Capítulo XXIII - "Medicina suena interesante."
Tocó la puerta con timidez.
Sabía que eran las diez y media de la mañana, había venido a tiempo, pero... ¿Su madre no estaría enojada?
No es que antes se puso a pensar en detalle todas las consecuencias, sólo digo.
La puerta, muy a su bendición, fue abierta por un taciturno Gaara.
— Llegaste antes de lo esperado. Entra, Saku. —dijo, dándole espacio suficiente para pasar a la casa.
— ¿Y bien?, ¿conseguiste lo que querías? —le cuestionó caminando con ella a la sala de estar. No contestó.
Sakura estaba nerviosa, pero no quería hacer preocupar a su acompañante. Además, tenía que mostrarse fuerte. Acababa de regresar de su primera misión.
Sintió una mano cálida tomar la suya.
— Estás nerviosa. —afirmó el jinchūriki. La de cabello rosa volteó a verlo, inmediatamente, intentó explicarse.
— ¿Porqué lo estás? Nadie está enojado contigo. —aclaró Gaara, viéndola desde arriba. Era unos escasos centímetros más alto. [*]
— ¿En... En serio?, ¿ni siquiera Chiyo-obāsama?
— No, ni ella. —confirmó el hijo de Rasa, dándole un apretón amistoso en la nariz. Ella, en respuesta, infló sus mejillas.
— ¡Ouch, Gaga, duele!
— Es una tradición familiar. —se excusó Gaara.
— ¿En realidad? —interrogó Sakura, aún tomada de la mano.
— Por supuesto. Por cierto, ¿quieres practicar tu origami? Chiyo-obāsama compró algunas hojas.
— ¡Claro, vamos! —ahora con más confianza, Sakura se adentró a su hogar jalando al varón más alto.
— Espera ahí, pequeña.
Era la voz de Akemi, sonriendo ladina.
— ¿Qué? El almuerzo está puesto ya. ¿Acaso no piensas contarnos tu maravillosa aventura? —bromeó, aunque estaba sinceramente interesada.
— Ya veo. —musitó Gaara, esta vez fue su turno de jalar a Sakura a través de la casa hasta llegar al comedor.
— ¡Gaara, te tardaste! —regañó Chiyo.
— ¿Porqué estamos almorzando tan temprano? —el mencionado hizo caso omiso del regaño y cuestionó a su madre adoptiva.
— A... Ah, por... nada, en especial. —habló la mayor señalando dos asientos a su izquierda.
— Vengan a sentarse. Saku-chan, ven.
Ambos niños se sentaron juntos, aún cuestionándose sobre el porqué del almuerzo siendo aún las diez de la mañana.
No es que Chiyo iba a confesar que Akemi, Konan y ella comenzaron a cocinar antes para que en cuanto llegará Sakura, interrogarla implacablemente en el almuerzo...
— Hoy comeremos ramen casero. ¡Con todos los nutrientes para su crecimiento! Por cierto, Konan, ¿le estás dando su suplemento vitamínico a Sakura?
Ante la mención del suplemento, la hija de Konan arrugó el rostro.
— Eso sabe horrible, abuela.
— ¡Pero ayuda a tus huesos, señorita!
— Por supuesto que se los he dado. El entrenamiento de taijutsu afecta el flujo normal del crecimiento del cuerpo, a tan corta edad, así que te doy eso para que crezcas normalmente. —se explicó el ángel de Ame.
— Aún así, saben mal. —aquejó la roseta comiendo su ramen. Una mirada de ayuda hacia la persona sentada a su lado fue suficiente.
— De acuerdo con eso. —opinó Gaara, ayudando a su argumento. Las adultas sólo los fulminaron.
A veces los dos eran muy tercos con sus opiniones. Especialmente Sakura, y luego arrastraba a Gaara con ella, al lado oscuro.
— Como sea, Katsura, puedes empezar ya.
La sincera mirada de confusión hizo suspirar a Konan.
— Háblanos de tu aventura.
Al pasar tanto tiempo alejada del estrés del mundo ninja (claro, seguía teniendo contacto, pero no directo como antes) y de tantas veces mencionada organización, había podido sacar más un espíritu libre. Aunque no mucho. Su tranquilidad era algo arraigado a su personalidad.
— Oh, eso. ¿Porqué no lo dijeron antes? ¡Comenzaré! —exclamó la niña, dejando de lado su comida y sus ojos resplandecían en emoción.
Sintió un toque en su hombro y logró ver a Gaara.
— Cálmate antes de empezar, sino, sólo llegarás a enredarte en tus palabras. —indicó de manera suave, incluso le dio un par de palmaditas en su espalda, tranquilizándole.
Dio un asenso con su cabeza.
— ¡Lo haré! —prometió antes de seguir. — Primero necesitaba algunas direcciones, ¡ya que yo no sabía hacía dónde debería ir!
— ¿Nos estás diciendo que te fuiste de la casa sin tener la más mínima idea de hacia donde ir? —interrumpió Akemi ganándose un "shsh" colectivo, junto a unas miradas de regaño.
— Como decía, necesitaba direcciones. Supe por medio de unas señoras cotillas que en el distrito comercial había una tienda de venenos, así que pregunté la dirección. Mi siguiente objetivo era saber dónde el distrito quedaba, así que me dirigí al mercado que Chiyo-obāsama va. Cuestioné al señor vendedor de carne, amigo de la abuela, y me dijo que el distrito comercial quedaba al lado del distrito rojo y también me dio-
Sakura se cortó a sí misma de repente. Observó la mochila que yacía al pie de su silla. Y abrió mucho los ojos.
Entre tanto hype por su aventura lo había olvidado.
El gas pimienta se asomaba casi e inocente por medio de un hueco de la mochila. Se dio una palmada a la cara.
— ... Lo olvidé... Olvidé que el señor me había dado gas pimienta.
— Bueno, mientras no haya habido un momento en que sea de utilidad, no es nada de qué preocuparse, ¿no? —opinó Ebizō, abriendo su boca tras un gran rato de mantenerla cerrada.
— Eh... Sí. Como sea, él me proveyó de un gas pimienta. Luego de ahí me fui a donde una señora, una que vende joyería. Creo que es la esposa de Divo.
Volvió a ser interrumpida.
¡Qué mundo tan corrupto!
— Ah, fue Diva, sí, yo la conozco.
Este tiempo fue Ebizō, que lo hizo sin querer, sólo lo comentaba. Pese a eso, las miradas de "no interrumpas." recibidas fueron igual de duras.
Él se encogió en su asiento, dando un ademán a que continuara.
— ... Seguiré. Me dio otras direcciones y además me dio un anillo. Era lindo. Después me dirigí a la tienda Sencimás, y ahí pedí unas direcciones. Era un muchacho que dijo que se había recién mudado. Me dio una dirección errónea y terminé en el Distrito Rojo.
Akemi, la más ansiosa de todos, estaba luchando con ella misma para no cortar otra vez.
— Estaba siendo molestada por un hombre cuando un señor lo detuvo. No me fijé mucho en su apariencia, pero llevaba un manto negro. Éste resultó ser el dueño de la tienda de venenos. Ahora con la dirección correcta fuimos al distrito comercial y le compré el veneno, pero parecía que sin darme cuenta... ¡Alguien me había robado el dinero!
— Mejor que una novela. —murmuró Chiyo inaudible (gracias a Dios)
— Le pagué con el anillo de Diva y le pregunté su nombre. Se llamaba Hiruko. Luego regresé a casa.
Uno de los adultos sintió un revoltijo en su estómago. Pero no dijo nada.
— ¿Podrías mostrarme el veneno, Saku-chan? —pidió Chiyo emocionada tras confirmar que la historia había terminado. Era de esperarse. Ella era experta en venenos.
La roseta sólo sacó lo pedido de su mochila y lo colocó frente a su abuela sin esfuerzo.
— Es un buen veneno, sí. ¿Qué tal si practicamos un poco a la próxima? Puedo no ser tan experta en asuntos médicos pero en venenos pocos me podrían superar. —ofreció la hermana honorable.
La doctora se veía incómoda, hasta que habló.
— Entonces, Saku, yo te traeré unos libros de medicina mañana.
— ¿No era que estabas hundida en trabajo? —preguntó la antigua Akatsuki.
— Sí. Pero además de venir por lo del regalo, ¡tengo que traerle también algo a Saku-chan! Te encantarán. La medicina es genial. —dijo Akemi, excusándose, en parte.
— ¿Medicina?, pero si es así, ¿no me quedaría atrapada en un hospital? —cuestionó Sakura, no gustándole para nada la idea. La médica a prisa aclaró.
— Si eres un médico civil, sí. Pero también existen los llamados médicos de campo. Senju Tsunade es una reconocida médico de campo que además creo unas reglas que todo médico en entrenamiento debe seguir.
Chiyo se puso a hacer pucheros de enfado e inflar sus mejillas al oír el nombre de su rival.
— ¿Qué hacen los médicos de campo?
— Son como ninjas, pero manejan las artes de la curación en el campo de batalla. Hay pocos, siendo sincera. Todos prefieren ser unos monos con un repertorio de ninjutsu tan grande como su despiste, y para eso están los médicos de campo, para curar a las personas así. Lo maravilloso de esto es que es como tener el poder de dejar morir, o vivir. El enemigo te atacará primero siempre. Es un gran deber, una maravillosa responsabilidad. —informó Akemi, sus ojos brillaban.
Nunca lo dijo por el bien de su amistad con Chiyo, pero siempre admiró un poco a la Princesa Babosa.
Un movimiento en el corazón, y una chispa se encendió como la Voluntad de Fuego.
Las palabras de Akemi, "Para proteger hay que sacrificar" aún seguían adheridas a su memoria.
Nunca quiso lastimar a nadie, así que, el trabajo de un médico era sacrificar su vida por los otros. Algo honorable.
Y en ese mismo instante, Sakura supo lo que quería ser.
Sus ojos también brillaban.
[ ... ]
Estaban en una de esas raras reuniones con el líder.
Él estaba jugando con el objeto conseguido hace dos días.
— Kufufufu... ¿Con qué te estás divirtiendo? Te ves interesado. —Orochimaru se asomó con curiosidad por encima de su hombro.
— ¿Una cartera?
— No te importa. —respondió con descaro.
— ¿La conseguiste de una jovencita? Está linda, con su color naranja y estampado de árboles y un cielo con nubes. —siguió hablando el sannin. — Aunque no sabía que se te daba robar. —terminó, burlándose.
— No lo hice. Fue más bien un trueque.
— ¿Qué le diste?
Él no respondió.
El renegado de Konoha siguió observándolo hasta que notó un nuevo anillo en su dedo corazón izquierdo.
Era bellísimo, el científico tenía que elogiarlo por su buen gusto. También esos rubíes le lucían.
No pudo resistirse, tuvo que preguntar.
— ¿Y ese anillo?, ¿dónde lo conseguiste?, no te lo vi puesto ayer.
— Suenas como una mujer que cree que su marido le fue infiel. Pero ellas al menos tienen más clase. —ironizó.
El compañero de Jiraiya se enfadó.
— Cállate. Yo soy un respetado científico. Ten más respeto hacia mi-
— Lo conseguí de un cerezo. —cortó.
— ¿De un cerezo?, ¿qué serpientes? Estuvimos en Suna, no en Konoha. —Orochimaru planeaba seguir preguntando hasta sacarle la verdad.
— Maldita sea. Ustedes dos; silencio. —maldijo Kisame. Había oído toda la plática, y aunque se oía interesante, la mirada de "Cállate" intimidante de su líder lo alentó.
— Haz hecho un buen trueque, compañero. —felicitó Kisame sonriendo. Pero para él sonó más como “Cuídalo mientras duermes”
Al tiburón no se le daban los elogios.
— A como sigan hablando los mataré. —amenazó Pain, matando el buen humor ya.
Todos asintieron.
Sabían que a su líder no le importaría hacerlo.
[ ... ]
La hija de Konan se levantó de su cama. Era algo que aveces le daba por hacer.
Se levantaba e iba directo al baño, el baño la hacía sentir relajada y retozaba un rato en ella antes de comenzar a vestirse.
Tomó la ropa que había dejado lista, simple como eso.
Eran las siete de la mañana, era probable que Chiyo ya se haya levantado, y estuviera haciendo el desayuno.
Dormía en el mismo cuarto que su madre, mas no en la misma cama. Por lo que se movía con cuidado de no despertarla.
Se peinó, puso sus zapatillas de ir por casa y, con la misma delicadeza, se dirigía a la cocina.
— ¡Buenos días, abuela! —exclamó entrando a la habitación, que olía un poco a quemado, lo que comentó.
— Chiyo-obāsama, ¿no huele a quemado acá?
La mayor, quien estaba sentada en una silla mecedora especialmente puesta allí, pareció de forma repentina como si recién se levantaba.
Corrió hacia la cocina y la apagó.
Unos huevos (ahora incomestibles) yacían en el plato que Chiyo había usado para sacarlos.
— Lo siento. Mi descuido. —se disculpó la titiritera volviéndose a sentar; dejó los huevos en una mesita a pocos metros.
— Abuela, usted ha estado así desde ayer, ¿qué le pasó? —preguntó Sakura, poniéndose en cuclillas a su lado.
— Nada. —respondió, a secas.
— Gaara y usted tienen cero habilidades para mentir. Al menos él ya ni lo intenta. —replicó la roseta, tocando el cabello suelto de su pariente.
La experta en venenos soltó un bufido.
— Y tú tienes tan poco tacto... Está bien. Te... Te lo diré. —cedió Chiyo. Ahora suspiró.
— Yo antes tenía una rival, aunque no sé si yo alguna vez lo fui para ella... De todas formas, ella era médico. —esas palabras bastaban para que la realización iluminara el rostro de la niña. Ella tenía una mente aguda.
— Ah. ¿Se enfadó por lo de Akemi-san?
— Sí. —admitió sin pudor la abuela de Sasori.
— ... Abuela. —comenzó la roseta. — ¿Usted se prestaría a ayudarme? —finalizó.
— ¿En medicina?, ¿yo? Yo soy un poco más de envenenar que de dar antídotos a los agonizantes. —dijo la mujer, desconcertada, quizá y bromeando un poco.
— Akemi-san va a pasar mucho tiempo en el hospital, Ebizō, Gaara y mamá probablemente no podrían salvar ni a una planta de morir. Usted es la más entendida en el tema.
— Bueno, sí. Es cierto.
— Está asegurado que en los libros que ella me traerá habrá términos que no sepa. —persuadió la de cabello rosa.
— Ajá...
— ¿Me ayudará? —pidió finalmente, viéndola fijamente, haciendo contacto visual. Sus ojos quemaban.
— Tsk. Tienes esa misma mirada que él aquella vez. Soy una abuela blanda a esas miradas. Te ayudaré, ¿estás contenta?
Chiyo se levantó, no dejándola responder, y abrió una de las gavetas de la mesita en que había puesto los huevos.
— Los trajo en la mañana, Akemi... —murmuró audible, sacando tres libros.
La anciana infló sus mejillas, y hablaba.
— Ser médico de campo es un camino de sacrificios. Llorarás cuando no hayas podido salvar a alguien. Cuando huiste habiendo podido sanar ese compañero caído. Sin embargo, hablando por experiencia, sé que el gozo de una vida que salvaste, ver sonrisas sanas, es... Una recompensa justa. Sé que este aviso no te detendrá.
Sakura seguía con la misma determinación.
— Mi abuela muchas veces me dijo que antes de sembrar hay que arar la tierra, cosechas lo que siembras. Ahora estás arando tu tierra, Saku. Hazlo bien, no te arrepientas, por favor. —Chiyo le entregó los libros en sus manos, sonrió muy cálidamente, y luego abrazo a su nieta con cariño, después, le dio un pellizco en la nariz, y volvió a cocinar.
Sin decir una palabra. Ninguna de las dos lo hicieron.
Sakura estaba muy conmovida, y entonces, vio el título de los libros, y sintió que una gota de sudor bajaba por su sien.
Chiyo simplemente se felicitaba internamente por tan sabias palabras, tanto, que, volvió a quemar sus huevos.
Ups.
Nota de autor:
Comienzo a introducir el tema de la medicina, ¡fiu! Ahora que ya me deshice (lol) del obstáculo de Chiyo tendré que tener exhaustivos encuentros con Wiki-san y Wikipedia-chan, ya que medicina es un tema de cuidado, ya que hay que tener al menos un poco de lógica en la curación y ezoh xd
Originalmente pensaba dejar que Akemi le enseñara pero consideré que eso en futuro cercano y lejano le daría mucha importancia a ella, (un OC) y como saben, no quiero que cosas así pasen.
Estoy en humor "emocional" por el capítulo 89 de Ahiru no Sora, y para quitarme la nostalgia estoy leyendo un manga de artes marciales xDD
¡Ja ne!
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