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𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐲 𝐬𝐢𝐱

"Entre charlas"

El interior de la oficina de la profesora Babbling se encontraba decorada de forma similar al aula del Estudio de Runas Antiguas. Las cuatro paredes estaban llenas de estanterías con libros, unos más gordos que otros, antiguos y nuevos, coloridos o de colores neutros. Asimismo, había artefactos mágicos de los cuales Ana desconocía su función, pero que brillaban con el mismo misterio que la expresión de la profesora ya sentada frente suyo.

Luego de dejarla entrar, la profesora no había perdido tiempo y había caminado directo hacia su asiento detrás del escritorio de madera lleno de libros y hojas ordenadas en una pila. En realidad, toda esa oficina iba en contra de cualquier semejanza que la profesora Babbling pudiese tener con su madre. Cada hoja, pluma, libro, se encontraba exactamente donde debería estar; mientras que en la casa de Berenice Babbling, Ana sabía que eso raramente sucedía.

Tal vez su afición por las runas era lo único en que madre e hija se parecían.

—¿Cómo te encuentras, Ana? ¿Has tenido un buen verano?

Con una sola mirada de Ana, la profesora Babbling asintió con un suspiro.

—Sí, me temo que nadie lo ha tenido... Bien, disculpa las informalidades, pero era necesario que tuviéramos una charla antes de seguir con este ciclo escolar. —la profesora Babbling se aclaró la garganta—. ¿Cómo han estado yendo las clases de práctica con mi madre?

Las manos de Ana picaron inmediatamente ante el recuerdo de la última clase, así que agarró entre sus puños la tela de su falda oscura.

—Bien. He avanzado en algunas cosas.

Si era honesta consigo misma, Ana no sabía si aquello era una mentira o la verdad. Y por lo visto, la profesora Babbling tampoco.

Sin saber qué hacer con sus manos, la profesora Babbling envolvió la delicada taza de té que humeaba sobre su escritorio. Había cierto desconcierto en su rostro y por un momento pareció querer decir algo, pero se detuvo antes de morder su labio inferior. Finalmente, se aclaró la garganta una vez más.

—Mi madre... pues tiene formas poco comunes de lograr que sus planes funcionen. No me sorprendería que me dijeras que usó uno de esos métodos un tanto controversiales... —le dio un sorbo a su té color rubí—. Y comprendo que te quiera ayudar con la situación que te encuentras en este momento, pero más comprendería si tú quisieras abandonar su entrenamiento.

—¿Qué?

Los ojos de Ana se abrieron con sorpresa ante la sugerencia, pero la profesora Babbling no se retractó, sino que la miró fijamente a los ojos para que sus palabras realmente chocaran con ella. La profesora se irguió en su lugar.

—Has pasado por tanto estos últimos años, que agregar un entrenamiento incansable bajo la tutela de mi madre puede que sea demasiado. No quiero decir que no seas capaz, es más, reconozco que lo eres y más. Pero eres solo una persona. Una niña. Y tal vez mi madre no comprenda eso, créeme, soy su hija. Sus principios difieren de los nuestros y...

—Perdone que la interrumpa, profesora Babbling, pero siento que aún sigue siendo necesario que continúe con el entrenamiento —admitió Ana, todavía tratando de salir de la sorpresa—. Es decir, solo recién logramos que... bueno, que mi magia apareciera. Ber... Su madre me ayuda a no estar sola en todo este proceso...

Los ojos de la profesora Babbling parecían caídos ante las palabras de Ana, pero con fluida rapidez logró portar una pequeña sonrisa comprensiva en sus labios. La mujer asintió levemente, el borde de su taza escondía sus labios detrás.

—Entiendo lo que piensas, Ana, créeme... —le dio un sorbo a su té antes de dejarla frente suyo, sus manos aún rodeaban la tibia taza—. No es que piense que deberías estar sola en este proceso, es más, eso me aterra un poco más si te he de ser sincera...

Una risa nerviosa dejó los labios de la mujer y mordió su labio inferior sin quitarle la mirada a Ana. Mientras tanto, Ana no sabía dónde mirar ni qué decir, pero su atención rápidamente vagó hacia los dedos tambaleantes de la mujer. Su inquietud la inquietaba.

—Sin embargo... —los ojos oscuros de la profesora Babbling se cerraron por unos segundos antes de abrirse y mostrar el verdadero cansancio en ella—, si eso es lo que deseas, te aconsejaría que te hagas oír con ella. No... —levantó un dedo cuando Ana fue a interrumpirla—... no parece algo importante, pero soy su hija y si algo conozco de mi madre es que ella... ella no sabe cuál es el límite. No sabe cuándo parar.

En lo profundo de su cráneo, Ana sintió el eco de las palabras que una vez Bellatrix Lestrange le había dicho acerca de su madre. Algo de no saber cómo rendirse. Un escalofrío recorrió su espalda y por primera vez miró a la profesora Babbling a los ojos.

—Lo que es una verdadera cualidad para un erudito... —ante sus palabras, no obstante, el ceño de la profesora se suavizó acompañado de la tristeza de su mirada—, pero no para un mentor.

Ambas comprendían el peso de esas palabras, pero Ana no podía bajarse aún del desafío. No cuando estaba tan cerca de conseguir aquella verdad que chispeaba en la punta de sus dedos y aceleraba su corazón.

—Le prometo, profesora Babbling, que no me estoy sobreesforzando —dijo Ana apurada en sacudir cualquier pizca de duda en su cuerpo—. Y su madre no me está empujando a hacer nada que yo no entienda o quiera...

El cansancio aún impregnaba la mirada de la profesora Babbling, e incluso con la pequeña y triste sonrisa en sus labios, asintió.

—Solo espero que ambas sepan cuándo suficiente es suficiente.

Ana y la profesora se quedaron sentadas y en silencio por unos segundos mientras se miraban mutuamente, y por primera vez Ana fue la primera en romper el hielo cuando se aclaró la garganta aunque no lo necesitaba.

—Debería... debería ir yendo hacia el Gran Comedor. La cena empezará en cualquier momento...

—Claro —la mujer sacó su varita de debajo de la manga de su túnica y con un suave movimiento la taza de té ya vacía se limpió y fue a parar a un ríncón de la oficina junto a la tetera—. Perdona por usar tu tiempo...

—No, por favor... gracias por sus consejos. Trataré de seguirlos... Em... nos vemos en la próxima clase, profesora Babbling...

—Nos vemos en clase, Ana.

Ana estaba a punto de pasar por el marco de la puerta, apurada de salir de esa situación, cuando recordó algo que la hizo detenerse en su lugar y cerrar sus párpados con fuerza. Lentamente, se dio media vuelta para volver a encarar a la mujer que aún permanecía sentada.

—En realidad... perdone que traiga el tema después de... todo. —tragó saliva—. Después de ver mis horarios hoy, tenía pensado dejar Runas Antiguas... en serio perdón, pero quería centrarme más en los ÉXTASIS que necesito...

La suave sonrisa que la profesora Babbling le dedicó hizo que Ana se sintiera más avergonzada y culpable, casi que le dieron ganas de vomitar por el simple hecho de tener que mirarla. No obstante, la mujer no hizo nada más que asentir.

—Como es el primer día de clases, no hay problema, Ana. Lo hablaré con la profesora McGonagall para que te quedes tranquila. Nos veremos entonces por el castillo.

—Gracias.

Ana asintió y se iba a dar media vuelta para realmente dirigirse al Gran Comedor, pero la voz de la profesora la hizo detenerse en sus pasos.

—¿Y Ana?

—¿Sí?

—Felicidades por tu nota en los TIMO, sabía que lograrías esmerarte.

Cuando finalmente Ana pasó el marco de la puerta de la oficina, el sabor amargo del recuerdo de aquel Extraordinario que había leído en sus calificaciones hizo que sus pasos fueran más pesados mientras se alejaba de la profesora que le había tenido fé desde el principio.

La culpa era un golpe muy bajo.

•      •      •

Los golpes bajos siguieron cayendo, cuando el día siguiente, después del recreo, la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas tomó lugar y Hagrid se dio cuenta que tres de sus estudiantes favoritos no estaban frente a su casa esperando a que la clase comenzara. En vez, solo habían cuatro alumnas esperándolo: Ana, Lavender, una chica de Hufflepuff cuyo nombre Ana no recordaba pero rostro reconocía de Runas, y una estudiante de Ravenclaw que creía se llamaba Sue Li.

El rostro de Hagrid estaba rojo del esfuerzo para no largar a llorar.

—Hagrid, no es que no les guste tu clase... —trató de animarlo Ana, mientras le daba palmaditas en su brazo gigante—. Les divertía, pero es que... bueno... había que elegir lógicamente las clases... y como estudiantes de sexto, no tenemos mucho tiempo. Ahora están realizando un ensayo larguísimo de Herbología y seguro se lamentan.

Lavender asintió con fervor, mostrándose ser un buen apoyo moral.

—¡Sí...! Mira, Hagrid, si no hubiese sido porque no me ayudará en los ÉXTASIS, yo hubiese seguido estando en la clase de Pociones, pero ya ves que no puedo hacer todo lo que quiero...

Si Ana no supiese de antemano que Lavender había reprobado el TIMO de Pociones con un Desastroso y en realidad detestaba la materia, le hubiera creído. Era muy buena con las palabras dulces resultaba.

Hagrid se sorbió la nariz, sus ojos pequeños y negros estaban aún cristalizados.

—También en mi caso, Hagrid —añadió Ana—. Ayer tuve que abandonar Runas...

—Pero a ti te gusta mucho esa materia... —murmuró Hagrid entristecido. Ana asintió.

—Sí, pero con la carga horaria que tenemos no me hubiese sido suficiente para concentrarme en estudiar para los ÉXTASIS necesarios para Magizoología —continuó ella y sus palabras hicieron que los ojos de Hagrid brillaran—. Así que vamos, todas estamos esperando a que nos enseñes.

Señaló hacia las otras dos chicas que se habían juntado unos pasos más lejos que ellos para darles espacio, pero cuando escucharon a Ana levantaron sus pulgares en apoyo.

Ante el apoyo de sus cuatro alumnas, Hagrid pareció encontrar aquella valentía que se le había escapado, y con determinación asintió y se irguió. Enseguida, Ana y Lavender quedaron bajo la sombra de su figura que les tapaba el sol.

—Tienen razón, ustedes me necesitan —dijo él y con un pañuelo que sacó de sus gigantes bolsillos se escurrió los ojos de cualquier rastro de lágrimas. Una vez listo les sonrió—. Bien, entonces hoy les enseñaré acerca de los Glumbumbles...

Mientras que Hagrid emprendía camino hacia detrás de su cabaña y les explicaba a las otras dos chicas acerca del insecto gris, peludo y volador, Ana se acercó a Lavender.

—¿Y tú qué haces aquí, Lavender? No sabía que te habían gustado tanto las clases de Hagrid... —le preguntó Ana y esquivó una raíz de calabaza para no tropezar.

—Bueno, es por ti, realmente —sonrió Lavender—. Me hiciste interesar en las criaturas mágicas... y aunque muchas sean feas me gustaría saber cómo cuidar de ellas.

El corazón de Ana se infló de felicidad al escuchar aquello y no pudo esconder su sonrisa por el resto de la clase. Ser la razón de que alguien encontrara entretenimiento en las cosas que a ella le gustaba era la mejor sensación que Ana podía pedir. Esa misma clase, finalmente, Ana descubrió el nombre de la chica de Hufflepuff quien se llamaba Megan Jones. Era la sobrina de Hestia Jones, a quien Ana conocía de la Orden y quien también había perdido a su esposa, Emmelince Vance, ese mismo verano a causa de los mortífagos.

Era una comunidad tan pequeña que Ana se preguntó cuántos alumnos de Hogwarts habían perdido a sus seres queridos ese verano. Se preguntó cuántas muertes serían necesarias para saciar la sed de sangre que Voldemort buscaba.

Su corazón dio un vuelco al recordar la profecía, donde ella también debería derramar sangre desconocida. Era extraño pensar en eso, aterrador; en su vida habían sucedido tantas tragedias, que pensar que ella sería parte de otra le asustaba. Temía por el futuro que le esperaba.

Esa misma tarde, después de la clase doble de Encantamientos y la hora libre, que Ana usó para ella misma terminar el ensayo de Herbología, ella se acercó al escondite que compartía con Blaise para poder tener un descanso del atareado día.

Cuando Ana pasó por entre las estatuas y la pared falsa, notó que Blaise estaba allí. No obstante, no estaba sentado como se encontraba todas las veces que lo veía, sino que estaba parado y mirando por la pequeña ventana que iluminaba el claustrofóbico espacio. Su piel oscura siempre era favorecida por el sol, y Ana tuvo el placer de ver cómo sus pestañas se volvían doradas y su piel brillaba.

Ana apoyó su bastón hacia un lado y se sentó en el banco de mármol al lado del chico, sin quitarle la vista. Blaise no la había mirado, sus ojos aún fijos en el paisaje detrás de la ventana. Por su parte, Ana cerró sus ojos para descansar unos segundos cuando después de que un minuto se completara, Blaise hablara.

—¿Puedo preguntarte algo?

Sin abrir sus ojos, Ana hizo un sonido afirmativo con sus labios cerrados.

—¿Por qué solamente nos juntamos aquí?

Ante eso, Ana abrió sus ojos para poder mirarlo y vio que Blaise había quitado la mirada del paisaje para poder posarla en ella. Las cejas de Ana se alzaron por la sorpresa y se irguió en su lugar.

—Pero, nos hemos juntado fuera de aquí... Como en el tren o en la biblioteca...

—Para hablar por unos segundos... —dijo Blaise con un dedo levantado hasta que levantó otro—... o para estudiar separadamente. Hemos empezado esta conversación varias veces pero nunca la hemos terminado, por lo que traeré una primera suposición: ¿Te avergüenza?

—¡No!

—¿Entonces? —inquirió Blaise verdaderamente confundido, tanto que el espacio entre sus cejas estaba verdaderamente ceñido.

Ana se relamió los labios y negó con la cabeza.

—No es que esté avergonzada de ti, Blaise. El problema no se encuentra ahí...

Blaise se cruzó de brazos.

—Pero hay un problema.

Ana se levantó de su asiento y lo enfrentó completamente. Como le llevaba una cabeza completa más o menos, tuvo que levantar su mentón.

—Es que... bueno... —un suspiró dejó sus labios y pinchó el puente de su nariz—. Es que no tienes un grupo de apoyo, mientras que yo sí.

—¿Un grupo de apoyo...?

Ahora Blaise se veía aun más confundido. A Ana le hubiese dado un dejo de gracia la expresión en su rostro, si no fuese porque debía explicarse con seriedad para que el chico tomara sus palabras en serio.

—A lo que me refiero es que no estás exactamente en un dormitorio comprensivo. Solo que parece un riesgo el cual tal vez no valga la pena correr, siendo que estás rodeado de gente que detesta, bueno, a Gryffindor. Hasta suena un poco peligroso con los tiempos que estamos... —se mordió el labio inferior—. Simplemente no veo que tus compañeros de Slytherin sean comprensivos de nosotros siendo... amigos.

