Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 53: Líderes separados

Había pasado ya más de un mes desde los funerales cuando Christian se levantó una mañana con un extraño presentimiento en el pecho. No sabía qué era, pero sentía que era uno de esos días en los que la vida cambia de repente. Y tenía la sensación de que no sería un cambio a mejor. Intentó no darle demasiadas vueltas mientras se vestía y bajaba a desayunar al Caldero.

Se encontró con un alegre Dean, que le palmeó la espalda. En los últimos tiempos, se habían hecho muy buenos amigos. Además, el vampiro había empezado a salir con una ninfa y estaba de mejor humor. Tyler y Alice habían decidido retirarse, ya que alegaron no soportar bien todo el dolor y eso podía hacerles sufrir cambios peligrosos y descontrolados como lobos. Así que se habían retirado del Caldero, no sin antes decirle a Christian que, a pesar de las pérdidas, podía sentirse orgulloso de cómo había salido todo. Aunque pudo notar el dolor que sentían por Sam.

Sin embargo, Christian se acordaba todos los días de Nathan. Ya estaba acostumbrado a que no estuviese y había aceptado que había sido lo correcto, pero eso no mejoraba el hecho de que le echaba muchísimo de menos. Echaba de menos sus bromas y sus quejas, su manera única de ver la vida y de enfrentarse a las cosas. Sacudió la cabeza, intentando alejar aquellos pensamientos.

Salió del Refugio y se dirigió a Reikiavik. Había quedado en encontrarse con Verónica en el parque que habían visitado alguna vez. Tenía ganas de verla; ella era lo único bueno que tenía. Sin embargo, era consciente de que Verónica se había alejado un poco de él cada día desde el día de la batalla final. Estaba esquiva y pensativa, melancólica. Él lo entendía. De todos, el papel de Verónica había sido el más complicado y estratégico. Ahora ambos eran los Líderes de Magia y Verónica había estado haciendo un esfuerzo por llevar a algunos magos negros al Refugio con ella. Sin embargo, a todos los magos negros, incluida ella, se les veía incómodos con la situación. Siempre habían ido a su aire y el compañerismo con el resto de magos no encajaba en su manera de ser, por mucho que su actitud fuese pacífica.

Cuando llegó, ella ya estaba allí. La saludó con un beso, pero pudo ver que ella estaba fría y distante. No le dio demasiada importancia; Verónica tenía extraños cambios de humor. Sin embargo, compensaba con creces sus momentos buenos con los malos. Caminaron hasta encontrar un banco despejado de gente. El verano ya había llegado y había más personas por las calles.

Christian se fijó en que Verónica había estado todo el camino con los brazos cruzados y que apenas había pronunciado palabra. Cuando se sentaron, ella se puso en el otro extremo, guardando las distancias entre ellos.

Estaban sentados entre los brezales y las juncias, en un quejumbroso banco del camino que llevaba a la salida del parque. Verónica parecía nerviosa y Christian presentía que algo no iba bien, por lo que permaneció callado.

—Christian, creo que no puedo hacerlo —dijo ella al fin, rompiendo el silencio helador que se había instalado entre ellos.

—¿A qué te refieres? —preguntó él, completamente desconcertado.

—A esto. Creo que no puedo seguir. Con nosotros. Es demasiado difícil.

Christian, confundido, no podía pensar, así que solo acertó a decir:

—¿Por qué?

Ella no le contestó, simplemente cerró los ojos en señal de dolor. Observaron un abejorro que se movía entre las plantas. Pronto, se acercó a ellos. Al final, decidieron cambiar de sitio para evitar al insecto. Se instalaron en el césped que había un poco más allá.

Verónica le tomó la mano, y Christian pudo notar que temblaba.

—Yo no pertenezco al Refugio —continuó ella, dándole su ansiada respuesta—. Yo no soy así, me estoy convirtiendo en algo que no me gusta.

—¿Por qué dices eso? —preguntó él, totalmente sorprendido y extrañado ante aquel comentario.

Christian no lo entendía. Con todo lo que habían pasado juntos, con todas las cosas que habían compartido, ¿por qué decía aquello?

Dolía horrores, pero pudo ver que para ella tampoco estaba siendo fácil.

—Porque tu mundo no es mi mundo —lo miró a los ojos—. Yo no pertenezco al Refugio, a sus tradiciones, a su luz. No puedo soportarlo.

—Y, ¿yo no merezco la pena? —preguntó él, dolido como nunca antes lo había estado—. ¿No te importo más que eso?

—Me importas muchísimo y lo sabes de sobra —dijo Verónica, muy seria.

Entonces, ella echó su cabeza en su hombro, y él respondió abrazándola. Acercándose a su oído, Verónica le susurró:

—Me importas, pero tú siempre serás el líder de la Orden de Magia Blanca; y yo siempre seré la líder de la Orden de Magia Negra. Y, aunque yo no sea como mi padre, aunque yo no sea mala, no pertenezco a tu mundo. No pertenezco a la luz, por mucho que te pertenezca a ti.

—Pues no os quedéis en el Refugio, no pasa nada. Puedes vivir en el castillo con tu orden, pero lo nuestro no tiene por qué terminar. No lo entiendo, Verónica.

—No hace falta que lo entiendas.

Christian tomó su rostro, buscando una respuesta. Se miraron a los ojos, y una vez más se besaron. Fue un beso suave, tierno, lleno de amor y de dolor. Después, sus labios se separaron, pero sus rostros siguieron juntos, sus narices rozándose y sus ojos mirándose fijamente.

Entonces, los ojos violetas de Verónica se llenaron de lágrimas, que empezaron a resbalar tímidamente por sus níveas mejillas.

—No, por favor —dijo Christian—, no llores, por favor. Me mata verte así.

—Lo siento, no puedo evitarlo. Últimamente estoy muy llorona, no te preocupes.

—Pero... —Verónica no le dejó continuar.

—Y lo siento muchísimo, Christian —completó ella, aún con el rostro bañado en lágrimas.

Christian asintió con la cabeza en señal de comprensión. Tenía tal nudo en la garganta que se le perdían las palabras.

Verónica volvió a besarlo, pero él la apartó.

—Verónica, quiero seguir besándote, realmente quiero, pero no sé si deberíamos. Si de verdad esto es un final, quizás sea mejor que nos vayamos.

—Tienes razón, quizás sea mejor.

Christian se levantó y la tomó de las manos para levantarla a ella. Después, la abrazó y encajó su cabeza una vez más en su cuello.

—Vamos —dijo ella.

—Está bien. Te acompaño hasta el camino.

Fueron sin hablar, cada uno perdido en sus pensamientos.

Cuando llegaron al camino, se miraron una vez más.

—Espero que todo te vaya bien —dijo ella.

—Sí, yo también espero que te vaya bien —contestó él—. ¿Sabes que seguiremos viéndonos? Somos los Líderes de Magia.

—Lo sé, pero podemos tomarnos un tiempo hasta la siguiente reunión. Hasta que estemos... bien, por separado.

A pesar de lo que antes había dicho, Christian la besó de nuevo, el último beso.

Ella se deshizo del abrazo y dijo:

—Adiós, Christian.

Y tras eso, se giró y se marchó. Y él hizo lo mismo.

Ella lloraba de nuevo por la calle. Él sangraba por dentro.

Verónica subió los fríos peldaños de mármol grisáceo hasta llegar a la puerta negra que daba entrada a su castillo. Era de noche, y una vez dentro, subió rápidamente a su cuarto y cerró con llave, tras echar a Noche de la habitación. Necesitaba estar sola.

Se escondió tras las cortinas negras del dosel de su cama y, abrazada a su almohada, dejó que la primera lágrima rasgase su mejilla. Luego vino la segunda, la tercera y miles más. Perdió el aliento entre sus sollozos. Sus ojos no captaban más que imágenes borrosas. Pasaron las horas y el nuevo día se acercaba; pero llegó el momento en que sus lágrimas se secaron y su mirada, horrorizada, se fijó en un punto del techo. Se preguntaba cómo había podido llegar a eso, si ella no quería y nunca había querido. Si ella ni siquiera sabía lo que quería.

Pasaron los días y, poco a poco, fue dejando atrás los llantos. El tiempo ganaba la partida. Y, poco a poco, aprendió a ignorar el dolor hasta el punto de que creyó que no lo sentía. Y, entonces, le dolió no sentirlo. Se convenció de que era lo correcto y de que era necesario. Tal y como su padre le había explicado cientos de veces: Christian y ella nunca podrían estar juntos, eran demasiado diferentes.

Sin embargo, algo en ella había cambiado para siempre, como si el dolor de las experiencias vividas hubiese dejado una huella imborrable en ella. Como si el daño causado hubiese hecho mella en su alma. Como si hubiese madurado. Ahora que el juego había acabado, lo veía todo a través de un velo. Veía la vida reflejada en un espejo que le devolvía la realidad distorsionada.

Se preguntaba dónde estaría Christian, qué sentiría y si la echaría de menos tanto como ella a él.

Pero Christian no estaba mucho mejor. Con sus ojos azules empañados en lágrimas, miraba el casi eterno atardecer del verano islandés. No podía pensar con claridad en un nuevo día ni en un futuro mejor. Ni siquiera podía soñar con sus ojos violetas una vez más, ni con su gélida y armoniosa risa, ni con el tacto de sus dedos como témpanos de hielo.No se permitió dormir ni un segundo, porque entonces se acabaría el último día con ella, el último día en el que le había robado un beso a sus fríos labios. Entonces, el final sería demasiado real y parte del ayer. Así, permaneció despierto durante mucho tiempo, más del que nunca había estado. Pasaron las horas y los días hasta que, al igual que con Verónica, el sueño venció y el tiempo empezó a ganar esa batalla también.

Un día despertó y se permitió sonreír de nuevo, aunque ello le doliera horrores, aunque fuese una sonrisa triste. Tras pensar mucho, muchísimo, había empezado a comprender que había sido lo correcto. Los finales eran parte de la vida y las historias. Y su final había sido el más doloroso para la más bonita e imposible de las historias. Y, por algún azar del destino, él había tenido la suerte de protagonizarla junto a ella. Y su sonrisa no fue tan triste cuando recordó aquella fuente de los nombres del amor. Él la había escrito a ella, y estaba seguro de que ella le había escrito a él. Y, así, tuvieron su oportunidad y, aunque el cruel destino los separase, siempre tendrían esos momentos compartidos juntos que, probablemente, fuesen los mejores de sus vidas.

Se volverían a ver como futuros líderes de sus Órdenes, pero nunca sería igual. Porque, aunque fuesen almas gemelas, no existía un "para siempre", como ella le había dicho una vez. Porque el atardecer casi eterno perdió la eternidad ese día para él.

Nota de la autora:

La novela llega a su fin. Este es el último capítulo de Hielo violeta, a falta del epílogo, donde conoceremos un poco más de la nueva situación de Christian y Verónica. El epílogo lo publicaré este lunes. Sé que ha sido un final un poco triste, pero los pasos que han dado en su relación les han llevado hasta aquí. Espero que, aún así, os haya gustado.

¿Quién sabe si, algún día, en una segunda parte de esta novela, se encuentran por fin cómodos siendo quiénes son y estando juntos? Por el momento, no hay segunda parte porque esta historia ha sido concebida como una única novela... pero nunca se sabe :)

Quiero daros unas gracias infinitas a todos los que habéis leído esta novela, habéis comentado y apoyado cada capítulo.

Ya solo nos queda el epílogo, pero espero que nos sigamos leyendo por Wattpad :)

De nuevo, graciaaaaas infinitas!!!!

Crispy World

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro