Capítulo 3: La cueva
Christian aún desconfiaba de Nathan y no estaba muy seguro de querer seguirle más. Hacía rato que habían abandonado el pueblo, tomando senderos y caminos que Christian jamás había visto. A Nieve tampoco parecía gustarle demasiado, aunque era desconfiada por naturaleza. Gruñía cada vez que Nathan intentaba acariciar su suave pelaje. Al final, el chico rubio tuvo que desistir y, medio enfadado, caminaba lo más alejado posible de la loba.
—¿A dónde nos llevas? —preguntó Christian.
Nathan bufó antes de responder, mientras miraba con desconfianza a Nieve.
—A algún lugar donde podamos hablar tranquilos. El pueblo tiene oídos. Y, por lo que he escuchado últimamente, también tiene visitantes no deseados —dijo, frunciendo el ceño.
—¿Qué visitantes? —solo podía haber una respuesta a esa pregunta—. ¿Te refieres a la chica de los ojos violetas? —Christian sintió una punzada en el pecho.
—Yo no soy quién para responder a tus preguntas. Tendrás que esperar, chico —le hizo gracia que, de nuevo, le hablara como si fuera mucho mayor que él, a pesar de que aparentaba la edad de Christian.
Estaban llegando a una zona de ciénagas y pantanos. Christian, temiendo las reprimendas de su madre, se remangó los vaqueros arrugados en los tobillos, con la vana esperanza de que no se le mojaran. Envidió entonces el extraño atuendo de Nathan para las temperaturas que hacía: unos pantalones cortos de color marrón oscuro y una camiseta beige de cuello ancho y pico.
Las horas nocturnas se acercaban, y Christian temía que fuera demasiado tarde para regresar. Además, le preocupaba que Nathan no le acompañara de vuelta, y no pudiera recordar el camino. Dio gracias silenciosamente a Nieve por haberle acompañado en esa loca expedición.
—No te preocupes, chico, ya estamos llegando —dijo Nathan, mirándolo de reojo y temiendo que Christian no aguantara todo el camino de vuelta—. Tendrás que mejorar tu forma física, Christian.
Era la primera vez que le llamaba por su nombre, y Christian se preocupó del estado en el que debía estar para llegar a tales extremos. Tal vez tuviera que volver en el lomo de Nieve, ojalá hubiese crecido aún más rápido.
Escalaron a duras penas una pequeña ladera. La tierra estaba húmeda, debía de haber llovido esa tarde, y los pantalones y las botas de Christian se embadurnaron irremediablemente de barro. Empezó a maquinar alguna excusa que contarle a su madre. Solo se le ocurrían historias locas. Al final, acabó eligiendo aquella en la que Nieve se escapaba tras un zorro ártico, y él, Christian, héroe de la escena, convencía al lobo para que dejara ir al animal. Tal vez colara, aunque tenía sus dudas.
Entraron en unas cuevas invadidas por la negrura. A la poca luz que entraba de fuera, Christian vio cómo Nathan cerraba momentáneamente los ojos. Unos segundos después, las paredes se alumbraron. Había unas antorchas encendidas colgadas en las paredes, que Christian no había reparado en la oscuridad de hace unos segundos.
Pero entre antorcha y antorcha estaba lo fascinante. Había una historia narrada en dibujos y grabados. Eran dibujos antiguos, desgastados por el tiempo: en algunas partes las lluvias, el aire o cualquier fenómeno habían hecho que la pintura se borrase. Pero a pesar de ello, parecían contar una historia muy antigua.
—¿Qué es esto? —preguntó Christian, con los ojos brillantes a la luz del fuego.
—Sinceramente, Chris... Porque puedo llamarte Chris, ¿no?
—Llámame como quieras.
—Pues, sinceramente, Chris, no me puedo creer que no sepas nada de nada. Tus padres han tenido que ser informados, como lo son todos los padres.
—Ya, bueno, ¿me quieres explicar qué es esto? —Christian, de naturaleza impaciente, empezaba a ponerse nervioso.
Nathan parecía titubear, como si no supiera muy bien cómo contar lo que tenía que contar. Se preguntaba por qué siempre le tocaban las misiones difíciles. ¿Por qué no le tocaba ir a buscar a un chico simpático y agradable, con algún conocimiento sobre lo que eran ellos? No, le tenía que tocar un chico borde y de mal humor, totalmente ignorante de todo.
—Veamos... Esta es nuestra historia: la tuya, la mía y la de todos los que son como nosotros.
—Y, ¿cómo somos nosotros?
—Somos magia, seres mágicos —dijo, con más seguridad ya—. Y aquí se narra el origen de los tiempos. El principio de la magia. Mucho antes de que los humanos vinieran a Islandia, aquí ya existía la magia, chico. Nosotros ya estábamos aquí, siempre lo hemos estado.
Lo miraba fijamente, con sus ojos reluciendo de la concentración. Se giró y señaló el primer dibujo: unos seres, entre los que había algún humano, estaban inclinados.
—Estos son los primeros. Cuando la magia empezó a existir. Ellos son los primeros que se entregaron a los Dioses, en cuerpo y alma, a cambio del don de la magia —señaló el siguiente dibujo—. Y aquí, es cuando se les entrega a cada uno un color.
—¿Un color? —dijo Christian, sintiendo que se perdía, mientras veía las figuras dibujadas, cada una rodeada por un aura de un color diferente.
—Exacto. Hay magia de muchos colores. Yo hago magia blanca —dijo, evidentemente muy orgulloso. Miraba a Christian esperando alguna reacción, pero este no sabía qué decir. Al final, decepcionado, Nathan continuó—. La magia blanca es la más pura y noble de las magias. Y la más poderosa, excepto, tal vez, la magia negra.
—¿Y yo qué magia hago? —preguntó Christian, sin entender muy bien del todo.
—Tú haces blanca también —contestó Nathan, decepcionado. Christian tenía la sensación de que le estaba cayendo un poco mal—. Por eso me han mandado a mí. Recluto a la gente de nuestra Orden, ¿sabes?
—Y, ¿qué significa el último dibujo? —preguntó Christian, mientras miraba fascinado la última de las pinturas de la pared.
Nathan pareció contrariado. En el último dibujo se veía una pelea entre los diferentes colores. Un cúmulo algo caótico de colores se entremezclaba enfrentado a una masa negra.
—Ah, ese. Bueno, eso es una guerra —comentó Nathan, revolviéndose el pelo y desviando la mirada.
—¿Una guerra?
—Sí, una guerra. Se supone que aún está por llegar... pero no sé, tampoco me fiaría mucho, es solo un dibujo en la roca, nada más —parecía que le quería quitar hierro al asunto, como si no quisiera ser él el que le explicara eso—. Vamos, ya sabes lo suficiente, volvamos.
Christian no hizo más preguntas sobre aquel estampado en la pared porque veía que, claramente, Nathan no quería hablar de ello. Quizás porque no supiera muy bien qué era, o quizás porque era mejor que Christian no lo supiera. Pero para este último estaba claro que era algo importante. Le había dicho que solo era un dibujo en la piedra, pero todos los grabados lo eran. Si confiaba en el resto, ¿por qué no creerse el último?
Salieron de la cueva y comenzaron a caminar a la luz del eterno atardecer.
—¿Dónde voy a aprender magia blanca? —preguntó Christian, sintiendo que la excitación de la aventura que le esperaba por delante se apoderaba de él.
—¡Ah! Sí. En el Refugio de Magia Viviente —contestó Nathan, animadamente de nuevo.
—¿Qué es eso?
—Algún día te lo enseñaré. No hace falta que vengas a vivir con nosotros, pero pilla un poco lejos de tu casa. Háblalo con tus padres. En cualquier caso, te espero a primera hora mañana en la plaza del pueblo.
Nathan se giró, ya estaban en una zona conocida para Christian, y sabía que sería capaz de volver solo a casa. Cuando estaba dando los primeros pasos, Christian lo llamó:
—¡Espera!
Nathan se paró y lo miró, girando el cuerpo.
—¿Qué vamos a hacer mañana?
—Mañana seguiremos hablando de magia —respondió Nathan, con una sonrisa en la cara.
Nota de la autora:
¡Muchas gracias a todos los que estáis leyendo, porque Hielo violeta casi tiene 300 lecturas solo con dos capítulos! ❤️🔥❤️🔥❤️🔥
Espero que os haya gustado esta pequeña introducción al mundo de magia que nos espera por delante. Durante las primeras semanas de este libro, voy a estar publicando un capítulo a la semana, los sábados por la mañana, como hoy (excepto la semana que viene que estaré de viaje y publicaré el capítulo el viernes por la tarde). Cuando Hielo violeta tenga ya seis capítulos publicados, aumentaré la frecuencia de publicación.
Espero que paséis un bonito fin de semana :)
Crispy World
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