𝐭𝐰𝐞𝐧𝐭𝐲
"Volver al futuro"
Por mucho que la situación fuese completamente normal para Ana y Hermione, todo aquello era una cachetada en el rostro para Harry.
—¿Qué...?
—¡Ahí dentro! —Hermione tomó a Harry del brazo y lo arrastró por el vestíbulo hasta la puerta del armario de la limpieza. Ana fue detrás de ellos rápidamente. Hermione lo abrió, empujó a Harry entre las cubetas y las fregonas, entró ella tras él y Ana los siguió, cerrando la puerta detrás de ella.
—¿Qué..., cómo...?, ¿qué ha pasado?
—Hemos retrocedido en el tiempo —susurró Ana, apoyando su mejilla en la madera de la puerta para escuchar afuera—. Tres horas.
—Pero...
—Harry, por favor deja de hablar —masculló Ana escuchando algunos pasos detrás de la puerta. Hermione se había colocado al lado de Ana, haciendo lo mismo que ella.
—¡Alguien viene! ¡Creo que somos nosotros! Pasos por el vestíbulo... Sí, creo que somos nosotros yendo hacia la cabaña de Hagrid.
—¿Quieren decir que estamos aquí en este armario y que también estamos ahí fuera?
—Sí —afirmó Ana en un murmuro—. Seguramente somos nosotros. No parecen más de cuatro personas. Y... vamos despacio porque vamos ocultos por la capa invisible.
Hermione asintió en la oscuridad y Ana arrugó su nariz al sentir el cabello de su amiga hacerle cosquillas.
—Acabamos de bajar la escalera principal...
Ana dejó salir un suspiro y se deslizó por la puerta hasta quedar sentada en el frío suelo. Hermione se sentó en una cubeta puesto boca abajo.
—¿De dónde han sacado ese reloj de arena?
—Se llama giratiempo —explicó Hermione—. Nos lo dio la profesora McGonagall el día que volvimos de vacaciones. Lo hemos utilizado durante el curso para poder asistir a todas las clases. La profesora McGonagall nos hizo jurar que no se lo contaríamos a nadie. Tuvo que escribir un montón de cartas al Ministerio de Magia para que nos dejaran tener uno. Les dijo que yo era una estudiante modelo y que no lo utilizaría nunca para otro fin, y que Ana estaría supervisada por mí al tener que dar tres años en uno. Le damos vuelta para volver a disponer de la hora de clase. Gracias a él hemos podido asistir a varias clases que tenían lugar al mismo tiempo, ¿te das cuenta? Pero me temo que no entiendo qué es lo que quiere Dumbledore que hagamos. ¿Porqué nos ha dicho que retrocedamos tres horas? ¿No es demasiado?
Ana negó la cabeza de manera pensante. Aquel día había sido errático, tantas cosas habían pasado...
—Quizás ocurriera algo que podemos cambiar ahora —dijo Harry pensativo—. ¿Qué puede ser? Hace tres horas nos dirigíamos a la cabaña de Hagrid...
Los ojos de Ana se abrieron con sorpresa.
—¡Buckbeak! Podemos salvar a Buckbeak de su ejecución.
—Pero... pero ¿qué haríamos con él? ¿dónde lo llevaríamos?
Ana posó un dedo sobre su boca y una idea cruzó su cabeza.
—No muy lejos, solamente hasta que la Comisión se vaya de la cabaña de Hagrid. Que me perdone, pero no creo que Fudge sea muy inteligente. Pensará que se ha volado así que dejarán a Hagrid en paz y... ¡bam! Escondemos a Buckbeak nuevamente con Hagrid hasta la mañana. Tal vez y tu padre sepa qué hacer, Harry. O sepa de alguien que pueda ayudar.
Harry asintió, tomando el plan a consideración.
—Es un buen plan... ¿y luego qué?
Ana abrió la boca pero sus hombros decayeron. No sabía.
—Dumbledore dijo que podíamos tomar algo de Pettigrew... si es que... pues si se escapa de nuevo —murmuró Hermione—. Tenemos que hacer algo con ello... pensando en que no nos vean, claro.
—Bueno, tenemos que intentarlo, ¿no creen? —dijo Harry. Se levantó y pegó el oído a la puerta—. No parece que haya nadie. Vamos...
Harry empujó y abrió la puerta del armario. El vestíbulo estaba desierto. Tan en silencio y tan rápido como pudieron, salieron del armario y bajaron corriendo los escalones. Las sombras se alargaban. Las copas de los árboles del bosque prohibido volvían a brillar con un fulgor dorado.
—¡Si alguien se asomara a la ventana..! —chilló Hermione, mirando hacia atrás, hacia el castillo.
—No sucederá —afirmó Ana—, y además, si lo hacen no sabrán si somos los de este tiempo u otro. No tienen una idea, Hermione.
—Y, entretanto, huiremos —añadió Harry con determinación—. Nos internaremos en el bosque. Tendremos que ocultarnos detrás de un árbol o algo así, y estar atentos.
—¡De acuerdo, pero iremos por detrás de los invernaderos! —dijo Hermione, sin aliento—. ¡Tenemos que apartarnos de la puerta principal de la cabaña de Hagrid o de lo contrario nos veremos a nosotros mismos! Ya debemos de estar llegando a la cabaña.
Ana echó a correr detrás de sus amigos, rogándole a sus piernas que no fallaran. Atravesaron los huertos hasta los invernaderos, se detuvieron un momento detrás de éstos y reanudaron el camino a toda velocidad, rodeando el sauce boxeador y yendo a ocultarse en el bosque.
