9 | Empezar de cero
Jonathan Miller
California, Los Ángeles, 14 de septiembre de 2030.
Hace ocho años.
En realidad, él no era contador, ya no más, ahora era un empresario importante y para nuestra mala suerte, un empresario con bastante poder, ser contador solo fue el empujón que necesitaba para subir de rango y que su carrera despegara, aquello que le facilitó más la vida y quizá, algo que terminó volviéndolo más histérico que antes; mi padre siempre había querido tener poder, saber que las cosas estaban siendo controladas por él lo hacía sentir mucho mejor, sobre todo porque de esta forma él creía que nada le pasaría, no cuando era el quien movía las piezas a su antojo.
Era el rey, escondiéndose detrás de todos, siendo el más importante y al mismo tiempo, el más débil, así que manda a sus peones a mancharse las manos por él —lamento la analogía, adoro jugar ajedrez —incluso desde pequeño quería tener poder, mi abuela decía que era un niño bastante ambicioso y controlador para su edad. La presión que ejercía sobre mí para que fuera contador venía de que, en su experiencia, ser contador hará que por alguna extraña razón de un salto y llegue al poder.
Así ha sido siempre, generación tras generación, creo que no existe tal salto de suerte, no tantas veces, solo bastó que un Miller tuviera suerte y adquiriera los contactos necesarios, entonces, y solo entonces, el resto de generaciones seguirían los mismos pasos con la diferencia de que, al conocer nuestro apellido, ellos nos ayudarían a dar ese salto hacía el poder, como verán es un privilegio heredado, no se trata de suerte y en ocasiones, ni siquiera de tu talento, pregúntale a un desconocido en la calle por el apellido Miller y lo relacionarán de inmediato con empresarios importantes, tendrías que vivir debajo de una roca para no conocer a uno.
Mi padre a menudo me decía que el apellido venía acompañado de poder, riqueza y reconocimiento, su comentario sonaba bastante estúpido en mi opinión. No se lo digan o me dará otra golpiza.
Ah, sí, las golpizas, mi tema favorito, no hay mucho que decir, todo se resume a esto:
1.- Papá golpeaba a mamá.
2.- Mamá no se defendía.
3.- Dejó de golpearla cuando encontró un nuevo pasatiempo: yo.
¿Lo ves? Muy sencillo y fácil de entender.
Y la verdad es que todo comenzó cuando tenía 7 años, yo me creía al muy valiente y un día papá llegó borracho y molesto, eran siempre esas dos cosas las que provocaban que se lanzará como animal y soltará golpes, no trato de justificarlo, pero fuera de eso, hasta parecía que me quería; el punto es que un día comenzó a gritarle a mi madre ¿Qué porque no hacía nada? Me pregunté lo mismo por años, al final solo me dijo que mis abuelos, maternos claro, estaban pasando por una crisis económica muy fuerte y que gracias al dinero que estaba ganando mi padre podía ayudarlos, venía de la india y el lugar donde se crío tenía muchas limitaciones, apenas logró salir de ahí por contactos de un amigo suyo, encontró trabajo, conoció a mi padre y heme aquí, ese dinero que enviaba bastó para que mis abuelos pudieran vivir aquí en los Ángeles.
Mi padre se molestó al enterarse así que de poner una demanda o algo por el estilo ese dinero dejaría de llegarles y entonces estarían en problemas, ya eran un poco viejos, las empresas no los contrataban así que mi madre era toda la ayuda que recibían, ellos insistían en que ya no era necesario seguir enviando dinero, que podían vivir de una manera decente con lo que tenían, mi madre como buena hija quiso llenarlos de todas las comodidades posibles, es por eso que no hizo nada para alejarse de mi padre.
Ja, ¿creíste que por ser 2030 ya no había violencia? Quisiera ser tan optimista como tú, no importan los días, años o siglos que pasen, no puedes erradicar el mal.
Bueno, sigamos con esto, esa noche que papá llegó ebrio le gritó a mamá y escuché que algo se rompía, estuvo a punto de golpearla cuando me metí en medio de ellos y fui yo quien recibió el impacto, me mostré fuerte y al ver que no me movía decidió descargar su ira conmigo obligando a mi madre a que se fuera, ella no quiso hacerlo claramente, no sé de donde tomé fuerzas y le grité que se alejara, asustada o nerviosa por lo que pudiera pasar, lo hizo, se fue.
Ahí con toda la ira del mundo empezó a golpearme y a maldecir, al parecer había tenido un mal día en el trabajo no lo sé, las marcas del cinturón serían bastante notorias para mañana, pero en este momento no me importaba porque al menos mamá estaba arriba y no era ella quien recibía los golpes. ¿Qué si lo sentí? Me dolió hasta el apellido, tan solo tenía siete años.
Al día siguiente nuestro día transcurrió de manera normal, él lucía tan feliz como siempre y hasta nos había invitado a cenar, era medio bipolar sin duda.
Dejando ese triste recuerdo, hoy es mi cumpleaños número trece, mis papás habían estado organizando una fiesta a donde solo asistirían los hijos de las personas que estaban a su cargo, pasé años a lado de esos chicos y eran lo más cercano que tenía a unos amigos. Nuestra casa era grande, elegante, teníamos dos cerezos frente a ella, un pasillo hacía la entrada llena de luces, ventanas inmensas y en el segundo piso un estudio con balcón, fue construida estratégicamente en un lugar donde no tuviéramos que lidiar con tantas personas, a mi padre le gustaba la privacidad, no era una tarea sencilla, después de todo son Los Ángeles, bueno era nuestro último día aquí, nos mudaríamos a... no recuerdo el nombre, pero es lejos eso es seguro.
—Pide un deseo —se inclinó a susurrar Charlie, un chico con el que me llevaba bien, él también se mudaría dentro de poco.
—Pero no lo digas en voz alta o se arruinará —comentó otro chico.
—Vamos, pide tu deseo —mencionó una chica.
Deseo que todo esto acabe y algo bueno suceda.
Nunca hay que perder la esperanza, sabias palabras de mi madre, ingenuas tal vez, pero sabias a final de cuentas.
Tras soplar la vela del pastel todos empezaron a aplaudir, felicitándome por la nueva etapa que me esperaba, trece años. ¿Qué etapa? Lo único que hacía era estar en casa, ir a la escuela, pasear por la empresa o estar en mi habitación, esa era la rutina; observé a mi alrededor y siendo sinceros, era un poco deprimente el ambiente, las personas que aplaudían eran los padres, socios de mi padre, vistiendo con sus costos y pulcros trajes y sus caras antipáticas, sus hijos, una copia de ellos, pero enanos.
Aun así, traté de disfrutar la fiesta cuanto pude, abrí los regalos. ¡Wow! ¿Qué haría con tantos trajes? ¿Eso era una calculadora? Y una corbata, no cabía de la emoción, era claro que me sentía el chico más afortunado del mundo entero. Esbozar una sonrisa cada vez se volvía más complicado.
—¿Estás feliz? —pregunta Charlie con una sonrisa.
—No imaginas cuánto.
Ya habíamos hecho lo que se hace usualmente, comer, partir el pastel, abrir regalos, buenas noches estoy cansado, hubiera sido bueno que la fiesta se acabara por eso, en cambio, uno de los hombres se había ido al estudio con papá y él bajó hecho una furia, les pidió a todos que se marcharan diciéndoles que teníamos que hacer un par de cosas, tan pronto como las personas abandonaron la casa él empezó a gritar que esto estaba mal y que toda la gente que trabajaba con él eran un bola de idiotas incompetentes.
Sí, yo tampoco querría que fuera mi jefe.
—¡Es que esos malnacidos han arruinado uno de los tratos más importantes que tenía! —gritó como si nos importara mucho el motivo de su enojo.
—Cielo, creo que deberías calmarte —colocó su mano en su hombro.
Mala idea.
—¿Y tú que carajos haces? ¿Crees que con un poco de amor ya no estaré molesto? ¡Esa mierda no sirve, Caty!
Chicos, ella es Caty, mi madre. Mamá, los lectores.
—¡Es que todo quieres arreglarlo con amor maldita sea! —la empujó con brusquedad.
—¡Oye, cálmate! —grité—. Que tengas un día de mierda no es nuestra culpa —no lo pensó dos veces y me abofeteó.
—¡¿Y tú qué carajos vas a saber?! ¡Esa no es forma de hablarle a tu padre! —me sujetó de los hombros y me arrinconó en una pared aventándome con fuerza—. Creo que necesitas un poco de corrección.
Y lo único que se escuchó en la casa fueron sus gritos, ya ni siquiera podía quejarme demasiado porque si no me iría peor.
* * *
Hover.
3 Meses después
Quizá Dios o el universo me habían escuchado por primera vez porque al fin algo bueno había sucedido, después de que los «incompetentes» trabajadores de papá arruinaron su trato, él tuvo que quedarse a arreglar todo el desastre que hicieron así que mi madre y yo nos encargamos de la mudanza y todo eso, la casa que habían escogido para mi sorpresa no era nada comparado con la que teníamos, seguía siendo de dos pisos, pero lucía más... hogareña, era linda, pero me asombraba que mi padre hubiera accedido a esto ya que él tiene que presumir todo el tiempo la fortuna que posee, además, había más casas alrededor y justo frente a mi ventana se encontraba la ventana de la habitación de nuestra vecina, por suerte el cuarto de mis padres estaba cruzando el pasillo así que sería imposible que me escucharan cuando hablaban con ella.
Nos llevábamos bastante bien, desde la primera vez que la vi llamó mi atención, era un poco más baja que yo, con el cabello rubio alborotado, ojos cafés claro y la sonrisa más linda que hubiera visto, esta chica transmitía alegría; la semana después de instalarnos su familia vino a darnos la bienvenida al vecindario con un pay, la hija de los vecinos y yo nos volvimos buenos amigos desde ese entonces, pasaba casi todo el tiempo con ella, me encantaba.
—Tienes que decirle —insistió—. Al menos a tu madre, si es lo que quieres debes hacerlo.
Nos encontrábamos sentados en el césped frente a mi casa, recargados en la corteza de un árbol
—¿Y si se molesta? Será mi madre y lo que quieras, pero ¿qué tal que ella también quiere que termine siendo abogado?
—Jonathan.
—Sandra.
—Solo ve y habla con ella, por favor —sostuvo mi mano y puso los ojos de perrito regañado—. Vamos, inténtalo.
—No.
—Por favor.
—No —sentencié.
—¿Por qué no? —chilló.
—¿Quieres ir a mi funeral? Porque terminaré metros bajo tierra tan pronto comparta esto con alguien que no seas tú.
—¿Y si a tu mamá le agrada la idea?
—¿Y si no?
—¿Y si sí?
—Pero ¿qué pasaría si no?
—¡Deja de darle vueltas al asunto, solo ve y dile!
—Ya te dije que no haré eso.
—Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, hazlo por mí —pidió y me quedé callado —Por favor, por favor, por favor.
—¿Si digo que lo haré dejarás de decir «por favor»?
—Obviamente, pero como no veo que te levantes para ir a tu casa tendré que seguir haciéndolo, por favor, por favor, por favor.
—¡Bien, lo hare!
—¡Sí! —aplaudió—. Avísame cómo te ha ido eh.
—Eres muy molesta.
—Y tú insoportable, nos complementamos bien.
Sandra había llegado como la respuesta a un deseo que pedí, fui afortunado de conocerla y en verdad me la pasaba muy bien con ella, no tenía que fingir ni ser alguien que no quería con ella, a su lado me sentía libre.
Entré a la casa temeroso de lo que fuera a ocurrir, mi mamá estaba sentada en el sofá leyendo, me detuve un momento a observarla, sí que nos parecíamos, la piel un tanto morena, nariz respingada, los ojos claros, ella prestó toda su atención en mí cuando me vio de pie.
—¿Ocurre algo, cariño?
Muchas cosas en realidad, pero vayamos a lo importante.
—Sí, bueno, quería ver si tenías tiempo para charlar.
—¿Pasa algo malo? —intentó disimular su preocupación, pero la conocía bien.
—Sí, bueno no, no sé si es malo o no —debía calmarme—. ¿Podemos hablar?
—Claro, siéntate —hizo espacio en el sillón para mí.
Y ahí pasamos alrededor de una hora charlando, expresándonos y siendo sinceros el uno con el otro, sentí un gran alivio cuando ella me dijo que no debía avergonzarme por esto, que ella lo apoyaba completamente y que si realmente era lo que quería hacer debía luchar por ello, de todas las locuras que tenía en mente ella siempre era la primera en apoyarme, la única, a decir verdad.
¿Y Sandra qué?
Bueno, ella también.
—Así que músico, ¿eh? —asentí.
—La escuela tiene un taller de arte y música, llamó mi atención el piano y lo empecé a tocar, no tenía la más mínima idea de lo que hacía, un maestro se acercó hace unas semanas conmigo, me enseñó un par de cosas y las aprendí rápido, dijo que tenía potencial.
—Y no lo dudo, la verdad es que yo no te veía como contador —confesó—. Creo que es lo más aburrido que podría hacer alguien como tú, siempre has sido una persona creativa, llena de ideas, no te imagino encerrado en cuatro paredes de por vida.
Pero sí encerrado en un escenario, la idea sonaba mejor.
—¿Significa que puedo seguir con las clases? —esperaba ansioso la respuesta.
—La pregunta me ofende, cariño, por supuesto que sí, tenemos suerte de que el problema en la empresa haya sido tan grande que tendremos que pasar más tiempo sin tu padre en casa.
—¿En serio?
—Dios, Jonathan, disimula un poco tu emoción —bromeó.
—Es que me has dado una de las mejores noticias del mundo.
—Y aún faltan más.
—¿De qué se trata?
—Tengo un regalo para ti
—Pero mi cumpleaños...
—¿Por qué debería regalarte algo solo en una fecha especial? Está en tu cuarto, vamos.
Y sin saber muy bien qué esperar la seguí hasta mi recamara, en la cama se encontraba un teclado precioso, era de un tamaño bastante normal, pero yo lo veía inmenso, mamá me observó esperando mi respuesta, hasta empezó a morderse las uñas, no sabía qué hacer, me había quedad en shock. ¿Esto era real?
—Si no te gustó puedo...
—Me encanta —hablé tan bajo que seguro no me escuchó.
—¿Johnny? —me giré para abrazarla con fuerza.
—Muchas gracias —derramé un par de lágrimas—. No sabes cuan feliz me has hecho, esto... esto significa mucho, demasiado para mí y que me apoyes es todo lo que necesito —acarició mi cabeza con delicadeza.
—Lo único que quiero es que seas feliz —besó mi cabeza—. Hagas lo que hagas, gracias por contármelo, hijo.
Un segundo, se lo había dicho hace tan solo unos instantes, dudo que mágicamente haya aparecido el teclado y si no sabía, no podía comprarlo desde antes.
—Mamá —me aparté y trató de evitar mi mirada—. ¿Cómo te has enterado?
—¿Ese es un libro de Sara Rufino? —señaló mi estantería—. He escuchado que sus novelas son buenas —evadía la pregunta.
—Mamá
—Bueno, espero que no te moleste, pero
—Sandra —concluí—. Chismosa.
—Me lo dijo porque te quiere y porque sabe que puedes ser tan testarudo al punto de haberte callado esto, ella también quiere verte bien.
Aquello provocó que sintiera algo extraño en el estómago.
—Espero que trates bien a esa chica, se nota que te aprecia —sonreí más de lo que hubiera querido.
—Lo haré, descuida.
* * *
Hover. Junio, 2035
Hace 3 años.
Ella se echó a correr y yo intenté alcanzarla, llegó a la esquina y para mi fortuna el semáforo estaba en rojo, no podría avanzar, cuando llegué hasta ella la sostuve de la cintura y ambos comenzamos a reírnos, a esta mujer le encantaba molestarme, ya nos daba igual que nos estuviéramos mojando, porque sí, estaba lloviendo.
—Sabes que correr no es lo mío —hablé un poco cansado.
—Oh, supongo que tendré que conseguirme un novio que me siga el ritmo —añadió entre risas.
—Bueno, tú tienes ganas de ver a alguien morir ¿verdad?
—Jonathan Miller —se llevó una mano al corazón—. Definitivamente no puedo estar con alguien tan psicópata como tú.
—Sí claro, Sandra, suerte encontrando a alguien más que te tolere —ella me sonrió—. Aún si te vas, te prometo que iré tras de ti.
—No hará falta porque no pienso irme —se acercó para besarme.
El semáforo volvió a ponerse en verde, continuamos nuestro camino mientras ella sostenía mi mano, al cruzar vimos a un chico de cabello negro, vaya, ya quisiera yo tener ese cabello, el pobre traía una cara como si su existencia misma le pesara.
Llegamos al poco rato a mi casa justo a tiempo para la cena. ¿Quién diría que solo tuve que esperar cuatro años para estar finalmente con Sandra? Creo que es algo que veíamos venir, comenzamos nuestra relación hace un año y no podía haberme sentido más feliz por eso, aunque podía ser pronto para admitirlo no me veía con nadie más.
