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31. ¡Huyan! Padres al Ataque


—¡No es justo Febo! —Soltó una indignada Esmeralda—. Porque todos tenemos que ser castigados por algo que no hemos hecho. 

Mientras la morena seguía parloteando, Febo, el novio de Esmeralda, estudiante del 3-E y presidente del Club de Esgrima, no dejaba de verla con ternura al notar el puchero que hacía esta al quejarse.

—Mi preciosa gitana, si algo he aprendido es que la vida no es justa —Contestó el rubio abrazándola por detrás, en busca de menguar un poco la ira que bullía en el interior de su novia. Si bien el adoraba verla con aquel ardor que la hacía aún más irresistible, no era bueno para los que se encontraban a su alrededor.

—¡Justicia! ¡Exijo justicia! —Gritó la morena deshaciéndose del abrazo y encaminándose rumbo a la oficina del director. Febo no pudo contener la sonrisa de orgullo, y es que esa misma frase fue usada por Esmeralda hacía muchos años para defender a un chico llamado Cuasimodo el cual era víctima de bullyng. Si bien ella era una chica vanidosa y coqueta, eso no significaba que solo fuera una cara bonita y un cuerpo sensual. Su hermosa Esmeralda, era toda una defensora de los desvalidos y por eso la amaba.

—¡No te quedes ahí parado viéndome el trasero! —Le llamó Esmeralda, sacándolo de sus pensamientos— ¡Acompáñame!

—Lamento decirte esto, pero ese asunto del castigo no tiene nada que ver conmigo —Le dijo el rubio, notando como la expresión de su novia se iba enturbiando —Yo estoy en el 3-E y por lo que se el castigo es para el 3-D

—¡Eres un...!

—Querida hija, el planeta Marte en la casa de Escorpio me dice que debes de mantener la calma y controlar esa boca que tienes.

Ante aquella interrupción los dos chicos voltearon la mirada en dirección de esa voz y se encontraron con una hermosa morena de gran parecido con Esmeralda.

—Hola suegrita —La saludó el chico con una sonrisa socarrona.

—Febo, tu color del día es el azul, para que seas educado y evites confrontaciones de las cuales puedes salir con lesiones físicas a mano de una hermosa mujer mayor.

—Lo tendré en cuenta señora Gudula.

—¿Madre, que tal estuvo la reunión con la profesora Giselle? —Le preguntó Esmeralda con curiosidad.

—Al parecer les tocará cuidar niños. —Dijo de manera concisa la mayor— Tu planeta regente es Mercurio por lo que al estar en la etapa del despertar individual, creo que será una experiencia muy enriquecedora para ti —Concluyó la mujer.

—¡¿No puedes hablarme como una madre normal?!

Gudula ignoró el tono de su hija y cerró los ojos al tiempo que tomaba una honda inspiración.

—Tu aura está muy turbia, noto como todas tus emociones negativas se entrelazan. —Dijo la mujer mayor en tono místico— ¡Febo!, creo que debes de someterla a una intensa sesión de besos hasta que su aura vuelva a ser rosa y verde.

—Claro que si suegrita, con mucho gusto seguiré su consejo.

—Entonces lo dejo en tus manos.

Y con esas palabras la mujer comenzó a alejarse con paso danzarín, dejando tras de sí a una estupefacta Esmeralda y a un muy entusiasmado Febo.

—¿Empezamos ya con la sesión de besos? —Dijo el rubio con una sonrisa ladina.

—Hoy no —Contestó la morena con el ceño fruncido, para luego agregar— Tal vez mañana.


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Lilo Pelekai estaba enojada... Supremamente enojada.

Y es que le había contado a su tío, el Director, que el verdadero culpable del desastre de su oficina era aquel egocéntrico llamado Kuzco, y este con una mirada irritada, le había gritado que tanto ella, sus revoltosas amigas y ese tal Kuzco también estaban castigados.

¡Aquello era inconcebible!