Cuando Ana llegó detrás de sus amigos, estaba jadeando y algunas gotas de transpiración recorrían su cuello. Definitivamente debía hacer algo con su estado físico, al menos hacer un poco de ejercicio... Una mueca se posó en sus labios ante el pensamiento.
—Bueno —dijo Hermione con voz entrecortada una vez que Ana llegó—, tenemos que ir a la cabaña sin que se note. Que no nos vean.
Anduvieron en silencio entre los árboles, por la orilla del bosque. Al vislumbrar la fachada de la cabaña de Hagrid, oyeron que alguien llamaba a la puerta. Se escondieron tras un grueso roble y miraron por ambos lados. Hagrida pareció en la puerta tembloroso y pálido, mirando a todas partes para ver quién había llamado. Y Ana escuchó la voz de Harry decir:
—Somos nosotros. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la quitaremos.
—No deberían haber venido —susurró Hagrid.
Se hizo a un lado y cerró rápidamente la puerta.
—Esto es lo más raro en que me he metido en mi vida —dijo Harry con entusiasmo.
—La primera vez que lo hicimos, Hermione me abandonó —recordó Ana y Hermione suspiró.
—Ya he dicho que lo sentía, Ana...
—Sí, pero...
—Vamos a adelantarnos un poco —la interrumpió Hermione—. ¡Tenemos que acercarnos más a Buckbeak!
Avanzaron sigilosamente hasta que vieron al nervioso hipogrifo atado a la valla que circundaba la plantación de calabazas de Hagrid.
—¿Ahora? —susurró Harry.
—¡No! —masculló Hermione—. Si nos lo llevamos ahora, los hombres de la comisión creerán que Hagrid lo ha liberado. ¡Tenemos que esperar hasta que lo vean atado!
—Eso supone unos sesenta segundos —dijo Harry.
Ana lo miró con incredulidad.
—¿Por qué dices sesenta segundos? Solo di un minuto...
—Debes ordenar tus prioridades, Ana —admitió Hermione mirándola con estupefacción.
—Pues perdón, pero es que estoy nerviosa y empiezo a decir cosas estúpidas...
—¿Solo cuando estás nerviosa?
Ana pellizcó el brazo de Harry y él dejó salir una protesta.
—¡Shh! —susurró Hermione—. Bajen la voz, ambos.
Ana iba a protestar pero escucharon un chillido de sorpresa de Hermione adentro de la cabaña.
—Ha encontrado a Scabbers... —apuntó Ana y ella asintió.
Ana sintió su sangre hervir al pensar en Pettigrew pero se contuvo. Contrario a ella, Harry dio un paso hacia delante.
—¿Y si entráramos en la cabaña y nos apoderásemos de Pettigrew?
—¡No! —exclamó Hermione con temor—. ¿No lo entiendes? ¡Estamos rompiendo una de las leyes más importantes de la brujería! ¡Nadie puede cambiar lo ocurrido, nadie! Ya has oído a Dumbledore... Si nos ven...
—Sólo nos verían Hagrid y nosotros mismos.
—Harry, ¿qué crees que pasaría si te vieras a ti mismo entrando en la cabaña de Hagrid? —preguntó Hermione.
—Creería... creería que me había vuelto loco —apuntó Harry—. O que había magia oscura por medio.
—Pues ahí lo tienes —murmuró Ana—. A menos que quieras tener un duelo con tu yo del pasado es mejor que te quedes aquí.
—Exacto. La profesora McGonagall me dijo que han sucedido cosas terribles cuando los brujos se han inmiscuido con el tiempo. ¡Muchos terminaron matando por error su propio yo, pasado o futuro!
Ana frunció el ceño y la miró.
—¿Cuándo dijo eso? ¿Fuiste a hablarle del giratiempo sin mí?
—Estaba muy curiosa y no me hablabas...
Ana recordó aquellas semanas en las que había ignorado a sus amigos y se avergonzó. Casi había podido borrar ese recuerdo de su memoria.
—Ah, sí... eso...
Pero Hermione le dio un codazo y señaló hacia el castillo. Ana movió la cabeza unos centímetros para tener una visión más clara de la puerta central. Dumbledore, Fudge, el anciano de la comisión y Macnair, el verdugo, bajaban los escalones.
—¡Estamos a punto de salir! —exclamó Hermione en voz baja.
Efectivamente, un momento después se abrió la puerta trasera de la cabaña de Hagrid y Ana se vio a sí misma con Harry, Ron y con Hermione saliendo por ella con Hagrid. Eso era extraño. Una cosa era usar el giratiempo para ir a clases y otra situación era verse a sí misma. ¿Por qué se veía como un mapache? ¿Por qué nadie le había dicho que se veía tan mal?
—No temas, Buckbeak —dijo Hagrid—. No temas. —Se volvió hacia los cuatro amigos—. Venga, márchense.
—Hagrid, no podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.
—No pueden matarlo...
—¡Márchense! Ya es bastante horrible y solo faltaría que además se metieran en un lío.
Ana vio a Hermione echando la capa invisible sobre los cuatro en el huerto de calabazas.
—Márchense, rápido. No escuchen.
Llamaron a la puerta principal de la cabaña de Hagrid. El grupo de la ejecución había llegado. Hagrid dio media vuelta y se metió en la cabaña, dejando entreabierta la puerta de atrás. Ana vio que la hierba se aplastaba atrechos alrededor de la cabaña y oyó alejarse cuatro pares de pies. Los cuatro se habían marchado, pero ella, Harry y la Hermione que se ocultaban entre los árboles podían ahora escuchar por la puerta trasera lo que sucedía dentro de la cabaña.
—¿Dónde está la bestia? —preguntó la voz fría de Macnair.
Ana apretó sus puños en el tronco del árbol.
—Fu... fuera —contestó Hagrid.
Ana escondió la cabeza cuando Macnair apareció en la ventana de Hagrid para mirar a Buckbeak. Luego oyó a Fudge.
—Tenemos que leer la sentencia, Hagrid. Lo haré rápido. Y luego tú y Macnair tendrán que firmar. Macnair, tú también debes escuchar. Es el procedimiento.
El rostro de Macnair desapareció de la ventana. Tendría que ser en ese momento o nunca.
—Iré yo —sentenció Ana—. Soy mejor con las criaturas que ustedes... sin ofender.
—No digas eso, ya no tiene efecto —suspiró Hermione pero Ana ya había salido disparada del árbol.
Saltó hacia el huerto de las calabazas y se acercó a Buckbeak.
De fondo podía escuchar a Fudge recitar la sentencia pero Ana ni le dio un segundo de su tiempo a comprender lo que decía dado que toda su concentración se encontraba en los ojos anaranjados del hipogrifo. Inclinó la cabeza y Buckbeak dobló las escamosas rodillas y volvió a enderezarse. Ana soltó la cuerda que ataba a Buckbeak a la valla y pasó una mano sobre el cuello del animal.
—Buen hipogrifo... —susurró—. Ven conmigo, ¿sí?
Buckbeak la miró y cuando Ana tiró suavemente de la cuerda, la criatura la siguió con un poco de duda pero pisándole los talones. Al menos eso era algo.
—...Bueno, acabemos ya —dijo la voz atiplada del anciano de la Comisión en el interior de la cabaña de Hagrid—. Hagrid, tal vez fuera mejor que te quedaras aquí dentro.
—No, quiero estar con él... No quiero que esté solo.
Se oyeron pasos dentro de la cabaña.
Ana apuró su paso y pudo escuchar las alas de Buckbeak moverse a medida que daban unos saltos apurados. Aún se hallaban a tres metros del bosque y se les podía ver perfectamente desde la puerta trasera de la cabaña de Hagrid.
—Un momento, Macnair; por favor —dijo la voz de Dumbledore—. Usted también tiene que firmar. —Los pasos se detuvieron. Buckbeak dio un picotazo al aire y anduvo algo más aprisa, casi siendo él quien llevaba a Ana.
Los rostros pálidos de sus amigos se asomaban por detrás de un árbol.
—¡Ana; date prisa! —dijo Hermione.
—Estamos yendo... —masculló Ana pero apuró nuevamente sus pasos. Si no fuese por sus cortas piernas...
Rápidamente llegaron a donde se encontraban Hermione y Harry, y ambos ayudaron a Ana a atraer a Buckbeak aún más hacia las sombras.
—¡Paren! —les dijo Ana—. Podrían oírnos.
La puerta trasera de la cabaña de Hagrid se había abierto de golpe. Ana, Hermione, Harry y Buckbeak se quedaron inmóviles. Incluso el hipogrifo parecía escuchar con atención.
Silencio. Luego...
—¿Dónde está? —inquirió la voz atiplada del anciano de la comisión—.¿Dónde está la bestia?
—¡Estaba atada aquí! —proclamó con furia el verdugo—. Yo la vi. ¡Exactamente aquí!
—¡Qué extraordinario! —señaló Dumbledore. Había en su voz un dejo de desenfado.
—¡Buckbeak! —exclamó Hagrid con voz ronca.
Se oyó un sonido silbante y a continuación el golpe de un hacha. El verdugo, furioso, la había lanzado contra la valla. Luego se oyó el aullido y en esta ocasión pudieron oír también las palabras de Hagrid entre sollozos:
—¡Se ha ido!, ¡se ha ido! Alabado sea, ¡ha escapado! Debe de haberse soltado solo. Buckbeak, qué listo eres.
Buckbeak empezó a tirar de la cuerda, deseoso de volver con Hagrid. Ana lo abrazó con fuerza desde delante, haciendo que la criatura se detuviera en su lugar. Necesitaban unos minutos más.
—¡Lo han soltado! —gruñía el verdugo—. Deberíamos rastrear los terrenos y el bosque.
—Macnair; si alguien ha tomado realmente a Buckbeak, ¿crees que se lo habrá llevado a pie? —le preguntó Dumbledore, que seguía hablando con desenfado—. Rastrea el cielo, si quieres... Hagrid, no me iría mal un té. O una buena copa de brandy.
—Por... por supuesto, profesor —dijo Hagrid, al que la alegría parecía haber dejado flojo—. Entre, entre...
Un pequeña sonrisa se asomó por los labios de Ana mientras escuchaba con atención: escuchó pasos, la leve maldición del verdugo, el golpe de la puerta y de nuevo el silencio.
—¿Y ahora qué? —susurró Harry, mirando a su alrededor.
—Tenemos que ir a donde podamos ver al sauce boxeador —apuntó Ana, aún acariciando el cuello de Buckbeak—. Necesitamos estar atentos para ver qué hacer, y hasta... no, no, es muy arriesgado.
—¿Qué? ¿Qué cosa? —inquirió Harry con curiosidad.
Ana se mordió el labio y miró de reojo a Hermione.
—Podría buscar la poción matalobos y dársela a Remus...
—No. Absolutamente no —se negó Hermione con seriedad—. Te verán, Ana. No podemos arriesgarlo todo por esa poción.
