𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲 𝐭𝐰𝐨
"La fiebre de la explosión"
Cuando los rayos de luz inundaron la oficina de Remus, bañándola en su color dorado como si se tratase del salón de los dioses, Ana se dignó a dejar de mirar fijamente la puerta y volvió su mirada hacia las ventanas. Sus ojos ardieron un poco al hacerlo así que tuvo que cerrarlos por unos segundos para que se acostumbraran a la luz del día.
La noche anterior había sido un desastre.
Luego de haberle contado con gran detalle lo que había sucedido a Remus, lo que tomó varios intentos hasta que dejó de balbucear, en la mirada de su padre había crepitado una furia que no había visto venir. Y antes de que Ana pudiese insistirle que debía descansar como Madame Pomfrey le había dicho, Remus ya había desaparecido por la puerta. Y desde ese momento, Ana había estado atenta a su llegada, que nunca arribó.
Ana había dejado de llorar poco después de que Remus se había ido pero la presión en el pecho que se había instalado el momento en que su nombre había salido de la boca de Dumbledore no se había esfumado. Si no que se había vuelto más grande, cubriendo cada parte de su cuerpo.
Sentía impotencia y furia. Mucha furia.
Recordar el rostro de Dumbledore actuando como si verdaderamente les importaba la salud de ella y Harry pero al final del día ignorando cada palabra que salía de sus bocas, hacía que Ana sintiese una nueva forma de odio hacia el anciano. Y tal vez odio era una palabra muy fuerte que llevaba consigo misma una carga emocional importante, pero era exactamente lo que Ana sentía.
Sentía odio hacia su director, hacia Snape que los había humillado por el simple hecho de hacerlo; sintió odio hacia Bagman y Crouch que habían sido completamente inútiles , y sintió odio hacia el torneo. Porque ¿por qué debía de existir? ¿por qué justo ese año debía de volverse a implantar?
Nadie había hecho nada para ayudarlos y los únicos que habían siquiera movido la mano para hacer que no participaran, eran dos personas que no querían lo mejor para ella y Harry, sino que querían lo mejor para ellos mismos.
Era un poco espantoso pensar que aquellas personas estaban encargados de cuidar a otros.
Ana dejó salir un bostezo y escondió aún más su rostro en sus piernas, deseando desaparecer para nunca participar del torneo.
La puerta se abrió de golpe haciendo que Ana saltara en su lugar al haber estado distraída y su cabeza volteó hacia donde dos siluetas habían entrado con tazas humeantes y comida.
—Oh, Ana... —Hermione la miraba con pena al observar el estado en que se encontraba.
—Te ves terrible —dijo Harry sin perder tiempo.
Ana puso los ojos en blanco y dejó caer su cabeza mientras que Hermione reprochaba a Harry por tener tan poco tacto. Sin prestarle mucha atención a Hermione, Harry se acercó a Ana y dejó una taza de chocolate caliente frente a ella.
—Remus nos dijo que estabas aquí desde la noche...
Ana lo miró ya teniendo su atención.
—¿Ya terminó con Dumbledore?
Harry negó y Ana se encogió más en su lugar.
—Solamente salió porque... bueno porque papá llegó. Al parecer Remus le escribió por la noche acerca de las noticias y estaba furioso —Harry se sentó delante de ella y se rascó la nuca—. La verdad nunca lo había visto tan enojado. Él también quiere sacarme del torneo, y si te soy sincero estoy esperando a ello. Dumbledore ni siquiera nos escuchó cuando dijimos que no.
—Nos ve como ingenuos, Harry. Ojalá que no sea así con ellos...
Hermione se acercó a ellos y comió una de las tostadas con nerviosismo. Ana miró a su alrededor y finalmente notó que Ron no estaba en ningún lado.
—¿Y Ron?
Harry resopló al escuchar su nombre y se concentró en su bebida mientras que Hermione evitaba su mirada.
—Está... desayunando —dijo.
—¿Y por qué no vino?
Harry dejó salir una risa seca pero la expresión de molestia no dejó su rostro.
—Porque al parecer no se digna en crecer —masculló y negó antes de levantar su mirada hacia Ana—. Está celoso al parecer.
Ana quedó estupefacta ante tales noticias y su rostro lo mostró.
—¿Celoso...? ¿Celoso de qué? ¿Él quería participar?
—Es... complicado —comenzó a explicar Hermione, armándose de paciencia—. Siempre es Harry quien acapara la atención, y aunque no sea culpa tuya, Harry... Ron no lo puede evitar. Es decir, Ron tiene en casa todos esos hermanos con los que competir, y tú, Harry, su mejor amigo, eres famoso. Cuando te ven a ti, nadie se fija en él, y él lo aguanta, nunca se queja.
—¿Y qué hay de mí? Nadie me presta atención a mí, gracias a Dios. —dijo Ana un poco confundida.
—No está enojado contigo —masculló Harry—. Piensa que yo te metí en aprietos, cree que todo es mi culpa.
—Eso suena a que debes hablarlo con él, pero no lo harás porque eres testarudo —señaló Ana y Harry frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—Eso no es cierto, traté de explicárselo pero seguramente se le hará más fácil creerme cuando me rompan el cuello o...
—¡Basta! —lo cortó Hermione y Ana notó un deje de inquietud en su voz—. Eso no tiene nada de gracia, Harry. Ambos están en aprietos si sus padres no los sacan del torneo así que deberían comenzar a pensar en las posibilidades si es que fallan —Hermione comenzó a sacar un pergamino de su túnica—... por suerte estuve planeando por la noche formas de que pueden prepararse para ganar las pruebas...
—¡No quiero ganar las pruebas, Hermione! —exclamó Ana mirándola con incredulidad—. Eso es lo último que quiero. Lo que sí quiero es humillar a Dumbledore y su razonamiento, y para eso necesito perder cada una de las pruebas si es que no me salgo de esta. ¡Ese es mi plan!
—En esta situación no solo humillarías a Dumbledore pero a toda la escuela, Ana —negó Hermione con insistencia—. Sería algo muy imprudente que lo hagas.
—Eso es lo que les pasa cuando eligen a una chica de catorce años para hacer el trabajo de una persona mayor —bramó Ana y saltó de su asiento, sintiendo la oleada de cansancio que la golpeó de pronto, por no haber dormido en toda la noche—. Que Harry haga lo que quiera, yo no pienso mover ni un dedo en este torneo. Que venga Dumbledore a obligarme.
El día fue terrible. No. Más que ello.
Cada paso que Ana daba por el castillo era como si estuviese pisando una mina, y cada palabra que salía de su boca era una explosión para los estudiantes. Al parecer, la decisión de Dumbledore de que ella y Harry participaran en el torneo había viajado por todos los oídos y justo la misma tarde de aquel domingo todos comprendieron lo que significaba: Hogwarts tenía dos nuevos campeones, y Cedric Diggory ya no era el tesoro del colegio.
Ana se sentía avergonzada de estar humillando a Cedric por la indiferencia de Dumbledore y todo aquel grupo de adultos que había aceptado que participara. Sin embargo, realmente sintió las consecuencias llegar cuando estaba en la biblioteca para una reunión de P.E.D.D.O. y tuvo que enfrentarse a la mirada de Hannah.
Los de Hufflepuff, en general, se habían vuelto muy antipáticos con ella y Harry. Habían perdido la gran victoria que significaba tener a Cedric como representante del colegio, y ahora estaban nuevamente bajo la sombra. Y Hannah formaba parte de aquellos que se sentían heridos por las nuevas circunstancias.
Pero de alguna forma, la rabia de Hannah era peor.
Porque ella trataba de disimular.
Ana se dio cuenta de que Hannah estaba enojada con ella y Harry porque en un momento comenzó a notar que le molestaba el sonido de la pluma de la chica, ya que estaba escribiendo con rabia. Ana levantó su vista del libro que estaba leyendo y se mordió el labio al ver que el rostro de Hannah estaba ceñido mientras trataba de asesinar el pergamino con la tinta. Y al parecer no fue la única en notar su silencioso enojo.
Parvati la miraba de reojo mientras recortaba un panfleto.
—Hannah, vas a romper...
La advertencia fue en vano porque en segundos la punta de la pluma de Hannah se dobló, manchando el pergamino en el que la chica estaba trabajando tan duro.
—Esa era mi última pluma... —murmuró Neville y Hannah cerró sus ojos, suspirando.
—Lo siento, Neville, te voy a comprar otra...
Queriendo aliviar el ambiente, Ana buscó en su mochila alguna de sus lapiceras y se la tendió a Hannah.
—Puedes usar una de mis lapi... —al observar la mirada irritada de Hannah, la voz de Ana se apagó—... o no.
—Piensas que eres muy graciosa... —murmuró con ironía Hannah, y antes de que Ana se pudiese defender, Lavender se levantó.
—Siento que se está formando un ambiente muy incómodo en nuestro círculo y es el momento perfecto para implementar nuestra sesión de meditación que Hermione me dejó dirigir... —Lavender miró a Hermione para buscar aseguración, y Hermione asintió derrotada—. ¡Genial! Lo primero que deben hacer es dejar todo en la mesa y acomodarse en sus lugares...
Todos se resignaron a seguir las instrucciones de Lavender y se acomodaron en sus sillas en silencio. Una vez que la chica estuvo satisfecha asintió risueñamente.
—Muy bien, ahora cierren los ojos y respiren profundamente... despejando cualquier negatividad de su cuerpo...
Por unos segundos, Ana finalmente se sintió aliviada mientras relajaba sus músculos y renovaba el aire en sus pulmones. Pero el momento se rompió enseguida que Hannah dejó salir un resoplido.
—Hannah... debes soltar la negatividad de tu cuerpo —insistió Lavender pero Hannah negó, abriendo sus ojos con impaciencia.
—No, lo siento, Lavender, pero es imposible que me concentre cuando... cuando...
Ana no pudo evitarlo y abrió los ojos para notar que Hannah tenía su mirada en ella. Hermione también rompió la meditación y las miró.
—Hannah, por favor...
—¿Sabes, Hermione? No. Deja que Hannah hable, porque claramente tiene algo que decirme, y preferiría mil veces que lo hiciera —admitió Ana ya perdiendo la paz de hace segundos atrás.
Lavender parecía preocupada.
—Pero...
Parvati apoyó una mano sobre su brazo y negó. Por el otro lado, Hannah se aclaró la garganta y asintió hacia Ana, aceptando el desafío.
—Bien, sí, tienes razón, tengo mucho de qué hablar. Mucho por decirte. —se levantó, corriendo a un lado su flequillo—. No puedo creer que lo hicieras.
—No hice nada, Hannah —dijo Ana también levantándose, no sabiendo qué hacer.
—¿Que no hiciste nada? —resopló Hannah con incredulidad—. Tú y Potter decidieron que querían ser el centro de atención, y la verdad no me sorprende viniendo de él... pero de ti... uau. Ciertamente no me lo vi venir.
—Eso es porque no fue mi culpa —insistió Ana nuevamente—. Y no voy a dejar que me culpes de algo que claramente no hice, ¿por qué no me crees? No te veía como alguien que se dejara manejar por la presión social.
—No es presión social, es lealtad a mis amigos. Pero claro que es algo que Gryffindor todavía no conoce.
—¡Ey! —exclamaron todos a la vez, ofendidos ante tal acusación. Hannah negó con la cabeza.
—Desde el año pasado tienen un problema contra Cedric porque le ganó a Potter en aquel partido pero no me sorprendería que tuviesen un problema con Hufflepuff. Y estoy más que segura de que toda su casa se dedicó a arruinar esto para nosotros. Y me duele porque pensé que éramos amigas, Ana.
—¡Lo somos! —soltó Ana impaciente—. Pero al parecer eso no es suficiente para creernos. ¿Es que tenemos que lanzar un «hocus pocus» para que el colegio nos crea? Lo último que querríamos es humillarnos y humillar a Cedric... ¡pero claramente a Dumbledore eso no le importa nada! ¿por qué no te enojas con él en vez de conmigo?
—Porque tú eras mi amiga y ahora humillaste a alguien cercano a mí. Dumbledore no lo hizo, fuiste tú quien no se negó.
—¡Lo hice! Me negué con patadas pero claramente mi palabra no te sirve... y la verdad no tengo por qué explicarme ante alguien que sé que no me va a creer aunque le muestre la verdad.
Hannah negó y se tapó el rostro con sus manos.
—Entonces, ¿por qué no peleaste más?
Ana ahogó un grito de impotencia y agarró sus pertenencias para tirarlas en su mochila. Se dio media vuelta con la mochila en mano y vio a Madame Pince acercarse hacia ellos con una mirada llena de furia. Pero antes de que la bibliotecaria pudiese echarla indefinidamente de la biblioteca, Ana pasó por su lado a paso apresurado y rabioso, no queriendo escuchar su voz chillona.
Y lo último que escuchó antes de salir de la biblioteca, fue que Hermione anunciaba la pausa de P.E.D.D.O. de manera indefinida.
• • •
Los pasos de Ana se movían sin rumbo por los pasillos del castillo, queriendo alejarse lo más lejos posible de Hannah y de todos sus problemas. ¿Cómo era que era tan difícil comprender que ni Harry ni ella habían querido estar en una situación como tal? Se llegó hasta a preguntar si se estaba expresando mal porque era imposible que no les entrara en la cabeza que había sido un error del que no podían escapar.
Sus piernas dejaron de moverse y un jadeo salió de su boca, por todo el ejercicio que había hecho subiendo y bajando escaleras, y caminando largos e interminables pasillos. Si se cansaba en eso, no se quería ni imaginar cómo sufriría durante los torneos. Si es que aún James y Remus no habían podido conseguir que Dumbledore cooperara.
Mirando a todos lados para ver en dónde había terminado, se llevó la sorpresa de que reconocía aquel pasillo. Era el pasillo sin salida en donde al final se encontraba aquel escondite con el que había compartido junto a Blaise Zabini el curso anterior, y el que había sido en su momento su refugio de todo.
Estaba tentada en seguir caminando y esconderse allí hasta que terminara el año, pero le había hecho una promesa a Blaise de que no volvería a pisar los suelos del escondite nunca más luego de que la hubiese ayudado con aquel libro de runas.
Deseaba no haber hecho ninguna promesa.
—¿Perdida?
Ana dio un brinco en su lugar y con cansancio notó que se trataba de Blaise Zabini.
«Hablando del rey de Roma» pensó Ana y suspiró.
—No sé porqué caminé hasta acá, ahora me voy...
—Te ves terrible —dijo él, levantando una ceja.
—Tienes un buen ojo como todos los demás —Ana puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos—. Es la nueva moda, ¿no te has enterado? Se llama "No dormí en casi cuarenta y ocho horas y además todos me odian".
Blaise le dio una media sonrisa.
—¿Pensé que la nueva moda era el grunge?
Ana se lo quedó observando por unos segundos sin poder procesar completamente lo que había dicho, hasta que una risa salió de ella sin que pudiese evitarlo.
—Bueno... en el mundo muggle sí, ¿pero cómo...?
—La profesora Burbage nos contó en una de sus clases de Estudios Muggle acerca de la moda muggle. Casi dejo la clase el momento en que la vi vestida con una camiseta con gráficos de una banda... ¿Green Day?
La expresión de incredulidad no dejó el rostro de Ana. Sus ojos inspeccionaron a Blaise con cautela y sus labios se separaron con sorpresa.
—¿Te sumaste a la clase de...?
—¿Por qué dices que todos te odian? —dijo Blaise, sin que Ana pasara de alto que trataba de cambiar de tema. Sin embargo, lo dejó pasar.
—Creo que estás un poco atrasado con las noticias, Zabini —masculló ella, sintiendo de nuevo el picor que le causaba el enojo por el cual había pasado momentos antes en la biblioteca—. Pero me atrevo a adivinar que tú no me odias... porque estás aquí hablándome.
—¿Por qué lo haría?
Ana se encogió de hombros.
—Supuse que lo harías ya que Hannah me odia después de lo que pasó ayer a la noche, y, si te soy sincera, no veo difícil que tú me odies.
—Hannah no te odia, solamente heriste su ego —explicó Blaise y Ana quiso reírse con amargura.
—¿Ego...? —preguntó bajo su aliento sin poder creérselo pero luego volvió su mirada al chico—. ¿Y el tuyo?
Blaise fijó sus ojos en los de ella y luego de unos segundos pensando en su respuesta, se encogió de hombros.
—Todavía debes de hacer eso.
La guardia que Ana había formado fue bajando, y miró al chico con cautela.
—¿Por qué...? ¿por qué hablas como un señor de cincuenta años del siglo dieciocho? Eres muy... formal.
Blaise la observó con incredulidad, y la miró de abajo hacia arriba como si buscara una respuesta.
—¿Me estás preguntando porque tú hablas como si fueses una rata de la calle?
Ana resopló un poco ofendida y chasqueó su lengua.
—Era una pregunta genuina, no te estaba atacando —masculló mientras que Blaise fruncía el ceño.
—... Entonces, lo siento —dijo antes de quedarse unos segundos pensando en su respuesta, mientras Ana se balanceaba en su lugar sin saber qué hacer. Pero cuando Blaise habló, le prestó atención—. Mi madre me crió para que fuese parte de la alta sociedad, me crió para que fuese honorable y respetuoso...
Al escuchar aquello, y sin poder evitarlo, una carcajada ácida salió de Ana. Observó al chico con amargura en sus ojos.
—Perdón que te interrumpa, pero... ¿respetuoso? —toda la furia que había estado coleccionando durante el día se concentró en su pecho y negó con la cabeza—. Me temo que tus lecciones pasaron alto por tu cabeza el primer día que nos conocimos, porque llamar a alguien "traidora de sangre" en un primer encuentro no es para nada respetuoso ni honorable.
—Y me retracté y te pedí perdón por aquello.
—Y el hecho de que me sigas diciendo eso, no va a cortar el hecho de que me ofendiste sin haberme conocido en nada. Me miraste en asco y literalmente me insultaste como si fuese basura —Ana comenzó a dar vueltas, recordando todo lo que le había hecho—. Después me hiciste sentir como mierda, como que no tenía valor, como si fuese la fuente de todos los problemas que me rodeaban... y piensas que un simple perdón es suficiente. Pues, lo sería si después de eso no lo hubieses seguido haciendo.
Ana lo miró de reojo para ver si diría algo pero aplanó sus labios al notar que estaba callado.
—Siento que toda la mierda que hiciste cuando eras pequeño fue perdonada muy rápido y ahora no lo soportas... —Ana recordó a Hannah y cómo cuando se había enojado no la había insultado por su estatus como lo había hecho Blaise—... y... ¿cómo es que tú y Hannah pueden ser amigos? Ella es tan... abierta al mundo, tan buena... —Ana suspiró derrotada y lo miró con incredulidad—. ¿Cuán diferente pueden haber sido criados si son tan cercanos como me dijeron?
La mirada de Blaise había crepitado a una irritación que Ana estaba comenzando a sentir y notó que el chico tenía sus puños tensos.
—No tengo por qué decirte nada, Abaroa.
Una mueca se posó en los labios de Ana y comenzó a caminar hacia las escaleras.
—Supongo que no.
Pensando que aquello sería el fin de la conversación y que finalmente había sido el colmo del vaso para ambos, Ana no se lo creyó cuando Blaise tomó su brazo para detenerla.
—Pero lo que sí puedo decirte es que mis disculpas fueron verdaderas, y aunque sonó mal, no busco tu perdón. Eso no es algo que pueda pedirte porque no fui yo al que hirieron... —Blaise aflojó su agarre y suspiró—, estoy tratando de mejorar.
La mirada de Ana lo observó un rato largo mientras que su brazo caía nuevamente a su lado y se mordió el labio con el ceño fruncido.
—Lo sé... y tal vez eso es lo que más me desconcierta.
Luego de su interesante conversación con Blaise, Ana había escapado por las escaleras movedizas, casi cayéndose de ellas al haber literalmente saltado en ellas para lograr terminar la conversación. El parkour no era su fuerte y casi ni se tuvo que preocupar por participar en el torneo.
Mientras que las escaleras se movían lentamente hacia su destino, Ana comenzó a sentir la guerra entre sus emociones. Estaba cansada, irritada, enojada, confundida, aliviada... y las punzadas en su cabeza podrían ser también un signo de estrés que tampoco podía ignorar. Era un desastre que había estallado tres veces en un día a causa de su incomprensible cabeza. Y tal vez estallaría de nuevo si es que no encontraba a su padre lo más rápido posible para que pudiera contarle las buenas... o malas noticias.
Como casi había pasado un día entero, Ana encontró imposible que Remus o James se encontrasen en la oficina de Dumbledore, así que deambuló por los pasillos rumbo a la oficina de su padre donde estaba segura que los encontraría. Y finalmente, luego de evitar a todas las personas con las que se encontraba, llegó a la puerta del despacho de su padre.
Una vez que se dignó en tocas la puerta, Ana sintió el brote de emociones nuevamente y comenzó a temblar de la anticipación. Tal vez y la mitad de sus problemas se terminarían el momento que cruzara la puerta.
Escuchó a alguien acercarse a la puerta y en cuestión de segundos, vio el rostro cansado de Remus mirarla. Y durante los segundos que le costó a Remus reconocerla, Ana concluyó que noticias buenas no serían las que recibiría. Nadie se vería tan derrotado si es que había ganado.
—Ana...
Tratando de calmarse, Ana pasó por debajo del brazo de Remus y se adentró a la oficina, para observar el escenario.
Harry también se encontraba allí, pero estaba hablando con James a lado de una de las ventanas, donde Ana no podía oírlos. Y se alivió de aquello porque ninguno de los dos parecía estar en buenos humores.
Por el otro lado, sentado en el escritorio de Remus, se encontraba Sirius que había notado su entrada y la miraba con una mueca en sus labios. Cansada de todo y con el humor por los suelos, Ana se sentó en la silla delante de él y cerró los ojos con decepción.
—Esto apesta.
