𝐧𝐢𝐧𝐞𝐭𝐞𝐞𝐧
"Pasado y futuro"
La última vez que Ana había sentido un impulso de pelea o escape fue cuando por primera vez había entrado en el Caldero Chorreante sin saber lo que le esperaba. Pero allí estaba ella, con las rodillas temblando mientras tomaba la mano de Hermione para aferrarse a los sentidos de realidad.
Aquel hombre de aspecto enfermizo y descuidado que no dejaba ver a la puerta buscando un escape de la situación en la que se encontraba, aquel hombre que se había disfrazado como la rata de Ron por meses, aquel hombre era quien había provocado la muerte de Lily Evans Potter y había asesinado a su madre.
Ese hombre le había quitado todo.
—James... Sirius... Remus... — la voz de Pettigrew era como la de una rata, aguda y rota.
Ana sintió el impulso de darle un puñetazo.
—Azkaban te ha surgido efecto, Pettigrew —escupió Sirius y volvió a levantar su varita—. Pero eres el mismo cobarde de siempre.
Remus tomó el brazo de Sirius y lo bajó, su semblante parecía aún más duro que el de cabello largo.
—Todavía no, hay varias preguntas que quiero hacerle —Remus miró a James—. Que queremos hacerle.
Pettigrew temblaba y parecía inquieto. Claro, cómo no estarlo cuando estaba a punto de ser interrogado por las personas que había traicionado tan fríamente. Ana lo miró con asco.
—¿Por qué, Peter? —preguntó James. Su mirada, aunque distante, se encontraba más triste que la de los demás. Era un golpe bajo el cual Ana no quería volver a ver—. Después de todo y tú... —el aire se le pareció cortar y su mandíbula se contrajo—... tú nos traicionaste.
—No puedo creer que te haya recomendado a Dumbledore que fueras el guardián secreto de Lily y James —susurró Sirius con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter.
»Y ni siquiera serviste para eso tampoco... James te descubrió aquel día, un comentario que le habías dicho a Faith una semana atrás, un desliz tuyo... y fue a buscar a Dumbledore para advertirle y...
—Y dejé a Lily sola —murmuró James con tanto dolor que el ambiente del lugar era tan ahogante que respirar era difícil—. Dejé a Lily y a Harry solos cuando él vino... nos traicionaste. Era tu amigo y tú me traicionaste sin vergüenza alguna. Con descaro nos mentiste en la cara y Lily sufrió las consecuencias... ahora ella no está porque confié de ti por tanto tiempo...
—James yo... yo no... —comenzó a decir Pettigrew pero James lo cortó con frialdad.
—Y ahora tienes el nervio de escaparte de Azkaban, el nervio de decidir que las consecuencias que obtuviste no eran justas. ¿Cómo lo hiciste, Peter? ¿Cómo hiciste para escapar de allí?
Pettigrew lo miró con inquietud pero luego de tragar en seco comenzó a hablar en voz baja.
—No sé cómo lo hice —susurró él mirando hacia abajo—. Sabía que... que Ana aún estaba allí fuera en algún sitio ,en peligro, y tal vez por eso no perdí la cabeza... No creo que fuese un pensamiento agradable, así que los dementores no me lo arrebataron... Pero cuando no pude más me convertí en rata —las manos de Pettigrew no paraban de moverse y él de transpirar—. Creo que pensaron que había perdido la cordura como todos los demás y entonces lo vi... aquella noticia que decía que Ana había sido encontrada, que había vuelto al mundo mágico —Pettigrew comenzó a negar con la cabeza y se agarró el rostro con sus manos—. No podía dejar... no podía dejar que alguien la encontrase. Ellos la buscarían y yo no podía dejar que... que...
Remus levantó una mano para hacerlo callar y dio un paso hacia delante. Su rostro parecía impasible pero sus ojos decían todo lo que tenían que decir por él.
—Y de eso quiero hablar yo, Peter. Quiero hablar de tu descaro y tu patética explicación que nos acabas de dar. Pero quiero hablarte de alguien. De Faith. La mataste, Pettigrew. Mataste a Faith en sangre fría —Pettigrew lo miró con terror—. Le quitaste la vida a una persona que... que confiaba en ti, que te adoraba tanto como para nombrarte padrino de nuestra hija.
Ana abrió los ojos con sorpresa y horror, ¿qué? ¿No solo aquel criminal había asesinado a su madre pero también había sido elegido por ella para ser una figura importante en su vida?
Hermione reaccionó rápidamente y detuvo a Ana de hacer un desastre, apretando su mano.
—Debía hacerlo, Remus... debía...
—LO QUE DEBÍAS HACER ERA HABER MUERTO —gritó Remus haciendo que todos saltaran en sus lugares—. Debiste de haber sentido el mismo terror que ella sintió cuando la traicionaste, el mismo dolor que ella sintió. Pero no, tú estás aquí y ella... y Faith... —la voz de Remus se quebró de la furia y su respiración se mantenía agitada—. No te dejaré acercarte a Ana. No dejaré que me la robes de nuevo, ni pienses que te dejaré. Ganas de matarte yo mismo no me faltan, Peter. Tienes suerte de que no lo he hecho aún. No me importa cuál es tu excusa para haber hecho lo que hiciste, me trae sin cuidado así que no me des una razón para...