Ana dejó salir un suspiro de derrota pero asintió. Hermione tenía razón. Era muy posible que sí la viesen si lo hacían.
—Entonces vayamos yendo hacia el sauce —determinó Harry y ambas asintieron.
—De acuerdo —dijo Hermione, sujetando la cuerda de Buckbeak aún más firme—. Pero hemos de seguir ocultos, recuérdenlo.
Se movieron por el borde del bosque, mientras caía la noche, hasta ocultarse tras un grupo de árboles entre los cuales podían distinguir el sauce.
—¡Ahí está Ron! —señaló Harry de repente.
Una figura oscura corría por el césped y el aire silencioso de la noche les transmitió el eco de su grito.
—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...
Y entonces vieron a otras tres figuras que salían de la nada. Ana se vio a sí misma, a Harry y a Hermione siguiendo a Ron. Luego vio a Ron lanzándose en picado.
—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.
—¡Ahí están papá y Sirius! —indicó Harry. El ciervo y el perro habían surgido de las raíces del sauce. Lo vieron actuar rápidamente y en un momento, Sirius ya tiraba de Ron—. Desde aquí parecen incluso un poco espeluznantes, ¿verdad? —añadió mientras el perro arrastraba a Ron hasta meterlo entre las raíces, seguido del ciervo—. ¡Eh, mira! El árbol acaba de pegarme. Y también a ustedes. ¡Qué situación más rara!
Ana sonrió inconscientemente ante la estupefacción de Harry dado que se sentía bien estar un paso adelante de alguien en aquel mundo. Por primera vez no era la última en entender un concepto mágico.
El sauce boxeador crujía y largaba puñetazos con sus ramas más bajas. Podían verse a sí mismos corriendo de un lado para otro en su intento de alcanzar el tronco. Y de repente el árbol se quedó quieto.
—Crookshanks ya ha apretado el nudo —explicó Hermione.
—Allá vamos... —murmuró Harry—. Ya hemos entrado.
En cuanto desaparecieron, el árbol volvió a agitarse. Unos segundos después, oyeron pasos cercanos. Dumbledore, Macnair, Fudge y el anciano de la Comisión se dirigían al castillo.
Ana observó a Hermione expectante pero la chica negó.
—Todavía no. Muchas personas están cerca, recuerda que no solo ellos pasarán por aquí.
Ana dejó salir un resoplido y se sentó en el césped, seguida de Buckbeak que apoyó su cabeza en el hombro de la niña.
—Todo saldrá bien, Buckbeak... al menos no tenemos que preocuparnos por aquella comisión asquerosa.
—Un problema menos —afirmó Harry sentándose al lado de Ana, seguido de Hermione.
Vieron a los cuatro hombres subir por la escalera de entrada del castillo y perderse de vista. Durante unos minutos el lugar quedó vacío. Luego...
—¡Aquí viene Remus! —exclamó Harry al ver a otra persona que bajaba la escalera y se dirigía corriendo hacia el sauce. Ana miró al cielo. Las nubes ocultaban la luna.
—¡Cierto! —susurró Ana llamando la atención de sus amigos—. ¿Desde cuándo saben lo de Remus?
Hermione miró al cielo y luego a Ana.
—Como dije en la Casa de los Gritos, desde el trabajo de Snape supe con certeza. Fue la gota que colmó el vaso...
Ana puso los ojos en blanco al pensar en Snape.
—Es detestable, ¿qué se mete con la vida de Remus? —dijo ella con una mueca—. ¿Es que su vida es tan triste que hace sufrir a los demás?
—No me sorprendería de eso. —admitió Harry, mirando cómo se veía el último trazo de Remus antes de que estuviera completamente dentro del túnel subterráneo—. Sé lo de Remus desde que tengo memoria y puedo decir con certeza que en ningún momento fue un factor para tenerle miedo —añadió antes de sentir un escalofrío—... pero sí le tengo miedo cuando pierde la paciencia. Es demasiado habilidoso y ya vi suficientes consecuencias de sus límites en Sirius. Más desde que viven juntos.
Esa era una nueva pieza de información para Ana.
—¿Viven juntos?
Harry asintió pero antes de que pudiese decir algo, se escuchó a alguien cantar. Era Hagrid, que se dirigía hacia el castillo, cantando a voz en grito y oscilando ligeramente al caminar. Llevaba una botella grande en la mano.
—Se ve feliz — dijo Ana con alegría, sin embargo su sonrisa decayó:—. ¡Buckbeak, no!
El hipogrifo hacia intentos desesperados por ir hacia Hagrid. Ana lo abrazó del cuello nuevamente. Observaron a Hagrid, que iba haciendo eses hacia el castillo. Desapareció. Buckbeak cejó en sus intentos de escapar. Abatió la cabeza con tristeza.
—Lo siento... pero te prometemos que lo verás más tarde —le aseguró Ana.
Apenas dos minutos después las puertas del castillo volvieron a abrirse y Snape apareció corriendo hacia el sauce, en pos de ellos.
Ana dio una arcada al verlo y notó que Snape se detenía cerca del árbol, mirando a su alrededor. Tomó la capa y la sostuvo en alto.
—Aparta de ella tus asquerosas manos —murmuró Harry entre dientes.
—¡Chist!
Snape tomó la rama que había usado Remus para inmovilizar el árbol, apretó el nudo con ella y, cubriéndose con la capa, se perdió de vista.
—Ya está —dijo Hermione en voz baja—. Ahora ya estamos todos dentro. Y ahora sólo tenemos que esperar a que volvamos a salir...
Ana suspiró y Buckbeak esta vez apoyó esta vez su cabeza en la de Ana como signo de derrota mientras que Hermione amarraba firmemente el extremo de la cuerda que lo rodeaba en el árbol más cercano. Luego se sentó en el suelo seco, rodeándose las rodillas con los brazos nuevamente.
—Hay algo que no comprendo... ¿Cómo es que sobrevivimos a los dementores? Recuerdo que antes de desmayarme se estaban acercando a nosotros.
—Sí, ¿qué fue aquella luz brillante? —inquirió Ana—. ¿Tú la viste?
—Sí... pero no sé de donde salió. Era un patronus gigante que vino galopeando hacia nosotros y ahuyentó a los dementores.
—Uau... tuvo que ser alguien muy poderoso —indicó Ana.
—¿No viste qué aspecto tenía? —preguntó Hermione con impaciencia—.¿Era uno de los profesores?
—No.
—Pero tuvo que ser un brujo muy poderoso para alejar a todos los dementores... Si el patronus brillaba tanto, ¿no lo iluminó? ¿No pudiste ver...?
—Lo vi pero si les soy sincero no presté mucha atención y me desmayé a los segundos.
Ana y Hermione resoplaron y el tema quedó en el aire.
A medida que pasaron los minutos, Buckbeak había decidido dejar de reposar para comenzar a buscar lombrices bajo la tierra.
Y en un momento, cuando los ojos de Ana se cerraban por el cansancio, Harry se dirigió a ella.
—¿Ana...? —cuando la chica dejó salir un sonido de inquisición, Harry continuó:—. No hemos hablado de lo que sucedió hoy. En el examen de Remus y en la Casa de los Gritos.
Una mueca se posó en los labios de Ana y miró a Harry de reojo.
—¿Tenemos que hablar de eso... ahora?
—Falta como una hora para que salgamos —dijo Hermione volviéndose a ellos con curiosidad—. ¿Qué fue exactamente lo que sucedió en el árbol?
Ana se enderezó en su lugar y se encogió de hombros.
—No sé —confesó Ana y ante la mirada de los otros dos bufó—. En serio que no sé, solo que... solo que había una oscuridad maligna. Una oscuridad que me envolvió en sus brazos y donde yo me perdí. Fue como uno de mis episodios pero en uno en el que ni siquiera podía sumirme en mis pensamientos porque solamente había vacío en todos lados. Y frío. Mucho frío. No había escapatoria entonces mi único instinto fue dejarme llevar...
Harry y Hermione se miraron con preocupación y la chica apoyó una mano sobre el brazo de Ana.
—Si no quieres hablar esta bien... no tuvimos que presionar, perdón.
Ana se encogió de hombros y sonrió.
—No pasa nada. Como dije, no me acuerdo de demasiado. Solo de eso... —Ana volvió su mirada hacia el sauce boxeador y frunció el ceño—. Y con lo que sucedió allí dentro no sé qué decir exactamente. Solamente sé que lo que hizo no tiene perdón y nos arruinó a todos.
—Pagará por lo que hizo —afirmó Harry y Ana asintió aún con la mirada perdida.
Esperaba que así fuese.
Las hojas de los árboles susurraban movidas por la brisa. La luna aparecíay desaparecía tras las nubes. Cada unos cuantos minutos Ana bostezaba y cabeceaba en su lugar. Y entonces, después de una hora...
—¡Ya salen! —exclamó Hermione. Se pusieron en pie. Buckbeak levantó la cabeza. Vieron a Remus, Ron y Pettigrew saliendo con dificultad del agujero de las raíces. Luego salieron Ana, Harry y Hermione. Después salió James, seguido de Snape, inconsciente y flotando. A continuación iba Sirius. Todos echaron a andar hacia el castillo. El corazón de Ana comenzaba a latir muy fuerte. Levantó la vista al cielo. De un momento a otro pasaría la nube y la luna quedaría al descubierto...
—¿Cómo haremos? —susurró Hermione espantada mirando la escena—. ¿Cómo haremos para capturar a Pettigrew?
Ana maldijo. Habían malgastado una hora.
—No necesitamos capturarlo —recordó Harry—. Dumbledore dijo que solo necesitamos...
—Parte de él —afirmó Ana—. Lo que también será un problema porque ¿cómo encontraremos a una rata en el medio de un bosque oscuro?
Hermione y Harry palidecieron se miraron inquietos. Sin embargo, Harry pareció pensar rápido.
—Vendrá hacia nosotros antes que Remus, pero Remus vendrá.
Ana y Hermione saltaron ante aquel detalle, y la segundo ahogó un grito.
—¿Qué haremos? ¿Qué haremos? —gimió Hermione, apresurándose a desatar a Buckbeak—. ¿Dónde nos ocultamos?
Ana tuvo una idea de un segundo a otro y si aquel plan no terminaba con su vida entonces era inmortal.
—Tengo un plan, muy peligroso y alocado pero... ¡no hay tiempo! —chilló Ana y empujó suavemente a Buckbeak hacia Hermione y Harry—. Llévense a Buckbeak a la cabaña de Hagrid y déjenlo allí con una nota o yo qué sé...
—¡¿Y tú?! —masculló Hermione alterada.
—¡Si piensas demasiado en mi plan entonces los tres vamos a ser bocado de hombre lobo!
Ana sabía que Hermione tenía un millón de palabras que querían salir de su boca pero Harry actuó rápido y tiró de Buckbeak antes de mirar a Ana con el ceño fruncido.