—Estúpido Kuzco Huatanay—Murmuro la joven entre dientes al tiempo que pateaba una piedrita. — Solo por esto deberías convertirte en una llama, una llama delgada y sin estilo.

—Vaya... Eso sí que es odio puro —Dijo una voz masculina tras ella que la estremeció. Cuando viró la mirada notó que allí estaba aquel rarito amigo del chico egocéntrico con una sonrisa burlona exhibida en su rostro.

—¡¿Qué haces aquí?!... ¿Quieres que Macetitamon te ataque? —Soltó ella al tiempo que le señalaba unas macetas que se encontraban en los alrededores.

Aquella actitud hizo que el chico sonriera.

Él había escuchado muchos rumores sobre la excéntrica sobrina del director, quien a pesar de estar en el 3-C era la presidenta del consejo estudiantil y movía todos los hilos de las actividades a las que se veían sometidos los estudiantes; La verdad se esperaba a una chica más amenazante.

Una reina de la maldad. Su chica ideal.

Así que se había decepcionado un poco al encontrarse con que esta era una menuda chica de piel canela, cuerpo atlético, ojos grandes y con una personalidad algo infantil. Pero ella era algo curioso, un espécimen que debía estudiar de cerca.

—¿Porque me miras como si fuera un bicho raro? —Protestó Lilo al notar que el chico tenía sus ojos fijos en ella.

—Porque eres un bicho raro —Contestó Stitch con una sonrisa ladeada y la satisfacción lo recorrió al ver como la expresión de la chica cambiaba a una irritada.

Ella tenía potencial para la maldad.

—Y tú, no eres más que el mandadero del tal Kuzco —Soltó de manera brusca la morena— Su perrito faldero... Guau Guau...

—¡Yo no soy el perro de nadie!

—Si es así, entonces no te importará demostrármelo en un desafío —Propuso Lilo adoptando una pose retadora.

Sin pararse a pensar, Stitch, en un impulso que más tarde se recriminaría aceptó.

—¿En que consiste el desafío? —Preguntó al ver que la chica tenía en su rostro un amplia sonrisa.

—Una competencia de baile, el que mejor realice la danza Hula, puede obligar al otro a hacer lo que quiera por un día.

Stitch quedó un poco sorprendido ante aquel reto, y es que él, a pesar de tener un Coeficiente intelectual alto y ser un genio de la electrónica, su conocimiento en baile, y en especial en baile Hawaiano era nulo. Estaba a punto de retractarse, cuando notó en la expresión de la chica que eso era justamente lo que estaba esperando, así que agarrándose de su orgullo dijo:

—Tu solo di el lugar y la hora.

Mientras ella con mucha emoción comenzaba a decirle donde sería la competencia, Stitch no podía dejar de decirse que a pesar de su pequeño cuerpo y nada amenazante rostro, Lilo Pelekai era muy sagaz... Y tenía muchísimo potencial para ser malvada.


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Gabrielle Beaumont caminaba como una fiera por los pasillos del instituto buscando a Adam, su hijo, más conocido en su mente como: Su presa. Oh si, ella se sentía en una llanura de África cazando.

Sinceramente a ella le gustaría saber lo que había salido mal con su tierno y hermoso bebé que de niño era como un príncipe, y que ahora lo había transformado en una bestia indomable que resolvía todo a los golpes.

Aquel chico era el causante de sus prematuras canas.

—Deja que te atrape Adam, vas a sentir en tu cuerpo los avances de mis clases de Kick Boxing —Rumiaba la mujer mientras miraba alrededor. Caminaba tan acelerada que estuvo a punto de pasar por alto a su objetivo de búsqueda, sin embargo, cuando iba a acercarse se detuvo y se apresuró a esconderse tras una columna. Y es que la imagen que estaba presenciando era algo nuevo para ella.

—Deja que te coloque la bandita —Decía una castaña de lentes al tiempo que se levanta en las puntas de sus pies para lograr alcanzar el mentón de su hijo.

