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Capítulo 28: Seducción


La noche llegó entre preparativos para la cena. Había sido un evento improvisado pero, por la disposición que presentaron todos los invitados a ir, Christian sospechó que el caprichoso Líder Rojo debía hacer cosas así a menudo. En el Palacio había cientos de sirvientes que corrían de un lado a otro, llevando la mejor cubertería y preparando todo tipo de comidas. Los cinco magos habían recibido unos trajes de gala con los que asistir a la fiesta. El de Christian era parecido a los trajes que llevaban allí todos: de color azul y con broches de madera. Su cuello estaba adornado por un pañuelo negro combinando con sus pantalones y zapatos. El traje de Nathan, sin embargo, era ligeramente distinto.

—¿Por qué yo tengo que ir con esto? —señaló con desesperación su traje, era una camisa verde fosforito y unos pantalones de campesino negros—. Si ha dicho mejores galas, ¿cómo puede ser esto elegante?

Christian no pudo evitar reírse ante la desesperación de Nathan.

—Tal vez tiene que ver con tu impactante actuación mientras montábamos en los dragones —sugirió Christian—. Seguro que lo has dejado impresionado.

—¡Que a uno no le guste montar en unos lagartos infernales y gigantescos no quiere decir que merezca cosas así! —dijo señalando a unos vuelos que caían de la camisa.

Christian siguió riéndose hasta que se encontró con Tyler, Alice y Verónica. Estaban los tres despampanantes con sus atuendos de gala. Tyler llevaba una sencilla rebeca negra sobre una camisa gris y unos pantalones negros. No iba vestido como un jinete por no haber podido cabalgarlo. Sin embargo, tampoco vestía como Nathan. Su look acentuaba su aspecto oscuro y peligroso. Quizás, su naturaleza lobuna. Al igual que el vestido de Alice: negro, ajustado y elegante pero sencillo. Sin adornos ni distracciones, tan solo para resaltar la belleza de la loba.

Sin embargo, lejos de lo que cabría esperar, Verónica no estaba vestida de negro. No, estaba vestida de rojo. Pura tentación. Christian estaba seguro de que el mismo Arthur había elegido todos y cada uno de sus atuendos. Y, en parte, se sintió orgulloso de que le hubiese permitido vestir como jinete. Aunque probablemente no tuviese más remedio que presentar en sociedad al Líder Blanco como alguien digno de tal vestimenta. Por muy mal que se llevasen, Arthur seguía siendo un Líder, y también un político que sabía cómo había que llevar las riendas de ciertos asuntos, al margen de los intereses personales.

Mientras se sentaban en la gran mesa que adornaba el comedor, en los asientos más cercanos a Arthur, como sus invitados de honor, Christian se preguntó qué anunciaría el mago. Estaba claro que sería su respuesta a si participaba o no en la guerra contra los magos negros, pero Christian jamás había llegado a formular tal petición. Sin embargo, fijándose en la complicidad que compartía con Verónica, se imaginaba fácilmente a esta susurrándole tal propuesta en su oído. Al fin y al cabo, para eso estaba ella allí, se recordó un celoso Christian.

Christian charló de asuntos sin importancia con la gente que le dirigía la palabra, mientras engullía toda la suculenta comida que tenía ante sus ojos. Algunos lo miraban con mala cara por comer con tan poca moderación, pero él se había propuesto probar un poco de cada plato. Al igual que Nathan, de manera que parecía que competían a ver quién resultaba más exagerado. Pensaban que sería divertido, ya que allí todo se exageraba. Sin embargo, tuvieron que frenarse ya que, de pronto, Arthur hizo chocar un tenedor con su copa de champagne, mientras pedía silencio y se ponía en pie.

Con una mano en su insignia, hizo un ademán con la cabeza antes de empezar el discurso.

—Queridos amigos e invitados, no os he convocado hoy aquí sin razón alguna, además de la de reencontrarnos, intercambiar saludos y pasar un buen rato. Al contrario que otras veces, hoy hay un motivo por el cual estamos aquí —hizo una pausa, de manera que un murmullo se levantó por la mesa, especulando qué motivo podría ser, pero Arthur volvió a pedir silencio. Se le daba de maravilla causar sensación, pensó con envidia Christian—. Como todos sabéis, una guerra se avecina desde hace tiempo. Una guerra contra los magos negros. El problema es que ya no se avecina desde hace algún tiempo. Hoy, ya es una guerra real. Una guerra que requerirá toda la fuerza necesaria, una guerra que necesitará a todos las Ordenes que un día sellaron el Refugio. Una guerra que precisará de nuestra magia. Hoy os he convocado aquí para pedir vuestra ayuda oficial —terminó su discurso y se sentó, seguido de una salva de aplausos.

Los magos rojos estaban con ellos.

Después de la cena comenzó algo parecido a un baile, solo que nadie bailaba. La gente se movía de un lado a otro y, de vez en cuando hacían algún paso, pero la mayor parte se reunían en corros con una copa en mano y dispuestos a intercambiar cotilleos y ponerse al día. Definitivamente, aquel era un pueblo raro, pensó Christian. Arthur se acercó a un grupo de chicas con muchas copas en las manos y las invitó a las bebidas, mientras comenzaba lo que Christian supuso como un juego de seducción. Se acercó a Verónica, la cual estaba levantándose de la mesa.

—¿Celosa, Princesa de Hielo?

Verónica se dio la vuelta y lo miró a los ojos con cara de asco.

—¿En serio, Christian? Porque a mí me da que el celoso durante este viaje has sido tú.

Christian se echó a reír amargamente.

—Solo señalo que se te ve muy a gusto con él y, que ahora que no te hace caso, tal vez lo echabas de menos.

—Christian, escúchame —dijo, arrastrándolo fuera de la habitación—. Esta era mi misión, así que no me eches nada en cara.

—No lo hago —se excusó él, al ver su furia.

—Esta ha sido mi vida, así que no te sorprendas. Llevo toda la vida haciendo justo esto que me has visto hacer estos días: cautivando gente, engañando y mintiendo. Esto no ha sido nada comparado con otras cosas. ¿Crees que a mí me gustan estas misiones? —eso no se lo había planteado y empezó a sentirse estúpido.

—Pero... tú... él... parecías llevaros bien de verdad.

—Y así es, Christian. Es la primera vez que no me importa cumplir una misión de este tipo. Tras la fachada de apariencia, Arthur es una buena persona. No me importaría estar con alguien como él. Pero, ¿sabes qué? Por desgracia, él no eres tú. Y, aún así, no pertenezco a nadie. Nadie. Y no tengo tiempo para estúpidos romances. De ningún tipo, Christian.

Él captó el mensaje. Quería que la dejase a su aire. Verónica se marchó de nuevo al salón de baile y Christian reflexionó sobre lo duro que debía ser todo para ella. Traicionando a los suyos, siempre mintiendo y engañando.

Decidió no volver a la celebración y se retiró a su habitación en el Palacio de Invitados. Estaba demasiado abrumado para pensar en nada, así que se tumbó en la cama, observando una vez más la daga. Se estaba quedando ya dormido cuando de sus labios salió una palabra.

—Alatush...

La daga brilló intensamente y Christian sintió la magia y el poder que emanaban de ella. Había encontrado la llave.

Significaba "violeta" en el idioma antiguo.

Nota de la autora:

Este ha sido el último de los capítulos en Ciudad Dragón. ¿Qué os ha parecido?

Os dejo la ficha de Michael (el que los recibió en Ciudad Dragón) que, aunque sale poquito, le he preparado una:

Recordad que no habrá capítulo nuevo hasta el miércoles que viene, ya que esta semana he cambiado el calendario de publicación a lunes y miércoles. La semana que viene volvemos a los miércoles y sábados, como siempre.

¡Feliz semana!

Crispy World

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