—Ana...
—Vayan. Ahora.
En ese momento Ana no supo qué fue lo que verdaderamente hizo que Hermione y Harry la miraran por un segundo antes de irse rápidamente con Buckbeak sin decir palabra pero no perdió tiempo antes de centrarse en su plan, y esconderse tras un árbol.
El plan que se había formado en su cabeza era una completa demencia y Hermione tenía todo el derecho de desconfiar de él. Sin embargo, había un poco de lógica detrás de éste.
Los lobos machos eran conocidos por ser uno de los mejores padres del reino animal. Eran lo suficientemente protectores de sus crías para que Ana tuviese la idea de quedarse allí porque después de todo, Ana era su cría. Claro, había algunos detalles muy diferentes a los de una relación entre un lobo y su cría, como el hecho de que ahora era un hombre lobo y una niña de catorce años pero necesitaba correr el riesgo de fallar. Quizás y la criatura no la atacaría al sentir su aroma... o quizás sí y estaba rumbo su tumba. Sin embargo, necesitaba una oportunidad para atrapar a Pettigrew y algo dentro de ella le aseguraba de que estaba protegida.
Sí. Había algo en ella, un sentimiento, una corriente, que le decía que estaría bien. Estar bañada bajo la plateada luz de la luna llena la enjuagaba en una línea capa de seguridad que no había sentido nunca. Se sentía un poco más... invencible.
Algo había cambiado en el aire y ella había sido la primera en entregarse, como una mosca y un farol.
Fue rápido. Como un instinto sacado de un gato. Ana sacó la varita de Remus que aún llevaba en su bolsillo y la apuntó rápidamente hacia un punto oscuro en la tierra.
—¡Petrificus Totalus!
Ana escuchó un chillido antes de que volviera el silencio en el bosque. Rápidamente agarró a la rata y saltó detrás de un árbol justo a tiempo que escuchó al licántropo aullar y correr hacia su dirección.
La chica tenía el corazón en la boca y los sentidos aturdidos por los nervios. Podía escucharlo. Escuchaba sus pasos desesperados y su nariz oliendo. Seguramente habiendo sentido su propio aroma. Ana sentía que el hombre lobo podía escuchar su corazón latir pero aquello fue un problema de otro momento dado que enseguida aparecieron el perro y el ciervo, en búsqueda de la rata que Ana tenía en su mano.
En lo alto del bosque ya se podía sentir el frío escalofriante de los dementores y segundos después se escuchó al hombre lobo aullar con ferocidad antes de que otro aullido, ahora del perro negro, se escuchase por todo el bosque. Ana se paralizó pero con la velocidad de un rayo creó otro plan. Los dementores estaban surgiendo efecto en el licántropo y por eso estaba más feroz que nunca. Y si Ana quería que mantuviese un poco de control, necesitaba a los dementores lo más lejos posible.
De un salto, Ana saltó de detrás del grueso tronco del árbol y desde allí, todo pareció moverse en cámara lenta.
—¡James!
El brazo de Ana se movió de atrás hacia delante, lanzando la rata por el aire en dirección del ciervo. El animal pareció sorprendido de que Ana estuviese allí pero no tuvo tiempo de preocuparse porque la rata se avecinaba velozmente hacia él. El ciervo dio un salto para atrapar a la rata en su boca pero al aterrizar dio un traspié y cayó rodando hacia el sector del lago, donde el perro gigante había ido a parar unos segundos atrás. Ana tampoco tuvo tiempo de preocuparse de la salud de James porque tenía un problema más grande delante: el hombre lobo que la miraba con hambre.
Ana dio un paso hacia atrás con cuidado, sin dejar de mantener contacto visual con la criatura. Estaba en apuros. Podía sentir el frío de los dementores que bajaban lentamente del cielo hacia donde estaba el lago y podía ver cómo el licántropo estaba preparando un menú para servirla a ella como entrada.
Sin embargo, Ana volvió a sentir esa corriente recorrer por sus venas, asegurándole que estaba protegida y podía hacerlo. Entonces, sin nada más que perder, levantó sus brazos a medida que iba caminando de espaldas hacia atrás y la criatura la seguía gruñendo.
—Vete.
El hombre lobo siguió acercándose lentamente. Sus ojos amarillentos no mostraban ni un signo de piedad hacia Ana. La luz de la luna se veía reflejada en aquellos cristales y como si aquello fuese una descarga de electricidad, Ana sintió todo su cuerpo reaccionar ante la vista. Algo extraño, rápido pero... poderoso.
Los ojos de Ana brillaron ante la luz de la luna y su postura se quedó firme, mirando al hombre lobo como si fuese posible mirar su alma detrás de aquellos ojos feroces.
—Te dije que te fueras. Ahora. —ordenó Ana con tal dureza que sintió que ya no era ella misma pero otra persona.
El hombre lobo se quedó estático en su lugar y Ana observó que seguía mirándola a los ojos, pero esta vez ya no había ferocidad en ellos sino que puro e inigualable miedo. Algo había cambiado dentro de Ana y aunque ella no lo supiese, estaba perfectamente reflejado en la mirada amarillenta de la criatura.
Sus orejas se doblaron y un gimoteo salió de la garganta de la criatura antes de que escondiera la cola entre sus patas y saliera corriendo hacia lo más profundo del bosque sin mirar atrás, dejando a Ana con la sangre golpeando contra sus venas por la sorpresiva adrenalina del momento.
Un jadeo dejó sus labios, y a medida que sus piernas temblaban y su mirada se nublaba, comprendió que ya había abusado de su suerte de una manera espectacular. Así que sin perder más tiempo, echó a correr.
Corrió sintiendo el ardor en su pecho, corrió con un cosquilleo en sus manos, corrió sin saber lo que había hecho pero segura de que había sido completamente extraordinario. Algo había sucedido que aún no lograba comprender pero que la perseguiría en sus sueños tanto como en sus pesadillas. Había sido mágico, increíble... había sido terrorífico.
No supo cuánto tiempo había estado corriendo pero en un momento tropezó contra el cuerpo de Hermione y ambas cayeron hacia el césped de golpe.
—¡Uf!
—¡Ana!
Hermione se irguió con rapidez y se arrastró hacia Ana que sobaba su nariz a causa del dolor. Ana levantó su cabeza hacia su amiga y ella se quedó rígida en su lugar antes de pestañear lentamente y darle un pequeño golpe en el hombro.
—¿¡En dónde estabas!? ¿Qué hiciste?
La memoria de Ana volvió a lo que había sucedido minutos atrás y optó por mantener la boca cerrada. Hermione la reprocharía a lo grande si le decía la verdad.
—¿Y Harry? —jadeó Ana cambiando de tema mientras se levantaba.
—Eso iba a ver —explicó Hermione y señaló donde el lago se encontraba y una luz brillante se podía ver.
—Entonces hay que apurarnos.
Ana junto a Hermione trotaron con rapidez hacia el lago y observaron que Harry tenía una mano extendida hacia delante. Ana pudo observar una luz brillante desvanecerse a medida que se acercaban más al chico. Harry se dio vuelta y las notó.
—¿Qué has hecho? —preguntó Hermione enfadada—. Dijiste que no intervendrías.
Ana miró hacia otro lado. Si solo supiese...
—Sólo he salvado nuestra vida... Vengan aquí, detrás de este arbusto: se los explicaré.
Ana y Hermione escucharon atentamente que Harry había podido producir un patronus gigante y aunque Hermione parecía completamente cohibida ante aquel hecho, Ana ya había visto muchas cosas raras en menos de veinticuatro horas como para sorprenderse.
—¿Te ha visto alguien? —inquirió Hermione con una ceja fruncida.
—Sí. ¿No me han oído? ¡Me vi a mí mismo!
—No puedo creerlo... ¡Hiciste aparecer un patronus capaz de ahuyentar a todos los dementores! ¡Eso es magia avanzadísima!
—Sabía que lo podía hacer —dijo Harry—, porque ya lo había hecho...¿No es absurdo?
—Pues no —negó Ana con una pequeña sonrisa—, si lo has hecho es por algo.
Harry la miró y en segundos abrió los ojos con sorpresa al darse cuenta de que Ana, en efecto, se encontraba allí.
—¡Ana! ¿Cómo...?
Hermione apoyó una mano sobre su boca y señaló hacia delante de ellos.
—¡Miren, es Snape!
Observaron la otra orilla desde ambos lados del arbusto. Snape había recuperado el conocimiento. Estaba haciendo aparecer por arte de magia unas camillas y subía a ellas los cuerpos inconscientes de Ana, Harry, Hermione, James y Sirius. Una sexta camilla, que sin duda llevaba a Ron, flotaba ya a su lado. Luego, apuntándolos con la varita, los llevó hacia el castillo.
Unos minutos pasaron, en donde solo se escuchaban sus respiraciones agitadas, cuando Ana fue la primera en hablar.
—¿Y ahora qué?
Hermione ahogó un grito.
—¡No le escribí la nota a Hagrid! Necesitamos decirle que esconda a Buckbeak hasta la mañana.
—¿Y qué esperamos? —dijo Ana levantándose—. Vamos ahora.
Los tres corrieron escondidos entre las sombras y enseguida llegaron a la cabaña de Hagrid que ahora se encontraba en silencio, iluminada solamente por el fuego del hogar.
—No quiero correr más en mi vida —jadeó Ana abriendo la puerta trasera de la cabaña—, esta noche fue demasiado para mí...
Fang, el perro jabalinero, ladró muy fuerte. Sin embargo, al ver a Ana saltó hacia ella para lamerle el rostro.
—Fang, Fang; no hagas ruido —susurró Ana y le acarició sus orejas para que se tranquilizara.
Buckbeak se encontraba echado delante del fuego y había levantado la cabeza hacia ellos cuando los escuchó entrar, pero enseguida se volvió a acomodar para seguir durmiendo.
—Rápido, Hermione —apuró Harry mirando de reojo hacia la ventana para inspeccionar el terreno.
Hermione agarró un pedazo arrugado de pergamino que encontró de casualidad junto a una pluma vieja y un pote de tinta bastante sucio, y se puso a escribir la nota con rapidez.
—Querido Hagrid... mantén a Buckbeak aquí hasta la mañana... y no le digas a nadie. A nadie. James Potter... vendrá a buscarlo... es un secreto...
Mientras Hermione se apuraba a terminar de escribir la nota, Ana miró a la luna llena que se veía a través del cristal de la ventana. Su ceño se frunció y recordó lo que había sucedido en el bosque con el hombre lobo. No lo lograba comprender. ¿Qué había hecho?
—¡Listo! —exclamó Hermione dejando la nota arriba de la mesada redonda—. Ahora solo tenemos que... ¡oh no!
Ana y Harry se alarmaron y se volvieron a ella.
—¿Qué pasó? —preguntó Harry con preocupación.
—¡Nos olvidamos de Pettigrew! —se lamentó Hermione y escondió su rostro detrás de sus manos.
Harry retuvo su aliento pero Ana dejó caer sus hombros con relajación.
—Ah, ¿eso? Yo ya me encargué...
Ana buscó en su bolsillo y bajo la atenta mirada de sus amigos, sacó un pedazo de pelaje grisáceo.
—Se le caía el pelo por el mal cuidado.
Hermione y Harry se miraron atónitos y se acercaron a Ana con cautela.
—¿Cómo has conseguido eso?
Ana se sintió pequeña ante la mirada de ambos así que volvió a cambiar el tema, apuntando con un dedo el reloj.
—Una historia para otro día... ¿Cuánto tiempo nos queda?
Hermione miró el reloj.
—¡Veinte minutos! ¡Vamos!
Los tres salieron de la cabaña de Hagrid a las apuradas, no sin antes de que Ana se despidiera del hipogrifo y del perro. Con las pocas energías que solamente eran movidas por la adrenalina que sentían, los amigos corrieron por los terrenos de Hogwarts. Había veces en que alguno tropezaba y se apuraban para ayudar pero no era un recorrido de lo más fácil. Habían subidas en las que Ana debía detenerse para tomar aire antes de seguir.
Cuando llegaron a las puertas del castillo desde el patio de la Torre del Reloj, Hermione se fijó si había personas cerca antes de dejarlos entrar.
—Tenemos diez minutos.
Los tres apuraron su paso por los pasillos, escondiendo sus figuras detrás de estatuas o pilares de mármol u piedra que decoraban las paredes. En un momento casi se toparon con Peeves si no fuese por los movimientos rápidos de Harry que hizo que el grupo se escondiera.
Corrieron a toda velocidad y entraron en un pequeño cuarto que guardaba elementos de limpieza que encontraron ala izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos de contento, riéndose a mandíbula batiente.
—¿Qué lo traerá tan feliz? —susurró Ana frunciendo el ceño.
—No sé, pero lo último que quiero es encontrarme con la causa —admitió Harry.
Hermione volvió a mirar su reloj con impaciencia.
—Tres minutos... hay que subir hasta el cuarto piso.
Aguardaron a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salieron del cuartito y volvieron a correr. Esta vez subiendo rápidamente por las escaleras de caracol.
—¿Qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? —jadeó Harry.
—No quiero ni pensarlo —confesó Hermione, volviendo a mirar el reloj—. ¡Un minuto! —Llegaron al pasillo en que se hallaba la enfermería—. Bueno, ya se oye a Dumbledore —dijo nerviosa Hermione—. ¡Vamos!
Siguieron por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vieron la espalda de Dumbledore.
—Les voy a cerrar con llave —le oyeron decir—. Son las doce menos cinco. Señoritas; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.
Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente. Asustados, Ana, Harry y Hermione se apresuraron. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.
—¿Bien? —preguntó en voz baja.
—¡Lo hemos logrado! —dijo Harry jadeante—. Buckbeak se encuentra en lo de Hagrid y...
—Y hemos conseguido algo de Pettigrew... —Ana levantó su brazo y tomó una bocanada de aire.
Dumbledore les dirigió una amplia sonrisa.
—Bien hecho. Creo... —Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería—. Sí, creo que ya no están ahí dentro. Entren. Los cerraré.
Ana iba a preguntar acerca del manojo de pelos que tenía en su mano y Dumbledore negó aún sonriente.
—Quédatelo. La respuesta vendrá en su momento.
Estaba muy cansada como para insistir así que Ana asintió y siguió a sus amigos hacia el interior de la enfermería. Estaba vacía, salvo por lo que se refería a Ron, que permanecía en la cama, y donde las cortinas escondían a James y Sirius. Después de oír la cerradura, se metieron en sus camas. Hermione volvió a esconder el giratiempo debajo de la túnica. Un instante después, la señora Pomfrey volvió de su oficina con paso enérgico.
—¿Ya se ha ido el director? ¿Se me permitirá ahora ocuparme de mis pacientes?
Estaba de muy mal humor. Ana, Harry y Hermione pensaron que era mejor aceptar el chocolate en silencio. La señora Pomfrey se quedó allí delante para asegurarse de que se lo comían. Y mientras Ana terminaba su cuarto pedazo de chocolate, sus ojos empezaron a pesarle y su cuerpo comenzó a sufrir las consecuencias de la adrenalina evaporada de a poco.
Y en cuestión de segundos, Ana quedó dormida tal como un angelito.
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LEAN EL ANUNCIO DE ABAJO POR FAVOR Y GRACIAS AH
ahora sí... ¡hola, buen viernes!
¿cómo están?
yo este martes a la 1 de la mañana me compré una paleta de sombras porque no tengo control impulsivo ¿ustedes?
díganme cómo la pasaron en San Valentín bros ! yo haciendo galletitas festivas ♥ me las comí todas durante la semana ♥
¡ah! antes de que me olvide el anuncio: Tengo planeada una fic de Remus que sería como un preludio de Hidden. Revuelve alrededor de la vida de Faith en los últimos dos años de Hogwarts y pues, su relación con Remus y cómo llegaron a ser lo que fueron. Tengo planificado publicarla uno de estos días pero realmente comenzar a actualizar una vez que tenga esta fic más avanzada porque van a haber spoilers ♥ Ya tengo todos los capítulos organizados así que quería ver si les interesaba !
como un regalo para ustedes, mañana voy a subir el último capítulo del acto ♥ y el viernes que viene empezamos con el segundo acto ¡!
¡nos vemos mañana!
•chauuu•
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