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𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐲 𝐧𝐢𝐧𝐞

"El club de Eminencias"

El lunes, después de un día largo de clases y antes de que fuera la hora de comer, Ana y Hermione se encontraban en el dormitorio preparándose para ir a la cena de Slughorn. Mientras que Hermione le cepillaba el cabello a Ana, el cual aunque corto se enredaba con facilidad, ella se distrajo con la mirada fija en Basil y Crookshanks, quienes dormían juntos.

—Ahora que sé cómo controlar el sueño quizá pueda usarlo conmigo misma —dijo Ana, jugando con un hilo suelto de su túnica—, y así puedo dejar las pociones de insomnio de Mary. Además, como ya no tengo esos sueños no las tengo que tomar todo el tiempo.

—Pienso que sería mejor que lo hablaras con ella antes de hacerlo —apuntó Hermione y dejó el cepillo de cabello a un lado—. Aunque fueran dosis pequeñas tu cuerpo quizá se ha acostumbrado a la poción. Dejarla de manera tan abrupta puede ser malo, ¿no crees?

—...Tienes razón, pero Mary no sabe acerca de mi... magia. Bueno, simplemente le diré que no he tenido dificultades para dormir estos últimos días... Oye, ¿estás segura de que no tenemos que vestirnos más formalmente, Hermione? —Ana se miró al espejo, su túnica y suéter un poco arrugados por el uso—. Siento que a Slughorn le gusta la excesividad.

—En eso tienes razón —dijo Hermione y se cruzó de brazos en frente del espejo—, pero por el momento, todos hemos ido en nuestros uniformes y no nos ha dicho nada...

Ana asintió, tomó su bastón que yacía contra la cama y se levantó con su ayuda. Mientras se alisaba la túnica frente al espejo, Hermione la miró.

—Ana... ¿Puedo preguntarte por qué has decidido ir a la cena de Slughorn, después de todo? Si recuerdo correctamente, tenías órdenes de sanadora para "dormir temprano".

Ante la pregunta, Ana se mordió el labio inferior y observó a su amiga a través del reflejo del espejo.

—Um... Blaise me pidió ir.

Los ojos oscuros de Hermione brillaron con entendimiento y asintió lentamente. Se acomodó en el borde de la cama y, por el reflejo del espejo, Ana vio que se mordía el labio como ella misma había hecho segundos atrás.

—Y... bueno, ¿puedo preguntar qué son ustedes dos?

No era una pregunta que mereciera una respuesta complicada, y aun así lo era. La respuesta era complicada si es que la había. Ni Ana misma sabía la respuesta, aunque la sintiera cada vez que veía a Blaise, o cada vez que él le sonreía, le hablaba... Pero todavía no había nombre para ello. Semanas atrás habían hablado de eso mismo y de la lentitud en la que iría aquella complicada respuesta; habían recordado aquel beso bajo la lluvia y la falta de etiquetas. Ana sabía lo que ella sentía, y lo que Blaise le había confesado. Y aunque en esos momentos no tuviese una respuesta, quizá en un cercano futuro la tendría.

—No... no lo sé —admitió Ana, se dio vuelta para encarar a Hermione y suspiró con rendición—. Es que, pues, habíamos decidido ir lento y no poner etiquetas a... lo que tenemos, si es que siquiera puedo decir que tenemos algo. Además, después de todo lo que ha estado pasando decidimos que sería mejor no juntarnos en público. Es decir, acaba de perder a su madrina, su tía, alguien que consideraba la familia más cercana, y Hannah no va a volver por un largo tiempo... No puede arriesgarse a tener un blanco en su nuca, por lo que no interactuamos mucho.

Procesar toda la información que Ana había volcado en ella llevó un par de segundos, pero Hermione volvió a asentir, esta vez con sus ojos fijos en ella.

—Así que está solo.

Los hombros de Ana cayeron con tristeza.

—Sí.

Como en un trance, Hermione no dejó de asentir, y esta vez se levantó del borde de la cama para pararse frente a Ana. Su ceño se volvió serio, pero sus ojos siempre suaves.

—Entonces, ¿qué tal sí...? Bueno, ¿qué tal si se junta con nosotros?

Ana tuvo que sostener el mango del bastón con un poco más de firmeza.

—¿Qué?

—Me refiero a todos nosotros, Harry, Ron, tú y yo. De esa forma no estará más solo y, pues, si te soy sincera me gustaría conocerlo, ya que ahora forma parte de tu vida... Y quiero saber qué tipo de chico es... y qué ves en él. —el ceño de Hermione se frunció pensante—. Bueno, de lo que conocí de él el año pasado durante las reuniones de E.D. fue placentero, y se notaba que le gustabas.

