza.

— ¿Linder se pasó de la raya? –pregunta escéptico–. Fue tu amiguita la que casi hace un desnudo ahí.

— ¡No exageres! –lo corto–, y sí, pienso hablar seriamente con ella, pero ciertamente su actuación fue de mejor gusto que la de la zorra de Kim.

— ¿Actuación?

Kai ha soltado un bufido burlón y percibo un brillo peligroso en su mirada. Hay sarcasmo, pero también dolor, anhelo reprimido.

— Kai, ¿qué has...?

Me interrumpe poniéndose de pie. Se estira, flexiona un poco los músculos y cuando vuelve a mirarme, ya ha recuperado su habitual expresión jovial y despreocupada.

— Está bien, princesa. Vamos a calmar tus nervios. Demos una caminata para encontrar a tu amiguita y al príncipe gruñón.

Me levanto, aun hay mil dudas, pero las contengo, es obvio que Kai no quiere hablar de ello, y sí, yo tengo el premio en esquivar asuntos escabrosos, así que decido darle una oportunidad de silencio.

— Mmm, Lex no ha regresado desde que fue a buscar a Linder. ¿Crees que estén en problemas? –inquiero preocupada, notando ese detalle por primera vez.

— No lo creo –responde con simpleza–. Tengo la magia de ambos tatuada en el cerebro. No importa a que distancia estén, en el mismo momento que usaran magia ofensiva yo lo sabría.

Atravesamos con dificultad la marea de cuerpos que bailaban por doquier. Hace rato habían terminado las presentaciones y ahora todo el mundo se dedicaba a disfrutar y pasar un tiempo feliz. Cuando salgo al pasillo exterior del gimnasio respiro aliviada de sentir el silencio. Una suave reminiscencia me envuelve. Magia humana. Magia de soñador. Detengo mis pasos.

— ¿Sientes eso? –le pregunto a Kai.

Estúpida de mí. Por supuesto que lo siente. El chico es el mejor rastreador que existe.

— Es el resultado de tantos soñadores trabajando juntos, Lay –me responde con simpleza.

— Supongo.

Lo cierto es que no estoy muy convencida. Tiene su razón, pero hay algo que me molesta. Instintivamente, mi mirada va a las paredes. La decoración es detallada y bonita, acompañando al ambiente festivo, entonces veo los cuadros que adornan las paredes exteriores del gimnasio y los pasillos aledaños. Un gemido de sorpresa escapa de mis labios.

— ¿Qué...? ¿Qué pasa? –me pregunta inquieto.

Me separo de él y me aproximo a una de las pinturas. Conjuro una pequeña esfera de luz y la claridad baña la pintura haciéndola más clara ante nuestros ojos. Un paisaje nevado, el suelo blanco por el colchón de nieve, un lago congelado, detrás, y recortado contra un oscuro cielo de tormenta, un enorme castillo construido completamente en hielo. Cierro los ojos por un instante e inspiro con todas mis fuerzas. Vuelvo a mirar la pintura. No. No hay duda, las columnas delicadas que terminaban en agudos picos de hielo, los carámbanos que colgaban de cada cornisa, la espinosa enredadera de hielo que recorría cada columna y alféizar. Las lámparas de fuego azul que colgaban en algunas esquinas. Todos los detalles estaban ahí. Mostrando la hermosa y letal trampa que era el Palacio de Invierno.

— ¡Mira ese dibujo!

Kai lo observa y se encoge de hombros.

— ¿Qué? ¿Alguien sacó el palacio de "Rivendel" y lo adaptó al escenario de la Reina de las Nieves?

Por supuesto. No podía esperar que Kai entendiera, que sintiera el mismo horror que yo. Paso saliva con dificultad, lo miro directo a los ojos y añado a media voz:

— Kai, eso es una réplica exacta del Palacio de Hielo.

Mi compañero se atraganta con su propio aliento. Sacude la cabeza antes de murmurar:

— Eso no es posible. Ningún humano...

— Ningún humano que visite nuestro mundo puede volver –completo por él–. Lo sé. Sin embargo, se lo que estoy viendo. Pasé setentaicinco años encerrada allí. No hay forma en que pueda confundirme.

Me aparto de la pared, y empiezo a mirar el resto de las pinturas. Todas son lo mismo, paisajes sacados de la tierra de hielo, hasta que encuentro una que me deja paralizada

— ¿Qué me dices de esta? ¿Estoy alucinando también?

Los ojos del chico se amplían al reconocer la imagen y suelta una palabrota que quema en mis oídos, sin embargo, estoy tan turbada que ni siquiera atino a regañarlo.

— Necesitamos a Linder, ahora –dice con energía renovada.

— ¿Por qué? ¿Qué pasa?

— Porque creo que hemos encontrado a nuestro soñador –responde.

Vuelvo a mirar la pintura. Es un retrato perfecto de mi hermano en su forma fae. Incluyendo la marca del Beso del Verano en su frente. No muchos, incluyendo entes mágicos, han sido capaces de verlo en esa forma.

Busco al pie, algo que señale a su autor, en una esquina, un pequeño garabato a modo de firma; Liz, Laz. Algo así. Mi mirada va a parar a otra pintura que hasta el momento no había atendido, su imagen me congela la sangre.

— ¡Mierda!

Kai escucha mi juramento y sigue la dirección de mi mirada. Suelta otro taco más. El sonido de pasos nos pone sobre aviso. Arranco el dibujo de la pared, lo doblo apresuradamente y lo escondo en mi bolso. Me giro en el mismo momento que Lexen surge de una de las esquinas. Kai saca una petaca del bolsillo y comienza a beber como si nada. Lex se ve un poco sorprendido de vernos fuera, pero enseguida se pone a mi lado y me abraza.

— ¿Qué hacen aquí fuera?

— Estoy preocupada, Lex –respondo prestándole mi frente para que la besara–. No puedo encontrar a Linder, ni a Rina.

— Eso es porque ya se fueron –me responde.

— Disculpa, ¿qué...? –me separo de él con brusquedad–. Rina no se iría sola sin decirme.

Mi novio se remueve incómodo. Hay una expresión oscura en su mirada.

— Tú hermano se ofreció a llevarla a casa.

De haber tenido algo en la boca, lo más probable es que se hubiera ido por el camino equivocado. Escucho toser a Kai, su petaca cae al suelo y se lleva las manos a la garganta. Cierto, él sí que tenía algo en la boca. Sin inmutarse por el rostro enrojecido de su compañero, Lex, camina con tranquilidad hasta él y con toda la calma del mundo empieza a golpearle la espalda. La migraña me estallará el cráneo.

— ¿Y simplemente los dejaste solos? –cuestiono incrédula–. ¿Qué quieres? ¿Que encontremos un remake de la "Matanzas de Texas" cuando lleguemos a mi casa?

— No seas melodramática, Lylay –responde.

Kai ha dejado de toser, y aun con el rostro sonrojado, respira un par de veces, trata de hablar, pero un nuevo ataque de tos, corta sus palabras.

Me acaricio el estómago y lanzo un gemido antes de añadir:

— Voy a morir de una úlcera. Simplemente lo sé.

— Las enfermedades humanas no pueden afectarnos, Lay –anuncia él como si nada con voz patosa.

— Eso díselo a mi estómago –respondo.

Comienzo a moverme de un lado a otro y Lexen rueda los ojos. Entonces, Kai que ya luce bastante mejor añade con voz ronca:

— Lo siento, Lex. Pero esta vez tengo que darle la razón a Laynda. Dejar a Sorina y Linder solos es la receta para el desastre.

— O por el contrario, podría ser el medio perfecto para que esos dos dejen de comportarse como niños y enfrenten la realidad.

A mi lado, Kai se ha puesto pálido, y yo miro a mi prometido como si le hubiese salido otra cabeza. Con toda la serenidad del mundo, él nos devuelve la mirada y añade:

— ¿De verdad soy el único que lo ha notado? –pregunta incrédulo, luego rezonga–. ¿En serio? Lo esperaba de Linder, pero no de ti Lay. Con toda esa intuición femenina has estado bastante ciega.

Kai, que se ha repuesto de su asombro, le da una mirada oscura a Lexen y con el ceño fruncido declara con voz firme, una advertencia velada:

— Deja de decir tonterías. No tienes ideas de lo que hablas.

— El que no tiene ni ideas eres tú –responde Lex en igual tono, luego su expresión se ablanda, coloca una mano en el hombro de Kai y continúa–. Sé que no es lo que quieres escuchar, pero incluso tú, tienes que haberlo visto, en Sorina, Linder encontró la horma de su zapato.

Poco a poco voy entendiendo lo que quiere decir, pero entonces, la incredulidad se adueña de mí. Imposible. Ni modo. Por más que trato de imaginar el escenario en mi cabeza, siempre termina igual, uno de los dos, arrancando la cabeza al otro. Es de todo punto imposible. Nuestras razas han estado en guerra desde el inicio de los tiempos, y la prueba, es que cada uno de ellos, fue concebido, en su mundo, con la intención de destruir al otro.

— Eso, es imposible –declaro al final–. Ellos son...

— Un hombre y una mujer –me interrumpe Lex que, por fortuna, no notó la pequeña oscilación de mi voz al final de la frase–. Lo único que me preocupa de todo esto es que ella es humana. Si Linder fuera solo un fae más, no pasaría nada, pero que el "Beso del Verano" se enamore de una humana, si, eso como que llamará la atención de la reina.

Me acaricio los cabellos. Si antes estuvo servida la receta del desastre solo por la perspectiva de Sorina y mi hermano compartiendo un viaje a casa, entonces, ¿cómo nombraba a este nuevo panorama? Vuelvo a frotarme las sienes.

— No –pronuncio–. Ni modo. Es de todo punto imposible. Ellos son...

— ¿Son qué cosa, Lay? –me interroga Lexen entonces

Me muerdo la lengua, y Kai me da una mirada de advertencia.

— Nada. Completamente opuestos el uno al otro –me salgo por la tangente y empiezo a pasearme de un lado a otro, luchando por disimular–. Vamos –fuerzo una carcajada de burla-, si han intentado sacarse los ojos desde el día que se conocieron.

— Precisamente –concuerda Lexen–. No conozco a Sorina tanto como tú, pero si a Linder, y en el tiempo que llevo observándolos, ella parece su versión femenina, así que, si tan solo se parece a él, en la mitad de lo que sospecho, puedo entenderla.

Me muerdo el labio y aprieto las manos en puños, evitando llevarla a mis cabellos, porque a este paso, voy a quedarme calva.

— Pues entonces ilústrame –le gruño irritada–, porque mi hermanito no ha sido precisamente "don enamorado" en lo que respecta a Sorina.

— Ni tu amiga con él –contraataca él, respira profundamente un par de veces y responde–. Mira, no puedo pretender que conozco lo que ella siente, pero Linder, todas esas veces que actúo así, estaba mirando a Kai tratando de coquetear con Sorina. El chico es un alma libre, y experimentar el llamado de una posible compañera y los celos por primera vez, todo junto, no es precisamente agradable para él. Lo he visto resistirse, pero por favor, ya va siendo hora de que madure y enfrente sus emociones.

La cabeza me palpitaba. Primero la desaparición de Linder y Rina, luego las pinturas de nuestro soñador, y ahora esto. Definitivamente necesitaba dormir. Me aparto de él y digo:

— ¡Suficiente! ¡Voy a casa!

Lexen me sostiene de un brazo deteniendo mi fuga. Me da una severa mirada.

— Lay, tienes que dejarlos. Además, ella quiere estar sola en estos momentos. Es más, creo que lo necesita.

— ¿Qué no me estás contando? –lanzo de vuelta.

Los hombros de Lexen se hunden, suspira un par de veces antes de contestar:

— Bien, pero mantén la calma. Un chico atacó a Sorina y estuvo a punto de violarla. Acabo de hacer los arreglos para que la policía se encargue de él.

Si la mano de Lex no hubiera estado aprisionándome, habría conseguido teletransportarme hasta nuestro apartamento en ese mismo segundo. Las piernas me fallaron al comprender, que Sorina había sido puesta en esa situación, por mi culpa. Yo la había obligado a usar el ópalo. Yo había restringido sus poderes y la había dejado indefensa. Lexen capta mi mirada de horror, pero la mal interpreta:

— Está bien. Linder llegó justo a tiempo y la salvó. Ella está bien.

— No es posible –añade Kai–. He estado al pendiente todo el rato y no he sentido la magia de Linder en ningún momento.

— Eso es porque no la usó –le responde Lex

Mis ojos se abren con horror ante la verdad que implican sus palabras. Él deja escapar otro resoplido antes de añadir:

— Y ese es otro de los motivos por lo que confirmo mi teoría sobre ese par. No entendí mucho, parece que Linder llegó cuando ellos forcejeaban, y simplemente perdió la olla. Créeme, lo que acabo de entregarle a la policía era poco más que un amasijo sangrante, el chico estaba tan asustado por la paliza, que casi no he tenido que aplicar la coerción para obligarlo a confesar. Nuestro príncipe sacó toda su frustración con él. Así que repito, dejémosles un tiempo a que se arreglen entre ellos.

La nueva perspectiva es tan inverosímil como aterradora. Sin embargo está visto que Lexen no dejará que ni Kai, ni yo interfiramos en su labor de "Cupido" Le doy una mirada al pelirrojo a mi lado, pero este, de mala gana, vuelve a empinarse de su petaca y me ofrece un encogimiento de hombros.

Sorina:

¿Qué estoy haciendo? ¿Qué me estoy permitiendo sentir? Poco después de salir de los terrenos de la escuela, Linder detuvo un taxi y nos acomodamos dentro. Ninguno dijo nada en lo que duró el viaje. Con su cercanía, es fácil olvidarme de todo. La forma en que reaccionó, y como saltó en mi defensa todavía hace cosas locas a mi pancita, es lógico que esté impresionada, yo estaba en un momento verdaderamente vulnerable, y si no él no llega a aparecer bueno, mejor no pensar en ello. Es natural que esté agradecida, sin embargo, en el fondo reconozco que no es mera gratitud. Mis sentimientos por Linder ya estaban confusos desde antes. Moriría antes que reconocerlo a nadie, mucho menos a mi misma, pero cuando lo he visto besar a Kim he tenido que reprimir el impulso de arrancarle los ojos a la chica, y cuando bailamos juntos..., fueron momentos mágicos. Levanto la mirada observo su perfil, los rasgos duros de su rostro son iluminados por la luna, y destaca más el tono dorado natural de su piel humana. Grabo cada uno de sus rasgos, el mentón fuerte y obstinado, la nariz aguileña, las cejas altas y pobladas, los brillantes ojos verdes, el cabello claro que le cae en ondas sobre el mentón y los flequillos rebeldes que se le pegan a la frente. Es apuesto. Muy apuesto. Linder deja de mirar al camino y clava sus ojos en mí, me encojo un poco, tratando de esconderme.

— ¿Está todo bien? –me pregunta con solemnidad.

Me limito a asentir un par de veces. Entonces, el taxi se detiene, él desciende primero, le paga al taxista, me ofrece la mano para salir, y entonces vuelve a acomodarme entre sus brazos. Extiendo la cabeza y veo que estamos en la entrada de mi edificio. Escucho el latido de su corazón, fuerte y constante, sus palabras y su actitud calan un poco más hondo en mi interior. Sería tan fácil olvidarme de quien soy, olvidarme de quien es él. Mi cerebro me recuerda una y otra vez la imagen de él atravesando mi pecho, pero mi corazón, traicionero e iluso, constantemente lo está mandando a callar.

— Allen, son tres pisos de escaleras –señalo en susurros–. Bájame.

Lucho por soltarme de sus brazos y me gano una mirada molesta de su parte. Entonces, una esquina de sus labios se curva en una mueca de malicia y sus ojos verdes relucen con un brillo divertido. Mi corazón emprende una carrera salvaje.

— ¿Qué vas a...?

Mis palabras terminan abruptamente y con un chillido, cuando el hermano de Abby asegura su agarre sobre mí, inmovilizándome, para luego emprender una alocada carrera, escaleras arriba.

— ¡Vamos a morir! –chillo asustada.

— Ciertamente –responde con diversión–. A menos que te agarres bien y dejes de ser un estorbo.

No tiene que decirlo dos veces. Mis manos, van directas hasta el cuello de Linder y se pegan una contra la otra como si fueran eslabones de una cadena. Cierro los ojos y escondo la cabeza en su pecho. Irónico, una manada de sombras no consiguió asustarme, sin embargo un principito en intentos de caballerosidad me tiene con el corazón en la boca.

— Puedes abrir los ojos.

Su voz es divertida y cuando lo miro, noto varias cosas. Lo primero, ríe sin ningún disimulo, y lo segundo, ya estamos frente a mi apartamento. Siento que me pongo colorada. Me bajo de un salto, y él me lo permite, al mismo tiempo, lo golpeo en el hombro:

— ¡Idiota! –le grito– ¡Me has dado un susto de muerte!

Allen me da una mueca maliciosa y añade:

— Ya, pero hemos llegado más rápido. Ahora entra y déjame que te revise ese labio.

Mi sonrojo aumenta con su última frase, pero él no parece percatarse del posible doble significado de lo que ha dicho.

— Ni modo –respondo yo–. Ya me trajiste hasta aquí, del resto me encargo solita.

— Sorina –hay una advertencia en sus palabras

Da dos pasos en mi dirección, recuperando la distancia que yo había marcado entre ambos. Su rostro está mortalmente serio, y sus ojos se han oscurecido a un tono casi verde olivo. Pruebo a retroceder un poco más, pero mi espalda choca contra la puerta. Estoy atrapada. Sus siguientes palabras salen pausadas y suaves, y precisamente por ello, tienen más peso.

— Oh abres esa puerta, me dejas pasar y te comportas, o yo me comportaré como el "Maldito neandertal" que me has llamado, te echo sobre mis hombros, derribo la puerta y entro contigo.

Paso saliva con dificultad. Mi corazón se salta un latido, y después no estoy segura de a que parte de mi cuerpo se ha lanzado. No hay dudas de que estará determinado a cumplir su amenaza al pie de la letra. Ciertamente este chico será mi perdición.

— Dame dos minutos –respondo empezando a buscar mis llaves, luego añado–, y solo porque no quiero tener que pagar el importe de una puerta desecha.

Le escucho reír entre dientes, y el sonido envía ondas de calor a todo mi cuerpo. Tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no quedarme embobada mirándolo, de pronto no puedo dejar de preguntarme, si era así como actuaba todo el tiempo alrededor de Kim, y el pensamiento me agria el estómago. Encuentro la llave en los confines de mi cartera, abro la puerta y le doy la bienvenida a mi hogar.

Es raro, se que no es la primera vez que está aquí, pero me quedo muy quieta observando su reacción mientras estudia mi casa, de echo, yo misma me siento como si la viera por primera vez.

El recibidor es pequeño, más bien es recibidor y comedor, porque de un lado tenemos el televisor, y un juego de sillones grises, y en la pared opuesta una mesa cuadrada y dos sillas. Me quedo mirando la alfombra beige, y el pequeño par de jarrones con flores dispersos por la estancia. Al fondo, están, la cocina de un lado y el baño del otro, y a un costado, las dos puertas que dan a los dormitorios. Supongo que él ha visto mejores. ¡Qué diantre! Yo he visto mejores. Entonces me recuerdo que no me tiene que preocupar lo que él piense o deje de pensar sobre mi vivienda. Me acaricio un poco la nuca y murmuro:

— Bueno, ya ves, hogar, dulce hogar.

