𝐬𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐲 𝐟𝐢𝐯𝐞
"Clases diferentes"
La Ceremonia de Selección fue la misma que siempre; ocho nuevos estudiantes en Gryffindor, diez en Ravenclaw y Slytherin, y doce en Hufflepuff. El Sombrero Seleccionador ejecutó una nueva canción que aconsejaba a los estudiantes de permanecer unidos ante sus enemigos, lo que hubiese sonado alentador si la comunidad mágica no estuviese ya caótica y violenta como lo estaba.
En la mesa de los profesores, Hagrid los saludaba abiertamente con una mano, a lo que Ana, Harry, Hermione y Ron le respondieron con el mismo gesto. Hagrid nunca había logrado comportarse con la misma dignidad que la profesora McGonagall, jefa de la casa de Gryffindor, cuya coronilla no alcanzaba el hombro de Hagrid; la profesora estaba sentada al lado del guardabosques y contemplaba con gesto de desaprobación ese entusiasta intercambio de saludos. Cerca de la punta derecha de la mesa, Ana también vio la silueta de la profesora Babbling, una mujer negra de cuerpo robusto y el cabello rizado siempre en diferentes estilos elegantes. La mujer no parecía estar sonriendo mientras observaba a Dumbledore, más bien parecía completamente agotada.
En ese preciso momento, Dumbledore, quien había estado sentado a la mesa de los profesores, se ponía en pie. Las conversaciones y risas que resonaban por todo el comedor cesaron casi al instante.
—¡Muy buenas noches a todos! —dijo el director del colegio con una amplia sonrisa y los brazos extendidos como si pretendiera abrazar a los presentes.
—¿Qué le ha pasado en la mano? —preguntó Hermione con un hilo de voz.
Y no era la única que se había dado cuenta. La mano de Dumbledore ennegrecida y apergaminada; daba la impresión de que la carne se le había consumido. Los susurros recorrieron la sala; Dumbledore, interpretándolos correctamente, se limitó a sonreír y se tapó la herida con la manga de su túnica morada y dorada.
—No es nada que deba preocuparles —comentó sin darle importancia—. Y ahora... A los nuevos alumnos les digo: ¡bienvenidos! Y a los que no son nuevos les repito: ¡bienvenidos otra vez! Les espera un año más de educación mágica...
—Cuando lo vi en verano ya tenía la mano así —susurró Harry—. Pero creí que se la habría curado... o que se la habría curado la señora Pomfrey.
—Después me tienes que contar qué exactamente fuiste a hacer... y cómo conoces a Slughorn —le recordó Ana, aún miraba con una mueca donde Dumbledore escondía su mano.
—La tiene como muerta —comentó Hermione con cara de asco—. ¿Saben?, hay heridas que no se pueden curar. Maldiciones antiguas... y hay venenos que no tienen antídoto...
—Bueno... sí parece maldita —asintió Ana—. Pero, ¿qué tocó para que sucediera...?
—... Este año nos complace dar la bienvenida a un nuevo miembro del profesorado: Horace Slughorn. —Éste se puso en pie; la calva le brillaba a la luz de las velas y su prominente barriga, cubierta por el chaleco, hizo sombra sobre la mesa—. Es un viejo colega mío que ha accedido a volver a ocupar su antiguo cargo de profesor de Pociones.
Ana sollozó internamente al ver el rostro de Snape. Deseaba volver al pasado y desaprobar Defensa Contra las Artes Oscuras. No obstante, no creía que su padre estuviera muy feliz de ese prospecto.
—¿De Pociones?
—¿De Pociones?
Las preguntas resonaron por el comedor; todos querían saber si habían oído bien ya que no todos tenían la información completa como el grupo de Ana, que parecían haber escuchado la pésame muerte de ellos mismos.
—Bueno, si me echa un maleficio a propósito en una de sus clases al menos no tendré que soportarlo todo el año —dijo Ana jugando con la copa ahora vacía frente suyo. Hermione le dio un pequeño golpe en el hombro.
Dumbledore carraspeó. El comedor en pleno era un hervidero de murmullos tras saberse que Snape había conseguido por fin su gran sueño. Como si no se hubiera percatado del impacto de la noticia que acababa de comunicar, Dumbledore no hizo más comentarios sobre los nuevos nombramientos y se limitó a esperar a que reinara de nuevo un silencio absoluto. Luego continuó:
—Bien. Como todos los presentes sabemos, lord Voldemort y sus seguidores vuelven a las andadas y están ganando poder.
Mientras hablaba, el silencio fue volviéndose más tenso y angustioso.
—No sé qué palabras emplear para enfatizar cuán peligrosa es la actual situación y las grandes precauciones que hemos de tomar en Hogwarts para mantenernos a salvo. Este verano hemos reforzado las fortificaciones mágicas del castillo y estamos protegidos mediante sistemas nuevos y más potentes, pero aun así debemos resguardarnos escrupulosamente contra posibles descuidos por parte de algún alumno o miembro del profesorado. Por tanto, pido que sepan seguir cualquier restricción de seguridad que les impongan sus profesores, por muy fastidiosa que les resulte, y en particular a la norma de no levantarse de la cama después de la hora establecida. Les suplico que si advierten algo extraño o sospechoso dentro o fuera del castillo, informen inmediatamente de ello a un profesor. Confío en que se comportarán en todo momento pensando en su propia seguridad y en la de los demás. — Dumbledore recorrió la sala con la mirada y sonrió otra vez—. Pero ahora les esperan sus camas, cómodas y calentitas, y sé que en este momento su prioridad es estar bien descansados para las clases de mañana. Así pues, digámonos buenas noches. ¡Pip, pip!
Después de seguir el mismo camino de siempre junto a Harry, ya que Hermione y Ron tenían que cumplir con sus obligaciones como prefectos y guiar a los estudiantes de primero, Ana le hizo prometer a su amigo que le contaría todo por lo que había pasado ese verano una vez que los ojos curiosos no estuvieran al tanto de su presencia.
Su dormitorio se encontraba en el mismo estado que los años anteriores. En frente de su cama posaba su baúl, con la cesta de Basil encima suyo. Y en sus camas, mientras hablaban, estaban Lavender y Parvati. El cabello oscuro de la última ya estaba tan largo que pasaba sus caderas.
—Hola, Ana... —su mirada brilló—. Me encanta tu corte de cabello. Es perfecto para la estructura de tu rostro.
—¿Gracias...?
Parvati levantó los brazos en protesta y miró a Lavender para corroborar su respuesta.
—¡Es un buen cumplido!
Lavender sonreía brillantemente.
—Durante el verano nos hemos estado enviando cartas para mejorar la... estructura de los cumplidos de Parv —explicó mientras se acercaba a su baúl.
—Sé dar cumplidos perfectamente —resopló Parvati y se cruzó de brazos. Ana sonrió.
—Tal vez si no pareciera como si te estuvieran amenazando con una varita...
A Parvati no le dio tiempo de defenderse, cuando Lavender le tendió una carta a Ana mientras sonreía con todos los dientes.
—Mira, hemos practicado con Parv dándome lindos cumplidos, ha mejorado mucho...
Ana tomó la carta entre sus dedos y cuando empezó a leer se dio cuenta de que tal vez no debería haberlo hecho.
Querida Lavender,
¿Te he dicho alguna vez que eres la persona más estupenda que he conocido en mi vida? Tus cartas son un respiro en medio del caos que es el mundo ahora. Es casi cómico que cada vez que llega una carta a la ventana de mi habitación sienta una ráfaga de emociones pasar por mi piel, como si fuese la primera vez que me escribes. Eres la persona que más quiero...
Ana dejó de leer inmediatamente y miró a Parvati apenada. La chica escondía su rostro entre sus manos mientras Lavender sonreía orgullosa e ignorante al hecho de la verdad contenida en la carta.
—Esto es genial, Lavender...
Satisfecha, Lavender tomó la carta entre sus manos y se movió hacia su baúl mientras Parvati se levantó y se acercó a la cama de Ana.
—Me está matando... —masculló con una mueca.
—Tienes que decirle —le susurró Ana. Parvati solo se dignó en profundizar la mueca en sus labios.
—Ay, Ana, ¿no estás emocionada por esta temporada de quidditch? —dijo Lavender de repente, interrumpiendo la conversación entre Ana y Parvati, quienes la miraron con confusión.
—No creo que yo sea la persona correcta para preguntar eso, Lavender... No me gusta el quidditch.
—Pues ya sé eso, pero ¿no es emocionante que tres de tus amigos más cercanos estén en el equipo? Ya sabes, Harry, Ginny Weasley y... Ron...
Entre Ana y Parvati se miraron asombradas de que Lavender siquiera mencionara la palabra quidditch. En los años que la habían conocido, ninguna de las dos la había escuchado hablar del deporte mágico, mas que para hablar acerca de los guapos que eran ciertos jugadores. Del juego mismo, Lavender Brown no se podía llamar experta ni aunque realmente lo deseara; simplemente, la violencia del deporte no iba con su personalidad. Eran incompatibles.
—¿Por qué se ven tan sorprendidas? —bufó Lavender y tomó a Basil en sus brazos cuando éste caminó hacia ella—. Este verano he aprendido mucho sobre quidditch, y me atrevo a decir que me he convertido en una fan...
Levantó un brazo de forma celebratoria.
—¡Vamos Chudley Cannons...!
Parvati puso los ojos en blanco de tal manera que Ana pensó que no podrían volver a su estado natural.
—Merlín, no puede ser. ¿De todos los equipos, ellos? No han ganado un partido en más de cien años.
—Pero aún tienen esperanza, aún siguen intentando, ¿no es eso inspirador? —insistió Lavender dando un par de vueltas por el dormitorio, Basil ya dormía en su pecho.
—Sí. Para los perdedores.
Antes de que Lavender se pudiera seguir defendiendo de los ataques de Parvati en contra de Chudley Cannons, la puerta del dormitorio se abrió y Hermione entró casi arrastrando los pies del cansancio. Su cabello que antes había estado sujetado por un rodete ahora se encontraba suelto como un halo alrededor del rostro de la chica. Bajo su brazo tenía un disco volador con colmillos, que Ana suponía había confiscado de uno de los estudiantes.
Lavender dejó a Basil en la cama de Ana y juntó las palmas de sus manos en un estruendoso aplauso.
—¡Hermione! Qué bien que has llegado, verás, este verano hice unos vestidos para ti y Ana, ¿por qué no me dicen qué les parece...?
Al día siguiente, en el Gran Comedor, el techo mostraba un cielo sereno y azul surcado de algunas tenues y frágiles nubes, igual que los trozos de cielo que se veían por las altas ventanas con parteluces. Mientras comían su desayuno, Ana, Harry, Hermione y Ron conversaban acerca del año escolar que se les venía encima.
—Me encanta ser alumno de sexto. Además, este año tendremos un montón de tiempo libre, horas enteras sin clases que podremos pasar sentados, descansando —dijo Ron, a punto de tragarse un pedazo gigante de huevo frito.
—Necesitaremos ese tiempo para estudiar, Ron —le recordó Hermione mientras revolvía su avena con chocolate.
—Ya, pero hoy no. Lo de hoy va a ser pan comido.
Luego de darle una cucharada a sus cereales de colores, Ana suspiró, su mirada perdida en la distancia.
—Me gustaría dejar Defensa Contra las Artes Oscuras. No necesito el ÉXTASIS y ahora que la enseña Snape es muy tentador... pero... es recomendable dar el examen si quiero ser magizoologa y con todas las criaturas mágicas que nos enseñan en la clase...
Una protesta abandonó sus labios y recostó su mejilla en la madera tibia.
—Es decir, si Snape seguía en Pociones, no lo iba a tener porque no obtuve la calificación que él quiere, por lo que verlo ni siquiera iba a ser una opción... —levantó otra cuchara de pequeños copos—. Pero ahora, que es una opción... lo estoy eligiendo...
Otra queja dejó sus labios y Ron le dio unas palmaditas en la espalda.
—Creo que eres masoquista, Ana.
—Es bueno eso, Ana —intervino Hermione, lanzando una mirada molesta a Ron antes de volver a girarse hacia Ana—. Quiere decir que estás eligiendo tu educación por encima de tus emociones. Es una cualidad de la que deberías estar orgullosa de tener, no muchos pueden hacer lo que estás haciendo.
Ana se había empezado a sentir mejor, cuando Ron dejó caer una bomba en la conversación.
—Bueno, yo sí que no seguiré en Cuidado de Criaturas Mágicas. Ni hablar.
El cuerpo de Ana se irguió de repente, que Ron casi cayó hacia atrás al tener todavía su brazo sobre Ana. Sus ojos estaban saltones ante la noticias y miró a sus amigos con cuidado.
—No me digan que... —miró rápidamente a Hermione, quien evitó mirarla—. ¿Hermione...? —la chica sacó una tos falsa y siguió vagando su mirada por el comedor. Ana jadeó incrédula y se volvió a Harry que casi se olvidó de apartar su mirada—. No tú también, Harry...
Al notar que ninguno de sus amigos parecía estar de acuerdo en continuar con la clase de Hagrid, Ana alzó sus brazos en protesta.
—¡Estaré yo sola!
Hermione se aclaró la garganta y le dio un pequeño sorbo a su té de manzanilla. Alzó su mentón con la poca dignidad que podía mostrar.
—Como dije antes, es una buena cualidad elegir la educación de uno por sobre las emociones...
—¡Hermione...!
Después de desayunar, se quedaron sentados en el banco esperando que la profesora McGonagall abandonara la mesa de los profesores. Ese año la distribución de los horarios era más complicada de lo habitual, porque previamente la profesora tenía que confirmar que todo el mundo había obtenido las notas necesarias en los TIMOS para continuar con los ÉXTASIS elegidos.
Ana recibió autorización para continuar estudiando Encantamientos, Pociones, Herbología, Cuidado de Criaturas Mágicas, Transformaciones, Runas Antiguas y Defensa Contra las Artes Oscuras; y después de que Hermione obtuviera sus autorizaciones, arrastró a Ana hacia la primera clase de Runas.
—No creo que esto haya sido una buena idea —admitió Ana mientras volvía a revisar su horario—. Haber pedido Runas me ha sacado dos horas libres de la semana...
—Pero te encanta Runas Antiguas —dijo Hermione y empezó a subir la escalera que pronto se movería—. Y, además, esos espacios libres se deberían usar para estudiar.
—Sí, pero me sacará tiempo de estudio para las materias que sí necesito específicamente el ÉXTASIS...
El rostro de Hermione se frunció en pensamiento hasta que suspiró al terminar de analizar la situación en su cabeza.
—Bueno, si después de hoy aún piensas que es una molestia en tu horario, puedes dirigirte a la profesora McGonagall. Estoy segura que comprenderá tu situación.
Cuando llegaron al sexto piso, al pasillo cuya entrada resguardaba el cuadro de una antigua jefa de Ravenclaw con su águila, Ana y Hermione se adentraron a la primera aula a la izquierda.
El salón era pequeño aunque lo suficientemente cómodo para las pocas personas que se encontraban allí. El estante alto lleno de libros de todos los colores se encontraba en el mismo lugar que siempre y al igual que el atril para la profesora Babbling, quien se encontraba ya en frente de este, esperando a que todos sus alumnos llegaran.
—Buenos días, señoritas —las saludó con un asentimiento.
Ambas le devolvieron el gesto, y se giraron hacia los asientos desocupados para ver dónde sentarse. Ese año, los alumnos de sexto que estaban tomando la materia eran menos que el grupo al que había acompañado a Ana esos últimos años. En vez de diez, ahora eran siete.
Los ojos de Ana vagaron por los estudiantes ya sentados, cuando su mirada se fijó en Blaise, quien, como años anteriores, se encontraba sentado en el mismo asiento de siempre por su propia cuenta.
Con una sola mirada de reojo a Hermione, su amiga se encontraba en camino a sentarse al lado de la chica de Hufflepuff —la cual Ana siempre olvidaba su nombre— de los años anteriores. Sin poder evitar dejar salir una pequeña sonrisa, Ana se dirigió al asiento vacío al lado de Blaise, gracias a Hermione.
Cuando se sentó, ambos se dedicaron una pequeña sonrisa antes de que la profesora Babbling empezara a hablar.
—Bien, ya que estamos todos aquí, hay un par de asuntos que debemos resolver con anterioridad.
»Este año va a ser duro. Como han notado, la cantidad de personas que se han anotado a la materia este año han sido menos; esto es dado que sus enfoques para los ÉXTASIS que tomarán lugar el año que viene cuando cursen séptimo, no yacen con nuestra materia. Ustedes han estado aquí por tres años, y este año será el cuarto, por lo que les hablaré sin redundancias. Conocen nuestra asignatura, sino, no estarían aquí. El Estudio de las Runas Antiguas no forma parte de las siete asignaturas principales, pero eso no significa que el ÉXTASIS de ella no sea difícil y cansador. Las Runas son una lengua que se ha estado perdiendo durante los últimos siglos, por eso les pido una simple tarea para mantener esta cursada: manténganla viva.
Muchos hombros fueron cayendo, incluso los de Ana quien ya tenía sus dudas acerca de la materia. Al notarlo, la profesora Babbling les dedicó una sonrisa comprensiva.
—El año pasado me dedicaron las mismas miradas y, sin embargo, le ha ido excelente a cada uno de ustedes. Están preparados para lo que sigue, y como todo, tomará su tiempo y esfuerzo, pero no tengo duda que puedan lograrlo.
Luego de dedicarles una mirada más, la profesora Babbling asintió satisfecha y juntó sus manos.
—Bien, empecemos hoy con los textos que estaremos traduciendo...
—Yo sí que no puedo lograrlo —jadeó Ana una vez que salieron junto a Hermione de la clase de Runas.
La profesora Babbling, como tarea les había enviado hacer una redacción de cuarenta centímetros y dos traducciones, y además, leer cuatro libros para el miércoles que se avecinaba.
—Hoy hablaré con la profesora McGonagall —añadió Ana y acomodó las correas de su mochila, la cual pesaba toneladas—. Me voy a centrar en los ÉXTASIS para magizoología. Ya sé que Snape será peor...
Hermione, que se veía más nerviosa de lo habitual, se mordió el labio inferior y miró a la puerta del aula donde los alumnos aún salían para dirigirse a sus otras clases o su tiempo libre. Miró de reojo a su reloj de muñeca.
—Ya que tenemos un poco de tiempo antes de ir a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras voy a preguntarle a la profesora Babbling acerca de esa redacción...
Antes de que Ana pudiera decir algo, Hermione se escurrió hacia el interior del aula al mismo momento en que Blaise salía. Cuando se quedaron solos en el pasillo iluminado, Ana se encogió de hombros en forma de saludo.
—Voy a abandonar la clase. ¿Cómo te ha ido a ti en la primera clase de un año aterrador?
—Intuía que la profesora Babbling nos iba a enviar tanto para hacer; todos los profesores lo harán —dijo Blaise y se acercó a ella con una pequeña sonrisa—. Pensé que te gustaba Runas.
—Sí, pero no me veo traduciendo runas por el resto de mi vida...
—¿No te ayudaba con los libros?
Ana recordó la última sesión de entrenamiento con Berenice Babbling, donde ningún libro había formado parte de este. Sintió el fantasma de aquella magia en la punta de sus dedos, y sus nudillos palidecieron contra el mango de su bastón.
—Hemos encontrado otro método de enseñanza... —los ojos de Ana se enfocaron de repente en Blaise y se aclaró la garganta—. Espero que no estés decepcionado.
Blaise levantó una ceja.
—¿Por qué lo estaría?
—Bueno, recién has perdido a la mejor compañera de banco.
Cuando su sonrisa se ensanchó, Ana notó los hoyuelos en ambos lados de su rostro, pero no pudo evitar reír ante la vuelta que hicieron los ojos oscuros del chico.
—Ah, sí, es terrible. No es como si la fuese a ver cada otra hora del día.
Sin que la conversación pudiese continuar, esta fue interrumpida por el sonido de los zapatos de Hermione caminando con rapidez fuera del aula. Su ceño estaba más relajado pero aún se mordía el labio inferior con inquietud.
—Vayamos al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras antes de que se nos haga tarde.
Sin querer que Snape les descartara cincuenta puntos a cada una, Ana asintió sin preámbulos, pero de nuevo fue interrumpida cuando la cabeza de la profesora Babbling cruzó el umbral de la puerta del aula.
—Ana, después de clases pásate por mi oficina, por favor.
Aunque la frase hubiese sido dicha como una orden, la sonrisa comprensiva de la profesora evitó que a Ana le diera un paro cardíaco en ese momento.
—¿Le dijiste que voy a dejar su clase? —masculló Ana a Hermione mientras bajaban las escaleras para llegar a la clase de Snape, y al mismo tiempo que Blaise las seguía desde lejos. Hermione resopló.
—No, pero ya que irás, dísecelo directamente.
El aula de Defensa Contra las Artes Oscuras estaba tan abarrotada de alumnos que cuando Ana y Hermione llegaron tuvieron que hacer cola. Unos minutos más tarde, Harry y Ron aparecieron por el pasillo, seguramente después de haber disfrutado una hora de libertad.
En ese momento se abrió la puerta del aula y Snape salió al pasillo. Como siempre, dos cortinas de grasiento cabello negro enmarcaban el amarillento rostro del profesor. De inmediato se produjo silencio en la cola.
—Adentro —ordenó.
Ana miró alrededor mientras entraba con sus compañeros en el aula. La estancia ya se hallaba impregnada de la personalidad de Snape: pese a que había velas encendidas, tenía un aspecto más sombrío que de costumbre ya que las cortinas estaban corridas. De las paredes colgaban cuadros nuevos, la mayoría de los cuales representaban sujetos que sufrían y exhibían tremendas heridas o partes del cuerpo extrañamente deformadas. Ana pensó que no había algo que mejor representara la amarga personalidad del ex profesor de Pociones.
—No les he dicho que saquen sus libros —dijo Snape al tiempo que cerraba la puerta y se colocaba detrás de su mesa, de cara a los alumnos; Hermione dejó caer rápidamente su ejemplar de Enfrentarse a lo indefinible en la mochila y la metió debajo de la silla—. Quiero hablar con ustedes y quiero que me presten la mayor atención.
Recorrió con sus negros ojos las caras de los alumnos.
—Si no me equivoco, hasta ahora han tenido cuatro profesores de esta asignatura... Naturalmente, todos esos profesores habrán tenido sus propios métodos y sus propias prioridades. Teniendo en cuenta la confusión que eso les habrá creado, me sorprende que tantos de ustedes hayan aprobado el TIMO de esta asignatura. Y aún me sorprendería más que aprobaran el ÉXTASIS, que es mucho más difícil. —Empezó a pasearse por el aula y bajó el tono de voz; los alumnos estiraban el cuello para no perderlo de vista—. Las artes oscuras son numerosas, variadas, cambiantes e ilimitadas. Combatirlas es como luchar contra un monstruo de muchas cabezas al que cada vez que se le corta una, le nace otra aún más fiera e inteligente que la anterior. Están combatiendo algo versátil, mudable e indestructible.
Ana tuvo que juntar todas sus fuerzas para no bostezar.
—Por lo tanto —continuó el profesor, subiendo un poco la voz—, sus defensas deben ser tan flexibles e ingeniosas como las artes que pretenden anular. Estos cuadros —añadió, señalándolos mientras pasaba por delante de ellos— ofrecen una acertada representación de los poderes de los magos tenebrosos. En éste, por ejemplo, pueden observar la maldición cruciatus —era una bruja que gritaba de dolor —; en este otro, un hombre recibe el beso de un dementor —era un mago con la mirada extraviada, acurrucado en el suelo y pegado a una pared—, y aquí vemos el resultado del ataque de un inferius —era una masa ensangrentada, tirada en el suelo.
Inferi. Cadáveres humanos que habían sido poseídos mediante magia oscura para ser utilizados como marionetas por quien lo controlara. Una violación de la naturaleza, de la vida. Ana sintió un malestar en su estómago al fijarse en ese cuadro. ¿Cómo era que su magia era diferente a aquella maldición?
—... Creo que son novatos en el uso de hechizos no verbales. ¿Alguien sabe cuál es la gran ventaja de esos hechizos? —continuó diciendo Snape.
Hermione levantó la mano con decisión. Snape se tomó su tiempo y, tras mirar a los demás para asegurarse de que no tenía alternativa, dijo con tono cortante:
—Muy bien. ¿Señorita Granger?
—Su adversario no sabe qué clase de magia vas a realizar, y eso le proporciona a uno una ventaja momentánea.
—Una respuesta calcada casi palabra por palabra del Libro reglamentario de hechizos, sexto curso —repuso Snape con desdén—, pero correcta en lo esencial. Sí, quienes aprenden a hacer magia sin vociferar los conjuros cuentan con un elemento de sorpresa en el momento de lanzar un hechizo. No todos los magos pueden hacerlo, por supuesto; es una cuestión de concentración y fuerza mental, de la que algunos... carecen. —Snape irguió su postura—. Ahora, se colocarán por parejas. Uno de ustedes intentará embrujar al otro, pero sin hablar, y el otro tratará de repeler el embrujo, también en silencio. Pueden empezar.
A Ana no le gustaba para nada no decir nada en voz alta. No era porque el silencio le molestara, sino porque su lengua se trababa en su boca y la hacía abrir la boca cada diez segundos. A su alrededor, muchos de los otros alumnos habían optado por hacer trampa y susurrar los hechizos bajo sus alientos, pero gracias a su terquedad, a Ana le estaba creciendo un dolor de cabeza.
«Cantis. Cantis. Cantis...»
Pero Hermione no cantaba.
Después de cinco minutos de absolutamente nada, Ana se dio por vencida y Hermione le dio unas palmaditas en el hombro.
—No te preocupes, cambiemos de lugar. Esta vez defiéndete.
Como era de esperar, al cabo de diez minutos Hermione consiguió embrujar en completo silencio las piernas de Ana, las cuales se volvieron gelatina. Luego de endulzarla con halagos acerca de su hazaña, volvieron a intentar que esta vez, Ana pudiese embrujar a Hermione en silencio. Solo unos cinco minutos más pasaron, cuando escucharon a Snape insultar a Ron.
—... Patético, Weasley —sentenció Snape—. Aparta, deja que te enseñe...
El profesor sacudió su varita en dirección a Harry tan deprisa que el muchacho reaccionó de manera instintiva y gritó:
—¡Protego!
Su encantamiento escudo fue tan fuerte que Snape perdió el equilibrio y se golpeó contra un pupitre. La clase en pleno se había dado la vuelta y vio cómo Snape se incorporaba, con el entrecejo fruncido.
—¿Te suena por casualidad que los haya mandado practicar hechizos no verbales, Potter?
—Sí —contestó fríamente.
—Sí, «señor» —lo corrigió Snape.
—No hace falta que me llame «señor», profesor —replicó Harry impulsivamente.
Una carcajada dejó los labios de Ana tan impulsivamente como la respuesta de su amigo que solo le quedó taparse la boca con sorpresa. Lamentablemente, eso no fue suficiente para no llamar la atención de Snape.
—Castigado. Te espero en mi despacho el sábado después de cenar. Tú también, Abaroa —dictaminó Snape—. No acepto insolencias de nadie. Ni siquiera del «Elegido».
—Tenías que hacerme reír —suspiró Ana desanimada después, cuando salieron al recreo.
—¡Ha sido genial, Harry! —lo felicitó Ron.
—No debiste decirlo —discrepó Hermione mirando a Ron con la frente fruncida —. ¿Qué te ha pasado?
—¡Intentaba embrujarme, por si no te diste cuenta! —se defendió Harry—. ¡Ya tuve que soportar bastante el curso pasado en las clases particulares de Oclumancia! ¿Por qué no utiliza a otro conejillo de Indias, para variar? ¿Y a qué juega Dumbledore? ¿Por qué le deja enseñar Defensa? ¿Han oído cómo hablaba de las artes oscuras? ¡Le encantan! Todo ese rollo de algo mudable e indestructible...
—Pues mira —lo interrumpió Hermione—, me ha recordado a ti.
—¿A mí?
—Sí, cuando nos contabas lo que uno siente cuando se enfrenta a Voldemort. Decías que no bastaba con memorizar un montón de hechizos y lanzarlos, porque en esas circunstancias lo único que te separaba de la muerte era tu propio cerebro o tus agallas. ¿Acaso no es lo mismo que decía Snape? ¿Que lo que cuenta es el valor y el ingenio?
—¡Harry! ¡Eh, Harry!
Un chico corría hacia Harry con un rollo de pergamino en la mano.
—Esto es para ti —dijo jadeando—. Oye, me he enterado de que eres el nuevo capitán. ¿Cuándo serán las pruebas de selección?
—Todavía no lo sé —contestó Harry—. Ya te lo diré.
—De acuerdo. Espero que sean este fin de semana, porque...
Pero ya nadie le prestaba atención al notar la caligrafía del pergamino Curiosos, Ana, Hermione y Ron siguieron a Harry que se había marchado precipitadamente, desenrollando el pergamino por el camino.
Querido Harry:
Me gustaría que iniciáramos nuestras clases particulares este sábado. Por favor, ven a mi despacho después de cenar. Espero que estés disfrutando de tu primer día en el colegio.
Atentamente,
Albus Dumbledore
P.D.: Me encantan las píldoras ácidas.
Los cuatro amigos estuvieron todo el recreo especulando sobre lo que Dumbledore le enseñaría a Harry. Ron creía que serían embrujos y hechizos espectaculares, desconocidos incluso para los mortífagos. Hermione argumentó que esas cosas eran ilegales y consideró más probable que el director pretendiese que Harry aprendiera magia defensiva avanzada. Después del recreo, Hermione se marchó a su clase de Aritmancia y Ana, Harry y Ron regresaron a la sala común, donde empezaron a hacer de mala gana los deberes que les había puesto Snape. Solo con la ayuda del libro de Pociones de Faith pudieron completar el trabajo, y cuando Hermione volvió durante el almuerzo, los revisó para estar segura. En cuanto acabaron, sonó el timbre de la clase de dos horas de Pociones que tenían esa tarde, y juntos se encaminaron hacia la mazmorra.
Cuando llegaron al pasillo, comprobaron que tan sólo un poco más de una docena de alumnos iban a cursar el nivel de ÉXTASIS. Había algunos Slytherin, entre ellos Blaise y Daphne. También había cuatro alumnos de Ravenclaw, Hyeon Jeong, quien hablaba con un chico que Ana no reconocía; y dos de Hufflepuff, Hannah y Ernie.
Ana no había podido ni saludar a Hannah cuando se abrió la puerta de la mazmorra y Slughorn salió por ella. Mientras los alumnos entraban en fila en el aula, el enorme bigote de Slughorn se curvó hacia arriba debido a la radiante sonrisa del profesor, quien saludó con especial entusiasmo a Ana, Harry y Blaise.
La mazmorra ya estaba llena de vapores y extraños olores, lo cual sorprendió a los alumnos. Ana, Harry, Hermione y Ron olfatearon con interés al pasar por delante de unos grandes y burbujeantes calderos. Los cuatro alumnos de Slytherin se sentaron juntos a una mesa —aunque Blaise parecía disgustado al compartir el mismo espacio que Malfoy— y lo mismo hicieron los cuatro de Ravenclaw. Ana le iba a decir a Hannah que compartiera una mesa con ella, Hermione, Harry y Ernie, pero la chica de Hufflepuff señaló con sutileza a Blaise y fue a la mesa de los Slytherin. La mesa del grupo era la que estaba más cerca de un caldero dorado que rezumaba uno de los aromas más seductores que Ana había inhalado jamás: una extraña mezcla de galletas de jengibre, flores de cardamine y un distinguido aroma a menta con algo más que no podía llegar a distinguir.
—Muy bien, muy bien —dijo Slughorn—. Saquen las balanzas y el material de pociones, y no olviden los ejemplares de Elaboración de Pociones Avanzadas...
Mientras Slughorn resolvía el problema de Harry y Ron, quienes no habían llevado nada de Pociones, Ana sacó su viejo ejemplar todo garabateado por su mamá.
—Muy bien —dijo Slughorn, regresando al fondo de la clase—. He preparado algunas pociones para que les echen un vistazo. Es de esas cosas que deberían poder hacer cuando hayan terminado el ÉXTASIS. Seguro que habrán oído hablar de ellas, aunque nunca las hayan preparado. ¿Alguien puede decirme cuál es ésta?
Señaló el caldero más cercano a la mesa de Slytherin y Hannah. Ana se levantó un poco del asiento y vio que en el cacharro hervía un líquido que parecía agua normal y corriente.
La bien adiestrada mano de Hermione se alzó antes que ninguna otra; Slughorn la señaló.
—Es Veritaserum, una poción incolora e inodora que obliga a quien la bebe a decir la verdad —contestó Hermione.
—¡Estupendo, estupendo! —la felicitó el profesor, muy complacido—. Esta otra —continuó, y señaló el caldero cercano a la mesa de Ravenclaw— es muy conocida y últimamente aparece en unos folletos distribuidos por el ministerio. ¿Alguien sabe...?
La mano de Hermione volvió a ser la más rápida.
—Es poción multijugos, señor —dijo.
—¡Excelente, excelente! Y ahora, esta de aquí... ¿Sí, querida? —dijo Slughorn mirando con cierto desconcierto a Hermione, que volvía a tener la mano levantada.
—¡Es Amortentia!
—En efecto. Bien, parece innecesario preguntarlo —dijo Slughorn, impresionado —, pero supongo que sabes qué efecto produce, ¿verdad?
—Es el filtro de amor más potente que existe —respondió Hermione.
—¡Exacto! La has reconocido por su característico brillo nacarado, ¿no?
—Sí, y porque el vapor asciende formando unas inconfundibles espirales — agregó ella con entusiasmo—. Y se supone que para cada uno tiene un olor diferente, según lo que nos atraiga. Yo huelo a césped recién cortado y a pergamino nuevo y a... —Pero sus ojos se abrieron por la vergüenza y no terminó la frase.
—¿Puedes decirme tu nombre, querida? —le preguntó Slughorn.
—Me llamo Hermione Granger, señor.
—¿Granger? ¿Granger? ¿Tienes algún parentesco con Héctor Dagworth-Granger, fundador de la Rimbombante Sociedad de Amigos de las Pociones?
—No, me parece que no, señor. Yo soy hija de muggles.
Slughorn sonrió radiante y miró a Harry.
—¡Aja! ¡«Una de mis mejores amigas es hija de muggles y es la mejor alumna de mi curso»! Deduzco que ésta es la amiga de la que me hablaste, ¿no, Harry?
—Sí, señor.
—Vaya, vaya. Veinte bien merecidos puntos para Gryffindor, señorita Granger — concedió afablemente Slughorn.
Ana le dio un suave golpe de hombros a Hermione sin disimular su sonrisa encantada, Hermione se aclaró la garganta pero no pudo evitar sonreír.
—Por supuesto, la Amortentia no crea amor. Es imposible crear o imitar el amor. Sólo produce un intenso encaprichamiento, una obsesión. Probablemente sea la poción más peligrosa y poderosa de todas las que hay en esta sala. Sí, ya lo creo. Cuando hayan vivido tanto como yo, no subestimarán el poder del amor obsesivo... Bien, y ahora ha llegado el momento de ponerse a trabajar.
—Señor, todavía no nos ha dicho qué hay en ése —dijo Ernie señalando el pequeño caldero negro que había en la mesa de Slughorn. La poción que contenía salpicaba alegremente; tenía el color del oro fundido y unas gruesas gotas saltaban como peces dorados por encima de la superficie, aunque no se había derramado ni una partícula.
—¡Aja! —asintió Slughorn—. Sí. Esa. Bueno, ésa, damas y caballeros, es una poción muy curiosa llamada Felix Felicis. No tengo ninguna duda, señorita Granger —añadió dándose la vuelta, risueño, y mirando a Hermione, que había soltado un gritito de asombro—, de que sabe qué efecto produce el Felix Felicis.
—¡Es suerte líquida! —respondió ella con emoción—. ¡Te hace afortunado!
«Eso necesito yo para toda mi vida» pensó Ana mientras jugaba con su pluma y la de Hermione.
—Muy bien. Otros diez puntos para Gryffindor. Sí, el Felix Felicis es una poción muy interesante —prosiguió el profesor—. Dificilísima de preparar y de desastrosos efectos si no se hace bien. Sin embargo, si se elabora de manera correcta, como es el caso de ésta, el que la beba coronará con éxito todos sus empeños, al menos mientras duren los efectos de la poción.
—¿Por qué no la bebe todo el mundo siempre, señor? —preguntó el chico del cual Ana no recordaba su nombre.
—Porque su consumo excesivo produce atolondramiento, temeridad y un peligroso exceso de confianza. Ya sabes, todos los excesos son malos... Consumida en grandes cantidades resulta altamente tóxica, pero ingerida con moderación y sólo de forma ocasional... Pero bien, eso —señaló a la poción— es lo que les ofreceré como premio al finalizar la clase de hoy.
Ana dejó caer las plumas para volver a prestar atención.
—Una botellita de Felix Felicis —añadió Slughorn, y se sacó del bolsillo una minúscula botella de cristal con tapón de corcho que enseñó a sus alumnos—. Suficiente para disfrutar de doce horas de buena suerte. Desde el amanecer hasta el ocaso, tendrán éxito en cualquier cosa que se propongan. Ahora bien, debo advertirles que el Felix Felicis es una sustancia prohibida en las competiciones organizadas, como por ejemplo eventos deportivos, exámenes o elecciones. De modo que el ganador sólo podrá utilizarla un día normal. ¡Pero verá cómo éste se convierte en un día extraordinario!
Ana volvió a perder la concentración puesto que solo lo hubiese usado en un día de exámenes. ¿Qué día más necesitaría tanta suerte?
—Veamos —continuó Slughorn, adoptando un tono más enérgico—, ¿cómo pueden ganar mi fabuloso premio? Pues bien, abriendo el libro Elaboración de Pociones Avanzadas por la página diez. Nos queda poco más de una hora, tiempo suficiente para que obtengan una muestra decente del Filtro de Muertos en Vida. Ya sé que hasta ahora nunca han preparado nada tan complicado, y desde luego no espero resultados perfectos, pero el que lo haga mejor se llevará al pequeño Felix. ¡Adelante!
Ana agarró el libro de su madre y pasó las hojas hasta la número diez, mientras observaba todos los dibujos de las pociones. Cuando observó la poción del Filtro de Muertos en Vida, leyó la pequeña descripción debajo de la imagen:
... El Filtro de Muertos en Vida es una poción para dormir extremadamente poderosa, la cual envía al bebedor a un sueño tan profundo parecido a un limbo, casi tan parecido a la muerte.
La mandíbula de Ana cayó un poco al leer la descripción y rezó porque no le bebiera por accidente. Lo que iba a ser imposible porque su madre había escrito hasta por encima de las palabras ya impresas y había más tachaduras que palabras.
«Bueno, ya puedes despedirte de ese premio»
Lo primero que hizo fue pesar todos los ingredientes que la poción necesitaba, o al menos lo que descifraba de los garabatos de su madre, desde el ajenjo hasta el jugo de grano de sopóforo. Luego, vertió siete gotas exactas de infusión de ajenjo como su madre había indicado en palabras mayúsculas, y agregó el agua de poción estándar a la misma vez que revolvía con cautela. Una vez que pasaron los tres minutos que su madre había escrito en color, añadió cuatro gramos de polvo de raíz de asfódelo, que contradecía lo que decía el libro acerca de dos gramos. Empezó a revolver bajo las instrucciones garabateadas.
Después de revolver como veintiún veces, el brazo de Ana se empezó a acalambrar y ella a aburrirse. Cuando aplastó el grano de sopóforo y el jugo le tocó los dedos, se dio cuenta porqué ella no era la maestra de las pociones. La poción se tornó lila y eso fue lo único que le dio a Ana la voluntad de seguir ya que era un color bonito.
Volvió a revolver. A los segundos su poción se volvió de un color rosado y quedó satisfecha. No obstante, al final de las instrucciones y en la ilegible caligrafía de Faith Ward decía:
Añadir una pizca de polvo de cuerno de graphorn para un toque final.
Si era sincera, Ana no quería morir por los inventos de su madre y menos con una poción tan peligrosa como la que estaba haciendo, sin embargo, y solo por curiosidad, agarró el frasco con el polvo (el cual había salido muy caro y había usado poco) y le echó una pizca.
Al mismo tiempo que un pequeño estallido salió de la poción seguida por un humo rosado, Ana dejó salir un grito del susto.
El profesor Slughorn se dio vuelta con sorpresa y al ver la poción de Ana dejó salir una risa encantada.
—¿Eso ha sido una pizca de polvo de cuerno de graphorn? —su sonrisa se ensanchó al acercarse a la mesa donde Ana estaba—. ¡Já! Eso también lo he visto años atrás con tu madre. Descubrió que el polvo reacciona contra el cerebro de perezoso de una manera muy peculiar. Inofensivo claro, pero atractivo.
Slughorn dio una vuelta en su lugar para observar las demás pociones y dio un estruendoso aplauso sin borrar su sonrisa.
—¡Tiempo! —anunció Slughorn—. ¡Paren de revolver, por favor!
A continuación se paseó despacio entre las mesas mirando en el interior de los calderos. No hacía ningún comentario, pero de vez en cuando agitaba un poco alguna poción, o la olfateaba. Al fin llegó a la mesa de Ana, Harry, Hermione, Ron y Ernie. Sonrió con indulgencia al ver la sustancia parecida al alquitrán que había obtenido Ron, pasó por alto el brebaje azul marino de Ernie y al ver la poción de Hermione asintió en señal de aprobación. Entonces vio las de Ana y Harry, y una expresión de júbilo le iluminó el rostro.
—¡Vaya! Parece que tenemos un empate, veo que ambos han heredado el talento de sus madres, sin duda. Veamos...
—Él puede quedársela —dijo rápidamente Ana. No iba a pelear por un poco de suerte. No cuando Harry siempre parecía necesitarla más.
Con asombro y después de un rato, Slughorn asintió lentamente.
—Bien, si así se ha resuelto entonces... ten, Harry, una botella de Felix Felicis, ¡y empléala bien!
Cuando salieron de la mazmorra y antes de que sus amigos le preguntaran porqué había dejado ir una poción tan valiosa, Ana los saludó un tanto apurada.
—¡Tengo que ir a ver a la profesora Babbling! Nos vemos en la cena...
Con la ayuda de su bastón, Ana se movía más rápido que los días en que no lo usaba. Y con la agregada ayuda de los escalones de las escaleras que se movían por sí solas, Ana llegó a la oficina de la profesora Babbling en cuestión de siete minutos. Un récord nunca antes visto por su propia persona.
Al llegar a la puerta, dio unas bocanadas de aire para tranquilizar su corazón y respiración agitada y tocó la madera una vez que sus cabellos no estaban tan desprolijos. Segundos después, la puerta se abrió y dejó ver a la figura alta y robusta de la profesora Babbling. Su cabello, en vez de estar sujeto por un peinado elaborado, caía como una nube alrededor de su rostro. En el momento en que sus ojos oscuros chocaron con los de Ana, su rostro se ensombreció.
—Ana, gracias por venir. Entra, tenemos que discutir de algunas cuestiones.
• • •
¡hola!
¿cómo están?
espero que les haya gustado el capítulo
como dije antes, mi salud tanto mental como física este año me tiró abajo así que aprecio un montón la paciencia <3
pero bueno, para traer atención a otro tema: la última vez que actualicé hablé acerca del genocidio que está tomando lugar en Palestina, el cuál se intensificó en el 7 de octubre pero estuvo sucediendo desde hace más de 70 años. Por favor, no dejen de hablar acerca del tema, no se olviden de la gente palestina y sigan empujando por su liberación tanto como el cese de fuego. El Estado de Israel está sintiendo la presión de los medios en su contra, pero hay que presionar hasta que Palestina sea libre antes de que sea tarde.
con este anuncio me despido y les veo en la próxima actualización
♥
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