Capítulo 1: Callejones mágicos
Christian se encontraba sentado entre los brezales y las juncias, absorto en el eterno atardecer. De vez en cuando, algún insecto se colaba en su campo de visión, y su mirada lo seguía hasta que se perdía de vista en el cielo anaranjado.
Desde su posición privilegiada en la cuesta de una colina, podía observar una vasta extensión de terreno, abarcando un pequeño bosque de coníferas y un extenso prado limitado por otro pequeño bosque, esta vez de álamos. Allí era dónde había crecido. Todos sus recuerdos de la infancia estaban entre las tonalidades de los distintos verdes, marrones y naranjas que configuraban aquel paisaje.
—¿Qué pasa, pequeña? —dijo, acariciando a una pequeña loba ártica que se acercó. Se acomodó en sus piernas y empezó a lamer las manos de Christian, que notó que crecía demasiado rápido—. ¿Tienes hambre, Nieve? —preguntó, sacando del bolsillo la comida que había guardado.
La modesta cabaña de Christian se alzaba unos metros más allá de la colina. Era una estructura simple, perdida en medio de colinas y montañas, pero lo suficientemente cerca del pueblo para desplazarse a pie. Con una sola planta, albergaba de manera desordenada dos habitaciones, un salón con cocina incorporada y un baño. Sin embargo, para Christian y sus padres, que la habitaban solos, parecía ser suficiente.
—¡Christian!
La voz de su madre lo llamaba. Se levantó mientras ofrecía los últimos bocados a la hambrienta loba. Nieve no vivía con ellos. Christian había dado con ella entre los pequeños bosques y, a pesar de saber que se volvería feroz al crecer, había sentido la necesidad de protegerla. Pero sus padres en seguida le habían puesto pegas a que un lobo compartiese el mismo techo que ellos. Al final, habían llegado a un acuerdo: Christian dejaría libre a Nieve, pero podría enseñarle a acudir a ellos. Siempre le proporcionarían comida y sustento, y le curarían si estaba herida. Como parecía la mejor solución, Christian había aceptado rápidamente.
No tardó en llegar a la casa, con Nieve saltando a su alrededor. Su madre lo esperaba en el umbral, apenas visible con su pequeña estatura y su rubio cabello. Una sonrisa amable adornaba su rostro mientras se ajustaba el pañuelo naranja al cuello. Christian, mimado por ser hijo único, mantenía una relación cercana con sus padres, quienes lo cuidaban como a un tesoro. Aunque, a veces, esto irritaba a Christian, no tenía la rebeldía suficiente para enfrentarse a ellos. Si algo no le gustaba, era causar sufrimiento a otros.
—Toma, hijo —su madre le entregó una lista apresurada en un papel—. Ve al pueblo y compra esto.
Christian aceptó sin objeciones. Hacía ya unas semanas que había comenzado las vacaciones y cualquier cosa era buena para matar el aburrimiento. Partió con Nieve siguiéndolo, saltando de un lado a otro.
En media hora, llegó a las primeras piedras del pequeño pueblo. El camino lo había cansado, y sentía que perdía forma física. El sendero, lleno de rocas y obstáculos, no facilitaba el caminar, ni siquiera para alguien en buena forma.
La primera tienda que encontró fue un supermercado donde debía comprar los alimentos para la cena. La dependienta, conocida suya, lo atendió con evidente aburrimiento: parecía ser su primera venta del día. El pueblo, desolado en esas fechas, permitía escuchar el eco de sus pisadas mientras se dirigía al herbolario en la otra punta del pueblo que, por otro lado, no estaba tan lejos. La mayoría de los habitantes aprovechaba las vacaciones para abandonar el árido lugar y dirigirse a costas más cálidas, como las del Mediterráneo.
Pero a Christian le encantaba cuando el pueblo estaba vacío. Lo sentía como su territorio. Caminaba por las calles como si fuera el dueño, recordando cómo de pequeño saltaba de banco en banco con una rama como espada, gritando sus aventuras, convencido de que nadie lo escucharía.
No tenía muchos amigos, pero eso no le preocupaba. Mantenía relaciones cordiales con sus compañeros, asistía a fiestas y compraba regalos. Pero no iba más allá. A Christian no le importaba; le costaba encajar, pero sabía que llegaría el día en que lo haría. Porque él era diferente.
Y ese era un tema del que no hablaba con nadie: la magia. Desde que, a los cinco años, vio desvanecerse a un hombre en la plaza principal, supo que la magia existía. Aunque comenzaba a dudar. Después de once años, no había vuelto a ver nada similar. Empezaba a aceptar la versión de sus padres: todo había salido de su rebosante imaginación, fruto de sus fantasías. Aunque, poco convencido, había aceptado esa versión de la historia con los años.
Hasta que ese día todo cambió.
Un grito en medio del silencio lo alteró. Corrió por los pequeños callejones del pueblo, guiado por una sensación de valentía que desconocía hasta ese momento.
Y, entonces, la vio: una chica, quizás un poco mayor que él, con cabello oscuro y ojos violetas que brillaban. Su rostro, aunque menudo, era hermoso y emanaba poder, elegancia y seguridad. Cuando ella se giró hacia Christian, esbozó una misteriosa sonrisa, como si hubiera descubierto algo que le causaba gran ilusión.
Algo extraño ocurrió: el tiempo pareció suspenderse por un segundo. Luego, la chica se envolvió en la falda de su largo vestido negro y desapareció, sin articular palabra y con un pequeño destello.
Entonces, Christian notó a alguien tirado en el suelo.
—¡Alan! —exclamó, acercándose a él corriendo—. ¿Estás bien?
Alan asintió, incorporándose poco a poco. Le explicó que la chica lo había atraído hasta ese callejón y lo había dejado inconsciente con un golpe. Alan se sonrojó al contarlo.
Christian no le dio importancia, absorto en sus pensamientos, mientras lo acompañaba a casa y completaba sus recados. Sabía que esa chica no lo había dejado inconsciente con un simple golpe.
Ella había usado la magia, y él, al fin, tenía su prueba.
Nota de la autora:
¡Feliz Año Nuevo!
Como Nuevo Mundo está acercándose cada vez más a su final, os dejo por aquí el primer capítulo de Hielo violeta. ¿Qué os ha parecido la relación entre Christian y Nieve?
Dentro de poco sabremos más de esa misteriosa chica de ojos violetas (que le da nombre al libro) y de todo eso de la magia... Si te ha gustado el inicio del libro, dale una estrellita y guárdalo en alguna de tus listas.
Nos leemos!
Crispy World
PD: os dejo una imagen de Nieve a ver qué os parece
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