La palabra "amigos" carecía del verdadero peso que sentía, no obstante era la única palabra que Ana se atrevía a decir. Después de unos segundos en profundo pensamiento, Blaise suspiró haciendo que Ana se enderezara con un poco de molestia.

—¿Piensas que alguien le dice a Daphne Greengrass qué es lo que tiene que hacer?

—Dios, no. Eso suena como un prospecto aterrador. Es un poco intimidante, ¿no es así?

Tal vez no entendía porqué Blaise había mencionado a la chica, pero sí recordaba a la estudiante de Slytherin que siempre tenía el maquillaje y cabello perfecto, y quien la opinión ajena le traía sin cuidado. Era tan intimidante como digna del respeto que recibía.

—Y aun así, desde que la conozco ella se ha asociado con Patil y Brown. No tengo en mi mente duda alguna que no conozcas el significado de relacionarte con alguien a quien otros consideran incomprensible —su ceño se suavizó tanto como su mirada—. Sí, las circunstancias podrían ser mejores, sí, yo podría tener mejores compañeros de habitación; y aun así, esta es la situación que se me ha dado. No voy a bajarme de esto... y me gustaría mostrar mis cartas. Apreciarte es algo que no quisiera esconder.

Por unos segundos Ana sintió que su cerebro sufría un cortocircuito. No obstante, después de mirar a Blaise con la boca abierta y el rostro de una idiota, tuvo la decencia de apretar sus labios en una línea fina y asentir.

Era raro. Siempre se había sentido amada por su familia más cercana, siempre se había sentido especial en los brazos de su abuela y de su padre; recientemente hasta había encontrado otro padre que la adoraba y Ana lo sabía. Hasta sabía que sus amigos la querían, lo que años atrás hubiese sido imposible de pensar o de creer.

Pero era algo muy nuevo y reciente que alguien se lo dejara saber tan directamente.

Le agradaba saberlo con palabras tan directas.

Una vez que su estupefacción se esfumó, volvió a asentir y se aclaró la garganta.

—Entiendo lo que dices... y me alegra saberlo... pero me alegraría más saber que no te pasó nada por andar caminando juntos por los pasillos —con cautela levantó sus brazos y tomó suavemente los hombros de Blaise con sus manos—. Sé que sueno como un disco rayado, pero hay gente muriéndose por no estar en el bando de Voldemort, Blaise.

Una mueca se posó en los labios del chico al escuchar el nombre del hechicero enemigo de mitad de la comunidad mágica, pero Ana presionó.

—No sabemos cuales padres de los estudiantes de aquí están de su lado... otros sí conocemos y sabemos que están en el mismo dormitorio que el tuyo —le recordó—. Si no quieres preocuparte por ti mismo, entonces yo me preocuparé por ambos. Además de... bueno, además de lo que puede pasar en tu casa, Blaise.

Ambos se tensaron al recordar a Eloise Zabini. Ana le dio un pequeño apretón.

—Podemos deducir muchas cosas de lo que sucedería aquí, pero no tenemos ni idea de lo que pasaría si sale de Hogwarts que una de las familias más puras y neutras está... bueno odio la palabra, pero "fraternizando" en contra de él —una sonrisa simpatizante se posó en los labios de Ana—. Aunque me gustaría, algunos riesgos no valen la pena. No ahora de todos modos...

Ambos se quedaron mirando unos segundos en silencio, hasta que al acercarse al borde de incómodo para ambos tanto contacto visual, Blaise habló. En sus labios se alzaba en la comisura el intento de frenar una sonrisa.

—Tus amigos saben que hablamos. Es más, la mitad de los que fueron integrantes del E.D. lo sospechan.

—La mitad de ellos son completamente inofensivos —dijo Ana y alisó los hombros de Blaise para sacarles la suciedad—, y a la otra mitad les trae sin cuidado. No puedo ver cómo a Cho Chang le afectaría esto, o a Katie Bell.

—Patil y Brown podrían hablar.

—No lo harían.

Ante la mirada inquisitiva de Blaise, Ana decidió aclarar.

—Si se los pido no lo harían.

Blaise se quedó callado por unos segundos, pensando. Y cuando abrió la boca, Ana sabía lo que iba a decir.

—Deberíamos hablar de lo que pasó el semestre pasado.

El beso. Aquel momento antes del examen de Astronomía en donde Ana había sentido que su corazón se le salía de lugar y que su respiración se cortaba; cuando finalmente, después de largos días en dolorosa duda donde se había preguntado acerca de la veracidad de sus sentimientos hacia el chico y hacia Dalia, y había encontrado una respuesta. Ese momento en donde todas sus dudas se habían disipado. A eso se refería Blaise.

No obstante, después de los meses que había tenido y aunque ese día hubiese estado presente en el fondo de su mente todo el tiempo, Ana había encontrado poco tiempo para realmente discutirlo consigo misma. No había podido priorizar aquel beso, no luego de haber descubierto que formaba parte de una profecía, o de haber sido torturada por Bellatrix Lestrange, o de las muertes que escuchaba en la televisión o leía en el periodico, o hasta su propia magia tan extraña y poderosa.

No la podían culpar por no haber priorizado ese momento.

—Mira... —las manos de Ana bajaron de los hombros de Blaise y se situaron en sus manos. Antes de que la vergüenza le ganara, las tomó en la suyas—. Toda mi vida me he formado alrededor de etiquetas que la gente me ponía a mí o a mi familia, y aunque me he acostumbrado, me gustaría que por ahora no... no le pusiéramos un nombre a esto.

Le dio un suave apretón a los nudillos del chico y levantó su vista para mirarlo a los ojos.

—Y, tal vez, deberíamos ir lento... para ver cómo van las cosas.

Esta vez, Blaise sí sonrió.

—Pienso que esa idea es la mejor.

Al sentir el alivio en sus hombros, Ana dio un largo suspiro y le devolvió la sonrisa. La conversación iba a dar su fin, cuando un recuerdo prendió una lamparita dentro del cerebro de Ana y sus ojos se abrieron más.

—Uh... me temo que tengo que cambiar de tema drásticamente... pero primero necesito sentarme, por favor.

Después de que ambos se sentaran en el mismo banco, Ana se giró a Blaise con seriedad y un poco de culpa.

—Ya sé que hace menos de diez minutos te dije que había riesgos que no valían la pena correr y que debíamos cuidarnos... pero siento que esta es la mejor forma que tengo planeada para que Harry no cometa un error...

Al escuchar el nombre de Harry, el ceño de Blaise se alzó con incertidumbre, pero sus ojos permanecieron serios y atentos a las palabras de Ana.

—Cuando él, Hermione y Ron fueron al Callejón Diagon notaron que Malfoy estaba actuando más extraño de lo normal... y Harry sospecha que tiene que ver con Voldemort.

La figura de Blaise se volvió a tensar al escuchar el nombre, pero esta vez no hubo ninguna facción facial que lo delatara. Ana solo lo notó al tener las manos del chico en las suyas.

—Pues Potter podría no estar en lo incorrecto... —admitió Blaise y su ceño se frunció—. Malfoy dijo algo entre esas palabras; no dijo que estaba directamente involucrado con... él, pero no lo negó. Si mal no recuerdo, dijo que su madre quería que terminara los estudios antes de que trabajara a su lado, pero Malfoy estaba insistente.

Ana frunció el ceño.

—Eso no suena para nada bien.

—... Y tú necesitas que lo espíe para ver si sentencia su cooperación directa con los mortífagos —afirmó Blaise y Ana se encogió en su lugar.

—Es realmente contradictorio que te haya dicho de no correr riesgos entre nosotros dos, y esto suena aún más peligroso y estúpido... lo sé y si no quieres hacerlo no te voy a insistir más porque esto sí es un riesgo muy grande —le aseguró rápidamente y apretó su agarre para hacerle entender que lo decía en serio.

—Pero corro el menor riesgo y tu amigo no se metería en problemas innecesarios.

—Solo necesitaría que escuches si lo dice así al aire o se los dice directamente... ya sabes cómo le gusta a Malfoy hablar de sí mismo.

Blaise rió nasalmente y asintió al coincidir con Ana.

—Simplemente tendré que hacer lo que ya estaba haciendo... pero esta vez no podré juntarme contigo fuera de aquí, ni siquiera para estudiar, ni para sentarnos juntos o siquiera cruzar miradas.

Ana asintió y se mordió el labio inferior.

—¿Estarías más cómodo con actuar como si odiaras a mis amigos y a mí? Tal vez una cara de desprecio de vez en cuando, como en los viejos tiempos.

Ante eso Blaise puso los ojos en blanco y Ana sonrió con un poco de pena.

—En realidad, odiaría eso.

—Entonces solo tendrás que hacerte mejor amigo de Malfoy.

Un quejido abandonó los labios de Blaise y apoyó su rostro en el hueco entre el cuello y hombro de Ana. Ana le dio unas palmaditas en su espalda.

—Perdón, en serio no tienes que hacer nada de esto. No soy fanática de involucrarme en estos temas, y solo traje el tema porque Harry ha estado más paranoico de lo normal... pero no lo culpo...

—Lo haré —afirmó Blaise con tal determinación en su tono de voz que Ana cerró la boca. Despacio, se separó de ella y Ana pudo ver la fina línea formada en su boca—. Si Malfoy está siguiendo órdenes de... Voldemort, entonces es un peligro para todos nosotros. Más si está dispuesto a usar niños para sus planes. Si tenemos una oportunidad de detenerlo... pues al menos hay que intentarlo.

Ana no quería coincidir con Blaise, no quería saber nada de los planes de Voldemort y no quería que Harry se volviera loco por algo que tal vez no podía detener. Pero la falsa esperanza no los llevaría a ningún lado, ni siquiera con la fé de que toda esa guerra fuese controlada por los adultos. Si ambos bandos iban a usar niños para ayudarse a sí mismos a ganar la guerra, ellos mismos debían estar dispuestos a correr el riesgo. Al menos para que la caída no fuese tan dura.

Con un suspiro, Ana apoyó un lado de su cabeza en el hombro de Blaise y volvió a juntar ambas manos con las de él.

—Gracias.


La primera semana de clases fue dura, teniendo en cuenta de que cada hora libre que los alumnos de sexto tenían era para intentar ponerse al día de la ingente cantidad de deberes que les mandaban. Al final de la semana, Ana terminó completamente saturada por la cantidad de información que había escuchado durante las clases, al cual la mitad ni entendió, y después del castigo con Snape por la tarde del sábado —en el cual solo tuvo que limpiar el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras de patas para arriba—, Ana se dedicó un pequeño descanso.

Mientras tanto, sus amigos tenían un acalorado debate de la persona detrás del alias «Príncipe Mestizo» en el libro de Pociones de Harry. Por lo visto, no había página alguna que no tuviera anotaciones por parte de su anterior dueño.

—O por «ella» —puntualizó Hermione después de oír la conversación entre Harry y Ron—. A lo mejor era una chica. Creo que la letra parece más de chica que de chico.

—Firma «el Príncipe Mestizo» —le recordó Harry—. ¿Cuántas chicas conoces que sean «príncipes»?

Ana frunció el ceño y abrió un ojo. Se encontraba piernas arriba en uno de los sillones mientras abrazaba una almohada.

—Lo que me parece más raro de todo esto es que alguien tuvo la audacia de ponerse como apodo «Príncipe Mestizo».

—Tal vez era de un príncipe que era estudiante —apuntó Ron y Ana no pudo evitar sospechar aquello.

