Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐡𝐢𝐝𝐝𝐞𝐧

31 de octubre de 1981

Era una noche ventosa en las calles de los suburbios de Londres. La luz de la luna llena iluminaba todo aquello que la luz de las farolas no llegaba a tocar. Era una noche fresca, tranquila, y aún así, dentro de la casa 32B de la calle Calthorpe, una discusión bastante seria estaba tomando lugar.

La luz parpadeaba en la habitación, su cálido color iluminaba los colores cremosos de las paredes y los lisos muebles de madera que las rodeaban. Había un tenue aroma a tomate fresco y algunas especias mezcladas en el aire y lo único que se oía era el agua de la canilla caer contra los platos. Claro, además de las voces de las dos personas discutiendo.

—Sirius no puedes hablar en serio —suspiró Faith mientras se encargaba de lavar los platos y utensilios que habían usado para la cena.

Faith Ward y Sirius Black se encontraban en la cocina de la primera, discutiendo acerca del traidor que se encontraba en la Orden del Fénix. Habían sido unas semanas desde que Dumbledore había explicado que alguien había estado infiltrando información de la Orden, poniendo en riesgo a los integrantes de esta —o mejor dicho, poniendo en riesgo a dos familias en particular: la familia Potter y la Longbottom— ya que ahora Voldemort estaba más cerca de ellos que nunca. Y allí estaba Sirius Black, pidiéndole a Faith Ward que tuviese cuidado de su propio prometido y uno de los amigos más íntimos del muchacho.

—Jamás he hablado con más seriedad en mi vida, Faith —insistió Sirius haciendo que la joven frunciera el ceño con irritación.

—Estás paranoico, ¡completamente paranoico! —Faith agitó su cabeza en negación y se giró a su amigo—. ¿Cómo es que puedes decir eso de Remus, Sirius? Por Merlín son amigos, la lealtad no debería ser puesta en duda.

—Eres demasiado ingenua, tú y Ana podrían estar en peligro. Necesito que se cuiden, no sabemos si Remus es capaz...

—¡Basta! —Faith lo miraba sin poder creerlo—. ¿Te oyes, Sirius? Me estás diciendo que me proteja de mi propio prometido, de mi amor, de tu amigo. ¿Cómo puedes pensar que Remus lastimaría a nuestra hija? ¡A su propia hija!

Sirius puso los ojos en blanco y se pasó una mano sobre su cabello oscuro con frustración.

—No soy el único de los dos, Faith. No me creería si me dijeras que él no te ha dicho que te cuides de mí —resopló él y Faith suspiró.

—Ambos son un dolor de cabeza cuando se lo proponen —admitió la chica, apoyándose en la mesada mientras secaba sus manos con un trapo—. Ambos comparten la misma neurona de idiotez, si me preguntas a mí.

Sirius soltó una protesta, pensando en cómo se había olvidado de la terquedad de su querida amiga.

—Eres imposible —masculló Sirius y Faith se encogió de hombros.

—No, ambos son cascarrabias —Faith se acercó a su amigo y apoyó una mano sobre su hombro, mientras que su mirada se suavizaba—. Sirius, estamos en el medio de una guerra, lo último que necesitamos es que nuestra confianza en el otro se rompa. Necesitamos nuestra fortaleza intacta, necesitamos ayudar y contar con el apoyo del otro. Si cada día perseveramos menos, Voldemort se alimentará de nuestra vulnerabilidad.

Sirius se estremeció ante escuchar el nombre que aterrorizaba a toda la comunidad mágica pero suspiró rendido. Faith había planteado un buen punto. Ser precavido ayudaría pero la paranoia que él y Remus estaban sintiendo por el otro no era para nada sano y sólo terminaría en desastre. Pero claro, no era él solamente que debía comprender aquello. Remus también.

Sirius le dio palmaditas a la mano de Faith y ella sonrió satisfecha.

—Bien, entiendo tu punto pero no es sólo a mí que se lo debes decir ¿dónde está Remus? tal vez y esta vez entre en razón...

El semblante de Faith se cayó y miró con preocupación hacia la ventana.

—Es luna llena, Sirius.

El hombre se tensó y siguió la mirada de Faith con el ceño fruncido.

—No me dejó acompañarlo, es más, me prohibió acompañarlo —Faith resopló y se cruzó de brazos—. ¿Qué tiene ese hombre con alejarme de él? Pude haber dejado a Ana con Lyall, pero no, es muy peligroso estar cerca de él.

—A estas alturas no nos debería sorprender su carácter tan inseguro —Sirius agarró las llaves de su motocicleta que se encontraban en la mesada de la cocina y metió una mano en el bolsillo de sus pantalones oscuros—. Pero bueno, él también se debería acostumbrar a perder contra sus pedidos. Iré a acompañarlo esta noche, no quiero que se lastime.

Faith dejó caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo y una sonrisa se posó en sus labios.

—Me alegra que hayas aceptado dejar tu testarudez atrás. Ojalá también lo hicieras para dejarme manejar tu moto —le dio un pequeño empujón en el brazo y Sirius rió para luego cortar abruptamente y mirarla seriamente.

—No.

Faith rodó los ojos y volvió su atención a los platos en el fregadero.

—Vete antes de que me robe tu moto —lo miró de reojo—. Y dile a Remus que lo amo y espero que venga temprano mañana porque tiene que limpiar la casa. Es su turno.

—Qué encantadora.

—¡Ey! Dije que lo amo primero.

Sirius se rió y comenzó a moverse hacia fuera de la cocina.

—Saludaré a la enana y me voy. Llama a Peter para que te venga a ayudar. Estuvo actuando raro estos días, seguramente extraña la atención que Ana le da.

Faith rió suavemente y movió su mano en saludo.

—Nos vemos, Sirius.

Le devolvió el gesto y desapareció de la cocina para irse hacia la habitación de Ana, que estaba subiendo las escaleras en el final del pasillo.

La decoración no era la más llamativa pero era ciertamente acogedora y cálida. Era una casa ciertamente habitada por una bebé. La carpeta estaba llena de manchas con comida y encima de esta se encontraban desparramados variados objetos entre mantas a juguetes. Las paredes, donde conectaban con el suelo, estaban pintadas con lápices de colores sin plan previsto o dirección. Eran mamarrachos hechos por la pequeña Ana Lupin.

La bebé de un año ya había comenzado a gatear por toda la casa, sumando espacios a su reinado de caos y colores. Sí, su reinado consistía con sus dos padres tirados en el suelo por el extremo cansancio en el cual terminaban todos los días. Ana no era una reina misericordiosa. Excepto cuando dormía, ahí nadie la podía despertar de sus sueños coloridos.

Antes de entrar a la habitación de la bebé, Sirius se detuvo en un cuadro que colgaba al lado de la puerta de esta. Una foto mostraba a la pequeña familia riendo junta en lo que parecía el jardín de la casa de los Potter, seguramente cuando Ana había cumplido un año. Faith llevaba un abrigo de lana celeste que le llegaba hasta las rodillas y su cabello estaba recogido en una trenza, mientras que un gorro de lana tapaba su cabeza. Remus tenía un suéter desgastado de color rojizo y un par de abrigos arriba de este. Y la pequeña Ana estaba siendo abrazada por ambos como si de un sandwich se tratase y reía hacia la cámara mostrando sus pequeños dientes de leche y moviendo sus pequeñas manos regordetas.

Sirius sonrió suavemente y luego abrió la puerta a la habitación de Ana.

Las paredes eran de un color amarillo tan suave que parecían blancas cuando las luces no estaban prendidas y estaban decoradas con pegatinas de diferentes animales y hasta pequeñas comidas. Sirius sonrió al ver el gran cono de helado que brillaba en la oscuridad de la habitación y era la pegatina que más llamaba la atención. Ana amaba ese helado y aunque Remus todavía no la había dejado ingerir el alimento era obvio que sería su postre favorito en el futuro.

Y allí delante, debajo de la ventana que daba hacia la calle oscura, se encontraba Ana Lupin durmiendo en su pequeña cuna. Sus cabellos oscuros se encontraban enredados y desparramados por alrededor de su cabeza mientras uno de sus pequeños brazos rodeaba a su peluche favorito, un cono de helado.

Sirius sonrió y se acercó a la cuna para acariciar suavemente el cabello de la bebé, que no se inmutaba de su presencia.

—Nos vemos mañana, pequeña.

El muchacho se agachó hacia ella y le dejó un pequeño beso en su frente.

La bebé dejó salir un suave suspiro pero en ningún momento mostró signos de despertarse. La sonrisa de Sirius se agrandó y se dio vuelta para dejar que durmiera tranquilamente esa noche de octubre. Cerró la puerta con cautela y luego se dedicó a caminar hacia la puerta principal para finalmente irse con su amigo y cuidarlo esa noche como había hecho todos esos años.

—¡Casi me olvido!

Faith apareció de un salto frente Sirius que dio un respingo de la repentina aparición de su amiga.

—¡Agh!

—Qué exagerado —murmuró la muchacha y le tendió una pequeña bolsa de tela—. Es para Remus, los chocolates siempre le dan un poco más de energía después de cada luna llena y nos sobraron de hoy.

Faith se refería a que ese día había sido Halloween y habían comprado dulces para los niños que pasaran por su puerta. Sirius agarró la pequeña bolsa con una sonrisa y la metió en uno de sus bolsillos.

—Esperemos que no me los coma en el camino.

Faith le dio un pequeño golpe en el brazo y Sirius se rió y se acomodó su chaqueta.

—Nos vemos mañana, Faith.

—Cuídate... y cuídalo, Sirius.

Sirius le dio un pequeño beso en su frente y asintió.

—Es una promesa.

Ambos se despidieron y Faith lo vio partir en su vehículo no sabiendo que esa lamentablemente sería la última conversación entre ambos. No sabiendo que esa noche todavía no acababa.

•      •      •

Faith se encontraba sentada en el sillón viejo y desgastado, que habían comprado en una oferta de garaje, en la sala de estar. Su silueta se encontraba alumbrada por la luz cálida de la lámpara a su derecha mientras la música de la radio sonaba suavemente en el fondo, creando un ambiente de suma tranquilidad luego de horas de limpieza. La muchacha miró de reojo el reloj de madera que colgaba en una de las paredes y notó que ya eran las 12 de la noche, lo que significaba que era un nuevo día.

Un suspiro salió de sus labios y acomodó su cabello despeinado en una coleta. Tal vez podía ir a dormir en vez de divagar en sus pensamientos como todas las noches. Es decir, era domingo y podía descansar todo el día para poder tener energías el día siguiente y atender a los pacientes en San Mungo.

Sí, esa idea era tentadora.

Faith se dispuso a levantarse de su asiento cuando de la nada comenzaron a a golpear la puerta con desesperación. La muchacha dio un salto en su lugar y miró preocupada hacia la ventana en frente suyo que se encontraba al lado de la puerta. Se levantó y se acercó con cautela hacia la ventana para correr con lentitud la cortina blanca y llevarse la sorpresa de que se trataba de su amigo Peter Pettigrew.

La postura de Faith se relajó de inmediato y destrabó la puerta para darle la bienvenida a su amigo.

—Peter qué sorpresa, ¿qué...?

Pero el muchacho no le dio tiempo de responder porque rápidamente entró a la casa y cerró la puerta con la misma velocidad. Faith dio un paso atrás con sorpresa.

—Peter ¿está todo bien? —preguntó frunciendo el ceño y poniéndose alerta. Su amigo tendía a ser paranoico pero no así.

Y finalmente, Peter la miró a los ojos. Estaba transpirando a montones y su cuerpo temblaba como si tuviese hipotermia. Su rostro se encontraba tan pálido como aquellos chocolates blancos que Remus odiaba y sus ojos marrones parecían quererse salir de su rostro y nunca volver.

Faith abrió la boca para hablar pero Peter la agarró de los hombros antes de que pudiera hablar.

—Hay que irnos. ¿Dónde está Ana?

Faith lo observó estupefacta y encaró una ceja con recelo.

—¿Qué sucede, Peter?

—¡No hay tiempo, Faith! ¿Dónde está? —Peter parecía estar a punto de un colapso y Faith tenía mucha experiencia en ello.

La chica tomó una mano del chico y la apretó suavemente.

—Peter debes relajarte. Vamos, inhala... exhala... —Faith le indicó que la copiara y Peter lo hizo. En cuestión de segundos, Peter parecía más relajado aunque Faith podía sentir la tensión en su mano y así, en todo su cuerpo—. Dime qué sucede, Peter.

—Está en peligro, hay que sacar a Ana de aquí. Necesitamos esconderla y...

—¿Esconderla? Peter nadie sabe en dónde estamos, Remus ya se hizo cargo de eso. Ana está muy protegida aquí y además no es como si no hubiese puesto encantamientos en cada rincón de esta casa para asegurarme de ello. Nadie la está buscando, por eso James, Lily y Harry tienen un Guardián Secreto y no nosotros...

Peter se tensó ante las palabras de su amiga y negó con la cabeza.

—¿Dónde está Ana, Faith?

La muchacha suspiró dándose cuenta de que no ganaría esa discusión.

—Está durmiendo tranquilamente porque ya son pasadas las doce de la noche, Peter. No hay peligro alguno, mira...

Faith caminó lentamente hacia la habitación de su hija seguida por Peter y cuando abrió la puerta, sonrió al ver que Ana dormía pacíficamente.

—¿Ves? Todo está bien... —dijo acercándose a su hija para acomodar su cobija y acariciar su cabello suave—. Todo un angelito.

La muchacha levantó la vista y para su puro horror vio que en el reflejo de la ventana en frente suyo, Peter tenía su varita levantada hacia ella, detrás suyo. Faith se giró con rapidez y miró a su amigo con los ojos bien abiertos.

—¿Qué haces, Peter? —le preguntó en voz baja y con un tono de desesperación traicionándola.

El brazo de Peter temblaba como todo su cuerpo y por primera vez, el cuerpo de Faith también lo hizo.

—Debo esconderla, Faith. Es por su seguridad.

El corazón de Faith comenzó a agitarse y a hacerle doler, no sabiendo cómo reaccionar ante esa escena.

—¿De qué hablas, Peter? Explícate de una vez.

Al no darse cuenta de que había levantado la voz, su exclamación hizo que Ana comenzase a despertar de su sueño profundo.

—Él la encontrará y no puedo permitir eso —masculló Peter haciendo que su voz temblara y su mirada se posó en Ana, quién ya estaba abriendo sus dos ojos.

—¿Quién la busca? ¿Voldemort?

—¡No digas su nombre! —Peter se quebró y la amenazó nuevamente con su varita haciendo que Faith se pegara más en contra de la cuna de su hija y Ana empezó a llorar ante toda la conmoción.

—Es un nombre, Peter. No dejes que te aterre algo tan simple como un nombre...

Faith buscaba cualquier objeto que pudiese usar para defenderse pero todo lo que tenía alrededor eran juguetes de Ana que eran completamente a prueba de bebés. En otras palabras, eran más blandos que un manojo de plumas.

Ana comenzó a llorar detrás de su madre y Faith trataba de despejar sus pensamientos para poder idear un plan. Podría usar aparición y llevarse a Ana pero sabía que no era seguro para una bebé y no quería correr el riesgo de lastimarla.

—Faith, dame a Ana —Pidió nuevamente Peter y ella lo miró como si se tratase de la idea más demente de todas. Y en ese momento lo era.

—No te llevarás a mi hija a ningún lado, Peter Pettigrew.

Faith pensó que eso haría que Peter entrara en razón. Debía entender en la posición que la estaba poniendo como madre. Una madre nunca daría a su bebé a una amenaza.

Y al parecer Peter se dio cuenta. Por todas las razones erróneas.

Peter miró a Faith en los ojos, observando cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos por la impotencia de estar en aquella situación y Faith vio aquellos ojos que tantas veces le habían proporcionado un sentimiento de protección y calidez pero que en ese momento sólo podían hacerla sentir terror. Y ese terror era bien merecido.

Los ojos café del muchacho se volvieron tan fríos que Faith perdió cualquier hilo de esperanza que tenía.

—Lo siento, Faith. Es lo mejor para ella.

Sin previo aviso, sin que pasara un segundo en que Faith pudiese rogarle a su amigo que lo pensase. Peter recitó las palabras que serían el fin de su mejor amiga.

Avada Kedavra.

La luz verde iluminó la habitación con su color terrorífico, haciendo que el tiempo se detuviera por un segundo hasta que la luz chocó contra el cuerpo de Faith Ward sin misericordia ni vacilación.

Lo último que Faith Ward escuchó fueron los llantos de su pequeña hija mientras su corazón se rompía en pedazos al saborear la traición por primera y última vez.

Y así, la habitación quedó en total oscuridad con sólo el sonido del llanto de la pequeña Ana Lupin que no entendía lo que estaba sucediendo frente suyo.

—Lo siento... —Peter lloró mientras se acercaba hacia Ana que trataba de alcanzar con su pequeño brazo a su madre que se encontraba en el suelo—. Esto es por tu bien, Ana...

La bebé no dejó de llorar mientras Peter la levantaba en sus brazos hasta que el muchacho agarró el cono de helado que Ana había soltado en algún momento y se lo tendió, calmando sus llantos.

—No recordarás esto, Ana y espero que nunca vuelvas a este mundo.

Con eso Peter la tapó en su cobija y con ella en brazos salió corriendo de la habitación, llevándose puesta las paredes y así el cuadro de la familia cayó al suelo quebrándose el vidrio en pedazos que se esparcieron en toda la carpeta.

Siendo no lo único roto esa noche.

Y siendo el último sonido que se escucharía en el número 32B de la calle Calthorpe durante esa noche hasta que el mundo descubriera la desgracia que había tomado lugar.

Comenzando así el fin. Comenzando así una nueva historia.

•      •      •

(p r ó x i m a m e n t e)


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro