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KAPITEL 19: VERTRETUNGEN


Jordan en la foto(L)

Maratón día 2 (2/2)

COLIN

Cuando llevaba un rato solo viendo la televisión esperando a que Sarah se diese cuenta que no había ido a trabajar, la puerta sonó y cuando abrí me encontré un sobre enorme de color beige en el felpudo. Miré a todos lados y no vi a nadie que pudiera dejarme aquello, entonces lo cogí y entré de nuevo a casa.

Cuando abrí el sobre y vertí el contenido, me topé con fotos de Sarah en yates, con tipos que le doblaban la edad y cubierta de joyas.

Entre las cientas de fotografías, encontré hasta cuatro mansiones diferentes y anotaciones tras algunas de esas fotografías. Con una caligrafía que bien conocía, me di cuenta que esas imágenes pertenecían a las mansiones de Sarah junto con sus respectivas localizaciones.

Las escituras de las casas también estaban dentro del sobre donde ponía bien claro el nombre de la propietaría sin ninguna duda. Lo que no me sorprendió era darme cuenta que el apellido de Sarah no era el que yo conocía sino otro diferente, lo que me hizo sospechar que se cambió la identidad para que nadie la pillara in fraganti.

Además de las escrituras, habían cientos de tickets correspondientes a noches de hotel,spas,viajes, cenas lujosas y miles de trapitos de lujo que, con solo una de esas míseras faldas, podía pagar el alquiler dos malditos meses.

La furia me cortaba la respiración y agradecía tanto el haber cambiado la cerradura.

Aquello eran las pruebas que apuntaban a Sarah como culpable y el bueno de Jordan se había tomado la molestia de imprimirlas y escribir sus averiguaciones. Y todo ello, se lo tiraría en las narices cuando Sarah volviera del trabajo.

El móvil sonó con una llamada de Sarah. Al mirar el reloj de pared me di cuenta que era el descanso y que seguramente me había buscado. Tomé aire e intenté fingir que nada pasaba para que ella se llevara la sorpresa de su vida: iba a pagar bien lo que hizo y lo recordaría el resto de su existencia:

-¡Cariño, te estuve buscando y no estás!¿Te ocurre algo?

Tuve que reprimir una risa ante aquel despliegue de consideración tan falso como la imagen de niña buena que daba a todo el mundo.

-No cielo tranquila, sólo es que ando un poco indispuesto pero estoy bien, no te preocupes. Por cierto, me encantaría que vinieras a casa para que...cuides de mí...

Intenté fingir lo mejor que pude para que ella se lo tragara todo y yo luchaba interiormente por no reirme ante esa situación. Sarah pareció aliviada y me contestó con su tono pícaro:

-Cariño...sabes que no puedo negarte nada...

-Pues entonces ves; te estoy esperando.

Cuando Sarah colgó, comencé a maquinar mi maravilloso plan. Tomé las pruebas que la incriminaban y las guardé en mi mesita para tenerlas a mano pero ella no encontrarlas. Escondí sus maletas en el cuarto de contadores del edificio para que no las viera y cerré todo armario para que no pudiera ver que le faltaban cosas.

Encendí varias velas para dar un aspecto más romántico acordándome de algo que me hizo reír todavía más. Me acordé de las esposas que compramos para jugar. A diferencia de unas de juguete, éstas eran de verdad y no se abrían a no ser que tuvieras la llave. Esa niña de papá iba a llorar como nunca antes...y yo me reiría en su maldita cara.


La puerta no tardó en sonar y yo me puse más cómodo para que Sarah viera lo que iba a perderse a partir de ahora. Me quité la camiseta y los pantalones, quedándo solamente en calzoncillos. Me solté el cabello, humedeciéndolo ligeramente para dar un aspecto más rudo y sensual como a ella le gustaba.

Cuando abrí la puerta, las llaves de Sarah calleron de sus manos y se abalanzóa mis brazos besándome y lamiéndome como si fuera un helado. Pero yo mantenía un férreo control de la situación sin dejarme llevar por los sentimientos. La alejé suavemente de mí, dedicándole una sonrisa de picardía; ella y yo íbamos a jugar pero no de la manera que ella pensaba.

-Quiero jugar contigo a un juego pero antes...quiero que te quedes en ropa interior.

Sarah comenzó a reírse y se quitó la ropa con facilidad. Me costó no mostrar mi cara de asco al pensar cuantas veces había hecho eso delante de un hombre.


Cuando ella quedó como le dije, le di la siguiente orden que de seguro cumpliría sin pestañear.

-Ahora voy a ponerte las esposas y no quiero que te portes mal,¿Me entendiste?

Ella asintió relamiéndose como si esperara el polvo del siglo y yo no paraba de caminar a su alrededor provocándola para dejarla con el calentón de su vida. Cuando le puse las esposas, la tumbé boca abajo en la encimera de la cocina sujetándola del pelo. Ella reía a carcajadas y a mí me faltaba poco...

-Ahora, el juego se complica...quiero que me respondas unas sencillas preguntas...

Le tiraba más del pelo y ella borró su sonrisa. Se notaba tensa y no tardó en decirme:

-Colin..Colin,cielo me haces daño...

Le tiraba tanto del pelo que podía oír como algunos de sus cabellos se quebraron y ella parecía comenzar a asustarse.

Aflojé un poco el agarre, pegando mi boca a su oreja, susurrándole con calma:

-Primera pregunta cariño...¿Te gustan las esposas?

Ella pareció aliviada y yo podía poner la expresión que quisiera porque ella no podía verme al estar tras ella.

-Claro que me gusta...me gusta todo lo que me haces cariño...

-Y dime,¿Por qué te gustan?¿Te viene por tu madre?

Ella puso una cara extraña y yo casi empiezo a reírme como un loco.

-Pero cielo,¿De qué hablas?, si mi madre es profesora, no usa armas ni esposas-Dijo bromeando como si le hubiera contado un chiste.

-Me refiero a tu madre adoptiva, la que le dieron un balazo en el vientre cuando estaba de servicio. La que te adoptó...por que no podía tener hijos...

Sarah comenzó a hiperventilar y yo la sujeté con más fuerza. Como no había nadie en el edificio, podíamos hacer todo el ruido que queríamos sin que nadie se quejara.

No podía disfrutar más mi venganza y esto...esto era solo el principio...

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