Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11

Por favor ténganme un poco de paciencia. Estoy en exámenes. Ah, y si les gusta no olviden comentarlo. También acepto críticas constructivas. 

Sorina:

— ¿Algo nuevo?

La dorada cabeza de Abby se asoma con cautela a la puerta de mi cuarto. Es increíble como su expresión puede reflejar incertidumbre y esperanza al mismo tiempo y a partes iguales. Aparto el espejo y el cuenco con nieve derretida  a mis pies, y me incorporo dando un traspié, enseguida está a mi lado sosteniendo parte de mi peso.

— Aquí –dice–. Déjame ayudarte.

Me arrastra hasta la cama y me recuesta, segundos después me está ofreciendo una barra de chocolates, mis manos tiemblan tanto que no soy capaz de luchar contra el empaque, me siento inútil. Abby me quita el dulce de las manos, lo abre por mi y me lo devuelve. Con gesto maternal aparta algunos cabellos de mi frente húmeda.

— Un paso a la vez –me sugiere.

Aunque trata de mostrarme confianza, percibo la ansiedad en su postura. Me zampo la mitad de la barra de chocolate antes de poder hablar. Rebobinando, hace dos semanas que comencé a tener visiones sobre el hermano de Abby apuñalándome. Hace dos semanas, supe por Abby, que su hermanito era el "Beso del verano" Si. Tuvimos una pelea descomunal por habérmelo ocultado. Hace dos semanas, las visiones no se han detenido.

Por desdicha el don es un gigante grano en el trasero, los flashes aparecen cuando quieren y duran cuanto quieren, sin embargo la constante es que yo termino asesinada por el principito. Así que si quiero ser capaz de cambiar el curso del destino, tengo que ver más, es por eso que he echado mano a viejos recursos.

Inducir las visiones mediante conjuros no es lo más divertido que puedes imaginar, requiere mucha concentración, consume un montón de energías, y no siempre es algo claro. Como por ejemplo ahora.

— Nada –le respondo–. Por algún motivo la visión sigue enfrascándose en la fae de invierno que le acompaña.

Abby me mira como si me hubiera crecido otra cabeza. Me desplomo sobre mi espalda y miro al techo mientras digo:

— No tiene ni pizca de sentido, lo se. Pero tu hermano me asesinará en complot con otra fae oscura, y no una cualquiera.

— ¿La conoces? –pregunta inquieta.

— No. Nunca antes la vi en la corte, y eso no es lo peor. Se mantiene oculta, no hay forma que pueda ver su rostro, todo lo que consigo es un vistazo de su espalda. Y aquí viene lo raro..., tiene alas.

Mi compañera se atraganta con su propio aliento, y me da una mirada de horror.

— ¡Eso no es posible! –declara–. Creí que la reina..., que solo...

— Lo sé –contesto–. ¡Yo, de todas las personas lo se! –sin darme cuentas he comenzado a frotarme la espalda y aun perdida en mis pensamientos murmuro–. Una fae con alas en la corte oscura es una fae muerta. La reina no tolera competencias. Así que no, no tengo ni puñetera idea de quien es o de donde salió.

Me termino la barra de chocolates, arrojo el envoltorio vacío a un costado y me levanto de un salto. El mundo se sacude a mis pies y tengo que apoyarme en la mesa de estudio. Percibo la intención de Abby, venir y socorrerme, pero con un gesto la obligo a quedarse donde está. No puedo depender de nadie. Necesito ser capaz de resistir lo que venga. Cuando tengo dominado el mareo me aparto de la mesa y camino en dirección al baño. Veo la expresión dolida de mi compañera y trato de suavizarlo un poco:

— Está bien, Abs. No pasará nada. Resolveré esto. Lo prometo.

Ella niega con la cabeza de un lado a otro y murmura:

— No se que es peor, la perspectiva de tu pelea con mi hermano, o que pese a que eres tú la que más mal lo lleva, me estés dando aliento a mi.

Le doy una media sonrisa y continúo mi camino, cuando llego a la puerta recuerdo algo. Se supone que dentro de dos noches hay un gran evento en el instituto. Es un evento benéfico. Las puertas de la escuela se abren para el resto de la población y lo estudiantes hacen gala de todos sus talentos. El dinero recaudado de las entradas va a parar a la construcción de un nuevo hospital de niños, o algo así. También es el momento perfecto para lucirse ante los caza talentos.

En realidad nunca me han gustado mucho estas cosas, usualmente no voy, pese a que Abby siempre está exultante por la perspectiva, así que decido que animarla un poco no estará mal, y además, necesito alimentarme.

— Mmm, Abby –digo–. ¿Qué tal si salimos de compras? –me mira como si quisiera preguntarme si estoy enferma, me encojo de hombros– Ya sabes, dentro de poco es la noche de beneficencia en la escuela, y quiero ir con algo decente.

Juro que tuve que contener el impulso de reír. Abby tenía los ojos tan abiertos que parecía estallarían en cualquier momento. A penas conseguía balbucir dos o tres frases. Lo cierto es que año tras año ella ha intentado que yo asista, sin embargo, siempre le he dado esquinazo, hasta ahora. ¿Por qué lo hago? Bueno, si no consigo resolver el misterio de la premonición, tendré que abandonar a Abby. Seamos realistas, la chica pasó por una buena cantidad de mierda, pero en verano está su familia, Linder será un cretino y todo pero es obvio cuánto se preocupa por ella, y Lex, el chico besa el suelo que ella pisa. Abby no me necesita más para protegerla, así que si un día desapareceré sin dejar rastro, lo mejor que puedo hacer es dejarnos a ambas buenos recuerdos.

— Solo no te acostumbres –gruño–. No será todos los años.

Justo antes de tocar el pomo de la puerta, ella está sobre mí, abrazándome y chillando de alegría.

— ¡Sabía que no serías una freaky el resto de tu vida! ¡Ya verás, te llevaré al spa, tendremos masajes, manicura, pedicura, y los vestidos, y...

Y mal pintaba esto. Me desconecté de su cháchara para entrar en la ducha, aunque comenzaba a preguntarme si habré tenido una buena idea. Sin embargo, una vez sola y bajo el chorro de agua tibia no puedo evitar que mi mente vuele al pasado. Mientras estuve en la corte, escuché los rumores, y las advertencias. Se me advirtió sobre los faes de verano, pero sobre todo sobre él, "El campeón". El que vivía solo para matarme. Recuerdo que cuando era pequeña, algunas veces, durante las noches me ocultaba debajo de la cama. Siempre con el miedo a verlo aparecer. En aquel entonces no podía comprender como esperaban que yo lo asesinara, que lo odiara. Después con el paso del tiempo, y aunque me volví aquella despiadada asesina que la reina demandaba, me convencí que "el beso del verano" no había sido más que una invención de Arella para mantenerme a raya, para utilizarme, y cuando escapé a este mundo, bueno, simplemente me había olvidado de él. Hasta ahora.

Siempre había amado los sábados, ya sabes, no tener que ir a la escuela, levantarte tarde, perder el tiempo. Nunca quería que los sábados terminaran. Hoy, estaba haciendo que me subiera por las paredes. Abby era la criatura más incansable que alguna vez pisara este planeta. La chica me hizo resistir media mañana en el spa, fui embadurnada con lodo, aceite y que se yo que otra cosa, me pusieron piedras en la espalda, me rasparon pies y manos y tuve que soportar que un chico que no conocía de nada toqueteara toda mi espalda. No obstante, eso no parecía ser suficiente para mi amiga, que luego del medio día, insistió que teníamos que encontrar el vestido y los zapatos perfectos. Me hizo desfilar por al menos dos docenas, para finalmente dejarme con una monstruosidad de casi veinte centímetros de tacón. Oigan, me gusta vestir bien, y elegante, es parte de lo que soy, pero realmente soy un poco más eficiente. Normalmente solo, escojo lo que me gusta y ya.

— Y es por eso que no tienes ni la más remota idea de lo que es diversión – dice Abby cuando escucha mi explicación–. ¿Puede haber algo más aburrido que solo, toma y paga?

— ¿Puede haber algo más estúpido que desfilar frente a un espejo con doce trajes distintos cuando solo te llevarás uno?

— ¡Buen señor, eres...! –comenzó exasperada.

Me detuve de súbito y la coloqué detrás de mí.

— ¿Qué? –Inquiere temerosa– ¿Qué ocurre?

No me he dado cuenta del rumbo que tomábamos y simplemente acabamos en un callejón desconocido, eso por si solo no me habría molestado, vamos, que no soy el tipo de chica a la que puedes matar con un simple cuchillo o con de un disparo. Lo que me había preocupado era la oscuridad en el callejón. Las sombras se movían de modo antinatural, y estaba todo demasiado quieto. En el cielo, gruesas nubes oscuras empezaron a amontonarse sobre el sol.

— Abbs, retrocede lentamente, sal del callejón y no pares de correr hasta que estés con tu hermano. Quédate con él hasta que te llame –susurré retrocediendo con cautela

— Rina –su voz comenzaba a flaquear–, Rina qué...

— ¡Cuidado! –grité yo.

Me lancé sobre ella sacándola del radio de acción de un conjuro de sombras. La daga perdió su objetivo, pero me acertó en un brazo. Contuve un quejido, quemaba como fuego. Una docena de sombras se aproximaba hasta nosotras. Esto era una maldita encerrona.

— Abby, tienes que... -su grito desesperado interrumpió mi diatriba.

Dos sombras habían conseguido enroscarse entorno a ella. ¡Mierda! Las sombras te hacían vivir tus peores pesadillas. Luchar contra ellas era un problema.

Mai, ka ti. Mai ka ti. ¡Qua rat Namis! –grité yo

El poder brotó de mi y segundos después percibí el frío tacto de una hoja en mi mano. Observé mi espada, ligera como una pluma, plateada como la luna, afilada y letal como una avalancha en invierno. De un salto estuve sobre Abby, mi arma cortó entre las sombras deshaciéndolas, obligándolas a volver a su conjurador. La sacudí hasta llamar su atención.

— Abby, corre –le dije–. ¡Tienes que salir de aquí!

— ¡No!

Sorpresivamente se puso de pie. Los temblores de su cuerpo fueron desapareciendo. Una mirada desafiante iluminó sus ojos, murmuró un encantamiento y todo su cuerpo se disolvió en finas hebras de luz. Los halos luminosos danzaron por todo el callejón atravesando una a una a todas las sombras. Las criaturas se desvanecían con un chillido. Unos momentos más tarde, se materializó frente a mí.

— ¿Quién ha convocado a esas cosas? –me pregunta.

— Eso es justo lo que vamos a averiguar –digo yo.

Junto mis manos en mi pecho, dejo ir la magia que me sostiene en forma humana y lanzo mi orden en idioma faéirco. Percibo una resistencia, pero luego el conjuro regresa con un potente efecto rebote que nos envía a las dos contra una pared. Aun estoy tratando de recuperarme del golpe cuando escucho la risa masculina. La oscuridad se cierne en torno nuestro y me doy cuenta que nos han encerrado con una barrera de tinieblas. Solo hay alguien capaz de hacer esto.

— Kurapika –mi voz sale en un susurro

Frío se filtra en mi sangre, y se que es el miedo. Con las rodillas débiles me pongo de pie aferrando aun más mi espada. Se que mi respiración acelerada y los pequeños temblores de mis manos no obedecen al cansancio.

— ¡Muéstrate, Kurapika! –ordeno yo–. ¡Ya sabes que no me gustan las escondidas!

— Pero mi querida princesa –responde con socarronería–, si nos divertíamos bastante en las escondidas.

Mi estómago se revuelve con asco y siento la bilis en mi garganta. Afirmo más la espada. Ya no más. Ya no soy aquella chiquilla. Kurapika era parte de mis pesadillas, era tiempo de demostrarme a mi misma que yo había crecido.

— ¡Tait, Han Manis! –gruño

La orden sale con poder, la magia fluye de mi sin dejar ni un resquicio de duda o debilidad. Escucho una maldición en mi lengua, y finalmente la cortina de oscuridad se disipa un poco dejando paso a un hombre. Es un poco más alto que yo, la cabeza le brilla por la ausencia de cabello, su piel es blanco tiza, las facciones de un fae, orejas curvas, rostro anguloso, ojos almendrados de color violeta, nariz aguileña. Sus ropas oscuras parecen recortadas de la noche misma, se levanta acariciándose un brazo.

— Mi querida princesa eso no fue muy amable –me dice con burla–. ¿Así tratas a tu prometido?

Abby me da una mirada de horror. No se que le sorprende tanto. Si ella que era una de tantas princesas de verano y estaba comprometida, ¿cómo la reina Arella desaprovecharía la oportunidad de vender a su única hija? Vuelvo a concentrarme en el fae que tengo frente.

— En realidad, Kurapika –contesto con suavidad y sin perderle ojo–, aun me falta por mostrarte los nuevos movimientos con mi espada. Puedo rebanarte como a un salami en medio minuto.

Mi bravata no hace más que divertirlo. Chasquea los dedos y el ejército de sombras reaparece rodeando a Abby. Maldita sea, no tengo mucho tiempo para ocuparme de ella. Tengo que confiar que será capaz de defenderse sola. Necesito toda mi concentración para enfrentar a Kurapika, no solo es mayor que yo por casi seiscientos años, que ya de por si es suficiente para aumentar su poder, es uno de los cinco caballeros que protegen a mi madre, la reina de Invierno, sino que además, en el pasado fue mi verdugo, mi victimario. Me acostumbré a encogerme ante su presencia, y es difícil no sentirse como la niña asustada que fui en aquella época. Aferro la espada con ambas manos.

— ¿Qué has venido a hacer a mi territorio, Kurapika? –demando yo.

Camina hacia mí, respeta mi espacio, pero comienza a rodearme, caminando despacio, evaluándome desde todos los ángulos.

— Has crecido, novia mía –dice–. En todos los sentidos. ¡Vaya! Supongo que me apresuré demasiado la otra vez. Seguro que ahora serás todo un banquete.

De nuevo pruebo el vómito en mi boca. Siento las lágrimas quemar en mis ojos. El tsunami de recuerdos amenaza con ahogarme, el miedo crece debilitando mis rodillas. ¡Maldita sea, no! Me tomó mucho llegar a donde estoy, esa chica de antes..., no era yo. Me muerdo el labio hasta que pruebo la sangre, y el miedo, el asco, la vergüenza las comprimo todas y las transformo en odio. Justo a tiempo, el muy cabrón se había lanzado hacia mí aprovechando mi aturdimiento, conseguí bloquear su golpe en el último minuto. Mi mirada lo desafió a través de nuestras espadas entrecruzadas.

— Ya no me conoces, Kurapika. Ni tú ni nadie. Y juro que te haré pagar por todo el pasado –amenacé.

Lancé dos estocadas, pero él las desvió con igual celeridad.

— Pero mira nada más –se burló–. La damita ha aprendido algo. Aunque es obvio que modales no.

Me lanzó un golpe de magia que esquivé por los pelos, yo le ataqué con otro, un golpe de niebla, lo interceptó con su espada, justo como yo quería, el conjuro se activó produciendo una cortina de humo que lo cegó por unos instantes, instantes que aproveché para darle un puñetazo, como sostenía el mango de la espada con esa misma mano, el golpe fue mucho más violento y escuché el crujido de su nariz. Kurapika soltó una maldición, pero al mismo tiempo se las arregló para agarrarme por la muñeca y lanzarme de rebote contra una de las paredes de ladrillo. Dolor recorrió mi espalda como un latigazo.

Linder:

Despierto inquieto. Me había quedado dormido viendo algo en la tv, supongo que no estaba tan interesante. Un peso desconocido se ha instalado sobre mi espalda. Me incorporo sobre el diván y trato de levantarme, es entonces cuando mis rodillas fallan y caigo al suelo. Mi corazón adopta un ritmo innatural y saboreo el pánico. Estoy siendo preso de un terror absoluto, mis manos tiemblan y tengo las rodillas de goma. ¿Qué mierda...? Cuando trato de llamar a Kai, mi lengua se está pastosa, y tengo que tragar varias veces para hacer fluir el sonido. Entonces la claridad llega, estos sentimientos no son míos. Estoy experimentando el pánico de alguien más, pero ¿de quién? Junto a esta revelación, llega otra más, sea quien sea tengo que socorrerle. La resolución es más una necesidad imperiosa. Tengo que ayudar a alguien.

— ¡Linder, ven aquí, ahora! –la voz de Kai es más que apresurada.

Ya con el conocimiento en mi cabeza, le ordeno a mis rodillas que dejen de fastidiar. Empujo la creciente aprehensión a un rincón de mi mente y me pongo de pie. Todavía tengo que sostenerme de las paredes en algunos puntos, pero logro llegar hasta Kai.

Está en la habitación de Lexen, y me quedo anonadado con lo que veo. El chico está en su forma mágica, sus alas transparentes aletean erráticas y él mismo tiene una mirada atormentada, Kai hace cuanto puede para retenerlo.

— ¿Qué está pasando? –demando.

Justo entonces, un violento ramalazo de dolor recorre toda mi espina dorsal y me doblo sobre mis rodillas.

— ¡Condenado hijo de puta! –gruño yo

No se quien es, pero definitivamente le ajustaré cuentas. Kai luce cada vez más preocupado y veo si intención de alejarse de Lexen, pero con un gesto lo contengo. Empiezo a levantarme.

— ¿Qué está pasando? –repito yo.

Lex me mira con ojos desorbitados y se agita más en la prisión que han creado los brazos de Kai.

— No sé –me responde el pelirrojo–. Se ha puesto así de pronto. Ha cambiado en un tris-tras y se ha vuelto loco. Es como si estuviera poseído.

Lo observo con atención. Tiene las pupilas dilatadas, sudor frío empapa su cuerpo, un temblor fino sacude sus miembros. Conozco muy bien los síntomas. Lexen está experimentando el miedo de alguien, y diferente de mi caso, creo que sé muy bien a quien está sintiendo. Me detengo frente a él y clavo mis ojos en los suyos.

— ¡Noabelexen, responde ante tú príncipe! –comando con mi voz más autoritaria.

El uso de su verdadero nombre lo obliga a responder. El chico sigue igual de agitado, pero veo cierta luz de cordura filtrarse en su mirada. Observa todo con ojos sorprendidos. La magia más natural y potente de todas lo obliga a obedecer. Lex me mira y el pánico florece de nuevo, pero es capaz de controlarlo.

— Es Lay –me dice–. Lay está en peligro. Hay faes de invierno con ella.

Y con eso soy yo el que está a punto de enloquecer entonces. Ya había perdido a mi hermana una vez por causa de esas ratas de invierno, no la perdería dos veces. Cambio a mi verdadera forma y Kai me sigue. Cuando voy a emprender el vuelo por una de las ventanas, un dolor atroz surge de mi estómago, pierdo el paso y me doblo sobre mi abdomen.

— ¡Linder! –escucho la preocupación de Kai–. ¿Qué pasa?

Mi visión es borrosa. Abro mi camisa y observo mi estómago, nada, no hay herida, no hay moretón, sin embargo la fría puñalada ha calado y hay un horrendo escozor, la debilidad y el pánico luchando por absorberme. Me recuerdo que no soy yo. No son mis emociones. Entonces, ¿a quién estoy sintiendo? Se que Lexen percibe a Abby por el vínculo entre ellos, y normalmente yo podría sentir algo proveniente de mi hermana, pero sé que esta tortura no es ella quien la está experimentando. Entonces, ¿quién?

Empujo los sentimientos a un costado, ignoro la preocupación de mis amigos y emprendo el vuelo luchando para encontrar un rastro de mi hermana.

Sorina:

¡Maldito Kurapika! En un descuido me ha clavado un puñal en el estómago. El golpe no es mortal, por escasos centímetros. La pérdida de sangre es inmediata, pongo una mano sobre la herida y murmuro un conjuro sanador. No soy ni de cerca tan buena como Abby, pero al menos consigo retener la hemorragia y apagar el dolor. No que eso sea muy inteligente. Un instante después, Kurapika me pega una patada y me lanza contra una esquina del callejón. El dolor nubla mi visión, y me hace débil ante los recuerdos. Mi entorno cambia, como un televisor con mala señal, se interponen imágenes del presente, con recuerdos pasados. Por segundos, no estoy en la calleja, sino entre las paredes de mi habitación en el palacio de hielo. Oscuridad, y lo veo a él, acercándose, escucho su risa. Se lo que quiere, me remuevo inquieta, el miedo florece en mi estómago, estoy impotente.

Kurapika se inclina sobre mí, sus ojos violetas me recorren completa. Su lengua asoma entre sus labios y hace un sonido de satisfacción. Los temblores de mis brazos se vuelven cada vez más fuertes. La tentación de hacerme un ovillo y empezar a llorar es bastante seductora. Hay triunfo en su mirada.

— Puedes decir lo que quieras, cariño –su mano helada recorre mi rostro y yo me encojo, él se ríe–; pero sigues siendo aquella mocosa asustadiza. Sigues perteneciéndome.

— ¡Qué te pertenezca esto, bastardo!

Escucho el grito de Abby, y la veo, alzarse toda luminosa sobre Kurapika, la chica logra asestarle un golpe de luz, pero él esquiva la mayor parte, librándose con apenas un rozón en la espalda. Mi rubia amiga se ha interpuesto entre los dos, escudándome con su cuerpo. Puedo sentir la rabia que sale a oleadas de ella. Lo cierto es que yo le oculté muchas de las cosas que me ocurrían en la corte, ahora es obvio que ha podido ver más de lo que yo quisiera. Kurapika la observa divertido. Se estira como si fuera un gato a punto de atacar.

— Así que la princesita tiene agallas –murmura–. Lástima, pero no eres mi tipo. Sin embargo mi reina me ha ordenado llevarlas a ambas. El palacio de hielo las espera.

Se disuelve en sombras, ante nuestros ojos. ¡Mierda, no! Abbs, trata de mantenerse en guardia, pero Kurapika no hace más que jugar con ella. Haciéndole pequeñas heridas, despeinándola, golpeándola y luego burlándose. Es casi imposible luchar contra un oscuro cuando nos mimetizamos con la oscuridad. Se que estoy a segundos de ver morir a mi amiga, y me digo a mi misma que no puedo permitirlo. No luché tanto solo para regresar a ese mundo. No obligué a Abby a sobrevivir para dejarla regresar a esa tortura. Yo no soy cualquier fae. Soy la princesa de los Oscuros. La heredera de Arella. El Beso del Invierno. A lo lejos percibo otro poder fae, el aire se calienta y se perfuma con olor a frutas. ¡Linder! Curiosamente eso es justo lo que necesito para poner fin a mi terror. Afirmo la espada en mi mano, los temblores de mi cuerpo remiten. Me levanto de un salto y consigo apartar a Abby en el último minuto. Desvío la estocada de Kurapika que habría ido directa a la carótida de mi amiga, y con un empujón de mi magia lo obligo a materializarse. Me mira sorprendido.

— Es tiempo de la revancha –digo yo.

Le doy un rodillazo en el estómago, lanzo una estocada a fondo y lo hiero en un hombro. No es suficiente. Me he debilitado mucho, solo hay una forma de terminar esto, pronuncio un conjuro y fuerzo un pasaje dimensional. Kurapika luce cada vez más impresionado, agarro algo del suelo y salto contra él, lanzándonos a ambos a través del pasaje. Lo último que escucho es el grito de espanto de Abby.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, blanco me rodea. Los fuertes y helados vientos de la tierra de invierno despeinan mi cabello, y un suave colchón de nieve acuna mi cuerpo, refrescando un poco la sensación de ardentía en mi mano derecha.

— Mira nada más –escucho la voz de Kurapika, el chico da unos cortos aplausos–. Forzar un pasaje dimensional donde no hay portal. Impresionante, amor mío.

Escucho sus pasos acercarse a mí. Trabajo en controlar mi respiración, sin embargo comienzo a sentir mis miembros entumecidos.

— No cualquiera podría haberlo echo, pero seguro que te has olvidado de cuánta magia requiere. Ahora mismo no estás en tu mejor momento, y por otro lado, yo soy un fae de invierno. Mi magia se multiplica en mi tierra.

Finalmente aparece en mi campo de visión. Oscuro triunfo brilla en su rostro. Mis miembros están cada vez más entumecidos. Trato de mover mi mano, pero solo consigo un movimiento descoordinado. Kurapika se ríe.

— En serio amor. Creí que habías aprendido la lección. La compasión no es para nosotros. Te has sacrificado por tu amiguita, pero no te preocupes. La traeré pronto. Ahora, tú y yo, vamos a divertirnos mucho.

Su cuerpo cubre el mío, y mi estómago hace una arcada. Miro sus ojos violetas, hay locura y oscuridad allí.

— Vamos a divertirnos mucho –repite–, justo aquí y ahora. Todavía tenemos tiempo antes que tenga que darte el antídoto para el veneno que utilicé en mi daga.

Una de sus manos se cuela entre mis piernas, buscando el broche de mis pantalones, y el esconde la nariz en mi cuello. Ahora ya sabía que me tenía tan descoordinada. El bastardo me había envenenado, sin embargo...

— Te has olvidado de algo, Kurapika –murmuro yo.

Su nariz abandona mi cuello y me da una mirada de burla:

— ¿Sí...?

— Yo también soy una fae de invierno.

Reclamo la energía de la tierra, la dejo llenarme, e invierto nuestras posiciones. Saco el trozo de hierro que hasta ahora había aferrado en mi mano, quemaba mi carne, pero definitivamente valía cada segundo de dolor. Clavo el pedazo de metal en su estómago. Lo escucho gritar de dolor, hay sorpresa e incredulidad en su mirada, sin embargo no hay nada que pueda hacer, el hierro es letal, su mirada comienza apagarse. Los temblores se vuelven calambres, y mis músculos comienzan a saltar enloquecidos. Mierda. Esto no es bueno. Tengo que abrir un pasaje antes que sea tarde. Llamo a lo último de mis fuerzas y convoco un pasaje dimensional, cuando logro abrirlo, es inestable, y se que no estará mucho tiempo, me lanzo a él, quizá llegue, o quizá acabe en algún lugar del intermundos. Sorpresivamente, atravieso la oscuridad y la luz del sol de la tarde me da de lleno en los ojos. Entre eso y los efectos del veneno, tengo que hacer verdaderos esfuerzos para mantenerlos abiertos. El mundo da vueltas a mi alrededor, me dejo caer contra una pared. Siento frío, mis piernas no me sostienen.

— Bienvenida, Blanca Nieves.

Conozco la voz, aunque dista mucho del tono burlón que siempre le he conocido. ¡Genial, como si mi día necesitara empeorar! Con los ojos entre abiertos vislumbro la cabellera roja de Kai, y sus ojos color miel. Se que estoy en mi forma mágica, se que sabe lo que soy, pero no me importa. El veneno acabará conmigo. Conozco sus efectos, se también qué tipo usaron conmigo. Elydium, un veneno que se destila de una flor extraña, que solo crece en los páramos de la tierra de invierno. Son escasas, y potentes. Una gota es suficiente para producir parálisis. Con la hoja envenenada de Kurapika, todavía no sé como respiro. No espero sobrevivir, pero al menos, me iré en mi verdadero estilo. Le doy una sonrisa torcida:

— Lo siento mucho, hadita. Pero el elydium te quitará el privilegio de matarme. Salúdame al principito.

Entonces simplemente me apago. Mis piernas se vuelven de goma, la oscuridad y el vacío tiran de mi, y yo acepto perderme en el olvido. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro