𝐬𝐢𝐱𝐭𝐲 𝐨𝐧𝐞
"Quien ella es"
Diciembre llegó de la mano de más nieve y más deberes para los estudiantes de quinto. Las primeras dos sesiones de limpieza de la Torre de Gryffindor habían sido un éxito. Nadie quería admitir, pero estudiar en la sala común se había vuelto más relajante desde que pelos de gato, envoltorios de caramelo y manchas de café comenzaron a desaparecer por los artículos de limpieza que los dos primeros grupos habían usado. Era una verdadera tranquilidad para los estudiantes de séptimo que estaban más estresados que nunca por sus exámenes, y, en opinión de Ana, seguramente un alivio para Dobby. No había nada peor que limpiar por sí solo una torre llena de adolescentes, por lo que esperaba que su trabajo se hubiera hecho un poco más fácil.
El tercer aniversario del fallecimiento de Fidel Abaroa llegó en un día nevoso y digno de guantes de lana para no quemarse los dedos con los congelados objetos. Luego del desayuno, donde recibió una larga carta de su abuela adjunta con una pequeña foto de un Fidel sonriendo a la cámara, Ana subió a la Torre de Gryffindor para poder guardar ambos elementos y no arruinarlos en la nieve. Fue solo cuando llegó a su escritorio que decidió sentarse por un rato entre el silencio y la nieve cayendo detrás de su ventana.
La sombra de la nieve se movía a través de las paredes; el ruido de la sala común se escuchaba como un débil murmullo detrás de la puerta de madera y lo único que realmente se escuchaba era la respiración de Ana y la de Basil y Crookshanks, que dormían en sus respectivas camas.
Ana guardó la foto de Fidel en el mismo marco de fotos donde residía la foto de Faith en su juventud. Ambos le sonreían. Ambos parecían cansados. Ninguno estaba con ella.
—Hola, papá... —dijo ella luego de un rato mirando fijamente su foto—. Siento que ha sido un largo tiempo desde la última vez que te hablé... bueno, al menos a una de tus fotos. Realmente lo siento por eso... solo... Solo que no he estado pensando en ti tanto como antes... Eso suena terrible, pero es la verdad. Siento que no he estado en suficiente luto, ¿es que tiene sentido? Es decir, había días en que no podía dejar de pensar en ti... días en que sentía el vacío pesar en mi pecho... y ahora apenas me acuerdo de ti. Casi no pienso en ti —Ana secó con rapidez una lágrima que se había asomado en su ojo—. Dios, sí que es horrible. Me he olvidado cómo sonaba tu voz y no puedo recordar todo lo que me has enseñado. Lo que completamente apesta, porque amabas latín... Ojalá pudiera compartirlo con los demás, pero solamente sé lo básico... Perdón... No he estado estudiando latín sin ti. Simplemente no puedo.
Su mirada se movió hacia la foto de Faith que se movía en su compacto espacio cuadrado.
—Desearía haberte conocido, mamá. Tal vez, todo lo que es confuso ahora, tendría sentido contigo a mi lado. Quizá todas mis preguntas serían respondidas.. o tal vez ninguno de mis problemas existirían. Es decir, amo a papá, pero es obvio que hay veces en donde se siente perdido. No siempre sabe qué hacer conmigo, está más solo que nunca... Já... Si tú lo hubieses conocido, pa, probablemente le hubieras hecho confrontar sus sentimientos en cuestión de días... te hubiera agradado... En realidad, ustedes dos se hubieran llevado excelente.
»Sí, ambos tenían el mismo amor al aprendizaje. Haré una suposición alocada y diré que ustedes dos se hubiesen adorado. Tal vez sus egos intelectuales hubieran chocado de tiempo a tiempo... —Ana rió ante aquel pensamiento—, pero al final del día hubieran sido amigos. Sí... Si tan solo las circunstancias hubieran sido diferentes. Quizá... si Pettigrew te hubiese desmayado en vez de matarte... y si aquella enfermedad te hubiera salteado, pa... tal vez hoy los hubiese tenido a ambos. Quizá no me sentiría tan perdida.
Las voces en la sala común se volvieron más altas, sacando a Ana de sus pensamientos. Se aclaró la garganta y se levantó de su asiento.
—Bueno... debería ir yendo. Decidí que hoy no voy a pasar todo el día lloriqueando... quizá iré a hacer un ángel de nieve... Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hice uno... Y, además, definitivamente necesitamos un descanso... especialmente Ron. Creo que odia su rol de prefecto... aunque, si soy honesta, también pienso que le gusta por dentro... es solamente demasiado tímido para admitirlo.
Las risas volvieron a hacerse escuchar.
