𝐭𝐰𝐨
"La importancia de los nombres"
Ana estaba comiendo galletas de jengibre, desde la lata que su abuela guardaba en uno de los estantes de la cocina mientras leía un libro acerca de abejas que había encontrado en una venta de garaje. Lo estaba leyendo tranquilamente mientras que contaba los segundos para que sucediera lo que ya sabía que iba a pasar.
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1...
—Ana ¿estás comiendo mis galletas? —la llamó su abuela desde la cocina y Ana alejó lentamente la galleta que tenía en la punta de sus dedos de sus labios, mirando hacia el marco de la puerta que llevaba a la cocina. El silencio de Ana respondió las dudas de la mujer que suspiró y salió de la cocina para entrar a la sala de estar.
Ana cerró la lata con galletas y estiró sus piernas en el sillón con cierta fatiga.
—¿Qué haces un hermoso día de verano tirada en el sillón, Ana? Ve afuera y recorre las calles ¿qué dices?
Ana dejó salir una protesta de sus labios y se giró para enfrentar a su abuela.
—Pero lo he hecho todos estos días... no hay nada interesante en este lugar. Sólo vecinos aburridos y monótonos que parecen robots —indicó la chica haciendo que la señora Abaroa colocara sus puños en ambos lados de su cadera.
—Algo debería llamar tu atención, cariño.
—Pues... —Ana se arrodilló en el sillón y enfrentó completamente a su abuela— hay una librería que tiene un libro que me gusta. Es acerca de ballenas...
—Estupendo, ¿por qué no vas ahora mientras preparo el almuerzo?
Antes de que la señora Abaroa fuese nuevamente a la cocina, Ana habló nuevamente.
—Está en el centro... —Ana sonrió mostrando todos sus dientes mientras observaba a su abuela girarse con una mueca en rostro.
—¿No hay una cerca de aquí, Ana? Preferiría que no fueses al centro de nuevo.
—Nana, la única librería que hay por aquí contiene libros muy antiguos y si te soy sincera parecen muy aburridos. ¡Había uno de filosofía, qué horror!
La señora Abaroa observó a su nieta por unos segundos y luego suspiró en derrota, sabiendo que no ganaría esa batalla con Ana.
—De acuerdo, iremos a almorzar a un lugar del centro y visitaremos esa librería. Ve a cambiarte que salimos en un par de minutos.
• • •
—Gracias de nuevo por venirte con nosotros, lunático —le agradeció Sirius mientras caminaban por un parque.
James y Sirius le habían pedido a Remus de ir los cuatro a pasear por la ciudad y pasar un día juntos dado que no lo hacían desde hacia un tiempo. Remus se la pasaba poniendo excusas para no ir con ellos por la ciudad de Londres. No importase cuántos años hubiesen pasado, seguía frágil. No había un momento que no se culpara de lo que una vez había sucedido a los amores de su vida, sin embargo lo que lo mantenía cuerdo eran sin duda sus amigos y su sobrino y por esa razón decidió darles una oportunidad y descansar un rato.
—No me des las gracias, Sirius. Yo debería ser quien las diese, no salgo de mi casa hacia una semana es... deprimente —rió él a secas y James le pasó un brazo por su hombro.
—No te preocupes, estamos contigo, solamente nos alegra verte aquí. Tal vez y encontremos una buena distracción.
Remus le sonrió con agradecimiento pero cansancio en sus ojos y sin embargo no notó la mirada que se dieron James y Sirius detrás de su espalda.
—Oigan, la última vez que vinimos vi un local de vinilos bastante asombrosa, Sirius creo que te gustaría echarle un vistazo —señaló Harry y el hombre le sonrió dejando el lado de sus amigos.
—Jamás me perdería una oportunidad de escuchar música, Harry, conoces bastante bien a tu padrino puedo ver.
—Tenerte en casa todos los días hace la magia —bromeó Harry mientras caminaba junto a su padrino.
—Me enorgulleces tremendamente...
Remus sonrió ante la escena aunque sus ojos mostraran tristeza y sus ojeras cansancio.
—Anímate, Remus. Es un hermoso día para que estés azul, diviértete con nosotros.
El hombre suspiró pero aceptó que su mejor amigo tenía razón, no podía pasarse deprimido un día tan bello como ese y menos con la gran compañía que estaba junto a él.
—Sí, tienes razón... Vayamos con ellos antes de que compren diez vinilos por "accidente".
Ana arrastró a su abuela por toda la ciudad de Londres, tratando de recordar las calles por donde estaba su querida librería. Pero nuevamente, Ana no era buena en temas de orientación.
—Creo que nos perdimos, nana —admitió Ana al ver el mismo tacho de basura que había observado minutos atrás.
—Pues claro que lo hicimos, niña —suspiró con exasperación la señora Abaroa— no me dejaste ayudarte en ningún momento, eres insistente.
Ana resopló y se cruzó de brazos.
—Creí acordarme —se defendió mientras buscaba en su mente el nombre del lugar—... creo que se llamaba algo como 'Plumas y escamas'.
La mujer la miró con desesperación en sus ojos.
—Ana... pasamos por esa librería tres veces.
Ana quiso darse un golpe con aquel tacho de basura en frente suyo.
—Genial... simplemente aceptemos que estoy ciega.
La señora Abaroa apoyó su mano sobre su espalda y comenzó a empujar suavemente a Ana por la vereda hasta llegar a una vidriera bastante ancha, que sostenía el nombre 'Plumas y estampas'.
—Claro que también me equivoqué con el nombre —masculló Ana y entró al lugar con rendición y así escuchó el sonido estridente de la campana que le daba la bienvenida a la tienda.
Mientras que la señora Abaroa empezaba a conversar con un empleado, Ana se escabulló no queriendo socializar y se acercó con rapidez hacia donde había visto su libro favorito. Caminó entre las estanterías por varios minutos hasta que finalmente lo vio luego de escuchar la campana sonar como diez veces. Sin embargo no estaba siendo su día de suerte: el libro estaba en la estantería de arriba.
Ana buscó una silla para subirse pero nada estaba cerca suyo para su rescate así que hizo lo que debía hacer, se paró de puntillas y con toda su grandeza estiró su brazo para poder agarrar el libro. Unos jadeos de cansancio dejaron sus labios como protestas.
—Maldita sea y mi baja estatura —maldijo mientras se estiraba aún más. Sin embargo el mundo decidió abandonarla nuevamente y un calambre atacó su pantorrilla haciendo que se doblara en su lugar y no notara que alguien se había puesto detrás de ella—. Auch, auch... calambre maldita sea...
—Creo que esto es lo que querías —anunció una voz detrás suyo y Ana se enderezó con lentitud tratando de apoyar su pie en el suelo de madera.
—Uff, gracias... —Ana se dio vuelta con intenciones de agradecerle a la persona que la había ayudado pero sus palabras se atascaron en su garganta al ver al hombre que había estado en el bar hacia dos días—. Eres... eres el del bar ¿Sinbad?
—Sirius... —repuso él con los ojos abiertos como dos pelotitas de golf.
—Pff... Sí ya sabía —Ana le restó importancia y agarró el libro de sus manos que parecían que temblaban. ¿Por qué diablos tiembla en medio del verano?.
—Ey Sirius íbamos a comer a... —un hombre apareció al lado de Sirius pero se detuvo cuando notó a Ana. Su mandíbula cayó al suelo al ver su rostro y Ana se mordió el labio sin saber qué hacer.
—¡Ana! ¿Dónde estás, querida?
Ana tomó eso como su salvación así que se escurrió de la situación y caminó hacia su abuela con una sonrisa inocente.
—Perdón, nana, estaba buscando mi libro.
—Anastasia te he dicho que no te alejaras tanto de mí, estoy demasiado vieja para esto —le reprochó la mujer y Ana resopló.
—Ugh, nana no me llames así es un nombre anciano...
James y Sirius intercambiaron miradas estupefactas y el último le agarró los hombros al de anteojos con desesperación.
—Se llama Anastasia ¿cuáles son las probabilidades, James?
James lo miraba con tanta sorpresa que sus anteojos se estaban a punto de caer de su nariz.
—E-es igual, Sirius... tienes razón es nuestra única oportunidad de saber si es ella.
—Sabía que nos las volveríamos a encontrar, es el destino, James. El mundo quiere que se conozca con Remus es... —mientras hablaban habían caminando hacia el mostrador para volverse a encontrar con Ana, pero en ningún lado se veían señales de la joven adolescente—. ¿Dónde...?
James buscó desesperadamente a la empleada del mostrador y cuando la encontró se acercó con ansiedad.
—¿Y la chica que estaba con su abuela?
La chica levantó una ceja mientras masticaba su chicle con exageración y señaló la puerta.
—Se acaban de ir, señor.
Ambos hombres se miraron y salieron de la tienda a toda velocidad, con Remus y Harry confundidos, pisándoles los talones.
—¿Qué sucede? —quiso saber Remus pero los dos estaban tan desesperados por buscar en la calle a su nueva esperanza que no respondieron.
—No la veo... no, no, no puede estar pasando esto —Sirius se agarró la cabeza con inquietud y buscó con la mirada a la joven chica de ojos verdes que podría ser su sobrina y cuando la vio, su corazón dio un vuelco. Ana estaba a punto de subir a un taxi, detrás de su abuela—. ¡No, por favor espera!
Sirius corrió por la vereda esquivando a la gente que caminaba, en ningún momento perdiendo de vista a Ana que se encontraba en la esquina del frente.
—¡Espera! ¡Ana! ¡ANASTASIA!
Muchos londinenses lo miraron irritados por molestar su mañana, mientras que otros lo miraron con curiosidad. Ana miró alrededor suyo con confusión pero al no observar nada se encogió de hombros y entró al coche que la llevaría a su hogar. Sin embargo, Remus estaba en otra situación. Cuando escuchó el hombre de su hija perdida algo en su corazón se rompió un poco más hasta que miles de emociones pasaron por su mirada en una batalla por quien tomaba el primer puesto... y su furia ganó.
Sirius se acercó nuevamente a sus amigos con derrota pero al ver el rostro de Remus sintió tanta culpa que quiso llorar.
—Lunático...
—No, Sirius, ya entiendo porqué querían que saliera. Querían que participara en otra búsqueda inútil acerca de mi hija... —negó la cabeza irritado y frunció el ceño— deja las tonterías, deja de creer en fantasías falsas. Ana... Ana no está aquí, jamás volverá a mí, ¿si tú no pudiste aceptarlo entonces cómo crees que yo pueda superarlo?
Remus se fue con una mueca de dolor, caminando lo más lejos del grupo posible. Sirius quiso llamarlo pero James lo detuvo.
—Tal vez tenga razón, Sirius... Tal vez la desesperación de encontrarla nos llevó a este punto —murmuró James cabizbajo y desolado—. Han pasado doce años... todo pudo haberle pasado a Ana... tal vez es hora de aceptarlo.
Harry miró la escena con sorpresa. No había dicho ninguna palabra porque al principio no había logrado entender lo que estaba sucediendo pero cuando nombraron el nombre de Ana... ¿sería que por fin habían encontrado a su prima? Nunca se habían mostrado tan seguros pero ahora que estaban a punto de quebrarse, sintió culpa por no haber ayudado. Sin embargo todos se quedaron quietos cuando alguien detrás de Sirius se aclaró la garganta. Todos se dieron vuelta y la vieron.
—Eh...¿fuiste tú quien me llamó, Sinbad?
—S-Sirius... —murmuró el hombre sin aliento.
—Aceptemos que es un nombre raro y no me lo voy a acordar pero ¿fuiste tú?
Sirius asintió lentamente y Ana suspiró con alivio.
—Genial, ya estaba por creer que detuve el taxi para nada. Escuchen, mi abuela sigue ahí dentro así que debo ser rápida, creo que buscamos las respuestas de un tema en particular y podríamos ayudarnos, tal vez me equivoqué y haya leído señales falsas pero... mañana vayan al café Corvus a las tres de la tarde, si no lo conocen es un café en Westminster en la calle Victoria... les digo mañana porque hoy voy a estar castigada por salir del taxi así que... los veo ¿mañana? —Ana los miró por última vez y sin esperar a que le respondieran corrió hacia el taxi que la esperaba con su abuela dentro.
Los tres se miran sin palabra alguna observaron cómo el taxi desaparecía por las calles. Sirius repitió la dirección en su cabeza para no fallarle a Ana y sonrió, pensando en que tal vez sus vidas cambiarían. Y finalmente para bien.
• • •
Luego de haber llegado a la morada Abaroa —y luego de recibir una larga reprimienda por parte de la mayor acerca de salir de un taxi en el medio de la calle— Ana caminó hacia la cocina siendo recibida por Limonada quién ladró desde su cama improvisada.
—Hola, Limo —Ana se agachó a la altura de su mascota y le rascó detrás de la oreja—. Nana, creo que Limonada tiene garrapatas, la vi rascándose ayer y no se veía bien.
—Creo que todavía tenemos la pastilla para que pueda comer —avisó la señora Abaroa mientras buscaba en los estantes el paquete de pasta para cocinar—. ¿Dónde está el paquete de fideos, Ana?
—En el estante del medio —apuntó ella y caminó hacia la mesa con inquietud—. Nana... tengo que hablarte de algo.
La mujer se giró lentamente pero caminó con determinación hacia la mesa y se sentó en frente de su nieta.
—¿Esto está conectado con la razón del porque te saliste del taxi sin previo aviso?
Ana hizo un mohín y asintió lentamente.
—Tal vez, y por favor resalta ese tal vez, haya encontrado a mis padres biológicos... o más bien, información. ¿Recuerdas ese hombre del bar? Fue él quien hoy hizo que detuviera el taxi, gritó mi nombre y no podía desperdiciar una oportunidad cómo esta, nana. Estoy tan segura de que puede darme respuestas así que le pedí que mañana nos encontráramos en el café Corvus para hablar... sé que suena extraño por favor no lo menciones— añadió al ver el rostro de su abuela contraerse— la situación en sí es rara pero quería preguntarte si podías acompañarme.
Los ojos de Hilda Abaroa se apagaron por unos segundos pero luego le dedicó una sonrisa reconfortante a Ana.
—Claro que te acompañaré, mi niña. Me alegra tanto de que no te hayas rendido aún, pero dime ¿qué decisión tomarás luego de conocerlos, Ana?
Ana ladeó la cabeza levemente confundida hasta que entendió la mirada de su abuela.
—Es obvia la respuesta, nana. Me quedaré contigo. No creas que aunque conozca a mis padres me iré con ellos. Ellos no fueron quienes me criaron, fuiste tú. No porque seas mayor te creas que deshacerte de mí va a ser fácil.
—¿A quién llamas anciana, señorita? —la mujer sonrió divertida pero aliviada de las palabras de Ana. Se levantó y caminó hacia el horno para comenzar a cocinar.
Ana miró hacia su izquierda y al ver la foto colgando en la pared, un suave suspiro dejó sus labios mientras apoyaba su codo en la mesa y su rostro en su mano.
—¿Crees que él estaría bien conmigo buscando a mi familia biológica? —inquirió Ana con inquietud en su tono de voz.
La señora Abaroa dejó la cacerola en la mesada y le sonrió suavemente.
—Pablo hubiese estado encantado contigo por el avance que has hecho, Anita, estaría tan orgullo de ti como lo estoy yo ahora, puedo imaginarme su sonrisa... —su voz se quebró y Ana tomó la señal para caminar hacia su abuela y abrazarla por detrás.
—Lo extraño, abuela —admitió ella con una mueca.
—Yo también, querida... lo extraño tanto pero sé que contigo a mi lado podré seguir adelante.
Ana le sonrió y asintió dándole la razón, si se mantenían juntas, podrían con todo.
• • •
Al día siguiente, las dos Abaroas llegaron al café con los nervios de pies a cabeza. Cuando ambas entraron al café, los ojos azules de Ana recorrieron el interior con inquietud. El lugar parecía bastante novedoso y moderno. Sus paredes blancas estaban cubiertas de enredaderas y pinturas abstractas de tonalidades terrosas. Era una decoración industrial que Ana simplemente no estaba acostumbrada a ver. Y además, estaba lleno de personas que casi fue pisada por un señor de unos cuantos metros de altura.
Su mirada buscó a Sirius y cuando lo encontró notó que había llevado al hombre de anteojos que parecía tener su misma edad y un chico de la edad de Ana. El último detalle hizo que los hombros de Ana se relajaran al ver que no estaba sola con su abuela y un hombre desconocido.
—Hola —los saludó Ana con un corto movimiento de mano cuando se acercó junto a su abuela. Los tres le dedicaron sus saludos y Ana presentó a su abuela—. Ella es mi abuela, Hilda Abaroa y para ustedes dos que no me conocen, soy Ana Abaroa.
—Anastasia —corrigió la señora Hilda sentándose frente de James y Ana resopló.
—Uff, está bien, cuando crezca me voy a cambiar el nombre a Anne legalmente y no va a provenir de ninguna Anastasia.
—Pero ese es tu nombre... —masculló Sirius con una mueca de tristeza y Ana apretó sus labios en una línea recta y tosió incómodamente.
Pasaron unos segundos de puro silencio en donde Ana trataba de no mirar fijamente a ninguno hasta que James habló.
—Así que vienen de Gales, ¿no? Digo, por el acento.
Ana asintió pensando en su hogar.
—De St. Davids, precisamente... nos movimos hace una semana y es todo nuevo. Londres es terreno desconocido para nosotras y muy diferente a nuestro pequeño pueblo de antes. Aquí hay definitivamente el quíntuple de población que vuelta en casa, o seguramente más —admitió la joven y James le dio la razón.
—Hace varios años tuve que mudarme con Harry de un barrio pequeño a la ciudad porque no soportaba tanto silencio y fue un gran paso, pero al menos con estas piernas mías se hizo bastante rápido —James trató de aliviar el ambiente y para su éxito, lo logró.
Las dos Abaroas rieron y Ana bajó sus hombros, dejando a un lado su postura de defensa. No podía ser tan malo ese grupo. La señora Abaroa se dio vuelta hacia su nieta y apoyó una mano en su brazo.
—Iré a pedir algo en el mostrador, querida. ¿Quieres algo?
—No, nana, gracias igualmente.
Cuando la señora Abaroa se disculpó y caminó hacia el mostrador, Ana tomó todo su valor para enfrentarse a los tres que tenía en frente.
—Bien, basta de charlas, vine aquí para encontrar respuestas acerca de mi familia. ¿Quieren que empiece yo o ustedes me explicarán algo? Claro, si es que están aquí para ello y si no antes de que puedan acercarse a mí comenzaré a gritar y no me podrán hacer nada.
Los tres se miraron estupefactos y luego de unos segundos Sirius le indicó que iban a hablar.
—Bueno... hace maso menos doce años, en Halloween un hombre que ahora está en la cárcel —la mandíbula de Sirius se apretó y miró hacia la mesa— robó a la hija de un año de un amigo nuestro... asesinando a su esposa también en el acto y también a la mujer de James...
Ana dejó salir un jadeo de tristeza y miró a James que suspiraba con desolación como Harry.
—Desde ese día no paramos de buscar a la pequeña Anastasia, teníamos la esperanza de que ella seguía con vida así que jamás nos dimos por vencidos... y cuando te vi aquél día en el bar, volví a ver a mi mejor amiga enfrente mío, lo siento si te asusté, no era mi intención —se disculpó el hombre y Ana negó, completamente absorbida en la corta historia que recién había escuchado.
—No fue tu culpa... además hay mucha información que puede conectarse con su historia... cuando yo tenía como un año, mi papá me encontró en una canasta delante de la puerta de su habitación de hotel. Solamente había una carta que decía que mi nombre era Anastasia y que cuidaran de mí... mi papá estuvo una semana buscando a mi familia pero nunca encontró nada así que se volvió conmigo a Gales —Ana miró hacia abajo a sus manos y suspiró con melancolía—. Falleció hace poco así que por eso nos tuvimos que mudar y bueno, estoy decidida en buscar a mis parientes biológicos...
—Lo siento por tu pérdida —la miró Harry y ella asintió cabizbaja.
—Gracias, pasó tan de repente y no pudimos hacer nada contra un paro cardíaco...
Los tres enfrente suyo se miraron con nuevas hasta que James buscó algo en su bolsillo y cuando lo encontró se lo entregó a Ana.
—Una foto de los tres...
Ana tomó la fotografía y la observó para llevarse la sorpresa que se movía. La foto mostraba a una pequeña familia riendo junta en lo que parecía el jardín gigante. La mujer de la foto llevaba un abrigo de lana celeste que le llegaba hasta las rodillas y su cabello estaba recogido en una trenza, mientras que un gorro de lana tapaba su cabeza. Por el otro lado, el hombre tenía un suéter desgastado de color rojizo y un par de abrigos arriba de este. Y la bebé estaba siendo abrazada por ambos y reía hacia la cámara mostrando sus pequeños dientes de leche y moviendo sus pequeñas manos regordetas.
Ana sintió un nudo en su garganta y sus manos temblaron. Ver el rostro de esas personas le había producido un extraño sentimiento en su pecho que no supo describir y ver a esa bebé fue como una patada en el estómago.
—Yo... —Ana cerró los ojos y sacó una foto de su bolsillo y se las entregó a ellos—. Mi padre la sacó para mostrarla a las personas, bus... buscando a mi familia.
Cuando Sirius, James y Harry observaron la fotografía que les había dado Ana y la compararon con la que ellos habían traído, el aire se les fue de los pulmones.
—Eres...
—¿Igual? —Ana rió y tomó aire para no llorar.
Sin embargo eso no detuvo a James de soltar un sollozo y abalanzarse sobre la mesa de madera para poder abrazar a Ana. Harry sonreía y Sirius estaba tan emocionado que no sabía cómo reaccionar. En el otro lado del café, la señora Abaroa observaba la escena con melancolía y simpatía, sabiendo que era un momento que no debía interrumpir.
Luego de unos minutos entre sollozos y sonrisas llenas de felicidad, Ana suspiró mirando la foto que James le había dado.
—Jamás podré conocerla... —murmuró mirando a la mujer con su deslumbrante sonrisa y luego sus ojos se detuvieron en su padre biológico—. ¿Y él...?
—Está en su casa. Ayer estuvo con nosotros en el centro pero no lo llegaste a ver porque...
—Quiero conocerlo ¿cómo se llama? —lo interrumpió ella y Sirius sonrió.
—Remus Lupin.
Ana se quedó atónita y frunció el ceño por unos segundos hasta que ladeó la cabeza.
—¿Se llama lobo lobo? Lo siento es que mi latín salió a la luz... —se disculpó ella luego de una tos incómoda.
—De todo lo que te dijimos ¿te sorprende eso? —inquirió Harry con una sonrisa de lado.
—¡Es que es un nombre extraño...! —se defendió ella, recordando que por ahora todos aquellos ingleses tenían nombres extraños, claro con excepción de Harry y James—. ¿Podré conocerlo?
Sirius y James se miraron y suspiraron.
—Ayer tuvimos un problema con él y está ya cansado de todo esto... debemos esperar unos días y ahí lo podrás conocer. Cuando lo conozcas verás que te caerá bien...
Sirius, James y Harry se miraron y en ese momento la señora Abaroa llegó a la mesa con un café en sus manos.
—Ana, querida ¿pudiste...?
Ana sonrió y asintió y la señora Abaroa sonrió encantada.
—Señora Abaroa, ¿le molestaría hablar con nosotros acerca de unos temas? —inquirió James levantándose de la mesa y señalando una en las filas siguientes.
—Por supuesto que no, vayamos a hablar.
Cuando los adultos dejaron la mesa, Ana hizo todo para no mirar directamente a Harry. Sus ojos divagaban por el interior del café con ojos curiosos por la decoración hasta que se cansó del silencio y lo miró.
—Eh... hola.
Ana no sabía cómo relacionarse con personas de su edad. En el pasado había tenido compañeros extraños y no había sido necesario una introducción bastante elaborada, sin embargo, Harry parecía ser muy normal para su comodidad.
—¿Sabes? Yo también perdí a mi madre aquella noche...
Ah bien, directo a un tema sensible.
—Él todavía sigue devastado por ello pero trata de mostrar una cara más valiente —Harry observó a James que reía de algo con los demás adultos y Ana apoyó sus brazos en su regazo mirando a su abuela charlar con los otros hombres—. Te quería decir eso para asegurarte de que no estás sola en esto, sé que pueda parecer todo muy extraño y repentino pero aquí todos nos podemos ayudar entre nosotros.
Ana miró cómo Harry le sonreía con simpatía y ella le devolvió el gesto con un asentimiento de cabeza.
—Bueno, gracias... me alegro haber encontrado las respuestas que vengo buscando desde hace años y es un alivio que sean ustedes... parecen bastante unidos y simpáticos. Siempre creí que mi familia me había dejado porque eran de la mafia y habían amenazado con matarme, —bromeó ella pero luego soltó un suspiro de alivio— pero la verdad me alegro que ese no sea el caso.
—Sí, me alegra haberte conocido. Aunque tenga amigos, siempre... siempre quise conocer a mi prima. Mi hogar podría tener un toque femenino si me preguntas a mí —rió Harry.
—Si hubiera sabido que tenía un primo que no me odiase te hubiera buscando desde hacía varios años ya —Ana le siguió la corriente y se cruzó de piernas en la silla. Harry encaró una ceja.
—¿Tienes un primo que te odia?
—¿Primo? ¡Toda mi familia por parte de mi abuelo! Nos odian a mi abuela y a mí, cada uno de ellos.
—Merlín ¿sabes por qué?
—Eh... pues a mi abuela por haber aceptado a mi padre al primer instante y a él por ser gay... y bueno a mí porque soy la hija de su familiar imprudente —Ana resopló y tomó un mechón de cabello en sus dedos.
—Esa historia se me hace conocida... —Harry observó de reojo a Sirius y Ana siguió su mirada con curiosidad.
—¿Él también lo es?
—Eh... no que yo sepa pero su historia es parecida y lleva al tema que me pidieron que te hablara —Harry de repente miró fijamente a Ana haciendo que ella acercara su cuerpo hacia la mesa.
—Uy ¿qué secretos tiene Sirius? ¿Ya tenemos ese tipo de confianza para hablar de chismes?
—No creo pero... no es él simplemente quien tiene secretos, todos los tenemos —Harry suspiró y se tocó la nuca con intranquilidad—. Sé que tal vez esto te suene extraño y salido de tema pero ¿cuáles son tus pensamientos acerca de la magia?
Ana abrió la boca con desconcierto pero al recordar las preguntas frecuentes y raras que su grupos de compañeros le habían hecho a lo largo de los años, creyó que aquella pregunta no era tan rara y se encogió de hombros.
—Supongo que es agradable... es decir, no tengo problema con que hagan aparecer una paloma de su manga... aunque si te soy sincera no les creo a aquellos que sacan todas esas telas de su boca ¿quién diablos puede tener tanto en su boca? —resopló ella pensando en los magos que veía en la calle. Sin embargo, Harry negó sacando a Ana de sus pensamientos y volvió a hablar.
—¿Crees en la magia y no en los trucos de magia?
Ana se mordió el labio y se cruzó de brazos pensando en su respuesta. ¿Había una trampa? ¿No eran lo mismo? Esas preguntas viajaron por su mente hasta que se decidió en una respuesta.
—Supongo que si pienso como los libros de fantasía que tengo en casa, no, aunque sería genial. Imagínate: digo hocus pocus y ¡puf! te transformas en un sapo.
Por unos segundos ambos se quedaron callados, Ana meditó acerca de la posibilidad de magia en su vida y en todo lo que la ayudaría pero nuevamente Harry volvió a hablar, interrumpiendo su ensueño.
—¿Nunca has sentido algo raro en ti?
Dios, cada vez preguntas más inusuales.
Sin embargo, esta vez Ana no pudo responder dado que los adultos volvieron a aparecer en la mesa.
—¿Todo bien? —curioseó la señora Abaroa y Ana asintió lentamente con la pregunta todavía comiéndole el cerebro—. Ya deberíamos irnos, hemos hablado entre nosotros y decidimos mantener contacto ¿qué dices?
—¡Genial! —exclamó Ana saltando de su asiento y le estiró la mano a los dos adultos—. Gracias por haber venido y me alegro haberlos conocido.
—Nada de apretones de mano en esta situación.
Sirius la atrajo en un abrazo agradable junto a James, Harry y la señora Abaroa, y Ana rió. Luego de unos segundos complacientes, James y la señora Abaroa intercambiaron números para mantenerse en contacto. Después de las despedidas, Ana sonrió por su interior aunque la última pregunta del menor de los Potter rondara su mente.
Tal vez no eran tan normales como antes había creído.
• • •
¡hola!
¿cómo están? espero que estén disfrutando de la lectura ♥
Ana finalmente habló con los otros !! y Harry ya le está haciendo preguntas raras xd
¡muchas gracias por los comentarios y el apoyo! siempre me hacen sonreír
lxs dejo para poder seguir escuchando el álbum de Blackpink, nos vemoss
•chauuu•
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