El rostro de Ana enrojeció de la vergüenza, aunque un plácido sentimiento se posó sobre su pecho.

—Hermione...

—Es en serio. Quiero conocer al chico que te tiene tan... —Hermione la miró por un largo rato pero no terminó de decir la oración, solo suspiró y sacudió su cabeza—. Como dije, no me pareció mal durante las reuniones de E.D., por lo que no me preocuparía por Harry y Ron tampoco. Ya están acostumbrados a él.

Ana sabía que su amiga casi siempre, sino siempre, tenía las mejores ideas, pero presenciar de nuevo una de ellas era reconfortante. Siempre podía contar con Hermione para resolver confusiones y problemas. Sonrió.

—Me parece una idea genial, se la diré durante la cena. Lo mejor es que él comparte todas nuestras clases, en las que yo no estoy, tú estás... y si sigue en Estudios Muggles, nadie lo molestará allá...

Ambas comenzaron a moverse fuera del dormitorio mientras hablaban de la nueva idea de Hermione, y se dirigieron hacia la cena de Slughorn y su grupo seleccionado de estudiantes.

El castillo estaba tranquilo, ya que la mayoría de los estudiantes se encontraban en el Gran Comedor. A pesar de las fuertes ventiscas de la semana anterior, el interior del castillo se encontraba quieto y cálido, gracias a las cientas de velas que iluminaban los pasillos. Las pinturas hablaban entre ellas, chismes brotaban de sus labios siendo ella la única actividad divertida de la que podían formar parte. Y mientras Ana y Hermione subían las escaleras hacia el sexto piso, advirtieron que Cho Chang había empezado a salir con Ameqran Cruz, el prefecto de séptimo de Gryffindor.

Hermione frunció el ceño cuando llegó al lado de Ana.

—Hay asuntos más importantes que la vida amorosa de dos estudiantes —resopló indignada, a lo que Ana no pudo evitar negar.

—Seguramente, pero no creo que les importe. Además, la mayoría de las pinturas han de tener más de cien años... los asuntos estudiantiles deben de ser muy interesantes después de estar estancados en un lugar por mucho tiempo.

Cuando llegaron al sexto piso, frente a la oficina del profesor Slughorn, Ana tuvo que descansar unos segundos contra la pared antes de tocar la puerta. Mientras esperaban, Ana pudo captar la música alegre pero suave que provenía desde adentro, y cuando la puerta se abrió, la sonrisa que les mostró el profesor fue radiante.

—¡Ana! Has venido —el profesor Slughorn las dejó pasar y le dio unas palmaditas al hombro de Ana—. Yo sabía que no te resistirías en venir, tienes curiosidad, ¿no es así? Tu madre siempre atendía las cenas, era una de mis estudiantes más frecuentes... Vengan, siéntense. La comida estará pronto.

La oficina del profesor Slughorn era más grande que la de otros profesores. En un lado de la habitación se encontraba una chimenea enfrentada a dos grandes sofás de cuero marrón; al otro lado de la habitación, unas puertas de cristal, que ahora se encontraban cerradas, daban hacia un balcón privado. En el medio de la oficina había una mesa grande y redonda rodeada de alrededor de diez sillas. La mesa estaba servida con la mejor cubertería y las más brillantes vasijas. Aún la comida no estaba servida.

Ana y Hermione caminaron hacia los asientos que estaban a ambos lados de Ginny, cuyos ojos estaban tan hacia atrás que parecían blancos. Cormac McLaggen le estaba hablando. Cuando vio a Ana sentarse al lado de ella y del chico, un suspiro de alivio la traicionó y cuando le sonrió agradecida, Ana le devolvió el gesto.

Alguien se aclaró la garganta detrás de su espalda, y Ana se dio media vuelta en su silla para ver a McLaggen con el ceño fruncido.

—Estábamos hablando.

Ana le sonrió.

—Sí, estaban. Ahora ya no.

Se volvió a dar media vuelta hacia Ginny, sin antes escuchar el bufido del chico. Ginny se inclinó hacia Ana.

—Si escucho una vez más acerca de sus aventuras junto a su padre, mátame.

Los hombros de Ana se agitaron cuando trató de aguantar su risa. En un momento, cuando Hermione empezó a hablar con Ginny, Ana miró hacia alrededor de la habitación y recordó que Blaise estaba en la misma habitación cuando sus ojos cayeron en él. Por unos minutos se había olvidado la única razón por la que había asistido a la cena. Levantó una mano en saludo y le sonrió cuando Blaise le devolvió el gesto. También le devolvió la sonrisa.

Lamentablemente, Blaise se encontraba al otro lado de la mesa justo enfrente de Ana, la silla a su derecha estaba tomada por una chica que parecía de segundo, su rostro era serio y aburrido, y sus ojos eran grandes y oscuros; al lado de ella había una chica de las mismas facciones y el mismo uniforme de Slytherin. Ana no las conocía, pero le dio pena cuando McLaggen se dio por vencido en hablar con ella y se giró hacia el otro lado, ignoró a Belby, y le empezó a hablar a la chica. Ninguna de las gemelas parecía querer hablar con él.

Ana y Blaise compartieron una sonrisa secreta antes que el profesor Slughorn se acercara a la mesa con una sonrisa satisfecha.

—Han de saber que han hecho a un viejo mago muy feliz al venir esta noche. Es una lástima que Harry no haya podido venir, sin embargo, con la grata bienvenida de la señorita Ana Abaroa no me cabe duda que esta será otra maravillosa velada. Y mejor será cuando nuestra invitada especial llegue —les guiñó un ojo y con un movimiento de varita hizo que en una mesa aparte comenzara a aparecer cuencos llenos de comida.

Ana se inclinó hacia Ginny y le susurró:

—¿Invitada especial?

Ginny se inclinó hacia ella, sin quitar la mirada de la comida.

—Sí, en las cenas que tuvimos siempre vino un invitado especial. En la última cena vino Bertie Bott, y en la anterior Selina Sapworth...

La mandíbula de Ana ya había caído al escuchar el nombre de Bertie Botts. Sus oídos sin poder comprender lo que habían escuchado.

—¿Conocieron a Bertie Botts? ¿El creador de las Grageas Bertie Botts de todos los sabores?

—Adivina. ¿Cuántos Bertie Botts conoces? —dijo Ginny y le dio un pequeño golpe en la frente con su anular y dedo gordo. Ana se frotó la frente y resopló.

Desde la puerta se escuchó un suave golpe y los ojos del profesor Slughorn brillaron al mismo tiempo que juntó sus manos en un corto aplauso. Su postura mejoró en cuestión de segundos y se dio media vuelta para observar a los alumnos sentados en la mesa redonda.

—¡Ajá! Debe ser nuestra invitada especial, un momento, por favor...

El profesor Slughorn se acomodó el corbatín y con una sonrisa caminó hacia la puerta. Todos los estudiantes sentados en sus respectivos asientos retuvieron sus respiraciones con deseosa ansiedad. Cuando la puerta fue abierta, algunos disimularon un jadeo de sorpresa, mientras que otros, como Ana, solo se quedaron mirando con interés.

La figura detrás del umbral era alta, robusta y de mirada astuta. Sus trenzas llegaban hasta sus hombros cuadrados y cuando la luz de las velas pegó contra su rostro oscuro, sus ojos marrones brillaron al igual que una cicatriz a través de su mejilla. Se trataba de una persona que Ana solo había visto en pósters pegados en las cuatro paredes de la habitación de Ginny Weasley. Pero Gwenog Jones era más intimidante en persona.


Después de que el profesor Slughorn presentara a sus estudiantes a Gwenog Jones, la cena dio su comienzo. La mesa redonda se llenó de platos rebalsados de carne asada, vegetales en curris y estofados de los más pesados. Ana se sirvió un poco de todo, pero tuvo que alejar su plato del de McLaggen, ya que había puesto aderezo de sardina en toda su comida.

Todos prestaron atención a cada respuesta que Gwenog tenía para dar con las preguntas tanto de Slughorn como los estudiantes. ¿Qué te llevó a elegir las Arpías de Holyhead? ¿Cómo se siente ser parte de uno de los mejores equipos de quidditch? ¿Me podrías firmar mi servilleta? La joven mujer respondía cada duda con completa precisión y orgullo, ya fuese por sí misma o por atraer tal reacción de los demás a su alrededor. Sin embargo, Ana sabía tan poco de quidditch que lo único en lo que podía concentrarse era en la mirada brillante de Ginny, quien observaba a la capitana con admiración.

—... Y no fue tarea fácil convertirme en capitana, aún siendo una de las mejores jugadoras del equipo, pues, debía demostrar que era una buena líder. Eso fue lo que hice ya temprano en mi puesto como golpeadora, recién me habían dado el título y ya mi nombre atraía un sentimiento de... fortaleza.

Ana no pasó de alto cuando Hermione puso los ojos tan en blanco que casi se le quedaron atascados. Trató de disimular con un trago a su cerveza de mantequilla, pero Ana ya estaba escondiendo una sonrisa detrás de su pedazo de pan. Por su parte, Ginny parecía completamente hipnotizada.

—Y... ¿Es todo lo que deseaste? Digo, ser capitana y estar en el equipo de las Arpías de Holyhead —preguntó Ginny, una mano sobre su mentón. Cuando la mirada oscura de Gwenog giró hacia ella, Ginny se enderezó.

—Sí —afirmó Gwenog sin pensarlo—. Desde pequeña fui una gran fanática del quidditch, especialmente de los Montrose Magpies, pues siempre me encantaron los ganadores...

Excepto Ana, Hermione y Blaise, todos en la mesa se rieron ante aquel comentario. Ninguno de los tres tenía demasiado amor hacia el deporte; Ana solo se alegró al saber que Hermione y Blaise cada vez compartían más cosas. Tal vez podrían formar un vínculo a través de su odio hacia el quidditch.

—... Pero aún recuerdo el momento en que vi un partido entre las Arpías y Puddlemere, y fue una de las mejores experiencias de mi vida. Fue en la final de la Copa Europea de mil novecientos setenta y nueve, ambos equipos estaban jugando fenomenal... Pratibha Patil detuvo más de diez quaffles, era su segundo año en el equipo, aún no era capitana, pero era una bestia... Al final no ganaron, Benjy Williams logró atrapar la snitch cuando iban empatados ochenta a ochenta... pero esas tres horas fueron suficientes para que determinara que las Arpías de Holyhead era donde yo debía estar.

Ana y Hermione se miraron durante el relato de Gwenog con los ojos abiertos como platos; se habían olvidado por completo que la tía de Parvati formaba parte del equipo de quidditch. Y ahora que escuchaban a la capitana de las Arpías de Holyhead, les extrañaba que las gemelas Patil no estuvieran presentes en la cena. Más cuando el profesor Slughorn parecía anhelar conexión con celebridades.

—Esa historia es una de mis favoritas —rió el profesor Slughorn, un poco rosado por el whiskey—. Recuerdo que por cuatro años consecutivos tuve la Copa de Quidditch en mi oficina gracias a ti.

—Teníamos un buen equipo —admitió Gwenog y sacudió su cabeza—. Ahora escucho que Gryffindor ha ganado alrededor de seis años consecutivos, ¿no es así? Dicen que Harry Potter es uno de los mejores buscadores...

—Ginny es parte del equipo de Gryffindor desde el año pasado —interrumpió Ana sin poder evitarlo, y Ginny quedó paralizada en su lugar cuando sintió la mano de su amiga en su hombro—. Es una de las mejores cazadoras del colegio...

Ana sintió las uñas de Ginny clavarse en su brazo y tuvo que morder su labio inferior para no soltar una protesta mientras los ojos del profesor Slughorn y Gwenog Jones se posaron en ella.

—¡Ah! —exclamó el profesor Slughorn encantado—. Pues aún no he visto a la señorita Weasley jugar, pero si dices aquello, Ana, entonces no tengo duda que nos sorprenderá en el próximo partido contra Slytherin... pero si me permiten ser egoísta, espero que aún así nuestro equipo gane.

Algunos en la mesa rieron ante el guiño de Slughorn y Gwenog sacudió su cabeza con una sonrisa; sin embargo, sus ojos no se alejaron de Ginny.

—Bueno, si eres tan talentosa como tus compañeros dicen de ti... Tal vez debas darte una vuelta por nuestro cuartel una vez que te gradues. Siempre estamos en busca de las mejores.

Jamás en todos los años que Ana había conocido a Ginny, la había visto tan eufórica como se veía en ese momento. Hasta sus orejas estaban rojas. Por su parte, Ana quedó satisfecha con su trabajo hasta que escuchó la voz de McLaggen a su otro lado.

—A nuestra familia nos han invitado varias veces a los partidos de Tutshill Tornados —dijo después de tragar una porción de comida llena de aderezo de sardina—. Ya debe saber, profesor Slughorn, que mi padre es muy amigo de Mervyn Fenwick, el buscador del equipo, y recuerdo...

Ana puso los ojos en blanco y se permitió mirar de reojo a Blaise, quien ahora parecía tan aburrido como ella. Cuando sus miradas se encontraron ambos sonrieron en mutua comprensión. McLaggen se rió con tanta fuerza en un momento que Ana sintió una salpicadura de saliva en la mano que sostenía su tenedor.

Sin soportarlo, se volvió a girar hacia Gwenog Jones con una sonrisa desesperada pintada en sus labios.

—Perdón que interrumpa... —la voz de McLaggen se cortó de inmediato, y aunque Ana sintió las dagas que el chico mandó hacia su nuca, dio un suspiro de alivio—, pero, señorita Jones...

—Ah... Ana, ¿verdad? —la cortó Gwenog Jones y Ana asintió—. Por favor, no me llames señorita, me hace sentir vieja... Puedes llamarme Gwenog.

Gwenog le guiñó un ojo y el profesor Slughorn rió con su barriga. Todo su rostro rosa del alcohol.

—Si tú te sientes vieja, mi querida Gwenog, que será de mí...

—Y aun así, eres más joven de corazón que yo, Sluggy.

En ese momento, Ana se dio cuenta de que no quería volver nunca más a una cena con Slughorn, pero tragó su cansancio y se aclaró la garganta con una sonrisa.

—Bueno.. eh... hace un rato mencionó a Pratibha Patil y me di cuenta de que hablaba de la tía de las gemelas Patil —señaló a Hermione, quien se atragantó con su cerveza de mantequilla al tener atención en ella—. Somos amigas de Parvati. ¿La conoce?

Los ojos oscuros de Gwenog se abrieron en reconocimiento y asintió.

—Pues claro que la conozco, las conozco a ambas. A Parvati y Padma. Vaya... —le dio un sorbo a su bebida—. La última vez que las vi, Pratibha aún era capitana del equipo... debían de tener ocho años... ¿Cuántos años tienen ahora?

—Dieciséis, en agosto cumplen diecisiete.

Aquello pareció ser un golpe de realidad para Gwenog porque silbó con incredulidad.

—Han pasado tantos años, recuerdo el carácter que tenían. Padma era más callada, pero Parvati atraía la atención de todos. Me encantaría verlas...

Con el ceño fruncido y mirando a todos los sentados en la mesa redonda, Gwenog pareció darse cuenta de que ninguna de las gemelas se encontraba ahí. Como si aquello fuese una locura se volvió al profesor Slughorn, quien también parecía sorprendido con aquel prospecto. Se aclaró la garganta y con sentido pésame se acomodó su corbatín.

—Recuerdo a sus madres, por supuesto, Kanta y Purnima. Eran dos de mis estudiantes más populares en ese momento. Lamentablemente, nunca estuvieron interesadas en los temas concernientes al Reino Unido... He escuchado que Kanta es una celebridad en India...

—Es modelo —aseguró Hermione con una ola de confianza después de su tercer vaso de cerveza de mantequilla—, y la señora Patil es medimaga, es quien inventó los apósitos para quemaduras de dragón.

La mirada del profesor Slughorn se iluminó con interés y asintió, como si lo estuviese pensando. Por su mirada, Ana ya sabía que su plan había funcionado.

—¡Pues tienen razón! Deben perdonar la memoria de este viejo mago, pero no está tan perfecta como cincuenta años atrás —rió y levantó su copa, nuevamente llena con whiskey—. Me haré cargo de que las señoritas Patil sean invitadas a nuestras próximas cenas. Me gustaría escuchar más acerca de Purnima Patil, me temo que al no haber sido mi estudiante, lo único que recuerdo es que era compañera de tu madre, Ana...

Al escuchar la mención de su madre, Ana quedó estupefacta y algo rígida. No era extraño que los adultos mencionaran a su madre cuando estaban alrededor suyo, después de todo, al verla parecían querer ser los primeros en mencionar a Faith Ward si es que habían tenido la gracia de conocerla. Lo que era raro era pensar cuán diferente su vida hubiese sido si ella estuviese viva. Quizá, Ana y Parvati se hubieran conocido de pequeñas ahora que escuchaba que su tía era compañera de su madre. Lamentablemente, eso no había sido posible.

Cuando la cena se acabó y hubo un momento de descanso de la comida, el profesor Slughorn, con una sonrisa un tanto entusiasmada, hizo aparecer en la mesa rectangular a su lado una torre de postres. Pudín de chocolate, tarta de melaza, pasteles de todos los sabores, helado interminable y tantas opciones más, que Ana inmediatamente comenzó a salivar. Con la señal del profesor Slughorn, todos se levantaron de sus asientos para ir directo a la mesa de los postres con sus platos vacíos.

Mientras se servía pudín de chocolate, Ana se acercó a Blaise.

—Al final viniste —dijo Blaise y se sirvió una porción de macedonia.

—Pues claro, tú me pediste... Aunque aún no me queda claro por qué tú vienes a las reuniones... —admitió Ana y se sirvió mousse de limón—. Por ahora no me parece algo que a ti te guste... sin ofender.

—Es... Me mantiene distraído —admitió Blaise y terminó de elegir su postre.

El corazón de Ana se estrujó y dejó la pinza que había tomado para agarrar un postre de vainilla. La idea de Hermione apareció en su mente y se armó de valor.

—Bueno, si quieres una distracción... mira, lo estábamos hablando con Hermione... en realidad fue idea suya, y quería saber si a ti te parecía una idea buena... —Ana se aclaró la garganta—. Queríamos saber si te apetecía pasar el tiempo con nosotros. Me refiero con Hermione, Harry, Ron y conmigo. Para que no estés solo.

Blaise la miró con asombro y después de unos segundos logró contestarle:

—¿Estás... segura? Si no, debes saber que estoy acostumbrado a estar solo.

—Pero no quiero que lo estés —insistió Ana y con sutileza tomó el brazo del chico en un suave agarre—. Me gustaría que te unieras a nosotros. Así resolveremos varias cuestiones, y, además, ya no tendremos que escondernos. Los cinco nos protegeremos las espaldas. ¿Qué dices?

Una pequeña sonrisa se asomó sobre sus labios.

—Bien.

Después de la corta charla con Blaise, el postre pasó relativamente rápido, entre charlas de todos los temas. Desde historias de Slughorn acerca de sus estudiantes estrella, hasta anécdotas familiares de los alumnos que estaban presentes. También se abrió el tema de una cena Navideña que tomaría lugar unos días antes de Navidad en la misma oficina del profesor, y donde deberían llevar un acompañante. Sin embargo, despuésGwenog fue la estrella al continuar contando su historia como jugadora de quidditch, y aunque Ana no sabía mucho del juego, una pregunta rondó su cabeza hasta el final de la comida.

Cuando todos se levantaron de sus asientos al terminar el postre, Ana aprovechó que Slughorn se encargó de saludar a cada uno de los integrantes del club y se acercó a Gwenog. Su figura era intimidante sin la compañera sonrisa de Slughorn, pero luego de tragar saliva se ensoberbeció y le habló.

—Disculpe señorita Jones...

La muchacha la observó y sus ojos oscuros penetraron en los ojos claros de Ana y el color subió a sus mejillas. Había sido más fácil hablarle en la mesa que a solas. Gwenog levantó una ceja pero sonrió.

—Por favor, solo llámame Gwenog... Ana, ¿no?

Ana asintió con fervor.

—Bien, ¿qué querías decirme?

Ana enderezó su postura y volvió a asentir.

—Bueno, no sé cómo decirlo... es decir, no sé si has escuchado acerca de ella, si soy honesta no he escuchado de esta amiga por un largo tiempo... pero recuerdo que quería unirse a un equipo de quidditch. —se aclaró la garganta—. Es de Francia, ¿su nombre es Nafisa Saab?

Gwenog se cruzó de brazos y su boca formó una línea recta.

—Nafisa Saab... estoy segura de haber escuchado su nombre en algún lado... sí... definitivamente he escuchado ese nombre —sonrió orgullosa—. Debe de haber hecho gran cosa siendo que los Quiberon Quafflepunchers son notorios en no cambiar sus jugadores. Su jugador más grande teniendo al menos ochenta años... Sí, recuerdo que la tomaron hace un año, fue una sorpresa alrededor del mundo.

Ana sonrió al escuchar que la mejor amiga de Fleur había conseguido su sueño y satisfecha dejó salir un suspiro de alivio. Recordó dos años atrás cuando la conoció por primera vez y con todo lo que la había ayudado para pasar la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos, y su corazón se sintió cálido.

—Gracias —le dijo Ana a Gwenog, quien parecía esperar una respuesta—. Es una persona difícil de olvidar, me alegra escuchar que le fue bien.

—Bueno, en mi opinión tiene potencial de ser una campeona, y eso no es algo común que diga yo —añadió con orgullo.

Ana iba a volver a agradecerle, cuando la voz del profesor Slughorn la interrumpió.

—No te irás yendo, ¿no, Gwenog? Quédate unas horas más, te suplico. Hay mucho más de qué charlar —dijo el profesor Slughorn acercándose a la jugadora.

—Me temo que sí debería irme. Mañana tengo entrenamiento desde la madrugada. Pratibha no me dejará pasarlo de alto.

—Ah, ya veo... —suspiró descorazonado el profesor Slughorn, pero se volvió hacia Ana con otra sonrisa esperanzada—. ¿Le consentirías a un viejo mago el placer de quedarte un rato más? Hay muchas cosas de las que quisiera que habláramos. Hasta te invitaré a unos dulces más, ¿qué dices, Ana?

Cuando las palabras se procesaron en el cerebro de Ana, una parte de ella quería rechazar la oferta; sin embargo, su parte más curiosa y menos cansada decidió desistir. Se acercó a Hermione, quien la esperaba al lado de la puerta por donde los demás se habían ido ya.

—Está bien, Hermione. Puedes irte, veré qué tiene para decir.

Se notaba que Hermione no estaba del todo segura a la idea de que su amiga se quedara más tiempo en esa oficina, pero después de unos segundos pensando, asintió y le dio un suave apretón de manos hasta que se dio media vuelta y salió de la oficina como todos los anteriores. Seguida de su partida, Gwenog Jones volvió a saludar al profesor Slughorn con un corto abrazo y un asentimiento hacia Ana, y enseguida la habitación se sumió en un silencio un tanto extraño e incómodo. Eso hasta que el profesor volvió a hablar.

—Ana, ¿serías tan amable de cerrar la puerta? Y dime, ¿qué prefieres? ¿Té o chocolate caliente?

Luego de cerrar la puerta y elegir el chocolate caliente, Slughorn le indicó que se sentara en uno de los sillones cerca del fuego. Ana no sabía exactamente qué hacía allí a esas horas de la noche, pero tenía la sospecha de que más que tratarse de ella, se trataba de cierta madre ausente. Sus sospechas se hicieron realidad cuando el profesor volvió a hablar.

—Recuerdo que tu madre siempre rechazaba mis bebidas. Si lo recuerdo bien lo único que tomaba era café solo sin azúcar. Si se me permite decir, pero no hay nada que me guste menos que un café sin la dulzura del azúcar y la cremosidad de la leche. Por eso el té y el chocolate caliente son mis opciones favoritas, ¿no te parecen estupendas?

Cuando la taza de chocolate llegó a las manos frías de Ana, no pudo más que coincidir. El olor dulce y embriagante de su bebida era la mejor compañía del fuego y un cómodo sillón.

—Hablando de tu madre... no hemos tenido la oportunidad de realmente hablar acerca de ella —dijo el profesor Slughorn y se sentó en frente de Ana con una taza de té—. Es por eso que te he pedido hablar...

Ana se mordió el labio inferior y le dio un sorbo a su chocolate. Después de semanas de evitar al profesor Slughorn, al aceptar ir a la cena de esa noche había sospechado qué conversación le querría sacar. Era bastante obvio que Faith Ward sería el centro de atención.

—¿Usted conocía bien a mi madre? —preguntó Ana recordando todas las veces que el profesor Slughorn la había mencionado.

—¿Conocerla bien? ¡Pues claro que sí! Era mi estudiante estrella —el hombre suspiró con anhelo—. Aún recuerdo la primera vez que se sentó en mi clase. Aquellos ojos llenos de curiosidad y esa mente tan ávida... siempre llenó de sorpresas a mis clases. Nunca un día tranquilo con Faith...

Una sonrisa llena de nostalgia se posó en los labios del profesor Slughorn.

—Es una verdadera pena haberla perdido —admitió—. Era una mente brillante, es más, si me es posible decirlo, como profesor siempre estuve orgulloso de ella, sin embargo, como un fiel mago, envidiaba su habilidad. Era una bruja extraordinaria... una pena que desde el accidente se hubiese perdido. Hubiera sido una bruja que temer.

Una bombilla se prendió en la cabeza de Ana y frunció el ceño.

—¿Accidente?

—Sí, el accidente. ¿No conocías esta historia? —el profesor Slughorn se acomodó en su asiento—. Permíteme contarte. Durante el sexto año de tu madre, en la Navidad ella se encontraba con su familia y no sé si sabías, pero la mitad de su familia era de proveniencia muggle... y no es que sea algo de lo que sentir vergüenza, en lo absoluto. No obstante, sospecho que no estaban tan preparados para lo que pasaría por esa misma razón...