—Hablaremos luego, ¿sí? No se vayan a ningún lado...
Una pequeña sonrisa se levantó en sus labios ante su chiste, y se encaminó fuera del dormitorio para buscar a sus amigos y plantear la idea de ir a disfrutar la nieve de aquel día de diciembre.
• • •
Una semana pasó, en la que Ana se pasaba más horas estudiando y haciendo tarea que atendiendo las clases, cuando una mañana mientras sorbía su chocolate caliente, recibió por primera vez una carta de Alice Sommer.
Aturdida por la sorpresa de recibir una carta de su tía segunda, Ana dejó chorrear un poco de su bebida en la mesa mientras sus manos abrían la carta. Tenía la sospecha de que su padre le había ayudado a Alice a enviarla, con una de las lechuzas del colegio.
Cuando por fin logró abrir la carta y sacar el pedazo de papel doblado, comenzó a leer:
Querida Ana,
Muy buenos días, o espero que así sea cuando esta carta te llegue. Tendrás que saber que esta carta no la estoy escribiendo yo, más bien Samuel me está ayudando a escribirla mientras yo le dicto. Tal vez lo sospeches, tal vez no, pero traigo grandes noticias y quería que fueses una de las primeras en escucharlas, o más bien leerlas: ¡Irene y Faith han nacido!
Estuve todo el día de ayer con contracciones, y luego de diez horas, las gemelas nacieron alrededor de la una de la mañana. Ahora son casi las seis. Estoy terriblemente cansada, pero ya tendré tiempo de dormir más tarde. Estoy segura que nadie me despertará por al menos unas veinticuatro horas. Más les vale.
Pues aquellas eran las noticias. ¡Ya eres prima! Ojalá esto te levante los ánimos con todo lo que está pasando en el mundo. Espero que puedas visitarnos a las gemelas, Samuel y a mí durante las vacaciones. Me encantaría volver a verte, y en Navidad tendremos una cena en casa junto a mis padres y los de Samuel, sus hermanas y mi hermano, y tu bisabuela... por si necesitabas más de una razón para venir. Tu padre está más que invitado... ¡y tu abuela también! Me encantaría conocerla.
Creo que eso es todo lo que debía contarte... bueno, me iré a dormir. No dejo de bostezar. Nos vemos, Ana. Te mando muchos besos junto a Irene y Faith.
Nos vemos,
Alice y Samuel.
PD: Hola, Ana. Soy Samuel, Alice se ha dormido pero se ha olvidado de hacerte una pregunta. Nos gustaría que fueses la madrina de Faith si es que aceptas. Esperamos tu respuesta, y nos veremos luego. ¡Ah! Y aquí te dejamos una foto de las gemelas, ¿no son preciosas?
La mandíbula de Ana se encontraba en el suelo cuando terminó de leer la carta. Por unos momentos no pudo dar abasto de lo que había leído, hasta que sus ojos trazaron las palabras por una tercera vez. Sus primas habían nacido. Iba a ser madrina.
Sus manos tomaron la foto instantánea que aún se encontraba resguardada en el sobre blanco, y cuando vio la imagen de Alice sosteniendo en ambos brazos a sus hijas recién nacidas, su corazón dio un salto de felicidad en su pecho.
—¡Mis primas nacieron! —exclamó con júbilo, pegando la fotografía casi en el rostro de Hermione—. Mi tía, Alice, me pidió ser la madrina de una de ellas... ¿No es estupendo?
Con cuidado, Hermione tomó la fotografía en sus manos y aunque al principio había saltado en su asiento por la sorpresa del grito de Ana, una sonrisa se formó en sus labios.
—Eso es realmente lindo, Ana... no sabía que tenías una tía —dijo Hermione antes de darle la foto a Harry y Ron, que parecían curiosos de las bebés recién nacidas.
—Ah... me habré olvidado de contarles... Alice era la prima de mamá, la conocí durante el verano cuando fuimos a visitar el vecindario donde antes vivía ella...
—¿Alguien dijo que hay fotos de bebés? —preguntó Lavender apareciendo entre Ana y Harry, con sus rizos miel y chocolate haciéndole cosquillas en el rostro. Cuando notó la fotografía en las manos de Harry, se la quitó de un movimiento para poder observarla bien—. ¡Aw! Son adorables, Ana. ¿Dices que son tus primas?
Antes de que pudiera responder, Parvati apareció detrás de ella.
—Hm, no soy especialmente fan de los bebés... —confesó ella antes de tomar la fotografía de las manos de Lavender—. Huh, parecen dos marcianos.
Todos la miraron con incredulidad.