—La traté de proteger —chilló Pettigrew de la nada—. Debes entender que lo hice por Ana... —Por primera vez el hombre se giró a Ana— todo lo hice por ti... por favor, Ana...
Ana sintió que podía gritar tan alto que todo Hogwarts la escucharía. Sin embargo, se arregló con explotar en la cara de aquel hombre tan asqueroso.
—¿Todo por mí? No sé si comprendes que nada de lo que has hecho te hizo un héroe. Arruinaste la vida de tus amigos, mataste a personas y me quitaste mi vida. Me robaste y escondiste... ¿y ahora quieres jugar el rol de 'lo hice para protegerte'? ¿Qué clase de manipulación es esa?
—¡Pero... pero lo hice todo por ti! Tenía que distraerlo para que no te hiciese daño, debía esconderte de él...
—¿De quién? —interrumpió Ana con asco.
Pettigrew la miró con inquietud y llevó sus dedos a la comisura de sus labios.
—Del señor tenebroso...
Ana no sintió las mismas emociones que todos alrededor simplemente por el hecho de que no sabía quién era el señor tenebroso. ¿Otra figura que producía terror como aquel Lord... Valerius? Trató de recordar su nombre pero al no hacerlo se rindió y escuchó a Remus hablar.
—¿De qué hablas, Pettigrew? ¿Por qué Voldemort iría tras ella?
Ah, Voldemort. Ese era su nombre.
Pettigrew se encogió cuando escuchó aquel nombre y miró a Remus nervioso mientras él se colocaba en frente de Ana, tratando de alejarla del hombre.
—¿No... lo saben?
—No gastes nuestro tiempo, rata asquerosa —amenazó Sirius apuntando su varita hacia él—. Dinos.
—La profecía del portador de la luna... Me llevó tiempo descubrirlo ¡pero lo hice rápido para protegerla! Oí la profecía durante... lo que sucede es que si la encontraba la mataría —trató de excusarse pero nadie cedió ante su imploración y voz chillona— hice todo para mantener a salvo a Ana... deben de entenderlo.
Ana jamás se sintió tan ofendida como se sentía en aquel momento. ¿Ese inmundo ser humano había causado tanto sufrimiento por una estúpida supuesta profecía que tal vez se refería a ella? Quiso reír tan amargamente y largarse a llorar de la impotencia pero se limitó a escuchar cómo los adultos lo rompían en pedazos.
—¿Mataste a Faith y te robaste a mi hija por una... corazonada? —inquirió Remus con incredulidad.
Pettigrew no tuvo tiempo de implorarle que lo perdonara o de chillar porque el puño derecho de Remus voló contra su rostro y lo hizo doblarse en su sitio. Los cuatro niños dejaron salir un jadeo pero James saltó hacia delante para detener a Remus de que lo siguiera atacando. Los ojos verdes de Remus estaban rojos e hinchados y Ana podía ver las lágrimas caer sobre sus mejillas llenas de cicatrices.
—Una corazonada... la mataste por una corazonada... —dijo mientras se salía del agarre de James y miraba a Pettigrew con asco—. Estás enfermo... eres... la mataste...
—Faith estaba conectada con Ana... —lloriqueó Pettigrew con las manos en el sitio donde Remus le había dado la paliza—, la encontraría aún con todos los encantamientos que le pondría a Ana... era muy arriesgado, lo siento... lo siento mucho... no quise...
Ana se sintió mareada. Quería vomitar. ¿Por qué había tan poco aire? ¿Por qué se sentía igual que el día en que su padre falleció? Igual que aquella noche...
—Quise protegerte, Ana... —rogó Pettigrew como si supiese que en cualquier momento cavaría su propia tumba—. Te coloqué todos los encantamientos de ocultamiento que pude pensar para que nadie te encontrara y hasta me borré la memoria para que nadie pudiese usarme... pero ellos te encontraron.
Sirius lo miró con una nueva expresión de odio.
—Ella nos encontró.
James dio un paso hacia delante y miró cansadamente a Pettigrew, como si toda esperanza por él se hubiese esfumado.
—Eres un desgraciado.
Y como si aquello hubiese sido el golpe más bajo de todos, Pettigrew cayó de rodillas al suelo polvoriento de madera.
—¡No!
Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las manos unidas en actitud de rezo. Se acercó a James
—James, yo no quise que Lily muriera... si pudiese volver atrás...
—Seguramente me hubieses matado a mí también —dijo James sin emoción y dio un paso hacia atrás—. Hazte cargo de tus acciones, Peter.
Peter lo miró con pavor y se giró para arrastrarse hacia Ana.
—Ana, por favor, lo hice todo por ti para protegerte. Debes de creerme, por favor...
Ana dio un paso hacia atrás y se posó en frente de Remus aún más.
—Te odio.
Pettigrew parecía que iba a largarse a llorar en esos segundos.
Remus se arremangó las mangas y miró a sus amigos que se encontraban haciendo lo mismo.
—Ya me cansé de escuchar tus excusas, Peter. Estoy harto de ellas.
Sirius sonrió con amargura y furia, acción que hizo que Ana comprendiese de que lo que iban a hacer no era para nada legal. Se fue al lado de Hermione y ella le agarró la mano.
—¿Lo matamos todos juntos? —preguntó Sirius ahora con su varita hacia Pettigrew que los miraba con horror.