—Lo siento, Ana —resopló Sirius y se pasó una mano sobre su cabello—. Intentaron todo.
—Más que todo —lamentó Remus y se acercó a ellos, recibiendo un apretón comprensivo en el hombro de parte de Sirius—. Nada sirvió porque ya habían escrito todo e impusieron nuevas reglas tan rápido como llegamos a la oficina para hablarlo. Y Crouch no me tomó como alguien autorizado para hablar por ti. No soy... no soy un pariente legal tuyo.
Ana levantó su mirada hacia él y sus hombros bajaron por la pena.
—Nana sería la única que podría haber dicho algo... pero no me sorprendería si descartaran lo que tuviese por decir por ser muggle —escupió ella y su furia crepitó nuevamente en sus facciones—. Son ridículos...
—Y no tomaron nuestro razonamiento de que eran menores porque en los torneos anteriores se aceptaba a estudiantes de cualquier edad. —James apareció frente a ellos, rodeando los hombros de Harry con un brazo—. Lo que es completamente insensato dado que no hay forma que un niño de once años pueda competir equitativamente contra uno de diecisiete. El reglamentario tiene más cabos sueltos que nuestro poder judicial.
Ana y Harry se miraron con aturdimiento.
—Eso es... preocupante —admitió Ana.
—Y es por eso que van a tener una ventaja —afirmó James, colocando una mano sobre su hombro—. Crouch y Bagman pueden venir a quejarse a mí si es que tienen un problema, pero los ayudaremos.
—Si no quieren ser justos vamos a mostrarles algunas injusticias que van a tener que soportar —añadió Sirius haciendo que Ana sonriera levemente.
—Ya todos nos odian por algo que no hicimos —dijo ella mirando a Harry—. Creo que necesitamos darles una razón para hacerlo de verdad.
—No me gusta para nada cómo suena eso —confesó Harry y Ana se mordió el labio tratando de no sonreír.
—Ana, realmente eres la hija de tu madre —rió Sirius y le despeinó el cabello, que ya estaba sumamente asqueroso.
—Y contrario a ella, ve a dormir —le insistió Remus con preocupación—. Te ves...
—¿Terrible? —lo cortó Ana con un suspiro—. Sí, sí, ya lo sé... me voy a dormir y ojalá no me despierte hasta la primera prueba.
Ana dio un largo suspiro y comenzó a caminar hacia la puerta, un poco más relajada de lo que había estado al principio. Podía ser peor.
—¡Ah, Ana! —exclamó Sirius de repente y Ana se dio vuelta—. Antes de que me olvide, traje los cuadernos como me pediste, están en tu dormitorio seguramente, o al menos en la sala común.
La memoria de Ana hizo que sonriera aliviada y asintió agradecida.
—Gracias, Sirius.
La puerta se cerró detrás de ella, y con paso seguro fue a buscar finalmente el momento de paz que había estado añorando todo el día.
• • •
Las semanas pasaron tan lentamente que cada segundo parecía que Ana arrastraba un bloque de cemento atado en cada pie.
Aunque James, Remus y Sirius les habían asegurado que los ayudarían, Ana no se sentía ni un poco tranquila con el hecho de que debería participar del torneo. Seguía molesta con la situación, y si se le presentaba una oportunidad para escapar de Hogwarts, la tomaría de una. Pero eso no sucedía, y debía aguantar la rabia de los demás y las clases que se estaban volviendo muy pesadas para su cabeza.
Ni siquiera había tenido tiempo de abrir la caja en donde estaban todas las libretas de Faith porque primero; tenía demasiado en su cabeza para concentrarse en el pasado de su madre, y segundo; sentía una inquietud inexplicable que no la dejaba siquiera acercarse a la caja que estaba debajo de su cama. Habían emociones mezcladas y todavía no se asentaba con alguna en particular. Era un trabajo en proceso.
Y ahora el único problema al que debería confrontar, era la clase doble de Pociones de todos los viernes. Aquella clase siempre consistía en una mala experiencia, pero aquellos días era una verdadera tortura. La clase anterior Pansy Parkinson le había tirado un bezoar, haciendo que toda la poción que había estado haciendo le salpicara y volcara.
Ana recibió una quemadura en su mano y detención con Snape por haber hecho un desastre.
En otras palabras, Ana odiaba la clase.
Cuando, después de comer, ella, Hermione y Harry llegaron a la puerta de la mazmorra de Snape, se encontraron a los de Slytherin que esperaban fuera, cada uno con una insignia bien grande en la pechera de la túnica. Inmediatamente, Ana descartó que fueran las insignias que Hermione había creado, y vio que todas mostraban el mismo mensaje en caracteres luminosos rojos, que brillaban en el corredor subterráneo apenas iluminado:
Apoya a CEDRIC DIGGORY:
¡el AUTÉNTICO campeón de Hogwarts!
—¿Les gustan? ¿Eh, Potter, Abaroa? —preguntó Malfoy en voz muy alta, cuando ellos se aproximaron—. Y eso no es todo, ¡miren!
Apretó la insignia contra el pecho, y el mensaje desapareció para ser reemplazado por otro que emitía un resplandor verde:
POTTER Y ABAROA APESTAN
Mientras los de Slytherin se reían, Ana puso los ojos en blanco.
—Ay, pero qué gracioso. ¿Los creaste tú Malfoy...? —dijo ella y luego se tapó la boca—. Ah, no, cierto que eres muy estúpido para eso.
Ana sonrió ante la mirada de furia de Malfoy y quedó satisfecha cuando comenzó a sacar su varita.
—Derrochan ingenio —resopló Hermione, tomando el brazo de Ana para que no sacara su varita.
—¿Quieres una, Granger? Tengo montones. Pero con la condición de que no me toques la mano. Me la acabo de lavar y no quiero que una sangre sucia me la manche.
Ira brotó de Ana pero antes de que pudiese sacar su varita, Hermione ya la tenía en mano. Lo que Hermione se olvidó es que Harry también estaba allí y tenía su propia varita apuntada a Malfoy.
—Vamos, Potter —lo desafió Malfoy con tranquilidad, ya habiendo sacado la varita—. Ahora no tienes a Moody para que te proteja. A ver si tienes lo que hay que tener...
Se miraron a los ojos durante una fracción de segundo, y luego, exactamente al mismo tiempo, ambos atacaron:
—¡Furnunculus! —gritó Harry.
—¡Densaugeo! —gritó Malfoy.
De las varitas salieron unos chorros de luz, que chocaron en el aire y rebotaron en ángulo. El conjuro de Harry le dio a Goyle en la cara, y el de Malfoy a Hermione. Goyle chilló y se llevó las manos a la nariz, donde le brotaban en aquel momento unos forúnculos grandes y feos. Hermione se tapaba la boca con gemidos de pavor.
—¡Hermione! —gritaron Ana y Ron a la vez.
Mientras que Ron se acercaba apresuradamente para ver qué le pasaba, Ana le sostenía el rostro con preocupación.
—¿Qué pasa? ¿Qué te hizo?
Suavemente le fue retirando las manos de su rostro y Ana notó lo que había sucedido. Los dos incisivos superiores de Hermione crecían a una velocidad alarmante. Se parecía más y más a un castor conforme los dientes alargados pasaban el labio inferior hacia la barbilla. Los notó allí, horrorizada, y lanzó un grito de terror.
—¿A qué viene todo este ruido? —dijo una voz baja y apagada. Acababa de llegar Snape.
Los de Slytherin se explicaban a gritos. Snape apuntó a Malfoy con un largo dedo amarillo y le dijo:
—Explícalo tú.
—Potter me atacó, señor...
—¡Nos atacamos el uno al otro al mismo tiempo! —gritó Harry.
—... y le dio a Goyle. Mire...
Snape examinó a Goyle, cuya cara no hubiera estado fuera de lugar en un libro de setas venenosas.
—Ve a la enfermería, Goyle —indicó Snape con calma.
—¡Malfoy le dio a Hermione! —dijo Ron—. ¡Mire!
Ana le dio un apretón al brazo de Hermione para darle coraje pero ella trató de hacer todo lo posible para taparlos con las manos, cosa bastante difícil dado que ya le pasaban del cuello de la camisa. Pansy Parkinson y las otras chicas de Slytherin se reían en silencio con grandes aspavientos, y señalaban a Hermione desde detrás de la espalda de Snape. Ana las miraba con furia.
Snape miró a Hermione fríamente y luego dijo:
—No veo ninguna diferencia.
Hermione profirió un gemido y se le empañaron los ojos. Dando media vuelta, echó a correr por el corredor hasta perderse de vista.
Y si no fuese porque Ana adoraba más a su amiga de lo que odiaba a Severus Snape, le hubiese dado un puñetazo para romperle su nariz.
Sin embargo, corrió detrás de ella no queriendo dejarla sola en un momento en que la necesitaba. Y Ana estaba segura de que Hermione necesitaría ser recordada que Snape era un pedazo de basura cuya opinión era menos que no solicitada. Era igual de basura que él.
—Hermione detente, por favor... —la llamó una vez que habían trotado por varios pasillos—. Déjame verte.
Hermione sollozó pero se detuvo en mitad del pasillo, haciendo que Ana casi chocara contra su espalda. Se dio media vuelta para enfrentar a Ana, y ella notó que sus manos aún tapaban su rostro por la humillación que sentía. Sus ojos estaban hinchados y rojos por el llanto, sus pestañas estaban llenas de pequeñas lágrimas atrapadas y su cuerpo temblaba levemente por el pequeño hipo que le había entrado
—Déjame ver... —le pidió Ana tomando sus manos en las suyas y aunque Hermione se resistió por unos segundos, bajó su guardia, cerrando los ojos para no ver la reacción de Ana.
Los dientes ahora estaban acercándose debajo de la clavícula y no parecían estar deteniéndose, al menos no hasta que alguien usara un contra hechizo para deshacer el maleficio. Ana miró de reojo el rostro de su amiga y notó que su nariz estaba roja, y también las marcas de las lágrimas que manchaban su rostro moreno.
—Preciosa como siempre —afirmó Ana y le limpió las lágrimas del rostro—. Ahora vayamos con Madame Pomfrey para que te ayude. No sé si te duele pero estoy segura que es ridículamente molesto, así que vamos... ey, ¿te conté de la vez que me caí de un caballo y me rompí las dos paletas...?
Hermione la miró con estupefacción, haciendo que Ana le sonriera.
—Oh, sí. Lloré mucho esa semana...
Cuando llegaron a la enfermería, Ana se encontraba satisfecha de que Hermione había dejado de llorar, y había terminado pensando en su yo pequeña dándose la cara contra el suelo y rompiéndose los dientes. Había sido doloroso pero contaba como una buena anécdota chistosa para futuras conversaciones.
Una vez que Hermione había sido llevada a una camilla, por Madame Pomfrey, la mujer la comenzó a inspeccionar sin hacerle preguntas de cómo había terminado así. Parecía más preocupada por el hecho de que podría dolerle las encías.
Y mientras su amiga era atendida, Ana caminó por la enfermería con aburrimiento. En una de las camillas se encontraba Goyle ya previamente curado de los forúnculos que habían invadido su rostro. Ana desvió rápidamente su mirada cuando lo vio sacarse un moco, no queriendo saber lo que haría luego.
No habían pasado ni cinco minutos cuando Harry apareció en la puerta de la enfermería luciendo más estresado que nunca, y acompañado por Colin Creevey que sonreía con emoción.
—Ana, nos necesitan para la comprobación de varitas —suspiró Harry con derrota y Colin asintió fon fervor.
—El señor Bagman los ha llamado a ambos.
Ana miró a ambos con irritación.
—Sí, bueno, no voy a ir. Hermione me necesita más que Bagman y sus locuras.
Mientras que Colin la observó con nerviosismo, Harry se cruzó de brazos.
—Si yo sufro, tú sufres.
Ana lo miró por unos segundos con la mirada entrecerrada, y luego de pensarlo, sacó su varita del bolsillo de su túnica y se la tiró a Harry. El chico la tomó en el aire y la miró con incredulidad.
—Si Bagman tiene un problema que venga él a decirme qué hacer. Dije que no movería ni un pelo y no fue una exageración. Me trae sin cuidado este torneo.
—Ana...
—Sacrifícate por mí esta vez y yo lo haré por ti la próxima —insistió Ana con un poco de desesperación.
Harry se lo pensó por unos segundos hasta que sintió la derrota y asintió.
—Bien, vamos, Colin.
—Pero...
Harry empujó por los hombros al menudo chico y rápidamente desaparecieron de la enfermería.
Media hora había pasado desde que Harry se había llevado la varita de Ana, y ella se había resignado a deambular por la enfermería, decidiendo que se escondería en la pequeña oficina de Madame Pomfrey mientras ella terminaba de atender a sus pacientes. Había recibido algunas malas miradas así que para no llamar tanto la atención hacia Hermione, había hecho aquella elección para darle privacidad.
Mientras que curioseaba entre el papeleo que posaba ordenadamente en el escritorio de la enfermera, la mirada de Ana se fijó en un pequeña foto enmarcada. Estaba situada para que cada vez que Madame Pomfrey se sentara en su silla, pudiese observarla.
Ana la tomó en sus manos para estudiarla más de cerca.
Era una foto tomada en la misma enfermería. Había algunos quince estudiantes sonriéndole a la cámara, pero la primera persona que Ana reconoció fue a Madame Pomfrey, que posaba al lado de sus pupilos con una suave sonrisa en sus labios. Estaba mucho más joven de lo que Ana la conocía. Unos diez años maso menos. Sin embargo, a pesar de tener menos arrugas, seguía teniendo aquella mirada materna pero severa con la que Ana sí estaba familiarizada.
Sacando su mirada de la enfermera, Ana inspeccionó a los estudiantes e inmediatamente reconoció a tres de ellos: Faith, James y Remus. Los tres se encontraban juntos, sonriéndole a la cámara jovialmente. Ana también notó que entre Faith y Remus había una chica de baja estatura, de piel oscura, que no reconocía. Sin embargo, parecía que los cuatros se llevaban extraordinariamente.
Alguien se aclaró la garganta detrás de Ana, y ella dio un salto de la sorpresa antes de dejar rápidamente el marco en su lugar antes de darse vuelta.
Madame Pomfrey la observaba con una ceja encarada.
—¡Perdón! —exclamó Ana, recordando que había entrado a su oficina sin preguntar por permiso—. Todos me estaban mirando mal y me quería esconder, así que...
—No te preocupes, querida. La prioridad aquí es que todos estén cómodos... —Madame Pomfrey se acercó a su escritorio y se sentó en su silla, tomando un pergamino—, pero sí me gustaría que nadie tocara mis pertenencias sin permiso.
Ana se volvió roja de la vergüenza y tosió con incomodidad.
—Perdón, Madame Pomfrey... —Ana quedó cabizbaja pero miró de reojo a la foto enmarcada—... ¿Cuándo tomó lugar aquella foto?
La enfermera miró a la foto de soslayo y su mirada se suavizó al ver aquel fragmento del pasado.
—Mil novecientos setenta y ocho, el último año de tus padres —Madame Pomfrey tomó la foto en sus manos—. Estaban en mis clases de medicina. Del grupo suyo eran ellos dos, James Potter y Mary MacDonald...
—¿La chica que está con ellos...?
—Así es, después de la... guerra, Mary volvió a Brasil. Se sumó a mis clases con el propósito de ayudar a sus amigos... una chica tan talentosa...
Al observar la expresión de la mujer, Ana tuvo la idea de que tal vez estaba pensando en todo lo que había pasado durante la guerra. Y todo lo que le había sucedido a ese grupo.
—Voy a ver a Hermione... seguramente quiera volver a la sala común... —murmuró Ana no sabiendo qué decir. No quería decir algo incorrecto y entristecer más a la mujer.
Madame Pomfrey asintió lentamente y dejó salir un largo suspiro, saliendo de su estancamiento.
—Bien, aún está bajo los efectos del calmante que le di. Dile que no sentirá su boca por al menos una hora más. La poción trabaja como anestesia así que asegúrale que no se debe de asustar.
—Está bien, gracias, Madame Pomfrey —asintió Ana y comenzó a caminar hacia la salida hasta que se dio media vuelta un paso delante de la puerta—. En serio, Madame Pomfrey. Gracias por todo.
Ante el agradecimiento de Ana, la enfermera le sonrió suavemente antes de asentir con gratitud. Satisfecha, Ana salió de la oficina, en busca de su mejor amiga para seguir subiendo sus ánimos luego de la desastrosa tarde que estaban teniendo.
• • •
—¡Lo digo en serio! Hay algo diferente en ti... pero no sé qué es. —dijo Ana a Hermione, tratando de descubrir lo que estaba diferente.
Luego de que salieron del ala del hospital y hubiesen llegado a la sala común de Gryffindor, ambas se habían dedicado a concentrarse en sus respectivas lecturas. Hermione se puso a leer acerca de Aritmancia, y Ana había tratado de leer el libro de Runas que Blaise Zabini le había prestado. Sin embargo, luego de haber estado distraída por Hermione por al menos una hora, decidió hacérselo saber.
—¿Tal vez todavía tengo la boca caída por el analgésico? Eso puede pasar...
Ana negó con un bufido.
—No, no es eso, creo que es...
—¿Ana?
Angelina Johnson apareció delante de Ana y Hermione, con sus trenzas características posándose sobre su hombro. Y cuando ambas amigas la observaron, volvió a hablar:
—Hay un chico en frente del retrato de la Dama Gorda que te está buscando. —explicó y luego de unos segundos añadió:—. Y es de Slytherin.
Ana trató de ignorar la mirada de Hermione e hizo todo lo posible para que su incredulidad no se hiciera notar. No necesitaba que su amiga notara que había comenzado a transpirar.
—La verdad no sé su nombre pero al menos no fue un idiota como usualmente son los de Slytherin —Angelina se cruzó de brazos y frunció el ceño con preocupación—. ¿Te está molestando, Ana?
—¿Qué? ¡No! —Ana saltó en su lugar—. No... no sé quién es pero voy a ver, mejor no hacerlo esperar...
Ana rió con nerviosismo y antes de irse corriendo le agradeció a Angelina por haberle avisado. Ahora solamente esperaba que Hermione ignorara todo este asunto luego de que volviera, aunque podía sentir su mirada fija en su espalda.
Una vez que Ana salió de la sala común, se llevó la, no tan, sorpresa de que Blaise se encontraba allí.
El chico estaba apoyado contra el barandal, concentrado en un libro que traía en sus manos, y cuando Ana salió de la entrada, levantó su vista de inmediato. Se veía igual de formal e impecable que siempre.
—¿Cómo sabías dónde estaba nuestra sala común? —fue lo primero que dijo Ana al salir, y es que era necesario. Eso era un secreto y por eso cada entrada estaba escondida.
—No fue demasiado difícil encontrarla —repuso Blaise con obviedad antes de tenderle unos pergaminos que había sacado de su mochila—. Ten.
Ana encaró una ceja pero tomó los pergaminos con curiosidad. Los ojeó con interés, para ver que solamente eran anotaciones. Dos pergaminos con las mismas anotaciones.
—Eh... ¿qué es esto?
—Todo lo que vimos en la clase de Pociones de hoy. Uno para ti y otro para tu amiga, Granger.
Ana miró a los pergaminos y luego a Blaise, repitió el mismo gesto una vez más, y finalmente asintió en agradecimiento.
—Gracias...
—¿Y cómo está Granger? Escuché lo que Malfoy le hizo.
Aquella pregunta hizo que Ana diera un paso hacia atrás con sorpresa. Estudió a Blaise con incredulidad y miró hacia atrás por instinto, pensando en Hermione.
—Hermione está mejor, Madame Pomfrey la ayudó. Pero no puedo decir lo mismo de su ego. Tu amigo se encargó de eso.
Una risa nasal salió de Blaise haciendo que el ceño de Ana se ceñara aún más, y el chico negó.
—Malfoy no es mi amigo, Abaroa. Lo último que necesito a mi lado es un niño insufrible con problemas paternales. No lo soporto —Blaise se pasó una mano sobre su cabeza y comenzó a caminar hacia las escaleras—. Pues nos vemos luego, pero recemos que así no sea.
Una pequeña sonrisa abarcó los labios de Ana ante tal comentario aunque trató de esconderla y negó la cabeza antes de volverse hacia la Dama Gorda que la miraba con curiosidad. Se aclaró la garganta e irguió su postura.
—«Tonterías».
Cuando el retrato se abrió para darle el paso, y aunque sintiese un picor en su cuello, Ana no volvió a mirar atrás y se dijo a sí misma que Blaise Zabini era alguien demasiado imprevisible.
• • •
¡Hola!
¿cómo están?
yo aprobé un parcial de la facultad y estoy tan aliviadaa dios cómo me estresé por este examen
¿qué les pareció el capítulo? ¿les gustó? yo estaba confiada que sí pero tal vez y me equivoqué asjsaj definitivamente no la primera vez xd
ana y blaise se están acercando ♥ lo que todxs ustedes esperaban ♥ yo les dije que iba a ser lento bros !
hablando de otra cosa, hice otro de esto ↓ pero con otros personajes !
de izquierda a derecha: (Arriba) Dalia, Hannah, Fleur; (Abajo) Cho, Cedric y Padma.
nuevamente todos los créditos del picrew a makkowka en twitter ♥
¡por último!: ¡feliz mes del orgullo lgtbqi+! les mando muchos besos a quienes forman parte de esta comunidad ♥♥
pero esperen... ¡para celebrarlo les tengo una sorpresa!
voy a elegir a una persona que comente aquí —si es que tiene— un personaje personal o un personaje favorito de cualquier fandom que forme parte de la comunidad lgtbqi+. me tienen que dar una explicación de su historia o porqué es su personaje favorito, y cuya explicación me guste más le voy a dibujar un icon como el mío con dicha persona y con la bandera que quiera ♥
(acá les dejo mi icon para que vean) es ana con la bandera pansexual ¡!
¡nos vemos la próxima!
•chauuu•
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