𝐨𝐧𝐞
"Gris como una tormenta"
Ana corrió hacia el primer refugio que encontró y trató de no quedar totalmente empapada. Londres estaba sufriendo una inmensa tormenta torrencial y Ana estaba a punto de agarrar una hipotermia.
Desde que se había levantado aquella mañana supo que llovería pero no de esa forma infernal. Sus ojos observaron a los autos pasar y a la gente bajo sus paraguas caminando con cautela pero rapidez para llegar a sus destinos. No era que todo aquello le resultase extraño, sin embargo haber vivido en St. David's —un pequeño pueblo ubicado en Gales— toda su vida, suponía el hecho que Ana no estaba acostumbrada a ese ambiente de la ciudad y además ahora estaba perdida.
—Genial, nana se preocupará de más —suspiró la castaña mientras trataba de abrir su propio paraguas, que era la razón de su estadía bajo el techo.
Trató de abrir el artefacto pero cuando lo hizo se escuchó un crack y observó cómo su protección se había roto del mango y segundos después cómo se volaba de sus manos hacia las calles de Londres, donde los autos iban a una velocidad peligrosa.
—Oh, estupendo —masculló y revoleó el mango del paraguas en su mano—. Gracias Londres, eres encantador.
Ana resopló y observó a su alrededor para encontrar alternativas. Estaba sin ninguna libra encima suyo ni para tomarse el metro ni tampoco para comunicarse con su abuela en una de las cabinas telefónicas. Básicamente Hilda Abaroa iba a llamar a la policía y reportar una desaparecida si no llegaba rápido a su casa. Miró a su derecha y vio un cartel que mostraba que se encontraba en la calle Charing Cross, la verdad era que no tenía la menor idea de dónde esto se encontraba y cuán lejos se ubicaba de su casa pero sabía que había gastado todo su dinero en autobús para llegar al centro y ahora estaba varada allí hasta que el mundo la ayudase y le diese una salida.
Se dio media vuelta para ver el lugar que era su nuevo refugio de la fuerte tormenta y notó que había un cartel colgando de arriba de la puerta de forma de caldero que decía "Caldero Chorreante" y su protección de la lluvia era el marco de dicha puerta. Ésta era de madera oscura pero desgastada, no tenía ventanas así que no sabía lo que sucedía adentro pero tal vez alguien ahí la ayudaría a pedir un taxi o al menos darle direcciones. ¡O hasta ser tan amable de prestarle algunas monedas!
Ana hizo una mueca y suspiró ¿qué podría perder entrando allí? la vida. Un suspiro abandonó sus labios ante procesar sus pensamientos y entró al lugar para no darle la oportunidad a su cabeza parar volver a pensarlo.
El interior del lugar no era para nada peculiar para ser un bar del siglo XX ubicado en Inglaterra, pero esa arquitectura antigua con las grandes arañas colgando de los techos y aquellas paredes altas de color blanco sucio llenas de cuadros extraños solamente hacían que el cuerpo de Ana se volviese más tieso e incómodo. Tal vez eran la tenues luces que salían de las miles de velas que rodeaban el lugar —un detalle extraño ya habiendo electricidad para iluminar las ciudades y demás— o tal vez que cada vez que Ana daba un paso sentía que miles de ojos se posaban en ella aún estando el bar totalmente vacío además de un cliente sentado en los asientos de la barra, o hasta aquel olor tan dulce y embriagante que en vez de ser acogedor hacía que se le diese vuelta el estómago pero Ana se sentía completamente fuera de lugar.
Estaba a punto de dar la vuelta y salir con la cola entre sus patas cuando se armó de valor y se apresuró a llegar a la barra y enfrentar al cantinero con toda la valentía que una chica de trece años pudiese tener, lo que no era mucho si Ana se ponía a pensar.
Cuando llegó a la barra, sus piernas comenzaron a moverse haciendo sonar la madera debajo de sus pies con un suave crujido y Ana no sabía dónde meter sus manos, o apoyarlas en la barra y probablemente dejar el rastro de su transpiración o meterlas en los bolsillos de su overol de mezclilla. Se cruzó de brazos y finalmente se dio cuenta de la presencia a su derecha.
Un hombre sentado en una de las sillas, de cabello oscuro y largo sujetado en una coleta, se encontraba tomando una bebida cuyo aroma era bastante fuerte para no contener alcohol. La nariz de Ana se arrugó e hizo una mueca. Eso no olía para nada apetitoso.
En ese momento Ana se dio cuenta de que se había desviado de su objetivo principal y carraspeó para llamar la atención del cantinero.
—Hola...
El hombre se veía muy extraño pero Ana no era quien para señalar la apariencia de los demás. El señor era bastante calvo y algún que otro cabello se hacía visible ante la poca luz de las velas pero Ana estaba segura que eran solamente tres cabellos. Su postura era bastante encorvada que a Ana le hizo acordar a alguna imagen de un feto que había visto en las clases de Biología. No era una vista bastante encantadora pero a Ana le había saltado esa imagen y no era posible quitársela del cerebro.
—¿Qué tal, señorita? ¿Qué puedo hacer por usted? —le preguntó el señor con una sonrisa cálida pero inquietante a la vez. Tal vez no tenía nada de inquietante pero Ana estaba en una situación en donde debía estar alerta de todo, tal como le había enseñado su abuela.
—Pues, ¿quería saber si de casualidad podría hacer una llamada? Es decir, no tomará nada de tiempo y no le costará nada... ¿por favor?
El hombre parecía confundido y su sonrisa comenzó a debilitarse. Oh no lo hice enojar, voy a morir.
—Perdón, señorita, no tenemos... félfonos —se disculpó el hombre haciendo que Ana ladeara su cabeza un poco despistada.
—¿Teléfono...?
El cantinero negó y volvió a sonreír.
—Lo siento, señorita.
—Oh no se disculpe... ¿pero tendría unas monedas para hacer una llamada en una cabina telefónica? —Ana apoyó una mano en el mostrador y se inclinó con una mirada que rogaba por ayuda.
—Oh, lo siento señorita, pero las cabinas sólo funcionan con dinero muggle y no tengo nada aquí conmigo.
Ana no tenía ni idea de lo que muggle significaba o mejor dicho: no comprendía la situación en la que se había metido. Tal vez y muggle era una jerga de los ingleses. No era para nada extraño escuchar rumores de que los ingleses eran un poco raritos ¡pues Ana siempre había escuchado los chismes de las monjas en su anterior hogar! Siempre que pasaba por la Catedral de San David, días antes de mudarse, la hermana Emily le había dicho que tuviese cuidado cuando llegara a Londres porque los londinenses eran feroces. Ana creyó que tuvo que haberle hecho más caso a aquella mujer en vez de reírse de sus exageraciones.
La chica asintió lentamente y dio un paso hacia atrás ya preparándose para irse de aquel bar lo más rápido posible.
—Pff... muggles claro, lo sabía —Ana rió y se volvió a cruzar de brazos mientras caminaba de espaldas hacia la puerta— bueno, muchas gracias señor...
—Tom —se presentó el extraño hombre y Ana asintió con una mueca de comodidad falsa pero antes de que pudiese dar toda la vuelta hacia la puerta, Tom le habló nuevamente—. ¿Sabe, señorita? Me hace recordar a alguien que conocí varios años atrás.
Ante tal declaración, Ana se detuvo en su lugar con curiosidad. Tal vez el hombre no tenía ninguna idea pero Ana ahora tenía toda su atención puesta en él. Tal vez era una pura coincidencia dado que había miles de personas que tenían similares facciones que ella pero igualmente, tal vez sabía acerca... tal vez conocía...
—¿No se parece a Faith? ¿Qué dices, Sirius?
El hombre de cabello negro dejó su vaso de vidrio en la barra y se dio vuelta con clara tensión sobre sus hombros. Ana jamás había visto ojos grises en su vida pero ellos parecían tan grises como una triste tormenta. El hombre de nombre de Sirius pareció quedarse sin aire por unos segundos y luego aquella mirada tormentosa encontró los ojos brillantes de Ana, revelando una desesperación tan agobiante que la chica se encogió en su lugar.
Sintiéndose incómoda de que ese hombre no dejara de observarla con aquella expresión en su rostro, Ana hizo lo primero que se le vino a la mente.
—¡Adiós!
Y así fue como Ana corrió fuera del Caldero Chorreante en busca de un policía que le diese direcciones para poder llegar sana y salva a su casa.
• • •
Luego de que un oficial de policía la hubiese acercado a su casa y éste hablase con su abuela, Ana pensó que jamás dejaría de escuchar los reproches de su abuela hacia su persona. Es más, tal vez y nunca más viese el cielo otra vez.
—Creí haber sido bien clara que no te alejaras tanto de aquí, Ana. Todavía no somos familiares con Londres, pudo haber sido más serio. No puedo creer que hayas desobedecido una simple orden.
—Lo sé nana, sólo que no pensé que mi paraguas me dejaría tan pronto y... —Ana observó su campera completamente empapada que colgaba en la ducha— que la lluvia fuese más potente que antes.
—No volverás a ir al centro sin mi compañía, jovencita. Casi le das un paro cardíaco a esta pobre anciana —suspiró la mujer y le siguió secando el cabello con una toalla—. ¡Y mira! Estás temblando del frío en medio del verano.
—No creo que sea por el frío —murmuró Ana recordando toda la situación extraña por la que había pasado.
—¿A qué te refieres con eso? —la señora Abaroa empujó lentamente la cabeza de Ana hacia atrás para poder mirarla a sus ojos— puede que sea anciana pero todavía no estoy sorda, querida.
Ana hizo una mueca y jugó con la tela blanca de su remera nueva y seca.
—Es que sucedió algo raro mientras estaba buscando ayuda... conocí a una persona... bueno, no, dos personas bastante singulares.
La señora Abaroa le agarró los hombros con preocupación y Ana saltó negando con sus manos.
—¡No pasó nada malo abuela! Tal vez el bar era algo raro y sucio...
—¿¡Entraste a un bar!?
Ana suspiró y se encogió de hombros con inocencia.
—Creo que queda claro que no estoy contando muy bien la historia —admitió Ana y la señora Abaroa se puso una mano en su pecho.
—Si no quieres darle un ataque a esta mujer te sugiero que hablemos de esto sobre una tasa de té.
Ana tiró la cabeza hacia atrás y dejó salir una protesta.
—No me gusta el té, nana... —se quejó Ana mientras seguía a su abuela por los pasillos de su nueva casa de Londres.
La decoración de la casa Abaroa no estaba completa. El papel de las paredes todavía no estaba terminado de colocar y habían grandes partes de los pasillos y habitaciones que necesitaban ser finalizados. Las cajas de mudanza todavía se encontraban desparramadas por todas partes creando una dificultad para caminar y haciendo que Ana se llevara puesto muchas de ellas. Claro, sólo habían estado allí una semana y habían usado su tiempo para explorar la ciudad en vez de desempacar.
Mientras bajaban de las escaleras, Ana tuvo cuidado con no resbalarse con la carpeta mientras observaba los cuadros colgados en las paredes. Habían cuadros de arte como retratos de su familia. Recordaba que lo primero que había hecho al llegar a la morada fue cubrir las paredes con fotos de su padre, su abuela y ella, de esa forma se sentiría más cómoda.
La casa era del tamaño suficiente para abastecer a dos personas, era acogedora... pero no era la misma casa de Gales. No era la misma casa donde solía jugar a las escondidas con su abuela y su padre, no era la casa donde estaban todos sus recuerdos de su niñez y lamentablemente jamás lo sería. Ya no estaba ese embriagante olor a eucalipto de la colonia de su padre bailando por los pasillos porque se había puesto un poco más de lo necesario en las mañanas. Sólo se olía la pintura fresca y el olor a humedad que era sumamente dulce y mareador.
Al llegar a la cocina, Ana se sentó en una de las sillas de madera que crujió cuando la arrastró sobre el suelo de cerámica y vio como Limonada, la vieja cavalier spaniel de su abuela se acercaba a su recipiente de comida para cenar. Se llamaba de esa forma porque cuando Ana era una niña de cinco años derramó su limonada encima de la perrita cuando su padre la había recién traído a su casa del centro de adopción de mascotas.
—¿Cómo estás, Limón? —le preguntó mientras le acariciaba su cabeza y ella movía su cola. Ana sonrió y estiró las piernas mientras veía a su abuela calentar el agua en la pava para luego sentarse frente suyo.
—¿Me contarás, querida?
—Pues... esos hombres, que no me hicieron nada —remarcó Ana mirando el rostro de su abuela cambiar— bueno, sólo hablé con uno y era el cantinero que era amigable pero extraño, hablaba de muggles y cosas raras... ¡tal como las monjas nos habían advertido! Creo que deberíamos empezar a aprender la jerga londinense, abuela, porque no pienso estar fuera de moda en el colegio...
—Querida te has desviado de tema.
—Ah, sí... bueno ese cantinero que se llamaba Tom me dijo que me parecía a alguien que había conocido años atrás y pues... me dio curiosidad.
Los ojos de Hilda Abaroa brillaron con sorpresa y apretó la mano de su nieta que la había dejado descansar en la mesa.
—¿Crees que hubiese conocido a... tus padres biológicos?
Ana sonrió con melancolía y se encogió de hombros.
—Tal vez... pero el hombre que estaba tomando en la barra... él cuando me miró —Ana observó a su abuela y apretó su mano—... me miró como si hubiese visto un fantasma, nana. Me miró como si fuese doloroso y le trajese recuerdos tristes. Tal vez él... sólo tal vez...
La pava comenzó a pitar y la señora Abaroa se apuró a servir el té de esa tarde, inundando la cocina del suave aroma de manzanilla. Ana miró hacia afuera de la ventana para ver la escurridiza lluvia caer por la calle y suspiró. Algún día conocería la historia de sus padres biológicos pero tal vez el mundo no estaba preparado para darle esas noticias aún.
• • •
Sirius Black y James Potter se encontraban en la cocina de la casa del primero, hablando entre susurros para que nadie más escuchase aquella conversación.
—¿Estás seguro, Sirius? —inquirió James con ojos llenos de pena y nostalgia—. Hemos pasado por esto por casi doce años, tal vez te has equivocado nuevamente...
—James por Merlín, era su hija. Su rostro... era como ver a Faith nuevamente pero con los ojos de su abuelo y la nariz de su padre— Sirius se pasó ambas manos por su rostro y sonrió con tristeza—. Es Ana, James... es la pequeña Lupin.
—Es sólo que no quiero lastimar el corazón de Remus de nuevo... ya está demasiado frágil luego de tantos años. Creíamos que llegaría a Hogwarts a partir de la carta pero... ya ves dónde estamos.
Sirius jugó con el papel que tenía frente suyo y suspiró mientras James se levantaba de su lugar.
—Solamente quiero que sea feliz nuevamente... tal vez y si Ana vuelva una parte de su corazón pueda volver a brillar.
—Secundo eso, Sirius. Si has visto a la verdadera Ana, entonces estamos bastante cerca y en cualquier día de estos, la familia volverá a reunirse pero si no es así... No creo que Remus pueda contra otro corazón roto. —James le dio una palmada en el hombro y con su cabeza señaló el salón—. Ayudaré a Harry con su tarea, Binns le ha mandado más de lo necesario y no está muy feliz de eso.
Sirius asintió y él mismo se levantó de su asiento, agarró su abrigo del respaldo de la silla y se lo colocó.
—Iré a darle una visita a Remus. No creo que esté durmiendo tanto estos días... aunque ¿Cuándo ha dormido más de cuatro horas, no?
—Mándale saludos de mi parte —pidió James y Sirius asintió—. Vamos te acompaño a la puerta.
Ambos salieron del salón y se encontraron con Harry que estaba tratando de concentrarse en un pergamino frente suyo. Su cabello estaba despeinado y sus anteojos casi se le habían caído del arco de su nariz. Parecía estar verdaderamente sufriendo con aquella tarea.
—¿Problemas históricos, Harry? —sonrió Sirius haciendo que pequeñas arrugas se hicieran notar debajo de sus ojos.
—Si Binns nos hubiese mandado un centímetro más de pergamino para hacer ya me hubiese rendido días antes —admitió Harry divertido y Sirius le dio palmadas en su hombro y se cruzó de brazos.
—Me voy a lo de Remus, termina ese trabajo lo más pronto posible así podemos ir a caminar por la ciudad un día de estos —Sirius miró a James de reojo para ver si asentía y eso fue lo que hizo.
—Genial, más motivación. Saluda al tío Remus de mi parte, Sirius.
—Claro que lo haré. Nos vemos luego.
Sirius salió de la gran casa Potter y se dirigió a su motocicleta para ir a la morada Lupin. Se subió a su vehículo e hizo arrancar el motor para comenzar su viaje a través de las calles de Kennington hacia la dirección en donde la casa Lupin se encontraba.
Las luces cálidas de las farolas pasaban a una rápida velocidad al lado de Sirius y alumbraba su figura mientras manejaba concentrado en su frente. Su cabello se movía por el viento chocando contra su casco haciendo que el cabello que no se había quedado dentro de este se moviese con velocidad al igual que su ropa. Cuando varias calles pasaron y el silencio reinaba la noche, Sirius se detuvo en la vereda de una casa humilde pero cálida, sin embargo el hombre sabía que dentro de esa casa se encontraba un hogar roto y triste. No le traería las noticias que quisiera escuchar, pero trataría de que su viejo amigo aceptase caminar con ellos algún día de esos.
Tal vez y sus vidas cambiarían un día de agosto.
• • •
¿Qué tal?
¡Finalmente les traigo el primer capítulo de Hidden, dándole comienzo!
Como hoy terminé de escribir el último capítulo de una de mis historias, decidí que sería una buena idea comenzar otra era. ¿Y qué mejor que contarles la historia de Ana?
Como ya se habrán dado cuenta, esta fanfic es un AU —Universo Alterno— con máyusculas y todo porque muchas cosas cambiarán. Y cuando digo muchas, serán muchas. Comprendo que a varias personas leer este tipo de fanfics les causa recelo dado que se desvían mucho de lo que el autor original propuso con su propia obra pero de ningún modo quiero faltarle el respeto a JK Rowling. Esta fanfic es de un punto de vista de cómo sería la historia de Harry si James hubiese vivido, Sirius nunca hubiese ido a Azkaban, etc y además con una protagonista original mía, para mostrar su historia y cómo afectará la de los otros.
En otras noticias, como algunxs sabrán, JK Rowling al principio del mes de septiembre publicó una novela "Troubled Blood" cuya problemática de transfobia e islamofobia no me cayeron bien al estómago y porque soy mezquina, encontré esta lista en Tumblr con un montón de links para ayudar con donaciones a mujeres trans. No deben donar si es que no lo desean pero sería genial si lo compartieran ♥
Aquí está: https://euleda.tumblr.com/post/623951003983675392/trans-women-donation-masterlist (como no sé si funcionará tener el link aquí, si lo desean puedo dárselos por un mensaje directo).
¡Nos vemos la próxima!
•chauuu•
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