—Me temo que sí —suspiró Remus y también apuntó al asesino.
James no dijo nada.
—No lo harán, no serán capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?
Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.
—¡Te dejé dormir en mi cama! —exclamó.
—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota estos meses...
—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear —masculló Sirius con voz ronca.
Ron palideció y se alejó de él. Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la túnica de Hermione.
—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...
Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada. Ana estuvo tentada en darle una patada a Pettigrew pero en vez llevó a Hermione detrás suyo, haciendo de escudo.
Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia Harry.
—Harry, Harry... tú lo entenderás... lo harías todo por ellos...
En ese momento James reaccionó y se acercó a zancadas a Pettigrew para tomarlo de los hombros y tirarlo de espaldas al suelo.
—No te atrevas a hablarle a mi hijo. Ni siquiera lo mires —James temblaba y trataba de controlar todas las emociones que querían explotar—. ¿Cómo pudiste traicionarnos?
Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo.
—James, James ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes ni idea... Tiene armas que no pueden imaginar... Estaba aterrado, James. Yo nunca fui valiente como tú, como Remus y como Sirius. Nunca quise que sucediera... El Que No Debe Nombrarse me obligó.
—¡NO MIENTAS! —bramó Sirius—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE LILY Y DE FAITH! ¡ERAS SU ESPÍA!
—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —dijo Pettigrew entrecortadamente—. ¿Qué se ganaba enfrentándose a él?
—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —preguntó Sirius, furioso—. ¡Solo vidas inocentes, Peter!
—¡No lo comprendes! —gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.
—¿Tal cómo tú mataste a Faith? —escupió Remus y Pettigrew lo miró—. ¿Te hubiese matado, mirándote a los ojos mientras lo hacía como hiciste con ella? No siento pena por ti, Peter. Lo único que siento es puro e inigualable odio hacia ti. Y ahora nosotros estamos hartos.
—Adiós, Peter —susurró James levantando su varita como los otros dos.
Hermione se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared.
—No lo maten —dijo Ana con rapidez y como si Harry supiese lo que Ana pensaba, rápidamente se puso entre Pettigrew y las varitas.
—No pueden hacerlo —insistió Harry mientras Ana se acercaba a él.
Los tres adultos se quedaron de piedra.
—Harry... hizo que tu madre fuese asesinada... —susurró suavemente James y se giró hacia Ana—. Y Faith... es un asesino, niños...
—Pero ustedes no lo son —dijo Ana y miró a Remus cuya mirada seguía roja e hinchada—. Hay dementores para algo ¿no? Ellos se encargarán...
—Sí —asintió Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.
—¡Gracias! —exclamó Pettigrew entrecortadamente pero antes de que pudiese siquiera tocar a Ana para rodear sus piernas, ella le dio una patada en el pecho.
—Aléjate —masculló Ana con asco. Era esos momentos en los que necesitaba su rociador de pimienta—. Esto no es por ti, es por ellos.
Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. James, Remus y Sirius se miraron. Las varitas fueron bajadas.
—De acuerdo, si ustedes dicen que no... entonces bien —asintió James y dejó salir una temblorosa bocanada de aire como si haber apuntado la varita a Pettigrew le hubiese exigido un gran esfuerzo.
Remus asintió y miró a Ana y a Harry.
—Si así lo desean... háganse a un lado, por favor.
Ana y Harry se hicieron a un lado y Remus apuntó su varita a Pettigrew.
De la varita de Remus salieron disparadas unas cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.
—Pero si te transformas, Peter —gruñó Sirius, apuntando a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Están de acuerdo?
Ana asintió pero ni se dignó en mirar a Pettigrew. Ya se estaba poniendo enfermiza de estar cerca de él.
—De acuerdo —dijo de repente James, como cerrando un trato—. Ron, tu pierna aún necesita un poco de reparamientos y asistencia y lamentablemente ninguno de nosotros es el mejor para cuidar de ella. Poppy sabrá bien cómo arreglar completamente tus huesos pero por el momento prueba haber si funcionó el hechizo de antes.
Ron asintió y se levantó lentamente para apoyar la pierna por completo en el suelo. No había signo de dolor en su expresión.
—Sí, está bien, gracias James.
James asintió y se dirigió a Harry para ver cómo se encontraba.
Mientras tanto, Hermione habló.
—¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó, en voz baja, mirando a Snape postrado en el suelo.
—No le pasa nada grave —explicó Remus, inclinándose y tomándole el pulso—. Solo se pasaron un poco. Sigue sin conocimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está. —Luego murmuro—: Mobilicorpus.
El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban. Remus tomó la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.
—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Sirius, dándole a Pettigrew un puntapié—, sólo para estar seguros.
—Yo lo haré —se ofreció Remus.
—Y yo —dijo Ron, con furia y cojeando.
Sirius hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con el brazo izquierdo encadenado al derecho de Remus y el derecho al izquierdo de Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verdadera identidad de Scabbers como un insulto. Crookshanks saltó ágilmente de la cama y se puso el primero, con la cola alegremente levantada.
• • •
Ana sintió que estaba teniendo el sueño más extraño. Crookshanks bajaba las escaleras en cabeza de la comitiva. Remus, Pettigrew y Ron lo seguían, como si participaran en una carrera. Detrás iba el profesor Snape, flotando de manera fantasmal, tocando cada peldaño con los dedos de los pies y sostenido en el aire por Sirius, quien lo apuntaba con su varita. Harry y James se encontraban hablando entre ellos dos y Ana junto a Hermione cerraban la fila.
Fue difícil volver a entrar en el túnel. Remus, Pettigrew y Ron tuvieron que ladearse para conseguirlo.
Remus seguía apuntando a Pettigrew con su varita. Crookshanks seguía en cabeza. Snape, de vez en cuando, se golpeaba la cabeza en el techo, y Ana tuvo la impresión de que Sirius no hacía nada por evitarlo. No lo culpaba, era un poco tentador.
—¿Cómo te sientes? —susurró Hermione en un momento y Ana la observó sin saber qué decir.
—No lo sé... todo es muy extraño —admitió Ana y corrió un mechón rebelde detrás de su oreja—. Todo este día fue muy raro y tengo tanto en lo que pensar... como el hecho de que Pettigrew hizo lo que hizo para... para "protegerme". Todo lo que dijo me hizo sentir tan pequeña e impotente como si mi vida hubiese sido diseñada para seguir su estúpido falso heroico plan.
Las manos de Ana se entrelazaron y sus dedos se movieron con inquietud mientras su mirada observaba con arrepentimiento a James y Harry. Su corazón dio un vuelco. Aquellos dos hubiesen podido seguir estando con Lily o ahorrado ese corazón roto simplemente si ella no hubiese estado en el medio. Si ella no hubiese nacido entonces Pettigrew no hubiese tenido una excusa para usar a los Potter como distracción para protegerla. Y Harry hubiese crecido con una madre, James con su esposa y Faith estaría viva. Su madre seguramente hubiese estado viva, explorando el mundo como ella tanto quería. Pero no. Por su culpa nada había sucedido.
Y allí estaba de nuevo. Aquel sentimiento de remordimiento que había sentido cuando Zabini la había hecho sentir culpable de algo inexistente y... y cuando su padre había fallecido. Era un sentimiento desgarrante que te quitaba el aire y te hacía temblar de pies a cabeza. El simple hecho de pensar que si ella no hubiese nacido muchas vidas se hubiesen perdonado no tenía perdón. ¿Cómo era que el mundo había sido tan cruel?
Ana dio un suspiro tembloroso pero se mordió el labio para no llorar. Ya habían demasiados problemas para que ahora se preocuparan por sus emociones, necesitaba comenzar a controlar sus emociones de una vez por todas. Ella no era la única que aquella noche había encontrado sentimientos nuevos.
—¿Ana...?
Hermione posó una mano sobre su hombro y Ana la miró, juntando sus emociones y escondiéndolas detrás de una sonrisa.
—Estoy bien... ¿y tú cómo estás?
Hermione tuvo que retener su respuesta porque habían llegado al final del túnel. Crookshanks salió primero, disparado. Evidentemente había apretado con la zarpa el nudo del tronco, porque Remus, Pettigrew y Ron salieron sin que se produjera ningún rumor de ramas enfurecidas.
Sirius hizo salir a Snape por el agujero y luego pasó él. James le cedió el paso a Harry, Ana y Hermione y luego salió él detrás. No quedó nadie dentro. Los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. Pettigrew seguía jadeando y gimiendo de vez en cuando. Ana estaba cansada pero podía sentir que su cuerpo se mantenía energético, tratando de recordar un pedazo de información importante que se había escondido detrás en su mente. Se estaba olvidando de algo.
—Un paso en falso, Peter; y... —dijo Remus delante de ellos, amenazador; apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.
Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco. Snape seguía inconsciente, fantasmalmente transportado por Sirius, la barbilla rebotándole en el pecho. James rodeaba a Harry con un brazo por sus hombros y entonces sucedió.
Una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras. La luz de la luna caía sobre el grupo.
Por décima vez en la noche, a Ana el aire se le atascó en los pulmones. Luna llena. Remus.
—¡La poción! —chilló Ana y miró a Remus con preocupación.
Snape tropezó con Remus, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil y James dio un paso en frente, escudando a Ana, Harry y Hermione.
—Vayan al castillo —ordenó James mirándolos por sobre su hombro mientras Sirius se acercaba con cautela a Remus—. ¡Ahora!
Ninguno de los tres pudo correr. Harry quiso dar un paso hacia delante pero James lo detuvo.
—Nosotros nos encargamos de Ron. ¡CORRAN!
Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Remus se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras. A Crookshanks se le volvió aerizar el pelo. Retrocedió.
Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius y James desaparecieron. Se habían transformado. El perro grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.
Por el otro lado, el ciervo dio un salto hacia Pettigrew y Ron dado que el primero había saltado hacia la varita de Remus y el segundo se había caído. Las astas del ciervo embistieron contra Pettigrew y éste cayó al suelo siendo atrapado. Sin embargo, Pettigrew se burló del ciervo y rápidamente se transformó en una rata.
—¡Se escapa! —advirtió Ana y en un momento de puro instinto corrió hacia delante y saltó hacia la varita de Remus mientras James trataba de cortarle el paso a la rata. Cuando tomo la varita de Remus la apuntó a la rata que recién había logrado de zafarse de las astas del ciervo—. ¡Petrificus Totalus!
Ana erró por muy poco y vio una cola pelona saltar sobre Ron y escabullirse entre la hierba mientras huía.
—¡No!
Oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, vieron al hombre lobo adentrándose en el bosque a la carrera.
Ana observó al ciervo mirar hacia donde la rata había escapado pero luego miró al perro negro y pareció decidirse en qué hacer. Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al ver que James se acercaba a él, ambos salieron velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió en el bosque.
Ana, Harry y Hermione se acercaron aprisa a Ron.
—¿Qué le sucedió? —preguntó horrorizada Hermione.
Ana se arrodilló en frente de él. Ron tenía los ojos cerrados, la boca abierta. Estaba vivo. Oían su respiración. Ana le tocó la cabeza y notó que estaba pegajosa con sangre. Notó una piedra al lado de su oreja.
—Se golpeó la cabeza...
Ana, aún con la varita de Remus, posó su punta en la cabeza de Ron y murmuró un conjuro
—¡Ferula!
Unas cintas envolvieron la cabeza de Ron y Ana quedó satisfecha.
—Será mejor que los llevemos al castillo y se lo digamos a alguien —dijo Harry, apartándose el cabello de los ojos—. Vamos...
Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido.
—Sirius —murmuró Harry, mirando hacia la negrura.
Ana vio los engranajes de la cabeza de Harry trabajar y en cuestión de segundos, el chico salió corriendo. Ana se levantó y junto a Hermione se echó a correr detrás del de anteojos. El aullido junto algunos gritos parecía proceder de los alrededores del lago. Corrieron en aquella dirección y Ana notó un frío intenso.
El aullido se detuvo pero los gritos siguieron. Al llegar al lago vieron por qué: Sirius, James y Pettigrew se habían vuelto a transformar en hombres pero mientras que el primero se encontraba arrodillado, con las manos en su cabeza, James gritaba mientras trataba de mantener a Pettigrew atrapado en su agarre.
—¡Noo! —jadeaba Pettigrew con horror.
Sirius y James no parecían estar nada bien tampoco y al mirar hacia arriba, el grupo de amigos notó porqué. Eran los dementores. Al menos cien, y se acercaban a ellos como una masa negra. Aquel frío ya conocido penetró en sus interiores y la niebla a su alrededor les tapaba la vista. Por cada lado surgían de la oscuridad más y más dementores. Los estaban rodeando...
—¡Piensen en algo alegre! —gritó Harry.
Ana cerró los ojos y jadeó con esfuerzo. James y Sirius los necesitaban. No podían defraudarlos.
«Papá enseñándome latín... recuerda su sonrisa»
Ana se dio cuenta de que estaba haciendo algo mal porque no podía sentir nada más que el frío de los dementores recorrer cada fibra de su cuerpo.
—¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum! —exclamaba Harry.
Sirius se estremeció. Rodó por el suelo y se quedó inmóvil, pálido como la muerte. James dejó de forcejear contra Pettigrew y cayó rendido al suelo mientras que éste al parecer con sus últimas fuerzas se volvió a transformar en rata y trató de escapar muy lentamente.
—¡Expecto patronum! ¡Ayúdenme! ¡Expecto patronum!
Ana levantó la varita de Remus y trató de pronunciar el difícil hechizo junto a Hermione.
—¡Expecto...! —susurró Hermione—. ¡Expecto... expecto!
—¡Expecto Patronum! —masculló Ana apuntando la varita hacia las criaturas—. ¡Expecto...!
Era inútil, no podía hacer nada. Los dementores se aproximaban y ya estaban a tres metros escasos de ellos. Formaban una sólida barrera en torno a los tres, y seguían acercándose...
—¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry— ¡EXPECTO PATRONUM!
Ana vio un delgado hilo de plata salió de la varita de Harry y bailoteó delante de él, como si fuera niebla. Eso le dio un poco de ánimo a Ana y entonces volvió a tratar mientras observaba a Hermione desmayarse a su lado.
«Te reencontraste con tu padre biológico, puedes hacer magia...»
—¡Expecto Patronum...!
Ana pensó en los dementores y cuánto los odiaba pero rápidamente cambió su mentalidad, tratando de darle lugar en su cabeza a pensamientos alegres que no tuviesen nada que ver con aquellas criaturas sin alma que se acercaban lentamente hacia donde ellos estaban. Sus piernas temblaron y Ana sintió la hierba mojada y fría por el rocío hacerle cosquillas una vez que cayó arrodillada sobre ésta.
«Encontraste un lugar al que perteneces... no estás sola»
Ana podía escuchar los ahogados clamados de Harry tratando de proferir el conjuro pero enseguida su cabeza comenzó a darle vueltas y sus oídos zumbaban, tapándose. Tuvo que pestañear varias veces para poder observar sus alrededores.
Pudo ver la débil luz del informe patronus de Harry, que hizo que un dementor se detuviese muy cerca de él. No podía atravesar la niebla plateada que Harry había hecho aparecer, pero sacaba por debajo de la capa una mano viscosa y pútrida. Hizo un ademán como para apartar al patronus.
—¡No... no! —exclamó Harry entrecortadamente.
Ana recostó su cabeza sobre el césped mojado y sintió su vista nublarse. Estaba terriblemente cansada y su esperanza se estaba drenando tan rápidamente que no quería volver a levantar la varita y proferir aquel hechizo que sabía que no podía realizar. Era magia muy avanzada y ella estaba cansada...
Un sentimiento horrible la paralizó en su lugar pero aún medio consiente trató de sacárselo de encima. Debía ayudar. Debía levantarse y ayudar.
Un jadeo dejó sus labios y se concentró en abrir sus ojos lentamente. Pero la escena que estaba frente a ella la hizo congelarse.
Un dementor había alcanzado a Harry y lo miraba con aquella boca que aspiraba el aire con un estertor de muerte mientras sus manos largas y asquerosas sostenían su cuello para que no se moviese. Ana quiso gritar y ayudarlo pero no había nada que hacer. No podía sentir su cuerpo.
Y entonces, a través de la niebla que la ahogaba, le pareció ver una luz plateada que adquiría brillo.
Y con las últimas fuerzas que había acumulado, el sentimiento de que todo iba a estar bien la noqueó en un profundo sueño donde todo el frío se había eliminado.
• • •
Ana ya había pasado por una razonable cantidad de sueños extraños durante su estadía en Hogwarts. Sin embargo, aquel sueño más que extraño le estaba pareciendo demasiado familiar. Como un rostro en una calle al que no volvería a ver pero se cruzó en un sueño. En particular en este.
A diferencia de sus otros sueños, éste no tomaba lugar en la oscuridad misma, en lo contrario, había una luz brillante haciendo que tuviese que entrecerrar los ojos. Los alrededores se encontraban borrosos y Ana sentía un mareo cada vez que abría sus ojos así que los cerraba.
Había voces susurrando en algún lado pero Ana no podía distinguir de dónde salían. Lo único que sabía era que eran voces dulces y que no parecían mostrar amenaza alguna. No como aquella voz etérea que había escuchado en las pesadillas anteriores. No. Estas voces eran suaves, cálidas y le generaban una sensación de protección que la hacía quedar satisfecha.
Además, contrario a los alrededores de las pesadillas, Ana no olía ni sangre, ni barro o lluvia. Lo único que podía oler era una suave fragancia alimonada y un aroma reconfortante a madera. Era un ambiente tan cálido y hogareño que creyó nunca haber estado tan cómoda en su vida. Si aquello era un sueño, no quería despertar de él.
Sin embargo, antes de irse a la deriva, Ana comenzó a distinguir las palabras que susurraban aquellas dulces voces. Tan suaves. Tan familiares.
—¿Cómo está ella...? —inquirió una voz aunque suave, rasposa, lo que demostraba que alguien de edad había hablado.
Ana sintió un pequeño temblor bajo ella pero nada que le generó miedo, era un sentimiento agradable que le hizo sentir mariposas en el estómago. Un temblor tan risueño que entendió que era el de una suave risa.
—Durmiendo como un angelito... —susurró una voz fresca y femenina que hizo que Ana dejara salir un suspiro contento. Era la voz más bella que había escuchado en su vida. Tan cariñosa y segura... jamás había oído algo igual.
—¿Ya has elegido un nombre, querida...?
Ana sintió una pequeña brisa chocar con su rostro que la hizo estremecerse de la manera más tranquila que había. Sus ojos se abrieron lentamente, ajustándose a la sorpresiva luz que alumbraba el lugar y cuando su mirada se enfocó, se encontró con una brillante sonrisa posada en unos labios rosados y suaves. Perfecta.
—Mi amor, es hora de despertar —murmulló la voz tan delicadamente que Ana no quería dejar de escucharla—. Es hora de despertar, Anastasia...
Los ojos de Ana se abrieron de repente y una punzada recorrió su cabeza haciendo que se contrajese del dolor. Estaba completamente aturdida pero enseguida notó que se encontraba recostada en una de las camillas del hospital. Sentía los miembros como si fueran de plomo. Sus párpados eran demasiado pesados para mantenerlos abiertos. Quería quedarse allí acostada, en aquella cómoda cama, para siempre.
Es hora de despertar, Anastasia...
Aquella voz resonó nuevamente en su cabeza y Ana sintió su corazón dar un vuelvo. Antes de despertar había podido ver el rostro de aquella voz tan familiar y sintió que estaba en las nubes. Había sido su madre. Aquel rostro bronceado adornado por algunos lunares pequeños que formaban bellas constelaciones, aquellos ojos del color del ámbar que parecían dos cálidos rayos de sol y aquella bellísima sonrisa... todo le pertenecía a Faith Ward.
Ana no podía creer su suerte. Había visto a su madre. En definitiva las fotos no le hacían justicia para nada. Y pensar que estaba relacionada con una persona así era una completa locura...
Su madre... ¿había sido ella quien había gritado en todas esas pesadillas? No recordaba la voz claramente pero había sonado completamente diferente a la voz suave y dulce con la que le había hablado en este sueño. En sus pesadillas solamente gritaba y le rogaba al mundo que hiciera algo... y su voz se encontraba distorsionada y le sería imposible conectarla con la voz de esta vez. Pero y si lo era... ¿se había tratado de contactar con ella? Claro, era una completa locura porque Faith había fallecido años atrás pero si solo tal vez... si quizá sí lo había intentado hacer ¿por qué? ¿qué le quería mostrar?
Unos pasos en la oscuridad hicieron que Ana saliese de sus pensamientos y recordara en la posición en la que se encontraba. Los dementores.
Ana se enderezó de un movimiento e hizo que su cabeza diese vueltas por unos segundos hasta que se concentró en la mujer que tenía delante. La señora Pomfrey la miraba con los ojos bien abiertos mientras sostenía un pequeño trozo de chocolate entre sus manos.
—Pero vuelve a recostarte, mi niña —apuró ella empujando suavemente de los hombros de Ana para que se volviese a la camilla—. Aún estás muy débil, querida.
—Pero... pero...
Ana miró hacia su derecha y observó que Harry y Hermione también estaban despiertos, mirándolas.
—¿Cómo está Ron? —preguntaron al mismo tiempo los tres sin perder tiempo.
—Sobrevivirá —dijo la señora Pomfrey con seriedad—. En cuanto a ustedes tres, permanecerán aquí hasta que yo esté bien segura de que están bien... ¿Qué haces, Potter?
Harry se había incorporado y se ponía las gafas.
—¿Y mi papá y Sirius?
La señora Pomfrey le dio una mirada suave y señaló al final de la enfermería donde se encontraban las cortinas color verde claro tapando algunas camillas.
—Ambos tomaron varias golpizas más allá de los dementores... aún duermen los dos.
—¿Y Pettigrew? ¿Lo han atrapado?
La señora Pomfrey frunció el ceño.
—¿Pettigrew? ¿Qué tiene que ver aquel asesino con esta situación, querido?
—Lo habíamos atrapado, Madame Pomfrey —explicó Hermione rápidamente—. Estaba en el bosque con nosotros...
—¿Con Pettigrew? —inquirió la mujer horrorizada—. ¡Pero qué escándalo!
La exclamación de la mujer se hizo oír en el pasillo de afuera y para sorpresa de Ana, un segundo más tarde entraron Cornelius Fudge y Snape.
—¿Qué es esto? —preguntó Fudge, con aspecto agitado—. Tendrías que estar en la cama, Harry... ¿Ha tomado chocolate? —le preguntó nervioso a la señora Pomfrey.
—Señor ministro —lo llamó Ana con desesperación en su voz—. Habíamos capturado a Peter Pettigrew, James hasta lo capturó hasta el final... debe seguir estando en los terrenos. Por favor, debe ir a buscarlo... es un animago... una rata...
—Si crees, Abaroa, que el pedazo estúpido de información que Potter y Black le compartieron a Dumbledore es real entonces es mejor que te recuestes inmediato.
Cada día Snape desafiaba su paciencia.
Lo miró con furia.
—¿Qué le sucede? ¿Está celoso porque hasta Pettigrew pudo convertirse en un animago? ¿Que fue más inteligente que usted?
Los ojos oscuros de Snape destellaron más que odio y dio un paso hacia adelante.
—¿Por qué no cierras la boca antes de que las consecuencias te la cierren, Abaroa?
Fudge pareció inquieto ante la conversación así que se volvió a Ana, manteniendo una distancia entre Snape y ella.
—Ana, Ana; no vimos ninguna señal de Pettigrew pero te aseguro de que hacemos todo lo posible por atraparlo...
—¡Pues no es suficiente! —insistió Ana.
Aquel hombre había causado tanto daño ¿y lo dejaban escapar así?
—¡Deben escucharla! —gritó Harry.
—¡Señor ministro! ¡Profesor! —masculló enfadada la señora Pomfrey—. He de insistir en que se vayan. ¡Estos niños son mis pacientes y no deben fatigarlos!
—¡No estamos fatigados! —dijo Harry con furia—. Si nos escuchan...
Pero la señora Pomfrey le introdujo de repente un trozo grande de chocolate en la boca y luego hizo lo mismo con Ana antes de que pudiese reaccionar. Ana se atragantó y tuvo que mirar hacia otro lado mientras se sacaba el mediano pedazo de dulce de la boca.
—Ahora, por favor; señor ministro... Estos niños necesitan cuidados. Les ruego que salgan.
Volvió a abrirse la puerta. Era Dumbledore. Ana no supo cómo reaccionar pero Harry sí.
—Profesor Dumbledore, Pettigrew...
—¡Por Dios santo! ¿Es esto una enfermería o qué? Señor director; he de insistir en que...
—Te pido mil perdones, Poppy, pero necesito cambiar unas palabras con el señor Potter, la señorita Abaroa y la señorita Granger. Es un asunto de gran importancia.
—¿Esto es acerca de Pettigrew? ¿Acaso mi testimonio no cuenta para nada? —gruñó Snape—. Peter Pettigrew no estaba en la Casa de los Gritos ni vi señal alguna de él por allí.
—¡Eso es porque usted estaba inconsciente, profesor! —insistió con seriedad Hermione—. No llegó con tiempo para ver...
—¡Señorita Granger! ¡CIERRE LA BOCA!
Ana quiso escupirle el chocolate en el rostro.
—Vamos, Snape —dijo Fudge—. Están cansados y deben de recostarse.
—Me gustaría hablar con Harry, Ana y con Hermione a solas —declaró Dumbledore bruscamente—. Cornelius, Severus, Poppy Se lo ruego, déjennos.
—Señor director —farfulló la señora Pomfrey—. Necesitan tratamiento, necesitan descanso.
—Esto no puede esperar —repitió Dumbledore—. Insisto.
La señora Pomfrey frunció la boca, se fue con paso firme a su despacho, que estaba al final de la sala, y dio un portazo al cerrar. Fudge consultó la gran saboneta de oro que le colgaba del chaleco.
—Pues bien... James Potter y Sirius Black no se han despertado aún así que supongo que podemos esperar afuera por sus testimonios. Veré si los dementores han encontrado algo.
Fue hacia la puerta y la mantuvo abierta para que pasara Snape. Pero Snape no se movió. Es más, se quedó mirando a Dumbledore fijamente como si en cualquier momento láseres saliesen de sus ojos.
—Severus, quiero hablar con estos tres jóvenes a solas.
Snape pareció volverse colorado de la rabia pero enseguida giró sobre sus talones y salió con paso militar por la puerta que Fudge mantenía abierta. La puerta se cerró tras ellos y Dumbledore se volvió hacia Harry, Ana y Hermione. Los tres empezaron a hablar a la vez.
—¡Teníamos acorralado a Pettigrew!
—¡Él fue quien hizo que los dementores nos encontraran!
—¡Sí que es un animago!
Pero Dumbledore levantó una mano para detener la avalancha de explicaciones.
—Ahora tienen que escuchar ustedes y les ruego que no me interrumpan, porque tenemos muy poco tiempo —dijo con tranquilidad—. Es más que probable de que Pettigrew siga en los terrenos de Hogwarts y por ende, no haya podido desaparecer...
—Porque la aparición es imposible en Hogwarts —interrumpió Hermione y Dumbledore asintió.
—Exactamente... y me temo que el ministerio ha perdido su rastro y se les hará sumamente difícil encontrar en los terrenos una pequeña rata de campo.
—Entonces usted sí cree que es un animago... no como Snape.
—Sí, sino no habría hecho un nuevo protocolo para la escuela —susurró Dumbledore—. Pero me temo que el ministro de magia también ve la noticia con un poco de... incredulidad.
Ana miró hacia donde las cortinas escondían a James y Sirius y recordó que ellos también eran animagos. No era tan difícil de creer.
—Lo que necesitamos es ganar tiempo —dijo Dumbledore despacio. Sus ojos azul claro pasaban de Ana a Hermione.
—Pero... —empezó Hermione, poniendo los ojos muy redondos y mirando a Ana que se encontraba igual—. ¡AH!
—Ahora préstenme atención —dijo Dumbledore, hablando muy bajo y muy claro—. La posibilidad de que encuentren ustedes a Pettigrew no es certera pero si es que logran encontrar hasta una pequeña evidencia, entonces vidas se salvarán. Y si todo va bien, esta noche podrán salvar más de una vida inocente. Pero recuérdenlo los tres: no los pueden ver. Señoritas Abaroa, Granger, ya conocen las normas. Saben lo que está en juego. No deben verlos.
Dumbledore se alejó y al llegar a la puerta se volvió.
—Les voy a cerrar con llave. Son —consultó su reloj— las doce menos cinco. Señoritas; tres vueltas deberían bastar. Buena suerte.
—¿Buena suerte? —repitió Harry, cuando la puerta se hubo cerrado tras Dumbledore—. ¿Tres vueltas? ¿Qué quiere decir? ¿Qué es lo que tenemos que hacer?
—¿Lo tienes, Hermione? —le inquirió Ana y la chica asintió.
—Por supuesto —murmuró Hermione rebuscando en el cuello de su túnica la cadena de oro larga y fina que Ana conocía muy bien.
—Ven aquí, Harry —dijo Hermione perentoriamente mientras que Ana ya estaba a su lado—. ¡Rápido!
—¿Entraremos todos? —preguntó Ana preocupada mientras que Hermione le pasaba la cadena sobre su cuello.
—Esperemos que sí.
Harry, perplejo, se acercó a ellas. Hermione estiró el Giratiempo y lo puso también alrededor del cuello de Harry.
—¿Preparados? —inquirió jadeante.
Ana dijo 'sí' al mismo tiempo que Harry dejaba salir un sonido de confusión.
La sala oscura desapareció. Ana volvió a tener la sensación de que volaba muy rápidamente hacia atrás. A su alrededor veía pasar manchas de formas y colores borrosos. Notaba palpitaciones en los oídos. No era la mejor de las sensaciones pero la había salvado de perderse algunas clases.
Una vez que sintió el suelo firme bajo sus pies a la medida que todo se volvía a aclararse, se sacó el colgante. Se hallaba de pie, al lado de Hermione y Harry, en el vacío vestíbulo, y un chorro de luz dorada bañaba el suelo pavimentado penetrando por las puertas principales, que estaban abiertas.
Era hora de cambiar algunas cosas.
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¡buen viernes!
¡pude actualizar!
este capítulo fue muy extraño ay, necesitaba que cobrara coherencia asjsaj díganme por favor si algo no se entiende o confundí un tema así lo explico/corrijo ♥
pettigrew catch these hands ahre asjjas
yo acá odiándolo más de lo normal !
¿qué les pareció el capítulo? ¡déjenme sus opiniones!
antes de que me olvide ! GRACIAS POR LAS 7K DE LEÍDAS Y 700 VOTOS OMG wow o(-< no sé qué decir estoy en shock lxs amo ♥
espero que hayan tenido una muy buena semana y nos vemos la próxima ♥
•chauuu•
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