Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10

 Sorina:

Alguien golpea mi rostro. Mi cabeza duele a horrores. Poco a poco comienzo a escuchar una voz que atraviesa las sombras de mi inconciencia.

— Oye. ¿Estás bien? Chica, vamos, despierta.

Trato de abrir los ojos, pero la brillante luz de sol me ciega, los vuelvo a cerrar y me tomo unos segundos para acostumbrarme a la explosión de luz. Mi acompañante, quien quiera que sea se escucha más relajada cuando dice:

— Vamos, abre los ojos ahora.

Lucho contra la oscuridad y la molestia. Mi pecho palpita con dolor, y tardo unos segundos en reconocer que es debido a la velocidad antinatural a la que va mi corazón. El miedo se aferra a mi, aun persiste la sensación de la espada de Linder atravesando mi carne. Estaba acostumbrada a las visiones, pero nunca había tenido una tan extensa y vívida como esa. Aun sentía el dolor y el frío. Estudio con cuidado a mi alrededor, estoy recostada sobre el césped de la escuela. Mis últimos recuerdos antes de la visión eran saliendo de la enfermería, y noté con horror que estaba casi de vuelta a la pista de patinaje, al parecer en mi trance había caminado bastante

Miro a mi acompañante. Se trata de una jovencita, probablemente tenga unos quince o dieciséis años. Sus cabellos son negros, y las puntas desiguales apenas si le caen sobre los hombros. Me quedo mirando un par de ojos miel que me observan con aburrimiento.

— Entonces, Bella durmiente –inquiere burlona–. ¿Ya estás bien o tengo que llamar a tu príncipe azul?

Seguro que esta chica no tiene ni idea del tema tan sensible que acaba de tocar. Sacudo la cabeza y le doy una mirada de enojo. Estoy un poquito que harta de los estúpidos motes de Disney. Me sacudo de su agarre. Mirando su ropa, ceñidos pantalones y chaqueta de cuero negro, una cruz de plata le colgaba del cuello. Entonces noto que me resulta familiar, aunque no logro determinar de donde

— No te preocupes, Buffy. Ya estoy bien.

Bueno, si de encontrar apodos se trataba, seguro que no me iba a quedar detrás. Ella me observa medio irónica y comenta:

— Bueno, mira nada más. Si tiene carácter. Parece que los rumores no son todo lo que hay –me extiende la mano y comenta–, soy Lyn Aprisco.

No pensaba estrecharle la mano, pero supuse que no había nada de malo con darle mi nombre, o bueno, el nombre con el que me movía en este mundo, ya que estamos.

— Sorina Neige...

— Lo sé –responde aburrida–, lo sé. La princesa de hielo, como te llaman todos.

Un molesto escalofrío recorre mi espina dorsal. Odio ese apodo. Sobre todo por los peligros que encierra, y por lo que me recuerda. Princesa de hielo. La chica nota el cambio en mi rostro y murmura:

— ¿Qué? ¿No eres la misma chica que ha ganado los campeonatos regionales de patinaje sobre hielo cuatro años consecutivos? Ya tenías tu cartel incluso antes de venir a Nueva Catalina. Además, con ese apellido que tienes... ¿No que Neige era nieve en francés?

— Cierto. Guárdame el secreto –murmuro con acritud.

Me levanto todavía medio mareada y aun sintiéndome torpe, trato de encaminar mis pasos. El mundo se tambalea a mis pies y Lyn me sostiene. Justo entonces distingo el andar confiado de Linder. Va saliendo de la pista de hielo. Nuestros ojos se encuentran y yo solo puedo recordar como los suyos estaban llenos de odio cuando me atravesó con su espada en mi visión. El miedo florece dando bandazos en mi estómago. No había mucho que pudiera hacer al respecto, esquivo la mirada y vuelco mi atención a la chica que me acompaña. Mis visiones nunca antes habían fallado, aunque, realmente esta era la primera vez que tenía una sobre mí, a pesar de que a mis espaldas tenía un historial gigante de sucesos desagradables para los que no me hubiera molestado una advertencia. Lyn observa mi intercambio de miradas con Linder y hace una mueca en mi dirección, le respondo con otra:

— Deja de hacerte ideas raras –le digo.

— Lo que digas, princesa, y por cierto, no se te haga costumbre lo de desmayarte por ahí.

Le doy una mueca torcida. Por supuesto, es de ahí de donde la conozco.

— Fuiste tú –digo de momento y me mira como si se me hubiera zafado un tornillo–. Tú eres la chica del otro día, la del pasillo.

Me da una mirada aburrida.

— ¡Mira, ya! –dice con sarcasmo–. La princesa tiene memoria. Adiosito. Procura no volver a desmayarte. No siempre voy a estar cerca.

Se encoge de hombros y se larga caminando, y yo me limito a hacer lo mismo. No lo digo, pero esta chica me cae bien. Supongo que porque tiene el mismo carácter de mierda que yo. Valoro la idea de volver a la pista, pero me doy cuenta que no quiero estar sola. No quiero exponerme a encontrarme de nuevo con Linder. Necesito entender esta visión, necesito prever cuando sucederá. Tal vez sería más fácil lanzarme de lleno atacando al principito, pero no soy una vidente por gusto. Cuando se quiere cambiar el curso del destino hay que ser muy cuidadosos, muchas veces, el camino que tomas para escapar de él, es que el que te lanza de narices a su encuentro. Tengo que evitar el enfrentamiento con el príncipe, pero necesito pensar en como lo haré.

Linder

Traté a la red de la portería como si fuera mi peor enemigo. Mis pases iban con tanta furia que en varias ocasiones tuve que asegurarme de no haberla roto. En esos momentos no se a quien visualizaba, a los faes de invierno, a Sorina, al soñador que me estaba resultando tan esquivo. Solo cuando los brazos comenzaron a arderme y tuve problemas para sostener el bastón me dije a mi mismo que era tiempo de terminar. Una enorme mancha de sudor adornaba mi camiseta. Mientras me desvestía para tomar una ducha no pude dejar de pensar en Rina. Solo ahora me daba cuenta de algo, la chica bailaba con una pasión y una gracia inigualable, sin embargo no había sentido ni el más leve rastro de magia saliendo de ella. Eso no era común. Todos los humanos con talentos para las artes, independientemente de que tan buenos fueran, todos sin excepción, desprendían cierto rastro de magia que nosotros éramos capaces de captar. Entonces, porqué la chica era tan diferente. ¿Sería ella la soñadora que buscábamos? ¿Estaría ocultándose de nosotros a sabiendas? Aunque, de ser así, sabría lo de Lay... ¿cierto? Aun con estas interrogantes abandono la sala de prácticas y me digo a mi mismo que exploraré la escuela para tratar de encontrar al soñador. Unos momentos después, algo me obliga a levantar la mirada, una suerte de escalofrío, como una segunda presencia. Ella está allí, a unos cuantos metros, conversa con otra chica, pero tan pronto como la distingo, su mirada vuela hasta mí, y su expresión cambia. Siempre me ha mirado con ira, y hasta con odio, la irritación ha colgado entre ambos desde la primera vez que nos vimos, pero nunca, hasta ahora me había detectado aprehensión de su parte, Sorina vuelve la atención a su interlocutora, y yo continúo mi camino, pero me persigue la certeza de que esta chica sabe mucho más de lo que aparenta. Quizá sea necesario mantenerla más cerca.

— Hola, cielo, te estuve buscando.

La empalagosa voz de Kim me saca de mis cavilaciones. Camina hacia mi contoneando sus caderas y haciendo un puchero. Se recuesta sobre mi, juntando nuestros cuerpos en todos los sitios correctos. Se lo que quiere, y ¡diantres! ¿Por qué no?

— ¿Ah, si? –pregunto haciéndome el desentendido–. ¿Por qué?

Su dedo pica sobre mi pecho y se muerde el labio inferior como si fuera una niña pequeña. Hace un pequeño sonido de enfado y yo tengo que evitar el impulso de rodar los ojos.

— Me has tenido abandonada –se queja–. Me siento muy solita.

Finjo pensarlo unos segundos, y entonces vuelvo a mirarla, apuntando a sus generosas curvas, se muerde el labio de nuevo, esta vez, con anhelo.

— Podemos arreglarlo –le contesto.

Reclamo sus labios con violencia y comienzo a empujarla hasta una de las esquinas. Nada mejor para liberar el estrés. Esta parte de la escuela no es muy visitada, por un momento valoro la idea de regresar a la pista de hielo, pero por un lado, queda demasiado lejos, y mis pantalones ya me están quedando chicos, y por otro, la idea de encontrarme con Rina, casi hace que desaparezca todo lo "alto" que había conseguido. No. Mejor no esperar. Empujo a Kim hasta la sombra de uno de los almacenes, en una esquina medio derruida, y ocultos por un roble. A la mierda, si alguien nos viera solo tengo que alterar sus recuerdos. Ella tampoco parece muy preocupada, porque cuando su espalda choca contra el muro de concreto, se limita a abrir más las piernas y atraparme entre ellas, mientras una de sus manos se pierde entre los broches de mi pantalón, y las mías se pierden bajo su falda, y entre su blusa. La búsqueda del soñador puede esperar.

Abby:

He logrado regresar a tiempo para el tercer turno. No se muy bien que voy a hacer. Lexen se ha mostrado todo caballeroso, y bastante sociable conmigo. Hemos evitado todos los temas peliagudos, pero se que será cuestión de tiempo. El vínculo emocional está justo ahí, nos amamos, y eso es más que suficiente sin añadirle el lazo emocional. No quiero dejarlo ir, pero tengo tanto equipaje en la espalda. Al menos logré que se sincerara conmigo, no sabe mucho del motivo de la misión, pero al menos ha podido decirme que están en busca de un soñador, y eso es raro, esta escuela está llena de ellos, entonces..., ¿para qué ser tan específicos? Aparentemente mi hermanito no fue muy comunicativo con ellos al respecto. No que pueda sorprenderme, sin embargo imagino que tiene algo que ver con nuestra madre. Mi hermano es el tesoro de nuestra corte, "el elegido" "el beso del verano". No estaría aquí solo porque sí. La orden tiene que venir desde arriba, la pregunta es, ¿qué quiere mi madre?

Lexen y yo compartimos el mismo turno antes del almuerzo, también veo a Kai, pero ni rastro de mi hermano.

— ¿Dónde anda Allen? –cuestiono a Kai en un susurro.

— ¿Me pones una piedra con tu amiguita? –me pregunta de vuelta.

Lex hace una mueca, y yo le lanzo un bufido. Había olvidado como de irritante puede llegar a ser el chico. Tiene unas habilidades impresionantes para el combate, pero es un maldito mujeriego, justo como mi hermano.

— ¿En serio Matt? ¿No puedes tomarte nada en serio?

— ¡Esto es serio! –me replica–. La parte al sur de mi cintura se está volviendo sedentaria. No tengo nada de acción desde...

— ¡Alto, alto! –lo interrumpo–. No necesito detalles.

Me da una sonrisa divertida y se recuesta sobre su mesa, me guiña con picardía y escucho gruñir a Lex.

— ¡Bah! No te hagas la niña, Abby –silabea cada letra, burlándose–, estoy bastante seguro de que tú y Alex, han tenido sus buenas y calientes sesiones de...

Esta vez es el puño de Lexen el que se dirige contra la cabeza de Kai, el chico lo esquiva por los pelos y le hace una mueca de burla. Estoy segura de que mi rostro está como un tomate.

— Mi clase no es lugar para tonterías, señorita Grimm. Tal vez usted y sus amigos reflexionen sobre ello mientras limpian el salón antes del almuerzo.

Ese era el señor Hurst, alzándose justo frente a nuestro concilio, lo peor era que habíamos captado la atención de todo el alumnado presente. ¡Chico, dispárame ahora! Me hundí en mi sitio. ¡Genial, simplemente genial! Kai parecía que rompería a reír en cualquier momento, y Lexen lucía como si fuera a levantarse de un momento a otro para defender nuestro honor. Me las arreglé para pegarle una patada en la espinilla a uno y pellizcar al otro. Ambos parecían sorprendidos, pero me dejaron manejarlo todo.

— Lo siento, señor Hurtst. No volverá a pasar –me disculpé.

Una hora más tarde, salíamos los tres del salón. Todavía tenía los dedos pegajosos de tanta goma de mascar que había tenido que arrancar del fondo de mesas y sillas. ¡Joder! Si hasta dudo que las tías de limpiezas hagan tanto trabajo, de hecho, a juzgar por la cantidad de bolitas de goma que había limpiado podía asegurar por completo que así era. Lexen se lo había tomado todo con su habitual seriedad, a pesar del trabajo extra que implicaba el cuidado por los aditamentos de hierro de las sillas, Kai por otro lado no hacía más que tomarnos el pelo a ambos, bueno, eso y quejarse porque sus descuidos ocasionales le reportaron alguna que otra quemadura con el hierro.

— En serio Lay –me decía con ojos de Gato con Botas–, prometo portarme bien, solo háblale a la chica de mí.

Me pellizqué con fuerza el puente de la nariz. Este chico iba a conseguir agotar mi paciencia.

— Kai, deja en paz a Sorina. ¡Ella ya te conoce! Precisamente por eso quiere mantenerte lejos.

No era broma. Rina sabía que Kai era un verano, lástima que él no pudiera saber que ella era una oscura. Eso habría bastado para acabar con su enamoramiento. Aunque por supuesto, vendrían otras complicaciones. Una inusual reunión de estudiantes llama nuestra atención. Veo a Kimberly y dos de sus amigas, inclinándose sobre otra chica, es pequeña, con cabellos negros, y se encoge en el suelo, intentando organizar el desastre que se habían vuelto sus libros.

— La próxima vez recuerda no fastidiar. ¡Mirona!

— ¡Ya te he dicho que no fue...!

Lo que fuera a decir fue interrumpido cuando Kim le arrebató los pocos libros que la chica había logrado organizar y se los volvió a desparramar por el suelo.

— ¡Espiar parejas es de enfermos! –gruñe Kim–, ¿o es que estás tan desesperada por atención?

A estás alturas media escuela se había reunido en el pasillo. Chico... doy unos pasos en su dirección, no tengo muy claro que voy a hacer, pero se que debo rescatar a esta chica de las garras de Kim, y justo entonces escucho la voz de Sorina.

— Entonces debemos expulsarte a ti por exhibicionista.

Sus palabras, y su actitud indiferente encuentran eco en el corro de mirones. Rina los atraviesa caminando a su lado como si nada más importara. Kim la observa con furia.

— Por supuesto –murmura–. Los raritos se apoyan ¿no?

Algunas risas acogen su respuesta irónica. Sorina se encoge de hombros, y concentrándose únicamente en ella responde:

— ¡Mejor eso que andar montándomelo al aire libre!

Escucho jadeos ahogados, incluyendo a Kai a mi lado. ¡Maldita sea, a este paso acabará enamorado de ella! Kim se pone roja, pero no puede decir nada, porque Rina continúa.

— El principito y tú deberían ser más cuidadosos si no quieres que te pesquen.

Solo entonces noto que mi hermano ha aparecido, estaba en silencio en una esquina observando la escena. Sorina lo observa durante unos instantes, y su rostro se ensombrece.

— Tal vez deberías dejar menos huellas, niño bonito. Ahora, Kim, si no quieres seguir debatiendo sobre tu vida sexual te sugiero que te largues y te pongas maquillaje en ese chupetón del cuello. Ustedes también, largo. Aquí no se ha perdido nada.

No se como lo hace, pero seguro que puede manejar a una multitud. Todos los chicos se desaparecen y ella se acerca a la chica para ayudarla a acomodar sus cosas, sin embargo, tan pronto como yo trato de acercarme, me da una mirada de advertencia, se despide de la desconocida y se marcha. ¿Qué rayos...? Mantengo a Kai y a Lexen a un lado y me aproximo a la muchacha que sigue en el suelo tratando de guardar sus cosas, y entonces lo siento, el mareo que nubla mi visión, mi pecho se aprieta y se me dificulta respirar. Mis pies se sienten clavados al suelo, como si fueran de plomo. Trato de acercarme, pero ni modo, es como si una fuerza mayor me mantuviera atascada en mi sitio, justo entonces la desconocida se levanta con el bolso en el hombro y se aleja por el pasillo, y así nada más, la opresiva sensación desaparece y soy completamente libre de nuevo.

Me olvido de mis dos acompañantes y corro detrás de Sorina. La alcanzo entrando a la cafetería, tiro de su manga antes de que entre.

— Rina –digo casi sin aliento–. Esa chica, ¿qué...?

Me mira sorprendida, pero luego su expresión cambia a una peligrosa, me aparta a un lado y me interrumpe:

— Abby, ¿quién coño es tú hermano y porqué terminará matándome?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro