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32. ¡Huyan! Padres al Ataque 2da Parte


Enrique no sentía mas que dicha estando ahí sentado en una banca, bajo la sombra de un enorme y frondoso árbol, mientras sostenía entre su mano la cálida y suave de Claire. Era tanta la felicidad que lo embargaba que se le hacía casi imposible despegar la mirada del sonrojado y cándido rostro de la joven.

Allí junto a ella, quien ese día estaba usando un sencillo vestido blanco, no pudo evitar el pensamiento de que Claire parecía un ángel.

Su ángel.

—¿Pasa algo? —Pronunció ella con curiosidad.

—Sí. La verdad, es que me estaba preguntando cómo era posible que exista alguien tan bella como tú.

Con aquel comentario el expresivo rostro de Claire se sonrojo aún más y apretó con ternura la mano que sostenía la suya.

—Yo no soy tan hermosa como tú lo haces ver, Enrique.

—Puede que no, pero para mí, no existe nadie más hermosa que tú, Claire. —Dijo el pelinegro con vehemencia al tiempo que se acercaba lentamente al rostro de la chica, y como si ella intuyera que era lo que iba a pasar, cerró con delicadeza sus ojos y se acercó aún más a él, hasta que por fin, sus labios se unieron en un dulce beso.

Se sentían volar, como si estuvieran tocando el cielo con los dedos...

—¡Enrique! —Bramó una gruesa voz interrumpiendo aquel tierno momento, haciendo que la pareja se separara de manera estrepitosa.— ¡¿Qué es lo que estás haciendo?!

—¡Padre! —Soltó Enrique con sorpresa al tiempo que se ponía de pie.

—Señor Perrault —Le saludó Claire con una sonrisa algo nerviosa.

El hombre mayor solo miraba del uno al otro con desaprobación, como si verlos allí juntos fuera lo más desagradable que le hubiera pasado en la vida. Por lo que con una mirada desdeñosa analizó a Claire para luego decir:

—¿Tú eres la jovencita beneficiada con la beca patrocinada por la familia Perrault, cierto?

Ante esas frías palabras un mal presagio recorrió a la chica.

—S-si...

—¡Entonces, que piensas que haces acercándote de manera tan íntima a mi hijo! —Soltó el hombre de manera hiriente, haciendo que la rubia retrocediera un paso.

—¡No le hables de esa manera a Claire! —Rugió el chico al tiempo que se ponía delante de Claire en un ademan protector.

—¡Cállate Enrique!. No entiendo cómo pudiste enredarte con este tipo de gentuza.

—Padre...

—Además— Continuó el hombre— Tú ya tienes un compromiso con otra chica, una chica que por cierto, si está a nuestro nivel.

Esas últimas palabras fueron un golpe muy doloroso para Claire.

Aquello no podía ser cierto... ¿O sí?

Y como si sus azules ojos le pidieran a gritos que refutara las palabras dichas por su padre, Enrique bajó la mirada en señal de vergüenza.

—¿Eso...eso es cierto? —Le preguntó ella, entonces.

Él se removió con incomodidad para luego levantar la mirada hacia Claire.

—Sí. Es cierto, pero...

Oh Dios... ¡Era cierto...!

Ella no escuchó nada más, porque de sus ojos comenzaron a derramarse las lágrimas que apenas había logrado contener, y sin poder soportar más de aquello, se dio la vuelta frenéticamente, necesitaba huir de allí lo más rápido que pudiera.

—¡Claire, por favor, escúchame! —Gritó Enrique al tiempo que salía corriendo tras ella.

—¡No quiero escucharte!

—Claire, por favor...—Seguía diciendo él, hasta que por fin pudo darle alcance y la tomo del brazo —Escúchame...

—¡No! —Exclamó ella soltándose bruscamente de su agarre— ¡No te vuelvas a acercar nunca más a mí, Enrique! ¡Nunca más!

Y luego Claire siguió corriendo, dejando tras de sí un corazón roto.

.

.

Rapunzel se encontraba en el aula del Club de Arte esperando a que su madre saliera de la reunión de padres que la profesora Giselle había convocado, sin embargo, más que nada, ella se estaba escondiendo. Y es que sabía que cuando su, muy sobreprotectora, madre se enterara que había ido a aquella fiesta sin permiso estaría en problemas, sin embargo, la verdad era que no se arrepentía de haber ido a la fiesta; Y es que desde que ella dejó de estudiar en casa para hacerlo en la High School Disney, se había dado cuenta de que se había perdido de muchas cosas.

Aunque eso no le evitaba el sentirse como una mala hija, por lo que sin darse cuenta comenzó a pintar al tiempo que tarareaba una melodía que su madre le había enseñado de pequeña, la cual la reconfortaba.

Flor que da fulgor, con tu brillo fiel, vuelve el tiempo atrás volviendo a lo que fue...

Y así fue como la encontró Flynn Rider, quien al verla tan abstraída no pudo más que admirarla de arriba abajo, al tiempo que la melancolía de la canción lo envolvía; y es que de por sí, cuando un asunto relacionado con los padres ocurría en la HSD su humor se enturbiaba.

—Vaya bombón, cada vez que me encuentro contigo descubro algo nuevo que me atrae más hacia ti —Musitó con voz coqueta, haciendo que la chica de cabellera kilométrica diera un respingo de sorpresa a causa de su repentina aparición.

—Flynn —Susurró ella esbozando una dulce sonrisa que causó que el ritmo cardiaco de él se acelerara.

—¿Y dime Princesa, que haces tan solita por aquí?

—Estoy esperando a que mi madre salga de la reunión con la maestra Giselle —Contestó ella, quien lo miró con curiosidad para luego acercarse a él, poniéndolo nervioso. — ¿Por qué nunca me has llamado por mi nombre? —Le preguntó la rubia, causándole una gran sorpresa, ya que él no se esperaba aquella pregunta, y por lo mismo no sabía que decirle.

—La verdad no lo sé —Dijo, para luego agregar— Es solo que para mí eres una princesa, un bombón, una muñeca... Eres una chica hermosa.

Ella lo miró conmocionada.

¿Hermosa?...

—¿Yo soy hermosa?

—¡Claro que sí! —Soltó Flynn de golpe no pudendo creer el gesto de incredulidad en aquel terso rostro— ¿Por qué lo dudas? ¿De hecho, será que tu madre es tan hermosa como tú? —Agregó mientras acariciaba con delicadeza la sonrojada mejilla de la rubia sin apartar su mirada de los finos labios de color cereza de ella, los cuales le hicieron recordar aquel intento de beso que fue frustrado por la rara sobrina del director.

—Pues, yo no diría que tengo una belleza tan desabrida, pero sí que soy totalmente arrolladora —Dijo una voz femenina que los hizo saltar a los dos. Cuando Flynn volvió la mirada hacia la puerta, se encontró con una esbelta mujer mayor de cabellera negra salvaje y mirada afilada.

—¡Madre! —Musitó quedamente Rapunzel, con la mirada fija en la figura femenina.

Aun en estado de estupor, Flynn miraba alternativamente a las dos mujeres, y por lo más sagrado, no pudo encontrar ninguna semejanza entre las dos. Eran como el día y la noche.

—Ven aquí, pequeña—Llamó con tono empalagoso la mujer mayor al tiempo que abría los brazos. Y sin hacerla esperar, Rapunzel se lanzó a aquellos brazos. Una vez que la tuvo cerca, la morena se apresuró a revisar a la chica, como si buscara algo fuera de lo normal. —¿Este chico te estuvo molestando?

—No mamá —Le contestó la rubia, volviendo la mirada hacia Flynn.

—Perdón por no haberme presentado antes —Soltó la mujer luego de percatarse de la mirada de su hija— Mi nombre es Gothel Grimm, aunque supongo que me habrás reconocido, ya que soy una actriz muy popular.

—Eh... La verdad es que no. —Contestó el castaño con incomodidad, tratando de evitar el ceño fruncido de la mujer.

—Mmm, aunque a mí, por otro lado, algo en ti me inspira a creer que te he visto antes. —Le dijo Gothel al tiempo que lo miraba de arriba a abajo, aquel chico se le hacía muy familiar, pero no lograba recordar de donde, aunque debía de ser de su trabajo...

¡Oh Dios!... ¡Ya sabía de donde!

—¡Eugene Fitzgerald! —Al escuchar aquel nombre Flynn se envaró y miró con sorpresa a aquella mujer, quien ahora lo miraba con horror. —O así te haces llamar cuando eres el anfitrión de aquel espantoso programa de televisión llamado "Los Recuperadores".

—Si, efectivamente, ese soy yo —Musitó con resignación. El estigma con el que lo había marcado aquel programa no lo dejaba en paz.

—Quiero que te alejes de mi hija —Agregó entonces la morena con una mirada fría— Ella es muy delicada e ingenua para que alguien como tú la ronde. No sabía que en este instituto había estudiantes de tu tipo. —Lo último lo dijo casi con repulsión.

Rapunzel no sabía que estaba pasando, pero no le gustaba nada como su mamá estaba tratando a Flynn y mucho menos que intentara apartarlo de su lado.

—Mamá, Flynn no es malo.

—No te preocupes Rapunzel, mamá sabe lo que hace —Le dijo Gothel con tranquilidad— Solo estoy alejando a este ladrón de ti.

¿Ladrón?

—¡No soy un ladrón! —Bramó el chico con ferocidad— Lo que hago en ese programa es legal.

—Pues yo no diría que mostrar en televisión como abrir cerraduras y robar cosas de otros sea legal. —Le dijo Gothel, para luego dirigirse a Rapunzel con una expresión dramática— En serio hija, vas a destrozarme los nervios, como es posible que te juntes con este chico.

—Pero... —Intentaba decir la chica, pero se vio siendo jalada por su madre hacia la puerta.

— Y tú —Dijo volviendo a clavar una afilada mirada sobre el chico— No te vuelvas a acercar a mi hija o no respondo.

El chico solo hizo un gesto desdeñando la amenaza.

—Por cierto Rapunzel, ni creas que te vas a salvar de un buen regaño por haberte escapado para ir a esa fiesta...

Ante aquella revelación, Flynn se sorprendió de sobremanera, y es que nunca se habría imaginado que la Princesa tuviera las agallas para escaparse e ir a una fiesta. Y mientras veía como la madre de la chica que no abandonaba sus pensamientos la llevaba casi a rastras por el pasillo, no pudo evitar sonreír abiertamente.

—Vaya que si eres una cajita de sorpresas, mi hermosa Princesa.

.

.

Stitch no entendía nada de lo que estaba pasando a su alrededor, y sobre todo, ahora se estaba arrepintiendo de aquel estúpido impulso que lo había llevado a aceptar el desafío propuesto por aquella manipuladora de rostro inocente. Y no era para menos, en aquel momento se encontraba en el escenario del salón de actos de la HSD, con un montón de público, el cual no sabía de donde había salido, esperando verlo baila la danza Hula.

—Oh Nikola Tesla*, mándame fuerzas para soportar esto —Masculló el chico entre dientes, mientras dirigía su mirada a la chica de piel morena que se encontraba junto a él.

Y no estaba pidiendo aquella ayuda en vano, no cuando estaba vistiendo una especie de taparrabos llamado Malo, el cual era el atuendo masculino para realizar la danza Hula, y llevaba el pecho descubierto, sin embargo aquello era lo de menos, realmente lo que más le estaba incomodando era la mirada fija en él por parte de su contrincante.

—Oh vaya, realmente tienes un cuerpo muy mordisqueble —Le dijo Lilo sin apartar la mirada— Ahora me están dando ganas de cambiar lo que tenía pensado pedirte hacer una vez gane esta competencia.

Ante aquella muestra de superioridad por parte de la chica, Stitch frunció el ceño de irritación.

—¡Tsk! ¡Niñita, hoy te voy a enseñar a respetar a tus mayores! —Soltó el chico con agresividad

Ella le sonrió de vuelta, fastidiando aún más el ánimo del chico.

—Por cierto —Comenzó a decir ella mirando a la nada— ¿Sabías que todo este tiempo estuve viviendo en Hawai?

Ante aquella revelación, Stitch se quedó congelado.

¡Maldición!

¡¿Cómo era que no sabía ese tipo de información?!

El chico abrió la boca para soltar una serie de recriminaciones hacia Lilo, sin embargo se vio interrumpido por las emocionadas voces de Wendy y Alicia.

— ¡¿Quienes quieren ver la lucha más sangrienta jamás realizada?! —Soltó la castaña, haciendo que a continuación se escuchara un barullo de desconcierto viniendo del público— Pues los que quieran ver correr sangre se pueden ir, porque hoy vamos a presenciar una sensacional competencia de Danza Hula.

Después de aquello Alicia se apoderó del micrófono.

—En la esquina derecha se encuentra la sensacional, la hermosa, la inteligente y el Seme de todos en la High School Disney: ¡Lilo Pelekai!

Una serie de aplausos y gritos de emoción se hicieron escuchar de inmediato por todo el Salón de Actos.

—Y en la esquina izquierda se encuentra Stitch. —Soltó sin ningún ánimo la rubia, ganándose una mirada de recriminación por parte del chico de la cual ni se inmutó para luego agregar —Bueno y como nosotros somos partidarios de las buenas maneras, la primera en bailar es Lilo.

Nuevamente el barullo se hizo escuchar, mientras la morena daba un paso al centro del escenario y tomaba una honda inspiración para luego quedar en un estado de relajación total, y en ese momento una suave melodía enaltecida por los contundentes golpes de un tambor se hizo escuchar por los parlantes del salón de Actos.

Si era sincero consigo mismo, Stitch tenía que admitir que los gráciles movimientos de la chica lo tenían hipnotizado, todo en ella fluía de manera natural, sus brazos se movían como las hojas de los arboles siendo mecidas por el viento, su cintura era como las olas del mar haciendo que su falda se moviera en un sutil vaivén, y ni que decir de su expresión llena de paz que transmitía una sensación de calidez a todo el que la miraba...

¡Maldita sea!

Claro que se sentía así, se dijo sacudiéndose de encima el estado de estupor en el que se había sumido al ver aquella presentación, y es que después de todo ella tenía años de práctica, y el solo un día.

—Te concedo el mérito niñita —Masculló el chico entre dientes— Pero el triunfo será mío.

Con un espectacular movimiento de cadera, Lilo terminó su presentación, siendo ovacionada inmediatamente por una tanda de ruidosos aplausos.

—¡Eso estuvo genial Lilo! —Gritó Alicia a través del micrófono por lo que casi deja sordos a todos en el público. Soltando una risita ante los quejidos de los presentes, ella agregó:— Bueno y ahora veremos al otro.

Sin dejar que la irritación que sintió ante la indiferencia de la "presentadora" se hiciera visible, Stitch se encaminó rápidamente al centro del escenario con todas las herramientas que necesitaría para su presentación. Y es que si bien él no tenía la experiencia, le sobraba ingenio, y era ese el que iba a utilizar.

Lilo se sorprendió muchísimo al escuchar el estridente grito que soltó su contrincante, y más cuando notó que el chico encendía fuego en las puntas de los bastones que estaba usando en su presentación. Aquello sí que no se lo esperaba.

La técnica que le faltaba, la compensaba con la destreza utilizada para maniobrar aquellos bastones sin quemarse él o al escenario. Tenía que admitirlo, ella se encontraba impresionada, y no precisamente por como las gotas de sudor se deslizaban por su abdomen. Bueno si, eso también la tenía embelesada, pero ahora, mientras lo veía bailar, se daba cuenta que Stitch, el amigo del superficial de Kuzco, era algo más de lo que aparentaba.

Cuando el chico terminó con una bocanada de fuego, el público estalló en aplausos y Lilo sintió que aquella competencia había salido mejor de lo que se imaginaba.

O no...

Porque cuando estaban a punto de lograr un veredicto mediante el infalible método conocido como El Aplausometro, las telas que colgaban del techo del escenario, comenzaron a encender a causa de uno de los bastones de fuego.

Las llamas se extendieron rápidamente, al igual que el caos.

Todos corrían despavoridamente, mientras la alarma de incendios comenzaba a sonar con aquel ruido insoportable que se unía a los gritos de los presentes.

Y fue en ese inoportuno momento que la puerta del Salón de Actos fue abierta de manera estrepitosa por la imponente figura que era respetada por todos en la High School Disney.

El siempre afable Director Walt Disney.

Aunque en ese momento no se veía nada afable.

El hombre mayor miró alrededor con los ojos desorbitados por el horror al tiempo que abría y cerraba la boca como un pez al no saber que decir ni que hacer.

—¡Lilo Pelekai te quiero frente a mí en este instante! —Gritó el Director con voz cortante. Y como si todos se hubiesen puesto de acuerdo, se apartaron dejando en un círculo a la morena quien se encontraba con una muy bien compuesta expresión de inocencia. Cuando el hombre mayor estaba a punto de volver a hablar los aspersores contra incendios escogieron ese preciso instante para actuar, dejando caer una lluvia que los empapó a todos... Pero sobre todo al peluquín que llevaba el director el cual se deslizó de su pelada cabeza y cayó al suelo ante la atónita mirada de todos.

—¡Castigada! ¡Lilo tú y tus compinches en esta destrucción están castigados!

Y de esta manera aquel sano desafío se convirtió en un castigo.

.

.

Mérida se encontraba sentada en un escalón de las escaleras de la entrada del instituto comiendo una tartaleta de fresa mientras esperaba a que su madre saliera de la dichosa reunión de padres a la que había sido convocada. Para ella era tan fastidioso esperar y más cuando se tenía un hambre tan grande como la que ella tenía en ese momento. Así que para pasar el tiempo se puso a tensar su arco y a lanzar flechas imaginarias, y de hecho, se estaba divirtiendo como una niñita en una juguetería, hasta que escuchó un bramido muy conocido.

—¡Mérida Fergus! ¡Cómo es eso de que hiciste un desastre de la oficina del Director!

La pelirroja soltó un sonido de irritación al escuchar la acusación de su madre. Y es que odiaba cuando Elinor Fergus la juzgaba de plano sin siquiera escuchar su versión de los hechos.

—¿Eso fue lo que te dijeron en la reunión, mamá? —Inquirió Mérida tratando de controlar el nivel de enojo de su voz— ¿Te dijeron que había sido yo quien desordenó la oficina?

—No tuvieron necesidad de decirme nada, yo sé el tipo de hija rebelde que tengo.

Ouch. Golpe bajo.

Resistiendo el picor en la nariz que le producían las lágrimas reprimidas, la pelirroja tomó una honda inspiración.

—Entonces, no tengo nada mas que decirte, madre.

Y con esas últimas palabras, cual fuego fatuo, Mérida se alejó de aquel lugar lo más rápido que pudo, ante los gritos insistentes de su madre para que volviera.

Ella amaba a su madre, pero le entristecía el pensamiento de decepcionarla solo porque no era como Elinor quería que fuera.

Ella nunca sería una chica delicada, con vestidos de colores pastel y con gusto por el Ballet.

No. A ella le gustaba la ropa cómoda y práctica, de colores vivos, ver el futbol, y tener las manos callosas de tanto practicar con su arco.

Y no iba a cambiar su esencia solo porque su madre quisiera que fuera de otra manera.

Cuando llegó a esa resolución luego de correr casi como si estuviera en una maratón, Mérida se fijó que se había alejado del camino usual y se encontraba en una parte de la ciudad totalmente desconocida.

Una sola, oscura y alejada parte de la ciudad.

—Mira el delicioso bocado que tenemos por aquí, Ed.

Soltó una voz de la nada, haciéndola estremecer, cuando viró la mirada se dio cuenta con horror que eran tres siluetas las que se iban acercando cada más a ella.

—Yo la quiero, yo la quiero...—Comenzó a decir otro de manera frenética.

—¿Que dices Shenzi? —Pregunto el chico que había hablado de primero a una alta chica de mirada calculadora que se hallaba a su lado y que sonrió de manera malévola al verla.

—Sabes Banzai, creo que tanto tu como Ed, pueden tener ese bocado que tanto quieren.

Y con aquellas palabras Mérida supo que estaba metida en un gran lío.

Pero ella no se rendiría sin luchar.


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Nikola Tesla: Nikola Es una de las figuras más influyentes en la ciencia y la tecnología.

Shenzi, Banzai y Ed : Son las Hienas de El Rey Leon

Para el Baile de Lilo me inspire en este video y musica:

Para el baile de Stitch me base en David:

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