—Si un príncipe hubiese venido a Hogwarts creo que sería algo muy sabido...

De repente, Harry guardó el libro de Pociones en su mochila y se levantó.

—Son las ocho menos cinco, tengo que irme o llegaré tarde a mi cita con Dumbledore.

—¡Oh! —exclamó Hermione, agrandando los ojos—. ¡Buena suerte! Te esperaremos levantados, estamos ansiosos por saber qué quiere enseñarte.

—Que te vaya bien —dijeron Ana y Ron al unísono, y los tres se quedaron mirando cómo Harry salía por el hueco del retrato.

Una vez que su amigo estuvo fuera de vista, Ana suspiró y se acomodó en su asiento. Estiró sus brazos por sobre su cabeza y dejó salir un largo bostezo.

—Creo que yo no podré esperarlo esta noche... el castigo de Snape me ha dejado los huesos adoloridos

El ceño de Hermione se frunció con preocupación.

—¿Estás bien? ¿Quieres que llame a la profesora McGonagall? Tal vez le pueda decir a Mary que te dé algún relajante o alguna poción para el dolor...

Ana apoyó una mano sobre el brazo de Hermione y negó.

—Solo estoy cansada, Hermione, pero gracias. Me iré a dormir y sí mañana cuando me despierte me sigue doliendo, ahí sí iré a la enfermería.

Ante eso, Hermione quedó satisfecha y la dejó irse. Luego de despedirse de sus dos amigos, Ana subió a su dormitorio, donde Parvati se había apoderado del baño compartido para terminar su rutina de cuidado de piel y cabello antes de irse a dormir, y donde Lavender estaba dibujando en su cuaderno, seguramente nuevos bocetos de sus vestidos, mientras escuchaba música con su walkman.

Al ver a Ana entrar a la habitación, Lavender le dedicó una sonrisa antes de volver a sus bocetos. Después de sacarse las zapatillas y tirarse sobre su cama donde Basil dormía acurrucado sobre su almohada, Ana tomó un pergamino y una lapicera de su mesa de luz y se sentó contra el respaldo de su cama.

Esa semana no había podido pensar en nada más que sus estudios, las clases y los hechizos no verbales, por lo que no había tenido tiempo alguno de preocuparse por su entrenamiento con Berenice Babbling. Tal vez la mujer no podría entrenarla mientras se encontraba en el castillo, pero debía existir alguna forma de poder enseñarle de forma remota. Quizás cartas con largos párrafos llenos de consejos le vendrían bien.

Cuando apoyó la tinta sobre el pergamino, Ana recordó las palabras que la profesora Babbling le había dicho ese mismo comienzo de semana. Le había dicho que se hiciera oír y que no dejara que Berenice tomara rehén al plan completo; ella también tenía que tener una voz, después de todo, era su cuerpo.

Entonces Ana escribió, le escribió una larga carta a Berenice Babbling acerca de lo que podrían hacer a continuación. Un entrenamiento más controlado, menos agotador y, quizá, sin la aterradora involucración de ciertas criaturas de las sombras que parecían atraídos a su magia.

Tal vez ese sería un plan agradable para todas las partes participantes.

•      •      •

¡hola de nuevo!

quise publicar ayer para seguir actualizando los domingos (no todos claramente), pero se me pasó el día y estaba re cansada, así que les traigo hoy un nuevo capítulo

¿qué les pareció? ¿tienen alguna hipótesis de lo que podría pasar en el futuro? me encanta leer sus opiniones <3

muchísimas gracias por la espera, la paciencia y el cariño. sé que no es divertido esperar a que las historias que leen se actualicen, así que les doy las gracias por no irse. cada vez que vienen nuevxs lectorxs les doy las gracias por darle una oportunidad a esta novela y mis perdones si tienen que esperar mucho tiempo a que actualice

como siempre, gracias por todo y espero que tengan una buena semana

#FreePalestine

•chau•

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