Sí, yo sé que todas las personas dicen eso en algún punto de su vida, algo sale mal y después encuentran a su verdadero amor, creo que yo ya encontré al mío, es una conexión tan especial que no puedes describir, solo la sientes, un día todo está de cabeza y llega ella a demostrarte que has estado buscando amor en el sitio equivocado, entiendes porque otras relaciones no funcionaron, porque debía ser con ella, sabes que es ella a quien debes tener a tu lado hasta el final de tus días, dramático o cursi, sí, tal vez, pero no por eso deja de ser cierto.
No me he sentido con nadie como me siento con ella, tranquilo, feliz, lleno de vida, emocionado, congeniamos bien, nos entendemos, nos apoyamos, sabemos respetar el espacio, privacidad o tiempo que el otro necesita. ¿Cómo les explico que, aunque lleve un año de relación formal con ella no amaré a nadie más? Ni ahora, ni nunca.
Con los problemas que se llegaban a presentar en la empresa mi padre ya no estaba tanto tiempo en casa y eso también era algo bueno, pero esta semana al no tener nada más que hacer estuvo pegado a nosotros y por alguna extraña razón había organizado una cena y quería que Sandra fuera, más que nada para conocerla un poco más, ya que, aunque los presenté, ella no convivía —afortunadamente —con mi padre.
El día de hoy estaba muy contento, ¿por qué será? Sus cambios de humor a veces me asustaban, primero lo veías tranquilo y riendo y luego ya estaba gritando y golpeándome, el pan de cada día, por eso agradecía cuando no estaba, al entrar lo saludamos y después nos sentamos a la mesa, habían comprado lasaña, no tan buena como la de Sandra eso era seguro. La charla estaba fluyendo de una buena manera, papá se limitaba a preguntarnos cómo nos estábamos acoplando a todo el asunto de ser pareja y si nos sentíamos cómodos a lo que ambos respondimos que sí.
—¿Ya sabes a qué universidad entrar, Sandra?
Fue mi madre quién pregunto esta vez.
—Sí, me aceptaron en el Politécnico Di Milano —respondió alegre.
Le hacía mucha ilusión ir, tomó cursos durante un año y medio hasta dominar el idioma, esa era mi chica, decidida ante todo y luchando por lo que quería.
—Italia, interesante —enarcó una ceja antes de hablar—. ¿Para qué carrera?
—Diseño gráfico.
—Sus programas de diseño son similares a los de Estados Unidos ¿no?
—Sí, con la excepción de que los cursos se completan en tres años en lugar de cuatro y como es una escuela técnica, los graduados recibimos una licenciatura en ciencias y no en bellas artes como muchos suelen pensar.
—¿Ya dominas el idioma? —mamá seguía picoteando su lasaña
—Sí, afortunadamente.
—Se ha estado preparando demasiado —agregué.
—Y lo entiendo, me alegro de que tú si vayas a tener un buen futuro y que te deje buen dinero.
Eso nos desconcertó un poco a todos. ¿Insinuaba que yo no tendría ese buen futuro? ¿Cómo podría no tener un buen futuro si lo que él quería es que yo también fuera contador? Al notar su error se apresuró a añadir algo más.
—Me refiero a que hay muchos jóvenes que no saben qué es lo que quieren, pero veo que tú lo tienes más que claro, eso hará que te conviertas en una persona muy importante dentro del medio en el que te muevas, espero que te vaya muy bien, en serio, Sandra.
¿Acababa de decirle algo lindo a mi novia? Claro que ella pensó que este debía ser el mejor día de su vida, sabía cómo era mi padre, no le decía ese tipo de cosas a cualquier persona, me costó creerlo, pero creo que lo decía con sinceridad.
—Muchas gracias, señor, espero que así sea.
—No lo esperes, haz que pase, la gente que espera triunfar pone excusas y posterga las cosas, la gente que se propone a triunfar termina consiguiéndolo sin importar el costo. —aseguró.
—Lo tendré muy en cuenta, gracias.
—Es bueno pensar en el futuro, me alegra tanto que Jonathan esté siguiendo mis pasos, ha sido una tradición, más que eso es el legado familiar, toda mi familia ha estudiado contaduría y ese siempre ha sido el inicio de algo grande, el nacimiento de otro Miller importante.
—¿No hubo alguien que no quisiera ser contador?
Para sorpresa de todos quién preguntó eso fue mi madre.
—No, parece que ese siempre ha sido nuestro destino —se quedó callado—. Pero miren hasta donde hemos llegado viviendo de eso.
Claro, porque lo único que siempre le ha importado es el dinero y las comodidades que este trae, no me malentiendan, ¿quién no quiere dinero? Dicen que eso no compra la felicidad, pero yo no vivo precisamente triste al tener la ropa y las cosas que quiero, quienes somos privilegiados por tener dinero deberíamos de ayudar a quienes no lo tienen.
—En realidad eres empresario no contador —aclaré y esbozó una sonrisa divertida.
—Creo que tienes razón, pero todo comenzó porque fuimos contadores y una vez que logramos dar el salto que necesitábamos hacia los puestos importantes y de poder ser contador pasó a la historia, creemos que es un ciclo.
—¿Creemos? —cuestioné, bebiendo lo poco que quedaba de mi vino.
Sí, no podíamos comer lasaña sin un buen vino.
—Me refiero a mi familia y a mí, te conviertes en contador y después inevitablemente eres un empresario exitoso.
—¿Se siente cómodo con eso, señor?
—Por supuesto, tengo todo lo que quiero, una familia, —puse los ojos en blanco—. Una fortuna para nosotros —finjamos que no dijo nosotros, porque él no se esforzaba mucho en que yo obtuviera dinero y decidiera en qué gastarlo—. Y soy un hombre bastante importante y reconocido.
—Y lleno de poder, señor.
—El poder es todo lo que debería motivarnos, de otra forma dejaremos que toda la vida la gente pase por encima de nosotros, no deberíamos dejarnos pisotear de esa manera.
Le dieron cuerda al hombre así que empezó a alardear de cómo se convirtió en el empresario exitoso que era hoy en día y sobre toda la fortuna que tenía, mi novia realmente prestaba atención a lo que le estaba diciendo, pero mi madre y yo ya nos sabíamos de memoria ese discurso.
Terminamos de cenar y acompañé a Sandra hasta su casa, wow veinte pasos y ya estábamos ahí, nos despedimos y volví a casa, mamá estaba recogiendo lo que estaba en la mesa y mi padre había desaparecido, seguramente estaría atendiendo una llamada, lo habían estado molestando durante la cena, pero los ignoró, iba a dirigirme a mi cuarto, cuando papá bajó las escaleras con una bolsa grande de basura.
—¡Caty, amor, ven! —le gritó mientras llegaba a la sala.
En cuestión de segundos mamá ya estaba ahí.
—Tengo un regalo para ti, hijo.
—¿Para mí?
—Pues claro, ¿qué te crees que tengo otro hijo?
Pues había estado lejos por meses y dudo que solo haya estado trabajando durante ese tiempo así que no era tan descabellada la idea.
—¿Y por qué en una bolsa de basura? ¿Tanto te costó encontrar una caja decente?
Sonrió ampliamente, de esas sonrisas que te dejan ver por completo la dentadura de la persona.
—Me gustó conocer a Sandra, no mentí cuando dije que tenía un futuro prometedor por delante, es linda, dedicada y se ve que está decidida a cumplir sus sueños.
No entendía a que venía todo esto.
—Es una pena que se relacione con alguien como tú que no tiene ni idea de lo que en verdad quiere.
—¿De eso se trata? ¿No quieres que esté con Sandra?
Genial, lo que me faltaba.
—Oh, no, no podría prohibírtelo ella se ve realmente enamorada —suspiró—. Solo quiero que veas este regalo como una prueba, vamos ven.
Mamá y yo intercambiamos un par de miradas, estábamos confundidos y esto empezaba a asustarme.
—¿Una prueba de qué? —me acerqué a la bolsa y deshice el nudo.
—De que o haces lo que te digo o arruinarás tu futuro.
Me quedé completamente inmóvil cuando vi el contenido de la bolsa, mi corazón comenzó a latir demasiado rápido, sentí como si me hubieran vaciado una cubeta de agua helada, como si me hubieran estado apuñalando una y otra vez, sentí un hormigueo en el cuerpo y las lágrimas no tardaron en aparecer, debí contenerme.
—Es... es mi teclado —hablé en un hilo de voz—. Lo has destruido.
Me giré para verlo, tenía una estúpida sonrisa de satisfacción en la cara y mi mamá estaba tan pálida como yo.
—¡Eres una mierda! —hablé con más fuerza.
Pero al carajo, el mundo no se detiene por un corazón roto.
—¡¿Te crees que esto hará que deje la música?! Estás completamente equivocado, de hecho, haz logrado que ahora quiera enfocarme en esto mucho más —y sí, el golpe llegó sin aviso previo, haciendo que me tambaleara y mi labio sangrara, intentó golpearme, pero lo detuve de la muñeca—. ¡No! No esta vez, maldita sea, no dejaré que sigas haciéndonos esto.
—¿Corregirte ahora es un delito?
—Abusar de esa corrección lo es y no puedo creer que pienses que merezco siempre todos estos golpes.
—Me has insultado.
—Te he dicho la verdad ¡Yo no soy el loco que lanza golpes y actúa como animal! ¡Te has encargado de joder a esta familia! ¡¿No tienes ningún remordimiento por eso?!
—¡Siempre hice lo mejor por ustedes! —gritó.
—¿¡Desde cuando tratarnos como mierda es lo mejor para nosotros!?
—Gregor, deberías...
—¡Tú no te entrometas, Caty! —se giró hacía ella—. ¡Es tú culpa que tenga esas estúpidas ideas en la cabeza! —tomé fuerza como para sujetarlo del brazo, atraerlo hacía mí y soltarle un golpe.
Un golpe, lo merecía después de todos los que él me había dado y todo lo que me había hecho pasar. Temí por mi vida claramente, creí que se molestaría aún más y atacaría con todo, sin embargo, soltó una risa amarga mientras tocaba su mentón, como si incluso el hecho de haberlo golpeado le pareciera satisfactorio.
—Te has vuelto agresivo ¿eh?
—Ya imaginarás de quién aprendí.
—Lástima que algún día la afectada pueda ser Sandra.
El enojo desapareció y fue sustituido por miedo, no, no podía hacerle eso a Sandra, no quería, no me lo imaginaba, pero si algún día perdía el control... no, eso no me lo perdonaría, era cierto, desde hace tiempo que me volví agresivo, peleas fuera de la escuela, insultos constantes a quien me sacaba de mis casillas, ya no tenía paciencia, perdía el control como él.
No dije nada más, subí a mi cuarto y necesitaba sacar todo lo que tenía dentro, golpear la pared en estas condiciones no era buena idea, la última vez que lo hice estando tan alterado me había lesionado los nudillos, no quería admitirlo, pero después de convivir tanto tiempo con ese hombre tenía un problema de ira, era muy impulsivo, necesitaba ayuda; Sandra no se merecía esto, así que lo único que pude hacer fue llorar, que si fue muy débil o absurdo no lo sé, pero era mejor desahogarme entre lágrimas y gritos ahogados en mi almohada que hacer alguna estupidez.
Perdí la noción del tiempo intentando tranquilizarme, quizá ya habían pasado horas, cuando me levanté de la cama vi que ya eran las 2:00 de la mañana, eso explicaba porque había tanto silencio.
¿Qué puedes hacer cuando lo único que sientes es dolor? Resistir a los golpes ya no era opción, fingir que todo estaba bien tampoco, quedarme aquí y aguantar un día más los problemas poniendo una buena cara no me ayudaría en lo absoluto; hice lo único que tenía en mente en ese momento, la salida fácil y quizá la más cobarde: huir.
No lo pensé demasiado, sabía que si lo analizaba cambiaría de opinión y honestamente no quería hacerlo así que cuando la idea cruzó por mi mente me apresuré a guardar toda la ropa que pude en una maleta, cosas que creí importantes, tendría que ingeniármelas para salir de la casa sin que se dieran cuenta, quizá si salía por la ventana podría...
Abrieron la puerta de mi cuarto, podía sentir una mirada fija en mí, me tensé y solo pensé: Genial, viene por una segunda ronda de golpes.
—¿Ni siquiera me dirás adiós?
La dulce voz de mi madre me tranquilizó por completo, quizá esa era la señal que necesitaba para quedarme, no podía abandonarla.
—Mamá yo no
—Shhh —me rodeó con sus brazos—. He pedido un taxi —susurró—. ¿Tienes todas tus cosas listas?
—¿Eh? —me aparté confundido.
—Creo que pensamos en lo mismo —sonrió de lado—. Seguramente se enojará y mañana tratará de encontrarte, pero me aseguraré de que no lo haga.
—No voy a dejarte aquí.
—Tampoco estoy pidiendo tu opinión.
—Mamá...
—Escúchame, no puedes llevarte la gran cosa, me imagino que llevas ropa y algunas otras cosas que necesites.
—Mamá.
—Me refiero a que debes llevar lo indispensable.
—Mamá —intentaba obtener su atención.
—El taxi te llevará a casa de unos de tus primos en Bridgen, no está tan lejos de aquí, tu papá jamás iría por ahí y no sospechará nada porque dejaré un recibo en tu cuarto de un boleto de avión, creerá que estás en Canadá.
—¿Por qué tendrías un recibo de un...? —intenté unir las piezas—. Planeabas irte.
—Planeaba que nos fuéramos —aclaró
—Podemos hacerlo aún.
—Sé que no te ofenderás, pero no le interesas mucho a Gregor —no es novedad, lo sabía bien—. Pero yo... si me voy hará hasta lo imposible por encontrarme y de hacerlo las cosas empeorarán, además mis padres
—Necesitan el dinero —completé y asintió.
—Por eso había descartado la idea del viaje, pero tú aun puedes irte, tienes un futuro increíble por delante, cariño, prométeme que lucharás por lo que quieres.
—No me iré.
—Prométeme que serás músico, no importa si es el piano, la guitarra el ukulele o el triángulo, prométeme que te dedicarás a la música porque sé cuánto lo amas —lo pensé un momento—. Solo así estaré tranquila y sabré que esto ha valido la pena.
Asentí no muy seguro, enarcó una ceja, tragué grueso.
—Lo prometo.
Me abrazó y eso me quebró por completo, sabía que no estaba bien irme, pero ya no tenía idea de qué más hacer, tampoco sabía cuándo sería la última vez que la vería y eso solo lo volvía aún más complicado, era la mujer más valiente que conocía en mi vida, con suerte si esto funcionaba y ganaba dinero podría alejarla de mi padre, poner una demanda o hacer algo para que aquel idiota ya no se acercara a nosotros, ella podría seguir ayudando a mis abuelos y entonces estaríamos bien, estaba haciendo un gran acto de amor por mí: me estaba ayudando a escapar.
Salí con una maleta donde llevaba solo lo necesario y frente a la casa estaba el taxi esperándome.
—Espero verte en televisión algún día —bromeó, pero apenas y sonreía.
—Si empieza a ser demasiado agresivo, siempre puedo volver y
—Cumple tu sueño, hijo, lógralo por ambos.
—Haré que estés orgullosa de mi —besó mi frente mientras me daba un abrazo corto
—Ya lo estoy.
Y subí al taxi sin mirar atrás. ¿Lo complicado? Mentirle a Sandra y decirle que ya no quería estar con ella, y sí, tendría que hacerlo por mensaje.
* * *
Hover, Bridgen, 14 de septiembre de 2035
3 meses después.
Empecé de cero.
Lo siento fue una frase muy dramática y quería usarla, empecé con ropa, ya era algo ¿No?
Pero esto no es una película ni un cuento de hadas, era la vida real, la dura y cruda realidad.
Meses después de aquel plan maestro que creí que funcionaría mi padre me encontró en un parque, actúo de la manera más tranquila y solo me amenazó diciéndome que si quería realmente a mi madre y no la quería ver lastimada tendría que entrar a uno de los cursos de contaduría, estábamos lejos de Los Ángeles, estudiar allá no era opción, desafortunadamente aquí en Bridgen había una escuela que impartía cursos de contaduría, duraría dos años y después me dejaría en paz, solo quería que tuviera el estúpido título, es obvio que no me dejó volver a casa, pero dijo que ya había pagado la colegiatura. Vaya, gracias, que detalle.
No tuve más remedio que entrar en agosto de este mismo año a la escuela, ya estaba consiguiendo algunos trabajos para ahorrar algo de dinero y rentar un apartamento, a regañadientes entré a la escuela, pero seguía practicando música, el edificio de alado tenía una especie de sótano donde un chico al que le agradé me dejó estar ahí, la guitarra que usaba era de la escuela, para eventos que se llegaran a realizar, pero casi nadie iba ahí, era mi escondite perfecto.
Con suerte algún día podría ser músico, ya me daba un poco igual si era el piano, el ukulele o una guitarra, lo único que quería era conseguir dinero suficiente como para que mi madre finalmente pudiera alejarse del idiota al que llama marido.
¿Notaste qué día es hoy? ¡Es mi cumpleaños! Y jamás me había dado tan igual este día, las cosas habían dejado de tener sentido, oh, sí, olvidé mencionar, terminé con Sandra claro que la muy lista no me creyó cuando le dije «Ya no siento nada por ti» para bien o para mal me conocía demasiado bien, pero dijo que esperaría por mí, generalmente esa frase es usada al revés, en fin, le terminé contando todo lo que había pasado y le expliqué qué lo que menos quería era involucrarla en todo esto y también mencioné que estaba yendo a unas terapias que mi tía había pagado, tenía que arreglar estos problemas de ira sí o sí, si en verdad quería estar con ella, lo entendió y decidimos darnos un tiempo, al menos así podría centrarse en la escuela y en todo lo que tenía que hacer.
Odiaba la escuela, apenas y hablaba con los chicos de la clase todos parecían bastante centrados en su trabajo, bueno había unas cuantas excepciones, a veces creía que los chicos eran un tanto
—¡Oye! —un chico chocó conmigo y alejó esos pensamientos.
Lo reconocía, estaba en la clase de contaduría conmigo.
—Lo siento, lo siento, soy un poco idiota —el pobre estaba corriendo, quizá escapando de algo, sostenía su muñeca creo que se lastimó—. ¿Sabes conducir?
—¿Eh?
—Perfecto, tú me llevarás a casa —me jaló y empezamos a caminar rápidamente hacia la salida, ahí afuera estaba su auto.
Me dio sus llaves y se sentó del lado del copiloto solo me miró enarcando una ceja esperando a que condujera, por suerte sabía hacerlo, así que me subí al auto y él me fue indicando «Gira a la izquierda» «a la derecha» «Nuevamente a la izquierda» y así sucesivamente, hasta que llegamos a su casa y no sé en qué momento me bajé y lo seguí.
—¡Mamá! —gritó, pero no obtuvo respuesta—. Genial no está, que novedad, vamos acompáñame.
Cruzamos una puerta y bajamos unas escaleras, creo que esto era un sótano, lo dudé en el momento en que noté que todo lucía tan bien abajo y supuse que era su habitación. ¿Su habitación estaba en un sótano? Quizá había seguido como idiota a un posible asesino.
Me pidió que sostuviera una venda, no sé qué hizo, me dio algo de asco, ni siquiera noté que estaba sangrando más de lo que pensé, empezó a colocarse alcohol, se hizo alguna especie de sutura o no lo sé, no podría darte detalles traté de no mirar, al final solo lo ayudé a ponerse la venda, se veía más relajado.
—De no ser por ti habría muerto, muchas gracias.
—¿Dónde aprendiste eso? —señale el vendaje, era claro que conocía la técnica para al menos no morir desangrado.
—Fue algo que me enseño el papá de... un amigo.
—Oye, te he seguido hasta aquí y ni siquiera sé quién eres, tal vez resultas ser un asesino.
—Quisiera ser tan listo como para serlo —rio—, pero soy un chico común y corriente —estiró su mano buena—. Adam, un placer.
—Jonathan.
—Bueno, Jonathan creo que has sido mi salvación.
Confieso que al principio me dio miedo, pero después noté que solo era un chico muy... ¿autentico? Adam no tenía filtros y supuse que esa espontaneidad era parte de su personalidad, nos encontramos ahí sentados en su sofá contándonos cómo odiábamos con todas nuestras fuerzas las clases y el estúpido curso para ser contador, me dijo que su madre lo había obligado y que en cuanto terminara se dedicaría a la música, eso llamó mi atención y segundos más tarde noté que su habitación estaba repleta de posters, letras de canciones tiradas, fotos de él, en unas estaba con un trofeo y con una chica, luego había otra donde él estaba con otra chica en hombros y de fondo una piscina y finalmente una donde sostenía divertido la cabeza de un chico. Esperen, ese chico lo he visto antes, fue hace un par de meses, es el chico que encontré esa tarde lluviosa con Sandra.
—¿Conoces a Set It Off? —preguntó.
Aunque también estaba viendo las fotos mi mirada terminó inevitablemente en un teclado que tenía en un rincón.
—Por supuesto, es de mis grupos favoritos.
—Perfecto, toca algo —logró poner el teclado frente a mí.
—No toco el piano —mentí.
—Oh, vamos, sé reconocer a un apasionado de la música.
—¿Y cómo sabes que toco el piano? —me centré en una de sus guitarras—. Quizá lo mío sea la guitarra.
—Puede —levantó los hombros—. Pero te has quedado como idiota viendo el teclado, vamos toca algo.
Me negué, pero después empezó a decirme que era muy malo disimulando, en el fondo moría por tocar, dijo que la música en algún punto de su vida lo salvó, me jodió tanto que terminé aceptando y tocando una canción, The hauting, me gustaba mucho, se dio cuenta de que era bueno y se sintió satisfecho en el momento que yo sonreí como estúpido, la sensación de mis manos en el teclado de nuevo era algo... es indescriptible, pareció mágico. Debido a los cursos apenas y tenía tiempo de tocar.
—Eres bueno, si hubieras tocado conmigo en el concurso nos hubiéramos lucido.
—¿Qué concurso?
—No me hagas mucho caso —suspiró—. Hagamos una banda.
—Ni siquiera me conoces.
—Sé que te llamas Jonathan y tocas el piano, eso es suficiente para mí, además, me agradas Johnny.
—También me agradas —confesé.
—Quiero vivir de la música y creo que tú también, no hay mucho que perder, odias los cursos y yo igual, pero si los terminamos podremos centrarnos en la música y avanzar un poco en nuestros ratos libres ¿qué dices?
Bueno, no se lo digan a Adam, pero me cayó demasiado bien, hacía tiempo que nadie me trataba como él, en la casa de mi tía solo era un chico con problemas de ira y al que le tenían lastima, Adam no veía eso.
—Hagamos una banda —respondí.
Había sido por mucho uno de mis mejores cumpleaños, Adam aseguraba que lo había salvado, en realidad creo que él me salvó a mí y estaré eternamente agradecido por eso.
Meses después ya no éramos solo chicos con la pasión por la música, nos volvimos mejores amigos y bastante cercanos, me contó lo que pasó en su vida con Landon, le conté lo que había pasado con mi padre, nos apoyábamos mutuamente a sobrellevar todo esto, y para nuestra suerte nos encontramos con un chico que se metió al sótano donde ensayábamos y descubrimos que tocaba la batería y la verdad es que no se le daba nada mal, ahí conocimos a Donovan, Adam también lo había molestado tanto hasta que aceptó ser parte de la banda.
Aquí entre nos Adam era una persona rota, tras conocer toda la historia me sorprendí de que fuera tan alegre, estaba roto, sí, pero aun con las piezas faltantes se había encargado de ayudar a que otras personas, encontraran sus propias piezas faltantes.
Las cosas mejoraron, terminé mis terapias y ahora era catalogado como «el tranquilo del grupo» en realidad lo prefería así, no me metía en problemas y ya no era agresivo, ¿tuve un final feliz? Por supuesto, Sandra y yo regresamos, no fue muy lindo porque primero me golpeó con un libro, pero al final aceptó, ahora estábamos en mejores condiciones, libres, decididos y encantados de estar juntos de nuevo. Renté mi propio apartamento algo pequeño, pero era algo, meses después conocimos a Chloe, pero esa ya es historia para otro momento.
* * *
Hover, Bridgen, 2038
Actualmente
—¿Entonces qué hago? ¿Me quedo de brazos cruzados?
—No, te estoy pidiendo que me des algo de tiempo, Jonathan.
Ya iban a ser las 3:00 de la mañana, estaba haciendo demasiado frío y yo estaba en la banca de un parque, no sabía a dónde más ir, por suerte Trevor respondió mi llamada tuve que explicarle lo que había hecho mi padre, pensé que finalmente me había librado de él, mamá dijo que no se molestó cuando no ejercí la profesión de contador en cuanto terminé el curso y para sorpresa de todos, él ya no la golpeaba, la visité varias veces solo para cerciorarme de que eso fuera cierto y en efecto, ya no la maltrataba, después de todo tal vez el problema sí era yo.
Pero cuando empecé a ser una figura pública y vio que ahora era músico la idea no le agradó, detestó que toda la gente que lo conocía supiera que el gran Jonathan Miller había roto la tradición, se enfadó tanto que canceló mis tarjetas, no importaba si tenía acceso a ellas o no, tenía poder y eso bastaba, incluso me quitó el adelanto que me dieron por firmar el contrato y le había pedido ayuda a Trevor, él dijo que se encargaría y que aunque no pudiera recuperar lo demás, era seguro que al menos tendría de vuelta el dinero que la disquera me había dado.
La casera me dijo que cuidaría de mis cosas, era muy linda conmigo, tenía alrededor de sesenta años y no aparentaba esa edad, se disculpó demasiadas veces diciendo que ella no quería hacer esto, pero que tenía órdenes, papá podía llegar a ser muy persuasivo.
—Te prometo que lo arreglaremos, ¿tienes a dónde ir?
Entonces se me ocurrió algo.
—Sí, descuida, gracias por todo Trevor, descansa.
Fui con mis maletas al único lugar donde supuse que no me correrían o que al menos no me juzgaría, toqué con fuerza la puerta, el chico tenía el sueño pesado. Nadie respondió, seguí insistiendo, oh, vamos, tenía que levantarse, para mi sorpresa no fue él quien me abrió sino su novia, pero Adam apareció segundos después mirándome como si de un fantasma se tratara y quizá su preocupación hizo que reaccionara, esto era difícil.
—¿Qué haces aquí? ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —negué con la cabeza, no pude contenerme y me solté a llorar.
—Me han echado del apartamento —respondí.
Adam estaba solo en un short y sin camisa, me daba un poco de gracia ver las miradas que le echaba Juliette de reojo, me disculpé por no haber avisado, pero le restó importancia, Juls me había preparado algo de comer, en serio lo necesitaba. Le conté como mi padre me había dejado en claro que yo era una decepción para la familia por no seguir con el legado.
—Tonterías —interrumpió —no te dejaremos solo en esto, hiciste bien, y yo que no quería abrir la puerta. Bueno, creo que ha sido una noche de locos y tenemos que descansar, toma lo que quieras de mi armario, supongo que al fin le sacaremos ventaja a eso de que la ropa nos quedé igual.
—Adam no puedo pedirte...
—No empieces, Johnny, estoy de muy buen humor, soy tu amigo, tu hermano y sabes que el cuarto de visitas es más grande que el lugar en donde te quedabas.
Eso era cierto.
—Estaría irrumpiendo en tu apartamento y —examiné a su novia —creo que ya tienes a alguien con quien pasar el rato aquí.
—Y es por eso que no tengo inconveniente, Juls duerme conmigo no en el cuarto de visitas así que está disponible para ti, además necesitamos la opinión de un tercero para cuando no sepamos que cenar.
Un argumento muy válido, claro.
—No puedes negarte, Johnny, además convencer a este testarudo de que no te quedarás será difícil.
—Muchas gracias, chicos.
—Para eso estamos —me guiñó un ojo —bueno instálate, ahora que me has despertado tendré que cansarme para descansar otra vez —sostuvo de las piernas a Juls y la cargó, sus pequeños puños golpeaban ligeramente su espalda.
—¿Qué vamos a hacer, pervertido? —soltó entre risas.
—Ya se nos ocurrirá algo, Juls.
Sospecho que no hicieron nada porque no escuché ruidos extraños, me instalé como pidió, solo guardé mi ropa en algunos cajones y me recosté en la cama pensando en todo lo que había pasado, sonreí de lado al darme cuenta de algo, Adam me había salvado de nuevo.
Adam: 2
Jonathan: 0
Yo amo la forma en la que se hicieron amigos
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