
27. De Fiesta y Revelaciones 2da Parte
Mientras aquella fiesta alcanzaba su clímax, Claire se debatía una y otra vez si debía de tomar la iniciativa y acercarse a Enrique, el problema era que cada que decidía ir junto a él, siempre llegaba alguien y se le adelantaba. Y ante aquella situación la frustración estaba haciendo mella en su interior. No quería que el dinero de sus ahorros que había gastado en aquel hermoso vestido azul fuera en vano.
En su mente se imaginó que durante aquella fiesta Enrique se acercaría a ella luciendo una encantadora sonrisa y le tendería la mano para pedirle un baile, y danzarían sumidos en una nube de ensueño durante toda la noche. Pero nada de eso había sucedido.
Que ilusa eres Claire...
Se decía internamente, mientras caminaba en dirección al jardín trasero de aquella absurdamente inmensa mansión, sin embargo, después de dar un par de pasos escuchó el peor sonido que una compradora de zapatos de rebajas en una fiesta puede escuchar...
Para ella todo sucedió en cámara lenta: El tacón de uno de sus zapatos torciéndose, su pierna doblándose y ella cayendo estrepitosamente al suelo.
La ola de carcajadas a su alrededor no se hicieron esperar, y mientras los demás reían y la señalaban, ella solo se quedó ahí en el suelo ahogándose en su propia vergüenza.
–¡Que creen que están haciendo! –Soltó una voz ofuscada que disipó los murmullos casi de inmediato. Claire casi sintió una especie de Dejá Vu al descubrir a quien pertenecía, y es que allí frente a ella se hallaba Enrique, quien ostentaba un ceño fruncido. –En vez de estar riéndose como imbéciles, porque no ayudan a la señorita a ponerse de pie. –Soltó con irritación el joven al tiempo que le tendía la mano a Claire, quien con un movimiento vacilante la aceptó.
Ella se sintió volar cuando Enrique la sacó de aquel circulo de burla que se había formado a su alrededor. Simplemente era la gloria. Y con una sonrisa ella contemplaba sus manos entrelazadas, al tiempo que recordaba que anteriormente él ya había actuado como su caballero de Armadura dorada.
Él era su héroe, su caballero... Su verdadero amor.
–Claire – La llamó el pelinegro, haciéndola salir de sus pensamientos y percatándose así que se encontraban en alguna parte del inmenso jardín –Lamento lo que acaba de pasar. Yo...
–Eso solo fue un accidente común –Lo cortó ella.
–Pero si yo no fuera tan indeciso, hubiese estado a tu lado en aquel momento y no habrías caído porque yo te hubiese sostenido fuertemente entre mis brazos.
Aquella declaración provocó una cálida sensación en el interior de la rubia y ella solo sonrió con dulzura.
–Y yo sería la persona más feliz de estar entre tus brazos.
Enrique casi sintió fuegos artificiales en su corazón y sin poder contenerse más la abrazó.
–Oh Claire. Sabes, la única motivación que tuve para venir a esta absurda fiesta fue el conocimiento de que tú vendrías y podría pasar esta velada bailando contigo. –Enrique sonrió al ver como ella se sonrojaba hasta las orejas– Y cuando te vi llegar tan hermosa como un ángel con ese vestido azul, mi mente quedó en blanco y no supe que hacer.
Luego de esas palabras un raro, pero no incomodo, silencio se formó entre ellos.
–Enrique –Le llamó Claire para atraer su atención– Bailemos. Bailemos hasta que esta fiesta llegue a su fin.
Y con una sonrisa él asintió.
–Pero antes... –Musitó mientras se arrodillaba frente a ella y tomaba con delicadeza el pie que aun llevaba el zapato bueno y se lo retiraba, para luego proceder a hacer lo mismo con el otro– Ahora sí, bailemos hasta que nos cansemos, después de todo la magia no desaparecerá a las 12 de la noche.
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Aquella chica lo había impresionado con solo una mirada.
Aquel porte, esa mirada helada, unos labios de cereza y aquellos cabellos de oro, y ni que decir de la expresión desdeñadora con la que lo miraba.
Simplemente era hermosa, pero ella no hacía más que mirarlo y ciertamente ya lo estaba poniendo nervioso, así que decidió dar el primer paso a su estilo.
–Sé que mi encanto natural te dejo en estado de shock, –Dijo él con una sonrisa– Y como sé que debes de estar muriéndote por saber mi nombre, me presento, soy Jack Frost, a tu servicio mi hermosa reina –Terminó él haciendo una venia.
–Mi nombre es Elsa y solo te lo digo para que me dejes en paz –Soltó la muchacha para luego dirigirse a la mesa de postres y tomar un plato de budin de chocolate.
–¡Ouch! –Musitó él haciendo un fingido gesto de dolor en su pecho –Que fría, pero me gusta el frio.
– ¿Siempre eres así de fastidioso? –Preguntó la joven con un gesto de irritación para luego llevarse un trozo del postre a la boca.
–Me declaro culpable –Dijo Jack con una sonrisa– Aunque más que fastidioso yo diría perseverante.
–Además de fastidioso, irreverente... Porque simplemente no me dejas sola –Comentó ella mientras comenzaba a caminar para pasarlo, pero Jack fue más rápido y la tomó del brazo.
–Oh vamos, mi reina helada, que tal si hablamos un rato, nos conocemos y acordamos tener una cita...
–No. –Soltó ella firme y cortante.
Cuando Jack abrió la para decir algo más, una exultante voz femenina se le adelantó y pudo ver como todo el rostro de la joven frente a él se transformó por completo.
–¡Elsa!, Kristoff y yo llevamos un rato buscándote.
Con una sonrisa, Elsa se acercó a la recién llegada chica de cabellara cobriza, para luego rodearla con sus brazos.
–Aww, Anna te ves tan linda con la ropa que te elegí. Es que todo te queda genial hermanita.
Jack simplemente se había quedado conmocionado ante el cambio que había tenido la personalidad de la rubia, y es que casi no se creía que la amorosa y tierna chica que abrazaba a la otra fuera la misma seca y altanera de antes.
–Eres tan linda, en un futuro Kristoff y yo nos casaremos contigo y seremos felices por siempre.
¡Que rayos!
Al parecer estaba frente a un grave caso de complejo de hermana.
–Elsa, no creo que la bigamia sea legal.
Ante aquel comentario la rubia adopto una seria expresión.
–Sí, tienes razón, supongo que debo volverme senadora o presidente y así poder cambiar las leyes –Concluyó la joven con una sonrisa.
–Oh Elsa eres tan graciosa –Rió Anna.
A pesar de que la recién llegada había tomado aquellas palabras como una broma, Jack sabía por la expresión de la otra, que ella iba muy enserio, y realmente no quiso saber porque eso la hacía aún más atractiva para él.
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Shang no sabía qué hacía en ese ruidoso lugar. Realmente no entendía que era lo divertido que le encontraba la gente a estar encerrados en un sitio caluroso, con aquella música estridente que estaba por reventarle los tímpanos.
En un principio había ido a acompañar a Eric, pero una vez que llegaron el muy ingrato de su amigo se había ido a buscar a la Sirena Anónima que le robaba el sueño, por lo que no tenía más que hacer ahí, sin embargo una figura atrajo su atención y simplemente se quedó ahí para admirar lo que él consideraba el milagro de la noche.
Sí, porque no era nada común ver a Fa Mulan usar un corto vestido color purpura y tacones altos.
Aquello casi era como una señal de que un apocalipsis se avecinaba.
Era divertido ver como ella cada tanto se bajaba la falda del vestido y luego subía el escote creando así un ciclo interminable. Sin embargo la diversión cesó para él, al notar como un sujeto se acercaba a ella con una mirada nada caballerosa e intenciones nada decentes, por lo que poniéndose de pie de donde se encontraba sentado se encamino hacia ella.
Mientras avanzaba pudo ver como aquel desagradable tipejo posaba una de sus manos sobre la parte trasera de la chica, aquello simplemente lo enervó y apuró el paso, sin embargo, a pocos pasos de llegar escuchó el inconfundible sonido de un puño chocando con un mentón.
Y sí, allí en el suelo se encontraba el sujeto que iba a recibir "justicia Divina" de su parte y al levantar la mirada se encontró con una Mulan enojada que aún mantenía su puño levantado.
–¡Quien te has creído que soy, imbécil! –Bramó la pelinegra, al tiempo que le encaminaba agresivamente al tipo en el suelo, el cual comenzó a arrastrarse con pavor. –Más te vale que no te cruces más en mi camino sino quieres terminar hecho puré, está claro. –Ante aquello el sujeto comenzó a asentir frenéticamente– Dije: ¡está claro!
–S-Si, está claro.
–Ahora lárgate –Y como si eso hubiese sido una señal. El tipo se perdió entre la multitud.
Shang no sabía si estar sorprendido u orgulloso de ver como ella era muy capaz de cuidar de sí misma. Aunque más bien, le dio gracia el verla tan elegante y femenina, actuando tan tosca y ruda.
Así era Mulan, se dijo internamente, y sin esperar más se acercó a ella.
–Vaya, vaya, eso ha sido muy interesante de ver Fa Mulan.
Ante aquel tono de voz la joven dio un respingo de reconocimiento, y la tensión se apoderó de ella.
–¿Q-Que haces aquí Li Shang? –Balbuceó ella sin ser capaz de enfrentarlo cara a cara, pues el recuerdo de aquel roce de bocas aún permanecía en su memoria.
–Pues lo mismo que tu –Contestó con una sonrisa ladeada.
–¿También te viste arrastrado por una horda de mujeres con las hormonas revolucionadas ante la frase "50% de Descuento"?
–Bueno, lo mío no fue tan peligroso, creo que es un milagro que estés viva.
El borde jocoso de aquellas palabras hicieron que se relajara y riera con gusto.
–Ni que lo digas. Y cómo puedes ver este es el resultado –Comentó ella señalándose a sí misma
–No te creas –Dijo el pelinegro al tiempo que se acercaba a la joven y la tomaba del mentón– Es increíble lo que un lindo vestido y algo de maquillaje puede hacer.
Mulan simplemente no pudo contener el sonrojo que se instaló por todo su rostro y es que debido a la cercanía ella no podía dejar de ver los labios masculinos, cosa de la que Shang se percató y el recuerdo del beso compartido con ella le vino de golpe, por lo que él también se sonrojó.
Porque solo por un instante quiso repetirlo...
–¿Q-Que te pareces si te vienes conmigo a un sitio alejado de todo este ruido y cómodamente conversamos sobre técnicas de combate?
Al terminar de decir aquello se percató del brillo de alegría en los ojos de la chica y se alegró de ser tan asertivo.
–Es la propuesta más sensata que he escuchado en todo este día –dijo ella con una sonrisa
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Bella no sabía cómo era que en ese momento se encontraba sentada en el jardín trasero de la mansión de Naveen Maldonia, esperando que Adam Beaumont volviera con bebidas para los dos.
Aquello era como estar en la dimensión desconocida.
–Al parecer esa chica, como es que se llama...–Comentaba al tiempo que se acercaba a ella y le pasaba un vaso de jugo, al tiempo que le daba un sorbo a su Coca-Cola– Mulan creo, tiene un muy buen derechazo, mira que tumbar a ese tipo de un solo golpe.
Bella no supo porque, pero sintió una punzada de envidia al escucharlo hablar con tanta admiración de otra chica.
Vaya que el sereno nocturno me está afectando...
Y así, restándole importancia a aquel sentir, se tomó rápidamente el jugo el cual le dejo un sabor raro en la boca, y al cabo de un rato comenzó a ver un poco desenfocado su entorno.
Oh no...
–Oye Adam –Lo llamó para atraer su atención– Ese jugo... ¿De qué era?
–Y yo que sé... Había una jarra con eso y te traje un vaso.
–C-Creo que tenía alcohol y la verdad, es que tengo una baja, o mas bien inexistente tolerancia al alcohol.
Ante aquello el joven se volvió para examinar más concienzudamente el rostro de Bella y se sorprendió al encontrarla sonrojada y con la mirada vidriosa.
–Oh vamos, no me digas que te emborrachas con solo un poquito de alcohol.
–Mmm... ¿Por qué hay dos Adam? Si ya con uno es demasiado.
Y con aquellas palabras el chico comprendió que Bella estaba totalmente borracha.
–Ahora que carajos hago –Masculló Adam con fastidio al tiempo que se despeinaba los cabellos.
–Sabes no te lo había dicho pero tienes un cuerpazo –Balbuceó Bella sorprendiéndolo– Mira esos brazos tan fuertes –Dijo al tiempo que le apretaba uno– Al parecer pelear diariamente deja muy, pero muy buenos frutos.
Quien rayos era esa chica frente a él, porque esa no era la misma nerd que le explicaba Economía.
–Me siento muy mareada –Musitó Bella antes de desvanecerse y terminar siendo sostenida por poco por Adam.
–Mira que este no era para nada mi plan de esta noche –Se dijo con una sonrisa, para luego ponerse de pie con la castaña en sus brazos con la intención de sacarla del frio del jardín. –Sabes, con la cantidad de comida que tragas, no es para que fueras tan ligera –Comentó mientras la acomodaba y no pudo evitar notar que como resultado del movimiento la falda de aquel micro vestido se le había subido revelando más de lo debido.
¡Por favor!
¿Desde cuando encontraba atractiva e irresistible a la Come-Libros del instituto?
Aunque muy a su pesar debía admitir que la chica tenía un buen cuerpo y además de eso, era la única mujer, aparte de Sally que lo trataba como una persona normal.
Si, era una mojigata con un fuerte temperamento.
Cuando llevaba un buen trecho recorrido, sintió como la chica comenzaba a removerse entre sus brazos.
–¡Q-Que rayos estás haciendo! –Gritó Bella al verse transportada en los brazos de Adam Beaumont
–Hey desagradecida, tu solo disfrútalo –Dijo él con una sonrisa socarrona adornando su rostro.
–¡B-Bájame! –pidió ella, o más bien exigió.
–Ya, ya –musitó Adam al tiempo que la ponía en el suelo– pero deja de gritar que me vas a dejar sordo.
Una vez de pie, sintió como el suelo bajo ella se movía.
–Oh no, ¡un terremoto!
Sin poder contenerse Adam soltó a reírse a carcajadas, aquella chica era todo un caso, y sin saber muy bien de donde salió aquel impulso la atrajo hacia sí y la rodeo con sus brazos para luego besarla.
Bella no sabía que estaba pasando, ni que debía de hacer, así que sencillamente se entregó a aquel beso rodeándolo con sus brazos.
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