—¡Maldición! —Gritó Adam tratando de esquivar la bandita— Ya te dije que eso no es necesario.

—¡Controla tu vocabulario conmigo!

—Controlo mucho mi vocabulario en tu presencia, así que no me vengas con pendejadas.

Gabrielle, se decía internamente que su hijo Adam necesitaba que le lavara esa boca con mucho jabón. Pero volvió nuevamente su atención a la chica que ahora lucía una expresión derrotada.

—Deja que cuide de ti, por favor, es culpa mía que recibieras ese golpe.

—Tsk, en realidad fue culpa de aquel guardaespaldas de tu padre que creía que te estaba lastimando.

—De todas maneras me siento culpable —Dijo ella con una mirada triste.

—Está bien —Soltó el chico, para luego agacharse un poco hasta quedar a la altura de Bella— Ponme esa estúpida bandita y acabemos con esto.

—Gracias Adam —Agregó la castaña luego de ponerle la bandita— Eres un buen chico.

Él se la quedó mirando fijamente, para luego esbozar una sonrisa burlona.

—Vaya, antes me dijiste que tengo un rostro muy atractivo y en la fiesta mencionaste que tenía un cuerpazo —Ante cada palabra que Adam pronunciaba, el rostro de Bella se ponía cada vez más rojo. Desde su escondite Gabrielle abría muchísimo los ojos por la sorpresa— Y ni qué decir del beso que me diste.

—¡Callate! —Gritó Bella para después taparse los oídos en un gesto infantil —Lalalala...

—Y pensar que una nerd besaría con tanta pasión... —Continuó el chico.

—Lalalala....

Mientras los dos jóvenes seguían enfrascados en su conversación, la señora Beaumont no salía de su asombro, nunca había visto interactuar a Adam de esa manera con nadie, por lo que esa chica tenía que ser muy especial, tenía que ser...

—¡Mi nuera! —Gritó ella mientras salía de su escondite haciendo que tanto Bella como Adam guardaran silencio. —Que nuera tan linda tengo —Agregó mientras se acercaba a ellos con una mirada anhelante y los brazos abiertos.

—¡Que haces aquí mamá! —Soltó el chico con una mezcla de rabia e irritación.

—¿Nu-nuera? —Musitó la castaña sin poder creerse aquello.

—Oh Adam, porque no me habías dicho que tenías una novia tan bonita.

—¿No-novia? —Volvió a tartamudear la chica. Y lo último que vio Bella antes de desmayarse fue la expresión de incredulidad de Adam.


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En una de las salas de estar de la High School Disney, Alan se encontraba esperando a que su padre saliera de aquella absurda reunión de padres, siendo acompañado por su amigo Flynn, quien, como estaba emancipado*, no tenía que esperar a nadie, ya que él es su propio tutor legal.

—Como te envidio Flynn —Dijo Alan en medio de un suspiro— Cuando llegues a casa no tendrás que aguantarte ningún sermón, por recibir un castigo por algo que no hiciste.

—Ey, tampoco es bonito volver a una casa sola y silenciosa —Comentó el castaño— Por lo menos tu padre se preocupa por ti

—Oh vamos amigo, no te pongas todo sensible ahora —Bufó el moreno al tiempo que le daba un codazo a su mejor amigo.

—Ya, dejemos el asunto, porque, a que no adivinas quien viene hacia aquí —Dijo Flynn con una de sus usuales sonrisas. Alan sin poder resistirse se dio la vuelta de inmediato, para quedar cautivado por el balanceo de caderas que Jazmine hacía al caminar. —Los dejo solos —Susurró el castaña, para luego enfilarse hacia la salida.

Desde que Alan la salvara de Jafar en la fiesta, Jazmine no había sabido como dirigirse a él; Si bien, cuando ella había llorado sobre él esa noche, se habían prometido que ninguno de los dos hablaría de eso y que volverían a sus usuales discusiones, ella ya no se sentía de la misma manera hacía el becado. Así que tomando una honda inspiración, ella hizo acopio de valor para lo que iba a hacer, después de todo no era fácil darle una segunda oportunidad a quien encarnaba todo lo que ella había llegado a repudiar por una mala experiencia. Pero había que reconocer que Alan Galland se lo había ganado.

Nunca era lambiscón con ella, de hecho, la mayoría de las veces le llevaba la contraria, bailaba muy bien y a pesar de sus toscas maneras era muy amable, además de que parecía honesto.

—Hola Alan —Le saludó ella, notando de inmediato como el chico se sorprendía al haberlo llamado por su nombre.

—Hola Princesa del Oriente.

—Puedes decirme Jazmine —Le indicó ella con una sonrisa.

—¿Que tal si te digo Jazzy? —Dijo él de manera burlona.

—Haz estado pasando mucho tiempo con Megara —Bufó ella con fastidio.

—Bueno, ella es muy divertida.

—¡Yo también soy divertida!

El rió al ver la expresión de ultrajada que ella mostró.

—¿Entonces, estás diciéndome que quieres que me divierta contigo?

Jazmine se avergonzó de la manera en la que sonó aquello, pero hizo como que no se percató.

—Podríamos ir nuevamente a aquella máquina de Pimp Up y bailar un rato.

Alan no sabía que decir. El conocía como tratar con la impenetrable Jazmine Budur, la que lo miraba con desdén y lo llamaba becado.

—No iras a hacerme ir y luego dejarme plantado allí para humillarme.

—Si quisiera humillarte lo haría en una pista de baile, no de esa manera tan infantil —Soltó ella con irritación— Eso me pasa por intentar ser amable.

—Oh vamos, no te enojes... Jazzy

Y sin saber de dónde surgió aquella comodidad entre ellos, comenzaron a reír, y así fue como los encontraron tres adultos que los miraban de manera aprobadora.

—Hola, mi hermosa princesa —Dijo Sherezade corriendo a abrazar a su hija, quien una vez que se vio envuelta en los brazos maternales comenzó a removerse para escapar de ellos.

—Déjame mamá —Masculló la morena mientras disimuladamente posó su mirada en Alan quien miraba muy tenso al hombre que se encontraba al lado de su padre.

—Hola hijo —Saludo el hombre alto y de lentes oscuros que se encontraba junto al padre de Jazmine y se sorprendió ante la mirada desconsolada que el chico le lanzó antes de contestarle el saludo a aquel hombre.

—Jazmine —La llamó su padre y ella atendió su llamada— Quiero presentarte a alguien.

—Mucho gusto en conocerla —Dijo el hombre de lentes al tiempo que estiraba su mano hacia ella, la cual ella no tardó en aceptar— Mi nombre es Cassim Galland, el padre de ese joven que está a su lado —Dijo este con una sonrisa que lo hizo ver muy parecido a su hijo, para luego agregar— Y dígame, ¿Qué tal se porta este muchacho con usted?

—¡Papá! —Se quejó este ante la pregunta de su padre.

—Su hijo es muy atento conmigo —Contestó ella disfrutando la incomodidad de Alan. Aunque aún no lograba entender que relación podría tener su padre con el padre de un chico que estaba en la HSD como becado.

—Pero el señor Cassim no es solo un padre más aquí, sino que también es el presidente de la corporación Thieves, que casi es como la hermana de la nuestra.

Ante aquello Jazmine quedó en shock, pero en su mente algunas piezas comenzaron a encajar, Alan era hijo del señor Cassim, quien era el presidente de una de las corporaciones más influyentes del país, por lo que Alan no era ningún pobre becado común.

Y se había burlado de ella...

—Princesa, no te parece que todos somos como una gran familia —Comentó Sherezade con una sonrisa, mientras volvía a abrazar a su hija.

—Si —Dijo ella mientras fijaba una fría mirada sobre Alan— Una gran familia.

Esa última frase hizo que un estremecimiento recorriera la espalda de Alan y sintió como si todo lo que habia avanzado con ella se habia ido al traste.

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