KAPITEL 55: DER NäCHSTE MORGEN
HANNA
Mi cuerpo adolorido junto a un aroma a café me despertó de mi aletargamiento. Cuando mis ojos se abrieron lentamente, un mar de culpabilidad me salpicó en toda la cara. Tomé la sábana y me cubrí totalmente con ella sintiéndome la peor de las mujeres ahora que lo tenía todo en mi mano. Por ser una zorra sin corazón, ahora tenía que vivir con la culpa de haber traicionado al único hombre que no me trató como si fuera una simple prostituta con tatuajes.
Robert miró más allá de todo eso y se atrevió a conocerme. A pesar del problema que tuve con Adam, él fue paciente para que me curase y pudiera estar plenamente con él. Pero toda esa paciencia fue en vano cuando anoche se presentó Jordan y puso todos mis esquemas patas arriba. No sabía qué hacer; ni siquiera sabía que mierdas sentía.
Pero la realidad era esa y no podía retroceder en el tiempo para enmendarla por mucho que pusiera empeño en ello. Lo único que podía hacer era aclarar las cosas con Jordan y seguir adelante con Robert.
Cuando me senté en la cama, Jordan entró con una bandeja cubierta de cosas que olían realmente bien. Yo intenté ponerle la mejor cara que podía, pero solo me salía una mueca extraña. Él se me acercó y me tomó de las mejillas para que lo mirase:
- ¿Qué te ocurre nena? ¿Te encuentras mal?
-Me encuentro peor que mal, Jordan. No debimos hacer lo que hicimos anoche y tú bien lo sabes. Me siento como una prostituta barata que se acuesta con el primer tío que viene desnudo a mi casa-Le dije de forma desagradable, pero él comenzó con sus bromas habituales para arrancarme una sonrisa:
-Bueno, es que, si te visitan más hombres desnudos, tendré que preocuparme. No quisiera ponerme celoso.
- ¡No puedes ponerte celoso porque lo de anoche fue algo que pasó y no va a volver a pasar!¡Mi prometido está de viaje y cuando vuelva voy a casarme con él, te guste o no!
-Parece que el único que desea esta relación soy yo y eso es bastante falso. Anoche me demostraste que no solo me ves como un amigo o como alguien que simplemente te atrae. Esas cosas se notan,Hanna.
Él intentó abrazarme, pero yo me levanté antes de que él me tocara. Sabía bien que, si me ponía un dedo encima, comenzaría a sufrir otra combustión espontánea.
Jordan se puso de pie con el semblante serio intentando justificar lo que pasó, pero no había más que hablar.
Él entendió que no quería ahondar en lo pasado, entonces se puso su gabardina para marcharse. Antes de eso, se dirigió a mí con rapidez y me tomó de la cintura para hablarme directamente y con sus ojos reflejados en los míos:
-Sabes que siempre voy a estar ahí para ti y que, si tanta ilusión te hace de que sea tu testigo en la boda, lo voy a hacer porque tu felicidad está por delante de cualquier cosa. Pero no me pidas que te vea como una amiga porque eso no va a poder ser y, cada vez que pueda o tenga la ocasión, voy a abrazarte, voy a besarte y voy a hacerte todo lo que me permitas hacerte. Me va a importar una mierda si estás casada o no porque, para mí, tú me perteneces solo a mí y es cuestión de tiempo que tú lo comprendas.
Con un beso bestial para recalcar aquellas palabras, Jordan se marchó de casa y mis piernas dijeron que ya era hora de sentarse y respirar.me sentía derrotada y en la peor situación posible pero lo que realmente me hacía daño era recordar la cara de dolor de Jordan cuando me dijo que aceptaba mi boda y que sería mi testigo. No me lo merecía; no me merecía nada de lo bueno que me estaba pasando, pero debía de enmendar las cosas y seguir adelante.
En tan solo dos horas vendría Alexa para irnos de tiendas, por lo que comencé a borrar las huellas de que Jordan había estado de visita y me fui a duchar.
ALEXA
Tras varios intentos de salir de la cama, tuve que despertar a mi gran bola de pelo llamada Colin para que quitase su pierna de mi espalda. Me tenía aprisionada con una llave que me impedía moverme de su lado y eso le hacía sentir orgulloso. Pero era hora de irme cagando leches porque era el día en el que Hanna iba a elegir su vestido y yo, por supuesto, iba a elegir otro.
Tras prometerle que volvería no demasiado tarde y que haríamos una buena maratón de pelis de terror en la tarde, me vestí cómoda para la ocasión ataviada con unas buenas deportivas para soportar las grandes caminatas que mis pies iban a sufrir.
Cuando llegué a casa de Hanna, ella me abrió la puerta con un rostro un tanto pálido. Un aura extraña la rodeaba y su sonrisa era más falsa que una moneda de chocolate. Quizás estaba nerviosa por el evento o simplemente echaba de menos a su prometido, o quizás estaba celosa de que él estuviera lejos sin ella.
Desde que Colin y yo volvimos de la antigua casa donde vivía con mi hermano, prometimos que nos sentaríamos a hablar de nuestro pasado y que nos contaríamos todo, pero con la boda de Hanna y el tema de lo del concurso apenas habíamos podido abarcar el tema.
-Hanna, ¿De verdad te encuentras bien para ir de tiendas?, podemos dejarlo para otro día.
- ¡No, no, de verdad que estoy bien; solo ando un poco despistada y nerviosa por la boda!
Entrecerré los ojos y la miré atentamente por si me ocultaba información, pero a simple vista no parecía haber nada más. Decidimos marcharnos de una buena vez para ver vestidos dignos de mi gran amiga. Estaba claro que no iba a ser el típico vestido de novia porque ella era una mujer diferente a cualquiera; iba a ser sexy, diferente y quizás no exactamente blanco.
Hanna se fue probando uno por uno en la primera tienda que mostró varios vestidos de un color diferente al blanco en el escaparate. Uno tras otro, los fue desechando porque no sentía la típica magia que una siente cuando sabe que ha elegido bien.
Ella estaba en otro planeta y no parecía demasiado feliz, pero por mucho que le preguntase ella me decía que eran los nervios.
Ella estaba en otro planeta y no parecía demasiado feliz, pero por mucho que le preguntase ella me decía que eran los nervios. Un grito de alegría sonó dentro del probador y en seguida supe que lo había encontrado cuando salió.
-¡¡TÍA MIRA, TIENE FLORES LILAS!!¡¡ES PRECIOSO!!
Hanna comenzó a llorar mientras daba saltos por la tienda con riesgo de tropezarse y comerse el suelo. Ambas nos abrazamos felices y comenzamos a reír como si estuviésemos locas.
Por fin mi amiga mostraba su sonrisa radiante de siempre y que eché de menos durante toda la mañana. Una vez hecha la compra, ella se giró en mi dirección y me dijo con una sonrisa pícara:
-Y ahora, le toca el turno a mi dama de honor.
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