Cap2 - ROWAN
Hoy era mi primer día en NESA. Cuando era pequeño, estaba acostumbrado a las historias de mi madre sobre este lugar, por lo que me la pasaba soñando despierto con el día en que cruzaría esas enormes rejas. Y aunque desde pequeño sabía que estudiaría en esta prestigiosa academia, nunca pensé que al pisar este lugar lo haría como becado. Pero con el paso del tiempo llegó el día en que lo perdí todo, incluidos mis sueños. Dejé de soñar; eso se lo dejé a mi hermana, a quien tuve que proteger de todo el mundo desde que era pequeño.
Aquel día no solo habíamos perdido dinero, títulos y cualquier otra cosa material, sino que también perdimos a nuestra madre, quien falleció por su enfermedad, y a nuestro padre, que fue encerrado en prisión. ¿Y quién querría hacerse cargo de los hijos de un supuesto criminal? Nadie. Por eso, las personas cercanas a nuestra familia simplemente nos dieron la espalda. Mi hermana y yo terminamos en familias de acogida, cada una peor que la anterior, hasta que finalmente llegó una persona que realmente nos ayudó.
Mientras mi hermana era la mejor de su clase, yo asistía los fines de semana al entrenamiento de un pequeño equipo de hockey, en el que el entrenador me había dejado participar sin pagar nada. Luego de competir en un torneo importante del país y ganarlo, recibí la beca para NESA. Si la situación hubiera sido diferente, me habría negado a dejar sola a mi hermana, pero ella había ingresado a un internado un año antes de que yo recibiera la carta de NESA, por lo que acepté de inmediato. Y ahora estaba aquí.
Antes de salir de mi habitación, me miré en el espejo para acomodar la corbata de mi uniforme y luego caminé por los grandes pasillos de la academia hasta llegar al lugar donde entrenaba el equipo de hockey. Al llegar, solo había unos cuantos chicos, quienes me saludaron con un leve asentimiento de cabeza antes de volver a sus cosas. Yo hice lo mismo y busqué el casillero que me había asignado el director el día anterior.
—Creo que te has equivocado de casillero —dijo una voz a mis espaldas. Me giré y me encontré con un chico fornido que ya llevaba puesto el uniforme de hockey.
Sin decir una palabra, le mostré la llave del casillero con el número 06, que también sería el número de mi uniforme.
—Oh, tú eres el nuevo. Lo siento, yo estaba equivocado. Debí suponerlo. Soy Andrew, por cierto —dijo con una sonrisa amable que parecía honesta, pero algo en él no me daba confianza. Quizás era el hecho de que era el mejor amigo de Charlotte Roux, o tal vez porque parecía demasiado amable. Aunque, curiosamente, eso no me pasó con Colette, o como ella me obligó a llamarla: Coco, a quien había conocido durante la semana de integración para los nuevos.
—Rowan, un gusto —dije con un intento de sonrisa mientras sacaba mi uniforme. Andrew se despidió para ir con los demás, dejándome solo. Sin pensarlo dos veces, me dirigí a los vestidores para ponerme el uniforme.
Cuando el entrenador llegó, yo ya estaba afuera, hablando sobre hockey con Andrew. A su llegada, Andrew se colocó junto a él, ya que era el capitán del equipo.
—Este es un nuevo año, un nuevo torneo y espero que otra copa de campeones —empezó a hablar el entrenador, dando un discurso realmente aburrido sobre cómo habían salido campeones gracias a Andrew. Al parecer, el año anterior no les había ido muy bien, aunque ganaron el campeonato—. Y bueno, por último, debieron notar a nuestro nuevo integrante —dijo señalándome antes de dedicarme una sonrisa falsa, tan fingida que ni en mis peores intentos habría podido imitarla—. Es uno de los beneficiarios de las tres becas de este año.
En ese momento sentí unas ganas inmensas de golpearlo. Sabía que lo había dicho a propósito. Era bien sabido que aquí ni siquiera los profesores querían a los becados, pues eso significaba menos salario. Además, la mayoría de los docentes eran miembros poco influyentes de sus familias poderosas, y aunque eran menospreciados en sus propias casas, eso no les quitaba lo clasistas. Y el entrenador era exactamente como el resto del equipo: todos se alejaron y me miraron con odio y asco. Pero a mí no me importó en lo más mínimo. No iba a ponerme a llorar por malas miradas de niños ricos.
—Bueno, es hora de ver cómo están todos en nivel de juego. Tendremos un partido luego del calentamiento, pero antes elijan su equipo para estar preparados —dijo el entrenador.
Le dio a Andrew la oportunidad de elegir primero, y lo que realmente me sorprendió —y no solo a mí— fue que su primera elección fui yo. Con extrañeza, me acerqué a él, quien llevaba esa sonrisa que ya notaba como su gesto típico.
—Supongo que eres uno de los mejores, ¿no? Después de todo, no es fácil conseguir una beca para este lugar —dijo mientras me daba un ligero golpe en el hombro antes de seguir eligiendo jugadores para su equipo.