—¡Parvati! —chilló Lavender indignada por el comentario de su amiga. La chica, en vez de inmutarse por la mirada de los demás, se encogió de hombros.
—Dije lo que todos pensaban. Los bebés recién nacidos siempre se parecen a los peces gota después de salir a la superficie.
Ana no sabía si ofenderse por el comentario insultante hacia sus primas o enorgullecerse de que Parvati recordara la apariencia de los peces gota. Los reproches de Lavender se hicieron oír por todo el Gran Comedor mientras seguía a Parvati, casi pisando sus talones. Cuando desaparecieron por la puerta de roble, fue el turno de Ron en hablar.
—Bueno... tiene razón.
Las cabezas de Ana y Hermione giraron hacia él como si se tratara de una escena de "El Exorcista".
—¡Ron!
—¡Ey! No digo para ofender a tus primas, Ana... Es para todos los bebés en general.
Ana puso los ojos en blanco mientras guardaba con cuidado la fotografía en el sobre, y éste en el bolsillo de su túnica.
Media hora más tarde, los cuatro empezaron a terminar de desayunar mientras la muchedumbre de estudiantes hacían lo mismo alrededor suyo. Ya casi no había gente en el Gran Comedor, además de la gente que se tomaba su tiempo en disfrutar su comida: como Ron y Ana.
—Llegaremos tarde a Pociones —insistió Hermione luego de ver por segunda vez a Ana darle una cucharada a sus cereales.
—Pero no empezará hasta una media hora más... —dijo Ana con la cuchara llena de cereales y leche en la boca.
—Relájate, Hermione —Ron defendió a Ana y le dio un mordisco a su tocino—. Estamos a tiempo.
—Sí —añadió Harry, el puño de su mano sostenía su mejilla—. A tiempo de ver al tocino en tu plato largar moho.
Ron le tiró una cucharada de frijoles horneados y Harry rió, cubriendo su rostro con su túnica. Hermione bufó al verlos desperdiciar comida y comenzó a reprocharlos de que no gastaran el trabajo de los elfos. Por su parte, Ana siguió comiendo de sus cereales coloridos.
La voz de Hermione cada vez se hacía más alta, cuando un aleteo de alas los hizo callar a los cuatro. Sus miradas lentamente subieron hacia los ventanales gigantes que dejaban pasar a las lechuzas con su correo matutino, y aquella vez, por más tarde que fuera, lo hicieron una vez más. La lechuza era gris y gigante; sus ojos amarillos y pequeños parecían buscar al destinatario de la carta que sus garras sostenían, y cuando parecía que no iba a encontrarlo, su mirada se posó en Ana antes de bajar con un satisfecho sonido.
—Huh, tal vez papá se olvidó de enviarme algo... —dijo Ana cuando la lechuza bajó hacia ella y le tendió su garra para que tomara el pergamino enrollado. Sacó una golosina de su bolsillo—. Gracias, toma.
Cuando recibió el bocado, la lechuza ululó y agitó sus alas largas y grandes antes de volver a volar. Ana giró el pergamino entre sus dedos para ver de quién era pero no había ninguna señal personalizada del transmisor. Sus amigos la miraban expectantes.
—¿Quién te ha enviado una carta tan tarde? —preguntó Ron luego de esperar un minuto.
—No pensarán que ha sido interceptada como la de Harry, ¿no? —dijo Hermione preocupada mientras Ana le sacaba la cinta que rodeaba el pergamino viejo.
—Ya veremos si ese es el caso...
Curiosa, Ana desenrolló el pergamino y, en vez de leer la carta de arriba hacia abajo, se fijó en la firma: B.B.
—¡Berenice Babbling! —exclamó Ana, sus manos corrieron toda la comida que estaba frente suyo para que sus amigos pudieran ver la firma de la mujer.
—Al fin —suspiró Hermione con alivio y estiró su cuello para leer la carta junto a Ana—. ¿Qué dice?
—La has estado esperando desde el curso anterior, ¿no es así? —dijo Harry acomodando sus anteojos redondos.
—Así es... veamos qué tiene para decirme...
Querida Anastasia,
En primer lugar, disculpa la tardía respuesta a tus cartas. Me temo que con todo lo que ha pasado, no he tenido el tiempo suficiente de responder. Verás, a principios de este año he tenido la oportunidad de viajar a países lejos de Gran Bretaña para buscar más respuestas a nuestras dudas; en el camino me he encontrado con varias piezas de información que nos servirán para realmente descifrar todos los acertijos que nos quedan por desenmascarar. No obstante, luego de mi visita a las hermosas y azules playas de Antalya durante los últimos días de agosto, una criatura extraña me ha picado, dejándome en un estado comprometedor. He estado en cama estos últimos meses, tan así, mi poca interacción contigo.
En segundo lugar, me gustaría que nos volvieramos a ver durante el verano, y así poder compartir nuestros descubrimientos. Estoy segura de que tienes noticias más que interesantes. Escuché todo lo que ha pasado con Cedric Diggory durante el curso anterior, y tengo muchas preguntas acerca de eso.
Nos vemos en el verano, Anastasia. Espero con ansias tus noticias.
B.B.
—Espero que no sea grave —dijo Hermione cuando Ana terminó de hablar—. ¿Crees que ya se sentirá mejor?
—Lo que yo me pregunto es qué criatura le habrá picado... —murmuró Ana al aire.
—Al menos ahora sabes que no está... ya sabes... muerta —Ron tosió cuando recibió una mala mirada por parte de los tres—. De todos modos... ¿dónde queda Antalya?
—En Turquía —dijo Harry y se encogió de hombros al recibir miradas confusas de sus amigos—. Visitamos Antalya con papá cuando tenía cinco años... queda en el sur oeste de Turquía.
—Hm... hay mucha fauna en Turquía... Voy a preguntarle a la profesora Babbling, después de la clase de Pociones, si es que tiene más noticias...
—Me parece una buena idea —Hermione se levantó de su asiento—. No perdamos más tiempo. Vayamos a las mazmorras ahora y se nos hará más rápido toda la espera.
—Pero eso no cambiará nada... —murmuró Ana cuando Hermione le tomó el brazo y la hizo levantarse. No obstante, ante la mirada de impaciencia de su amiga, Ana desistió—. Está bien, vamos...
Cuando la clase de Pociones finalizó, después de que Snape les diera deberes para el resto del invierno, Ana se separó de sus amigos que decidieron disfrutar de los veinte minutos de receso antes de sus próximas clases, y subió las escaleras para ir al salón donde la profesora Babbling daba sus clases de Runas Antiguas.
Las clases de Runas Antiguas de aquel año habían sido tan interesantes como tranquilas. Haber hecho una profunda evaluación de diferentes runas durante los dos últimos años, le había dado a Ana una base bastante perfecta de cómo se vería el resto de la materia, y ende, ahora todo era lógico.
Ese último año habían estado viendo un alfabeto rúnico poco conocido por los muggles pero indispensable para el mundo mágico. Se había originado en Sur América, y era tan antiguo como la grandiosa llacta de Machu Picchu.
Cuando llegó al pasillo donde la clase se encontraba, Ana levantó su brazo para llamar a la puerta que estaba abierta a medias, hasta que notó a la profesora Babbling sentada en su asiento. Su profunda piel marrón brillaba contra los rayos de sol que se filtraban por las ventanas, mientras que su cabello oscuro y voluminoso como una nube se tornaba un color rojizo ante el dorado del sol; no parecía haberse inmutado de la presencia de Ana cuando ella llegó al marco de la puerta, pues sus ojos estaban centrados en un anillo dorado que se movía entre los dedos de su mano. Era un anillo de casamiento.
«Huh, no sabía que la profesora Babbling estaba casada»
Ana tocó la puerta con sus nudillos, no queriendo seguir metiendo sus narices en lugares que no eran de su incumbencia, y la profesora Babbling saltó de su lugar, guardando con rapidez el anillo en el bolsillo de su túnica violeta. Giró su rostro hacia Ana y sus ojos brillaron con reconocimiento.
—¡Ana! —una sonrisa flaqueante se asomó por sus labios—. La clase no comenzará hasta dentro de otros quince minutos...
—Ah, perdón por interrumpirla profesora Babbling, pero es que quería preguntarle algo antes de que la clase empezara... —dijo Ana y levantó la carta como evidencia de lo que estaba diciendo.
—¿Oh...? —la profesora se colocó sus anteojos cuando Ana se acercó a ella con la carta. La mujer tomó la carta en sus manos.
—Sí... su madre me ha enviado esta carta, y me dijo que mientras estaba viajando un bicho le ha picado... y quería saber si usted tenía más información que eso. Es decir, pareciera que el bicho realmente le ha afectado muy mal estos últimos meses... y quería saber si sabía qué bicho le había picado...
La voz de Ana había ido en picado cuando su mirada se había encontrado con las expresiones de incredulidad que habían atrapado el rostro de la profesora Babbling mientras leía la carta. A medida que sus ojos escaneaban la carta que su madre había escrito, las arrugas entre sus cejas se hacían más profundas.
—¿Mi madre ha enviado esto...? —preguntó la profesora Babbling al aire, aunque Ana respondió.
—Esta mañana... y quería saber si usted tenía más información...
Una sonrisa tensa y amarga se asomó en los labios redondos de la profesora Babbling.
—Me temo... que esta es la primera vez que escucho esto. Lamentablemente, mi madre no se ha... dignado en responder ninguna de mis cartas desde el fin de clases.
«Ah»
—No obstante —Babbling dobló el pergamino y se lo tendió a Ana, que lo tomó con inquietud entre sus dedos—, no se preocupe, señorita Abaroa. Durante las vacaciones iré a visitarla en Inglaterra, y estoy segura de que recibirá otra carta de mi madre. Le diré que esta vez cuente todo, ¿sí?
Ana, no queriendo meter sus narices en problemas familiares ajenos para no sufrir vergüenza, asintió sin esperar respuesta y dejó salir un agudo y rápido «gracias» antes de marcharse por la puerta, en busca de sus amigos y así contarles cuán incómoda había sido la situación. Al parecer la relación entre Bathsheda y Berenice Babbling no era tan cercana como ella había creído ser.
• • •
El lunes de la última semana de clases antes de las vacaciones, Aa se volvió a juntar con Blaise una última vez para ver si podían descubrir quién era aquella irritante persona que había sido besada por el sol. Ambos habían decidido pegar pergaminos uno al lado de otros con cinta adhesiva que Ana había comprado durante el verano, y llenaron el espacio amarillento con flechas y las anotaciones que habían pensado serían necesarias. Cada línea del poema había sido dividido entre colores y teorías de lo que podían significar; cada verso había sido delicadamente analizado, y aún así, habían ciertas partes que aún no encajaban.
—¿Qué diablos quiere decir con «cielo y mar solos se encuentran»? —protestó Ana dejando caer una de sus lapiceras brillantes en el suelo—. ¿Es que vive cerca del mar? ¿En el cielo? ¿En el horizonte?
—No... lo sé —suspiró Blaise y se sentó en un banco—, ¿y qué hay de «el verano vino tan frío y débil»? Es decir, no coincide con el verso posterior cuando dice «el verano vino tan grande y claro». ¿Es que hablan de cosas distintas?
—Ugh, y no me hagas empezar con el tercer verso...
Con los hombros caídos, Ana se dejó caer al lado de Blaise antes de apoyar su cabeza en su hombro izquierdo. Ambos se quedaron mirando el caos que habían tratado de organizar bajo sus pies. Blaise comenzó a mover sus manos con impaciencia hasta que la mano de Ana descansó sobre una de ellas.
Ninguno había vuelto a hablar de lo que habían conversado durante su última reunión, sin embargo, había un acuerdo silencioso en donde ambos sabían cuán seguros se encontraban en la presencia del otro. Tan cómodos para poder hablar de los sentimientos más escondidos en sus cabezas... y aún así tan distanciados ya que Ana no podía evitar crear una pared entre ellos.
Se aclaró la garganta y se levantó para señalar donde habían escrito el tercer verso.
—No tiene sentido —señaló ella mientras se arrodillaba frente al pergamino—. No solo Dupont describía lo que realmente sucedía en sus visiones, pero sus metáforas son muy entendibles... Es decir «¿Dorado beso en piel perfecta?», se tuvo que haber dedicado a otra cosa que haber creado poemas... pero ese es el problema —Ana bufó y se levantó—. No siento que la primera línea sea una metáfora, sino que siento que realmente ha pasado, pero yo nunca lloré en la colina de ningún lado. Y menos por amor...
—Tienes razón —asintió Blaise y tomó el libro donde estaba el poema—. Dupont no era un poeta, era un vidente. Hay partes que son obvias en su sentido descriptivo... ojos marrones, piel dorada, labios rosados... Solamente usa su creatividad en las tres líneas finales de cada verso... Todo lo demás es algo que ha visto y sentido...
Ana frunció el ceño cuando Blaise de repente agarró los pergaminos pegados y los empezó a analizar de cerca.
—¿Qué pasa? ¿Encontraste algo?
—Creo que... ¿Puedes contarme acerca de tu nacimiento una vez más?
—Ehh... —Ana se quedó en su lugar sin poder esconder su expresión llena de confusión—, sí, claro. Estaba lloviendo, mamá estaba sola en su casa vacacional porque era luna llena y papá se había ido... En esos momentos, mis papás no me esperaban hasta dos meses después... pero llegué esa noche. Bueno, no llegué. Mamá empezó a sangrar y no sabía qué hacer... —Ana se sentó mientras recordaba aquella historia que había escuchado en la casa de Berenice Babbling y había leído una vez en las notas de Faith—, fue hacia afuera en busca de ayuda. Quería salvarme, quería que yo viviera y entonces caminó hacia el lugar más cercano, que quedaba al otro lado de la colina...
Ana se quedó tiesa al recordar aquella parte y con los ojos abiertos como dos lunas miró hacia donde Blaise asentía mientras leía el poema una vez más.
—¿Estás diciendo...?
—No has llorado a nadie ciega de amor porque tú no has perdido a nadie, Abaroa. Lo que significa que el tercer verso...
—No habla de mí. Habla de mi mamá.
Con alegría de haber podido descubrir ese obstáculo, Ana se arrodilló frente a los papeles y comenzó a tachar todos los signos de preguntas que habían dibujado alrededor del tercer verso.
—Esto es grandioso, ya sabemos que las primeras dos líneas del tercer verso hablan de ella... —Ana levantó su lapicera—, pero... ¿por qué? Ella no tenía la magia de la luna cuando yo nací... ¿no? Es decir, cuando todo aquello sucedió, la luna me salvó a mí, me revivió a mí... A ella no le afectó... a menos que...
—¿A menos?
—A menos que no —Ana levantó su cabeza con entendimiento—. Mi mamá sí fue afectada. Después de mi nacimiento comenzó a tener pesadillas acerca de una oscuridad terrible, estaba soñando con los luminicus... de alguna forma, estar en aquella habitación conmigo le afectó en algo, porque ella también se sentía perseguida por ellos. Berenice Babbling me contó de cuán preocupada estaba mi mamá acerca de todo eso, la iba a visitar cada luna llena cuando papá no estaba en casa...
Ambos se quedaron en silencio, pensando en lo que habían descubierto.
—Entonces sí tenemos la respuesta de la primera parte del tercer verso... pero aún no sabemos en qué se conecta con el resto. ¿Por qué está hablando de tu mamá? ¿De ese día?
—No lo sé... —admitió Ana con un suspiro de exasperación—. No tiene sentido que hable de dos personas cuando en todo el poema se refiere a solo una... Ugh, me duele la cabeza...
Blaise cerró el libro de poemas, creando un ruido seco.
—Entonces será mejor que descansemos. Retomaremos el poema cuando se acaben las vacaciones de invierno, ahora a descansar.
Aquel miércoles, luego de que los galeones de oro se calentaran en los bolsillos de los integrantes del ED, Ana caminó hacia la Sala de Menesteres junto a Hermione y Ginny (quien había vuelto de su victoriosa prueba de quidditch, en donde la habían proclamado la nueva buscadora de Gryffindor).
—Era hora de que fueras a las pruebas de quidditch, Ginny —dijo Ana mientras se escondían sutilmente de los ojos curiosos y peligrosos de los no integrantes—. Siempre te ha gustado jugar.
Ana recordaba haber visto los posters de jugadoras y equipos de quidditch pegados por todas las paredes que hacían la habitación de Ginny. Y si mal no recordaba, había escuchado alguna vez cuánto la pelirroja quería jugar en ligas mayores una vez terminado Hogwarts.
Ginny se ruborizó.
—Nunca tuve la oportunidad de hacerlo.
—Pues me alegro que hayas aprovechado esta.
Cuando llegaron a la sala, y después de que todos sus demás compañeros llegaran en un caos de murmullos y risas, Harry los llamó al orden.
—Bueno, he pensado que esta noche podríamos repasar lo que hemos hecho hasta ahora, porque ésta es la última reunión antes de las vacaciones, y no tiene sentido empezar nada nuevo antes de un descanso de tres semanas...
—¿No vamos a hacer nada nuevo? —preguntó Zacharias Smith en un contrariado susurro, aunque lo bastante alto para que lo oyeran todos—. Si hubiera sabido, no habría venido.
—Es una lástima que Harry no te lo haya dicho antes —replicó Fred.
Ana se rió fuertemente junto a algunos de sus compañeros y su sonrisa no se apagó hasta que Harry volvió a hablar.
—Practicaremos de a dos —siguió—. Empezaremos con el embrujo obstaculizador durante diez minutos; luego nos sentaremos en los almohadones y volveremos a practicar los encantamientos aturdidores.
Ana, como todas las anteriores sesiones de entrenamiento, se emparejó junto a Blaise que la esperaba en la misma esquina de siempre. La sala se llenó enseguida de gritos intermitentes de ¡Impedimenta! Por su parte, Ana había mejorado un montón, y ahora se encontraba satisfecha de todas las veces que estaba pudiendo paralizar a Blaise sin un poco de ayuda.
Tras diez minutos de practicar el embrujo obstaculizador, esparcieron los almohadones por el suelo y se dedicaron al encantamiento aturdidor. Como no había suficiente espacio para que todos practicaran a la vez, la mitad del grupo estuvo observando a la otra un rato, y luego cambiaron. Ana aturdió a Blaise unas cuantas veces hasta que en un momento se equivocó y el hechizo le dio derecha y directamente a Zacharias Smith. No estaba demasiado preocupada con el resultado.
Al cabo de una hora, Harry les dijo que pararan.
—Lo están haciendo muy bien —comentó, sonriente—. Cuando volvamos de las vacaciones, empezaremos a hacer cosas más serias; quizás el encantamiento Patronus.
Hubo un murmullo de emoción y luego la sala empezó a quedarse vacía; los estudiantes se marchaban en grupos de dos y de tres, como de costumbre. Ana, mientras ayudaba a recoger los almohadones y a amontonarlos en un rincón, empezó a soñar qué criatura o animal le tocaría una vez que realizara el encantamiento Patronus.
Éste, muy animado, ayudó a Ron y a Hermione a recoger los almohadones, que amontonaron en un rincón. Ron y Hermione se fueron antes que Harry, que se rezagó un poco porque Cho todavía no se había ido, y él suponía que también le desearía unas felices fiestas.
—¿Y si me toca un dragón? —dijo Ana mientras subían las escaleras de la Torre de Gryffindor. Habían dejado a Harry en la sala y se habían ido más temprano—. ¡O un tiburón martillo! Ah, ojalá se pudiera elegir...
—Eso le quitaría mucho de su peso emocional, Ana —dijo Hermione luego de enunciar la contraseña a la Dama Gorda—. El animal que le toca a quien conjura el encantamiento tiene un significado más allá de lo básico. Es emocional, profundo... Es por una razón.
Los tres se establecieron en la sala común junto algunos gatos de diferentes estudiantes, que parecían estar disfrutando el fuego del hogar encendido y sus llamas cálidas y reconfortantes. Mientras Ana escribía en un pergamino parta de sus deberes de Pociones, divisió a Basil enrollado en un bollo, respirando relajadamente.
—Qué envidia —murmuró ella mientras ojeaba con recelo los ingredientes de una poción dificilísima.
Unos veinte minutos más tarde, en donde a Ana cada vez le resultaba más difícil encontrar la voluntad de seguir escribiendo, la puerta de la sala común se volvió a abrir, esta vez dejando entrar a un sonriente Harry.
—¿Por qué has tardado tanto? —preguntó Ron cuando Harry se sentó en la butaca que había al lado de la de Hermione.
Harry no contestó. Ana lo observó con curiosidad, siendo que no era normal que sonriera tanto tiempo.
—¿Por qué sonríes? ¿Qué ha pasado? —preguntó ella, dejó el pergamino en sus manos a un lado y se dobló hacia su amigo.
Harry negó con la cabeza pero el hecho de que no podía quitar la sonrisa de sus labios, hacía que Ana se impacientara más por saber lo que había sucedido. Haber compartido dormitorio con Parvati y Lavender por más de dos años le había picado el bicho de querer escuchar los chismes.
—¿Qué pasa? —inquirió Ron impaciente, y se incorporó un poco apoyándose en el codo para verlo mejor—. ¿Qué ha ocurrido?
Luego de esperar unos segundos en silencio a que Harry hablara, Hermione tomó las riendas de la situación.
—¿Es Cho? —preguntó con seriedad—. ¿Se te acercó después de la reunión?
Harry asintió con la cabeza. Ana ahogó un grito de incredulidad.
—¿¡Se besaron!?
Ron se incorporó tan deprisa que derramó el tintero sobre la alfombra. Ignorando por completo el desastre, miró con interés a Harry. Ana no pudo evitar dejar caer su mandíbula por la sorpresa.
—Bueno, ¿y? —dijo Ron.
Harry miró a Ron, que lo miraba a su vez entre risueño y curioso; luego dirigió la vista hacia Ana, que se estaba mordiendo las uñas de la impaciencia, y asintió con la cabeza.
—¡Maravilloso! —rió Ron.
—No puedo creer que hayas tenido el valor de hacerlo... —admitió Ana y se ganó una mirada de ofensa de Harry—. No me mires así, nunca hiciste nada al respecto.
—¡Estaba con Cedric! —se defendió Harry.
—Ah, tienes razón... ¡Igualmente!
Antes de que Harry pudiera volver a defenderse, Ron volvió a hablar.
—¿Y? —preguntó Ron, luego de reír a carcajadas, mirando a su amigo—. ¿Cómo fue?
Harry reflexionó por un rato.
—Largo; húme...
—¡Está bien! —Ana se levantó de un salto de su asiento, algunos gatos la miraron con irritación—. Definitivamente no tengo que escuchar los detalles. Me iré a dormir... y felicidades por tu primer beso, ¿eh?
Ana le dio una palmadita en su hombro antes de escurrirse hacia las escaleras caracol mientras escuchaba detrás suyo "cuán grandioso había sido el beso con Cho". Aceleró sus pasos cuando Ron empezó a hacer sus preguntas quisquillosas.
Ana se había encerrado en el baño ya que Lavender y Parvati estaban disfrutando de sus sueños de belleza y odiaban ser despertadas, y mientras se preparaba frente al gran espejo, le hablaba a Basil que la había acompañado hacia el interior y se había instalado arriba del retrete.
—Lavender me dijo que si uso esta crema de malva y cacao antes de dormir mi piel se sentirá como nueva en la mañana... —explicó ella a Basil mientras untaba un poco de crema en sus dedos—. No sé por qué estos días mi piel se pela con facilidad... casi no hay sol.
Mientras se colocaba la crema de rico aroma, su mirada observó de reojo la máscara hidratante que le había dado Parvati unos días atrás y que la usaría una vez que su piel asentara la crema que estaba esparciendo en esos momentos.
—Hm... tal vez pueda comprarle a las chicas algunos productos de cuidado de piel cuando vuelva a Londres... se los regalaría para navidad, ¿qué dices, Basil? —dijo ella una vez que terminó de poner la crema en su piel. Basil maulló—. Si, tienes razón, tengo que pensar en todos los demás regalos. Es una lástima que no hayamos tenido otra salida a Hogsmeade, pero bueno. ¡Ah! Tal vez cuando vaya a comprar los productos le pueda comprar a Dalia ese tinte de cabello que a ella tanto le gusta. En su última carta me dijo que no podía encontrarlo en ningún lado, y sería un buen regalo de cumpleaños. Además, lo podríamos celebrar el mismo día en casa si es que...
La mano de Ana se resbaló de su agarre con el lavabo y un rayo de incredulidad pasó por sus facciones cuando el pensamiento reinó su mente. Por unos minutos se quedó paralizada, sus ojos fijos en su reflexión del espejo limpio, hasta que un escalofrío la hizo volver a la realidad y entonces abrió la puerta del baño y corrió hacia el sector donde se encontraba su cama.
Sus manos involuntariamente empezaron a revolver su baúl, ignorando el hecho de que estaba haciendo más ruido de lo necesario, y cuando sus dedos encontraron el objeto demandado, sus dedos rápidamente lo abrieron hacia la página que tanto había leído esos últimos meses.
El poema estaba en la misma página de siempre, su tinta igual de burlona que cada vez que Ana quería descifrar aquella pregunta que había resonado en su cabeza desde el curso anterior. Sus dedos temblorosos se movieron sobre el papel desde arriba hacia abajo, y sus ojos leían aquellas palabras con nuevo entendimiento.
Blaise y ella habían descubierto ciertas cosas de la persona; tenía piel dorada, ojos marrones, labios rosados y había nacido en invierno. Invierno. Había una característica de su aspecto que no habían tomado en cuenta. Cabello. El cabello de esta persona no parecía resonar en ninguna línea, pero sí estaba escrito. Escrita entre horizonte y arena, entre cielo y mar.
Invierno. Ya era invierno. Ana cumplía años en invierno, había nacido en invierno, tal como habían dicho las primeras dos líneas del tercer verso del poema de Dupont. Y había otra persona que había nacido en invierno y ella conocía muy bien.
Una persona de piel bronceada, que parecía siempre lucir mejor en los días despejados; de ojos marrones, castaños, cálidos como la tierra después de un día verano; labios rosados, perfectos, que siempre le dedicaba una sonrisa..., y cabello azul y verde como el océano visto desde el cielo.
Solo una persona que encajaba con la descripción. Y era la última persona que hubiera pensado.
—Ay, Dalia... —Ana susurró con preocupación mientras leía las mismas líneas de siempre—, ¿qué haremos ahora?
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¡hola!
quería actualizar ayer como sorpresa por mi cumpleaños pero no pude terminar el capítulo a tiempo :')
¿cómo están? yo con un sueño terribleee
pero bueno <3
RESPONDIMOS LA PREGUNTA !!! AL FIN !!!
solo algunes de ustedes le dieron al blanco jsajsa
bueno, ya que la gran pregunta se resolvió, ahora no puedo esperar a presentarles la nueva perspectiva en dalia <3 tengo muchas cosas planeadas que espero les gusten ♥
espero que el capítulo les haya gustado y muchas gracias por su apoyo
sin nada más que decir, me despido y les deseo un buen comienzo de semana !
•chauuu•
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