No me contesta nada. Tira de mí hasta la cocina, y yo me dejo hacer. Engancha sus manos a los costados de mi cintura, y levantándome como si fuera una niña, me sienta sobre la isla. El frío de la loza se filtra a través de la gasa del vestido hasta mis muslos. Linder se inclina, arranca un poco de papel del rollo de la cocina, lo humedece bajo el chorro del grifo:

— Esto tal vez arda un poco –comenta con voz ronca dirigiendo el papel a mi rostro.

Me limito a asentir con la cabeza. Algo ha cambiado desde que entramos a la casa. La tensión es palpable. Linder tiene los hombros rígidos, todo su cuerpo lo está. Hay una mirada extraña en sus ojos, y un músculo palpita en su mandíbula.

Linder:

Mientras llevé el cuerpo de Rina, y tuve su olor llenando cada parte de mí, fue fácil olvidarme de todo lo acontecido. ¡Qué mierda! En el momento que la sentí aferrarse a mí cuando subíamos las escaleras, prácticamente me olvidé de mi puto nombre. Sin embargo, ahora que estamos en su casa, con las luces encendidas, puedo ver las huellas que ese maníaco dejó sobre ella.

Tiene la mejilla derecha enrojecida e hinchada, y de la comisura del labio todavía mana sangre. Sobre los hombros, y en los brazos se le están formando moretones de impresión digitiforme. El vestido está desgarrado en varios lugares, y salta a la vista el esbozo superior de un pecho. Además, hay marcas de rasponazos y quemaduras –probablemente con el asfalto–, en sus piernas y brazos. Noto que le tiemblan las manos, sus uñas están rotas y embadurnadas de sangre. Vuelvo a mirarla al rostro mientras intento ser cuidadoso a la hora de limpiarla.

Sus ojos se ven tan grandes, que prácticamente ocupan toda su cara, y su bonito color azul, ha sido casi sustituido por el violeta. La escucho gemir, y retira un poco la cara cuando la toalla húmeda hace contacto con la zona herida de su labio.

— Lo siento –se disculpa.

— No importa –le respondo–. Lo estás haciendo bien.

Lo peor de todo, es que se, que las peores cicatrices, no están en ningún lugar de su cuerpo, sino dentro, en su alma, donde es más difícil de sanar. La ira quema en mi pecho y mi magia responde pulsando para devolverme a mi forma original. Suelto el pedazo de papel y clavo las manos en puños sobre la meseta. Tenso los músculos y me aferro al pedazo de concreto, luchando contra todos y cada uno de mis instintos, que están pidiendo a gritos que regrese allí, y golpee a ese maldito desgraciado hasta que sus sesos bañen el pavimento.

Un ligero toque en mi brazo llama mi atención. Abro los ojos y miro la mano de Sorina sobre mi muñeca, su tacto actúa como distractor de mis impulsos asesinos. Rina tiene unas manos pequeñas, con dedos largos, su toque es tembloroso y dubitativo, y la palma suave, está ligeramente húmeda y fría. Me concentro en la frescura de su piel.

— ¿Estás bien? –me pregunta en un susurro.

Su piel pálida resalta contra el tono dorado de la mía. Le devuelvo la mirada, y abro las compuertas a parte de los sentimientos que estoy conociendo esta noche, la vergüenza es el primero en salir:

— Si. Yo solo..., siento no haber llegado antes –confieso viéndola directamente.

Algo oscuro cruza su expresión, sacude la cabeza de un lado a otro antes de murmurar:

— No lo sientas. Llegaste justo a tiempo. Es lo que importa. Te..., te debo mucho.

Cierro los ojos con fuerza. Mujer. No sabes lo que significa decirle eso a un fae. Y entonces caigo en la cuenta. Ella no tiene ni idea del mundo tan oscuro en el que vive. Si esa frase se la llega a decir a otro fae cualquiera... Una nueva clase de pánico surge en mi interior. Rina es valiente, terca, fuerte, única, pero es humana, inconsciente de los peligros que encierra la dimensión mágica. En mi mundo, una palabra basta para acabarte la vida. ¿Cómo voy a protegerla de todo?

Hay un toque fresco y cuidadoso sobre mi frente. Vuelvo a mirarla. Sorina me estaba imitando, sostenía un trozo de papel húmedo y lo frotaba con cuidado sobre una de mis cejas, el molesto escozor me recordó el primer punto que se había anotado ese cabrón.

— Lo siento –murmura–. Se qué duele.

— No lo sientas –declaro

Necesito sentir el dolor. Tal vez es un poco masoquista de mi parte, pero enfocarme en las molestias corporales ayuda a arrinconar la ira en mi interior. Ninguno habla mucho después de eso, pero poco a poco, los músculos de mis brazos empiezan a relajarse y mi respiración va volviendo a la normalidad. Sé el momento exacto en que apartará su mano de mi rostro, y actúo sin pensar, mi mano se eleva y aprisiona la suya. Se siente pequeña y suave en la mía, mucho más grande, y llena de durezas por el entrenamiento con armas. Tiene la piel tan fresca, inclino mi cabeza y apoyo mi rostro contra su palma. Se mira sorprendida, pero no dice una palabra, tampoco yo.

Empiezo a acercar mi rostro al suyo, despacio y con cuidado. Se que está sensible después de todo lo que vivió, y no quiero asustarla más. El labio inferior le tiembla de forma casi imperceptible, y soy preso de una imperiosa necesidad: hacerle olvidar todo. Llenarla de recuerdos, lo bastante importantes como para desplazar por completo este episodio. No quiero que ese bastardo tenga algún poder sobre ella, no quiero que sea, ni siquiera, suspiro en su memoria. Me aproximo más, estoy a segundos de besarla, cuando ella separa nuestras manos, y apoya las suyas en mi pecho, demandando espacio. A penas registro su toque, no tiene fuerza verdadera, pero entiendo sus deseos y voy a respetarlos, retrocedo unos pasos. Ella esquiva mi mirada y se baja de un salto del mesón.

— Necesitas hielo para ese golpe en la mejilla –declara

Se acerca al congelador y lo abre usando un paño que envuelve la agarradera.

— Abby es un poco compulsiva con la limpieza –explica–. Se pone como un basilisco cuando ve marcas de dedos en la superficie.

Se lo que está haciendo. Llenando silencios incómodos. La dejo hacerlo. Puede que yo también lo necesite. Saca un puñado de cubos de hielo, los envuelve en una toalla y me los entrega todavía sin atreverse a mirarme. Acepto el bulto y lo sostengo sobre mi rostro golpeado, pero le levanto el mentón y la obligo a mirarme:

— Está bien –le digo–. Toma una ducha, descansa. Yo me quedaré aquí hasta que Abby regrese.

Da un pequeño asentimiento y desaparece por una puerta, que sospecho, da a su habitación, algún tiempo después, aparece cargando una toalla y algunas ropas, se encierra en el baño y casi enseguida escucho el agua caer. Me siento en el sofá y apoyo la frente en mis manos. Estoy cansado, la pelea y el traer a Sorina en brazos todo este tiempo se está haciendo sentir, pero más que todo, estoy agotado de luchar conmigo mismo. Ahora mismo todo lo que puedo pensar, es que Sorina, está a una escasa puerta de distancia, desnuda y bajo un chorro de agua. ¡Joder! ¡Concéntrate Linder! No eres un maldito pervertido. Segundos después, y pese al ruido del agua, puedo captar algunos sollozos ahogados de parte de Rina, y eso solo me golpea y me aturde más que un puñetazo cargado de hierro.

Diez minutos más tarde, sale del baño. Luce fresca, los cabellos húmedos enrollados en una toalla y ella misma está envuelta en un sencillo vestido de tela corriente en azul pálido. No hay rastro de lágrimas, pero aun así, la inseguridad está en toda su postura. Me levanto del sillón y la sostengo por los hombros:

— Ve a dormir –repito

— Pero...

— No te preocupes. Ve a dormir –le aseguro después–. Yo esperaré hasta que Abby regrese.

Me da un asentimiento y desaparece en su cuarto.

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En serio que amé escribir estos dos últimos capítulos, y sobre todo el que sigue. Yay. Casi, casi nos acercamos.

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