Cuando los equipos estuvieron listos, comenzó el calentamiento. Juro por Dios que estuve a punto de patear a varios hijos de papá si no fuera por la intervención de Andrew, quien los regañó por intentar empujarme, aunque estuvieran en mi mismo equipo. Al final, logré desquitarme lo suficiente en el partido. Estaba seguro de que algunos de ellos terminarían con moretones... aunque, claro, yo también, porque parecía ser el objetivo principal de todos, excepto de Andrew.
Cuando el entrenador nos dejó ir, salí de ahí sin mirar atrás, con el enojo a flor de piel. Fue entonces cuando sentí que alguien me seguía. Me giré y vi que se trataba de Andrew.
—Si te enamoraste de mí, siento decirte que no soy gay —dije con el enojo bajando un poco, porque, para mi disgusto, Andrew ya no me caía tan mal después de todo. Me había ayudado en el entrenamiento.
—Sé que para tu pesar, yo tampoco soy gay —respondió riendo mientras se acercaba más—. Solo quiero acompañarte, como eres el nuevo y todo —se encogió de hombros antes de caminar junto a mí.
—No voy solo. De hecho, voy a recoger a una amiga en su última clase, pero puedes acompañarme si quieres —dije sin darle demasiada importancia.
Andrew aceptó sin dudarlo. Aunque sentí un poco de arrepentimiento, porque aún no confiaba del todo en él, ya estábamos allí, esperando en la puerta del salón de estadística a que Coco saliera.
Unos minutos después, Coco apareció.
—¡Rowannn, sí viniste! —exclamó alargando mi nombre, lo que provocó una leve risa en Andrew.
Coco se volteó dispuesta a pelear, pero en vez de eso, lo miró de arriba a abajo antes de preguntar:
—¿Y tú quién eres?
—Andrew Mattsson, un gusto. También soy el capitán de Rowannn —respondió él con una sonrisa divertida, imitando la forma en que Coco había pronunciado mi nombre.
Le lancé una mala mirada, pero él solo rió más.
—Bueno, yo soy Coco, y no es un gusto —espetó Coco con frialdad, lo que me hizo reír. Era la primera vez que la escuchaba ser grosera con alguien.
Andrew arqueó una ceja.
—¿Te llamas Coco?
—No, se llama Colette —intervine antes de que Coco me fulminara con la mirada—. ¿Vamos o no?
Mientras discutían, por así decirlo, los tres caminamos hacia el comedor. Ahora que Coco y Andrew qué ahora estaban adelante, se detuvieron de repente, por lo que yo también lo hice. Noté cómo Coco retrocedía hasta donde me encontraba y, entonces, escuché a Andrew hablar con alguien. Supe de inmediato a quién se dirigía, por lo que, sin pensarlo dos veces, caminé hasta ellos, dejando atrás a Coco con tal de ver cara a cara a la hija del maldito que había arruinado mi vida. Pero tal vez fue el peor error que pude haber cometido.
Esos ojos, malditamente hermosos, de un azul tan único... Era la primera vez que veía algo tan impresionante. Eran tan claros que podían confundirse con gris, pero al mismo tiempo tan azules que sería imposible no notarlo. Luego estaba su cabello, un rubio dorado bastante largo, haciéndola lucir como un ángel... o mejor dicho, una diosa. Sus pecas estaban posicionadas de una manera que la hacía parecer inocente, y en su cabello llevaba una diadema con lo que supuse eran diamantes y perlas. Mi vista, sin previo aviso, bajó hasta sus labios, en los cuales había un poco de brillo. Se veían extremadamente carnosos y jugosos, haciéndome pensar que cualquiera daría su vida por darle aunque fuera un minúsculo beso...
Pero yo no era uno de esos. No lo era.
Simplemente la miré con el odio que le tenía a su apellido. Pude ver la superioridad en su mirada y también noté su confusión al ver que Andrew estaba conmigo por lo que le dediqué una sonrisa burlona, encantado con su desconcierto.
—Tranquila, Roux, solo estoy con el capitán de mi equipo —dije con una breve sonrisa—. Supongo que tengo que presentarme ante ti, alteza... Soy Rowan Matthew.
Luego de presentarme, algo pareció encajar en el cerebro de Andrew, quien se disculpó con la mirada. Después de todo, yo solo le había dicho mi nombre. Mientras tanto, Coco parecía más confundida y ya estaba más cerca de nosotros.
—Sé quién eres... lamentablemente —dijo ella con notable desagrado en su voz—. Y es Kunglig Prinsessa, o si se te hace más fácil, princesa real.
Hubiéramos seguido con nuestra guerra de miradas de odio si no fuera porque Coco tosió falsamente para llamar la atención de todos, intentando bajar la tensión con una sonrisa.
—¿Vamos a ir al comedor o no? —preguntó con notable incomodidad mientras empujaba a Andrew, quien claramente no quería dejar sola a su amiga. Aun así, Coco lo apartó un poco para dejarnos un espacio y hablar de nuestros problemas... o algo así. Pero Roux caminó en dirección contraria.
Por mi parte, solo seguí la dirección que recordaba era el camino al comedor de la academia.
Cuando Coco se percató de que Roux no estaba conmigo, fue hasta donde estaba y la tomó del brazo, lo que me sorprendió un poco, aunque lo oculté y seguí caminando sin perderlas de vista, listo para defender a la pequeña bola de amabilidad de la que me había hecho amigo.
—Usted también viene con nosotros... princesa real —dijo Coco con seguridad. Era obvio que sabía quién era ella, después de todo, estábamos en Estocolmo el país donde la familia de Roux reinaba, pero eso no la detuvo de sujetarla del brazo. Supongo que lo hizo para que Roux no se sintiera apartada, o tal vez para averiguar qué había pasado entre nosotros... o ambas. Aunque, si me preguntan, lo último era imposible de no saber. Sin embargo, ella siendo de América, era posible que no estuviera enterada.
Pude notar cómo Roux la trató con amabilidad mientras caminaban y hablaban. Me pareció extraño. No esperaba que la pequeña Roux fuera amable. Aunque no pude escuchar lo que decía, vi cómo Coco abría la boca, intentando asimilar sus palabras. Luego, puso esa expresión de "te voy a dar un consejo". En los siete días que llevaba conociéndola, antes de que oficialmente empezaran las clases, ya me había puesto esa misma expresión varias veces.
Andrew, por otro lado, estaba algo alejado de todos. Supongo que saber que yo era una de las personas que más odiaba a la familia de su mejor amiga le quitaba toda la amabilidad.
Lo bueno fue que llegamos rápido al comedor de la academia. Al entrar, el lugar, que antes estaba lleno de un ruido estruendoso, quedó en completo silencio. Las personas que comían bajaron la mirada, a excepción de un grupo que se encontraba en una zona más elevada que el resto, donde había tres mesas. Dos estaban vacías. La del centro estaba desocupada y la del lado derecho pertenecía a un grupo que seguía riendo y hablando entre sí.
Sin causarme sorpresa, Roux nos guió a la mesa del centro, la cual destacaba entre las demás.
Mientras caminábamos, noté las miradas de todos sobre nosotros cuatro. Coco, con cuidado, se alejó de Roux y vino conmigo, mirándome como si yo tuviera la respuesta.
—Charlie y Drew, qué gusto que se animaran a acompañarnos —dijo una chica con el cabello pintado de rojo vino y un uniforme de porrista qué estaba en la mesa derecha. La cual ignoró la presencia de Coco, porque claramente mi presencia era la que más le llamaba la atención. No dejaba de mirarme.
Por mi parte, sentía puro aburrimiento mientras observaba el lugar.
—No esperaba hacerlo —respondió Roux con desprecio, usando el mismo tono que había usado conmigo—. Pero ahora que estoy aquí... y por tu propio bien, Amanda, no vuelvas a decirme Charlie. Es princesa real para ti. Y mucho menos te dirijas a mi mejor amigo como Drew.
Carajo. Esta era la Charlotte que esperaba ver, no la que fue amable con Coco.
—Me dijo que la llamara como yo quisiera, que el título no era importante —susurró Coco, confundida.
Roux puso sus manos sobre la mesa a la que nos habíamos dirigido. Su postura irradiaba autoridad. Si antes había desagrado en sus palabras, ahora también había odio puro.
No lo negaré, me sorprendió. Aunque suponía que sería así, una total abeja reina que manda en todo el lugar, su rostro inocente engañaba a cualquiera.
—No puedes hacerme esto delante de todos, Charlotte... Eres mi amiga —intentó alegar la porrista, sin querer ceder.
—Lo era —corrigió Roux con tono seco.
Amanda quedo en silencio por lo que Roux volvió a hablar:
—Y, Amanda... no pienso repetirte cómo debes dirigirte a mí.
Se escuchó un jadeo colectivo en el comedor. Yo, por mi parte, estaba de todo menos aburrido ahora. Mi sonrisa de diversión era muy visible.
Pero entonces volvió la Roux amable. Bajó la mirada hasta una chica rubia de cabello corto y le hizo señas para que subiera con nosotros. Ambas se sonrieron mutuamente antes de que la chica tomara asiento. Sin embargo, pude percibir en la sonrisa de Roux un tinte de satisfacción y superioridad antes de sentarse junto a Andrew, quien la miró divertido.
—Después no te quejes de todos esos rumores sobre ti, abeja reina —dijo Andrew, aún divertido, mientras unas personas le servían la comida.
Eso sorprendió a Coco y a mí, aunque yo lo disimulé. Vamos, estamos en un comedor de una academia, no en un restaurante.
—No pueden hacerme nada, ni ella ni sus matones —respondió Roux, también divertida—. Oye, Rachell, ¿por qué estabas abajo?
—La reina perra... Perdón se que no te gustas las palabras vulgares, así que Amanda, no quiere que esté aquí sin ustedes —respondió la chica sin darle importancia pero yo si le di importancia al hecho de que cuando Charlotte escucho la palabra perra casi daña el tenedor qué tenía en su mano—. Ah, hola, soy Rachell Connor.
—Un gusto, soy Coco —se presentó mi amiga con su típica sonrisa amable.
—En realidad, es Colette —dije, sabiendo que Coco me estaba matando con la mirada. —Rowan. Un gusto
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro