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Capítulo 13

 Abby:

— ¡A este paso morirá desangrada! –digo con horror.

Kai ha practicado una incisión, de unos cinco centímetros, en el abdomen de Sorina. El chico ni se digna a mirarme, mientras ordeña los bordes de la herida para extraer la mayor cantidad de sangre. El charco que se ha ido acumulando sobre ella es cada vez más grande, una pestilente y empalagosa sustancia oscura.

— Hay que extraer el veneno, o al menos la mayor parte, además, somos faes, Lay. Tomará más que eso para matarla –me contesta aun concentrado en su labor–, lo que, por cierto, si no consiguió hacer ella misma con la chapuza que hizo, dudo que yo lo haga.

— ¿De qué hablas?

Lo escucho rezongar y continúa sin mirarme:

— Tal vez deberías enseñarle un truco o dos sobre curaciones. Tu inteligente amiga fue apuñalada y todo lo que se le ocurrió fue congelar la herida y ponerse un conjuro para no sentir el dolor. No que fuera muy inteligente.

Cierto. Típico de Sorina. ¿Medidas salvaje? ¡Sí! ¿Irreflexivas? ¡Claro! ¿Drásticas? ¡Por supuesto! ¿Inteligentes? No tanto. Kai se separa un poco, estira los músculos de la espalda con la gracia de un gato y respira con alivio.

— Todo lo que podía sacar del veneno por aquí ya está fuera –me dice–. Ahora ven aquí y has tu parte. Sana la herida.

No tiene que repetirlo. Me acerco a su lado. Sorina está horriblemente pálida. Su respiración es lenta y profunda, y no se ha quejado aun cuando Kai prácticamente le estaba revolviendo las tripas a sangre fría. No estoy acostumbrada a verla tan indefensa. Kai ha preparado un emplasto y se lo ha colocado sobre la herida, yo lo cubro con mi mano, dejo fluir mi magia y envío la orden para sellar los bordes de la herida. Me aparto un poco para valorar los resultados.

— Iré a buscar ropas limpias –dice May

La chica lucía a punto de desmayarse. Lo cierto es que el olor que había impregnado la habitación no era bonito.

— Deberías esperar –dice, Kai ambas le dirigimos la misma expresión incrédula–. Lo mejor está por comenzar.

No había terminado de decir estas palabras, cuando Rina empezó a removerse en el lecho, su ceño se frunció y pequeños gemidos abandonaron su garganta. Segundos después, el vómito salía en chorros por su boca, hizo un sonido de gorgoteo y empezó a salir también por sus orificios nasales.

— ¡Va a asfixiarse! –grité asustada.

Rina estaba muriendo. Era todo lo que podía pensar. Iba a ver morir a mi mejor amiga. El pánico, y la impotencia me sembraron en mi lugar. Menuda sanadora que estoy hecha. Por fortuna, Kai si que no se turbó, a pesar de la sangre y el vómito embarrando las sábanas, el chico me apartó a un costado y se subió de un salto a la cama, acomodó a Sorina sobre sus piernas y le sacó la cabeza fuera, sosteniendo sus cabellos.

— Vamos, Blanca Nieves –le murmuró en un apremio cariñoso–, expúlsalo todo fuera. Vamos. Tú puedes.

Hay algo diferente en Kai. Sostiene a Rina como si se tratara de una frágil pieza de cristal, le susurra palabras de ánimo al oído, aun cuando no estoy segura que ella sea capaz de escucharla. La chica vomita otras cuatro veces, antes que su cuerpo se limite solo a sufrir arcadas. Cuando es obvio que no queda nada más en su estómago, Kai vuelve a recostarla sobre las sábanas, y nos da una mirada a May y a mí. ¡Menuda ayuda resultamos!

— Ahora si puedes ir a por las sábanas –le dice–, y de paso trae unas toallas para limpiarla.

La chica no responde. Se limita a salir disparada de la habitación. Un quejido proveniente de la cama llama nuestra atención. Nos acercamos con rapidez, Sorina ha abierto los ojos en una rendija. Me mira, pero su atención se centra en Kai, y entonces su expresión cambia:

— Eres tan cruel que me salvas para poder torturarme –murmura, no puede mantener los ojos abiertos sin embargo se las arregla para darme una mirada acusatoria y añadir–. No voy a dejarte. No volveré a eso...

Frío recorre mi cuerpo. Rina cree que la traicioné. Peor aun, cree que Kai solo la está curando para tomarla prisionera. Conociéndola, nada bueno puede salir de esto. Mis sospechas se confirman momentos más tarde. El pulso de la magia de Sorina, que hasta el momento, aunque débil, se mantenía estable, empieza a titilar de forma brusca, apagándose. Kai y yo saltamos al mismo tiempo. El chico empieza a examinarla.

— ¡¿Qué está mal?! –lo interrogo asustada– ¿Dejaste veneno?

— No –me contesta luego de unos segundos–. Es ella. Está apagando su luz. Quiere escapar de nosotros. ¡Mierda!

Kai pega una patada a la pared, y arrastra las manos por su cabello. Una expresión atormentada en su rostro.

— ¡No debí dejarla verme!

Paso saliva con dificultad. Sorina cree que yo la traicioné. Cree que la tomarán prisionera. Y está optando por la salida fácil. Está apagando su luz. Se está suicidando. De pronto siento la ira quemar en mi pecho. Esta es la misma chica que se negó a dejarme morir cuando fui capturada en su corte. No fue dulce, no fue comprensiva. Simplemente lanzó su orden, me obligó a comer, forzó a mi cuerpo a seguir funcionando, forzó a mi mente a cooperar, y ahora..., ahora no solo desconfía de mí, sino que además, se está comportando como una puñetera cobarde. No pienso dejarla. No voy a permitírselo.

— ¡Apártate, Kai! –le digo.

Ignorando la mugre que cubre las sábanas, me siento junto a Sorina, coloco mis manos, una sobre su frente, y la otra encima de su corazón.

— ¡No vas a dejarte ir! –le grito–. ¡No voy a permitírtelo!

Siento el cambio en mí. La magia brota desde lo más profundo. La transición a mi forma mágica sucede en un respiro. Mi poder palpita con violencia desde el centro de mi alma, tiro de él y me empujo contra Sorina, buscando su misma esencia. Encuentro la débil llama azul a punto de extinguirse, la rodeo con mi poder, cortándole el escape, instándole a luchar, a alzarse. Una oleada de sentimientos oscuros salen de mi amiga, derrota, soledad, frustración. Su luz permaneció igual. No siguió debilitándose, pero por más que intenté inyectarla con mi propia fuerza, la chica siguió sin aceptarla. Estábamos en una batalla de voluntades. Yo estaba firmemente decidida a no dejarla ir, y Sorina estaba renuente a seguir con vida. Con lo debilitado que estaba su cuerpo, si ella no hacía por luchar, sería cuestión de tiempo antes de que se apagara por completo.

— Rina, por favor –suplico–. Estarás a salvo. Nadie va a hacerte daño. Yo no voy a dejarlos. Por favor, no te rindas.

No se si me escucha. Necesito creer que si. Su luz oscila y durante unos instantes parece como si se hubiera apagado. ¡No! ¡Me rehúso a perderla! Mi poder no es suficiente, la batalla con las sombras me ha dejado agotada, pero definitivamente no voy a perderla. Necesito más fuerza. Necesito magia. Mis agotados sentidos se expanden, y algo, o alguien responde a mi llamado. Un cálido y violento pulso de magia recarga mis energías. ¡Linder! No se como, ni las implicaciones, pero me estoy alimentando del poder de mi hermano:

— ¡Ahora escúchame bien, Sorina! ¡No vas a comportarte como una cobarde! ¡Vas a vivir!

No se si lo grité solo en su mente o si también mi cuerpo físico lo hizo. Se que lancé mi poder con la fuerza de un aluvión. La débil llama que era la esencia de Rina, se estabilizó a rango normal. Respiré con tranquilidad y envié una orden para hacerla dormir un par de horas. No necesitaba más intentos desesperados de fuga.

Me tambaleé un poco al regresar a mi propio cuerpo. Kai me ayudó a sentarme y me miraba sorprendido.

— ¿Qué? –dije

— ¿Tienes alguna idea de lo que acabas de hacer ahí? –me pregunta.

— ¿Salvarle la vida a mi mejor amiga? –respondo con acritud.

Kai sacude la cabeza de un lado a otro emite un bufido de exasperación. Después se sienta frente a mí y declara:

— Lay, forzaste vida dentro de esa chica –me remuevo incómoda–. No fue magia solamente, fue vida. Solo he visto a dos faes hacer eso antes, uno es tu hermano, y el otro, o más bien, la otra, es la reina Cardania

— Bueno –respondo encogiéndome de hombros–. Por algo soy su hija.

Da igual, ahora solo quiero asegurarme de que Rina esté bien. May aparece cargando ropas para la cama, toallas limpias y una palangana con agua. Obligo a Kai a abandonar la habitación, y entre May y yo nos armamos de toallas húmedas, desnudamos a Sorina y le limpiamos toda la mugre. Una vez aseada, solo queda cambiarle las sábanas a la cama, pero no hay forma que ninguna de las dos pueda sostener el peso de Rina, así que la envolvemos en una manta limpia y llamo a Kai para que la levante. Él obedece sin chistar, la sostiene entre sus brazos con el mismo cuidado que antes, sin embargo, cuando la está depositando de nuevo sobre el colchón, la manta se rueda y deja su espalda al descubierto. Kai se detiene en seco, horror en su expresión, escucho el ahogado gemido de May. Se lo que han visto.

— No se suponía que vieran eso –digo yo–. Rina no habría querido.

Me apresuro a cubrirla de nuevo con la manta, pero incluso yo, no puedo evitar detenerme unos segundos contemplando las cicatrices. A ambos lados de su columna, justo bajo la línea de los omóplatos, se extendían dos protuberancias cicatriciales de diez centímetros de largo y con bordes irregulares y carnosos. Esos muñones, eran lo único que quedaba donde antes estuvieran las alas de Sorina.

Sorina:

Cuando despierto lo primero que registro es el horrible dolor en todo mi cuerpo. Literalmente, me duele todo. Como si me hubieran dado una paliza, lo que técnicamente hablando, si sucedió. Aunque, el cansancio y el dolor, eran más de tipo mental. Como si la batalla hubiese sido librada en mi cabeza. El suave tacto de la sábana contra mi piel me informa que estoy completamente desnuda. ¡Oh, genial!

— Estás despierta –dice una voz masculina–. ¡Lástima! Estaba deseando comprobar si el mito del beso daba resultado.

— Para eso tendrías que ser un príncipe azul –contesto con acritud.

Tal vez no es muy inteligente provocar un choque con el chico, sobre todo considerando que yo no estaba en mi mejor momento, y que él acababa de descubrir lo que soy, sin embargo no soy precisamente conocida por mi dulce temperamento. En lugar de enojarse, escuché la divertida carcajada de Kai. Luché por incorporarme y de inmediato él estaba sobre la cama, una mano sobre mi pecho, obligándome a volver a recostarme:

— Ahora –dice con seriedad–, ese no es un movimiento inteligente. Necesitas quedarte recostada.

— ¿Para qué? ¿Me necesitas sana para soportar tus torturas? –lanzo de vuelta.

Lo cierto es que tenía vagos recuerdos. No puedo creer que Abby me halla traicionado. Ella sabe lo que es sufrir en manos de una corte ajena. Ella sabe lo que significa estar encadenado. ¿Por qué no me dejó ir? ¿Por qué me obligó a sobrevivir?

— ¿Siempre eres tan negativa? –me pregunta de vuelta.

Un ataque de tos me sacude. Tengo la garganta seca, y me arde, bueno, en realidad me arde hasta la nariz. Como si hubiera respirado ácido. El chico se inclina sobre el velador, llena un vaso con agua y lo acerca a mis labios. Sí claro como si yo fuese a beber de eso. Interpreta mi expresión y hace una mueca de exasperación, se lleva el baso a la boca y bebe hasta la mitad.

— ¿Satisfecha? –me dice.

Ni de cerca, pero supongo..., vuelvo a toser y esta vez, cuando me acerca el vaso, no lo dejo ir. Kai me sostiene la cabeza me da de beber a sorbitos.

— No quiero hacerte daño, Sorina –declara con voz solemne

Sus ojos castaños encuentran los míos y veo la total sinceridad en ellos. Toda la expresión burlona de antes había desaparecido:

— Abby quería estar aquí cuando despertaras, pero tuve que mandarla a dormir, o de lo contrario acabaría colapsando. La chica usó demasiada magia para traerte de vuelta.

— ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? –le pregunté

Kai depositó el vaso sobre la mesa de noche y me devolvió la mirada.

— Treintaiseis horas –responde–. Entonces... ¿empezamos de nuevo? –me extiende la mano y añade–. Me llamo, Kai, no Matt. Aunque supongo que ya lo sabías.

— Soy Sorina –le digo, veo su gesto de contradicción y añado–. El nombre que tenía en invierno ya no existe. Sorina es quién soy.

Permanece en silencio unos minutos, su mirada brillante, antes de añadir:

— Supongo que si yo llevara esas cicatrices en mi espalda, actuaría así también.

Sus palabras son un golpe en el estómago. Por supuesto, estoy en mi verdadera forma, los muñones tienen que estar visibles. Supongo que era demasiado pedir que Abby lo ocultara. Vuelvo a mirarlo y hay algo en su expresión que simplemente me fuerza a abrirme:

— ¿Sabes cómo se dice que en invierno no tenemos alas? ¿Qué nadie sabe el porqué? –digo, el asiente levemente, quizá un poco sorprendido de que valla a contarle algo–. Es una mentira total. La reina Arella maldijo la tierra hace unos pocos milenios.

— ¿Por qué?

— Déjame ser más específica. Tenía miedo de que alguien amenazara su trono, así que encantó a la tierra para que solo respondiera a su magia, así nunca podría alzarse otro regente. Con el paso del tiempo, el hechizo se volvió contra la tierra misma y sus habitantes. De hecho fue a raíz de ese encantamiento que adoptó el clima de invierno, pero sigamos la historia. La magia del resto de los faes empezó a afectarse, muchos murieron, y en las siguientes generaciones, las alas comenzaron a ausentarse con más frecuencia, hasta que se volvió la regla. Luego alguien predijo que el final de Arella llegaría de manos de una oscura con alas, así que cuando ocasionalmente, alguna fae hembra desarrollaba alas, la reina misma la cazaba. Yo tuve suerte. Se contentó solo con cortarlas. A la mayoría de las chicas las utilizaba como alimento para sus mascotas. Supongo que mi dote como vidente me hacía valiosa.

Kai me observa en silencio. He intentado recuperar mi yo sarcástico, pero es obvio que no ha sido más que un farol. Lo cierto es que no puedo parar de recordar. Los faes no nacemos con alas, ellas brotan cuando empezamos nuestro desarrollo sexual, alrededor de los cincuenta años. Cuando las mías aparecieron estaba bastante asustada, lo que no mejoró cuando mi cuidadora me obligó a mantenerlas ocultas. Durante el día tenía que mantenerlas plegadas y envueltas en mi ropa, pero en las noches..., ah, en las noches era libre. Aprovechaba que todos dormían, y sobrevolaba el reino. Amaba sentir el viento en mi cara, amaba desafiar la nieve y las tormentas. Era verdadera libertad, cuando volaba, yo era infinita. Hasta que Arella me descubrió, todo se fue al garete.

— Entonces –comienzo yo decidida a dejar el pasado donde pertenece–. ¿Cómo me descubriste?

Kai me da una sonrisa divertida:

— No fue tan fácil. El primer día sentí tu poder, y seguí tu rastro, pero luego nos encontramos con Lay, y bueno, quedaste en segundo plano, hasta que recapacité sobre ello. Traté de encontrarte de nuevo por la escuela, pero no había ni sombra de tu poder. Luego te conocí en forma humana, y llamaste mi atención, pero de nuevo, no podía sentir magia alrededor de ti. Hasta la noche del piano bar. Confirmé mis sospechas cuando llegamos a la limusina. Sin embargo decidí esperar y ver. Si tenías un plan quería saberlo.

Así que el chico no era solo músculos después de todo. Bueno, saberlo. Sin embargo eso no responde lo más importante.

— ¿Y ahora que pasa? –le pregunto.

— ¿Qué tal si me acompañas al baile mañana por la noche? –me responde.

Estoy a punto de rodar los ojos y mandarlo a freír tuzas cuando me doy cuenta que habla en serio. No hay toque de flirteo, no hay burla. Es solo una pregunta sincera. Bueno, si ya soy amiga de una fae de verano, qué más da que añada otro a mi colección. En ese momento se abre la puerta de la habitación y una energizada Abby aparece, la duda le dura unos segundos, antes de lanzarse a abrazarme. La siento sollozar contra mi pecho.

— Creí que te perdía. ¡No vuelvas a hacer otra estupidez así!

Le doy algunas palmaditas torpes en la espalda y trato de tranquilizarla. Entonces, recuerdo otra cosa:

— Abby, ¿dónde estamos?

Ella se muerde el labio y zapatea nerviosa. Me da una mirada encogida y susurra:

— Por favor, no te enojes.

Mal pinta la cosa. Suspiro profundo y me preparo para lo peor.

— Abs... -advierto

— Lo siento, es que... yo no sabía,... y...

— ¡Abby, suéltalo ya!

Escucho a Kai soltar una risita divertida.

— Estamos en casa de Barien –escupe–. No podía deberle otro favor, así que le dije que le daría la Perla de las Tormentas a cambio de refugio. Lo siento, de verdad.

Y vaya si no luce apenada. Lo cierto es que no podría importarme menos. Solo robé la perla para fastidiar a Arella. Se que contiene un gran poder, pero nunca me ha motivado. La traje conmigo porque eso la debilitaría, y sí, también iba a cabrearla hasta lo indecible. Sin embargo se estaba convirtiendo en equipaje pesado, y por otro lado, si de algo podía estar segura, es de que Barien se aseguraría de nunca, jamás regresara a las manos de la reina de invierno.

— Está bien, Abs. De todas formas estará bien cuidada en sus manos. Hiciste lo correcto.

Linder:

Aseguro el nudo de corbata frente al espejo y compruebo que la camisa y el saco estén impecables. Normalmente pasaría de estos estúpidos eventos, salvo que hoy es mi oportunidad para encontrar al soñador, no hay forma de que no vaya a estar presente. Puede haberse escondido hasta ahora, pero si hay algo con lo que puedo contar, es con que no resistirá el impulso de mostrar su talento esta noche.

— ¿Alguien quiere decirme cuál es la utilidad de esta cosa?

Kai va entrando al vestíbulo, enfundado en un esmokin verde, pero literalmente luchando contra el nudo de la corbata. Su cabello rojo está totalmente despeinado, y la corbata torcida a un costado mientras el pelea contra ella.

— Kai, ¿qué demonios hiciste? ¿Te colaste la corbata por encima de la cabeza con el nudo puesto?

— Y fue una muy mala idea –me responde todavía mirando al trozo de tela–. Casi me arranco la nariz y solo para darme cuenta que el nudo no sirve.

Por supuesto que lo había echo. No se ni para que pregunto. Con sus ocurrencias, supongo que debía darme por satisfecho con que no se le haya ocurrido cortarla con un par de tijeras y luego coserla en su lugar. Con él, seguro que era posible.

— ¿Me ayudas con este aparato infernal? –dice de pronto.

— ¿Me has visto cara de novia? –le lanzo de vuelta.

Kai me da una mirada de reproche pero deja de fastidiarme y va en busca de Lexen, algunos golpes y maldiciones después abandonamos nuestro departamento. Lex con un humor de mil demonios, y Kai, con el cabello todo alborotado y sin corbata. Mejor no preguntar.

Acabamos rentando una limosina, si al final me iba a involucrar con el hierro, mejor que valiera la pena, de paso hice que el conductor se acercara a casa de Kim.

— ¿Por qué no pasamos por Laynda y su amiga también? –me pregunta Kai

Contengo el impulso de golpearlo. El y la Peste Sorina se habían vuelto repentinamente cercanos desde hace un par de días, y hoy por la mañana, estaba todo acomodado tomando el almuerzo con Lay y su amiga, quien dicho sea de paso no se veía tan arisca con él como en otras ocasiones.

— Primero, me habría encantado tener a mi hermana –contesto yo–, pero está completamente decidida a convoyarse con su amiguita, y a ese repelente lo quiero bien lejos de mí y de Kim.

Sin embargo la imagen de Sorina se proyecta en mi memoria, y no cualquiera, sino la de esa noche, en el piano bar, con aquel vestido de brillantes, trato de sacudirme de esos pensamientos, estoy por encontrarme con Kim y no quiero tener que explicarle porque voy a recibirla con un bulto en los pantalones.

Al final resulta que la chica nos hace esperar aun media hora con sus retoques, y su madre nos hace perder otra media hora tomando fotos de ambos. Ya me encargaré yo de borrarlas luego. Durante todo el camino, Kimberly no deja de parlotear sobre su número esta noche, y las grandes posibilidades que tiene de ser descubierta como revelación de este año. Logro aislarme de toda su charla hasta que llegamos a la escuela. Todo el lugar ha sido decorado para que entone con el ambiente festivo, y está repleto de personas, que caminan hacia la pista de hielo.

— Eso es nuevo este año –dice Kim–. Siempre se hace todo en el gimnasio.

Seguimos al rebaño y acabamos consiguiendo algunos asientos cercanos a primera fila. La mujer parlotea tanto que está empezando a dolerme la cabeza, y el murmullo que hay alrededor no hace nada por aliviar la tensión que siento. Las luces se apagan y por fin se hace el silencio.

Un único reflector ilumina el centro de la pista de hielo. Un pequeño y delicado cuerpo femenino, está hecho un ovillo allí. El conocido calor sale de mis entrañas y recorre todas mis terminaciones. No puedo verle el rostro, pero se que esa es Sorina. Suenan los primeros acordes de la melodía y ella comienza a danzar. Sip. Definitivamente es ella.

El cabello negro, en un elegante recogido y adornado con una peineta plateada, el diminuto vestido de gasa azul celeste está adornado con pequeños zirconios que reflejan la luz como si fueran cristales de hielo, y se pega a su cuerpo dando la impresión de que la chica misma está vestida de hielo, de luz.

He visto esta coreografía antes, era la que practicaba en el gimnasio, sin embargo, es obvio que para ella, es mucho más que una danza, es una historia que ella vive día a día. Algunos acordes más tarde, aparecen otras danzarinas y los pasos adquieren nuevos significados, sin embargo, no hay dudas de que la más ágil de ellas, y probablemente la coreógrafa es Sorina.

La danza termina con aplausos estruendosos del público, e incluso yo mismo no puedo menos que reconocer la exactitud y pericia con que ejecutaron los movimientos a pesar de ser tan complejos. A mi lado, Kim rezonga molesta añadiendo algo sobre fallas técnicas en las ejecutantes y que porqué el director escogería algo tan insulso como apertura. No tengo ganas ni tiempo para responderle. Pasamos al interior del gimnasio donde tendría lugar el resto de las celebraciones.

Kim se luce bailando, por supuesto. La chica también interpretaba un solo de música, pero fue totalmente eclipsada por mi hermana, sin embargo, al llegar al baile, bueno, era obvio que sabía como llamar la atención. Sus movimientos eran descaradamente sexuales, pensados para atraer la mirada de cada hombre en la sala. Es una suerte que yo no la vea más que como algo pasajero, o el resto de los hombres estarían en problemas.

— Uch, ¿en serio hermano, esa clase de chicas es la que te va?

Kai, Lexen, Kim y yo habíamos ocupado una mesa, sin embargo, ahora veíamos lucirse bailando a la chica, y me sorprende la voz de mi hermana. Lay viene caminando con un tazón de ponche en la mano, y Lex prácticamente está babeando sobre ella. Sorprendiendo a todos, la ella se recuesta a su pecho.

— Creí que tendrías mejores gustos –añade sin dejar de mirar el baile de la chica.

Me encojo de hombros y le doy un sorbo al ponche:

— Ya. Y yo pensé que tendrías mejor gusto para escoger tus amistades.

Ella rueda los ojos, y yo no puedo dejar de preguntarme, dónde está su amiga. Estas dos son uña y mugre, y desde la sesión de patinaje no había ni sombra de la molesta Blanca Nieves.

— Kai –dice con reproche una nueva voz–. ¿Qué haces con la corbata en el bolsillo?

Supongo que era demasiado bueno para ser verdad. Me preparo para lo que viene. Dejo mi vaso de ponche y la observo. Su imagen tiene el mismo efecto que un puñetazo en el estómago. Está hermosa. No hay otra palabra para describirla. Su cabello sigue en el mismo recogido de antes, pero ha cambiado el vestido de patinaje por una versión, un tanto más larga, pero sin mangas. El color celeste pálido no hace más que acentuar el tono alabastrino de su piel y aquellos vívidos ojazos.

Completamente ajeno a mi, mi amigo pelirrojo le da una mirada de borrego degollado y responde:

— Este es aparato de tortura infernal y nadie quiso ayudarme.

Sorina hace una mueca, se acerca más al chico, le saca la corbata del bolsillo y la pasa por el cuello de la camisa.

— ¡Cuidado Kai! –no se por qué no puedo evitar la advertencia.

Cuatro pares de ojos se voltean a mi, sin embargo, no puedo apartar los míos de Sorina. Me encojo de hombros y respondo:

— Puede que no resista la tentación de apretar demasiado el nudo.

La chica me da una mirada de ojos entrecerrados, yo me bebo el resto del contenido de mi copa, después aparto el resto de los vasos que puedan contener algún líquido. Ella me da otra mirada sospechosa y le contesto:

— Lo siento, pero estos –señalo los vasos–, califican de armas peligrosas en tus manos. No pienso dejarlos a tu alcance.

Espero que llegue el contraataque. Vamos. Que ella no es precisamente conocida por su mansedumbre. Vamos Blanca Nieves, quiero verte enojada. Cuando se enfurece sus mejillas dejan de ser alabastrinas y toman el color de las cerezas que tanto me gustan, eso por no hablar de sus ojos, literalmente brillan tanto como joyas. Tanto como me decepcionó, la chica consiguió controlar su ira y volcó toda su atención en Kai. Le ajustó la corbata y luego le peinó el desastre de cabellos con los dedos. ¿Qué mierda...?

La llegada de Kim y sus amigas evita que comente algo más. Kimberly le da una mirada envenenada a Sorina, pero esta hace caso omiso. Kim pega su cuerpo al mío y escucho a Abby imitar un sonido de asco.

— ¿Qué te pareció todo amor? –pregunta melosa.

Le doy una sonrisa torcida. Sip. Es hora de hacer rabiar a la Blanca Nieves, inclino mi cabeza sobre Kim, tomo su labio inferior y tiro de él con mis dientes. Ella hace un pequeño ruidito de satisfacción:

— Es bueno ver que hay una chica que si sabe lo que es bailar en esta escuela.

Kimberly sonríe maliciosa y escucho a Sorina colocar con brusquedad su vaso sobre la mesa:

— Disculpa, ¿qué se supone que significa eso?

Su voz es baja, pero esconde una amenaza velada. Aparto la mirada de Kim para observarla como si fuera una mosca molesta. Si, ahí está el brillo peligroso en sus ojos. Definitivamente parecen dos piedras preciosas. Sin embargo todavía no se le encienden las mejillas. Todavía tengo trabajo que hacer.

— Si, Allen –apoya Kai–. Sorina lo hizo genial en la pista de hielo hace un rato.

¡Oh! Así que ahora era Sorina para él. Contengo la furia. Estos dos están demasiado cercanos. Vuelvo a sonreír con procacidad y añado con voz plana:

— ¡Bah! ¡No he visto nada más soso en mi vida! Es lo que dicen, una princesa de hielo. El baile de verdad tiene que ser caliente, y tú Blanquita –digo mirándola directamente–. No sabrías serlo. De hecho a juzgar por como bailas, tu vida sexual necesita mejorar un montón. Seguro que eres frígida.

¡Bingo! La sangre le ha subido del cuello a las mejillas. Estoy seguro que su piel ahora se siente suave y caliente, y esos ojos brillantes...

— ¿Estás diciendo que no es un baile si no hay un desnudo? O mejor dicho, ¿qué para saber bailar hay que ser una zorra? –pregunta de vuelta.

Si, eso era otra pulla. Lo cierto es que a Kimberly le había faltado bien poco para salir desnuda a la pista, sin embargo no voy a dejarla que se serene.

— Estoy diciendo que el baile tiene que ser sexy, y tú no podrías serlo ni aunque te besaran el trasero.

Sorina le arranca la copa a Laynda de las manos y la bebe de un trago, un nuevo brillo en su mirada. Mi hermana luce aterrada cuando la chica comienza a caminar en dirección a DJ.

— ¿Qué vas a hacer? –la escucho preguntarle

Rina le devuelve la mirada antes de concentrarse en mí. Una de las comisuras de sus labios se levanta en una divertida y maliciosa sonrisa, y algo se agita en mi pecho:

— Lo de siempre –contesta sin dejar de mirarme–. ¡Bailar!

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