»Fue una noche de terror. Los mortífagos atacaron su casa esa misma noche y, lamentablemente, una vida se perdió con ellos. La de su abuelo. Caden Ward era un mago hijo de muggles, si soy sincero no lo conocía lo suficiente puesto que atendió Hogwarts antes que yo me hiciera profesor. Sin embargo, Faith lo admiraba por lo que me contaba durante nuestras cenas. Fue una pérdida dura. Por eso no me sorprendió que una vez en Hogwarts, Faith no fuera la misma. Ya verás que con la edad eres más perceptivo de los otros... y mi querida genio estaba desconectada con el mundo. —le dio un sorbo a su té y negó la cabeza—. Pasó solo unos meses cuando el accidente sucedió. Fue después de un día de clases; verás, yo le dejaba prestada el aula de Pociones para que trabajara en sus proyectos, esa tarde había sido como muchas otras y no vi las señales... Hubo una explosión, retumbó por todo el castillo e inmediatamente corrí hacia el aula sabiendo en lo profundo de mi corazón lo que había tomado lugar.

»Cuando llegué, el humo hacía imposible ver, pero con rapidez conjuré un hechizo para disiparlo y fue ahí cuando la vi tirada en el suelo. Fue algo de pesadilla. La llevamos inmediatamente a la enfermería donde Poppy la atendió. No tuvo ninguna herida superficial peligrosa, no obstante, no despertó después de una semana antes de que sus padres decidieran llevarla a San Mungo. Pero como dije antes, Faith no fue la misma desde ese accidente. Eran detalles, cosas mínimas... pero al siempre haber sido mi genio estrella, lo notaba. Noté aquellas dudas cruzar sus ojos; noté la duda entre las lecturas y la lentitud en añadir ingredientes a una poción. Tal vez seguía siendo el mismo genio, sin embargo, su mente no era la misma.

El profesor Slughorn se centró en su té por unos segundos mientras Ana hacía lugar en su cerebro para toda la nueva información que le acababa de dar su nuevo profesor de Pociones. Había escuchado susurros acerca de un accidente luego del ataque a la casa Ward en Navidad, sin embargo, tener los detalles era otra cosa. Algunas piezas sueltas por fin juntas. Parecía que los secretos que Faith Ward se había llevado a la tumba cada vez eran infinitos.

Ana dejó su taza de chocolate en la mesa ratona frente suyo y tomó su bastón antes de levantarse.

—Gracias por el chocolate, profesor, pero me gustaría retirarme a mi dormitorio por la noche.

Sorpresa pasó por las facciones del profesor Slughorn y él también se levantó de su asiento, casi volcando su té en la carpeta verde.

—Ah, ¿ya? Pues bien, espero que la conversación no haya sido tan triste, pero ya ves, se perdió una mente brillante...

—Nos vemos en la próxima clase de Pociones, profesor —insistió Ana y con un asentimiento de cabeza se fue hacia la puerta.

—Muy bien, ya nos veremos el lunes, Ana.

Ana abrió la puerta de madera y salió de la cálida oficina con el fuego cálido y anaranjado siendo lo último que sus ojos vieron antes que la puerta se cerrara.

Le dolía la cabeza. 

•      •      •

¡hola!

bueno, no sé cómo empezar esta nota de autor si les soy sincera. pasó mucho tiempo desde mi última actualización, así que lo más importante para mí es explicar el porqué.

este año fue uno duro. mi psique y cuerpo ambos sufrieron varios golpes de los que no voy a detallar, pero lo principal es que todo el año estuve cansada. sigo estando exhausta y por un tiempo eso no va a cambiar. esta es la razón por la que actualizar no fue una de mis principales tareas este año, simplemente no podía proponermelo y fue una consecuencia de mi estado que me dejó cada vez peor. si les soy sincera, este año se sintió como una montaña rusa y hasta ahora no tuve un descanso de mi cabeza.

escribir este capítulo tomó todo en mí y si hay veces en él que no se entiende lo que quería explicar no me sorprendería. estoy desde mayo tratando de poner en palabras lo que pienso, pero las ideas a penas vienen y pensar es muy cansador. espero que al menos este capítulo les sea una visión a lo que tengo planeado y no les produzca cansancio leerlo como a mí. si algo no tiene sentido, por favor me sería una ayuda enorme que lo comentaran y aunque tal vez tarde en juntar mis ideas, lo voy a arreglar. solo espero que me tengan la misma paciencia que estos meses.

no sé cuando va a ser la próxima actualización, la verdad ya haber escrito este capítulo tomó todo en mí y estoy cansada. pero no voy a abandonar esta historia todavía y espero que estén conmigo hasta el final.

bueno, les dejo ahora porque tengo un mejunje en la cabeza que no puedo ni ordenar ni expresar, pero espero que al menos mis palabras se hayan dado a entender y sino, ya sabrán porqué

nos vemos

•chau•

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