🍨 CINCO 🍨
· Seokjin -> 11 años
· Namjoon -> 9 años
· Jimin -> 8 años
· Jungkook -> 7 años
El mediano de los hermanos miraba al menor de todos preocupado. Últimamente lo único que hacía era sentarse en la ventana o escucharlo a él cantar. Era desolador como se había pasado de ser un niño alegre y juguetón a aquel niño melancólico y pausado, como si se hubiera detenido en un momento de su vida y no quisiera continuar o algo le retuviera a ello.
Jimin no sabía que hacer. No encontraba solución al problema de su hermano porque, para empezar, no sabía cual era el problema. Antes se lo contaban todo. No había cosa que el menor no le contara. Y era extraño porque eso de dejar de contar las cosas debería comenzar a pasar en la adolescencia, no con siete años, en plena infancia.
Solo había una cosa que pudiera hacer; pues por más que preguntara a Jungkook, él siempre decía que no le pasaba nada y estaba bien aunque los dos sabían que era mentira. Jimin buscó al mayor de sus hermanos por toda la casa hasta dar con él en la cocina. Nunca había entendido esa afición suya por cocinar y realizar junto a ellos las tres comidas del día. A ninguno de ellos les servía para nada y tampoco podían saborear la comida.
Le contó lo que había estado notando en Jungkook, preocupado, aunque este también debería de haberlo notado. Y en efecto lo había hecho. La situación del menor de la casa no era ajena para ninguno de los que vivían en ella.
Tras indicar que él hablaría con el menor, Seokjin subió a la habitación compartida de sus hermanos y allí se encontró a quien buscaba, mirando por la ventana melancólicamente. Se acercó lentamente y le tomó por la cintura. El contrario se sorprendió y se giró para mirar extrañado a su hermano mayor.
- ¿Pasó algo hyung? - peguntó con su dulce voz infantil.
- Eso te iba a preguntar yo a ti - respondió Seokjin mirándole preocupado.
- No entiendo. Estoy bien.
- Por favor, no vuelvas a mentirnos. Ni a mí ni a tu hermano. No estás bien y eso nos preocupa. Cuéntanos lo que te pasa, note guardes las cosas. Eres muy pequeño para empezar a hacer eso, además de que a ninguna edad es bueno. Si no es a mí, cuéntaselo a Jimin o incluso al señor Yang. Pero tienes que contarle a alguien si hay algo que te hace sentirte mal. No vas a solucionarlo quedándote de brazos y llorando solo. Eso solo te hará sentir peor. Y poco a poco ese sentimiento aumentará hasta hacerse insoportable. Y no quieres eso ¿no?
Jungkook negó con la cabeza bajando la mirada. Su hermano tenía razón. Abrazó fuerte a Seokjin comenzando a llorar. tenía razón, pero no sabía que hacer. Si se lo decía le reñirían y tampoco quería eso, le haría sentir mal por no haber podido evitar desobedecer una de las normas de la casa, la más importante. Ahora entendía porque se lo habían prohibido. El exterior era malo y si tenía contacto con algo de fuera se obsesionaría tanto con ello y con salir que acabaría saliendo y hasta podría desaparecer de la existencia. Además de que olvidaría lo que él ya tenía.
Seokjin le subió en sus brazos y le acarició la espalda, dejándolo llorar. El pequeño se agarró con sus cortas piernas de su cintura. Por encima del hombro del mayor pudo ver a Jimin observándolos preocupado tras el marco de la puerta. Les había hecho daño, les había hecho preocuparse. Era un niño malo. No se había dado cuenta de que ya tenía más que suficiente. Él era feliz con sus hermanos y tenía los mejores del mundo. Se prometió no volver a hacerles daño.
El reloj sonó dando las doce. Una alarma se activó en la mente de Seokjin. Había quedado en ir a la casa de Namjoon. Miró a su hermano menor y le besó la frente, para luego meterle en la cama.
- Ya es hora de dormir. Tú también Jimin, sé que estás ahí - dijo mientras arropaba a Jungkook.
- Sí, hyung - respondió el mediano metiéndose en su cama. Seokjin le arropó también y le besó la frente. Les deseó buenas noches y salió de allí.
- Jimin-hyung - susurró el menor.
- ¿Sí? - contestó el otro en el mismo tono.
- Lo siento por preocuparle.
- No pasa nada, kookie. Es normal que nos preocupemos. Es porque te queremos mucho. Pase lo que pase, nos preocuparemos por ti siempre. No es algo malo.
- ¿Puede cantarme una canción para dormir?
- Claro.
Seokjin sonrió tras escuchar esa conversación de sus hermanos. La voz del mediano llenó el aire mientras cantaba y él salió sigilosamente de la casa. Cerró los ojos y visualizó un mapa del pueblo. Nunca había estado en él; pero podía sentir la presencia del resto de las almas que vivían en el, cada una en sus casas, dispuestas a irse a la cama. Buscó la de su chico favorito y siguió esa presencia en su mente hasta llegar a una casa adosada de dos pisos.
Miró a todos lados, buscando que nadie le viera. La luna era la única testigo, acompañada de las estrellas. Saltó la valla que rodeaba la casa y luego pegó otro salto que le subió al tejado. Volvió a mirar a todos lados. No, nadie le veía. Sacudió la cabeza, nadie le podía ver tampoco; se había olvidado de eso.
Bajó por el tejado y aterrizó en el balcón de la habitación de Namjoon, al otro lado de la casa. Observó como el menor dormía plácidamente en su cama. Era una vista hermosa. Su pecho bajando y subiendo lentamente, con sus párpados cerrados. No quería despertarlo, pero tampoco quería que pensara que lo había abandonado.
Dio unos golpes a la ventana, suavemente. No se despertaba. Golpeó un poco más fuerte, pero seguía sin despertarse. Sí que tenía un sueño profundo. Golpeó con todas sus fuerzas y por fin el niño se despertó.
Miró a todos lados asustado hasta que le vio. Seokjin solo saludó con la mano y sonrió. Namjoon bostezó tapándose la boca y se estiró. Se levantó de la cama rascándose los ojos con su puño por el sueño y abrió la ventana que daba al balcón para que pudiera entrar. Una brisa fría entro con el mayor, haciendo que el otro temblara de frío y cerrara rápidamente la ventana.
- Es muy tarde, hyung - dijo con voz soñolienta Namjoon mientras el otro observaba la habitación negra y blanca de este.
- ¿Por qué estos colores tan fríos?
- El negro es mi favorito. El blanco era por estética. No sé. Me gusta así.
- Siento no haber llegado antes, tuve problemas en casa. No quería que pensaras que me olvidé de ti - se giró hacia él y guiñó un ojo, ganándose un leve sonrojo por parte del menor; aunque debido a la poca luz no pudo verlo, cosa que alivió al otro.
- No pasa nada, hyung. ¿Quiere algo de beber o de comer?
- No, estoy bien. Sin embargo... Pensé que como estarás solo, vas a comer todos los días comida pre-cocinada y eso no es muy saludable; así que te traje comida que cociné yo mismo. - señaló la mochila que tenía a la espalda - Si tus padres preguntan diles que la cocinaste tú. ¿Te dejaron dinero para compras?
- Sí.
- Pues diles que lo pagaste con ese dinero y no les devuelvas todo. Así tendrás dinero par tu futuro.
- Gracias, hyung. en serio.
- No es nada. Ahora dime donde puedo dejar la comida.
El menor asintió y le llevó hasta la cocina, donde con su ayuda, guardaron todo en el frigorífico en unos tapers para que nos e estropeara. Lo único que dejó el mayor fuera, fue un pequeño pastel que había preparado especialmente para dárselo aquella noche. Se sentaron en el sofá del salón; uno enfrente del otro, y le ofreció el pastel.
- Es para ti. Cómelo y dime que tal está.
El menor asintió y tras agradecerle, pegó un pequeño mordisco a esa pieza de hostelería preparada por Seokjin. Abrió mucho los ojos sorprendido. El sabor del chocolate en la masa esponjosa se derretía con el chocolate blanco que llevaba dentro. Estaba delicioso. Y así se lo expresó al mayor que sonrió feliz por saber que su comida estaba tan buena como la describía Namjoon.
Le estrechó entre sus brazos y sonrió observando como lo comía todo de un bocado rápidamente y preguntaba por más. Era adorable.
Luego de eso volvieron a la habitación del menor, pues el otro le recordó que debía dormir. Le arropó como había hecho con sus hermanos, pero con cuidado de que sus pieles no se rozaran.
- Hyung - susurró Namjoon - ¿Me cantarías una canción para dormir?
Seokjin se sonrojó. Nunca había cantado para nadie que no fueran sus hermanos, así que estaba nervioso por si a el pequeño no le gustaba su voz.
Aún así, no podía resistirse a esa tierna mirada. Asintió y cogió una silla para sentarse y comenzar a cantar. Le habría gustado acariciar su rostro, darle mimos mientras cantaba; pero se conformó por ver como cerraba los ojos con una feliz sonrisa que provocaba unos pequeños hoyuelos en sus mejillas. Era una bonita imagen que grabaría en su memoria como un tesoro.
Después de comprobar que se había dormido, se mordió el labio al no poder evitar desear realizar el acto en que pensaba. Se acercó a él lentamente y, poniendo la la sábana encima, besó suavemente su frente. Se separó para comprobar que no lo hubiera despertado. Es verdad; tenía el sueño profundo, no lo haría.
Sonrió para sí y colocó la sábana de nuevo para luego irse. Lo que no sabía era que en realidad el menor estaba despierto y totalmente sonrojado por el acto del mayor, aún con los ojos cerrados. Se prometió jamás olvidar aquello.
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